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La palabra perdido
Cómo se escribe

la palabra perdido

La palabra Perdido ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
El cuervo de Leopoldo Alias Clarín
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Niebla de Miguel De Unamuno
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
La llamada de la selva de Jack London
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece perdido.

Estadisticas de la palabra perdido

La palabra perdido es una de las palabras más comunes del idioma Español, estando en la posición 977 según la RAE.

Perdido es una palabra muy común y se encuentra en el Top 500 con una frecuencia media de 9.14 veces en cada obra en castellano

El puesto de esta palabra se basa en la frecuencia de aparición de la perdido en 150 obras del castellano contandose 1389 apariciones en total.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Perdido

Cómo se escribe perdido o perrdido?

Más información sobre la palabra Perdido en internet

Perdido en la RAE.
Perdido en Word Reference.
Perdido en la wikipedia.
Sinonimos de Perdido.


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece perdido

La palabra perdido puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 258
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Barret protestó, y hasta lloró, recordando los méritos de su familia, que había perdido la piel en aquellos campos para hacer de ellos los mejores de la huerta. ...

En la línea 276
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¡Entonces sí que se consideró perdido irremisiblemente el pobre labrador! Con desesperación miró sus campos, que ya no podía cultivar; las hileras de frescas hortalizas, que la gente de la ciudad consumía con indiferencia sin sospechar las angustias que su producción hace sufrir a un pobre en continua batalla con la tierra y la miseria. ...

En la línea 396
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... No lo había perdido todo. ...

En la línea 1524
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Iba satisfecho del animal; no había perdido el día. ...

En la línea 938
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El señorito pasó revista a su gente. Ninguno se había perdido en el viaje; todos estaban: la _Moñotieso_, famosa cantaora, y su hermana; su señor padre, un veterano del baile clásico que había hecho tronar bajo sus tacones los tablados de todos los cafés cantantes de España; tres protegidos de Luis, graves y cejijuntos, con la mano en la cadera y los ojos entornados, como si no osaran mirarse por no infundirse espanto, y un hombre carilleno, con sotobarba sacerdotal y unos tufos de pelo pegados a las orejas, guardando bajo el brazo una guitarra. ...

En la línea 993
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pero el olor de la carne, de la sagrada carne siempre vista de lejos y de la que se hablaba en la gañanía como de un manjar de dioses, pareció marearlas con una embriaguez más intensa que la del vino. Una tras otra, fueron arrojándose sobre los platos, y perdido el primer escrúpulo, comenzaron a devorar como si saliesen de larguísimos ayunos. ...

En la línea 1203
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y Salvatierra, como si olvidase la presencia del gitano y hablara para él mismo, recordó su arrogante salida del presidio, desafiando de nuevo las persecuciones, y su reciente viaje a Cádiz para ver un rincón de tierra, junto a una tapia, entre cruces y lápidas de mármol. ¿Y era aquello todo lo que quedaba del ser que había llenado su pensamiento? ¿Sólo restaba de mamá, de la viejecita bondadosa y dulce como las santas mujeres de las religiones, aquel cuadro de tierra fresca y removida y las margaritas silvestres que nacían en sus bordes? ¿Se había perdido para siempre la llama dulce de sus ojos, el eco de su voz acariciadora, rajada por la vejez, que llamaba con ceceos infantiles a Fernando, a su «querido Fernando»? --_Alcaparrón_, tú no puedes entenderme--continuó Salvatierra con voz temblorosa.--Tal vez es una fortuna para ti esa alma simple que te permite en los dolores y en las alegrías ser ligero y mudable como un pájaro. Pero óyeme, aunque no me entiendas. Yo no reniego de lo que he aprendido: yo no dudo de lo que sé. Mentira es la otra vida, ilusión orgullosa del egoísmo humano; mentira también los cielos de las religiones. Hablan éstas a las gentes en nombre de un espiritualismo poético, y su vida eterna, su resurrección de los cuerpos, sus placeres y castigos de ultra-tumba, son de un materialismo que da náuseas. No existe para nosotros otra vida que la presente; pero ¡ay! ante la sábana de tierra que cubre a mamá, sentí por primera vez flaquear mis convicciones. Acabamos al morir; pero algo resta de nosotros junto a los que nos suceden en la tierra; algo que no es sólo el átomo que nutre nuevas vidas; algo impalpable e indefinido, sello personal de nuestra existencia. Somos como los peces en el mar; ¿me entiendes, _Alcaparrón_? Los peces viven en la misma agua en que se disolvieron sus abuelos y en la que laten los gérmenes de sus sucesores. Nuestra agua es el ambiente en que existimos: el espacio y la tierra: vivimos rodeados de los que fueron y de los que serán. Y yo, _Alcaparrón_ amigo, cuando siento ganas de llorar recordando la nada de aquél montón de tierra, la triste insignificancia de las florecillas que lo rodean, pienso en que no está allí mamá completamente, que algo se ha escapado, que circula al través de la vida, que me tropieza atraído por una simpatía misteriosa, y me acompaña envolviéndome en una caricia tan suave como un beso... ...

En la línea 1867
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --¿Y tu hermana?--prosiguió.--¿No tiene ella la culpa? Tú eres un infeliz, un chiquillo. Créeme; a la que no quiere, no la fuerzan. Yo soy un perdido, conforme; pero tu hermana... tu hermana es algo... ...

En la línea 176
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Si el paciente no daba pie ni mano, mejor; pero si no había perdido el conocimiento, había que atenderle y mimarle. ...

En la línea 457
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Señor -dijo D'Artagnan-, al dejar Tarbes y venir hacia aquí, me proponía pediros, en recuerdo de esa amistad cuya memoria no habéis perdido, una casaca de mosquetero; pero después de cuanto he visto desde hace dos horas, comprendo que un favor semejante se ría enorme, y tiemblo de no merecerlo. ...

En la línea 510
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... No pretendo que un compatriota, un buen caballero, un muchacho valiente, hecho para avanzar, sea víctima de todos esos fingimientos y caiga como un necio en la trampa, al modo de tantos otros que se han perdido por ello. ...

En la línea 888
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... , yo tenía ochenta luises ante mí; poned la misma suma, para que quienes han perdido no tengan motivos de queja. ...

En la línea 943
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Pero una de aquellas pelotas, lanzada por el puño hercúleo de Porthos, pasó tan cerca del rostro de D'Ar tagnan que pensó que, si en lugar de pasarle de lado, le hubiera dado, su audiencia se habría probablemente perdido, dado que le hubiera si do del todo imposible presentarse ante el rey. ...

En la línea 779
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Ciertamente, ha escogido usted una ocasión singular para ir a España, habiendo como hay allí ahora guerras enconadas, alborotos y efusión de sangre.» «Me parece que la causa de don Carlos está ya vencida—contesté—; ha perdido el único general capaz de llevar sus huestes a Madrid. ...

En la línea 1106
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Un hombre, al borde del arroyo, me indicó el vado en el agrio dialecto de Portugal; y cuando aún estaba yo chapoteando en el agua, una voz me saludó desde la otra orilla en el espléndido idioma de España, de esta manera: _¡Oh señor caballero, que me dé usted una limosna por amor de Dios, una limosnita para que yo me compre un traguillo de vino tinto!_ Un momento después pisé suelo español, porque el arroyo, llamado Acaia, sirve allí de límite a los dos reinos; arrojé al mendigo una monedilla de plata, y gritando _¡Santiago y cierra España!_, seguí mi camino más de prisa todavía, prestando poca atención, como dice Gil Blas, al torrente de bendiciones derramado por el mendigo a mis espaldas; con todo, nunca se vió limosna otorgada con menos discernimiento, porque, según más adelante averigüé, aquel tipo era un borracho perdido que se instalaba todas las mañanas junto al vado para sacar a los viajeros unos cuartos y gastárselos por las noches en las tabernas de Badajoz. ...

En la línea 1620
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Muchos se han perdido en ella y no ha vuelto a saberse nada de su paradero. ...

En la línea 2070
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... «Entonces—respondió—estoy perdido»; y luego se preparó para la muerte. ...

En la línea 805
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Cerraron la sepultura con una gruesa peña, en tanto que se acababa una losa que, según Ambrosio dijo, pensaba mandar hacer, con un epitafio que había de decir desta manera: Yace aquí de un amador el mísero cuerpo helado, que fue pastor de ganado, perdido por desamor. ...

En la línea 1053
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Viéndole, pues, caído en el suelo, y que ya los pastores se habían ido, bajó de la cuesta y llegóse a él, y hallóle de muy mal arte, aunque no había perdido el sentido, y díjole: -¿No le decía yo, señor don Quijote, que se volviese, que los que iba a acometer no eran ejércitos, sino manadas de carneros? -Como eso puede desparecer y contrahacer aquel ladrón del sabio mi enemigo. ...

En la línea 1278
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Eso será -dijo Sancho- si no se tira con honda, como se tiraron en la pelea de los dos ejércitos, cuando le santiguaron a vuestra merced las muelas y le rompieron el alcuza donde venía aquel benditísimo brebaje que me hizo vomitar las asaduras.along -No me da mucha pena el haberle perdido, que ya sabes tú, Sancho -dijo don Quijote-, que yo tengo la receta en la memoria. ...

En la línea 1287
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Pero, dejando esto aparte, dígame vuestra merced qué haremos deste caballo rucio rodado, que parece asno pardo, que dejó aquí desamparado aquel Martino que vuestra merced derribó; que, según él puso los pies en polvorosa y cogió las de Villadiego, no lleva pergenio de volver por él jamás; y ¡para mis barbas, si no es bueno el rucio! -Nunca yo acostumbro -dijo don Quijote- despojar a los que venzo, ni es uso de caballería quitarles los caballos y dejarlos a pie, si ya no fuese que el vencedor hubiese perdido en la pendencia el suyo; que, en tal caso, lícito es tomar el del vencido, como ganado en guerra lícita. ...

En la línea 327
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Al siguiente día partiéronse para el sitio de la matanza que acaba de noticiarse, con orden de seguir el rastro de los indios, aunque hubiesen de ir siguiendo las huellas hasta Chile. Supimos más tarde que los indios salvajes habían huido a los grandes llanos de las Pampas y que, por una causa que no recuerdo, se había perdido su rastro. Una sola ojeada a éste cuenta todo un poema a esas gentes. Supongamos que examinen las huellas dejadas por un millar de caballos, al punto os dirán cuántos había montados, contando cuántos de ellos iban a galope corto; reconocerán por la profundidad de las señales cuántos caballos iban con carga; por la irregularidad de esas mismas señales, el grado de su fatiga; por la manera como se cocieron los alimentos, si la tropa, a la cual perseguían, viajaba con rapidez o no; por el aspecto general, cuánto tiempo hacía que pasó por allí aquella tropa. Un rastro de diez a quince días de fecha es bastante reciente para que lo sigan con facilidad. También supimos que Miranda, al dejar el extremo occidental de la sierra Ventura, fue en línea recta a la isla de Cholechel, situada a 70 leguas de distancia, siguiendo el curso del río Negro. Por tanto, recorrió 200 a 300 millas a través de un país desconocido en absoluto. ¿Hay en el mundo otros ejércitos tan independientes? Con el sol por guía, carne de yegua por alimento, la silla de montar por cama, irían esos hombres al fin del mundo, con tal de encontrar de tarde en tarde un poco de agua. ...

En la línea 359
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 11 de septiembre.- Nos dirigimos a la tercera «posta», en compañía del teniente que la mandaba. Dícese que hay 15 leguas entre las dos postas, pero sólo es una suposición y por lo común se exagera un poco. El camino tiene poco interés; continuamente se cruza una llanura seca, cubierta de césped; por nuestra izquierda, a una distancia variable, hay uña fila de montecillos que atravesamos en el momento de llegar a la posta. Encontramos también un inmenso rebaño de bueyes y de caballos, custodiado por quince soldados que nos dicen haber perdido ya muchos animales. En efecto, es muy difícil hacer a éstos atravesar las llanuras; porque si durante la noche se acerca a la piara un puma, o aunque sea una zorra, nada puede impedir que los caballos enloquecidos se dispersen en todas direcciones; el mismo efecto les produce una tempestad. Hace poco tiempo salió de Buenos Aires un oficial con 500 caballos y sólo tenía 20 cuando se reunió al ejército. ...

En la línea 531
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... En otra ocasión dejé de arrastrar una red en la estela del barco para recoger animales marinos a lo largo del cabo Corrientes. Al levantar la red, encontré con gran sorpresa un considerable número de escarabajos, y que, aun en plena mar, parecían haber sufrido poco con su permanencia en el agua salada. Algunos de los ejemplares recogidos entonces los he perdido; pero los que conservo pertenecen a los géneros Colimbetes, Hidroporus, Hidrobius (dos especies), Notaphus, Cinncus, Adimonia y Scaraboeis. En un principio pensé que estos insectos habrían sido lanzados al mar por el viento; pero reflexionando en que de las ocho especies había cuatro acuáticas y dos que lo eran en parte, me pareció más probable que hubieran sido arrastradas por un pequeño torrente que como desagüe de un lago vierte en el mar cerca del Cabo Corrientes. Siempre es muy interesante encontrar insectos vivos nadando en alta mar a 17 millas (27 kilómetros) de la costa más próxima. Varias veces se ha hecho notar que el viento ha arrastrado a algunos insectos a las costas de la Patagonia. El capitán Cook ha observado este hecho, y después de él el capitán King lo hizo constar a su vez a bordo del Adventure. Débese, sin duda, este fenómeno a lo desprovisto que este país se encuentra de todo abrigo, de árboles o de colinas; y es fácil comprender que un insecto que revolotea en la llanura sea arrastrado por una racha de viento que sople hacia el mar. El caso más notable de captura de un insecto en el mar, que yo he tenido ocasión de observar, se me presentó en el Beagle, hallándonos en dirección de las islas de Cabo Verde, y cuando la tierra más próxima no expuesta a la acción directa de los vientos ali119 sios era el Cabo Blanco, en-la costa de África, a 370 millas (295 kilómetros) de distancia, que vino a caer a bordo una gruesa langosta (Acridium)4. ...

En la línea 580
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Imposible es reflexionar sobre los cambios que se han verificado en el continente americano sin sentir la más profunda admiración. Este continente ha debido vomitar en lo antiguo monstruos inmensos; hoy no encontramos más que pigmeos, si comparamos los animales que lo habitan a las razas madres extinguidas. Si Buffón hubiera conocido la existencia del perezoso gigantesco, de los animales colosales parecidos al armadillo y de los paquidermos desaparecidos, hubiera podido decir con mayores apariencias de verdad que la fuerza creadora había perdido su potencia en América, en vez de decir que nunca había tenido allí gran vigor. El mayor número de estos cuadrúpedos extinguidos, si no todos, vivían en época reciente, puesto que eran contemporáneos de las conchas marinas de hoy. Desde esa época no ha podido producirse ningún cambio de consideración en la configuración de las tierras. ¿Cuál es, pues, la causa de la desaparición de tantas especies y hasta de géneros enteros? A nuestro pesar, hay que creer sin remedio en alguna gran catástrofe capaz de destruir de tal manera todos los animales, grandes y pequeños, de la Patagonia meridional, del Brasil, de la Cordillera del Perú y de la América del Norte hasta el estrecho de Behring, que hubiera conmovido seguramente nuestro globo en sus fundamentos. No obstante, el estudio de la geología de la Plata y de la Patagonia nos permite concluir que todas las formas que afectan las tierras provienen de cambios lentos y graduales. Por el carácter de los fósiles de Europa, Asia, Australia y las dos Américas parece que las condiciones que favorecen la existencia de los grandes cuadrúpedos existían recientemente en todo el mundo. Cuáles sean estas condiciones, es lo que hasta ahora nadie ha determinado. ...

En la línea 421
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Alguna vez desde el fondo del susodicho abismo le llamaba la tentación; entonces retrocedía el sabio más pronto, ganaba el terreno perdido, volvía a las calles anchas y respiraba con delicia el aire puro; puro como su cuerpo; y para llegar antes a las regiones del ideal que eran su propio ambiente, cantaba la Casta diva o el Spirto gentil o el Santo Fuerte, y pensaba en sus amores de niño o en alguna heroína de sus novelas. ...

En la línea 909
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Mentalmente y como por máquina repetía estas tres voces, que para ella habían perdido todo significado; las repetía como si fueran de un idioma desconocido. ...

En la línea 2386
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... En los cajones inferiores del estante había algunos libros de más sólida enseñanza, pero la llave de aquel departamento se había perdido. ...

En la línea 2397
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... se ha perdido la llave. ...

En la línea 988
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Dicha convención casi fue un triunfo para el Pontífice, al que todos creían perdido días antes. El príncipe Djem quedaba confiado al rey de Francia en todo el curso de la expedición contra los turcos; pero el Papa continuaría cobrando del sultán la pensión de cuarenta mil ducados. César Borgia iba a acompañar a Carlos VIII en su campaña durante cuatro meses no en rehenes, sino como legado pontificio, con todos los honores debidos a tan alto cargo, una guarnición francesa ocuparía Civitavecchia mientras el ejército del rey atravesaba los estados de la Iglesia, y Juliano de la Royere se reinstalaría en el castillo de Ostia. ...

En la línea 1032
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El embajador Bustamante lo llevó a su despacho a la terminación de uno de aquellos almuerzos de confianza a que le invitaba frecuentemente, y empezó a hablarle con la autoridad cariñosa de un antiguo tutor, recordando su amistad íntima con el padre de Claudio. Siempre consideraba al joven como de su familia. Hasta podía decir I que Estela y él se habían criado juntos, no obstante la diferencia de algunos años entre sus respectivas edades. Don Arístides no había perdido de vista la afinidad electiva que ligaba a los dos. . ...

En la línea 1437
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... «El salvajismo de los mencionados procedimientos—pensó Claudio—nos espanta, porque tenemos un alma diversa a la de entonces; porque hemos perdido las nociones del arte de morir, amando más la vida con todas las cobardías que comporta dicho amor, cobardías que los hombres del Renacimiento no conocieron por estar convencidos de que morían jóvenes.» ...

En la línea 1567
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —Di que me perdonas… Mírame con ojos misericordiosos. Tómame orra vez. Ahora me doy cuenta de que estoy solo en el mundo. Te necesito como amante, como amiga, como hermana. Al verte comprendo lo que he perdido. Lo veo mejor que hace media hora… Di que me perdonas. ¡Habla!… Insúltame si te place… , pero no calles, no sonrías… ¡Ay tu silencio! ...

En la línea 330
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Poco a poco cesaron los estornudos y pudo reanudarse el desfile. A partir de este incidente, pareció que el público había perdido todo interés por los objetos del gigante. Avanzaron dos portadores, uno tras del otro, llevando un fuerte palo sobre sus hombros y colgando de tal sostén el reloj de bolsillo del Hombre-Montaña. Los oyentes más cultos no necesitaron las explicaciones del inventario. Cuantos habían leído la historia del país estaban enterados de como era esta máquina primitiva de medir el tiempo que todos los colosos traían en sus visitas. ...

En la línea 897
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... La mano misericordiosa del coloso le volvió a su seguro refugio; pero después de esta aventura mortal parecía haber perdido las ganas de prolongar el paseo y guió a su protector hacia la Universidad. ...

En la línea 972
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Pero en vez de mostrarse el sol, como pedía el vate, lo que llegó inesperadamente fue la noche en plena tarde. El salón quedó completamente a oscuras; todos los concurrentes creyeron haber perdido repentinamente la vista; las mamás chillaron de espanto, extendiendo los brazos instintivamente para guardar a sus hijas; los hermosos guerreros echaron mano a sus espadas, aunque sin poder adivinar donde se ocultaba el enemigo. ...

En la línea 1386
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El vecindario de la capital se acostó pensando en estas dos enfermedades misteriosas, con la esperanza de que al despertar conocería detalles más interesantes sobre la existencia privada de tan célebres personajes. Ninguno de los dos había podido hablar hasta el presente. Al poeta se lo prohibían los médicos hasta que recobrase su perdido vigor. Momaren, aislado en su palacio, no era accesible a las averiguaciones de los periodistas… Pero al día siguiente todo este misterio iba a desvanecerse, como ocurre en los grandes sucesos que interesan al público. ...

En la línea 494
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... »Bueno… pues verán ustedes. La costumbre de pedir me ha ido dando esta bendita cara de vaqueta que tengo ahora. Conmigo no valen desaires ni sé ya lo que son sonrojos. He perdido la vergüenza. Mi piel no sabe ya lo que es ruborizarse, ni mis oídos se escandalizan por una palabra más o menos fina. Ya me pueden llamar perra judía; lo mismo que si me llamaran la perla de Oriente; todo me suena igual… No veo más que mi objeto, y me voy derechita a él sin hacer caso de nada. Esto me da tantos ánimos que me atrevo con todo. Lo mismo le pido al Rey que al último de los obreros. Oigan ustedes este golpe: Un día dije: 'Voy a ver a D. Amadeo'. Pido mi audiencia, llego, entro, me recibe muy serio. Yo imperturbable, le hablé de mi asilo y le dije que esperaba algún auxilio de su real munificencia. '¿Un asilo de ancianos?'—me preguntó. 'No señor, de niños'. —'¿Son muchos?'. Y no dijo más. Me miraba con afabilidad. ¡Qué hombre!, ¡qué bocaza! Mandó que me dieran seis mil guealés… Luego vi a doña María Victoria, ¡qué excelente señora! Hízome sentar a su lado; tratábame como su igual; tuve que darle mil noticias del asilo, explicarle todo… Quería saber lo que comen los pequeños, qué ropa les pongo… En fin, que nos hicimos amigas… Empeñada en que fuera yo allá todos los días… A la semana siguiente me mandó montones de ropa, piezas de tela y suscribió a sus niños por una cantidad mensual. ...

En la línea 728
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «Pero, vamos a ver… —dijo la señorita al fin, comenzando a serenarse—. Todo eso que usted me cuenta, ¿es verdad o es locura de usted?… Porque a mí me han dicho que usted ha escrito novelas, y que por escribirlas comiendo mal, ha perdido la chaveta». ...

En la línea 857
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Ido, desde que se dijo aquello del billete perdido, no volvió a levantar los ojos de su trabajo. Aquel descuido que tuvo le avergonzaba como si hubiera sido un delito. ...

En la línea 896
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Pasó la noche en grandísima intranquilidad. Temía que su mujer descubriese con ojo perspicaz el matute que él encerraba en su cintura. La maldita parecía que olía la plata. Por eso estaba tan azorado y no se daba por seguro en ninguna posición, creyendo que al través de la ropa se le iba a ver la moneda. Durante la cena estuvieron todos muy alegres; tiempo hacía que no habían cenado tan bien. Pero al acostarse volvió Ido a ser atormentado por sus temores, y no tuvo más remedio que estar toda la noche hecho un ovillo, con las manos cruzadas en la cintura, porque si en una de las revueltas que ambos daban sobre los accidentados jergones la mano de su mujer llegaba a tocar el duro, se lo quitaba, tan fijo como tres y dos son cinco. Durmió, pues, tan mal que en realidad dormía con un ojo y velaba con el otro, atento siempre a defender su contrabando. Lo peor fue que viéndole su mujer tan retortijado y hecho todo una ese, creyó que tenía el dolor espasmódico que le solía dar; y como el mejor remedio para eso eran las friegas, Nicanora le propuso dárselas, y al oír tal proposición, tembláronle a Ido las carnes, viéndose descubierto y perdido. «Ahora sí que la hemos hecho buena» pensó. Pero su talento le sugirió la respuesta, y dijo que no tenía ni pizca de dolor, sino frío, y sin más explicaciones se volvió contra la pared, pegándose a ella como un engrudo, y haciéndose el dormido. Llegó por fin el día y con él la calma al corazón de Ido, quien se acicaló y se lavó casi toda la cara, poniéndose la corbata encarnada con cierta presunción. ...

En la línea 248
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –He faltado, lo confieso. No me hagas traición. Que tu cortesía me conceda esa merced y no volveré ni a pensarlo ni a hablar más de eso. No te muestres duro conmigo, señor, o estoy perdido. ...

En la línea 257
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Todos los presentes habían sido bien advertidos a su tiempo de recordar que el príncipe había perdido temporalmente la razón y de tener cuidado de no mostrar sorpresa ante sus desvaríos. Estos 'desvaríos' pronto se exhibieron ante ellos, pero sólo excitaron su compasión y su pesar, no sus burlas. Era para ellos una gran aflicción ver al amado príncipe en tan lastimoso estado. ...

En la línea 297
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¿Has perdido el juicio, hombre? El sello pequeño, que antaño solía yo llevar conmigo de viaje, está en mi tesoro. Y, puesto que el gran sello ha desaparecido, ¿no bastará? ¿Has perdido el juicio? ¡Vete! Y escucha: no vuelvas aquí hasta que me traigas su cabeza. ...

En la línea 297
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¿Has perdido el juicio, hombre? El sello pequeño, que antaño solía yo llevar conmigo de viaje, está en mi tesoro. Y, puesto que el gran sello ha desaparecido, ¿no bastará? ¿Has perdido el juicio? ¡Vete! Y escucha: no vuelvas aquí hasta que me traigas su cabeza. ...

En la línea 884
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –¡No, no, Augusto, no, no! No hemos perdido el sentido moral, y Elena, que es como sabes profundamente religiosa, acata, aunque a regañadientes, los designios de la Providencia y se resigna a ser madre. Y será buena madre, no me cabe de ello duda, muy buena madre. Pero es tal el sentimiento del ridículo en ella, que para ocultar su estado, para encubrir su embarazo, la creo capaz de cosas que… En fin, no quiero pensar en ello. Por de pronto, hace ya una semana que no sale de casa; dice que le da vergüenza, que se le figura que van a quedarse todos mirándola en la calle. Y ya habla de que nos vayamos, de que si ella ha de salir a tomar el aire y el sol cuando esté ya en meses mayores, no ha de hacerlo donde haya gentes que la conozcan y que acaso vayan a felicitarla por ello. ...

En la línea 897
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Cuando al entrar en casa salió saltando a recibirle Orfeo, le cogió, le tentó bien el gaznate, y apretándole el seno le dijo: «Cuidado con los huesos, Orfeo, mucho cuidadito con ellos, ¿eh? No quiero que te atragantes con uno; no quiero verte morir a mis ojos suplicándome vida. Ya ves, Orfeo, don Avito, el pedagogo, se ha convertido a la religión de sus abuelos… ¡es la herencia! Y Víctor no se resigna a ser padre. Aquel no se consuela de haber perdido a su hijo y este no se consuela de ir a tenerlo. y ¡qué ojos, Orfeo, qué ojos! ¡Cómo le fulguraban cuando me dijo: “¡Quiere usted comprarme!, ¡quiere usted comprar no mi amor, que ese no se compra, sino mi cuerpo! ¡Quédese con mi casa!” ¡Comprar yo su cuerpo… su cuerpo… ! ¡Si me sobra el mío, Orfeo, me sobra el mío! Lo que yo necesito es alma, alma, alma. Y una alma de fuego, como la que irradia de los ojos de ella, de Eugenia. ¡Su cuerpo… su cuerpo… sí, su cuerpo es magnífico, espléndido, divino; pero es que su cuerpo es alma, alma pura, todo él vida, todo él significación, todo él idea! A mí me sobra el cuerpo, Orfeo, me sobra el cuerpo porque me falta alma. O ¿no es más bien que me falta alma porque me sobra cuerpo? Yo me toco el cuerpo, Orfeo, me lo palpo, me lo veo, pero ¿el alma?, ¿dónde está mi alma?, ¿es que la tengo? Sólo la sentí resollar un poco cuando tuve aquí abrazada, sobre mis rodillas, a Rosario, a la pobre Rosario; cuando ella lloraba y lloraba yo. Aquellas lágrimas no podían salir de mi cuerpo; salían de mi alma. El alma es un manantial que sólo se revela en lágrimas. Hasta que se llora de veras no se sabe si se tiene o no alma. Y ahora vamos a dormir, Orfeo, si es que nos dejan.» ...

En la línea 1155
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Ah, ¿te acuerdas? Pues aquella mujer ha acabado por rechazarme del todo. Nunca la gané, pero ahora la he perdido del todo, ¡del todo! ...

En la línea 1475
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Preparaba una edición popular de los apólogos de Calila y Dimna con una introducción acerca de la influencia de la literatura índica en la Edad Media española, y ojalá hubiese llegado a publicarla, porque su lectura habría apartado, de seguro, al pueblo de la taberna y de perniciosas doctrines de imposibles redenciones económicas. Pero las dos obras magnas que proyectaba Paparrigópulos eran una historia de los escritores oscuros españoles, es decir, de aquellos que no figuran en las histories literarias corrientes o figuran sólo en rápida mención por la supuesta insignificancia de sus obras, corrigiendo así la injusticia de los tiempos, injusticia que tanto deploraba y aun temía, y era otra su obra acerca de aquellos cuyas obras se hen perdido sin que nos quede más que la mención de sus nombres y a lo sumo la de los títulos de las que escribieron. Y estaba a punto de acometer la historia de aquellos otros que habiendo pensado escribir no llegaron a hacerlo. ...

En la línea 592
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Sandokán, que no había perdido una sílaba del diálogo, esperó cerca de media hora y después bajó a tierra. ...

En la línea 619
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Sandokán, he visto soldados! -sollozó-. ¡Dios mío, estás perdido! ...

En la línea 650
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Sandokán, que no había perdido una sílaba del diálogo, esperó cerca de media hora y después bajó a tierra. ...

En la línea 801
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¿Tú? ¿Tú, Sandokán? ¡Ya te creía perdido para siempre! ...

En la línea 205
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Tienes razón, Conseil. Después de todo, es una estúpida aventura, y nos hemos lanzado a ella con una excesiva ligereza. ¡Cuánto tiempo perdido y cuántas emociones inútiles! ¡Pensar que hace ya seis meses que podíamos estar en Francia! ...

En la línea 299
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Un viejo artillero de barba canosa me parece estar viéndolo ahora con una expresión fría y tranquila en su semblante se acercó a la pieza, la situó en posición y la apuntó durante largo tiempo. La fuerte detonación fue seguida casi inmediatamente de los hurras de la tripulación. El obús había dado en el blanco, pero no normalmente, pues tras golpear al animal se había deslizado por su superficie redondeada y se había perdido en el mar a unas dos millas. ...

En la línea 317
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Profundas eran las tinieblas. Entreví una masa negra que desaparecía hacia el Este y cuyas luces de posición iban desapareciendo en la lejanía. Era la fragata. Me sentí perdido. ...

En la línea 643
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... El capitán Nemo calló, como perdido en una profunda ensoñación. Le miré con una viva emoción, analizando en silencio los rasgos de su fisonomía. Apoyado en sus codos sobre una preciosa mesa de cerámica, él no me veía, parecía haber olvidado mi presencia. ...

En la línea 337
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... No recuerdo haber sentido ninguna benevolencia hacia la señora Joe cuando desapareció mi temor de ser descubierto. Pero yo quería a Joe, tal vez por ninguna razón mejor, en aquellos días, que porque aquel pobre muchacho me permitía quererle, y con respecto a él no se consoló tan fácilmente mi conciencia. Comprendía muy bien, y en especial cuando vi que empezaba a buscar su lima, que había debido revelarle la verdad entera. Sin embargo, no lo hice, temeroso de que, si se lo explicaba todo, tal vez tendría de mí una opinión peor de la que merecía. Y el miedo de no gozar ya de la confianza de Joe, así como de la posibilidad de sentarme por la noche en el rincón de la chimenea mirando pesaroso a mi compañero y amigo, perdido ya para siempre, fue bastante para sujetarme la lengua. Erróneamente me dije que si Joe lo supiera, jamás podría verle junto al fuego acariciándose la patilla, sin figurarme que estaba meditando acerca de ello. También creí que, de saberlo, cuando Joe mirase por casualidad la carne del día anterior o el pudding que le habían servido, se acordaría de mi robo, preguntándose si yo había hecho ya alguna visita a la despensa. Díjeme también que, si se lo descubría, cuando en nuestra vida doméstica observase que la cerveza era floja o fuerte, sospecharía tal vez que se le hubiese mezclado alquitrán, y eso me haría ruborizar hasta la raíz de los cabellos. En una palabra, fui demasiado cobarde para hacer lo bueno, como también para llevar a cabo lo malo. En aquel tiempo, yo no había tratado a nadie todavía y no imitaba a ninguno de los habitantes del mundo que proceden de este modo. Y como si hubiese sido un genio en bruto, descubrí la conducta que me convenía seguir. ...

En la línea 492
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Desde luego, no lo vi todo en los primeros momentos, aunque sí pude notar mucho más de lo que se creería, y advertí también que todo lo que tenía delante, y que debía de haber sido blanco, lo fue, tal vez, mucho tiempo atrás, porque había perdido su brillo, tomando tonos amarillentos. Además, noté que la novia, vestida con traje de desposada, había perdido el color, como el traje y las flores, y que en ella no brillaba nada más que sus hundidos ojos. Al mismo tiempo, observé que aquel traje cubrió un día la redondeada figura de una mujer joven y que ahora se hallaba sobre un cuerpo reducido a la piel y a los huesos. Una vez me llevaron a ver unas horrorosas figuras de cera en la feria, que representaban no sé a quién, aunque, desde luego, a un personaje, que yacía muerto y vestido con traje de ceremonia. Otra vez, también visité una de las iglesias situadas en nuestros marjales, y allí vi a un esqueleto reducido a cenizas, cubierto por un rico traje y al que desenterraron de una bóveda que había en el pavimento de la iglesia. Pero en aquel momento la figura de cera y el esqueleto parecían haber adquirido unos ojos oscuros que se movían y que me miraban. Y tanto fue mi susto, que, de haber sido posible, me hubiese echado a llorar. ...

En la línea 492
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Desde luego, no lo vi todo en los primeros momentos, aunque sí pude notar mucho más de lo que se creería, y advertí también que todo lo que tenía delante, y que debía de haber sido blanco, lo fue, tal vez, mucho tiempo atrás, porque había perdido su brillo, tomando tonos amarillentos. Además, noté que la novia, vestida con traje de desposada, había perdido el color, como el traje y las flores, y que en ella no brillaba nada más que sus hundidos ojos. Al mismo tiempo, observé que aquel traje cubrió un día la redondeada figura de una mujer joven y que ahora se hallaba sobre un cuerpo reducido a la piel y a los huesos. Una vez me llevaron a ver unas horrorosas figuras de cera en la feria, que representaban no sé a quién, aunque, desde luego, a un personaje, que yacía muerto y vestido con traje de ceremonia. Otra vez, también visité una de las iglesias situadas en nuestros marjales, y allí vi a un esqueleto reducido a cenizas, cubierto por un rico traje y al que desenterraron de una bóveda que había en el pavimento de la iglesia. Pero en aquel momento la figura de cera y el esqueleto parecían haber adquirido unos ojos oscuros que se movían y que me miraban. Y tanto fue mi susto, que, de haber sido posible, me hubiese echado a llorar. ...

En la línea 554
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Ella volvió trayendo cierta cantidad de pan y carne y un jarrito de cerveza. Dejó este último sobre las piedras del patio y me dio el pan y la carne sin mirarme y con la misma insolencia que si fuese un perro que ha perdido el favor de su amo. Estaba tan humillado, ofendido e irritado, y mi amor propio se sentía tan herido, que no puedo encontrar el nombre apropiado para mis sentimientos, que Dios sabe cuáles eran, pero las lágrimas empezaron a humedecer mis ojos. Y en el momento en que asomaron a ellos, la muchacha me miró muy satisfecha de haber sido la causa de mi dolor. Esto fue bastante para darme la fuerza de contenerlas y de mirarla. Ella movió la cabeza desdeñosamente, pero, según me pareció, convencida de haberme humillado, y me dejó solo. ...

En la línea 124
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¡Ah, señor, mi querido señor! ‑exclamó Marmeladof, algo repuesto‑. Tal vez a usted le parezca todo esto tan cómico como a todos los demás; tal vez le esté fastidiando con todos estos pequeños detalles, miserables y estúpidos, de mi vida doméstica. Pero le aseguro que yo no tengo ganas de reír, pues siento todo esto. Todo aquel día inolvidable y toda aquella noche estuve urdiendo en mi mente los sueños más fantásticos: soñaba en cómo reorganizaría nuestra vida, en los vestidos que pondrían a los niños, en la tranquilidad que iba a tener mi esposa, en que arrancaría a mi hija de la vida de oprobio que llevaba y la restituiría al seno de la familia… Y todavía soñé muchas cosas más… Pero he aquí, caballero ‑y Marmeladof se estremeció de súbito, levantó la cabeza y miró fijamente a su interlocutor‑, he aquí que al mismo día siguiente a aquel en que acaricié todos estos sueños (de esto hace exactamente cinco días), por la noche, inventé una mentira y, como un ladrón nocturno, robé la llave del baúl de Catalina Ivanovna y me apoderé del resto del dinero que le había entregado. ¿Cuánto había? No lo recuerdo. Pero… ¡miradme todos! Hace cinco días que no he puesto los pies en mi casa, y los míos me buscan, y he perdido mi empleo. El uniforme lo cambié por este traje en una taberna del puente de Egipto. Todo ha terminado. ...

En la línea 207
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... «Mi querido Rodia ‑decía la carta‑: hace ya dos meses que no te he escrito y esto ha sido para mí tan penoso, que incluso me ha quitado el sueño muchas noches. Perdóname este silencio involuntario. Ya sabes cuánto te quiero. Dunia y yo no tenemos a nadie más que a ti; tú lo eres todo para nosotras: toda nuestra esperanza, toda nuestra confianza en el porvenir. Sólo Dios sabe lo que sentí cuando me dijiste que habías tenido que dejar la universidad hacía ya varios meses por falta de dinero y que habías perdido las lecciones y no tenías ningún medio de vida. ¿Cómo puedo ayudarte yo, con mis ciento veinte rublos anuales de pensión? Los quince rublos que te envié hace cuatro meses, los pedí prestados, con la garantía de mi pensión, a un comerciante de esta ciudad llamado Vakruchine. Es una buena persona y fue amigo de tu padre; pero como yo le había autorizado por escrito a cobrar por mi cuenta la pensión, tenía que procurar devolverle el dinero, cosa que acabo de hacer. Ya sabes por qué no he podido enviarte nada en estos últimos meses. ...

En la línea 344
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¿Has perdido la cabeza, Mikolka? ¡Enganchar una bestezuela así a semejante carreta! ...

En la línea 368
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... De súbito, un coro de carcajadas ahoga la voz de Mikolka. El animal, aunque medio muerto por la lluvia de golpes, ha perdido la paciencia y ha empezado a cocear. Hasta el viejo, sin poder contenerse, participa de la alegría general. En verdad, la cosa no es para menos: ¡dar coces un caballo que apenas se sostiene sobre sus patas… ! ...

En la línea 157
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Pensaba que iba a hablarme de un momento a otro. Para desquitarme, ayer y hoy he concentrado mi atención sobre la señorita Blanche. ¡Pobre general, está perdido! Dejarse dominar a los cincuenta y cinco años por una pasión tan ardiente… es, evidentemente, una desgracia. Añádase a eso su viudez, sus hijos, su ruina, sus deudas y, finalmente, la clase de mujer de que se ha enamorado. La señorita Blanche es elegante, pero tiene una de esas caras que infunden miedo. ...

En la línea 189
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... El francés procedió más francamente y me preguntó “si había perdido todo mi dinero particular”. Tuve la impresión de que sospechaba de Paulina. Mentí y dije que si, el mío… ...

En la línea 230
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ¿De qué se alegra? ¿Será, quizá, por haber perdido mi dinero? ...

En la línea 231
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —¿Por qué me lo dio usted para que lo perdiera? Ya le dije que yo no podía jugar por cuenta de otro, y con mucha más razón que usted. Yo obedezco y hago cuanto usted me ordena, pero el resultado no depende de mí. Dígame, ¿está consternada por haber perdido tanto dinero? ¿A qué lo destinaba? ...

En la línea 358
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Había pasado el primer peligro; pero Jean Valjean estaba sobrecogido y confuso. Mas no retrocedió. Ni aun en el momento en que se creyó perdido retrocedió. Sólo pensó en acabar cuanto antes. ...

En la línea 578
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Después del abandono, la miseria. Fantina había perdido de vista a Favorita, Zefina y Dalia; el lazo una vez cortado por el lado de los hombres, se había deshecho por el lado de las mujeres. Abandonada por el padre de su hija, se encontró absolutamente aislada; había descuidado su trabajo, y todas las puertas se le cerraron. ...

En la línea 801
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Fantina ya no tenía cama y le quedaba un pingajo al que llamaba cobertor, un colchón en el suelo y una silla sin asiento. Había perdido el pudor; después perdió la coquetería y últimamente hasta el aseo. A medida que se rompían los talones iba metiendo las medias dentro de los zapatos. Pasaba las noches llorando y pensando; tenía los ojos muy brillantes, y sentía un dolor fijo en la espalda. Tosía mucho; pasaba diecisiete horas diarias cosiendo, pero un contratista del trabajo de las cárceles que obligaba a trabajar más barato a las presas, hizo de pronto bajar los precios, con lo cual se redujo el jomal de las trabajadoras libres a nueve sueldos. Por ese entonces Thenardier le escribió diciendo que la había esperado mucho tiempo con demasiada bondad; que necesitaba cien francos inmediatamente; que si no se los enviaba, echaría a la calle a la pequeña Cosette. ...

En la línea 808
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... En el punto a que hemos llegado de este doloroso drama, nada le queda a Fantina de lo que era en otro tiempo. Se ha convertido en mármol al hacerse lodo. Quien la toca, siente frío. Le ha sucedido todo lo que tenía que sucederle; todo lo ha soportado, todo lo ha sufrido, todo lo ha perdido, todo lo ha llorado. ¿Qué son estos destinos, ¿por qué son así? ...

En la línea 91
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Los nueve perros del equipo se reunieron más adelante y buscaron refugio en el bosque. Aunque ya no los perseguían estaban en un estado lamentable. No había ninguno que no tuviese dos o tres heridas, y varios estaban maltrechos. Dub tenía una pata trasera gravemente lesionada; Dolly, la última que se había incorporado al equipo en Dyea, tenía un horrible desgarrón en la garganta; Joe había perdido un ojo; y el reposado y pacífico Billie, que estaba con la oreja mordida y hecha jirones, gimió lastimeramente la noche entera. Al amanecer regresaron con dificultad y recelo al campamento, donde se encontraron con que los invasores se había retirado y los dos hombres estaban de muy mal humor. Faltaban la mitad de las provisiones. Además, los perros salvajes habían masticado las cuerdas del trineo y las fundas de lona. De hecho, no se les había escapado nada que fuese remotamente comestible. Habían engullido un par de mocasines de piel de alce de Perrault, trozos de las riendas, y hasta un buen pedazo del látigo de François. Este interrumpió la apesadumbrada constatación de las pérdidas para ocuparse de sus maltrechos perros. ...

En la línea 98
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Cuando llegaron al Hootalinqua y al hielo firme, Buck estaba agotado. El resto de los perros se encontraba en un estado semejante; pero Perrault, para compensar el tiempo perdido, les exigía trabajar de sol a sol. El primer día recorrieron sesenta kilómetros hasta el Big Salmon; al siguiente, sesenta más hasta el Little Salmon; el tercer día otros setenta, lo cual los llevó hasta bastante cerca de Five Fingers. ...

En la línea 155
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Fue un viaje difícil por la carga que arrastraban, y un esfuerzo tan duro resultó agotador. Al llegar a Dawson habían perdido peso y estaban tan extenuados que habrían necesitado diez días, o al menos una semana, de descanso. Pero a los dos días ya iban bajando por las márgenes del Yukón hacia los Barracks, cargados de cartas para el extranjero. Los perros estaban fatigados, los conductores, de mal humor, y por si fuera poco, nevaba todos los días. Esto quería decir un terreno blando, mayor fricción en los patines y más dificultad para los perros; pero los conductores afrontaban todo aquello con prudencia y hacían cuanto podían para que no resultase demasiado duro para los animales. ...

En la línea 166
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... A los treinta días de haber salido de Dawson, el correo de Salt Water, con Buck y sus compañeros al frente, llegó a Skaguay. Estaban en un estado lamentable, agotados y exhaustos. El peso de Buck se había reducido de sesenta y cinco a cincuenta kilos. El resto de los perros, aun pesando menos, habían perdido relativamente más peso que él. Pike, el tramposo, que se había pasado la vida fingiendo y que tantas veces había logrado hacer creer que tenía una pata herida, cojeaba ahora de verdad. Sol-leks andaba paticojo, y Dub tenía una paletilla dislocada. ...

En la línea 439
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... A las ocho menos cinco, algunos minutos antes de marchar el tren, sin sombrero, descalzo y habiendo perdido su paquete de compras, Picaporte llegaba al ferrocarril. ...

En la línea 856
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Terminada la conversación, Fix entró en su camarote y se entregó a la meditación. De un modo o de otro, el francés había reconocido su calidad de agente de policía. Pero, ¿se lo habría dicho a su amo? ¿Qué papel hacía en todo esto? ¿Era cómplice o no? ¿El negocio estaba descubierto y por consiguiente fallido? El agente pasó algunas horas angustiosas, creyéndolo algunas veces todo perdido, esperando otras que Fogg ignoraba la situación, y por último, no sabiendo qué partido tomar. ...

En la línea 872
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Pero no era posible recobrar todo el tiempo perdido. Era necesario resignarse, y la tierra no se divisó hasta el día 6 a las cinco de la mañana. El itinerario de Phileas Fogg señalaba la llegada para el 5. Había, pues una pérdida de veinticuatro horas, y necesariamente se perdía la salida para Yokohama. ...

En la línea 1024
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -¡No!- He perdido la salida del 'Camatic', y tengo que estar el 14, lo más tarde, en Yokohama, para tomar el vapor de San Francisco. ...


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