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La palabra esfuerzos
Cómo se escribe

la palabra esfuerzos

La palabra Esfuerzos ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
La llamada de la selva de Jack London
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece esfuerzos.

Estadisticas de la palabra esfuerzos

Esfuerzos es una de las palabras más utilizadas del castellano ya que se encuentra en el Top 5000, en el puesto 1753 según la RAE.

Esfuerzos tienen una frecuencia media de 54.53 veces en cada libro en castellano

Esta clasificación se basa en la frecuencia de aparición de la esfuerzos en 150 obras del castellano contandose 8289 apariciones en total.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Esfuerzos

Cómo se escribe esfuerzos o hesfuerzos?
Cómo se escribe esfuerzos o esfuerrzos?
Cómo se escribe esfuerzos o ezfuerzoz?
Cómo se escribe esfuerzos o esfuersos?

Más información sobre la palabra Esfuerzos en internet

Esfuerzos en la RAE.
Esfuerzos en Word Reference.
Esfuerzos en la wikipedia.
Sinonimos de Esfuerzos.


El Español es una gran familia

Algunas Frases de libros en las que aparece esfuerzos

La palabra esfuerzos puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 255
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... De todos sus colonos, el mejor era Barret; aunque a costa de grandes esfuerzos, nada le debía. ...

En la línea 275
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El rocín del tío Barret, un animal sufrido que le seguía en todos sus desesperados esfuerzos, cansado de trabajar de día y de noche, de ir tirando del carro al mercado de Valencia con carga de hortalizas y a continuación, sin tiempo para respirar ni desudarse, verse enganchado al arado, tomó partido de morir, antes que permitirse el menor intento de rebelión contra su pobre amo. ...

En la línea 580
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¿De veras que ahora estaban cultivados? Y el anciano pastor avanzaba la cabeza, haciendo esfuerzos para ver con sus ojos casi muertos al hombre audaz que osaba realizar lo que toda la huerta tenía por imposible. ...

En la línea 765
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Al pasar él junto a ellos, callaban, hacían esfuerzos para conservar su gravedad, aunque les brillaba en los ojos la alegre malicia; pero según iba alejándose, estallaban a su espalda insolentes risas, y hasta oyó la voz de un mozalbete que, remedando el grave tono del presidente del tribunal, gritaba: -¡Cuatre sous de multa! Vió a lo lejos, en la puerta de la taberna de Copa, a su enemigo Pimentó, con el porrón en la mano, ocupando el centro de un corro de amigos, gesticulante y risueño, como si imitase las protestas y quejas del denunciado. ...

En la línea 284
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Un encuentro en la sierra al anochecer con los del resguardo. Él había herido para abrirse paso, y en la huida le alcanzó una bala en la espalda, debajo del hombro. En un ventorrillo le habían curado de cualquier modo, con la misma rudeza con que cuidaban a las bestias, y al oír, en el silencio de la noche, con su fino oído de hombre de la sierra, el trote de los caballos enemigos, había vuelto sobre la silla para no dejarse coger. Un galope de leguas, desesperado, loco, haciendo esfuerzos por mantenerse sobre los estribos, apretando sus piernas con el estertor de una voluntad próxima a desvanecerse, rodándole la cabeza, viendo nubes rojas en la oscuridad de la noche, mientras por el pecho y la espalda se escurría algo viscoso y caliente, que parecía llevársele la vida con punzante cosquilleo. Deseaba esconderse, que no le cogieran: y para esto, ningún refugio como Marchamalo, en aquella época que no era de trabajo y los viñadores estaban ausentes. Además, si su destino era morir, deseaba que fuese entre los que más quería en el mundo. Y sus ojos se dilataban al decir esto: se esforzaba por acariciar con ellos, entre el lagrimeo del dolor, a la hija de su padrino. ...

En la línea 336
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Esta vida de embriaguez, estrépito, pelea y caricias alcohólicas que había entrevisto de niña en lo casa paterna, atraíala con fuerza ancestral, entregándose a ella sin remordimiento, como si continuase una tradición de familia. En sus excursiones nocturnas, cogida del brazo del galán rústico que disfrutaba de su momentáneo apasionamiento, se encontraba con Luis Dupont y su cortejo de gente alegre. Llamábanse primos por su lejano parentesco, se embriagaban juntos, y Luis afirmaba su resolución de ir a tiros con todo el que no confesase que la _Marquesita_ era «la mujer más barbiana de la tierra». Pero a pesar de los abandonos de Lola, que permitían al calavera apreciar sus secretos físicos, y de que más de una vez la acompañó hasta su casa por las desiertas calles, haciendo esfuerzos por contener sus arrebatos de histérica que la impulsaban al escándalo, nunca sus relaciones pasaron de una intimidad amistosa. Luis sentía ciertos entorpecimientos en el deseo y dejaba para más adelante la fácil empresa, como si le cohibiese el recuerdo del período de la infancia que habían pasado juntos. ...

En la línea 489
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Hablaba de los misterios reproductores de aquella cuadra, con la naturalidad de la gente campesina, tímida y ruborosa en las relaciones humanas y franca hasta el impudor al hablar de las aproximaciones de las bestias. Y como si las palabras del viejo trajesen a las dilatadas narices de los caballos un lejano perfume de la deseada primavera, comenzaron a relinchar, a dar saltos, a morderse, a estremecer sus vientres con agitaciones de péndulo, a resbalar las patas delanteras sobre las grupas más cercanas, haciendo esfuerzos por libertar sus cabezas amarradas a las anillas. Unos cuantos varazos repartidos a ciegas por _Zarandilla_ hicieron cesar el estruendo de coces y relinchos, y las bestias tornaron a alinearse ante los pesebres, exhalando los últimos restos de su agitación con bufidos y temblores. ...

En la línea 535
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --_¡Cha: currela, que sinela er jambo!_ «¡Oye: trabaja, que mira el amo!» Y cada uno se entregaba a su faena, con tal ardor, con esfuerzos tan cómicos, que muchas veces Rafael no podía contener la risa. ...

En la línea 1200
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... D'Artagnan, que era muy curioso por naturaleza, como lo son por lo demás las personas que tienen el genio de la intriga, hizo cuantos esfuerzos pudo por saber lo que eran realmente Athos, Porthos y Aramis; porque bajo esos nombres de guerra, cada uno de los jóvenes ocultaba s us nombres de gentilhombre, Athos sobre todo, que olía a gran señor a la legua. ...

En la línea 1227
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Por más esfuerzos que hizo, D'Artagnan no pudo saber más sobre sus tres nuevos amigos. ...

En la línea 5866
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... La pobre gallina era delgada y estaba revestida de uno de esos grue sos pellejos erizados que los huesos nunca horadan pese a sus esfuerzos; habrían tenido que buscarla durante mucho tiempo antes de encontrarla en el palo al que se había retirado para morir de vejez. ...

En la línea 8943
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Aún dejótranscurrir media hora, y como en aquel momento todo estaba en silencio en el viejo castillo, como no se oía más que el eterno murmullo del oleaje, esa respiración inmensa del océano, con su voz pura, armoniosa y vibrante comenzó la primera estrofa de est e salmo que gozaba entonces de gran favor entre los puritanos:Señor, si nos abandonas es para uer si somos fuertes, mas luego eres tú quien das con tu celeste mano la palma a nuestros esfuerzos. ...

En la línea 294
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Tan buen éxito alcanzaron los esfuerzos de estos dos últimos, animosos discípulos del inmortal Wesley, que, con razón sobrada podemos suponerlo así, de no haber sido reducidos al silencio y desterrados del país por la fracción pseudo-liberal de los _Moderados_, no sólo Cádiz, pero la mayor parte de Andalucía habría entonces confesado las puras doctrinas del Evangelio y desechado para siempre los últimos restos de la superstición Papista. ...

En la línea 1689
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Siempre hemos tenido amigos; con respecto a los enemigos, es la verdad que nunca nos han hecho daño impunemente, porque es regla de mi casa no olvidar las injurias y no escatimar esfuerzos ni gastos para arruinar y destruir al que nos perjudica. ...

En la línea 1988
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Con respecto a mis asuntos, no desperdiciaba yo ocasión de adelantar mis pretensiones; pero el secretario aragonés seguía machacando en el Concilio de Trento, y consiguió frustrar todos mis esfuerzos. ...

En la línea 2109
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Hacíamos los mayores esfuerzos para doblar el cabo, que a la luz de los relámpagos surgía a sotavento, iluminado por las frecuentes exhalaciones que vibraban en torno de su cima, cuando, de súbito, la máquina se rompió con un gran crujido, y las palas de que pendía nuestra existencia dejaron de funcionar. ...

En la línea 301
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... d'Orbigny14 estuvo en el río Negro hizo los mayores esfuerzos para proporcionarse este ave, pero sin poder conseguirlo. Hace ya mucho tiempo, Dobritzhoffer indicaba la existencia de dos especies de avestruces, diciendo: «Además 14 Durante nuestra permanencia en el río Negro, oímos hablar mucho de los inmensos trabajos de este naturalista. ...

En la línea 373
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 14 de septiembre:- Los soldados pertenecientes a la posta siguiente quieren volverse a ella; y como juntándonos con ellos seremos cinco hombres, todos armados, decido no aguardar a las tropas anunciadas. Mi hospedero, el teniente, hace todos los esfuerzos posibles para retenerme. Ha sido en extremo atento conmigo; no sólo me ha dado de comer, sino que me ha prestado los caballos de su propiedad particular. Por eso, deseo remunerarle de cualquier modo que sea. Pregunto a mi guía si la costumbre me permite hacerlo, y me contesta que no, añadiendo que, además de una negativa, me diría algo por este estilo: «En nuestro país damos carne a nuestros perros; de modo que no vamos a vendérsela a los cristianos». No debe suponerse que el empleo de teniente en un ejército de esa calaña sea la causa de esa negativa a cobrar, no; eso proviene de que en toda la extensión de esas provincias (todos los viajeros pueden afirmarlo) cada uno considera un deber la hospitalidad. Luego de haber galopado unas cuantas leguas seguidas, entramos en una región baja y cenagosa que se extiende hacia el Norte, durante cerca de 80 millas (123 kilómetros), hasta la sierra Tapalguen. En algunas partes, esa comarca consiste en hermosas llanuras húmedas, cubiertas de césped; en otras, en un suelo blando, negro y turboso. Encuéntranse allí muchos lagos muy grandes, pero poco profundos, e inmensos cañaverales. En resumen: ese país se asemeja a las partes más bellas de las ciénagas del Cambridgeshire. Por la noche nos es algo difícil encontrar enmedio de los pantanos un sitio seco donde establecer nuestros campamento. ...

En la línea 606
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Se sabe que los cóndores, como todos los demás rapaces, averiguan muy pronto la muerte de un animal en un punto cualquiera de la -comarca y se reúnen allí de la manera más extraordinaria. Es de notar que en casi todos los casos los pájaros descubren la presa y dejan limpio el esqueleto antes de que la carne del cadáver huela mal. Acordándome de los experimentos de Mr. Audubon sobre el poco olfato de los buitres, hice en el jardín de que acabo de hablar la siguiente prueba: envolví un pedazo de carne en papel blanco y me paseé mucho tiempo por delante de ellos a una distancia como de 3 metros con este paquete en la mano; ninguno pareció darse cuenta de lo que yo llevaba. Eché entonces al suelo el paquete como a un metro de up macho viejo; lo, examinó un momento con la mayor atención y apartó después la vista sin volver a ocuparse más de él. Se lo aproximé cada vez más por medio del bastón, hasta que lo tocó con el pico; en un instante rasgó el papel a picotazos y en el mismo momento empezaron todos los demás pájaros del grupo a aletear y hacer todos los esfuerzos posibles por desprenderse de sus trabas. Imposible hubiera sido engañar a un perro en las mismas circunstancias. Las pruebas en pro y en contra del poder olfatorio de los buitres se contrapesan de un modo singular. El profesor Owen dice que el buitre (Cathartes aura) tiene los nervios olfatorios muy desarrollados; el día en que Owen leyó esta Memoria en la Sociedad de Zoología, uno de los concurrentes contó que por dos veces había visto en las Indias occidentales reunirse buitres en el tejado de una casa en la cual había un cadáver que no se había enterrado en tiempo y olía muy mal. ...

En la línea 621
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... le da en las patas, pero no consigue rodeárselas. Tira entonces al suelo el sombrero para fijar el lugar donde han caído las bolas, y sin dejar de perseguir la vaca al galope, prepara su lazo, alcanza al animal, después de una carrera violentísima, y consigue engancharla por los cuernos. El otro gaucho nos había precedido con los caballos de la brida, de modo que le fue difícil a Santiago matar al furioso animal. Sin embargo, consiguió arrastrarle a un punto en que el terreno era perfectamente llano, utilizando para ello todos los esfuerzos que hacía para aproximarse a él. Cuando la vaca no quería moverse, el caballo, perfectamente amaestrado en este género de ejercicios, se le acercaba y la empujaba violentamente con el petral. Pero no consistía todo en llevarla a terreno llano, había que matar a aquel animal loco de terror,, lo cual no parecía nada fácil para un hombre solo. Hasta imposible hubiera sido si el caballo no comprendiera, por instinto, que cuando su amo lo abandonaba estaba perdido si el lazo no permanecía siempre tirante; de tal manera, que si el toro o la vaca hace un movimiento de avance, el caballo avanza en el acto en la misma dirección; si la vaca permanece tranquila, el caballo no se mueve afianzado sobre las patas traseras. Pero el caballo de Santiago, muy joven todavía, no conocía bien esta maniobra y la vaca se acercaba a él poco a poco. Espectáculo admirable fue el ver con qué destreza logro Santiago pasar detrás de la fiera, evitar sus cornadas y desjarretarla, en fin; después de lo cual no hubo dificultad alguna para hundirle el cuchillo en la nuca, cayendo entonces la vaca como herida por el rayo (descabellada). Cortóle entonces varios trozos de carne, conservando la piel, pero no hueso; en cantidad suficiente para nuestra expedición. Dirigímonos al punto que habíamos elegido para pasarla noche; tuvimos por cena carne con cuero, o sea carne asada con la piel. Es tan superior esta carne a la vaca ordinaria, como el corzo respecto del carnero. Tómase un gran trozo circular del lomo del animal, y se asa sobre los carbones con la piel para abajo, que forma una especie de salsera, por cuyo medio no se pierde una sola gota del jugo de la carne. Si hubiera cenado con nosotros aquella noche un respetable concejal, no hay para qué decir cuán pronto habríase celebrado en Londres la carne con cuero. ...

En la línea 824
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El desgraciado ya confundía a los califas de Córdoba con las columnas de la Mezquita, y ya no sabía cuáles eran más de ochocientos, si las columnas o los califas; el orden dórico, el jónico y el corintio, los mezclaba con los Alfonsos de Castilla, y ya dudaba si la fundación de Vetusta se debía a un fraile descalzo o al arco de medio punto; reasumiendo, como decía el sabio; sentía náuseas invencibles y apenas oía al arqueólogo, preocupándole más sus esfuerzos por contener impulsos del estómago cuya expansión hubiera sido una irreverencia. ...

En la línea 1059
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Pero el agua de la ría se había marchado, la barca tropezó en el fondo con las piedras en mitad del pasaje y por más esfuerzos que habían hecho no habían conseguido moverla. ...

En la línea 1701
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Tuvo pesadillas, y aunque hizo esfuerzos para no declararse enferma, el mal pudo más, la rindió. ...

En la línea 1855
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... En la convalecencia de la segunda fiebre, en Vetusta, volvió esta actividad indomable del pensamiento a molestarla; pero poco después de comenzar a comer bien, mediante aquellos esfuerzos supremos, notó que unas ruedas que le daban vueltas dentro del cráneo se movían más despacio y con armónico movimiento. ...

En la línea 418
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Una voluptuosidad sin inquietudes le había hecho descubrir que el amor no es el principal objeto de la vida. Existe la libertad, la áspera libertad, y la acción que exige también esfuerzos y dolores. ...

En la línea 1041
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... A dichas consideraciones se unió un poco de cólera contra la tía de Estela. Aquella doña Nati, agria de carácter, obligada a enormes esfuerzos para demostrar una amabilidad falsamente maternal, ¿con qué derecho se metía a interpretar sus sentimientos, dando como noviazgo digno de matrimonio lo que era solamente una dulce amistad nacida en los tiempos de su infancia?… ...

En la línea 1240
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Claudio se explicaba tal cambio de conducta en un hombre sanguíneo, arrebatado en sus pasiones. Después de sus ruidosas y terribles agresividades, caía en una pereza de sentimientos que le impulsaba a la mansedumbre y la tolerancia. Se decía, tal vez, que resulta más doloroso y cuesta mayores esfuerzos castigar a los enemigos que perdonarlos. ...

En la línea 1324
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... En la Corte de Francia encontró a Carlota, la hija del rey Federico de Nápoles, que perfeccionaba en aquélla su educación, y todos los esfuerzos hechos por Luis XII para que se uniese en matrimonio con César resultaban inútiles. ...

En la línea 567
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El caballo dobló sus rodillas bajo el choque, para volver a levantarse encabritado, emprendiéndola a coses con los curiosos más próximos. Mientras tanto, el guerrero vestido de mujer hacia esfuerzos por librarse de aquella envoltura pegajosa, en la que flotaban unos cañones duros, negros y cortos. ...

En la línea 666
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Hizo Gillespie un gesto evasivo. Machas de las imágenes del poeta no podía comprenderlas, aun después de las aclaraciones del traductor. Otras le parecían extravagantes, y tuvo que hacer esfuerzos para no saludarlas con una carcajada. Pero temiendo molestar al buen Flimnap, se apresuró a decir: ...

En la línea 677
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El cortejo fue desapareciendo lentamente bajo la mesa. Sintió el gigante una ruidosa agitación junto a sus pies, pero hizo esfuerzos por mantenerlos inmóviles, temiendo provocar una catástrofe. La avalancha de visitantes se había fraccionado para tomar los cuatro caminos en espiral arrollados a las patas de la mesa. ...

En la línea 732
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Buscó otra vez la mirada protectora de Momaren, quedando medianamente satisfecho al ver que los ojos de este parecían amonestarle por su reciente distracción. Flimnap continuaba dejando correr el chorro de su oratoria didáctica. Explicaba en estos momentos los diversos y brillantes periodos de la literatura nacional, aproximándose con la lentitud de un estratega prudente a la conclusión de que todo lo que habían producido varias generaciones de escritores era simplemente para preparar el advenimiento de Momaren. Pero aunque Gillespie hacía esfuerzos por enterarse de la disertación, inclinaba al mismo tiempo su cabeza del lado de los amantes, deseoso de oír su diálogo. ...

En la línea 1459
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Pituso, pobre Juanín!». De repente una idea hirió su mente como un latigazo, sacándola de aquel abatimiento en que estaba. Era la convicción última que se revolvía furiosa en las agonías del vencimiento. No existe nada que se resigne a morir, y el error es quizás lo que con más bravura se defiende de la muerte. Cuando el error se ve amenazado de esa ridiculez a que el lenguaje corriente da el nombre de plancha, hace desesperados esfuerzos, azuzado por el amor propio, para prolongar su existencia. De los escombros de sus ilusiones deshechas sacó, pues, Jacinta el último argumento, el último; pero lo esgrimió con brío, quizás por lo mismo que ya no tenía más. «Todo lo que has dicho será verdad: no lo pongo en duda. Pero yo no te digo sino una cosa: ¿Y el parecido?». ...

En la línea 2073
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Conocedor Nicolás de la tremenda noticia, le faltó tiempo para pegar la hebra de su soporífero sermón, sólo interrumpido cuando Papitos trajo la ensalada. Porque Nicolás Rubín no podía dormir si no le ponían delante a punto de las once una ensalada de lechuga o escarola, según el tiempo, bien aliñada, bien meneada, con el indispensable ajito frotado en la ensaladera, y la golosina del apio en su tiempo. Había comido muy bien el dichoso cura, circunstancia que no debe notarse, pues no hay memoria de que dejara de hacerlo cumplidamente ningún día del año. Pero su estómago era un verdadero molino, y a las tres horas de haberse llenado, había que cargarlo otra vez. «Esto no es más que debilidad—decía poniendo una cara grave y a veces consternada—, y no hay idea de los esfuerzos que he hecho por corregirla. El médico me manda que coma poco y a menudo». ...

En la línea 2160
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «Lo que se llama querer… —dijo Fortunata haciendo esfuerzos para expresarse claramente—, querer, ¿entiende usted?, no; pero aprecio, estimación sí». ...

En la línea 2182
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «Si usted quiere mejorar de vida y edificársenos interiormente para adquirir la fuerza necesaria, aquí me tiene. ¿Pues para qué estamos? Cuando yo considere segura la reforma de usted, quizás no ponga tantos peros al casorio con mi hermano. El pobre está loco por usted; me dijo anoche que si no le dejamos casar se muere. Mi tía quiere quitárselo de la cabeza; mas yo le dije: «Calma, calma, las cosas hay que verlas despacio. No nos precipitemos, tía», y por eso me vine aquí. Me comprometo a curarle a usted esa enfermedad de la imaginación que consiste en tener cariño al hombre indigno que la perdió. Conseguido esto, amará usted al que ha de ser su marido, y lo amará con ilusión espiritual, no de los sentidos… ni más ni menos. ¡Oh, he alcanzado yo tantos triunfos de estos; he salvado a tanta gente que se creía dañada para siempre! Convénzase usted, en esto, como en otras cosas, todo es ponerse a ello, todo es empezar… Imagínese usted lo bien que estará cuando se nos reforme; vivirá feliz y considerada, tendrá un nombre respetable, y habrá quien la adore, no por sus gracias personales, que maldito lo que significan, sino por las espirituales, que es lo que importa. Al principio tendrá usted que hacer algunos esfuerzos; será preciso que se olvide de su buen palmito. Esto es quizás lo más difícil, pero hagámonos la cuenta de que la única hermosura verdad es la del alma, hija mía, porque de la del cuerpo dan cuenta los gusanos… ». ...

En la línea 742
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Corrió Miles Hendon hacia el final del puente por el lado de Southwark, con los ojos muy vivos en busca de las personas que perseguía, con la esperanza de alcanzarlas de un momento a otro; pero en esto se llevó un chasco. A fuerza de preguntar, pudo seguir sus huellas parte del camino al través de Southwark, pero allí cesaba toda traza, y el soldado quedó perplejo en cuanto a lo que debía de hacer. No obstante, continuó lo mejor que pudo sus esfuerzos durante el resto del día. Al caer la noche se encontró rendido de piernas, medio muerto de hambre y con su deseo más lejos que nunca de verse realizado. Así pues, cenó en la posada del Tabardo y se fue a la cama, resuelto a salir muy de mañana y registrar de arriba abajo la ciudad. Cuando estaba acostado pensando y planeando, comenzó de pronto a razonar de la siguiente manera: ...

En la línea 1495
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Tras haber bordeado los escollos de Cartier, de Hibernia, de Seringapatam y de Scott, últimos esfuerzos del elemento sólido contra el elemento líquido, el 14 de enero nos hallamos más allá de todo vestigio de tierra. La velocidad del Nautilus se redujo considerablemente, y, muy caprichoso en su comportamiento, navegaba alternativamente en inmersión y en superficie. ...

En la línea 2082
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... A las diez y cuarto, el capitán Nemo se puso él mismo al timón. Ante nosotros se abría una larga galería, negra y profunda. El Nautilus se adentró audazmente por ella. Oí un ruido insólito en sus flancos. Eran las aguas del mar Rojo que la pendiente del túnel precipitaba hacia el Mediterráneo. El Nautilus se confió al torrente, rápido como una flecha, a pesar de los esfuerzos de su maquinaria que, para resistir, batía el agua a contrahélice. ...

En la línea 2674
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... En efecto, pese a sus esfuerzos, pese a los potentes medios empleados para romper los hielos, el Nautilus se vio reducido a la inmovilidad. Por lo común, a quien no puede ir más lejos le queda la solución de retroceder. Pero allí retroceder era tan imposible como avanzar, pues los pasos se habían cerrado tras nosotros, y por poco tiempo que permaneciera nuestro aparato estacionario no tardaría en quedar totalmente bloqueado. Eso es lo que ocurrió hacia las dos de la tarde, cuando el hielo comprimió sus flancos con una asombrosa rapidez. La conducta del capitán Nemo me pareció sobrepasar los límites de la imprudencia. ...

En la línea 3062
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Este «etcétera» no me impedirá citar un pez del que Conseil se acordará durante mucho tiempo y con razón. Una de nuestras redes había capturado una especie de raya muy aplastada que, si se le hubiese cortado la cola, habría formado un disco perfecto, y que pesaba una veintena de kilos. Era blanca por debajo y rojiza por encima, con grandes manchas redondas de un azul oscuro y rodeadas de negro, muy lisa de piel y terminada en una aleta bilobulada. Extendida sobre la plataforma, se debatía, trataba de volverse con movimientos convulsivos y hacía tantos esfuerzos que un último sobresalto estuvo a punto de precipitarla al mar. Pero Conseil, que no quería privarse de la raya, se arrojó sobre ella y antes de que yo pudiese retenerle la cogió con las manos. Tocarla y caer derribado, los pies por el aire y con el cuerpo semiparalizado, fue todo uno. ...

En la línea 103
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... En aquel momento, Joe aumentó en gran manera mi curiosidad, esforzándose en abrir mucho la boca para ponerla en la forma debida a fin de pronunciar una palabra que a mí me pareció que debía ser «malhumor». Por consiguiente, señalé a la señora Joe y dispuse los labios de manera como si quisiera preguntar: «¿Ella?» Pero Joe no quiso oírlo, y de nuevo volvió a abrir mucho la boca para emitir silenciosamente una palabra que, pese a mis esfuerzos, no pude comprender. ...

En la línea 347
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Una noche estaba sentado en el rincón de la chimenea, con mi pizarra, haciendo extraordinarios esfuerzos para escribir una carta a Joe. Me parece que eso fue cosa de un año después de nuestra caza del hombre por los marjales, porque había pasado ya bastante tiempo y a la sazón corría el invierno y helaba. Con el alfabeto junto al hogar y a mis pies para poder consultar, logré, en una o dos horas, dibujar esta epístola: ...

En la línea 977
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Dijo también que habría deseado — añadió Joe mirándome de nuevo y en apariencia haciendo esfuerzos por recordar — que si el estado de su salud le hubiese permitido… ¿No es así, Pip? ...

En la línea 1122
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... El primer triunfo de Biddy en su nuevo cargo fue el resolver una dificultad que a mí me había vencido por completo, a pesar de los esfuerzos que hice por evitarlo. Era lo siguiente: 59 Repetidas veces, mi hermana trazó en la pizarra una letra que parecía una «T» muy curiosa, y luego, con la mayor vehemencia, nos llamaba la atención como si, al dibujar aquella letra, deseara una cosa determinada. En vano traté de adivinar qué podría significar aquella letra, y mencioné los nombres de cuantas cosas empezaban por «T». Por fin imaginé que ello podía significar algo semejante a un martillo. Por consiguiente, pronuncié la palabra al oído de mi hermana, y ella empezó a golpear la mesa, como para expresar su asentimiento. En vista de eso, le presenté todos nuestros martillos, uno tras otro, pero sin éxito. Luego pensé en una muleta, puesto que su forma tenía cierta semejanza, y pedí prestada una en el pueblo para mostrársela a mi hermana, lleno de confianza. Pero al verla movió la cabeza negativamente y con tal energía que llegamos a temer, dado su precario estado, que llegase a dislocarse el cuello. En cuanto mi hermana advirtió que Biddy la comprendía rápidamente, apareció otra vez aquel signo en la pizarra. Biddy miró muy pensativa, oyó mis explicaciones, miró a mi hermana y luego a Joe, quien siempre era representado en la pizarra por la inicial de su nombre, y corrió a la fragua seguida por Joe y por mí. - ¡Naturalmente! - exclamó Biddy, triunfante -. ¿No lo han comprendido ustedes? ¡Es é1! Orlick, sin duda alguna. Mi hermana había perdido su nombre y sólo podía representarlo por medio del martillo. Le explicamos nuestro deseo de que fuese a la cocina, y él, lentamente, dejó a un lado el martillo, se secó la frente con la manga, se la secó luego con el delantal y echó a andar encorvado y con las rodillas algo dobladas, cosa que le caracterizaba sobremanera. ...

En la línea 530
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Buenas tardes, Alena Ivanovna ‑empezó a decir en el tono más indiferente que le fue posible adoptar. Pero sus esfuerzos fueron inútiles: hablaba con voz entrecortada, le temblaban las manos‑. Le traigo… , le traigo… una cosa para empeñar… Pero entremos: quiero que la vea a la luz. ...

En la línea 799
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Raskolnikof se quedó tan estupefacto al ver tratar de aquel modo a la elegante dama, que se le cayó el papel que tenía en la mano. Sin embargo, no tardó en comprender el porqué de todo aquello, y la cosa le pareció sobremanera divertida. Desde este momento escuchó con interés y haciendo esfuerzos por contener la risa. Su tensión nerviosa era extraordinaria. ...

En la línea 962
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Sin embargo, no estuvo por completo inconsciente durante su enfermedad: era el suyo un estado febril en el que cierta lucidez se mezclaba con el delirio. Andando el tiempo, recordó perfectamente los detalles de este período. A veces le parecía ver varias personas reunidas alrededor de él. Se lo querían llevar. Hablaban de él y disputaban acaloradamente. Después se veía solo: inspiraba horror y todo el mundo le había dejado. De vez en cuando, alguien se atrevía a entreabrir la puerta y le miraba y le amenazaba. Estaba rodeado de enemigos que le despreciaban y se mofaban de él. Reconocía a Nastasia y veía a otra persona a la que estaba seguro de conocer, pero que no recordaba quién era, lo que le llenaba de angustia hasta el punto de hacerle llorar. A veces le parecía estar postrado desde hacía un mes; otras, creía que sólo llevaba enfermo un día. Pero el… suceso lo había olvidado completamente. Sin embargo, se decía a cada momento que había olvidado algo muy importante que debería recordar, y se atormentaba haciendo desesperados esfuerzos de memoria. Pasaba de los arrebatos de cólera a los de terror. Se incorporaba en su lecho y trataba de huir, pero siempre había alguien cerca que le sujetaba vigorosamente. Entonces él caía nuevamente en el diván, agotado, inconsciente. Al fin volvió en sí. ...

En la línea 1087
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Raskolnikof quedó pensativo. Los acontecimientos de la jornada se le mostraban como a través de un sueño. Todos sus esfuerzos de memoria resultaban infructuosos. Interrogó a Rasumikhine con la mirada. ...

En la línea 323
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Trata de defenderse, de sostenerse, hace esfuerzos, nada. ¡Pobre fuerza agotada ya, que combate con lo inagotable! ...

En la línea 447
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Parecía que Jean Valjean no oía nada. El niño le cogió la solapa de la chaqueta, y la sacudió, haciendo esfuerzos al mismo tiempo para separar el tosco zapato claveteado que cubría su tesoro. ...

En la línea 214
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Desde las laderas llegaba el rumor, la música de invisibles fuentes. Todo se deshelaba, se estremecía, se animaba. El Yukón hacía esfuerzos por liberarse del hielo que lo aprisionaba. El río lo derretía por debajo y el sol por arriba. Se formaban bolsas de aire, fisuras que se ampliaban, y los fragmentos de hielo carcomidos acababan por desaparecer en el cauce. Y en medio de los estallidos, las turbulencias y las vibraciones de la vida que despertaba, bajo el sol resplandeciente y con la brisa que susurraba a su alrededor, avanzaban vacilantes los dos hombres, la mujer y los perros, como peregrinando hacia la muerte. ...

En la línea 62
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Creía el señor Joaquín a pie juntillas haber dado educación bastante a su hija, y aun le pareció de perlas el destrozo de valses y fantasías que sin compasión ejecutaban en el piano sus dedos inhábiles. Por muy recóndita que la guardase allá en los postreros rincones del pensamiento, no faltaba al leonés la aspiración propia de todo hombre que ejerce humildes oficios, y se ganó con sudores el pan, de que su descendencia beneficiase tamaños esfuerzos, ascendiendo un peldaño en la escala social. Bien llevaría él en paciencia continuar siendo tan tío Joaquín como siempre; no tenía ínfulas de ricachón, y era en genio y trato sencillo con extremo; pero si renunciaba al señorío en su persona, no así en la de su hija; parecíale oír voz que le decía, como las brujas a Banquo: «No serás rey, pero engendrarás reyes.» Y luchando entre el modesto convencimiento de su falta absoluta de rango, y la certeza moral de que Lucía a grandes puestos estaba destinada, vino a parar a la razonable conclusión de que el matrimonio realizaría la anhelada metamorfosis de muchacha en dama. Un yerno empingorotado fue desde entonces anhelo perenne del antiguo lonjista. ...

En la línea 711
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Pocos días en Bayona bastaron para que Miranda se aliviase notablemente de la dolorosa luxación, y a que Pilar Gonzalvo y Lucía se conociesen y tratasen con cierta confianza. Pilar hacía rumbo, como Miranda, a Vichy; sólo que mientras Miranda quería que las aguas enseñasen a su hígado a elaborar el azúcar en justas y debidas proporciones para no dañar a la economía, la madrileñita iba a las saludables termas en demanda de partículas férreas que coloreasen su sangre y devolviesen el brillo a sus apagados ojos. Hambrienta como toda persona débil, como todo organismo pobre, de excitaciones, novedades y acontecimientos, divirtiole en extremo la relación nueva de Lucía, y las raras peripecias de su viaje, y el registro de sus galas de novia, que visitó sin perdonar una, examinando los encajes de cada chambra, los volantes de cada traje, las iniciales de cada pañuelo. Además, la simplicidad franca de la leonesa le brindaba campo virgen e inculto donde plantar todas las flores exóticas de la moda, todas las plantas ponzoñosas de la maledicencia elegante. Tenía Pilar, de edad entonces de veintitrés años, la malicia precoz que distingue a las señoritas que, con un pie en la aristocracia por sus relaciones y otro en la clase media por sus antecedentes, conocen todos los lados de la sociedad, y así averiguan quién da citas a los duques, como quién se cartea con la vecina del tercero. Pilar Gonzalvo era tolerada en las casas distinguidas de Madrid; ser tolerado es un matiz del trato social, y otro matiz ser admitido, como su hermano lo era: más allá del tolerar y del admitir queda aún otro matiz supremo, el festejar; pocos gozan del privilegio de que los festejen, reservado a las eminencias, que no se prodigan y se dejan ver únicamente de año en año, a los banqueros y magnates opulentos, que dan bailes, fiestas y misas del gallo con cena después, a las hermosuras durante un breve y deslumbrador período de plena florescencia, a los políticos que están en puerta como los naipes. Personas hay admitidas, que un día, de repente, se hallan festejadas por cualquier motivo, por un peinado nuevo, por un caballo que ganó en las carreras, por un escándalo que las gentes susurran bajito y piensan leer en el rostro del feliz mortal. De estos éxitos efímeros Perico Gonzalvo tuvo muchos: su hermana, ninguno, a despecho de reiterados esfuerzos para obtenerlos. Ni logró siquiera subir de tolerada a admitida. El mundo es ancho para los hombres, pero angosto, angosto para las mujeres. Siempre sintió Pilar la valla invisible que se elevaba entre ella y aquellas hijas de grandes de España, cuyos hermanos tan familiar e íntimamente frisaban con Perico. De aquí nació un rencor sordo, unido a no poca admiración y envidia, y se engendró la lenta irritación nerviosa que dio al traste con la salud de la madrileña. El paroxismo de un deseo no saciado, las ansias de la vanidad mal satisfecha, alteraron su temperamento, ya no muy sano y equilibrado antes. Tenía, como su hermano, tez de linfática blancura, encubriendo el afeite las muchas pecas: los ojos no grandes, pero garzos y expresivos, y rubio el cabello, que peinaba con arte. A la sazón, sus orejas parecían de cera, sus labios apenas cortaban, con una línea de rosa apagado, la amarillez de la barbilla, sus venas azuladas se señalaban bajo la piel, y sus encías, blanquecinas y flácidas, daban color de marfil antiguo a los ralos dientes. La primavera se había presentado para ella bajo malísimos auspicios; los conciertos de Cuaresma y los últimos bailes de Pascua, de los cuales no quiso perder uno, le costaron palpitaciones todas las noches, cansancio inexplicable en las piernas, perversiones extrañas del apetito: derivaba la anemia hacia la neurosis, y Pilar masticaba, a hurtadillas, raspaduras del pedestal de las estatuitas de barro que adornaban sus rinconeras y tocador. Sentía dolores intolerables en el epigastrio; pero por no romper el hilo de sus fiestas, calló como una muerta. Al cabo, hacia el estío, se resolvió a quejarse, pensando acertadamente que la enfermedad era pretexto oportuno para un veraneo conforme a los cánones del buen tono. Vivía Pilar con su padre y con una tía paterna; ni uno ni otro se resolvieron acompañarla; el padre, magistrado jubilado, por no dejar la Bolsa, donde a la chita callando realizaba sus jugaditas modestas y felices; la tía, viuda y muy dada a la devoción, por horror de los jolgorios que sin duda le preparaba su sobrina como método curativo. Recayó, pues, la comisión en Perico Gonzalvo, que, cargando con su hermana, hubo de llevársela al Sardinero, contando con que no faltarían amigas que allí le relevasen en su oficio de rodrigón. Así fue: sobraban en la playa familias conocidas que se encargaron de zarandear a Pilar, y de llevarla de zeca en meca. Mas desgraciadamente para Perico, los baños de mar, que al pronto aliviaron a su hermana, concluyeron, cuando abusó de ellos y quiso nadar y meterse en dibujos, por abrir brecha en su débil organismo, y comenzó a cansarse otra vez, a despertar bañada en sudor, a sentir desgano, al par que comía vorazmente raros manjares. Lo que más la asustó fue ver que se le caía el pelo a madejas. Al peinarse, se enfurecía, y llamaba a gritos a Perico, pidiéndole un remedio para no quedarse calva. Un día el médico que la visitaba llamó aparte a su hermano, y le dijo: ...

En la línea 762
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... A un tiempo comenzaron Pilar y Miranda la temporada termal, si bien con método tan distinto como lo requería la diferencia de sus males. Miranda hubo de beber las aguas hirvientes y enérgicas de la Reja-Grande, sometiéndose a la vez a un complicado sistema de afusiones locales, baños y duchas, mientras la anémica absorbía a pequeñas dosis la picante linfa, gaseosa y ferruginosa del manantial de las Señoras. Estableciose desde entonces una lucha perenne entre Pilar y los que la acompañaban. Eran necesarios esfuerzos heroicos para contenerla e impedir que hiciese la vida de las bañistas del gran tono, que ocupaban el día entero en lucir trajes y divertirse. Desde este punto de vista, fue funesta a Pilar la presencia en Vichy de seis u ocho españolas conocidas que aún aprovechaban allí el fin de la estación. Era pasado ya lo mejor y más brillante de ésta; las corridas, el tiro de pichón, las grandes excursiones en calesas y ómnibus al Borbonés, comenzadas en Agosto, concluían en los primeros días de Septiembre. Pero quedaban aún los conciertos en el Parque, el gran paseo por la avenida pavimentada de asfalto, las fiestas nocturnas en el Casino, el teatro, que, próximo a cerrarse, se veía más concurrido cada vez. Pilar se moría por reunirse a la docena de compatriotas de distinción que revoloteaban en el efímero torbellino de los placeres termales. El médico de consulta a quien se habían dirigido en Vichy, al par que recomendaba las distracciones a Miranda, prohibía severamente a la anémica todo género de excitación, encargándole mucho que procurase aprovechar el carácter semi rural de la villa para hacer vida de campo en lo posible, acostándose con las gallinas y madrugando con el sol. Exigía este régimen mucha constancia y, sobre todo, una persona que, continuamente al lado de la rebelde enferma, no descuidase ni un segundo el obligarla a seguir las prescripciones del facultativo. Ni Miranda ni Perico servían para el caso. Miranda cubría las formas sociales exhortando a Pilar a «cuidarse» y «no hacer tonterías», todo ello dicho con el calor ficticio que muestran los egoístas cuando se trata de la salud ajena. Perico se enojaba de ver a su hermana echando en saco roto las advertencias del doctor, cosa que podía alargar la cura, y por ende la estancia en Vichy, pero no era capaz de vigilarla y de atender a que cumpliese las órdenes recibidas. Decíale a veces: ...

En la línea 1024
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Cuando llegó esta amonestación, ya Lucía había hecho por instinto lo que el Padre Urtazu le aconsejaba. Humilde y mansa como una cordera, sus miradas pedían a cada paso perdón. Miranda apartaba de ella los ojos, tratándola con desdén glacial. Lucía, exhausta con tantos esfuerzos, y con el esmero incesante a Pilar consagrado, mudaba las rosas de las mejillas en azucenas, y adelgazaba notablemente, a pesar de comer con buen apetito. Una mañana, Duhamel la llamó aparte, y la dijo en su chapurrado característico: ...

En la línea 1391
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -¡Os digo yo que Joe Smith es un mártir, que su hermano Hyrames es un mártir, y que las persecuciones del gobierno de la Unión contra los profetas van a hacer también un mártir de Brigham Young! ¿Quién se atrevería a sostener lo contrario al misionero, cuya exaltación era un contraste con su fisionomía, de natural sereno? Pero su cólera se explicaba, sin duda, por estar actualmente sometido el mormonismo a trances muy duros. El gobierno de los Estados Unidos acababa de reducir, no sin trabajo, a estos fanáticos independientes. Se había hecho dueño de Utah, sometiéndolo a las leyes de la Unión, después de haber encarcelado a Brigham Young, acusado de rebelión y de poligamia. Desde aquella época los discípulos del profeta redoblaron sus esfuerzos, y aguardando los actos, resistían con la palabra las pretensiones del Congreso. ...

En la línea 1522
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Mistress Aouida intentó en vano detener a mister Fogg. El inspector hizo inútiles esfuerzos para hacer suya la cuestión. Picaporte quería echar al coronel por la portezuela, pero una seña de su amo lo contuvo. Phileas Fogg salió del vagón, y el americano lo acompañó a la plataforma. ...

En la línea 1699
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... El 'Pereire', de la Compañía Transatlántica Francesa, cuyos admirables buques igualan en velocidad y sobrepujan en comodidades a los de las demás líneas sin excepción, no partía hasta tres días después, el 14 de diciembre, y además, no iba directamente a Liverpool o Londres, sino al Havre, y lo mismo sucedía con los de la Compañía 'Hamburguesa~'; así es que la travesía suplementaria del Havre a Southampton hubiera anulado los últimos esfuerzos de Phileas Fogg. ...


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