Cómo se escribe.org.es

La palabra dijo
Cómo se escribe

la palabra dijo

La palabra Dijo ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
El cuervo de Leopoldo Alias Clarín
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
Memoria De Las Islas Filipinas. de Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
Blancanieves de Jacob y Wilhelm Grimm
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
El Señor de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Niebla de Miguel De Unamuno
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
La llamada de la selva de Jack London
Amnesia de Amado Nervo
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece dijo.

Estadisticas de la palabra dijo

La palabra dijo es una de las palabras más comunes del idioma Español, estando en la posición 95 según la RAE.

Dijo es una palabra muy común y se encuentra en el Top 500 con una frecuencia media de 713.63 veces en cada obra en castellano

El puesto de esta palabra se basa en la frecuencia de aparición de la dijo en 150 obras del castellano contandose 108471 apariciones en total.

Más información sobre la palabra Dijo en internet

Dijo en la RAE.
Dijo en Word Reference.
Dijo en la wikipedia.
Sinonimos de Dijo.

Algunas Frases de libros en las que aparece dijo

La palabra dijo puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 422
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... -¡Barret, Hijo mío! -dijo con voz entrecortada-. ...

En la línea 516
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Batiste, al inspeccionar las incultas tierras, se dijo que allí había trabajo para largo rato. ...

En la línea 727
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... -Parle vosté (Hable usted) -dijo, avanzando un pie, la acequia más vieja, pues, por servicio secular, el tribunal, en vez de valerse de las manos, señalaba con la blanca alpargata a quien debía hablar. ...

En la línea 737
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... -¡Cuatre sous de multa! (¡Cuatro sueldos de multa!) -dijo el presidente. ...

En la línea 97
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --¡Hola, barbián!--dijo Dupont el menor al ver a Montenegro.--¿Cómo está tu familia? Un día de estos iré a la viña. Quiero probar un caballo que compré ayer. ...

En la línea 113
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Ayer no te vi--dijo Dupont frunciendo el ceño y coloreándosele las mejillas. ...

En la línea 129
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Don Fernando Salvatierra--dijo con voz trémula, haciendo esfuerzos por contener su indignación--fue mi maestro y le debo mucho. Además, es el mejor amigo de mi padre, y yo sería un desagradecido sin entrañas si no fuese a verle después de sus desgracias. ...

En la línea 131
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Pues su padre de usted, don Pablo--dijo Fermín,--también fue amigo de don Fernando Salvatierra y más de una vez acudió a él pidiéndole apoyo en aquella época de pronunciamientos y cantones. ...

En la línea 131
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Y a eso llaman higiene, o geografía, o democracia, y dicen que lo dijo San Quetelé o San Tararira. ...

En la línea 133
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... ¿Habrá embustero? —y, entusiasmándose, añadía Cuervo—: Por algo se dijo aquello de ...

En la línea 295
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... —Retumba, ¿eh? —dijo Antón el Bobo, acercándose familiarmente a Cuervo, riéndose francamente y tocando en el hombro a nuestro protagonista. ...

En la línea 94
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Sacó su espada por entero de la funda y comenzó a perseguirle gritando:-¡Volveos, volveos, señor burlón, para que no os hiera por la es palda!-¡Herirme a mí! -dijo el otro girando sobre sus talones y mirando al joven con tanto asombro como desprecio-. ...

En la línea 108
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Y bien, ¿qué tal va ese rabioso? -dijo volviéndose al ruido de la puerta que se abrió y dirigiéndose al hostelero que venía a informar se sobre su salud. ...

En la línea 111
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Ya esta mejor -dijo el hostelero-: se ha desvanecido totalmente. ...

En la línea 112
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -¿De verdad? -dijo el gentilhombre. ...

En la línea 168
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Esto es por lo que mira al módico tributo de los indios y mestizos, y el mas crecido de los chinos, principal cargo y objeto en que los correjidores y alcaldes mayores ocupan toda su atencion, tanto por llenar el cargo formado, cuanto por tener fondos disponibles para sus tráficos y comercios, que es el segundo y principal punto de sus ocupaciones, como ya se dijo; todos los demas cuidados de su empleo son como secundarios ó accesorios, y que no les obligan estrictamente. ...

En la línea 386
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Cuando estaba viendo los claustros, se me acercó un muchacho muy apuesto y de rostro inteligente, y me preguntó (supongo que con la esperanza de ganarse una propina) si le permitiría enseñarme la iglesia del pueblo, muy digna de verse, según dijo; rehusé, pero añadí que si me guiaba a la escuela se lo agradecería mucho. ...

En la línea 397
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... —Entonces, ¿no es verdad—dije yo—que todos los conventos han sido cerrados y expulsados los frailes? —Sí, sí—dijo suspirando—; es verdad, demasiado verdad. ...

En la línea 405
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Dos o tres veces intenté hacerle hablar de la escuela, pero esquivó el tema, o dijo en pocas palabras que no sabía nada acerca de eso. ...

En la línea 428
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Pronto cerré trato con un muchacho de mirar selvático que se ofreció a tomarme a bordo de uno de aquellos botes, del que era copropietario, según dijo. ...

En la línea 33
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Decid -le repliqué yo, oyendo lo que me decía-: ¿de qué modo pensáis llenar el vacío de mi temor y reducir a claridad el caos de mi confusión? A lo cual él dijo: -Lo primero en que reparáis de los sonetos, epigramas o elogios que os faltan para el principio, y que sean de personajes graves y de título, se puede remediar en que vos mesmo toméis algún trabajo en hacerlos, y después los podéis bautizar y poner el nombre que quisiéredes, ahijándolos al Preste Juan de las Indias o al Emperador de Trapisonda, de quien yo sé que hay noticia que fueron famosos poetas; y cuando no lo hayan sido y hubiere algunos pedantes y bachilleres que por detrás os muerdan y murmuren desta verdad, no se os dé dos maravedís; porque, ya que os averigüen la mentira, no os han de cortar la mano con que lo escribistes. ...

En la línea 35
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y luego, en el margen, citar a Horacio, o a quien lo dijo. ...

En la línea 51
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Cuanto más que, si bien caigo en la cuenta, este vuestro libro no tiene necesidad de ninguna cosa de aquellas que vos decís que le falta, porque todo él es una invectiva contra los libros de caballerías, de quien nunca se acordó Aristóteles, ni dijo nada San Basilio, ni alcanzó Cicerón; ni caen debajo de la cuenta de sus fabulosos disparates las puntualidades de la verdad, ni las observaciones de la astrología; ni le son de importancia las medidas geométricas, ni la confutación de los argumentos de quien se sirve la retórica; ni tiene para qué predicar a ninguno, mezclando lo humano con lo divino, que es un género de mezcla de quien no se ha de vestir ningún cristiano entendimiento. ...

En la línea 145
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... En esto, sucedió acaso que un porquero que andaba recogiendo de unos rastrojos una manada de puercos -que, sin perdón, así se llaman- tocó un cuerno, a cuya señal ellos se recogen, y al instante se le representó a don Quijote lo que deseaba, que era que algún enano hacía señal de su venida; y así, con estraño contento, llegó a la venta y a las damas, las cuales, como vieron venir un hombre de aquella suerte, armado y con lanza y adarga, llenas de miedo, se iban a entrar en la venta; pero don Quijote, coligiendo por su huida su miedo, alzándose la visera de papelón y descubriendo su seco y polvoroso rostro, con gentil talante y voz reposada, les dijo: -No fuyan las vuestras mercedes ni teman desaguisado alguno; ca a la orden de caballería que profeso non toca ni atañe facerle a ninguno, cuanto más a tan altas doncellas como vuestras presencias demuestran. ...

En la línea 167
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Estos animales minan tan completamente espacios grandísimos, que al pasar por encima de sus galerías los caballos, se hunden a menudo hasta los corvejones. Hasta cierto punto, los tucutucos parecen vivir en sociedad; el hombre que me dio mis ejemplares había cogido seis de un golpe, y me dijo que era cosa harto común el coger a muchos juntos. ...

En la línea 234
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... El general Rosas expresó deseos de verme, circunstancia de la cual hube de felicitarme más tarde. Es un hombre de un carácter extraordinario, que ejerce la más profunda influencia sobre sus compatriotas, influencia que sin duda pondrá al servicio de su país para asegurar su prosperidad y su ventura6. Dícese que posee 74 leguas cuadradas de terreno y unas 300.000 cabezas de ganado. Dirige admirablemente sus inmensas propiedades y cultiva mucho más trigo que todos los demás propietarios del país. Las leyes que ha hecho para sus propias estancias, un cuerpo de tropas (de varios centenares de hombres) que ha sabido disciplinar admirablemente de modo que resistieran los ataques de los indios: he aquí lo que ante todo hizo fijarse en él y que comenzara su celebridad. Cuéntanse muchas anécdotas acerca de la rigidez con que hacía ejecutar sus mandatos. Véase una de esas anécdotas: había ordenado, bajo pena de ser atado a la picota, que nadie llevase cuchillo el domingo. En efecto, ese día es cuando se bebe y se juega más; de ahí resultan disputas que degeneran en peleas, en las cuales naturalmente representa su papel el cuchillo y que casi siempre acaban por homicidios. Un domingo se presentó con gran ceremonial el gobernador para visitarle; y el general Rosas, en su apresuramiento por ir a recibirle, salió con el cuchillo al cinto como de costumbre. Su intendente le tocó en el brazo y le recordó la ley. Volviéndose entonces inmediatamente el general hacia el gobernador, le dice que lo siente muchísimo, pero que tiene que abandonarle para ir a hacer que le aten a la picota y que ya no es dueño en su propia casa hasta que vayan a desatarle. Poco tiempo después convencieron al intendente para que fuese a dejar en libertad a su jefe; pero apenas lo había hecho así, volvióse el general y le dijo: «Acaba Vd ...

En la línea 241
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... En la conversación el general Rosas es entusiasta, pero a la vez está lleno de buen sentido y de gravedad, llevada esta última hasta el exceso. Uno de sus bufones (tiene dos junto a su persona, como los señores feudales) me contó con este motivo la anécdota siguiente: «Un día deseaba oír yo cierta pieza de música y fui dos o tres veces en busca del general para pedirle que mandase tocarla. La primera vez me respondió: - Déjame en paz, estoy ocupado. - Fui a buscarle por segunda vez y me dijo: - Como vuelvas de nuevo, hago que te castiguen. -Volví por tercera vez y echóse a reír. Me escapé de su tienda, pero era demasiado tarde; ordenó a dos soldados que me cogiesen y me atasen a cuatro postes. Pedí perdón invocando a todos los santos de la corte celestial, pero no quiso perdonarme; cuando el general se ríe, no perdona a nadie». El pobre diablo aún ponía una cara angustiosa al recordar los postes. En efecto, es un suplicio muy doloroso: clávanse cuatro pilotes en el suelo, de los cuales se suspende horizontalmente al hombre por las muñecas y por los tobillos, y allí se le deja estirarse durante algunas horas. Evidentemente, la idea de este suplicio se ha tomado del método que se emplea para secar las pieles. Mi entrevista con el general terminó sin que se sonriese ni una sola vez; y obtuve de él un pasaporte y un permiso para valerme de los caballos de posta del gobierno, documentos que me dio de la manera más servicial. ...

En la línea 253
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Encuéntranse esas costras en muchas partes de la América del Sur, donde el clima es moderadamente seco; pero nunca he visto tantas como en los alrededores de Bahía Blanca. Allí, como en otras partes de la Patagonia, la sal consiste principalmente en una mezcla de sulfato de sosa con un poco de sal común. Todo el tiempo en que el suelo de estos salitrales (como los llaman los españoles impropiamente, porque han tomado esa sustancia por salitre), permanece lo suficientemente húmedo, no se ve nada más que una llanura cuyo suelo es negro y fangoso;, acá y allá algunas matas de plantas vigorosas. Si se vuelve a una de esas llanuras después de unos cuantos días de calor, causa grandísima sorpresa el encontrarla enteramente blanca como si hubiese caído nieve y el viento hubiera acumulado ésta en montoncitos en muchas partes. Este último efecto proviene de que durante la evaporación lenta suben las sales a lo largo de las matas de hierba muerta, de los trozos de leña seca y de los terrones de tierra, en vez de cristalizar en el fondo de las charcas de agua. Los salitrales se encuentran en las llanuras elevadas unos cuantos pies nada más sobre el nivel del mar o en los terrenos de aluvión que costean a los ríos. M. Parchappe7 ha visto que las costras salinas en las planicies sitas a algunas millas de distancia del mar consisten principalmente en sulfato de sosa y no contienen más que 7 por 100 de sal común, al paso que junto a la costa la sal común entra en la proporción de 37 por 100. Esta circunstancia induce a creer que el sulfato de sosa es engendrado en el suelo por el cloruro de sodio que quedó en la superficie durante el lento y reciente levantamiento de este país seco; sea como fuere, el fenómeno merece llamar la atención a los naturalistas. Las plantas vigorosas que crecen en el suelo y que, como es sabido, contienen mucha sosa, ¿tienen el poder de descomponer el cloruro sódico? El fango negro, fétido y abundante en materias orgánicas, ¿cede el azufre y por fin el ácido sulfúrico de que está saturado? Dos días después me encamino de nuevo al puerto. Ya nos acercábamos al punto de llegada, cuando mi acompañante (el mismo hombre que me había guiado) vio a lejos a tres personas cazando a caballo. Echo pie a tierra enseguida, los examinó con cuidado y me dijo: «No montan a caballo como cristianos y además nadie puede abandonar el fuerte». Reuniéronse los tres cazadores y se apearon también. Por último, uno de ellos volvió a montar a caballo, dirigiose hacia lo alto de la colina y desapareció. Mi acompañante me dijo: «Ahora tenemos que montar otra vez a caballo, cargue V ...

En la línea 17
del libro Blancanieves
del afamado autor Jacob y Wilhelm Grimm
... Entonces hizo llamar a un cazador y le dijo: -Lleva esa niña al bosque; no quiero que aparezca más ante mis ojos. ...

En la línea 20
del libro Blancanieves
del afamado autor Jacob y Wilhelm Grimm
... Como era tan linda el cazador tuvo piedad y dijo: -¡Corre, pues, mi pobre niña! Pensaba, sin embargo, que las fieras pronto la devorarían. ...

En la línea 37
del libro Blancanieves
del afamado autor Jacob y Wilhelm Grimm
... El primero dijo: -¿Quién se sentó en mi sillita? El segundo: -¿Quién comió en mi platito? El tercero: -¿Quién comió de mi pan? El cuarto: -¿Quién comió de mis legumbres? El quinto. ...

En la línea 38
del libro Blancanieves
del afamado autor Jacob y Wilhelm Grimm
... -¿Quién pinchó con mi tenedor? El sexto: -¿Quién cortó con mi cuchillo? El séptimo: -¿Quién bebió en mi vaso? Luego el primero pasó su vista alrededor y vio una pequeña arruga en su cama y dijo: -¿Quién anduvo en mi lecho? Los otros acudieron y exclamaron: -¡Alguien se ha acostado en el mío también! Mirando en el suyo, el séptimo descubrió a Blancanieves, acostada y dormida. ...

En la línea 113
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —¡Mia tú, Chiripa, que dice que pué más que yo! —dijo el monaguillo, casi escupiendo las palabras; y disparó media patata asada y podrida a la calle apuntando a un canónigo, pero seguro de no tocarle. ...

En la línea 120
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Ya lo decía el señor Custodio el beneficiao a don Pedro el campanero el otro día: Ese don Fermín tié más orgullo que don Rodrigo en la horca, y don Pedro se reía; y verás, el otro dijo después, cuando ya había pasao don Fermín: ¡Anda, anda, buen mozo, que bien se te conoce el colorete!. ...

En la línea 343
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —Va al coro —dijo una de las damas. ...

En la línea 461
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —No importa —se dijo —esta visita a la catedral es un pretexto. ...

En la línea 247
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Procuró hablar, y con voz muy dulce y muy honda dijo que le conocía, que recordaba haberle besado las manos el día de su primera misa, siendo ella muy pequeña; y después, que le había visto pasar muchas veces por la plazuela. ...

En la línea 253
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... La madre dijo que era lo convenido entre ellas. ...

En la línea 28
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Poco antes que Borja se diese cuenta de que ya llevaba un año junto a Rosaura, esta existencia común empezó a sufrir variaciones. Ella le dijo un día con cierta gravedad, como si presintiese un peligro: ...

En la línea 115
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... -—Una casa seria, dirigida por personas creyentes—dijo a Claudio, que deseaba llevarle a un alojamiento mejor—. No es decente para uno de mi clase ir a donde vais vosotros. Demasiadas mujeres en tierra, y todas con los brazos al aire, escotadas de un modo escandaloso… ¡hasta dentro de los templos! ...

En la línea 151
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —Fíjate bien—dijo—; esto te pertenece, es de tu familia: las cartas de los Borjas, que luego los italianos llamaron Borgias… Esta es de Alejandro VI a su hijo mayor el duque de Gandía. Esta otra, de César Borgia cuando aún no era soldado y ostentaba el título de cardenal de Valencia. ...

En la línea 159
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... — Tú sabes algo de eso, Claudio— dijo el canónigo—. Muchas veces me hablaste de la obra que pensabas escribir sobre el Papa Luna. Estoy seguro de que no la has terminado… Tal vez no has escrito una sola línea. ¡ Qué vas a escribir en esta vida que ahora llevas!… Pero, en fin, conoces las aventuras del Papa del mar y también lo que ocurrió en el Concilio de Constanza, que de tres papas hizo uno, proclamando a Martín V, así como la resistencia de nuestro don Pedro en el castillo de Peñíscola, donde tú estuviste marchándote sin venir a Valencia… Imagínate cómo sería Roma después de un abandono que duró cerca de un siglo. ...

En la línea 28
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Además -dijo la viuda-, yo deseo un yerno que sea persona seria y trabaje con provecho. Nunca me han gustado los hombres que pasan el tiempo soñando despiertos, leyendo libros o escribiendo cosas que nada producen. ...

En la línea 54
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Hemos tocado con la proa una mina flotante -dijo contestando a las preguntas de Gillespie-. Y si no es una mina, será un torpedo abandonado por alguno de los corsarios alemanes que navegaron en el Pacífico. ...

En la línea 56
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - No creo en la mina ni en el torpedo, -dijo este hombre-. Deben haber embarcado dinamita en Nueva Zelanda o alguna otra materia explosiva. Lo cierto es que nos vamos a pique irremediablemente. ...

En la línea 107
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Voy a pasar la noche en numerosa compañía -se dijo Edwin-. ¡Y yo que me imaginaba esta tierra como un desierto!… Mañana, indudablemente, presenciaré cosas extraordinarias y podré explicarme los misterios de esta noche. ¡Ahora, a dormir! ...

En la línea 53
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Aunque Barbarita era desenfadada en el pensar, pronta en el responder, y sabía sacudirse una mosca que le molestase, en caso tan grave se quedó algo mortecina y tuvo vergüenza de decir a su mamá que no quería maldita cosa al chico de Santa Cruz… Lo iba a decir; pero la cara de su madre pareciole de madera. Vio en aquel entrecejo la línea corta y sin curvas, la barra de acero trujillesca, y la pobre niña sintió miedo, ¡ay qué miedo! Bien conoció que su madre se había de poner como una leona, si ella se salía con la inocentada de querer más o menos. Callose, pues, como en misa, y a cuanto la mamá le dijo aquel día y los subsiguientes sobre el mismo tema del casorio, respondía con signos y palabras de humilde aquiescencia. No cesaba de sondear su propio corazón, en el cual encontraba a la vez pena y consuelo. No sabía lo que era amor; tan sólo lo sospechaba. Verdad que no quería a su novio; pero tampoco quería a otro. En caso de querer a alguno, este alguno podía ser aquel. ...

En la línea 62
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... ¿Y Juanito? Pues Juanito fue esperado desde el primer año de aquel matrimonio sin par. Los felices esposos contaban con él este mes, el que viene y el otro, y estaban viéndole venir y deseándole como los judíos al Mesías. A veces se entristecían con la tardanza; pero la fe que tenían en él les reanimaba. Si tarde o temprano había de venir… era cuestión de paciencia. Y el muy pillo puso a prueba la de sus padres, porque se entretuvo diez años por allá, haciéndoles rabiar. No se dejaba ver de Barbarita más que en sueños, en diferentes aspectos infantiles, ya comiéndose los puños cerrados, la cara dentro de un gorro con muchos encajes, ya talludito, con su escopetilla al hombro y mucha picardía en los ojos. Por fin Dios le mandó en carne mortal, cuando los esposos empezaron a quejarse de la Providencia y a decir que les había engañado. Día de júbilo fue aquel de Septiembre de 1845 en que vino a ocupar su puesto en el más dichoso de los hogares Juanito Santa Cruz. Fue padrino del crío el gordo Arnaiz, quien dijo a Barbarita: «A mí no me la das tú. Aquí ha habido matute. Este ternero lo has traído de la Inclusa para engarnmos… ¡Ah!, estos proteccionistas no son más que contrabandistas disfrazados». ...

En la línea 74
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «Pues apechuguemos con las novedades» dijo Isabel a su marido, observando aquel furor de modas que le entraba a esta sociedad y el afán que todos los madrileños sentían de ser elegantes con seriedad. Era, por añadidura, la época en que la clase media entraba de lleno en el ejercicio de sus funciones, apandando todos los empleos creados por el nuevo sistema político y administrativo, comprando a plazos todas las fincas que habían sido de la Iglesia, constituyéndose en propietaria del suelo y en usufructuaria del presupuesto, absorbiendo en fin los despojos del absolutismo y del clero, y fundando el imperio de la levita. Claro es que la levita es el símbolo; pero lo más interesante de tal imperio está en el vestir de las señoras, origen de energías poderosas, que de la vida privada salen a la pública y determinan hechos grandes. ¡Los trapos, ay! ¿Quién no ve en ellos una de las principales energías de la época presente, tal vez una causa generadora de movimiento y vida? Pensad un poco en lo que representan, en lo que valen, en la riqueza y el ingenio que consagra a producirlos la ciudad más industriosa del mundo, y sin querer, vuestra mente os presentará entre los pliegues de las telas de moda todo nuestro organismo mesocrático, ingente pirámide en cuya cima hay un sombrero de copa; toda la máquina política y administrativa, la deuda pública y los ferrocarriles, el presupuesto y las rentas, el Estado tutelar y el parlamentarismo socialista. ...

En la línea 106
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Fuera del platicar, Estupiñá no tenía ningún vicio, ni se juntó jamás con personas ordinarias y de baja estofa. Una sola vez en su vida tuvo que ver con gente de mala ralea, con motivo del bautizo del chico de un sobrino suyo, que estaba casado con una tablajera. Entonces le ocurrió un lance desagradable del cual se acordó y avergonzó toda su vida; y fue que el pillete del sobrinito, confabulado con sus amigotes, logró embriagarle, dándole subrepticiamente un Chinchón capaz de marear a una piedra. Fue una borrachera estúpida, la primera y última de su vida; y el recuerdo de la degradación de aquella noche le entristecía siempre que repuntaba en su memoria. ¡Infames, burlar así a quien era la misma sobriedad! Me le hicieron beber con engaño evidente aquellas nefandas copas, y después no vacilaron en escarnecerle con tanta crueldad como grosería. Pidiéronle que cantara la Pitita, y hay motivos para creer que la cantó, aunque él lo niega en redondo. En medio del desconcierto de sus sentidos, tuvo conciencia del estado en que le habían puesto, y el decoro le sugirió la idea de la fuga. Echose fuera del local pensando que el aire de la noche le despejaría la cabeza; pero aunque sintió algún alivio, sus facultades y sentidos continuaban sujetos a los más garrafales errores. Al llegar a la esquina de la Cava de San Miguel, vio al sereno; mejor dicho, lo que vio fue el farol del sereno, que andaba hacia la rinconada de la calle de Cuchilleros. Creyó que era el Viático, y arrodillándose y descubriéndose, según tenía por costumbre, rezó una corta oración y dijo: «¡que Dios le dé lo que mejor le convenga!». Las carcajadas de sus soeces burladores, que le habían seguido, le volvieron a su acuerdo, y conocido el error, se metió a escape en su casa, que a dos pasos estaba. Durmió, y al día siguiente como si tal cosa. Pero sentía un remordimiento vivísimo que por algún tiempo le hacía suspirar y quedarse meditabundo. Nada afligía tanto su honrado corazón como la idea de que Barbarita se enterara de aquel chasco del Viático. Afortunadamente, o no lo supo, o si lo supo no se dio nunca por entendida. ...

En la línea 33
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Eduardo Tudor dijo: ...

En la línea 58
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... El pequeño príncipe contempló al pequeño mendigo con gravedad un momento; luego dijo: ...

En la línea 81
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Pocos minutos más tarde, el pequeño Príncipe de Gales estaba ataviado con los confusos andrajos de Tom, y el pequeño Príncipe de la Indigencia estaba ataviado con el vistoso plumaje de la realeza. Los dos fueron hacia un espejo y se pararon uno junto al otro, y, ¡hete aquí, un milagro: no parecía que se hubiera hecho cambio alguno! Se miraron mutuamente –con asombro, luego al espejo, luego otra vez uno al otro. Por fin, el perplejo principillo dijo: ...

En la línea 93
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... El soldado presentó armas con la alabarda y dijo burlonamente: ...

En la línea 41
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... «Vaya –se dijo Augusto–, esta Eugenita, la profesora de piano, me ha cortado un excelente principio de poesía lírica trascendental. Me queda interrumpida. ¿Interrumpida?… Sí, el hombre no hace sino buscar en los sucesos, en las vicisitudes de la suerte, alimento para su tristeza o su alegría nativas. Un mismo caso es triste o alegre según nuestra disposición innata. ¿Y Eugenia? Tengo que escribirle. Pero no desde aquí, sino desde casa. ¿Iré más bien al Casino? No, a casa, a casa. Estas cosas desde casa, desde el hogar. ¿Hogar? Mi casa no es hogar. Hogar.. hogar… ¡Cenicero más bien! ¡Ay, mi Eugenia!» Y se volvió Augusto a su casa. ...

En la línea 47
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Entró en su gabinete, tomó un sobre y escribió en él: «Señorita doña Eugenia Domingo del Arco. EPM.» Y en seguida, delante del blanco papel, apoyó la cabeza en ambas manos, los codos en el escritorio, y cerró los ojos. «Pensemos primero en ella», se dijo. Y esforzóse por atrapar en la oscuridad el resplandor de aquellos otros ojos que le arrastraran al azar. ...

En la línea 61
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... «Bien, muy bien –se dijo Augusto– nos llamamos como nos llaman. En los tiempos homéricos tenían las personas y las cosas dos nombres, el que les daban los hombres y el que les daban los dioses. ¿Cómo me llamará Dios? ¿Y por qué no he de llamarme yo de otro modo que como los demás me llaman? ¿Por qué no he de dar a Eugenia otro nombre distinto del que le dan los demás, del que le da Margarita, la portera? ¿Cómo la llamaré?» ...

En la línea 62
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Puedes irte –le dijo al criado. ...

En la línea 28
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Yáñez —dijo—, ¿qué hacen los ingleses en Labuán? ...

En la línea 37
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —No una, sino cientos; con los débiles has sido quizás demasiado generoso —dijo Yáñez—. Lo dirán las mujeres que han caído en tu poder y a quienes, a riesgo de que echaran a pique tu barco, llevaste a los puertos de los hombres blancos. Lo dirán las débiles tribus que defendiste contra los fuertes; los pobres marineros náufragos a quienes salvaste de las olas y colmaste de regalos, y miles de otros que no olvidarán nunca tus beneficios, Sandokán. Pero, ¿qué quieres decir con todo esto? ...

En la línea 40
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Buenas noches, hermanito —dijo. ...

En la línea 48
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Sandokán dio un salto hacia adelante con los labios contraídos por el furor y los ojos inflamados, pero todo fue un relámpago. Se sentó ante la mesa, bebió de un sorbo un vaso colmado de licor, y dijo con voz perfectamente tranquila: ...

En la línea 140
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... El arponero me miró durante algunos instantes antes de responder, se golpeó la frente con la mano, con un gesto que le era habitual, cerró los ojos como para recogerse y dijo, al fin: ...

En la línea 150
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -¡Hum! -dijo el arponero, moviendo la cabeza con el ademán de un hombre que no quiere dejarse convencer. ...

En la línea 154
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -¿De veras? -dijo Ned, que me miraba con los ojos entrecerrados. ...

En la línea 174
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Pues… porque… -dijo Ned, titubeando. ...

En la línea 16
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — ¡Así me muera, si no fuese capaz de comérmelas! -dijo el hombre, moviendo la cabeza de un modo amenazador-. Y hasta me siento tentado de hacerlo. ...

En la línea 22
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — ¡Oh! -dijo volviendo a mi lado-. ¿Y tu padre está con tu madre? ...

En la línea 26
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — El herrero, ¿eh? -dijo mirándose la pierna. ...

En la línea 28
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Escúchame ahora -dijo-. Se trata de saber si se te permitiré seguir viviendo. ¿Sabes lo que es una lima? ...

En la línea 21
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... «Ya que este alemán se muda -se dijo el joven‑, en este rellano no habrá durante algún tiempo más inquilino que la vieja. Esto está más que bien.» ...

En la línea 31
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... «Entonces ‑se dijo de súbito Raskolnikof‑, también, seguramente lucirá un sol como éste.» ...

En la línea 36
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... «Sólo en las viviendas de estas perversas y viejas viudas puede verse una limpieza semejante», se dijo Raskolnikof. Y dirigió, con curiosidad y al soslayo, una mirada a la cortina de indiana que ocultaba la puerta de la segunda habitación, también sumamente reducida, donde estaban la cama y la cómoda de la vieja, y en la que él no había puesto los pies jamás. Ya no había más piezas en el departamento. ...

En la línea 69
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... «Todo esto son necedades ‑se dijo, reconfortado‑. No había motivo para perder la cabeza. Un trastorno físico, sencillamente. Un vaso de cerveza, un trozo de galleta, y ya está firme el espíritu, y el pensamiento se aclara, y la voluntad renace. ¡Cuánta nimiedad!» ...

En la línea 7
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Quería acompañar a Miguel y a Nadina de paseo; pero cuando estábamos ya en la escalera, el general me mandó llamar. Le parecía conveniente enterarse de a dónde llevaba yo a los niños. Es evidente que este hombre no puede mirarme con franqueza, cara a cara. El de buena gana lo querría, pero a cada tentativa suya le lanzó una mirada tan fija, es decir, tan poco respetuosa, que se desconcierta. Con frases grandilocuentes, retorcidas, de las que perdía el hilo, diome a entender que nuestro paseo debía tener lugar en el parque, lo más lejos posible del casino. Por último se enfadó, y bruscamente dijo: —¿Es que va usted a llevar a los niños a la ruleta? Perdóneme —añadió inmediatamente—; tengo entendido que usted es débil y capaz de dejarse arrastrar por el juego. En todo caso yo no soy, ni deseo ser su mentor; pero al menos, eso sí, tengo derecho a velar porque no me comprometa… ...

En la línea 11
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —¿Cómo lo arreglaremos? —dijo—. Hay que cambiarlos en talers… Pero aquí tiene cien talers… Lo demás, naturalmente no lo perderá. ...

En la línea 28
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Eso significa que alguien le ha dado a usted una lección —dijo el francés despectivamente. ...

En la línea 81
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —La última vez que hicimos la ascensión al Schlangenberg dijo usted que estaba dispuesto a una señal mía, a precipitarse de cabeza desde la cima. Llegará un día en que haré esta señal, únicamente para ver cómo cumple usted su palabra. Le odio precisamente porque le he consentido demasiadas cosas, y todavía más porque necesito de usted. Pero como le necesito, debo, por ahora, tratarle bien. ...

En la línea 8
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Majestad -dijo el señor Myriel-, vos miráis a un buen hombre y yo miro a un gran hombre. Cada uno de nosotros puede beneficiarse de lo que mira. ...

En la línea 18
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Señor director -le dijo una vez llegados allí-: ¿cuántos enfermos tenéis en este momento? ...

En la línea 20
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Son los que había contado -dijo el obispo. ...

En la línea 29
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - ¡Qué queréis, monseñor! -dijo el director-: es menester resignarse. ...

En la línea 12
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... -Le dan ataques -dijo el hombre, ocultando la mano herida ante la presencia del encargado del vagón, a quien había atraído el ruido del inciden te-. Lo llevo a San Francisco. El amo lo manda a un veterinario que cree que podrá curarlo. ...

En la línea 21
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... -Será porque naciste de pie -dijo riendo el tabernero-. Venga, dame la mano antes de marcharte -añadió. ...

En la línea 32
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... -Ahora, demonio de ojos enrojecidos -dijo, una vez abierta una brecha que permitía el pasaje del cuerpo de Buck. Al mismo tiempo, dejó caer el hacha y se cambió el garrote a la mano derecha. ...

En la línea 84
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Buck cavó su nido bajo la protección de la roca. Tan cómodo y tibio estaba que lo abandonó de mala gana cuando François se puso a distribuir el pescado que previamente había descongelado en el fuego. Y cuando consumió su ración y volvió a su refugio se encontró con que estaba ocupado. Un gruñido de advertencia le dijo que el intruso era Spitz. Hasta entonces, Buck había evitado los problemas con su enemigo, pero aquello era demasiado. La bestia que había en su interior rugió. Se abalanzó sobre Spitz con una furia que sorprendió a ambos, y especialmente a Spitz, ya que su experiencia con Buck le había metido en la cabeza que su contrincante era un perro excepcionalmente tímido, que sólo conseguía hacerse respetar gracias a su gran peso y tamaño. ...

En la línea 42
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... -Es -me dijo el doctor, y me dio el porqué con explicaciones técnicas que no acertaría a repetir ni viene al caso-, es como si hubiera vuelto a nacer. ...

En la línea 115
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... -Hay un medio -nos dijo-, sin necesidad de recurrir a parodias irrespetuosas; que venga vestida de blanco al lado de usted: que oiga una misa en las gradas del altar, y después de la misa yo les daré una simple bendición. ...

En la línea 204
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... -¿Qué raro, eh? -dijo ella pensativa. ...

En la línea 210
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... -Pues verás; relata, por ejemplo, que en el curso de sus viajes llegó por primera vez a Nuremberg; fue a ver un castillo, y bailándose enfrente de los arcos de piedra de la puerta y del frontispicio, dijo a su acompañante: «Yo he visto antes esto; adentro, en el patio, entre las columnas de una especie de claustro, está sentada una vieja». Se abrió la puerta y en efecto había un patio, un claustro y una vieja sentada entre dos columnas. ...

En la línea 51
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Lucía -le dijo en voz algo turbada- múdate de ventanilla, hija mía, córrete acá; ahí te da el sol de lleno, y es tan malsano… ...

En la línea 77
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Me ocurre una idea sin ejemplar -dijo, repitiendo la célebre frase del ministro portugués.- Chico, ¿por qué no te casas? ...

En la línea 80
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Y el prohombre celebró su propio retruécano disparando larga risa. Miranda quedose pensativo mascando la miga de la proposición, cuyas ventajas le saltaron a los ojos prontamente. Ningún medio más acertado para prevenir las embestidas de la mala fortuna y asegurar el dudoso porvenir, mientras no emigrasen del todo los ya ralos cabellos, y no desapareciese el barniz de gallardía que aún abrillantaba su persona. Por otra parte, León era ciudad que involuntariamente sugería ideas matrimoniales. ¿Qué hacer sino casarse allí donde todo era calma y tedio, donde la soltería inspiraba desconfianza, donde la más insignificante aventurilla provocaba los furiosos ladridos del escándalo? Así es que dijo en voz alta: ...

En la línea 83
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -¡Economías yo! Au jour le jour -dijo Miranda, pronunciando con cierta soltura la frasecilla transpirenaica. ...

En la línea 52
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Al contrario -dijo Gualterio Ralph-, espero que se logrará echar mano al autor del robo. Se han enviado inspectores de policía de los más hábiles a todos los principales puertos de embarque y desembarque de América y Europa, y le será muy difícil a ese caballero poder escapar. ...

En la línea 57
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -¿Es acaso un industrial?- dijo John Sullivan. ...

En la línea 68
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Sostengo -dijo Andrés Stuart- que la probabilidad está en favor del ladrón, que no puede dejar de ser un hombre sagaz. ...

En la línea 73
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Antes sí lo era… - dijo a media voz Phileas Fogg; añadiendo después y presentando las cartas a Tomás Flanagan-. A vos os toca cortar. ...


El Español es una gran familia


la Ortografía es divertida

Errores Ortográficos típicos con la palabra Dijo

Cómo se escribe dijo o digo?

Busca otras palabras en esta web

Palabras parecidas a dijo

La palabra sucios
La palabra dejando
La palabra dientes
La palabra acequia
La palabra borde
La palabra fuga
La palabra propio

Webs Amigas:

VPO en Lugo . Ciclos formativos en Girona . Ciclos Fp de Administración y Finanzas en Ávila . - Hotel Sun and Beach en Fuerteventura