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La palabra gatas
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la palabra gatas

La palabra Gatas ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece gatas.

Estadisticas de la palabra gatas

La palabra gatas no es muy usada pues no es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE

Errores Ortográficos típicos con la palabra Gatas

Cómo se escribe gatas o gataz?
Cómo se escribe gatas o jatas?

Más información sobre la palabra Gatas en internet

Gatas en la RAE.
Gatas en Word Reference.
Gatas en la wikipedia.
Sinonimos de Gatas.


El Español es una gran familia

Algunas Frases de libros en las que aparece gatas

La palabra gatas puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 2258
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Le había oído arrastrarse del mismo modo un cuarto de hora antes, cuando intentaba, sin duda, matarlo por la espalda, y al verse descubierto huyó a gatas del camino para apostarse más allá, en el frondoso cañar, y acecharlo sin riesgo. ...

En la línea 585
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Acudían a él, con avidez de enfermos, los viejos gañanes de cara apergaminada y barbas recias, brillando en sus ojos el consuelo del alcohol. Los jóvenes sacaban de la faja las monedas de cobre, después de largos titubeos, y bebían, justificando mentalmente este gasto extraordinario con el absurdo pensamiento de que al día siguiente no habían de trabajar. Algunas muchachas, de sueltos ademanes, avanzaban cautelosas, con paso de gatas, hasta confundirse con los grupos de los mozos, chillando cuando éstos las ofrecían una copa después de innumerables pellizcos y restregones de brutal deseo. ...

En la línea 1299
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Las muchachas extendíanse por las pendientes, con sus faldas de colores, como un rebaño de ovejas azules y sonrosadas. Los hombres, en camisa y calzoncillos, avanzaban a gatas como corderos blancos. Iban de unas cepas a otras, arrastrando el vientre sobre la tierra caldeada. Los sarmientos esparcían sus pámpanos rojizos y verdes a ras del suelo, y las uvas descansaban en la caliza, que las comunicaba hasta el último instante su generoso calor. ...

En la línea 5764
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Has de saber, Teresa, que tengo determinado que andes en coche, que es lo que hace al caso, porque todo otro andar es andar a gatas. ...

En la línea 1137
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... ras veces teníamos que rastrear a gatas para pasar bajo un tronco podrido. las partes inferiores de la montaña se encuentran hermosos winters bark, un laurel que se parece al sasafras que tiene hojas aromáticas, y en fin otros árboles cuyos nombres ignoro, unidos por una especie de bambú rastrero ...

En la línea 1390
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... a tan violento el retemblar del suelo que no podía sostenerse de pie; echóse, pues, a gatas y llegó a lo alto de los escombros en el instante mismo en que se desplomaba el resto de la casa ...

En la línea 8064
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —Créame usted, repetía, no sabe su cuerpo lo que es una esponja, se lavan como gatas y se la pegan al marido como en tiempo del rey que rabió. ...

En la línea 2926
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... No esperó Santa Cruz a oír más, ni su amor propio le permitía dar explicaciones, y con un movimiento vigoroso de su brazo derecho rechazó a su antagonista. Más que bofetada fue un empujón; pero el endeble esqueleto de Rubín no pudo resistirlo; puso un pie en falso al retroceder y se cayó al suelo, diciendo: «Te voy a matar… y a ella también». Revolcose en la tierra; se le vio un instante pataleando a gatas, diciendo entre mugidos… «¡ladrón, ratero… verás!… ». Santa Cruz estuvo un rato contemplándole con la calma fría del ofuscado asesino, y cuando vio que al fin conseguía levantarse, se fue hacia él y le cogió por el pescuezo, apretándole sañudamente cual si quisiera ahogarle de veras… Reteniéndole contra el suelo, gritaba: «Estúpido… escuerzo… ¿quieres que te patee… ?». ...

En la línea 3166
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Las lecturas de Rubín fueron como un descubrimiento. Ya sospechaba él aquello; pero no se atrevía a expresarlo. El hallazgo era negativo, es decir, había descubierto que la mejor organización de los estados es la desorganización; la mejor de las leyes la que las anula todas, y el único gobierno serio el que tiene por misión no gobernar nada, dejando que las energías sociales se manifiesten como les da la gana. La anarquía absoluta produce el orden verdadero, el orden racional y propiamente humano. Las sociedades, claro, tienen sus edades como las personas: hay sociedades que están mamando, sociedades que andan a gatas, sociedades pollas, sociedades jóvenes, y por fin, las maduras y dueñas de sí; sociedades con barbas, en una palabra, y también con algunas canas. Tocante a religiones y prácticas sociales que de ellas se derivan, Juan Pablo iba muy lejos, pero muy lejos; como que no le costaba nada el billete para tan largo viaje. Sólo en la edad pueril, cuando a la sociedad se le cae la baba y vive bajo la férula del dómine, se comprende que exista y tenga prosélitos la institución llamada matrimonio, unión perpetua de los sexos, contraviniendo la ley de Naturaleza… ¿y a santo de qué?, vamos a ver… Eso sí, por encima de todo la Naturaleza. Estudiando bien la vida total, el entendimiento se limpia de las telarañas que en él han tejido los siglos. La Naturaleza es la verdadera luz de las almas, el Verbo, el legítimo Mesías, no el que ha de venir sino el que está siempre viniendo. Ella se hizo a sí propia, y en sus devoluciones eternas, concibiendo y naciendo sin cesar, es siempre hija y madre de sí misma. ¿Qué tal? Toma canela fina. ...

En la línea 4443
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Después de permanecer allí largo rato, fue a la Virgen de la Paloma, a quien dijo cuatro cosas, y estaba rezándole, cuando sus ojos, al resbalar por el suelo, tropezaron con un objeto que brillaba en medio de los baldosines de mármol. Púsose un momento a gatas para cogerlo. Era un botón. «¡Es blanco y de cuatro aujeritos! Buena sombra» dijo guardándolo. ...

En la línea 5423
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Comió Rubín aquella noche sosegadamente con su tía, contándole algo de lo que había visto y oído en el café, a lo que respondió la gran señora expresándole su deseo de que no fuese más a aquel establecimiento, por estar muy lejos, y porque en él siempre encontraría una sociedad inculta y ordinaria. El joven parecía conformarse con esta idea, y aseguró que no volvería más. Después fue con su tía a casa de Samaniego, y mientras duró la tertulia, permaneció apartado de ella, labrando y puliendo su idea. «Es en la casa de los escalones de piedra… Después que echó aquel brindis estúpido, Izquierdo habló de subir a gatas a casa de su hermana, y de bajar rodando por los escalones de piedra… Ya sé, pues, dónde está. Ahora, hay que proceder con sigilo y decisión. Llegó la hora de castigar. El honor me lo pide. No soy un asesino, soy un juez. Aquel desgraciado hombre lo decía: 'Estamos engranados en la máquina, y la rueda próxima es la que nos hace mover. Sus dientes empujan mis dientes, y ando'». ...


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