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La palabra semejante
Cómo se escribe

la palabra semejante

La palabra Semejante ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
El cuervo de Leopoldo Alias Clarín
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
El Señor de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Niebla de Miguel De Unamuno
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
La llamada de la selva de Jack London
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece semejante.

Estadisticas de la palabra semejante

Semejante es una de las palabras más utilizadas del castellano ya que se encuentra en el Top 5000, en el puesto 2076 según la RAE.

Semejante tienen una frecuencia media de 46.66 veces en cada libro en castellano

Esta clasificación se basa en la frecuencia de aparición de la semejante en 150 obras del castellano contandose 7093 apariciones en total.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Semejante

Cómo se escribe semejante o zemejante?
Cómo se escribe semejante o semegante?

Más información sobre la palabra Semejante en internet

Semejante en la RAE.
Semejante en Word Reference.
Semejante en la wikipedia.
Sinonimos de Semejante.


la Ortografía es divertida


El Español es una gran familia

Algunas Frases de libros en las que aparece semejante

La palabra semejante puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 434
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... -¡Embustero! ¡Embustero! -contestaba con una voz semejante a un ronquido. ...

En la línea 686
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... De cuando en cuando, abriéndose las mamparas cubiertas de anuncios religiosos, esparcíase en el ambiente calido de la plaza una fresca bocanada de incienso, semejante a la respiración húmeda de un lugar subterráneo. ...

En la línea 1363
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Teresa lo acostó en su cama al ver que el pobrecito seguía temblando entre sus brazos, agarrándose a su cuello y murmurando con voz semejante a un balido: -¡Mare! ¡Mare!. ...

En la línea 1889
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... En su interior notábase inmediatamente el revoloteo de las planchadas cortinas cubriendo las puertas de los estudis, los vasares con pilas de platos y con fuentes cóncavas apoyadas en la pared, exhibiendo pajarracos fantásticos y flores como tomates pintadas en su fondo, y sobre la cantarera, semejante a un altar de azulejos, mostrábanse, como divinidades contra la sed, los panzudos y charolados cántaros, y los jarros de loza y de cristal verdoso pendientes en fila de los clavos. ...

En la línea 249
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... A la noble señora le indignaba todo lo que pudiese alterar la armonía majestuosa de su existencia y de su salón. Su mismo esposo era para ella un motivo de disgusto por sus modales de hombre de trabajo, siempre ansioso de descanso, y aquel desenfado grave y un tanto excéntrico que había copiado de sus corresponsales de Inglaterra. Sólo sentía por él un débil afecto semejante al que inspira un socio comercial. Estaba unida a él por el interés común en favor de los hijos; por cierta gratitud al ver que su trabajo aseguraba la riqueza de sus descendientes. En el hijo mayor había concentrado toda la cantidad de amor de que era capaz su alma austera y orgullosa. ...

En la línea 1199
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Salvatierra, bajo la presión de sus pensamientos, sintió la necesidad de confesarse con alguien, de hablar a aquel ser sencillo de su debilidad y sus vacilaciones ante el misterio de la muerte. Era un deseo, de volcar su pensamiento con la certeza de no ser comprendido, de sacar a luz su alma, semejante al que había visto en los grandes personajes shakesperianos, reyes en desgracia, caudillos perseguidos por el destino, que confían fraternalmente sus ideas a bufones y a locos. ...

En la línea 327
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Por de pronto, el aspecto de la casa mortuoria era muy semejante al que la misma podía ofrecer el día de fiesta de la parroquia, si el amo era factor, o esperaba convidados de categoría. ...

En la línea 38
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... No ignoraba que una bestia semejante valía por lo menos veinte libras; cierto que las palabras con que el presente vino acompañado no tenían precio. ...

En la línea 63
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Con semejante vademécum, D'Artagnan se enc ontró, moral y físi camente, copia exacta del héroe de Cervantes, con quien tan felizmente le hemos comparado cuando nuestros deberes de historiador nos han obligado a trazar su retrato. ...

En la línea 457
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Señor -dijo D'Artagnan-, al dejar Tarbes y venir hacia aquí, me proponía pediros, en recuerdo de esa amistad cuya memoria no habéis perdido, una casaca de mosquetero; pero después de cuanto he visto desde hace dos horas, comprendo que un favor semejante se ría enorme, y tiemblo de no merecerlo. ...

En la línea 512
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Ahora, joven, regulad vuestra conducta sobre esto, y si tenéis, bien por familia, bien por amigos, bien por propio instinto, alguna de esas enemistades contra el cardenal semejante a las que vemos manifestarse en los gentileshombres, decidme adiós y despidámonos. ...

En la línea 356
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Nada tan hosco y repelente como la vista que por el lado suroccidental, hacia Lisboa, presenta el muro de piedra que parece ocultar a Cintra de ojos del mundo; pero el otro lado es como una decoración de mágica hermosura, donde la elegancia artificial y la agreste grandeza, las cúpulas, las torres, los árboles gigantescos, las flores y las cascadas se mezclan de modo que no tiene semejante bajo el sol. ...

En la línea 383
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Mafra es un pueblo grande en las inmediaciones de un edificio inmenso, construído para convento y palacio, algo semejante al Escorial por su estructura; en él se halla la mejor biblioteca de Portugal, con libros de todas las ciencias y en todos los idiomas, muy apropiada a la magnitud y esplendidez del edificio donde se encierra. ...

En la línea 744
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Llegamos a una pequeña eminencia, en cuya cima crecían tres majestuosos pinos; como media legua más lejos había otra elevación semejante. ...

En la línea 1634
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Llevaba un sombrero bajo de copa y ancho de alas, muy semejante al de los carreteros ingleses; envolvíase el cuerpo en una especie de túnica larga y suelta, de cutí ordinario, abierta por delante, lo que permitía ver, en ocasiones, el resto de su traje, compuesto de un jubón y unos calzones de pana. ...

En la línea 172
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Mas que, en tanto que esto no hubiese, tuvieron los pasados caballeros por cosa acertada que sus escuderos fuesen proveídos de dineros y de otras cosas necesarias, como eran hilas y ungüentos para curarse; y, cuando sucedía que los tales caballeros no tenían escuderos, que eran pocas y raras veces, ellos mesmos lo llevaban todo en unas alforjas muy sutiles, que casi no se parecían, a las ancas del caballo, como que era otra cosa de más importancia; porque, no siendo por ocasión semejante, esto de llevar alforjas no fue muy admitido entre los caballeros andantes; y por esto le daba por consejo, pues aún se lo podía mandar como a su ahijado, que tan presto lo había de ser, que no caminase de allí adelante sin dineros y sin las prevenciones referidas, y que vería cuán bien se hallaba con ellas cuando menos se pensase. ...

En la línea 493
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y, puesto que, aunque los conocía, no los sabía leer, anduve mirando si parecía por allí algún morisco aljamiado que los leyese; y no fue muy dificultoso hallar intérprete semejante, pues, aunque le buscara de otra mejor y más antigua lengua, le hallara. ...

En la línea 641
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Después se vino a entender que el haberse mudado de traje no había sido por otra cosa que por andarse por estos despoblados en pos de aquella pastora Marcela que nuestro zagal nombró denantes, de la cual se había enamorado el pobre difunto de Grisóstomo.» Y quiéroos decir agora, porque es bien que lo sepáis, quién es esta rapaza; quizá, y aun sin quizá, no habréis oído semejante cosa en todos los días de vuestra vida, aunque viváis más años que sarna. ...

En la línea 723
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Aunque el mío es de los Cachopines de Laredo -respondió el caminante-, no le osaré yo poner con el del Toboso de la Mancha, puesto que, para decir verdad, semejante apellido hasta ahora no ha llegado a mis oídos. ...

En la línea 272
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ¡Bien sólido hubiera sido menester que fuese el árbol capaz de resistir semejante presión! Además, el Mylodon poseía una larga lengua como la de la jirafa, lo cual y su largo cuello le permitían alcanzar el follaje más alto. Debo advertir de paso que en Abisinia (según Bruce) el elefante hace surcos profundos con los colmillos en el tronco del árbol cuyas ramas no logra arrancar, hasta debilitarlo lo suficiente para hacer que caiga rompiéndolo. ...

En la línea 283
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Ciertamente, no hay ninguna parte del globo que pueda compararse con el África meridional desde el punto de vista del número de los grandes cuadrúpedos; sin embargo, según todas las relaciones de viajes, es imposible negar que esta región es casi un desierto. En Europa necesitamos remontarnos hasta la época terciaria para encontrar en los mamíferos un estado de cosas semejante en algo al que actualmente existe en el Cabo de Buena Esperanza. Nos inclinamos a pensar que los grandes animales abundaban en la época terciaria, porque encontramos acumulados en ciertos sitios los despojos quizá de muchos siglos; pero yo no creo que hubiera entonces más cuadrúpedos grandes que los existentes ahora en el África meridional. Por último, si queremos establecer cuál era el estado de la vegetación durante esas épocas, al ver el que existe hoy, sobre todo, en el Cabo de Buena Esperanza, debemos llegar a la conclusión de que una vegetación extraordinariamente abundante no constituía una condición indispensable en absoluto. ...

En la línea 450
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Un testigo ocular me refiere que las bestias de ganadería se precipitaban por ir a beber en el Paraná en rebaños de muchos miles de cabezas; agotados por la falta de alimento esos animales, érales imposible volver a subir luego las escurridizas márgenes del río y se ahogaban. El brazo del río que pasa por San Pedro estaba tan lleno de cadáveres en putrefacción, que un capitán de barco me dijo haberle sido imposible pasar por allí: tan fétido era el olor. Sin duda ninguna, perecieron así en el río cientos de miles de animales; viéronse flotar sus cadáveres descompuestos dirigiéndose hacia el mar, y probablemente gran número de ellos se depositaron en el estuario de la Plata. El agua de todos los riachuelos volviose salobre; y este hecho produjo la muerte a muchos animales en ciertos sitios, pues cuando un animal bebe de esa clase de aguas muere siempre, de un modo infalible Azara9 describe el furor de los caballos en semejante ocasión: todos se arrojan a los pantanos, y los primeros que llegan son aplastados por la multitud que los sigue. Añade que ha visto más de una vez los cadáveres de más de mil caballos salvajes que habían perecido así. He notado que el cauce de los riachuelos de las Pampas está cubierto por una verdadera capa de osamentas; pero esta capa proviene probablemente de una acumulación gradual, más bien que de una gran destrucción en un período cualquiera. Después de la gran sequía de 1827-1832 sobrevino una estación muy lluviosa que trajo consigo vastas inundaciones. Por tanto, es casi seguro que millares de esqueletos han quedado sepultos por los sedimentos del año mismo que siguió a la sequía. ¿Qué diría un geólogo al ver una colección tan enorme de osamentas pertenecientes a animales de todas las especies y de todas las edades, sepultada bajo una gran masa de tierra? ¿No estaría dispuesto a atribuirla a un diluvio, más bien que al curso natural de las cosas10. ...

En la línea 509
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Hay tantos caballos en este país, que la humanidad y el interés no tienen nada en común; y por esa razón, según creo, es por lo que tiene muy poco imperio la humanidad Un día en que iba yo recorriendo las Pampas a caballo, acompañado por el muy respetable estanciero que me hospedaba, mi rendida cabalgadura se quedaba atrás. Este hombre me gritaba a menudo que la espolease. Le respondí que eso sería una vergüenza, puesto que el caballo estaba completamente agotado de fuerzas. «¡Qué importa!, gritaba. ¡Espoleelo de firme, que el caballo es mío!» Me costó entonces alguna dificultad hacerle comprender que si no empleaba las espuelas era a causa del caballo y no a causa de él. Pareció asombrarse mucho, y exclamó: «Ah! ¡Don Carlos, qué cosa!» Ciertamente, nunca se le había ocurrido una idea semejante. ...

En la línea 387
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El Magistral encontraba casi todos los días a don Saturnino en semejante ocupación. ...

En la línea 1429
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Se formaron partidos; unos decían que bien podía ser, y se citaban multitud de ejemplos de precocidad semejante. ...

En la línea 1451
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... La calumnia con que el aya había querido manchar para siempre la pureza virginal de Anita se fue desvaneciendo; el mundo se olvidó de semejante absurdo, y cuando la niña llegó a los catorce años ya nadie se acordaba de la grosera y cruel impostura, a no ser el aya, su hombre, que seguía esperando, y las tías de Vetusta. ...

En la línea 2011
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Al ventilar semejante negocio, el tipo de la trotaconventos de salón, que sólo se diferencia de las otras en que no hace ruido, asomaba a la figura de aquellas solteronas, como anuncio de vejez de bruja; la chimenea arrojaba a la pared las sombras contrahechas de aquellas señoritas, y los movimientos de la llama y los gestos de ellas producían en la sombra un embrión de aquelarre. ...

En la línea 39
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... La madre, los padrinos, los maestros, que habían visto claramente cuán natural era que el niño de aquella fiesta, de aquel altar, fuera sacerdote, no veían la última consecuencia, también muy natural, necesaria, de semejante vocación, de semejante vida. ...

En la línea 39
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... La madre, los padrinos, los maestros, que habían visto claramente cuán natural era que el niño de aquella fiesta, de aquel altar, fuera sacerdote, no veían la última consecuencia, también muy natural, necesaria, de semejante vocación, de semejante vida. ...

En la línea 78
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Él hubiera querido vencer sin luchar; no saber en la vida de semejante guerra. ...

En la línea 236
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Procedían los Borjas de la ciudad de su mismo nombre, situada en Aragón, y bajaban a Valencia para su conquista, siguiendo al rey don Jaime, que expulsó a los moros. Todos eran de notable hermosura corporal y espíritu ardiente, con grandes ánimos para sus empresas, deseosos de realizar hazañas famosas y unidos por una solidaridad de familia semejante a la de las tribus primitivas. ...

En la línea 331
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... — El único defecto que le echan en cara a Calixto Tercero fue un exagerado amor a su familia. Reconozco que estos Borjas se querían y protegían con un cariño casi feroz, semejante a la fraternidad de los individuos de una tribu rodeada de enemigos. Pero ¿qué Pontífice de aquella época y de otras no protegió a sus parientes, y puso en sus sobrinos un afecto de padre?… Además, el viejo catalán, como le llamaban sus enemigos, era extranjero para los romanos, y necesitaba gente adicta, unida a él por intereses de familia o por la solidaridad que agrupa a los compatriotas. ...

En la línea 406
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Bostezaba en medio de un aburrimiento color de rosa, contando cada mañana al despertar, con anticipado cansancio, todas las fiestas, siempre idénticas, a las que tendría que asistir, siguiendo a Rosaura. Además, ¡ aquellas gentes felices y aburridas le mismo que él, considerándolo como un semejante suyo, sin sospechar que pudiese sentir aspiraciones superiores a la de sus hartazgos materiales!… Y así continuaría, sin saber hasta cuándo esclavo de un amor que le habla dado cumplidas todas sus ilusiones y empezaba a pesarle con la gravitación abrumadora de todo lo que no puede ya reservarnos la sorpresa de un mañana completamente nuevo. ...

En la línea 569
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... También él sentíase agitado por un deseo semejante al de Enciso, que lamentaba no haber sido cardenal en el siglo xv. Le daban envidia los príncipes y condottieri de la época de Segismundo Malatesta y César Borgia, haciendo la guerra entre baile y baile, organizando las fiestas del Carnaval ante ciudades sitiadas, confundiendo en su existencia, para apurarlos de un solo golpe, como el ebrio que bebe de un trago toda su botella, cuantos vicios ha podido inventar el hombre y cuantos placeres ideales guardan las artes. ...

En la línea 108
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Y como si hubiese perdido toda curiosidad, fue sumiéndose en el sueño… . Pero antes de dormirse completamente sintió un pinchazo en una muñeca, algo semejante a la mordedura de un colmillo único, una incisión que pareció llegar hasta el torrente de su sangre. ...

En la línea 124
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Solo entonces se dio cuenta de que alrededor de la otra muñeca, así como en torno de sus tobillos, debía tener amarrados unos filamentos semejantes. Tendido de espaldas como estaba y mirando a lo alto, alcanzó a ver otros tres aeroplanos en forma de animales fantásticos, que se mantenían inmóviles al extremo de otros tantos hilos de plata, a una altura de pocos metros. Comprendió que todo movimiento que hiciese para levantarse daría por resultado un tirón doloroso semejante al que había sufrido. Era un esclavo de los extraños habitantes de esta tierra, y debía esperar sus decisiones, sin permitirse ningún acto voluntario. ...

En la línea 126
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Una de las naves aéreas detuvo su vuelo para bajar en graciosa espiral, hasta inmovilizarse sobre el pecho del coloso. Asomaron entre sus alas rígidas los cuatro tripulantes, que reían y saltaban con un regocijo semejante al de las colegialas en las horas de asueto… . Al mismo tiempo otros monstruos de actividad terrestre se deslizaron por el suelo, cerca del cuerpo de Gillespie. Eran a modo de juguetes mecánicos como los que había usado el siendo niño: leones, tigres, lagartos y aves de aspecto fatídico, con vistosos colores y ojos abultados. En el interior de estos automóviles iban sentadas otras personas diminutas, iguales a las que navegaban por el aire. ...

En la línea 140
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Puede usted hablar sin miedo, Gentleman-Montaña. De todos los miles de seres que están aquí presentes, los únicos que conocen el inglés somos usted y yo. Los demás solo hablan el idioma de nuestra raza… . Y para aplacar su curiosidad, le diré cuanto antes que el inglés es la lengua particular de nuestros sabios; algo semejante a lo que fue el latín, según mis noticias, durante algunos siglos, en los países habitados por los Hombres-Montañas. Yo soy el profesor de inglés en la Universidad Central de nuestra República. ...

En la línea 58
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... A los dos meses de casados, y después de una temporadilla en que Barbarita estuvo algo distraída, melancólica y como con ganas de llorar, alarmando mucho a su madre, empezaron a notarse en aquel matrimonio, en tan malas condiciones hecho, síntomas de idilio. Baldomero parecía otro. En el escritorio canturriaba, y buscaba pretextos para salir, subir a la casa y decir una palabrita a su mujer, cogiéndola en los pasillos o donde la encontrase. También solía equivocarse al sentar una partida, y cuando firmaba la correspondencia, daba a los rasgos de la tradicional rúbrica de la casa una amplitud de trazo verdaderamente grandiosa, terminando el rasgo final hacia arriba como una invocación de gratitud dirigida al Cielo. Salía muy poco, y decía a sus amigos íntimos que no se cambiaría por un Rey, ni por su tocayo Espartero, pues no había felicidad semejante a la suya. Bárbara manifestaba a su madre con gozo discreto, que Baldomero no le daba el más mínimo disgusto; que los dos caracteres se iban armonizando perfectamente, que él era bueno como el mejor pan y que tenía mucho talento, un talento que se descubría donde y como debe descubrirse, en las ocasiones. En cuanto estaba diez minutos en la casa materna, ya no se la podía aguantar, porque se ponía desasosegaba y buscaba pretextos para marcharse diciendo: «Me voy, que está mi marido solo». ...

En la línea 120
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Habiendo apreciado este espectáculo poco grato, el olor de corral que allí había, y el ruido de alas, picotazos y cacareo de tanta víctima, Juanito la emprendió con los famosos peldaños de granito, negros ya y gastados. Efectivamente, parecía la subida a un castillo o prisión de Estado. El paramento era de fábrica cubierta de yeso y este de rayas e inscripciones soeces o tontas. Por la parte más próxima a la calle, fuertes rejas de hierro completaban el aspecto feudal del edificio. Al pasar junto a la puerta de una de las habitaciones del entresuelo, Juanito la vio abierta y, lo que es natural, miró hacia dentro, pues todos los accidentes de aquel recinto despertaban en sumo grado su curiosidad. Pensó no ver nada y vio algo que de pronto le impresionó, una mujer bonita, joven, alta… Parecía estar en acecho, movida de una curiosidad semejante a la de Santa Cruz, deseando saber quién demonios subía a tales horas por aquella endiablada escalera. La moza tenía pañuelo azul claro por la cabeza y un mantón sobre los hombros, y en el momento de ver al Delfín, se infló con él, quiero decir, que hizo ese característico arqueo de brazos y alzamiento de hombros con que las madrileñas del pueblo se agasajan dentro del mantón, movimiento que les da cierta semejanza con una gallina que esponja su plumaje y se ahueca para volver luego a su volumen natural. ...

En la línea 257
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Al principio sí… te diré… —replicó el Delfín buscando las callejuelas de una explicación algo enojosa—. Pero más que por la deshonra se enfurecía por la fuga. Ella quería tener en su casa a la pobre muchacha, que era su machacante. Esta gente del pueblo es atroz. ¡Qué moral tan extraña la suya!, mejor dicho, no tiene ni pizca de moral. Segunda empezó por presentarse todos los días en la tienda de la Concepción Jerónima, y armar un escándalo a su hermano y a su cuñada. «Que si tú eres esto, si eres lo otro… ». Parece mentira; Villalonga y yo, que oíamos estos jollines desde el entresuelo, no hacíamos más que reírnos. ¡A qué degradación llega uno cuando se deja caer así! Estaba yo tan tonto, que me parecía que siempre había de vivir entre semejante chusma. Pues no te quiero decir, hija de mi alma… un día que se metió allí el picador, el querindango de Segunda. Este caballero y mi amigo Izquierdo se tenían muy mala voluntad… ¡Lo que allí se dijeron!… Era cosa de alquilar balcones. ...

En la línea 364
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Seamos francos; la verdad ante todo… me idolatraba. Creía que yo no era como los demás, que era la caballerosidad, la hidalguía, la decencia, la nobleza en persona, el acabose de los hombres… ¡Nobleza, qué sarcasmo! Nobleza en la mentira; digo que no puede ser… y que no, y que no. ¡Decencia porque se lleva una ropa que llaman levita!… ¡Qué humanidad tan farsante! El pobre siempre debajo; el rico hace lo que le da la gana. Yo soy rico… di que soy inconstante… La ilusión de lo pintoresco se iba pasando. La grosería con gracia seduce algún tiempo, después marca… Cada día me pesaba más la carga que me había echado encima. El picor del ajo me repugnaba. Deseé, puedes creerlo, que la Pitusa fuera mala para darle una puntera… Pero, quia… ni por esas… ¿Mala ella? a buena parte… Si le mando echarse al fuego por mí, ¡al fuego de cabeza! Todos los días jarana en la casa. Hoy acababa en bien, mañana no… Cantos, guitarreo… José Izquierdo, a quien llaman Platón porque comía en un plato como un barreño, arrojaba chinitas al picador… Villalonga y yo les echábamos a pelear o les reconciliábamos cuando nos convenía… La Pitusa temblaba de verlos alegres y de verlos enfurruñados… ¿Sabes lo que se me ocurría? No volver a aportar más por aquella maldita casa… Por fin resolvimos Villalonga y yo largamos con viento fresco y no volver más. Una noche se armó tal gresca, que hasta las navajas salieron, y por poco nadamos todos en un lago de sangre… Me parece que oigo aquellas finuras: «¡indecente, cabrón, najabao, randa, murcia… ! No era posible semejante vida. Di que no. El hastío era ya irresistible. La misma Pitusa me era odiosa, como las palabras inmundas… Un día dije vuelvo, y no volví más… Lo que decía Villalonga: cortar por lo sano… Yo tenía algo en mi conciencia, un hilito que me tiraba hacia allá… Lo corté… Fortunata me persiguió; tuve que jugar al escondite. Ella por aquí, yo por allá… Yo me escurría como una anguila. No me cogía, no. El último a quien vi fue Izquierdo; le encontré un día subiendo la escalera de mi casa. Me amenazó; díjome que la Pitusa estaba cambrí de cinco meses… ¡Cambrí de cinco meses… ! Alcé los hombros… Dos palabras él, dos palabras yo… alargué este brazo, y plaf… Izquierdo bajó de golpe un tramo entero… Otro estirón, y plaf… de un brinco el segundo tramo… y con la cabeza para abajo… ...

En la línea 862
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Siguió andando, ofendido, indignado y resuelto a no volver a exponerse a semejante trato; pero el hambre es el amo del orgullo. Así, cuando empezo a caer la noche, hizo otro intento en una nueva casa de labor, pero allí escapó peor que antes, porque le dirigieron palabras gruesas y le amenazaron con prenderle por vagabundo como no se largara más que de prisa. ...

En la línea 904
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Otro rey de Inglaterra tuvo una faena semejante a ésta, antaño… No va contra mi dignidad el encargarme de un oficio que el gran Alfredo no desdeñó ejercer. Pero voy a procurar desempeñarlo mejor que él, que dejó quemar los pasteles. ...

En la línea 985
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Sea, pues. Trataré de esperar. Pero… , un momento. ¿Decís que ha ido a un mandado? ¿Vos lo habéis enviado? Mentís; porque él no habría ido. Os habría tirado de esas viejas barbas si hubiérais osado semejante insolencia. Has mentido, amigo, seguramente has mentido. No iría ni por ti ni por otro hombre alguno. ...

En la línea 1027
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Llenóse de alegría el corazón del rey, que podía ya escaparse si la empresa de Hugo le llevara algo lejos; pero no había de tener semejante suerte. Hugo se deslizó detrás de la mujer, le arrebató el lío y volvió corriendo y envolviéndole en un pedazo de manta vieja que llevaba al brazo. La mujer prorrumpió en gritos no bien sintió la pérdida por la disminución de peso, aunque no se había dado cuenta del hurto. Hugo, sin detenerse, puso el lío en las manos del rey, diciéndole: ...

En la línea 980
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Pero ¿y qué dirán de mí, mujer, si acepto semejante cosa? ...

En la línea 1196
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Naturalmente; hay lágrimas que refrescan y desahogan y lágrimas que encienden y sofocan más. Había llorado y no quiso cenar. Y me estuvo repitiendo su estribillo de que los hombres son ustedes todos unos brutos y nada más que unos brutos. Y ha estado estos días de morro, con un humor de todos los diablos. Hasta que ayer me llamó, me dijo que estaba arrepentida de cuanto le había dicho a usted, que se excedió y fue con usted injusta, que reconoce la rectitud y nobleza de las intenciones de usted y que quiere no ya que usted le perdone aquello que le dijo de que la quería comprar, sino que no cree semejante cosa. Es en esto en lo que hizo más hincapié. Dice que ante todo quiere que usted le crea que si dijo aquello fue por excitación, por despecho, pero que no lo cree… ...

En la línea 719
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Desafiar el mar con semejante barca era una temeridad sin igual, porque bastaban unas cuantas olas para volcarla. Pero aquellos dos piratas no se asustaban por tan poca cosa. ...

En la línea 982
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Pero aun cuando estemos cerca de Labuán, ¿cómo atracar con semejante tiempo? ...

En la línea 36
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Únicamente un gobierno podía poseer una máquina destructiva semejante. En estos desastrosos tiempos en los que el hombre se esfuerza por aumentar la potencia de las armas de guerra es posible que un Estado trate de construir en secreto un arma semejante. Después de los fusiles «chassepot», los torpedos; después de los torpedos, los arietes submarinos; después de éstos … . la reacción. Al menos, así puede esperarse. ...

En la línea 37
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Pero hubo de abandonarse también la hipótesis de una máquina de guerra, ante las declaraciones de los gobiernos. Tratándose de una cuestión de interés público, puesto que afectaba a las comunicaciones transoceánicas, la sinceridad de los gobiernos no podía ser puesta en duda. Además, ¿cómo podía admitirse que la construcción de ese barco submarino hubiera escapado a los ojos del público? Guardar el secreto en una cuestión semejante es muy difícil para un particular, y ciertamente imposible para un Estado cuyas acciones son obstinadamente vigiladas por las potencias rivales. ...

En la línea 169
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Como usted dice, Ned. Piense ahora en los desastres que puede producir una masa semejante lanzada con la velocidad de un expreso contra el casco de un buque. ...

En la línea 235
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Sin embargo, hacia medianoche desapareció, o, por emplear una expresión más adecuada, se «apagó» como una luciérnaga. ¿Habría huido? Cabía temer más que esperar que así fuera. Pero, a la una menos siete minutos, pudimos oír un silbido ensordecedor, semejante al producido por una columna de agua exhalada con una extrema violencia. ...

En la línea 183
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Señora Joe - dijo el tío Pumblechook, hombretón lento, de mediana edad, que respiraba con dificultad y que tenía una boca semejante a la de un pez, ojos muy abiertos y poco expresivos y cabello de color de arena, muy erizado en la cabeza, de manera que parecía que lo hubiesen asfixiado a medias y que acabara de volver en sí -. Quiero felicitarte en este día… Te he traído una botella de jerez y otra de oporto. ...

En la línea 201
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Un poco después, y mientras comíamos aún, el señor Wopsle hizo una crítica bastante severa del sermón, e indicó, en el caso hipotético de que la Iglesia estuviese «abierta», el sermón que él habría pronunciado. Y después de favorecer a su auditorio con algunas frases de su discurso, observó que consideraba muy mal elegido el asunto de la homilía de aquel día; lo cual era menos excusable, según añadió, cuando había tantos asuntos excelentes y muy indicados para semejante fiesta. ...

En la línea 343
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Cuando fuese mayor me pondría de aprendiz con Joe, y hasta que pudiera asumir tal dignidad no debía gozar de ciertas ventajas. Por consiguiente, no solamente tenía que ayudar en la fragua, sino que también si algún vecino necesitaba un muchacho para asustar a los pájaros, para coger piedras o para un trabajo semejante, inmediatamente se me daba el empleo. Sin embargo, a fin de que no quedara comprometida por esas causas nuestra posición elevada, en el estante inmediato a la chimenea de la cocina había una hucha, en donde, según era público y notorio, se guardaban todas mis ganancias. Tengo la impresión de que tal vez servirían para ayudar a liquidar la Deuda Nacional, pero me constaba el que no debía abrigar ninguna esperanza de participar personalmente de aquel tesoro. ...

En la línea 423
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... ¿«Ella»? Miré a Joe moviendo los labios y las cejas, repitiendo silenciosamente «Ella». Él me imitó en mi pantomima, y como mi hermana nos sorprendiera en nuestra mímica, Joe se pasó el dorso de la mano por la nariz, con aire conciliador propio de semejante caso, y la miró. ...

En la línea 333
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Los sueños de un hombre enfermo suelen tener una nitidez extraordinaria y se asemejan a la realidad hasta confundirse con ella. Los sucesos que se desarrollan son a veces monstruosos, pero el escenario y toda la trama son tan verosímiles y están llenos de detalles tan imprevistos, tan ingeniosos, tan logrados, que el durmiente no podría imaginar nada semejante estando despierto, aunque fuera un artista de la talla de Pushkin o Turgueniev. Estos sueños no se olvidan con facilidad, sino que dejan una impresión profunda en el desbaratado organismo y el excitado sistema nervioso del enfermo. ...

En la línea 344
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¿Has perdido la cabeza, Mikolka? ¡Enganchar una bestezuela así a semejante carreta! ...

En la línea 355
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... La muchedumbre que rodea a la carreta ríe también. Y, verdaderamente, ¿cómo no reírse ante la idea de que tan escuálido animal pueda llevar al galope semejante carga? Dos de los jóvenes que están en la carreta se proveen de látigos para ayudar a Mikolka. Se oye el grito de ¡Arre! y el caballo tira con todas sus fuerzas. Pero no sólo no consigue galopar, sino que apenas logra avanzar al paso. Patalea, gime, encorva el lomo bajo la granizada de latigazos. Las risas redoblan en la carreta y entre la multitud que la ve partir. Mikolka se enfurece y se ensaña en la pobre bestia, obstinado en verla galopar. ...

En la línea 556
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Corrió con las llaves al dormitorio. Era una pieza de medianas dimensiones. A un lado había una gran vitrina llena de figuras de santos; al otro, un gran lecho, perfectamente limpio y protegido por una cubierta acolchada confeccionada con trozos de seda de tamaño y color diferentes. Adosada a otra pared había una cómoda. Al acercarse a ella le ocurrió algo extraño: apenas empezó a probar las llaves para intentar abrir los cajones experimentó una sacudida. La tentación de dejarlo todo y marcharse le asaltó de súbito. Pero estas vacilaciones sólo duraron unos instantes. Era demasiado tarde para retroceder. Y cuando sonreía, extrañado de haber tenido semejante ocurrencia, otro pensamiento, una idea realmente inquietante, se apoderó de su imaginación. Se dijo que acaso la vieja no hubiese muerto, que tal vez volviese en sí… Dejó las llaves y la cómoda y corrió hacia el cuerpo yaciente. Cogió el hacha, la levantó… , pero no llegó a dejarla caer: era indudable que la vieja estaba muerta. ...

En la línea 535
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Pero, ¿cómo? —contestó inmediatamente el general, alzando la voz y haciéndose el desentendido—. ¿Cómo se ha podido decidir a hacer semejante viaje? A su edad… con su mal estado de salud… Todo esto es tan imprevisto que nuestra sorpresa es comprensible. Pero estoy tan contento… y procuraremos todos —aquí una encantadora sonrisa—, por todos los medios, hacer su estancia aquí lo más agradable posible. Ya lo verá usted. ...

En la línea 600
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Bueno, felizmente, ya veo que no hay chinches. Quite las sábanas. Poned mis sábanas y mis almohadas. Todo esto es demasiado lujoso. ¿Qué he de hacer, a mi edad, en semejante habitación? Me aburriré mucho aquí. Alexei Ivanovitch, ven a verme a menudo, después de darles la lección a los niños. ...

En la línea 1026
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... No era posible hacer nada con semejante hombre. Por otra parte, dejarle solo era peligroso, pues podía ocurrirle algo. Conseguí salir, pero advertí a la niñera que diese una mirada de cuando en cuando. Hablé, además, al mozo del corredor, un muchacho muy inteligente, que me prometió vigilarle. ...

En la línea 1183
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... A decir verdad, sigue enferma todavía, al cabo de un mes. ¿Cuál fue la causa de semejante estado y de aquella escena? ¿Orgullo ofendido? ¿Arrepentimiento o desesperación por haber venido a buscarme? ...

En la línea 699
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Javert era como un ojo siempre fijo sobre el señor Magdalena; ojo lleno de sospechas y conjeturas. El señor Magdalena llegó al fin a advertirlo; pero, a lo que parece, semejante cosa significó muy poco para él. No le hizo ni una pregunta; ni lo buscaba ni le huía, y aparentaba no notar aquella mirada incómoda y casi pesada. ...

En la línea 1001
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Ya hemos sondeado antes las profundidades de su conciencia; volvamos a sondearlas otra vez. No lo haremos sin emoción, porque no hay nada más terrible que semejante estudio. ...

En la línea 1005
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Sin embargo, hasta entonces no le había pasado nada semejante a lo que ahora le sucedía. ...

En la línea 1019
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Y si en tales momentos le hubieran dicho que llegaría un día en que resonaría ese nombre en sus oídos; en que saldría repentinamente de las tinieblas y se erguiría delante de él; en que esa gran luz encendida para disipar el misterio que lo rodeaba resplandecería súbitamente sobre su cabeza, pero le aseguraran que tal nombre no le amenazaría, que semejante luz no produciría sino una oscuridad más espesa, que aquel velo roto aumentaría el misterio, que aquel terremoto consolidaría su edificio; que aquel prodigioso incidente no tendría más resultado, si él quería, que hacer su existencia a la vez más clara y más impenetrable, y que de su confrontación con el fantasma de Jean Valjean el bueno y digno ciudadano señor Magdalena saldría más tranquilo y más respetado que nunca; si alguien le hubiera dicho esto, lo habría tomado como lo más insensato que escuchara jamás. ...

En la línea 22
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Aturdido, sufriendo un dolor intolerable en la garganta y en la lengua, medio asfixiado, Buck intentó hacer frente a sus torturadores. Pero una y otra vez lo tumbaron y le apretaron más la cuerda hasta que lograron limar el grueso collar de latón y quitárselo del pescuezo. Entonces retiraron la soga y con violencia lo metieron en un cajón grande semejante a una jaula. ...

En la línea 51
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... El incansable pulso de la hélice latía día y noche en el barco, y aunque cada día era muy semejante al anterior, Buck percibió que cada vez hacía más frío. Por fin, una mañana la hélice se detuvo y una atmósfera de excitación se extendió por el barco. Buck la sintió, igual que los demás perros, y supo que se aproximaba un cambio. François les colocó collares y correas y los condujo a cubierta. Al dar el primer paso sobre la fría superficie, las patas de Buck se hundieron en una cosa fofa y blanca muy semejante al lodo. Resopló y dio un salto atrás. En el aire caía más de aquella materia blanca. Se sacudió, pero le siguió cayendo encima. La olisqueó con curiosidad y a continuación recogió un poco sobre la lengua. Quemaba como el fuego y un instante después había desaparecido. Aquello lo intrigó. Lo intentó nuevamente, con igual resultado. Los espectadores reían a carcajadas y Buck se sintió avergonzado sin saber por qué, era la primera vez que veía nieve. ...

En la línea 51
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... El incansable pulso de la hélice latía día y noche en el barco, y aunque cada día era muy semejante al anterior, Buck percibió que cada vez hacía más frío. Por fin, una mañana la hélice se detuvo y una atmósfera de excitación se extendió por el barco. Buck la sintió, igual que los demás perros, y supo que se aproximaba un cambio. François les colocó collares y correas y los condujo a cubierta. Al dar el primer paso sobre la fría superficie, las patas de Buck se hundieron en una cosa fofa y blanca muy semejante al lodo. Resopló y dio un salto atrás. En el aire caía más de aquella materia blanca. Se sacudió, pero le siguió cayendo encima. La olisqueó con curiosidad y a continuación recogió un poco sobre la lengua. Quemaba como el fuego y un instante después había desaparecido. Aquello lo intrigó. Lo intentó nuevamente, con igual resultado. Los espectadores reían a carcajadas y Buck se sintió avergonzado sin saber por qué, era la primera vez que veía nieve. ...

En la línea 98
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Cuando llegaron al Hootalinqua y al hielo firme, Buck estaba agotado. El resto de los perros se encontraba en un estado semejante; pero Perrault, para compensar el tiempo perdido, les exigía trabajar de sol a sol. El primer día recorrieron sesenta kilómetros hasta el Big Salmon; al siguiente, sesenta más hasta el Little Salmon; el tercer día otros setenta, lo cual los llevó hasta bastante cerca de Five Fingers. ...

En la línea 214
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Extinguido ya la mayor parte del alumbrado en el fondín, sólo ardía una bomba en cada cuádruple mechero; los mozos charlaban sentados en los rincones, o conducían perezosamente a la cocina obeliscos de platos grasientos y sucios, y montones de arrugadas servilletas. En la mesa grande, casi vacía, se alzaban solitarios los altos floreros, y a la luz escasa era lúgubre la mancha blanca del enorme mantel, semejante a un sudario. Sobre el mostrador, un quinqué de petróleo despedía en torno un círculo de claridad anaranjada, concreta, y el amo del establecimiento -sirviéndole de pupitre la tableta de mármol-, escribía guarismos en una gran agenda. Miranda, azorado, se llegó a él, acercándose mucho, tocándole casi: ...

En la línea 476
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Hablaba español la dueña de la tienda, semejante en esto a la mayoría de los comerciantes de Bayona; y al pedirle Lucía dos juegos de ropa blanca, aprovechó sus conocimientos en la lengua de Cervantes para tratar de embarcarla en más compras. Tomando a Lucía y a Artegui por recién casados, se puso lisonjera, insinuante, pesadísima, y se empeñó en enseñarles un equipo completo, barato, de lo más distinguido; echó sobre el mostrador brazadas de prendas, una marea de randas, de bordados, de cintas y de batista. No contenta con lo cual, y viendo que Lucía, semianegada en olas de lino, hacía signos negativos con cabeza y manos, tocó otro resorte y trajo enormes cajas de cartón, que, destapadas, mostraron encerrar gorritas microscópicas, pañales de franela festoneados menudamente, capas de merino y de piqué, faldones inverosímilmente largos, y otras menudencias que arrebataron a Lucía la sangre al rostro. ...

En la línea 544
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Artegui, risueño y solícito, le ofreció el brazo, pero ella no quiso cogerse. Al llegar a la calle anduvo muy callada, con los ojos bajos, echando de menos la protectora sombra del negro velo de su manto de encaje, que le cubría las mejillas, dándole tan modesto porte, cuando en León cruzaba bajo las bóvedas medio derruidas y llenas de andamiaje de la catedral. La de Bayona le pareció linda como un dije de filigrana; pero no pudo oír en ella tan devotamente la misa: se lo estorbaba la pulcritud esmerada del templo, semejante a caja primorosa; los colores vivos de las figuras neobizantinas pintadas sobre oro en el crucero, o la novedad de aquel coro descubierto, de aquel tabernáculo aislado y sin retablo, el moverse de los reclinatorios, el circular de las alquiladoras de sillas. Parecíale estar en un templo de culto diverso del que ella profesaba. Una Virgen blanca, con filetes de oro en el manto, que presentaba el divino infante en una de las capillas de la nave, la tranquilizó algo. Allí rezó buena porción de salves, deshojó las rosas sangrientas del rosario, los místicos lirios de la letanía. Salió del templo con ligero paso y alegre corazón. Lo primero que vio a la puerta fue a Artegui, contemplando con interés la gótica forma de la portada. ...

En la línea 575
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Salió el carruaje veloz como un dardo, y Lucía cerró los ojos, gozando en no pensar, en sentir las rápidas caricias del viento, que echaba atrás las puntas de su corbata, los undívagos mechones de su cabellera. Pintoresco y ameno, el camino merecía, no obstante, una mirada. Eran cultivadas tierras, casas de placer con picudos techos, parques ingleses de fresco césped y menuda grama, amarillenta ya, como de otoño. Al divisar torcida vereda que, desviándose de la carretera, culebreaba por entre los sembrados, detuvo Artegui con un grito al cochero, y dio a Lucía la mano para que descendiese. Buscó el vasco el abrigo de unas tapias donde parar sin riesgo el sudoroso tronco, y Artegui y Lucía se internaron a pie siguiendo el senderito, ella delante, recobrada su alegría infantil, su gozar inocente en el cansancio del cuerpo. La cautivaba todo, las flores del trébol, que salpicaban de una lluvia de pintas carmesíes el verdinegro campo; las manzanillas tardías y los acianos pálidos en las lindes, las digitales que cogía risueña haciéndolas estallar con las dos manos, los rizados airones del apio, las acogolladas coles, puestas en fila, separada cada fila por un surco, semejante a una trinchera. La tierra, de puro labrada, abonada, removida, tenía no sé qué aspecto de decrepitud. Sus poderosos flancos parecían gemir, sudando una humedad viscosa y tibia, mientras en los linderos incultos, al borde del caminillo, quedaban aún rincones vírgenes, donde a placer crecían las bellas superfluidades campestres, las gramineas vaporosas, las florecillas multicolores, los agudos cardos. ...

En la línea 189
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... En efecto, un largo artículo publicado el 7 de octubre en el 'Boletín de la Sociedad de Geografía', trató la cuestión desde todos los aspectos y demostró claramente la locura de la empresa. Según este artículo, el viajero lo tenía todo en contra suya, obstáculos humanos, obstáculos naturales. Para que pudiese tener éxito el proyecto, era necesario admitir una concordancia maravillosa en las horas de llegada y de salida, concordancia que no existía ni podía existir. En Europa, donde las distancias son relativamente cortas, se puede en rigor contar con que los trenes llegarán a hora fija; pero cuando tardan tres días en atravesar la India y siete en cruzar los Estados Unidos, ¿podían fundarse sobre su exactitud los elementos de semejante problema? ¿Y los contratiempos de máquinas, los descarrilamientos, los choques, los temporales, la acumulación de nieves? ¿No parecía presentarse todo contra Phileas Fogg? ¿Acaso en los vapores no podrían encontrarse durante el invierno expuesto a los vientos o a las brumas? ¿Es quizá cosa extraña que los más rápidos andadores de las líneas transoceánicas experimenten retrasos de dos y tres días? Y bastaba con un solo retraso, con uno solo, para que la cadena de las comunicaciones sufriese una ruptura irreparable. Si Phileas Fogg faltaba, aunque tan sólo fuese por algunas horas a la salida de algún vapor, se vería obligado a esperar el siguiente, y por este solo motivo su viaje se vería irrevocablemente comprometido. ...

En la línea 505
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Allí se encontraron en presencia de un animal medio domesticado, que su propietario domaba, no para hacerlo animal de carga, sino de pelea. Con este fin había comenzado por modificar el carácter naturalmente apacible del elefante, procurando conducirlo gradualmente a ese paroxismo de furor llamado 'muths' en lengua india, y esto manteniéndolo durante tres meses con azúcar y manteca. Este tratamiento puede parecer poco apropiado para obtener semejante resultado, pero no deja de ser empleado con éxito por los criadores. Afortunadamente para Fogg, el elefante en cuestión llevaba poco tiempo de ese régimen, y el 'muths' no se había declarado todavía. ...

En la línea 647
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Los fakires, los guardias, los sacerdotes, acometidos de súbito terror, estaban tendidos boca abajo sin atreverse a levantar la vista ni mirar semejante prodigio. ...

En la línea 985
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Durante esta escena, que iba, quizá, a comprometer gravemente el porvenir de mister Fogg, éste se paseaba con Aouida por las calles de la ciudad inglesa. Desde que la joven había aceptado la oferta de conducirla a Europa, mister Fogg había tenido que pensar en todos los pormenores que requiere tan largo viaje. Que un inglés como él diese la vuelta al mundo con un saco de noche, pase; pero una mujer no podía emprender semejante travesía, en tales condiciones. De aquí resultaba la necesidad de comprar vestidos y objetos necesarios para el viaje. Mister Fogg hizo este servicio con la calma que le caracterizaba, y a todas las excusas y observaciones de la joven viuda, confundida con tanto obsequio, respondió invariablemente: ...

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