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La palabra mansedumbre
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la palabra mansedumbre

La palabra Mansedumbre ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece mansedumbre.

Estadisticas de la palabra mansedumbre

Mansedumbre es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 24870 según la RAE.

Mansedumbre aparece de media 2.22 veces en cada libro en castellano.

Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la mansedumbre en las obras de referencia de la RAE contandose 338 apariciones .

Errores Ortográficos típicos con la palabra Mansedumbre

Cómo se escribe mansedumbre o mansedunbre?
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Más información sobre la palabra Mansedumbre en internet

Mansedumbre en la RAE.
Mansedumbre en Word Reference.
Mansedumbre en la wikipedia.
Sinonimos de Mansedumbre.

Algunas Frases de libros en las que aparece mansedumbre

La palabra mansedumbre puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 268
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Si su familia estaba ciega, en las barracas vecinas bien adivinaban la situación de Barret, compadeciendo su mansedumbre. ...

En la línea 1335
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pero el más pequeño, Pascualet, un chiquillo regordete y panzudo, que sólo tenía cinco años, y a quien adoraba la madre por su dulzura y su mansedumbre, prometiéndose hacerlo capellán, lloraba apenas veía a sus hermanos enzarzados en terrible pelea con los otros condiscípulos. ...

En la línea 1549
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Batiste tenía que labrar una parte del terreno que aún conservaba inculto, preparando la cosecha de hortalizas, y él y su hijo engancharon el caballo, enorgulleciéndose al ver la mansedumbre con que obedecía y la fuerza con que tiraba del arado. ...

En la línea 1596
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... En sus ojos, inyectados de sangre, brillaba la fiebre del asesinato; todo su cuerpo se estremecía de cólera, esa terrible cólera del pacífico, que, cuando rebasa el límite de la mansedumbre es para caer en la ferocidad. ...

En la línea 916
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Los hombres comenzaban de nuevo su marcha hacia la fraternidad, el ideal de Cristo: pero abominando de la mansedumbre, despreciando la limosna por envilecedora e inútil. A cada cual lo suyo, sin concesiones que denigran, ni privilegios que despiertan el odio. La verdadera fraternidad era la Justicia social. ...

En la línea 5584
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... _Al campo, al campo._ «Camina, avanza prósperamente y reina por medio de la verdad y de la mansedumbre y de la justicia; tu diestra te conducirá a cosas maravillosas.» Caminaré, pues, María. ...

En la línea 1440
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Pido esto con esta mansedumbre y sosiego, porque tenga, si lo cumplís, algo que agradeceros; y, cuando de grado no lo hagáis, esta lanza y esta espada, con el valor de mi brazo, harán que lo hagáis por fuerza. ...

En la línea 1532
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Salió a nosotros con mucha mansedumbre, ya roto el vestido, y el rostro disfigurado y tostado del sol, de tal suerte que apenas le conocíamos, sino que los vestidos, aunque rotos, con la noticia que dellos teníamos, nos dieron a entender que era el que buscábamos. ...

En la línea 5716
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Date, date en esas carnazas, bestión indómito, y saca de harón ese brío, que a sólo comer y más comer te inclina, y pon en libertad la lisura de mis carnes, la mansedumbre de mi condición y la belleza de mi faz; y si por mí no quieres ablandarte ni reducirte a algún razonable término, hazlo por ese pobre caballero que a tu lado tienes; por tu amo, digo, de quien estoy viendo el alma, que la tiene atravesada en la garganta, no diez dedos de los labios, que no espera sino tu rígida o blanda repuesta, o para salirse por la boca, o para volverse al estómago. ...

En la línea 9951
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Aquel valor que él sentía ante una sotana, por la esperanza irreflexiva de que la mansedumbre obliga al clérigo a no devolver las bofetadas, aquel valor desaparecía pensando en los puños de don Fermín. ...

En la línea 615
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Pequeño de estatura, algo rechoncho, con la cabeza blanca, sus gestos eran una mezcla de severidad y mansedumbre. Vestía modestamente, y a su mesa resultaba frugal, contrastando dicha parquedad con el lujo que desplegaban los más de los cardenales. ...

En la línea 992
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El 28 de enero de 1495 abandonó Carlos VIII la capital pontificia al frente de sus tropas. César Borgia cabalgaba a su derecha, llevando sobre su vestido de viaje la capa roja de cardenal. Había aceptado, con aparente conformidad, este papel de legado que disimulaba su verdadera condición de rehén. Los que lo conocían sospechaban que tanta mansedumbre debía ocultar algún propósito secreto. ...

En la línea 1240
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Claudio se explicaba tal cambio de conducta en un hombre sanguíneo, arrebatado en sus pasiones. Después de sus ruidosas y terribles agresividades, caía en una pereza de sentimientos que le impulsaba a la mansedumbre y la tolerancia. Se decía, tal vez, que resulta más doloroso y cuesta mayores esfuerzos castigar a los enemigos que perdonarlos. ...

En la línea 1942
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Dios sabe lo que iba a contestar el acusado. Quedó suelta en el aire la primera palabra, porque llegó una visita. Era el Sr. de Torquemada, persona de confianza en la casa, que al entrar iba derecho al gabinete, a la cocina, al comedor o a donde quiera que la señora estuviese. La fisonomía de aquel hombre era difícil de entender. Sólo doña Lupe, en virtud de una larga práctica, sabía encontrar algunos jeroglíficos en aquella cara ordinaria y enjuta, que tenía ciertos rasgos de tipo militar con visos clericales. Torquemada había sido alabardero en su mocedad, y conservando el bigote y perilla, que eran ya entrecanos, tenía un no sé qué de eclesiástico, debido sin duda a la mansedumbre afectada y dulzona, y a un cierto subir y bajar de párpados con que adulteraba su grosería innata. La cabeza se le inclinaba siempre al lado derecho. Su estatura era alta, mas no arrogante; su cabeza calva, crasa y escamosa, con un enrejado de pelos mal extendidos para cubrirla. Por ser aquel día domingo, llevaba casi limpio el cuello de la camisa, pero la capa era el número dos, con las vueltas aceitosas y los ribetes deshilachados. Los pantalones, mermados por el crecimiento de las rodilleras, se le subían tanto que parecía haber montado a caballo sin trabillas. Sus botas, por ser domingo, estaban aquel día embetunadas y eran tan chillonas que se oían desde una legua. ...

En la línea 5805
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Segismundo observaba a su amiga, y a la verdad, no le parecía su estado muy católico. El falso gozo que la hacía reír a cada instante no era buena señal, y hubiera él deseado que hablase menos. Pero todo se volvía contar el lance con Aurora, dándole proporciones trágicas, y una vez concluido, lo empezaba de nuevo, revelando contra la que fue su amiga una saña implacable. Ballester la contradecía suavemente, recomendándole la prudencia, la tolerancia y el perdón de las injurias. No sabiendo ya qué decirle, llegó hasta sacarle el ejemplo de Maximiliano, que llevaba con tan cristiana mansedumbre el cargamento de sus agravios. La diabla, al oír esto, se reía más, diciendo que su marido era un santo, un verdadero santo, y que si le canonizaban y le ponían en los altares, ella le rezaría y le escupiría. Esto no lo oyó Rubín, que a la sazón estaba jugando a las damas con Izquierdo. ...


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