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La palabra dinero
Cómo se escribe

la palabra dinero

La palabra Dinero ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
Memoria De Las Islas Filipinas. de Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Niebla de Miguel De Unamuno
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
La llamada de la selva de Jack London
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece dinero.

Estadisticas de la palabra dinero

La palabra dinero es una de las palabras más comunes del idioma Español, estando en la posición 394 según la RAE.

Dinero es una palabra muy común y se encuentra en el Top 500 con una frecuencia media de 199.91 veces en cada obra en castellano

El puesto de esta palabra se basa en la frecuencia de aparición de la dinero en 150 obras del castellano contandose 30386 apariciones en total.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Dinero

Cómo se escribe dinero o dinerro?

Más información sobre la palabra Dinero en internet

Dinero en la RAE.
Dinero en Word Reference.
Dinero en la wikipedia.
Sinonimos de Dinero.


El Español es una gran familia

Algunas Frases de libros en las que aparece dinero

La palabra dinero puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 264
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Ya no tenía dinero para salir de apuros; sólo contaba con lo que produjesen los campos. ...

En la línea 281
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y prestó dinero a Barret con el insignificante detalle de exigirle una firma -los negocios son negocios- al pie de cierto papel en el que se hablaba de interés, de acumulación de réditos, de responsabilidad de la deuda, mencionando para esto último los muebles, las herramientas, todo cuanto poseía el labrador en su barraca, incluso los animales de corral. ...

En la línea 508
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y el duro pan parecía más sabroso; el vino, mejor; el trabajo, menos pesado, imaginándose las rabietas de los dos avaros, que con todo su dinero habían de sufrir que los rústicos de la huerta se burlasen de ellos. ...

En la línea 804
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La pobre Teresa escuchó a su marido, pálida, con la emoción de la campesina que siente punzadas en el corazón cada vez que ha de deshacer el nudo de la media guardadora del dinero en el fondo del arca. ...

En la línea 71
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pregúntale a tu padre, que aunque menos viejo que yo, también ha conocido los tiempos de oro. El dinero circulaba en Jerez lo mismo que el aire. Había cosecheros que usaban calañés y vivían en un casucho de las afueras como pobres, alumbrándose con un velón; pero al pagar una cuenta tiraban de un saco que tenían debajo de la mesilla de pino como si fuese un saco de patatas, y ¡eche usté onzas! Los trabajadores de las viñas cobraban de treinta a cuarenta reales de jornal, y se permitían la fantasía de ir al tajo en calesín y con zapatos de charol. Nada de periódicos, ni de soflamas, ni de mítines. Allí donde se reunía la gente sonaba la guitarra, soltándose cada seguidilla y cada martinete que a Dios le temblaban la carne de gusto... Si entonces hubiese aparecido Fernando Salvatierra, el amigote de tu padre, con todas esas cosas de pobres y ricos, de repartos de tierras y rivoluciones, le habrían ofrecido una caña y le hubieran dicho: «Siéntese su mercé en el corro, camará; beba, cante, eche un baile con las mocitas si en ello tiene gusto y no se haga mala sangre pensando en nuestra vida, que no es de las peores»... Pero los ingleses apenas nos beben: el dinero entra con menos frecuencia en Jerez, y se oculta de tal modo el condenado, que nadie lo ve. Los trabajadores de las viñas ganan diez reales y tienen cara de vinagre. Por si han de podar con cuchilla o con tijeras, se matan entre ellos; hay _Mano Negra_ y en la plaza de la cárcel se da garrote a los hombres, lo que no se había visto en Jerez en muchísimos años. El jornalero pincha como un erizo apenas se le habla, y el amo es peor que antes. Ya no se ve a los señores alternando con los pobres en las vendimias, bailando con las muchachas y requebrándolas como un gañán joven. La guardia civil corre el campo como en los tiempos que salían bandidos a las carreteras... ¿Y todo por qué, señor? Por lo que yo digo: porque los ingleses se han aficionado al maldito _whischy_ y no hacen caso del buen _palo cortado_, ni de la _palma_, ni de ninguna otra de las exelencias de esta bendita tierra... Lo que yo digo: dinero, venga dinero: que vuelvan aquí, como en otros tiempos, las libras, las guineas y los chelines ¡y se acabaron las huelgas, y los sermones de Salvatierra y sus partidarios, y los malos gestos de los civiles, y todas las miserias y vergüenzas que ahora vemos!... ...

En la línea 71
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pregúntale a tu padre, que aunque menos viejo que yo, también ha conocido los tiempos de oro. El dinero circulaba en Jerez lo mismo que el aire. Había cosecheros que usaban calañés y vivían en un casucho de las afueras como pobres, alumbrándose con un velón; pero al pagar una cuenta tiraban de un saco que tenían debajo de la mesilla de pino como si fuese un saco de patatas, y ¡eche usté onzas! Los trabajadores de las viñas cobraban de treinta a cuarenta reales de jornal, y se permitían la fantasía de ir al tajo en calesín y con zapatos de charol. Nada de periódicos, ni de soflamas, ni de mítines. Allí donde se reunía la gente sonaba la guitarra, soltándose cada seguidilla y cada martinete que a Dios le temblaban la carne de gusto... Si entonces hubiese aparecido Fernando Salvatierra, el amigote de tu padre, con todas esas cosas de pobres y ricos, de repartos de tierras y rivoluciones, le habrían ofrecido una caña y le hubieran dicho: «Siéntese su mercé en el corro, camará; beba, cante, eche un baile con las mocitas si en ello tiene gusto y no se haga mala sangre pensando en nuestra vida, que no es de las peores»... Pero los ingleses apenas nos beben: el dinero entra con menos frecuencia en Jerez, y se oculta de tal modo el condenado, que nadie lo ve. Los trabajadores de las viñas ganan diez reales y tienen cara de vinagre. Por si han de podar con cuchilla o con tijeras, se matan entre ellos; hay _Mano Negra_ y en la plaza de la cárcel se da garrote a los hombres, lo que no se había visto en Jerez en muchísimos años. El jornalero pincha como un erizo apenas se le habla, y el amo es peor que antes. Ya no se ve a los señores alternando con los pobres en las vendimias, bailando con las muchachas y requebrándolas como un gañán joven. La guardia civil corre el campo como en los tiempos que salían bandidos a las carreteras... ¿Y todo por qué, señor? Por lo que yo digo: porque los ingleses se han aficionado al maldito _whischy_ y no hacen caso del buen _palo cortado_, ni de la _palma_, ni de ninguna otra de las exelencias de esta bendita tierra... Lo que yo digo: dinero, venga dinero: que vuelvan aquí, como en otros tiempos, las libras, las guineas y los chelines ¡y se acabaron las huelgas, y los sermones de Salvatierra y sus partidarios, y los malos gestos de los civiles, y todas las miserias y vergüenzas que ahora vemos!... ...

En la línea 71
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pregúntale a tu padre, que aunque menos viejo que yo, también ha conocido los tiempos de oro. El dinero circulaba en Jerez lo mismo que el aire. Había cosecheros que usaban calañés y vivían en un casucho de las afueras como pobres, alumbrándose con un velón; pero al pagar una cuenta tiraban de un saco que tenían debajo de la mesilla de pino como si fuese un saco de patatas, y ¡eche usté onzas! Los trabajadores de las viñas cobraban de treinta a cuarenta reales de jornal, y se permitían la fantasía de ir al tajo en calesín y con zapatos de charol. Nada de periódicos, ni de soflamas, ni de mítines. Allí donde se reunía la gente sonaba la guitarra, soltándose cada seguidilla y cada martinete que a Dios le temblaban la carne de gusto... Si entonces hubiese aparecido Fernando Salvatierra, el amigote de tu padre, con todas esas cosas de pobres y ricos, de repartos de tierras y rivoluciones, le habrían ofrecido una caña y le hubieran dicho: «Siéntese su mercé en el corro, camará; beba, cante, eche un baile con las mocitas si en ello tiene gusto y no se haga mala sangre pensando en nuestra vida, que no es de las peores»... Pero los ingleses apenas nos beben: el dinero entra con menos frecuencia en Jerez, y se oculta de tal modo el condenado, que nadie lo ve. Los trabajadores de las viñas ganan diez reales y tienen cara de vinagre. Por si han de podar con cuchilla o con tijeras, se matan entre ellos; hay _Mano Negra_ y en la plaza de la cárcel se da garrote a los hombres, lo que no se había visto en Jerez en muchísimos años. El jornalero pincha como un erizo apenas se le habla, y el amo es peor que antes. Ya no se ve a los señores alternando con los pobres en las vendimias, bailando con las muchachas y requebrándolas como un gañán joven. La guardia civil corre el campo como en los tiempos que salían bandidos a las carreteras... ¿Y todo por qué, señor? Por lo que yo digo: porque los ingleses se han aficionado al maldito _whischy_ y no hacen caso del buen _palo cortado_, ni de la _palma_, ni de ninguna otra de las exelencias de esta bendita tierra... Lo que yo digo: dinero, venga dinero: que vuelvan aquí, como en otros tiempos, las libras, las guineas y los chelines ¡y se acabaron las huelgas, y los sermones de Salvatierra y sus partidarios, y los malos gestos de los civiles, y todas las miserias y vergüenzas que ahora vemos!... ...

En la línea 105
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Fermín le temía sin odiarle. Veía en él un enfermo, «un degenerado», capaz de los mayores extravagancias por su exaltación religiosa. Para Dupont, el amo lo era por derecho divino, como los antiguos reyes. Dios quería que existiesen pobres y ricos, y los de abajo debían obedecer a los de arriba, porque así lo ordenaba una jerarquía social de origen celeste. No era tacaño en asuntos de dinero, antes bien, se mostraba generoso en la remuneración de los servicios, aunque su largueza tenía mucho de veleidosa e intermitente, fijándose más en el aspecto simpático de las personas que en sus méritos. Algunas veces, al encontrar en la calle a obreros despedidos de sus bodegas, indignábase porque no le saludaban. «¡Tú!--decía imperiosamente;--aunque no estés en mi casa, tu deber es saludarme siempre, porque fui tu amo». ...

En la línea 239
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... El padre del señor de Tréville le ha bía servido tan fielmente en sus guerras contra la Liga que, a falta de dinero contante y sonante -cosa que toda la vida le faltó al bearnés, el cu al pagó siempre sus deudas con la única cosa que nunca necesitó pedir prestada, es decir, con el ingenio -, que a falta de dinero con tante y sonante, decimos, le había autorizado, tras la rendición de Paris, a tomar por armas un león de oro pasante sobre gules con esta di visa: Fidelis et fortis. ...

En la línea 239
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... El padre del señor de Tréville le ha bía servido tan fielmente en sus guerras contra la Liga que, a falta de dinero contante y sonante -cosa que toda la vida le faltó al bearnés, el cu al pagó siempre sus deudas con la única cosa que nunca necesitó pedir prestada, es decir, con el ingenio -, que a falta de dinero con tante y sonante, decimos, le había autorizado, tras la rendición de Paris, a tomar por armas un león de oro pasante sobre gules con esta di visa: Fidelis et fortis. ...

En la línea 305
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Por otro lado, en algo tiene que emplear uno el dinero de su legítima. ...

En la línea 464
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... No de béis tener, para vivir, demasiado dinero que hayáis traído con vos. ...

En la línea 192
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... No se negará que asi los alcaldes mayores en sus provincias como los cabezas de Barangay en los pueblos encargados de cobrar inmediatamente el tributo de los indios, hayan influido alguna cosa en la necesidad de conmutar el pago del tributo de dinero á especie, para hacer unos y otros mejor su negocio; pero en mi juicio no es esta sola la causa que ha introducido ese sistema de cobranzas perjudicial á todos, porque el indio no es tan tonto ó inocente que dejase de vender las producciones de su agricultura á quien se las pagase en mayor precio que el del arancel, bajo el cual se le reciben en especie por los cabezas y alcaldes mayores. ...

En la línea 266
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Resulta, pues, de todo lo dicho en este párrafo, que las oficinas de la hacienda pública de Filipinas necesitan de una reforma grande, y dejar reducido el número de empleados á los puramente precisos, útiles y necesarios: que por ahora no hay necesidad de conceder empleos á persona alguna para aquellas Islas, pues hay un sobrante de empleados muy considerable: que hay poca economía en la administracion, y que debe reformarse y procederse en ella con mas atencion y cuidado que hasta aqui: que debe desaparecer ese sistema ruinoso de libranzas, sustituyéndose á ese método de traer dinero á la Península la construccion de buques de guerra; pues el arsenal, la infinita multitud de maderas de construccion que producen las Islas y demas requisitos para el caso, todo lo posee Manila en tan alto y aventajado grado, cual puede desearse: que en la provision de vacantes que ocurran en todo jénero de empleos, y cuando ya no haya escedentes ó supernumerarios que colocar, debe ser atendido el mérito, aptitud y servicios de los empleados en aquellas provincias, y darse lugar en la escala que debe establecerse á los hijos de los españoles [22] que despues de muchos años de servicios en las Islas, han fallecido dejando á la posteridad su buen nombre, y á sus familias poco menos que en la indijencia: y por último, que las rentas del tabaco y vino deben ocupar un lugar muy preferente en el ánimo del Gobierno, para sacar de ellas todas las ventajas de que son susceptibles, mandando se les dé toda la amplitud y estension que deben tener en beneficio de la riqueza del pais y aumento de las utilidades para el tesoro público, adoptando para todo las medidas justas y prudentes que pueden conducir al logro de objetos tan importantes. ...

En la línea 290
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... En Filipinas no hubo necesidad de adoptar esa medida mientras duró su comercio con Nueva-España, porque entonces recibian aquellas islas anualmente un millon ó mas de pesos mejicanos y el situado de 250,000, y ademas de esto los negocios que se hacian durante esa época sobre frutos naturales é industriales del pais eran casi insignificantes; y si aun en el dia circula en Filipinas la moneda suficiente para entretener el tráfico esterior, esto procede de que las ventajas que este ha sacado del comercio con todas las naciones de Europa, cuya balanza está á su favor, son mayores que las pérdidas de dinero que hace en su comercio con la India y China, y ademas la admision de los pesos de todas las repúblicas de América, habilitados por medio del resello en Filipinas, han estacionado esta moneda en las Islas, cuya medida le es provechosa. ...

En la línea 293
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... ' En todas las provincias de las Islas circula muy poca moneda, y en algunas ni aun la necesaria para que los naturales puedan cubrir las cargas del gobierno; y de ahí ha provenido la necesidad de conmutar el pago del tributo de dinero á especie, juntamente con los informes ventajosos á su propio provecho que los alcaldes darian de palabra ó por escrito para esta novedad. ...

En la línea 187
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... El mayor número seguiría la opinión de Mendizábal, que a la insistencia con que Borrow solicitaba el permiso para imprimir el Testamento, salvación única de España, respondía: «¡Si me trajese usted cañones, si me trajese usted pólvora, si me trajese usted dinero para acabar con los carlistas!» Pero _Don Juan y Medio_, y los liberales que hicieron la desamortización eclesiástica, no se atrevían a permitir que circulase el Evangelio _sin notas_. ...

En la línea 263
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Dejó de ser el verdugo y se convirtió en el banquero de Roma; y los pobres españoles, que siempre estiman como un privilegio pagar cuentas ajenas, miraron durante mucho tiempo como una gran ventura que les permitieran saciar la rapaz avidez de Roma, que durante el siglo pasado sacó, probablemente, de España más dinero que de todo el resto de la cristiandad. ...

En la línea 272
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... No se opone a llevar su dinero a vuestras arcas, en forma de limosnas, esperando, sin embargo, verlas aceptadas con la gratitud y la humildad propias de quien recibe una caridad. ...

En la línea 360
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... En aquella pequeña y sombría _quinta_, escondida entre los altos _alcornoques_, vivió antaño Juan de Castro, virrey de Goa, viejo singular que empeñó los cabellos de la barba de su difunto hijo para levantar dinero con que rehacer los muros ruinosos de una fortaleza amenazada por los salvajes indios. ...

En la línea 1475
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Éste le pidió don Quijote, y mandóle que guardase el dinero y lo tomase para él. ...

En la línea 1478
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -No puede ser eso -respondió Sancho-, porque si fueran ladrones, no se dejaran aquí este dinero. ...

En la línea 1505
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Con gran deseo quedó el Caballero de la Triste Figura de saber quién fuese el dueño de la maleta, conjeturando, por el soneto y carta, por el dinero en oro y por las tan buenas camisas, que debía de ser de algún principal enamorado, a quien desdenes y malos tratamientos de su dama debían de haber conducido a algún desesperado término. ...

En la línea 1515
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... A lo que Sancho respondió: -Harto mejor sería no buscalle, porque si le hallamos y acaso fuese el dueño del dinero, claro está que lo tengo de restituir; y así, fuera mejor, sin hacer esta inútil diligencia, poseerlo yo con buena fe hasta que, por otra vía menos curiosa y diligente, pareciera su verdadero señor; y quizá fuera a tiempo que lo hubiera gastado, y entonces el rey me hacía franco. ...

En la línea 907
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... te sentimiento de desigualdad es consecuencia necesaria de la existencia de una aristocracia del dinero. ...

En la línea 1008
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... uí hay gato encerrado. hay nadie bastante rico para gastar tanto dinero en una cosa tan inútil ...

En la línea 1063
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Por más que abundan los víveres, la gente es pobre; no hay trabajo, y, por lo tanto, no pueden los pobres proporcionarse el dinero necesario para adquirir lo más insignificante; además, falta hasta tal punto la plata acuñada, que he visto a un hombre cargado con un saco de carbón que llevaba en pago de un objeto de poco valor, y a otro cambiar una plancha por una botella de vino ...

En la línea 1838
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... do el mundo parece tener por único objeto ganar dinero y marcharse lo más pronto posible ...

En la línea 1823
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Los indianos deseaban más la nobleza y se atrevían más, confiaban en el prestigio de su dinero. ...

En la línea 1870
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... En su casa había muy poco dinero y allí se contentaba con las recetas que heredara de sus mayores. ...

En la línea 2977
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Hasta en aquellos lugares donde el hombre suele perder todo encanto, porque es el deber, lograba conquistas verdaderas y de ello se pagaba no poco el Marquesito, que trataba con desdén a las queridas ganadas en buena lid, y con grandes miramientos y hasta cariño a las que le costaban su dinero. ...

En la línea 3350
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El Marqués tenía la vanidad de ser anticuario por su dinero; pero le costaba mucha plata lo que resultaba al cabo obra de los truqueurs, palabra del capitán. ...

En la línea 47
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Ya no podía embarcarse para hacer una revolución más en su patria, acoplar dinero y volverse a París. La pequeña República había seguido la evolución de los países vecinos, abominando repentinamente de Urdaneta. Ahora gobernaban la nación hombres jóvenes que habían estudiado en los Estados Unidos o en Europa, y establecían empresas industriales, necesitadas de paz. ...

En la línea 58
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Se encontraban en este mundo personajes de importancia auténtica: hombres políticos venidos a menos, con la nostalgia de la autoridad perdida; individuos de familias destronadas; magnates del dinero que descansaban unos meses a orillas del Mediterráneo Y en torno a este grupo selecto, una inquieta marea de duquesas y marquesas de diversos reinos, sobre cuyo pasado se contaban picantes historias; princesas rusas que se mantenían vendiendo sus últimas alhajas y abrigos de armiño; aventureras que se hacían tolerar por una amabilidad reptilesca; antiguas cocottes que habían afirmado su posición casándose con algún millonario viejo poco antes de morir éste. ...

En la línea 59
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Todos llevaban una existencia atareada, corriendo en automóvil los sesenta kilómetros de carretera entre Cannes y Mentón para asistir a fiestas en las diversas ciudades o arriesgar su dinero sobre las mesas verdes de los casinos situados a lo largo de la cornisa de la Costa Azul. ...

En la línea 65
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El amigo de madame Pineda se daba cuenta del concepto que tenían de él muchos hombres y mujeres con los que hablaba en comidas y bailes. Sólo decían que era simpático y distinguido; pero Claudio leía algo más en el silencio continuador de tales palabras. Como la viuda argentina era rica, tal vez le creían protegido por sus amorosas larguezas. Esto no era pecado ni defecto entre las gentes de dicho mundo. Casi aumentaba a los ojos de las señoras el valor de un hombre dándole el atractivo de una alhaja cara, de todo objeto de lujo que cuesta mucho dinero. ...

En la línea 528
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Les cuidan los varones, como es su deber. Antes de venir aquí he visitado a la esposa masculina de mi colega el profesor de Física, que estaba en la cama con su pequeño. Son los hombres los que se acuestan para dar calor al recién nacido, mientras las mujeres vuelven a sus funciones, momentáneamente interrumpidas, para ganar el dinero que necesita la familia. ...

En la línea 589
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Esta conferencia, -terminó diciendo el pigmeo- se la pagan espléndidamente, y como el doctor es pobre, no ha creído sensato rechazar la invitación. Parece que en otras ciudades importantes desean oírle también, y le retribuirán con no menos generosidad. Celebro que el ilustre profesor gane con esto más dinero que con sus libros. ¡Es tan bueno y merece tanto que la fortuna le proteja!… Pero Gillespie no sentía en este momento ningún interés por su primitivo traductor. Lo que le preocupaba era enterarse de la verdadera personalidad del hombrecillo que tenía ante el. Como si adivinase sus deseos, apartó el joven los velos que le cubrían el rostro, y Gillespie se llevó inmediatamente a un ojo la lente regalada por Flimnap. ...

En la línea 694
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Edwin creyó durante algunos momentos que aquella miniatura de mistress Augusta Haynes iba a erguirse en su sillón para negarle por segunda vez la mano de Margaret, afirmando que ella no podía transigir con los hombres de espíritu novelesco que ignoran el medio de hacer dinero. Pero la voz del profesor Flimnap le arrancó de su asombro. ...

En la línea 1048
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... 'No quiero hablar al ilustre Senado de los gastos que ha originado el Hombre-Montaña desde que vive entre nosotros. Esto será objeto de un discurso que pronunciaré otro día, cuando tenga completos los datos estadísticos que estoy reuniendo. Necesito saber con certeza cuantos bueyes come cada día, cuantas docenas de gallinas, así como las toneladas de pescado y de pan que lleva devoradas. No insisto en esto; pronto apreciará el Senado de que manera el Consejo Ejecutivo derrocha el dinero de la nación, a pesar de que el gobierno de nuestro sexo ostenta el espíritu de economía como la mayor de las ventajas sobre todos los gobiernos anteriores. ...

En la línea 26
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... En las contratas de vestuario para el Ejército y Milicia Nacional, ni Santa Cruz, ni Arnaiz, ni tampoco Bringas daban la cara. Aparecía como contratista un tal Albert, de origen belga, que había empezado por introducir paños extranjeros con mala fortuna. Este Albert era hombre muy para el caso, activo, despabilado, seguro en sus tratos aunque no estuvieran escritos. Fue el auxiliar eficacísimo de Casarredonda en sus valiosas contratas de lienzos gallegos para la tropa. El pantalón blanco de los soldados de hace cuarenta años ha sido origen de grandísimas riquezas. Los fardos de Coruñas y Viveros dieron a Casarredonda y al tal Albert más dinero que a los Santa Cruz y a los Bringas los capotes y levitas militares de Béjar, aunque en rigor de verdad estos comerciantes no tenían por qué quejarse. Albert murió el 55, dejando una gran fortuna, que heredó su hija casada con el sucesor de Muñoz, el de la inmemorial ferretería de la calle de Tintoreros. ...

En la línea 52
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Pasaba por la honestidad misma, iba a misa todos los días que lo mandaba la Iglesia, rezaba el rosario con la familia, trabajaba diez horas diarias o más en el escritorio sin levantar cabeza, y no gastaba el dinero que le daban sus papás. A pesar de estas raras dotes, Barbarita, si alguna vez le encontraba en la calle o en la tienda de Arnaiz o en la casa, lo que acontecía muy pocas veces, le miraba con el mismo interés con que se puede mirar una saca de carbón o un fardo de tejidos. Así es que se quedó como quien ve visiones cuando su madre, cierto día de precepto, al volver de la iglesia de Santa Cruz, donde ambas confesaron y comulgaron, le propuso el casamiento con Baldomerito. Y no empleó para esto circunloquios ni diplomacias de palabra, sino que se fue al asunto con estilo llano y decidido. ¡Ah, la línea recta de los Trujillos… ! ...

En la línea 64
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Felizmente para Juanito, estaba allí su madre, en quien se equilibraban maravillosamente el corazón y la inteligencia. Sabía coger las disciplinas cuando era menester, y sabía ser indulgente a tiempo. Si no le pasó nunca por las mientes obligar a rezar el rosario a un chico que iba a la Universidad y entraba en la cátedra de Salmerón, en cambio no le dispensó del cumplimiento de los deberes religiosos más elementales. Bien sabía el muchacho que si hacía novillos a la misa de los domingos, no iría al teatro por la tarde, y que si no sacaba buenas notas en Junio, no había dinero para el bolsillo, ni toros, ni excursiones por el campo con Estupiñá (luego hablaré de este tipo) para cazar pájaros con red o liga, ni los demás divertimientos con que se recompensaba su aplicación. ...

En la línea 70
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Las comunicaciones rápidas nos trajeron mensajeros de la potente industria belga, francesa e inglesa, que necesitaban mercados. Todavía no era moda ir a buscarlos al África, y los venían a buscar aquí, cambiando cuentas de vidrio por pepitas de oro; es decir, lanillas, cretonas y merinos, por dinero contante o por obras de arte. Otros mensajeros saqueaban nuestras iglesias y nuestros palacios, llevándose los brocados históricos de casullas y frontales, el tisú y los terciopelos con bordados y aplicaciones, y otras muestras riquísimas de la industria española. Al propio tiempo arramblaban por los espléndidos pañuelos de Manila, que habían ido descendiendo hasta las gitanas. También se dejó sentir aquí, como en todas partes, el efecto de otro fenómeno comercial, hijo del progreso. Refiérome a los grandes acaparamientos del comercio inglés, debidos al desarrollo de su inmensa marina. Esta influencia se manifestó bien pronto en aquellos humildes rincones de la calle de Postas por la depreciación súbita del género de la China. Nada más sencillo que esta depreciación. Al fundar los ingleses el gran depósito comercial de Singapore, monopolizaron el tráfico del Asia y arruinaron el comercio que hacíamos por la vía de Cádiz y cabo de Buena Esperanza con aquellas apartadas regiones. Ayún y Senquá dejaron de ser nuestros mejores amigos, y se hicieron amigos de los ingleses. El sucesor de estos artistas, el fecundo e inspirado King-Cheong se cartea en inglés con nuestros comerciantes y da sus precios en libras esterlinas. Desde que Singapore apareció en la geografía práctica, el género de Cantón y Shangai dejó de venir en aquellas pesadas fragatonas de los armadores de Cádiz, los Fernández de Castro, los Cuesta, los Rubio; y la dilatada travesía del Cabo pasó a la historia como apéndice de los fabulosos trabajos de Vasco de Gama y de Alburquerque. La vía nueva trazáronla los vapores ingleses combinados con el ferrocarril de Suez. ...

En la línea 488
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... 'Parece que se ha movido… Tendré que cantar en clave no tan alta. No estaría bien turbar su sueño con la jornada que le espera, pobre muchacho… Esta prenda está bastante bien … Con una puntada aquí y otra allá, quedará adecuada. Esta otra es mejor, si bien no le vendrán mal tampoco unas cuantas puntadas. Estos zapatos están de muy buen uso, y con ellos tendrá los piececitos secos y calientes. Son cosa nueva para él, pues sin duda está acostumbrado a ir descalzo, lo mismo en los veranos que en los inviernos… ¡Ojalá que el hilo fuera pan! ¡Con cuán poco dinero se compra lo necesario para un año! Y además, le dan a uno de balde una aguja tan brava y grande como ésta solo por caridad. Ahora me va a costar un demonio enhebrarla.' ...

En la línea 561
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Iba Tom a decir algo referente a la conveniencia de empezar por el pago de las deudas del difunto rey antes de despilfarrar todo aquel dinero, pero un oportuno apretón del previsor Hertford en su brazo le evitó tal locura; y el niño dio su asenso real sin comentario alguno, mas no sin cierto disgusto que mostró su rostro. Mientras reflexionaba sobre la facilidad con que estaba haciendo milagros extraños y sorprendentes, cruzó por su cabeza una idea feliz. Por que no hacer a su madre duquesa de Offal Court y darle Estado. Pero al momento borró esta idea un triste pensamiento. Él no era más que, rey de nombre, pues aquellos graves veteranos grandes nobles eran sus amos. Como para ellos su madre no era sino creación de una mente enferma, no harían más que escuchar su proyecto con incredulidad y en seguida mandarían por el médico. ...

En la línea 860
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Un mendigo y un ladrón. Cuando le habéis dado el dinero os ha robado la bolsa, y haríais una milagrosa curación si dejarais caer vuestro bastón sobre sus espaldas y dejar lo demás a la Providencia. ...

En la línea 1200
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Os he prevenido y debo preveniros una vez más que os vayáis de de aquí. De lo contrario, ese hombre os perderá. Es un tirano que no conoce la compasión. Yo, que soy su esclava encadenada, lo sé muy bien. El pobre Miles, y Arturo, y mi querido tutor sir Ricardo están libres de él y reposan. Más os valdría estar con ellos que quedaron aquí, en las garras de ese malvado. Vuestras pretensiones son una amenaza para su título y sus bienes. Le habéis agredido en su propia casa y estáis perdido si os quedáis. No vaciléis. Si os falta dinero, tomad esta bolsa que os ofrezco, y sobornad a los criados para que os dejen salir. ¡Oh! Escuchad mi aviso, infeliz, y escapaos mientras estáis a tiempo. ...

En la línea 1362
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –¡Sí! Si tiene mucho dinero y muchas agallas, casarse con todas ellas, y si no no casarse con ninguna. ...

En la línea 1364
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –¡En teniendo mucho dinero todo es posible! ...

En la línea 1368
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Se contenta con su parte, señorito, si no se le pone tasa al dinero que gasta. Lo que le molesta a una mujer es que su hombre la ponga a ración de comer, de vestir, de todo lo demás así, de lujo; pero si le deja gastar lo que quiera… Ahora, si tiene hijos de él… ...

En la línea 1370
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Que los verdaderos celos vienen de ahí, señorito, de los hijos. Es una madre que no tolera otra madre o que puede serlo, es una madre que no tolera que se les merme a sus hijos para otros hijos o para otra mujer. Pero si no tiene hijos y no le tasan el comedero y el vestidero, y la pompa y la fanfarria, ¡bah!, hasta le ahorran así molestias… Si uno tiene además de una mujer que le cueste otra que no le cueste nada, aquella que le cuesta apenas si siente celos de esta otra que no le cuesta, y si además de no costarle nada le produce encima… si lleva a una mujer dinero que de otra saca, entonces… ...

En la línea 1317
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Los soldados no dejarán de venir a explorarlo, pensando en el dinero prometido por tu captura. ...

En la línea 2303
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Señor profesor, si no le parece mal nos remontaremos a 1702. No ignora usted que en esa época, vuestro rey Luis XIV, creyendo que bastaba con un gesto de potentado para enterrar los Pirineos, había impuesto a los españoles a su nieto el duque de Anjou. Este príncipe, que reinó más o menos mal bajo el nombre de Felipe V, tuvo que hacer frente a graves dificultades exteriores. En efecto, el año anterior, las casas reales de Holanda, de Austria y de Inglaterra habían concertado en La Haya un tratado de alianza, con el fin de arrancar la corona de España a Felipe V para depositarla en la cabeza de un archiduque al que prematuramente habían dado el nombre de Carlos III. España hubo de resistir a esa coalición, casi desprovista de soldados y de marinos. Pero no le faltaba el dinero, a condición, sin embargo, de que sus galeones, cargados del oro y la plata de América, pudiesen entrar en sus puertos. ...

En la línea 2319
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -En efecto -dije-. Y sería un acto de caridad prevenir a esos accionistas. Quién sabe, sin embargo, si el aviso sería bien recibido, pues a menudo lo que los jugadores lamentan por encima de todo es menos la pérdida de su dinero que la de sus locas esperanzas. Les compadezco menos, después de todo, que a esos millares de desgraciados a quienes hubieran podido aprovechar tantas riquezas bien repartidas, y que ya serán siempre estériles para ellos. ...

En la línea 622
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Pero cuando vi que Joe abría sus azules ojos y miraba a todos lados con el mayor asombro, los remordimientos se apoderaron de mí; pero eso tan sólo ocurría mientras le miraba a él y no cuando fijaba mi vista en los demás. Con respecto a Joe, y tan sólo al pensar en él, me consideraba a mí mismo un monstruo en tanto que los tres discutían las ventajas que podría reportarme el favor y el conocimiento de la señorita Havisham. No tenían la menor duda de que ésta «haría algo» por mí; sus dudas se referían tan sólo a la manera de hacer este «algo». Mi hermana aseguraba que recibiría dinero. El señor Pumblechook creía, más bien, que como premio se me pondría de aprendiz en algún comercio agradable, por ejemplo en el de cereales y semillas. En cuanto a Joe, discrepó de los dos al sugerir que quizá me regalara uno de los perros que se pelearon por las costillas de ternera. ...

En la línea 665
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Allí había un bar, y en la pared inmediata a la puerta se veía una lista alarmante de nombres escritos con tiza y con algunas cantidades al lado de cada una, acerca de cuyo pago yo sentía bastantes dudas. Aquella lista siempre estuvo allí, a juzgar por mis recuerdos más remotos, y había crecido bastante más que yo. Pero en la misma había tal cantidad de yeso, que sin duda la gente aprovechaba cuantas oportunidades podía para pagar con él y no con dinero. ...

En la línea 901
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Cuando empezamos a acostumbrarnos más uno a otro, la señorita Havisham hablaba más conmigo y me dirigía preguntas acerca de lo que había aprendido y lo que me proponía ser. Le dije que me figuraba sería puesto de aprendiz con Joe; además, insistí en que no sabía nada y que me gustaría saberlo todo, con la esperanza de que pudiera ofrecerme su ayuda para alcanzar tan deseado fin. Pero no hizo nada de eso, sino que, por el contrario, pareció que prefería fuese un ignorante. Ni siquiera me dio algún dinero u otra cosa más que mi comida diaria, y tampoco se estipuló que yo debiera ser pagado por mis servicios. ...

En la línea 997
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Son veinticinco libras — repitió aquel sinvergüenza de Pumblechook, levantándose para estrechar la mano de mi hermana —. Y no es más de lo que tú mereces, según yo mismo dije en cuanto se me preguntó mi opinión, y deseo que disfrutes de este dinero. ...

En la línea 50
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Venga el dinero ‑dijo secamente. ...

En la línea 58
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... El joven cogió el dinero. No quería discutir. Miraba a la vieja y no mostraba ninguna prisa por marcharse. Parecía deseoso de hacer o decir algo, aunque ni él mismo sabía exactamente qué. ...

En la línea 94
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Pues, al decir «sin esperanza», quiero decir «sabiendo que va uno a un fracaso». Por ejemplo, usted está convencido por anticipado de que cierto señor, un ciudadano íntegro y útil a su país, no le prestará dinero nunca y por nada del mundo… ¿Por qué se lo ha de prestar, dígame? Él sabe perfectamente que yo no se lo devolvería jamás. ¿Por compasión? El señor Lebeziatnikof, que está siempre al corriente de las ideas nuevas, decía el otro día que la compasión está vedada a los hombres, incluso para la ciencia, y que así ocurre en Inglaterra, donde impera la economía política. ¿Cómo es posible, dígame, que este hombre me preste dinero? Pues bien, aun sabiendo que no se le puede sacar nada, uno se pone en camino y… ...

En la línea 94
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Pues, al decir «sin esperanza», quiero decir «sabiendo que va uno a un fracaso». Por ejemplo, usted está convencido por anticipado de que cierto señor, un ciudadano íntegro y útil a su país, no le prestará dinero nunca y por nada del mundo… ¿Por qué se lo ha de prestar, dígame? Él sabe perfectamente que yo no se lo devolvería jamás. ¿Por compasión? El señor Lebeziatnikof, que está siempre al corriente de las ideas nuevas, decía el otro día que la compasión está vedada a los hombres, incluso para la ciencia, y que así ocurre en Inglaterra, donde impera la economía política. ¿Cómo es posible, dígame, que este hombre me preste dinero? Pues bien, aun sabiendo que no se le puede sacar nada, uno se pone en camino y… ...

En la línea 3
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... María Philippovna, muy atareada, apenas si dijo unas palabras. Sin embargo, aceptó el dinero que le traía, lo contó y escuchó mi relato hasta el fin. Estaban invitados a comer Mezontsov, un francés y también un inglés. Desde luego, aquí, cuando se tiene dinero, se ofrece un gran banquete a los amigos. Costumbre moscovita. ...

En la línea 8
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Usted olvida, sin duda —respondí tranquilamente—, que carezco de dinero. Hace falta antes tenerlo para perderlo en el juego. ...

En la línea 12
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Tomé el dinero sin pronunciar palabra. ...

En la línea 48
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Necesito dinero a toda costa —declaró—, y he de encontrarlo; de lo contrario, estoy perdida. ...

En la línea 78
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Cuando paseaba apoyado en un gran bastón, se diría que su paso esparcía por donde iba luz y animación. Los niños y los ancianos salían al umbral de sus puertas para ver al obispo. Bendecía y lo bendecían. A cualquiera que necesitara algo se le indicaba la casa del obispo. Visitaba a los pobres mientras tenía dinero, y cuando éste se le acababa, visitaba a los ricos. ...

En la línea 111
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... -Tengo dinero. ...

En la línea 123
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - ¡Cómo! ¿Teméis que no pague el gasto? ¿Queréis cobrar anticipado? Os digo que tengo dinero. ...

En la línea 126
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Vos tenéis dinero. ...

En la línea 43
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... De vez en cuando llegaban hombres, forasteros que hablaban con adulación y en diversos tonos al hombre del jersey rojo. Y cuando en esas ocasiones algún dinero pasaba de unas manos a otras, el forastero se llevaba consigo uno o más perros. Buck se preguntaba adónde irían, porque nunca regresaban; pero el miedo al futuro lo atenazaba, y cada vez se alegraba por no haber sido elegido. ...

En la línea 46
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Trescientos, y es un regalo -fue la inmediata respuesta del hombre del jersey rojo-. Y siendo dinero del gobierno, no tendrás ningún problema, ¿eh, Perrault? ...

En la línea 48
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Buck vio el dinero que cambiaba de manos y no se sorprendió cuando el hombrecillo arrugado se los llevó, a él y a Curly, una afable terranova. Fue la última vez que vio al hombre del jersey rojo, así como la visión de Seattle alejándose fue la última que Curly y él tuvieron, desde la cubierta del Narwhal, de las tibias tierras meridionales. Perrault llevó a Curly y a Buck a las bodegas y los dejó a cargo de un gigante de cara morena llamado François. Perrault era francocanadiense y tenía la piel oscura, mientras que François era francocanadiense mestizo y tenía la piel dos veces más oscura. Para Buck eran hombres de una clase nueva (de los que estaba destinado a ver muchos más), y aunque no les cobró afecto, llegó honestamente a respetarlos. Aprendió rápidamente que Perrault y François eran hombres justos, serenos e imparciales al administrar justicia, y demasiado expertos en el comportamiento canino para dejarse engañar por los perros. ...

En la línea 170
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Buck oyó el regateo, vio pasar el dinero de las manos del hombre y a las del agente del gobierno, y se dio cuenta de que el mestizo escocés y los conductores de trineos del correo desaparecían de su vida como había ocurrido con Perrault y François y con los que los habían precedido. Lo que Buck vio en el campamento al que los llevaron los nuevos dueños fue abandono y suciedad, una tienda a medio desmontar, platos sin fregar y un desorden general; vio también a una mujer, a quien los hombres llamaban «Mercedes». Era la mujer de Charles y la hermana de Hal: toda una familia… ...

En la línea 213
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Entonces se decidió prontamente, y con agilidad digna de un muchacho de veinte años, saltó a la vía y rompió a correr hacia la fonda. No es para perdida cartera como aquella, repleta de dinero en sus formas más variadas y seductoras: oro, plata, billetes de Banco, letras. Se precipitaba. ...

En la línea 264
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Yo no presto dinero, señora -contestó apaciblemente el viajero, sin volver la faz ni dejar de mirar el alba, que rompía por los cielos envuelta en leves vapores de rosa y nácar. ...

En la línea 415
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Aquí tiene usted -dijo- dinero suficiente para cuanto pueda ocurrírsele, hasta la llegada de su marido. Como estos días suelen los trenes sufrir mucho retraso, creo que no vendrá hasta la madrugada; pero de todas suertes, aunque no llegase en diez días o en un mes, le alcanza a usted para esperar. ...

En la línea 422
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Señora… esto no es ningún desierto, ni corre usted el riesgo menor, tiene usted dinero, es lo único que hace falta en tierra francesa; estará usted muy bien servida y atendida, yo se lo fío… ...

En la línea 333
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -¡Ciertamente, y lleva consigo una bonita suma de billetes de banco, nuevecitos! ¡Y no ahorra por cierto el dinero! ¡Como que ha prometido una prima magnífica al maquinista del 'Mongolia' si llegamos a Bombay con buen adelanto! ...

En la línea 360
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Un cuarto de hora más tarde, Fix, con su ligero equipaje en la mano y bien provisto de dinero, se embarcaba en el 'Mongolia', y muy luego el rápido buque surcaba a todo vapor las aguas del Mar Rojo. ...

En la línea 784
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -¡Bribón! -exclamó-. ¡Se marcha! ¡Dos mil libras sacrificadas! ¡Pródigo como un ladrón! ¡Ah! ¡Lo seguiré hasta el fin del mundo si es menester; pero al paso que va, todo el dinero robado se habrá ido! ...

En la línea 802
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Fácil es comprender cuán caviloso debía estar el agente. Ocurriósele la idea de algún rapto criminal. ¡Sí! ¡Eso debía ser! Este pensamiento se incrustó en el cerebro de Fix, reconociendo todo el partido que de esta circunstancia podía sacar. Fuese o no casada la joven, había rapto, y era posible suscitar en Hong Kong tales dificultades al raptor, que no pudiera salir de ellas ni aun a fuerza de dinero. ...


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