Cómo se escribe.org.es

La palabra encontrar
Cómo se escribe

la palabra encontrar

La palabra Encontrar ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
Blancanieves de Jacob y Wilhelm Grimm
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece encontrar.

Estadisticas de la palabra encontrar

La palabra encontrar es una de las palabras más comunes del idioma Español, estando en la posición 836 según la RAE.

Encontrar es una palabra muy común y se encuentra en el Top 500 con una frecuencia media de 106.36 veces en cada obra en castellano

El puesto de esta palabra se basa en la frecuencia de aparición de la encontrar en 150 obras del castellano contandose 16166 apariciones en total.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Encontrar

Cómo se escribe encontrar o hencontrar?
Cómo se escribe encontrar o encontrrarr?


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece encontrar

La palabra encontrar puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 445
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Cansada la hoz de encontrar obstáculos, había derribado de un solo golpe una de las manos crispadas. ...

En la línea 520
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Su vida pasada era un continuo cambio de profesión siempre dentro del círculo de miseria rural, mudando cada año de oficio, sin encontrar para su familia el bienestar mezquino que constituía toda su aspiración. ...

En la línea 648
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Batiste sonreía irónicamente, mientras hablaba Pimentó, y éste, al fin, pareció confundido por la serenidad del intruso, anonadado al encontrar un hombre que no sentía miedo en su presencia. ...

En la línea 928
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La certeza de que no iba a encontrar a nadie en el camino le hubiera dado confianza. ...

En la línea 393
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El pan del cortijo que se endurecía días y días en el chozón, algún puñado de garbanzos o habichuelas y el aceite rancio del país, eran todo su alimento. La leche les repugnaba, ahítos de su abundancia. Los pastores viejos sentían sublevarse su probidad cuando algún zagal ayudaba a la muerte de una bestia con el deseo de comer carne. ¿Dónde encontrar gente más buena y resignada?... ...

En la línea 439
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Falto de trabajo después de la huelga, se ganaba el sustento yendo de cortijo en cortijo como buhonero, vendiendo a las mujeres cintas, hilos y retazos de tela, y a los hombres vino, aguardiente y periódicos libertarios cuidadosamente ocultos en aquel serón, almacén heterogéneo que, a lomos del borriquillo, vagaba de un extremo a otro de la campiña jerezana. Sólo en Matanzuela y en muy contados cortijos podía penetrar Manolo sin infundir alarma y encontrar resistencia. ...

En la línea 789
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La reclamaban las gentes de la cocina al no encontrar las cosas más indispensables para sus guisos. ...

En la línea 826
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Mientras tanto, el sacerdote volvía las hojas de su libro, sin encontrar la oración apropiada al caso. El Ritual era minucioso. La Iglesia se parapetaba en todas las avenidas de la vida: oraciones para las mujeres de parto, para el agua, para las luces, para las casas nuevas, para barcos recién construidos, para la cama de los desposados, para los que parten de viaje, para el pan, para los huevos, para toda clase de comestibles. Por fin, encontró en el Ritual lo que buscaba: _Benedictio super fruges et vineas._ Y Dupont sentía cierto orgullo al pensar que la Iglesia tenía su oración en latín para las viñas, como si hubiese presentido a muchos siglos de distancia que nacería en Jerez un siervo de Dios, gran productor de vinos, que necesitaría de sus preces. ...

En la línea 216
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Un rayo de luz alcanzó de pronto la mente del hostelero, que se daba a todos los diablos al no encontrar nada. ...

En la línea 231
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... D'Artagnan entró, pues, en París a pie, llevando su pequeño pa quete bajo el brazo, y caminó hasta encontrar una habitación de alqui ler que convino a la exigüidad de sus recursos. ...

En la línea 565
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Y se puso a comer como si lo llevara el diablo, esperando encontrar todavía a su desconocido, a quien su paso tranquilo no debía haber llevado muy lejos. ...

En la línea 596
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Se puso entonces a reflexionar sobre los acontecimientos que aca baban de ocurrir; eranabundantes y nefastos: eran las once de la mañana apenas, y la mañana le había traído ya el disfavor del señor de Tréville, que no podría dejar de encontrar algo brusca la forma en que D’Artagnan lo había abandonado. ...

En la línea 196
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Es difícil encontrar otro caso en que un escritor haya triunfado con más brillantez de la hostil realidad presente. ...

En la línea 273
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Pero al encontrar que no sois humilde ni agradecido, y, sobre todo, al sospechar que tenéis a Austria en mayor estimación, incluso como banquero, España se encoge de hombros y profiere unas palabras algo parecidas a las que ya he puesto en boca de uno de sus hijos: «Estas cuatro fanegas de cebada», etc. ...

En la línea 671
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Le buscaron, pero en vano más de otra hora pasó antes de encontrar un sustituto. ...

En la línea 999
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Uno de ellos, a quien volví a encontrar en Badajoz, me contó que toda la escolta era de la misma calaña; a él y a sus compañeros los habían robado muchas cosas, amenazándolos de muerte si los denunciaban. ...

En la línea 3124
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y, asimismo, temíamos encontrar por aquel paraje alguna galeota de las que de ordinario vienen con mercancía de Tetuán, aunque cada uno por sí, y todos juntos, presumíamos de que, si se encontraba galeota de mercancía, como no fuese de las que andan en corso, que no sólo no nos perderíamos, mas que tomaríamos bajel donde con más seguridad pudiésemos acabar nuestro viaje. ...

En la línea 3128
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Todo se hizo con muchísima presteza; y así, a la vela, navegamos por más de ocho millas por hora, sin llevar otro temor alguno sino el de encontrar con bajel que de corso fuese. ...

En la línea 3720
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y, en diciendo esto, apretó los muslos a Rocinante, porque espuelas no las tenía, y, a todo galope, porque carrera tirada no se lee en toda esta verdadera historia que jamás la diese Rocinante, se fue a encontrar con los diciplinantes, bien que fueran el cura y el canónigo y barbero a detenelle; mas no les fue posible, ni menos le detuvieron las voces que Sancho le daba, diciendo: -¿Adónde va, señor don Quijote? ¿Qué demonios lleva en el pecho, que le incitan a ir contra nuestra fe católica? Advierta, mal haya yo, que aquélla es procesión de diciplinantes, y que aquella señora que llevan sobre la peana es la imagen benditísima de la Virgen sin mancilla; mire, señor, lo que hace, que por esta vez se puede decir que no es lo que sabe. ...

En la línea 4545
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Con esto, acortando razones, subieron a caballo, y don Quijote volvió las riendas a Rocinante para tomar lo que convenía del campo, para volver a encontrar a su contrario, y lo mesmo hizo el de los Espejos. ...

En la línea 278
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... hasta siete leones que rondaban en derredor de su vivac; y, como me ha hecho notarlo este sabio naturalista, todos los días debe de haber una terrible carnicería en el África meridional. Confieso que me pregunto a mí mismo, sin poder hallar solución al problema, cómo tan gran número de animales pueden encontrar de qué alimentarse en un país que produce tan pocos alimentos. Sin duda, los grandes cuadrúpedos recorren cada día enormes distancias para buscar comida, y se alimentan, principalmente, de plantas poco elevadas, que en pequeño volumen contienen muchos principios nutritivos. El doctor Smith me advierte también que la vegetación es muy rápida y que en cuanto queda despojado de ella un sitio, inmediatamente se vuelve a cubrir de plantas nuevas. Pero tampoco cabe duda de que nos hemos formado ideas muy exageradas acerca de la cantidad de alimentos necesaria para la nutrición de esos grandes cuadrúpedos; hubiera debido recordarse que el camello, animal también muy grande, ha sido siempre considerado como el emblema del desierto. ...

En la línea 283
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Ciertamente, no hay ninguna parte del globo que pueda compararse con el África meridional desde el punto de vista del número de los grandes cuadrúpedos; sin embargo, según todas las relaciones de viajes, es imposible negar que esta región es casi un desierto. En Europa necesitamos remontarnos hasta la época terciaria para encontrar en los mamíferos un estado de cosas semejante en algo al que actualmente existe en el Cabo de Buena Esperanza. Nos inclinamos a pensar que los grandes animales abundaban en la época terciaria, porque encontramos acumulados en ciertos sitios los despojos quizá de muchos siglos; pero yo no creo que hubiera entonces más cuadrúpedos grandes que los existentes ahora en el África meridional. Por último, si queremos establecer cuál era el estado de la vegetación durante esas épocas, al ver el que existe hoy, sobre todo, en el Cabo de Buena Esperanza, debemos llegar a la conclusión de que una vegetación extraordinariamente abundante no constituía una condición indispensable en absoluto. ...

En la línea 294
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Puedo añadir que también en África se cree que en el mismo nido ponen dos o más hembras11.Aunque al pronto puede parecer muy extraña esta costumbre, creo fácil indicar cuál es su causa. El número de huevos en el nido varía entre 20 y 40, hasta 50; según Azara, un nido contiene algunas veces de 70 a 80 huevos. El número de huevos hallados en una sola región, tan considerable proporcionalmente al número de avestruces que en ella habitan, y el estado del ovario de la hembra, parecen indicar que ésta pone gran número de huevos durante cada temporada, pero que esa puesta debe de efectuarse con mucha lentitud y durar mucho, por consiguiente Azara 12 nota el hecho de que una hembra domesticada puso 17 huevos, con un intervalo de tres días entre cada uno de ellos. Pues bien, si la hembra los incubase ella misma, los primeros huevos puestos se pudrirían casi seguro. Por el contrario, si varias hembras se ponen de acuerdo (dícese que el hecho está probado) y cada una de ellas va a depositar sus huevos en diferentes nidos, entonces todos los huevos de un nido es probable que tengan la misma edad. Si (como creo) el número de huevos en cada nido equivale por término medio a la cantidad que pone una hembra durante la temporada, debe de haber tantos nidos como hembras; y cada macho contribuye por su parte al trabajo de la incubación, en una época en que las hembras no podrían incubar porque no han acabado de poner13. Ya he indicado el gran número de huevos abandonados o huachos; 20 encontré en un solo día. Parece extraño que se pierdan tantos huevos. ¿Dependerá esto de las dificultades para asociarse varias hembras y encontrar un macho dispuesto a encargarse de la incubación? Es evidente que por lo menos dos hembras tienen que asociarse hasta cierto punto; de lo contrario, los huevos quedarían desparramados en aquellas inmensas llanuras, a distancias harto largas unos de otros para que el macho pueda reunirlos en un nido. Algunos autores creen que los huevos desperdigados sirven para alimentar a las crías; dudo que así sea (en América por los menos), puesto que los 11 BURCHELL: Travels, tomo I, pág. 280. ...

En la línea 304
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Aquí se encuentra en crecido número un avecilla muy extraña, el Tinochorus rumicivorus. Por sus costumbres y su aspecto general se parece a la codorniz y a la becada, por diferentes que sean entre sí estas dos aves. Al Tinochorus se le encuentra en toda la extensión al sur de la América meridional, donde hay llanuras estériles o pastos muy secos. Frecuentan por parejas o a bandadas pequeñas los lugares más desolados, donde apenas podría existir cualquier otra criatura. Al aproximarse a ellos se agachan en el suelo, del cual entonces difícilmente se les puede distinguir. Para buscar el alimento andan muy despacio y muy patiabiertos. Se cubren de polvo en los caminos y en los lugares arenosos, y frecuentan sitios determinados donde se les puede encontrar a diario con regularidd. Lo mismo que las perdices, levantan el vuelo a bandadas. Por todos estos conceptos, así como por su musculosa molleja, adaptada a una alimentación animal, por su pico arqueado, por lo carnoso de los orificios de su nariz, por sus cortas patas y la forma de sus pies, el Tinochorus se parece mucho a la codorniz. Pero en cuanto este ave se echa a volar cambia todo su aspecto: sus largas alas puntiagudas, tan diferentes de las de las gallináceas, su vuelo irregular, el grito quejumbroso que deja oír en el momento de echarse a volar, todo recuerda a la becada; tanto y tan bien, que los cazadores tripulantes del Beagle no le llamaban nunca sino «la becada de pico corto». ...

En la línea 110
del libro Blancanieves
del afamado autor Jacob y Wilhelm Grimm
... Entonces su corazón envidioso encontró reposo, si es que los corazones envidiosos pueden encontrar alguna vez reposo. ...

En la línea 3356
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —¿Qué? —La madera es nueva; si fuese del tiempo que el Marqués supone, se desharía en polvo; la madera vieja siempre deja caer el polvo de los roedores: eso lo conocemos nosotros, no los aficionados, que no tienen más que dinero y credulidad; ¡esto es truquage, puro truquage! Ponía la cera en los agujeros, dejaba la silla en su sitio, y descendía triunfante diciendo por la escalera: —¡Con que ya ve usted! ¡Sólo que al pobre Marqués, por supuesto, no hay que decirle una palabra! Mucho sintió Paco Vegallana en el primer momento, encontrar en su casa a Obdulia aquella tarde. ...

En la línea 4116
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Así se explica aquel entrar y salir en los comercios, aquel reír por cualquier cosa, aquel encontrar gracia en cada frase de un hortera, en la diablura de un estudiante que mete la cabeza por un escaparate abierto. ...

En la línea 4484
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¡Cuántos años tenía que remontar en la historia de sus amores para encontrar paseos de aquella índole! Sin embargo de la risa, sin temor al barro que debía de haber en la calle de Tras-la-cerca, que no estaba empedrada, se metió por un arco de la Plaza Nueva, entró en un callejón, después en otro y llegó al cabo a la calle a que daba la puerta del Parque. ...

En la línea 5176
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... En las horas en que a sí mismo se despreciaba, para encontrar algo puro dentro de sí, que impidiera que aquella repugnancia llegase a la desesperación, necesitaba recordar esto: que era un buen hijo, humilde, dócil. ...

En la línea 465
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —Nunca olvidaré esta época de nuestro amor. Un año nada más, y me parece Inmenso como la historia humana. Cuando me sienta triste bastará que recuerde este año al lado tuyo, el único que vale de mi existencia, e inmediatamente sentiré el fuego de una divina embriaguez; y si soy viejo, por obra de tu recuerdo volverá a mí la juventud. El que bebe en la fuente de tu amor no puede encontrar ya otra agua que apague su sed. ...

En la línea 476
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —No hagas caso de lo que he dicho. ¿Cómo podría yo repelerte si volvieses a mí?… ¡Qué estúpida amenaza! ¿Por qué darnos todas estas tristezas a causa de un simple capricho tuyo?… Sigue aquí y verás cuán pronto vuelves a encontrar dichosa la vida que llevas. Todo es efecto del paso de ese don Baltasar, excelente persona, que te ha perturbado sin saberlo. Déjate vivir. Sé egoísta; con ello a nadie causas daños, y a mí me haces feliz. El mundo será lo mismo que tú te preocupes de él o que lo olvides; ...

En la línea 501
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Llevaba ocho meses de inacción, yendo de un lado a otro, con la inútil esperanza del enfermo que pasa de balneario en balneario sin encontrar reposo. Era dueño absoluto de su I persona, vivía solo, con austera libertad; mas ¿de qué serviría la libertad?… ...

En la línea 507
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Había escogido a Madrid como término de su fuga, creyendo encontrar en esta ciudad un ambiente refractario a sus melancolías; pero los recuerdos de aquella mujer fueron saliéndole al paso. Un día, en el barrio de Salamanca, vio un edificio habitado en otro tiempo por Bustamante. Personas desconocidas lo ocupaban ahora. Doña Nati había creído prudente levantar la casa imaginando que el alto cargo de su cuñado en Roma sería eterno. ...

En la línea 12
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El ingeniero se tuvo durante medio año por el hombre más dichoso de su país. Miss Haynes fue la que se encargó de envalentonar su timidez con prometedoras sonrisas y palabras tiernas. En realidad, Edwin no supo con certeza si fue el quien se atrevió a declarar su amor, o fue ella la que con suavidad le impulsó a decir lo que llevaba muchos meses en su pensamiento, sin encontrar palabras para darle forma. ...

En la línea 128
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Iba ya transcurrida una hora, y el prisionero empezaba a encontrar penosa su inmovilidad, cuando se hizo un profundo silencio. Procurando no moverse, torció a un lado y a otro sus ojos para examinar a la muchedumbre. Todos miraban en la misma dirección, y Gillespie se creyó autorizado para volver la cabeza en idéntico sentido. Entonces vio, como a dos metros de su rostro, un gran vehículo que acababa de detenerse. Este automóvil tenia la forma de una lechuza, y los faros que le servían de ojos, aunque apagados, brillaban con un resplandor de pupilas verdes. ...

En la línea 135
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - ¡Oh, Gentleman-Montaña!… ¡Va usted a encontrar en mi patria tantas cosas extraordinarias dignas de su asombro!… ...

En la línea 289
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Deseoso de pasar inadvertido, subió a los pisos superiores con la esperanza de encontrar un asiento en las galerías que daban al patio, y estaban ocupadas esta mañana por las esposas y las hijas de todos los personajes de la República. ...

En la línea 131
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —No, gracias. Ella entonces se lo acabó de sorber, y arrojó el cascarón, que fue a estrellarse contra la pared del tramo inferior. Estaba limpiándose los dedos con el pañuelo, y Juanito discurriendo por dónde pegaría la hebra, cuando sonó abajo una voz terrible que dijo: ¡Fortunaaá! Entonces la chica se inclinó en el pasamanos y soltó un yia voy con chillido tan penetrante que Juanito creyó se le desgarraba el tímpano. El yia principalmente sonó como la vibración agudísima de una hoja de acero al deslizarse sobre otra. Y al soltar aquel sonido, digno canto de tal ave, la moza se arrojó con tanta presteza por las escaleras abajo, que parecía rodar por ellas. Juanito la vio desaparecer, oía el ruido de su ropa azotando los peldaños de piedra y creyó que se mataba. Todo quedó al fin en silencio, y de nuevo emprendió el joven su ascensión penosa. En la escalera no volvió a encontrar a nadie, ni una mosca siquiera, ni oyó más ruido que el de sus propios pasos. ...

En la línea 478
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Maestro… que haya salud. Ciertos artículos se compraban siempre al por mayor, y si era posible de primera mano. Barbarita tenía en la médula de los huesos la fibra de comerciante, y se pirraba por sacar el género arreglado. Pero, ¡cuán distantes de la realidad habrían quedado estos intentos sin la ayuda del espejo de los corredores, Estupiñá el Grande! ¡Lo que aquel santo hombre andaba para encontrar huevos frescos en gran cantidad… ! Todos los polleros de la Cava le traían en palmitas, y él se daba no poca importancia, diciéndoles: «o tenemos formalidad o no tenemos formalidad. Examinemos el artículo, y después se discutirá… calma, hombre, calma». Y allí era el mirar huevo por huevo al trasluz, el sopesarlos y el hacer mil comentarios sobre su probable antigüedad. Como alguno de aquellos tíos le engañase, ya podía encomendarse a Dios, porque llegaba Estupiñá como una fiera amenazándole con el teniente alcalde, con la inspección municipal y hasta con la horca. ...

En la línea 583
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Pensando en esto, pasó Jacinta parte de aquella noche, atando cabos, como ella decía, para ver si de los hechos aislados lograba sacar alguna afirmación. Estos hechos, valga la verdad, no arrojaban mucha luz que digamos sobre lo que se quería demostrar. Tal día y a tal hora Juan había salido bruscamente, después de estar un rato muy pensativo, pero muy pensativo. Tal día y a tal hora Juan había recibido una carta, que le había puesto de mal humor. Por más que ella hizo, no la había podido encontrar. Tal día y a tal hora, yendo ella y Barbarita por la calle de Preciados, se encontraron a Juan que venía deprisa y muy abstraído. Al verlas, quedose algo cortado; pero sabía dominarse pronto. Ninguno de estos datos probaba nada; pero no cabía duda: su marido se la estaba pegando. ...

En la línea 928
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Dijo el por moderaos hasta seis veces, subiendo gradualmente de tono, y la última repetición debió de oírse en el puente de Toledo. El otro José estaba muy aturdido con la bárbara charla del grande hombre, el más desgraciado de los héroes y el más desconocido de los mártires. Su máscara de misantropía y aquella displicencia de genio perseguido eran natural consecuencia de haber llegado al medio siglo sin encontrar su asiento, pues treinta años de tentativas y de fracasos son para abatir el ánimo más entero. Izquierdo había sido chalán, tratante en trigos, revolucionario, jefe de partidas, industrial, fabricante de velas, punto figurado en una casa de juego y dueño de una chirlata; había casado dos veces con mujeres ricas, y en ninguno de estos diferentes estados y ocasiones obtuvo los favores de la voluble suerte. De una manera y otra, casado y soltero, trabajando por su cuenta y por la ajena, siempre mal, siempre mal, ¡hostia! ...

En la línea 377
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Por consiguiente, no podía seguir más que un rumbo: encontrar el camino hacia el Ayuntamiento, darse a conocer y denunciar al impostor. También resolvió que a Tom se le debería conceder un tiempo razonable para la preparación de su ánima, y después ser colgado, arrastrado y descuartizado, conforme a la ley y el uso de la época, en casos de alta traición. ...

En la línea 697
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Porque ciertos testigos las vieron encaminarse allá, Majestad. Esto provocó sospechas, y sus efectos las han confirmado y justificado. En particular está demostrado que, por el perverso poder que así obtuvieron, invocaron y provocaron una tormenta, que devastó toda la comarca. Cuarenta testigos han declarado que hubo tormenta, y con facilidad se habrían podido encontrar mil, porque todos tuvieron razón para recordarla, ya que fueron sus víctimas. ...

En la línea 835
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... A eso del mediodía, después de una caminata larga y tediosa, se detuvo el grupo detrás de un seto en las afueras de un pueblo grande. Diose una hora para descansar, y todos se dispersaron para entrar al pueblo por diferentes puntos, y dedicarse a sus diversas profesiones. 'Jack' fue enviado con Hugo, y ambos anduvieron de acá para allá algún tiempo. Hugo, en busca de una ocasión para hacer 'un negocio', pero sin encontrar ninguna, por lo que acabó diciendo: ...

En la línea 909
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Eso le salió bastante mal, con gran sorpresa suya, porque lavar las cucharas de palo y los cuchillos le había parecido fácil. Era una tarea tediosa y molesta, pero al fin la termino. Empezaba a sentir impaciencia por proseguir su viaje; no obstante, no había que perder tan fácilmente la compañía de aquella generosa mujer. Ésta le procuró diferentes ocupaciones de poca monta, que el rey desempeñó con gran lentitud y con regular lucimiento. Luego lo puso en compañía de las niñas a mondar manzanas, pero el rey se mostró tan torpe que la mujer le dio, en cambio, a afilar una chaira de carnicero. Después lo tuvo cardando lana tanto rato que el niño empezó a sentir que había dejado muy por debajo al buen rey Alfredo en cuanto a heroísmos, que estarían muy en su punto en los libros de cuentos y de historias, y se sintió medio inclinado a renunciar. Y, en efecto, así lo hizo cuando después de la comida del medio día la buena mujer le dio una canasta con unos gatitos para que los ahogara. Finalmente estaba a punto de renunciar –porque se dijo que si había de encontrar el momento oportuno sería éste en que le ordenaban ahogar los gatos– cuando sobrevino una interrupción. ¡La tal interrupción eran John Canty, con una caja de buhonero a la espalda, y Hugo! ...

En la línea 404
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —No creí encontrarlo tan dispuesto, querido príncipe —dijo el inglés—. ¿Cómo se siente? -Tan fuerte que sería capaz de arrancar un árbol. -Entonces, vamos a reunirnos con los seis valientes cazadores que nos esperan en el parque, impacientes por encontrar el tigre que mis ojeadores han correteado hacia un bosque. ...

En la línea 408
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Vamos, milord! —dijo—. ¡Tengo ansias de encontrar al tigre! ...

En la línea 659
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡No pido nada más, Giro Batol! —contestó Sandokán—. No esperaba encontrar tantas cosas. ...

En la línea 735
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Durante la noche la canoa avanzó sin encontrar ningún crucero. El malayo ya no hablaba, temeroso de que Sandokán lo tirara al agua. ...

En la línea 183
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... La fragata corrió a lo largo de la costa sudeste de América con una prodigiosa rapidez. El 3 de julio nos hallábamos a la entrada del estrecho de Magallanes, a la altura del cabo de las Vírgenes. Pero el comandante Farragut no quiso adentrarse en ese paso sinuoso y maniobró para doblar el cabo de Hornos, decisión que mereció la unánime aprobación de lo tripulación, ante la improbabilidad de encontrar al narval en ese angosto estrecho. Fueron muchos los marineros que opinaban que el monstruo no podía pasar por él, que «era demasiado grande para eso». ...

En la línea 307
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... No es raro encontrar en pleno océano a las ballenas sumidas en un profundo sueño, ocasión que es aprovechada con éxito por sus cazadores. Ned Land había arponeado a más de una en tal circunstancia. ...

En la línea 941
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Hablaremos mientras comemos. Le he prometido un paseo por el bosque, pero no puedo comprometerme a encontrar un restaurante por el camino. Así que coma usted, teniendo en cuenta que la próxima colación vendrá con algún retraso. ...

En la línea 1092
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Ese terrible espectáculo inauguraba la serie de catástrofes marítimas que el Nautilus debía encontrar en su derrotero. Desde su incursión en mares más frecuentados, veíamos a menudo restos de naufragios que se pudrían entre dos aguas, y más profundamente cañones, obuses, anclas, cadenas y otros mil objetos de hierro carcomidos por el orín. ...

En la línea 554
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Ella volvió trayendo cierta cantidad de pan y carne y un jarrito de cerveza. Dejó este último sobre las piedras del patio y me dio el pan y la carne sin mirarme y con la misma insolencia que si fuese un perro que ha perdido el favor de su amo. Estaba tan humillado, ofendido e irritado, y mi amor propio se sentía tan herido, que no puedo encontrar el nombre apropiado para mis sentimientos, que Dios sabe cuáles eran, pero las lágrimas empezaron a humedecer mis ojos. Y en el momento en que asomaron a ellos, la muchacha me miró muy satisfecha de haber sido la causa de mi dolor. Esto fue bastante para darme la fuerza de contenerlas y de mirarla. Ella movió la cabeza desdeñosamente, pero, según me pareció, convencida de haberme humillado, y me dejó solo. ...

En la línea 1119
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Sin embargo, se había mejorado mucho su genio, y a la sazón se mostraba paciente. Una trémula incertidumbre de acción en todos sus miembros fue pronto una parte de su estado regular, y luego, a intervalos de dos o tres meses, solía llevarse las manos a la cabeza y, a veces, permanecía por espacio de una semana sumida en alguna aberración mental. Estábamos muy preocupados por encontrar una enfermera conveniente destinada a ella, hasta que por una casualidad hallamos lo que buscábamos. La tía abuela del señor Wopsle quedó por fin sumida en el sueño eterno, y así Biddy vino a formar parte de nuestra familia. Cosa de un mes después de la reaparición de mi hermana en la cocina, Biddy llegó a nuestra casa con una cajita moteada que contenía todos sus efectos y fue desde entonces una verdadera bendición para la casa y especialmente para Joe, pues el pobre muchacho estaba muy apenado por la constante contemplación de la ruina en que se había convertido su mujer y había tomado la costumbre, cuando la cuidaba, de volver a cada momento hacia mí para decirme con los azules ojos humedecidos por las lágrimas: ...

En la línea 1363
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Pero nuevamente la mañana hizo brillante mi esperanza, y extendí mi clemencia hacia Biddy, de modo que ambos abandonamos la discusión de aquel asunto. Habiéndome vestido con el mejor traje que tenía, me fui hacia la ciudad tan temprano como pude para encontrar las tiendas abiertas y me presenté al sastre señor Trabb, quien, en aquel momento, se desayunaba en la sala de la trastienda, y, no creyendo necesario salir a recibirme, me indicó que entrase. ...

En la línea 1783
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Por varias razones y por no comprender claramente cuál sería «la faena» en que podía encontrar al señor Jaggers, contesté afirmativamente. Nos dirigimos, pues, a la City, y llegamos a la sala de un tribunal muy concurrida, en la que varios parientes consanguíneos (en el sentido criminal) del difunto que sentía tal debilidad por los broches estaban en el banquillo de los acusados, mascando incómodamente alguna cosa, en tanto que mi tutor preguntaba o repreguntaba - no lo sé exactamente - a una mujer, y no sólo a ella, sino a todos los demás, los dejaba estupefactos. Si alguien, cualquiera que fuese su condición, decía una palabra que a él no le gustara, instantáneamente exigía que la retirase. Si alguien se negaba a declarar alguna cosa, ...

En la línea 141
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑No es a Catalina Ivanovna a quien temo ‑balbuceaba, en medio de su inquietud‑. No es la perspectiva de los tirones de pelo lo que me inquieta. ¿Qué es un tirón de pelos? Nada absolutamente. No le quepa duda de que no es nada. Hasta prefiero que me dé unos cuantos tirones. No, no es eso lo que temo. Lo que me da miedo es su mirada… , sí, sus ojos… Y también las manchas rojas de sus mejillas. Y su jadeo… ¿Ha observado cómo respiran estos enfermos cuando los conmueve una emoción violenta… ? También me inquieta la idea de que voy a encontrar llorando a los niños, pues si Sonia no les ha dado de comer, no sé… , yo no sé cómo habrán podido… , no sé, no sé… Pero los golpes no me dan miedo… Le aseguro, señor, que los golpes no sólo no me hacen daño, sino que me proporcionan un placer… No podría pasar sin ellos. Lo mejor es que me pegue… Así se desahoga… Sí, prefiero que me pegue… Hemos llegado… Edificio Kozel… Kozel es un cerrajero alemán, un hombre rico… Lléveme a mi habitación. ...

En la línea 214
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Aún había otras razones para que Dunia no pudiera dejar la casa hasta seis semanas después. Ya conoces a Dunia, ya sabes que es una mujer inteligente y de carácter firme. Puede soportar las peores situaciones y encontrar en su ánimo la entereza necesaria para conservar la serenidad. Aunque nos escribíamos con frecuencia, ella no me había dicho nada de todo esto para no apenarme. El desenlace sobrevino inesperadamente. Marfa Petrovna sorprendió un día en el jardín, por pura casualidad, a su marido en el momento en que acosaba a Dunia, y lo interpretó todo al revés, achacando la culpa a tu hermana. A esto siguió una violenta escena en el mismo jardín. Marfa Petrovna llegó incluso a golpear a Dunia: no quiso escucharla y estuvo vociferando durante más de una hora. Al fin la envió a mi casa en una simple carreta, a la que fueron arrojados en desorden sus vestidos, su ropa blanca y todas sus cosas: ni siquiera le permitió hacer el equipaje. Para colmo de desdichas, en aquel momento empezó a diluviar, y Dunia, después de haber sufrido las más crueles afrentas, tuvo que recorrer diecisiete verstas en una carreta sin toldo y en compañía de un mujik. Dime ahora qué podía yo contestar a tu carta, qué podía contarte de esta historia. ...

En la línea 646
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Sabía perfectamente que aquellos hombres estarían ya en el departamento de la vieja, que les habría sorprendido encontrar abierta la puerta que hacía unos momentos estaba cerrada; que estarían examinando los cadáveres; que en seguida habrían deducido que el criminal se hallaba en el piso cuando ellos llamaron, y que acababa de huir. Y tal vez incluso sospechaban que se había ocultado en el departamento vacío cuando ellos subían. ...

En la línea 659
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Inmediatamente subió a su habitación, sin encontrar a nadie en la escalera. La puerta del departamento de la patrona estaba cerrada. ...

En la línea 263
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Habla usted perfectamente. Y presume que yo no sé sostener mi dignidad. Es decir, que siendo digno, no sé mantener esta dignidad. ¿Cree usted que puede ser así? Sí; todos los rusos somos así. Voy a explicárselo: su naturaleza, demasiado ricamente dotada les impide encontrar rápidamente una forma adecuada. En estas cuestiones lo más importante es la forma. La mayoría de los rusos estamos tan ricamente dotados que nos es preciso el genio para descubrir una forma conveniente. Ahora bien, frecuentemente estamos faltos de genio, que es cosa rara en general. Entre los franceses y en algunos otros europeos la forma está tan bien fijada que se puede aliar a la peor bajeza una dignidad extraordinaria. ...

En la línea 553
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Se pueden encontrar braceros —dije. ...

En la línea 957
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... No pude encontrar a Mr. Astley y regresé a casa. Tarde, ya pasadas las doce de la noche, me enteré por Potapytch de cómo había terminado la jornada de la abuela. Había perdido todo lo que hacía poco le había cambiado yo, es decir, diez mil rublos. El polaco a quien ella había dado dos federicos por la mañana le había servido de factotum y estuvo dirigiendo el juego durante todo el tiempo. ...

En la línea 179
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Se arrastró fuera de la choza como pudo, no sin agrandar los desgarrones de su ropa. Salió de la ciudad, esperando encontrar algún árbol o alguna pila de heno que le diera abrigo. Pero hay momentos en que hasta la naturaleza parece hostil; volvió a la ciudad. Serían como las ocho de la noche. Como no conocía las calles, volvió a comenzar su paseo a la ventura. Cuando pasó por la plaza de la catedral, enseñó el puño a la iglesia en señal de amenaza. Destrozado por el cansancio, y no esperando ya nada se echó sobre un banco de piedra. Una anciana salía de la iglesia en aquel momento, y vio a aquel hombre tendido en la oscuridad. ...

En la línea 374
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - ¡Bendito sea Dios! -dijo ella-. No lo podía encontrar. ...

En la línea 653
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Gracias a los rápidos progresos de aquella industria que había restaurado tan admirablemente, M. se había convertido en un considerable centro de negocios. Los beneficios del señor Magdalena eran tales que al segundo año pudo ya edificar una gran fábrica, en la cual instaló dos amplios talleres, uno para los hombres y otro para las mujeres. Allí podía presentarse todo el que tenía hambre, seguro de encontrar trabajo y pan. Sólo se les pedía a los hombres buena voluntad, a las mujeres costumbres puras, a todos probidad. Era en el único punto en que era intolerante. ...

En la línea 701
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Luego se quedó tres días pensativo sin pronunciar una palabra. Parecía que se había roto el hilo que había creído encontrar. ...

En la línea 694
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Me felicito -exclamó Artegui sin menguar un ápice en seriedad-. Pues, señora -siguió volviéndose a Lucía-, ya tiene usted aquí lo que tanto le hubiera convenido encontrar dos días hace: un amigo de su esposo, que con harta más razón, motivo y derecho que yo, puede servirla de rodrigón hasta que el señor Miranda aparezca. ...

En la línea 987
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Lucía, fascinada, se aproximó a la boca. Los gases mefíticos exhalados del pozo hacían temblar la llama turbia de las lámparas. Allí no hacía calor, sino frío; un frío espeso, sin aire respirable. Entráronse resueltamente por otra galería, y abierta una puerta de hierro, se asustaron todos, menos la guardiana, viendo en torno suyo vasta extensión de agua, una especie de lago subterráneo. Ellos estaban sobre angosta tabla echada a manera de puente a lo ancho del depósito. Aquellas aguas, tendidas en su tumba de piedra, tenían quietud y limpidez lúgubre. La luz de una de las lámparas, dejada exprofeso en la otra orilla por la guardiana para que se viese el grandor del depósito, oscilaba en prolongados rieles sobre la triste transparencia del lago, y remedaba, allá a lo lejos, la tea de un sicario en alguna prisión veneciana. Tal era de fantástico aquel lago, que reflejaba un cielo de granito, que la imaginación se fingía cadáveres flotando en él. Experimentaban Lucía y Pilar vago temor, y sobre todo, cosa pueril, o mejor dicho, eminentemente femenina, les horrorizaba la idea de que en las estrecheces y revueltas de los pasadizos pudiesen encontrar ratas. Sabían que los depósitos comunicaban con las alcantarillas, y ya dos o tres veces palidecieron creyendo ver cruzar una sombra negra, que no era sino la temblona silueta de alguna planta parásita, dibujada en el muro por las luces. De improviso, ambas exhalaron un grito; no cabía duda; sonaba el chillido agrio y agudo de la rata. Lucía, sobre todo, se quedó un punto con los ojos dilatados, inmóvil; allí no era posible correr y huir. Pero el pilluelo y la guardiana soltaron la risa; conocían bien aquel silbido, que no era sino el de las botellas de agua mineral que al otro lado de la pared estaban corchando. Con todo, las mujeres respiraron al salir del sombrío dédalo y ver de nuevo la claridad diurna y sentir el aire fresco que congelaba en su frente las gotas de sudor. ...

En la línea 1142
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Ni sé cómo llegué al cuarto… tenía miedo, mucho miedo de encontrar con alguien… con el ama Engracia… pero yo decía: adelante: Sardiola asegura que se marcha hoy… y si se marcha… tú también te irás a León… y ya, en toda la vida, y en la eternidad, Lucía, como no le veas en el cielo, no sé yo dónde le verás… Cuando uno piensa cosas así tiene un valor… yo temblaba, temblaba como un azogado: puede que haya roto algo en el cuartito chico… lo sentiría… y también sentiré que afeen mi conducta el Padre Urtazu y el Padre Arrigoitia… la afearán, sí que la afearán… yo les diré que sólo quería verle un minuto… como le daba la luz en la cara, le vi muy bien: está tan descolorido… ¡siempre descolorido! También Pilar lo está… y yo… y todos… y el mundo, sí, el mundo se ha puesto de un color, que… antes era rosa y azul celeste… pero ahora… bueno, pues como quería verle, entré… El comedor es grande. El ama Engracia lavaba la vajilla… Bien que corrí. Casualidad fue acertar con su cuarto. Es un cuarto muy bonito. Tiene el retrato de su madre: ¡pobre señora! Duhamel es un gran médico, pero hay males que sólo se curan, digo yo… en el hoyo. Allí todo se cura. Qué bien se debe estar allí… y aquí también. Se está muy bien… dan ganas de dormir, porque… ...

En la línea 36
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Picaporte no era, por cierto, uno de esos Frontines o Mascarillos, que, altos los hombros y la cabeza, descarado y seco al mirar, no son más que unos bellacos insolentes; no. Picaporte era un guapo chico de amable fisonomía y labios salientes, dispuesto siempre a saborear o a acariciar; un ser apacible y servicial, con una de esas cabezas redondas y bonachonas que siempre gusta encontrar en los hombros de un amigo. Tenía azules los ojos, animado el color, la cara suficientemente gruesa para que pudieran verse sus mismos pómulos, ancho el pecho, fuertes las caderas, vigorosa la musculatura, y con una fuerza hercúlea que los ejercicios de su juventud habían desarrollado admirablemente. Sus cabellos castaños estaban algo enredados. Si los antiguos escultores conocían dieciocho modos distintos de arreglar la cabeza de Minerva, Picaporte, para componer la suya, sólo conocía uno: con tres pases de batidor estaba peinado. ...

En la línea 789
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Mistress Aouida confirmó la noticia que el guía indio había hecho de su interesante historia. Pertenecía ella, en efecto, a esa raza que ocupa el primer lugar entre los indígenas. Varios negociantes parsis han hecho grandes fortunas en las Indias en el comercio de algodones. Uno de ellos, sir James Jejeebloy, ha sido ennoblecido por el gobierno inglés, y Aouida era pariente de ese rico personaje que habitaba en Bombay. Contaba ella con encontrar en Hong Kong al honorable Jejeeh, primo de sir Jejeebloy. ¿Hallaría allí refugio y protección? No podría asegurarlo, y a eso respondía mister Fogg que no se inquietara porque todo se arreglaría matemáticamente. Estas fueron sus palabras. ...

En la línea 994
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Mister Fogg, que esperaba encontrar, a la vez, el buque y a su criado, tuvo que pasar sin el uno y sin el otro; pero en su rostro, no apareció ninguna señal de inquietud, y se contentó con responder. ...

En la línea 999
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Dispensadme, pero creí encontrar aquí a vuestro criado. ...


El Español es una gran familia

Más información sobre la palabra Encontrar en internet

Encontrar en la RAE.
Encontrar en Word Reference.
Encontrar en la wikipedia.
Sinonimos de Encontrar.

Busca otras palabras en esta web

Palabras parecidas a encontrar

La palabra broma
La palabra arma
La palabra evitando
La palabra sitio
La palabra herramienta
La palabra moviendo
La palabra semejante

Webs Amigas:

Ciclos Fp de Administración y Finanzas en Ourense . Ciclos Fp de Automoción en Granada . Ciclos Fp de Automoción en Sevilla . - Apartamentos Caños Corporativa