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La palabra amparo
Cómo se escribe

la palabra amparo

La palabra Amparo ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
El Señor de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Niebla de Miguel De Unamuno
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece amparo.

Estadisticas de la palabra amparo

Amparo es una de las palabras más utilizadas del castellano ya que se encuentra en el Top 5000, en el puesto 3595 según la RAE.

Amparo tienen una frecuencia media de 25.8 veces en cada libro en castellano

Esta clasificación se basa en la frecuencia de aparición de la amparo en 150 obras del castellano contandose 3921 apariciones en total.

Más información sobre la palabra Amparo en internet

Amparo en la RAE.
Amparo en Word Reference.
Amparo en la wikipedia.
Sinonimos de Amparo.


la Ortografía es divertida


El Español es una gran familia

Algunas Frases de libros en las que aparece amparo

La palabra amparo puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 2269
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Asustado por este movimiento, corrió Batiste hacia su barraca, encorvándose muchas veces para pasar inadvertido al amparo de los ribazos o los grandes montones de paja. ...

En la línea 1938
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Irían en busca de Fermín. Él tenía dinero para el viaje de todos. Los últimos contrabandos habían sido _gordos_; una locura, que asombraba por su audacia a los del oficio: recuas interminables pasando por los caminos de la sierra, al amparo de su escopeta. No le habían matado, y su buena suerte le daba nuevos ánimos para emprender el largo viaje que cambiaría su existencia. ...

En la línea 194
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Apóstol y caballero están bajo el amparo del pabellón británico. ...

En la línea 247
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Si sus hijos son o no dignos de tal madre, es una cuestión distinta que no pretendo resolver; me contento con observar que, entre muchas cosas lamentables y reprensibles, he encontrado también muchas nobles y admirables; muchas virtudes heroicas, austeras, y muchos crímenes de horrible salvajismo; pero muy poco vicio de vulgar bajeza, al menos entre la gran masa de la nación española, a la que concierne mi misión; porque bueno será notar aquí que no tengo la pretensión de conocer íntimamente a la aristocracia española, de la que me mantuve tan apartado como me lo permitieron las circunstancias; _en revanche_ he tenido el honor de vivir familiarmente con los campesinos, pastores y arrieros de España, cuyo pan y _bacallao_ he comido, que siempre me trataron con bondad y cortesía, y a quienes con frecuencia he debido amparo y protección. ...

En la línea 5684
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Suplico, por tanto, que durante mi estancia en esta capital sus gobernantes me concedan la protección y el amparo que habitualmente dispensan a los que llevan vida pacífica y bien ordenada, y están dispuestos a ser dóciles y obedientes a las costumbres y leyes de la república. ...

En la línea 976
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Pero don Quijote, que, como se ha dicho, se sintió aliviado y sano, quiso partirse luego a buscar aventuras, pareciéndole que todo el tiempo que allí se tardaba era quitársele al mundo y a los en él menesterosos de su favor y amparo; y más con la seguridad y confianza que llevaba en su bálsamo. ...

En la línea 2122
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... En efeto, ellos se pusieron en el llano, a la salida de la sierra, y, así como salió della don Quijote y sus camaradas, el cura se le puso a mirar muy de espacio, dando señales de que le iba reconociendo; y, al cabo de haberle una buena pieza estado mirando, se fue a él abiertos los brazos y diciendo a voces: -Para bien sea hallado el espejo de la caballería, el mi buen compatriote don Quijote de la Mancha, la flor y la nata de la gentileza, el amparo y remedio de los menesterosos, la quintaesencia de los caballeros andantes. ...

En la línea 3602
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Yo sé y tengo para mí que voy encantado, y esto me basta para la seguridad de mi conciencia; que la formaría muy grande si yo pensase que no estaba encantado y me dejase estar en esta jaula, perezoso y cobarde, defraudando el socorro que podría dar a muchos menesterosos y necesitados que de mi ayuda y amparo deben tener a la hora de ahora precisa y estrema necesidad. ...

En la línea 3711
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Miróle el cabrero, y, como vio a don Quijote de tan mal pelaje y catadura, admiróse y preguntó al barbero, que cerca de sí tenía: -Señor, ¿quién es este hombre, que tal talle tiene y de tal manera habla? -¿Quién ha de ser -respondió el barbero- sino el famoso don Quijote de la Mancha, desfacedor de agravios, enderezador de tuertos, el amparo de las doncellas, el asombro de los gigantes y el vencedor de las batallas? -Eso me semeja -respondió el cabrero- a lo que se lee en los libros de caballeros andantes, que hacían todo eso que de este hombre vuestra merced dice; puesto que para mí tengo, o que vuestra merced se burla, o que este gentil hombre debe de tener vacíos los aposentos de la cabeza. ...

En la línea 6268
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Si Ana, asustada, otra vez buscaba amparo en los ojos del Magistral, huyendo de los otros, no encontraba más que el telón de carne blanca que los cubría, aquellos párpados insignificantes, que ni discreción expresaban siquiera, al caer con la casta oportunidad de ordenanza. ...

En la línea 6675
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Todo eso, aunque no lo quisiera decir aquel gesto, entendió la Regenta; y se resignó a habérselas otra vez con Mesía sin el amparo del Provisor. ...

En la línea 7911
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Sí, esto lo confesó Ana, ella no amaba a su don Víctor como una mujer debe amar al hombre que escogió, o le escogieron, por compañero; otra cosa había: ella sentía, más y más cada vez, gritos formidables de la naturaleza, que la arrastraban a no sabía qué abismos obscuros, donde no quería caer; sentía tristezas profundas, caprichosas; ternura sin objeto conocido; ansiedades inefables; sequedades del ánimo repentinas, agrias y espinosas, y todo ello la volvía loca, tenía miedo no sabía a qué, y buscaba el amparo de la religión para luchar con los peligros de aquel estado. ...

En la línea 8103
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Bailarinas de desecho, cantatrices inválidas, matronas del género serio demasiado sentimentales en su juventud pretérita, eran perseguidas, obsequiadas, regaladas y hasta aburridas por aquellos seductores de campanario, incapaces los más de intentar una aventura sin el amparo de su bolsillo o sin contar con los humores herpéticos de la dama perseguida, o cualquier otra enfermedad física o moral que la hiciesen fácil, traída y llevada. ...

En la línea 228
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Al llegar a ella miró Juan a la torre como preguntándole, como pidiéndole amparo. ...

En la línea 1737
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... En realidad, hacía esfuerzos sobrehumanos para guardar su aspecto impasible y no desmayarse. Al amparo de él salió del Vaticano toda la familia Borja. Su madre, la Vannoza, había ido a pedirle protección, pues al conocerse la muerte del Pontífice el populacho intentaba asaltar y robar su casa. ...

En la línea 1771
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Al conversar con Borgia, sintióse Gonzalo de Córdoba seducido por sus vastos planes. Continuaba soñando con la constitución de una Italia única, pero éste necesitaba vivir al amparo de una potencia vigorosa que la protegiese : España o Francia. ...

En la línea 1780
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Prefería contar particularidades de su infancia. Su difunto padre poseía un cajón en la plazuela y era hombre honrado. Su madre tenía, como Segunda, su tía paterna, el tráfico de huevos. Llamábanla a ella desde niña la Pitusa, porque fue muy raquítica y encanijada hasta los doce años; pero de repente dio un gran estirón y se hizo mujer de talla y de garbo. Sus padres se murieron cuando ella tenía doce años… Oía estas cosas Maximiliano con mucho placer. Pero con todo, mandábala que fuese al grano, a las cosas graves, como lo referente al hijo que había tenido. Cuando parte de esta historia fue contada, al joven le faltó poco para que se le saltaran las lágrimas. La tierna criatura sin más amparo que su madre pobre, la aflicción de esta al verse abandonada, eran en verdad un cuadro tristísimo que partía el corazón. ¿Por qué no le citó ante los tribunales? Es lo que debía haber hecho. A estos tunantes hay que tratarles a la baqueta. Otra cosa. ¿Por qué no se le ocurrió darle un escándalo, ir a la casa con el crío en brazos y presentarse a doña Bárbara y a D. Baldomero y contarles allí bien clarito la gracia que había hecho su hijo?… Pero no, esto no hubiera sido muy conforme con la dignidad. Más valía despreciarle, dejándole entregado a su conciencia, sí, a su conciencia, que buen jaleo le había de armar tarde o temprano. ...

En la línea 1781
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Fortunata, al oír esto, fijaba sus ojos en el suelo, repitiendo como una máquina aquello de que lo mejor era el desprecio. Sí, despreciarle, repetía el otro, pues era ignominia solicitar su protección. Aunque le dieran lo que le dieran, no era capaz Fortunata de decir ignominia. Maximiliano insistió en que había sido una gran falta pedir amparo al mismo Juanito Santa Cruz, a aquel infame, cuando volvió ella a Madrid y le cayó su niño enfermo. ...

En la línea 2404
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... En los días sucesivos figurábase que seguía viéndola o que se iba a aparecer por cualquier puerta cuando menos lo esperase… El mucho pensar en ella la llevó, al amparo de la soledad del convento, a tener por las noches ensueños en que la señora de Santa Cruz aparecía en su cerebro con el relieve de las cosas reales. Ya soñaba que Jacinta se le presentaba a llorarle sus cuitas y a contarle las perradas de su marido, ya que las dos cuestionaban sobre cuál era más víctima; ya, en fin, que transmigraban recíprocamente, tomando Jacinta el exterior de Fortunata y Fortunata el exterior de Jacinta. Estos disparates recalentaban de tal modo el cerebro de la reclusa, que despierta seguía imaginando desvaríos del mismo si no de mayor calibre. ...

En la línea 3130
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Poco a poco, a medida que iba acopiando argumentos, fue Rubín corriéndose a lo largo del diván, hasta que llegó a presidir la mesa de los capellanes. Eran estos tres, cuatro cuando iba Nicolás Rubín, todos de buena sombra y muy echados para adelante. Ninguno de ellos se mordía la lengua fuera cual fuese el tema de que se tratara. El más calificado era un viejo catarroso, andaluz, gran narrador de anécdotas, mal hablado, y en el fondo buena persona. Retirábase a las once y decía sus misitas por la mañana. El segundo era cura de tropa, echado del servicio por no sé qué desafueros, y el tercero ex-capellán de un vapor correo expulsado porque le cogieron contrabando de tabaco. Estos dos eran buenos peines; habían corrido mucho mundo, y estaban sin licencias, ladrando de hambre, echados de todas las iglesias y sin encontrar amparo en parte alguna. Tal situación les agriaba el carácter, haciéndoles parecer peores de lo que eran. Jamás se vestían de hábitos; pero conservaban la cara afeitada, como para estar disponibles en el caso de que los admitiesen otra vez en el oficio. ...

En la línea 794
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Cerró los ojos y volvió a soñar aquella casa dulce y tibia, en que la luz entraba por entre las blancas flores bordadas en los visillos. Volvió a ver a su madre, yendo y viniendo sin ruido, siempre de negro, con aquella su sonrisa que era poso de lágrimas. Y repasó su vide toda de hijo, cuando formaba parte de su madre y vivía a su amparo, y aquella muerte lenta, grave, dulce a indolorosa de la pobre señora, cuando se fue como un eve peregrine que emprende sin ruido el vuelo. Luego recordó o resoñó el encuentro de Orfeo, y al poco rato encontróse sumido en un estado de espíritu en que pasaban ante él, en cinematógrafo, las más extrañas visiones. ...

En la línea 1161
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Pero al volver la vista a ella vio que la pobre muchacha estaba demudada y temblorosa. Comprendió que se encontraba sin amparo, que así, sola frente a él, a cierta distancia, sentada en aquel sofá como un reo ante el fiscal, sentíase desfallecer. ...

En la línea 1400
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –¡Nada! Mi mujer salía sola de casa con bastante frecuencia, a casa de su madre, de unas amigas, y su misma extraña frialdad la defendía ante mí de toda sospecha. ¡Y nada adiviné nunca en aquella esfinge! El hombre con quien huyó era un hombre casado, que no sólo dejó a su mujer y a una pequeña niña para irse con la mía, sino que se llevó la fortuna toda de la suya, que era regular, después de haberla manejado a su antojo. Es decir, que no sólo abandonó a su esposa, sino que la arruinó robándole lo suyo. Y en aquella seca y breve y fría carta que recibí se hacía alusión al estado en que la pobre mujer del raptor de la mía se quedaba. ¡Raptor o raptado… no lo sé! En unos días ni dormí, ni comí, ni descansé; no hacía sino pasear por los más apartados barrios de mi ciudad. Y estuve a punto de dar en los vicios más bajos y más viles. Y cuando empezó a asentárseme el dolor, a convertírseme en pensamiento, me acordé de aquella otra pobre víctima, de aquella mujer que se quedaba sin amparo, robada de su cariño y de su fortuna. Creí un caso de conciencia, pues que mi mujer era la causa de su desgracia, ir a ofrecerla mi ayuda pecuniaria, ya que Dios me dio fortuna. ...

Errores Ortográficos típicos con la palabra Amparo

Cómo se escribe amparo o hamparo?
Cómo se escribe amparo o amparro?

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