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La palabra volviendo
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la palabra volviendo

La palabra Volviendo ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece volviendo.

Estadisticas de la palabra volviendo

Volviendo es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 6031 según la RAE.

Volviendo aparece de media 14.63 veces en cada libro en castellano.

Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la volviendo en las obras de referencia de la RAE contandose 2224 apariciones .

Errores Ortográficos típicos con la palabra Volviendo

Cómo se escribe volviendo o bolbiendo?

Algunas Frases de libros en las que aparece volviendo

La palabra volviendo puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 86
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La Rocha, que así apodaban a la vaca por sus rubios pelos, mugía dulcemente, estremeciéndose bajo una gualdrapa de arpillera, herida por el fresco de la mañana, volviendo sus ojos húmedos hacia la barraca, que se quedaba atrás, con su establo negro, de ambiente pesado, en cuya paja olorosa pensaba con voluptuosidad del sueño no satisfecho. ...

En la línea 954
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Era Tonet, el nieto del tío Tomba el pastor: un buen muchacho que servía de criado al carnicero de Alboraya, y de quien se burlaban las hilanderas al encontrarlo en el camino, complaciéndose en ver cómo enrojecía, volviendo la cara a la menor palabra. ...

En la línea 1113
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Allí cayó Roseta con su cántaro, sin haber encontrado al novio en el camino, a pesar de que anduvo lentamente y volviendo con frecuencia la cabeza, esperando a cada momento que saliese de una senda. ...

En la línea 1767
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El padre, siempre sentado en una silleta de esparto bajo el emparrado de la puerta, fumaba cigarro tras cigarro, impasible como un oriental, volviendo la espalda a su vivienda, cual si temiera ver el blanco catafalco que servía de altar al cadáver de su hijo. ...

En la línea 173
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y dando al joven un ligero bofetón con su manecita acariciadora, siguió la marcha, volviendo varias veces la cabeza para sonreír a Fermín, que la seguía con la vista. ...

En la línea 317
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y Rafael se fue al cortijo, no volviendo a la viña más que una vez por semana, cuando iba a Jerez para hablar al amo de los asuntos de la labranza. Muchas veces tenía que buscarlo en la casa de alguna de sus protegidas. Le recibía en la cama, incorporándose sobre el almohadón, en el que descansaba otra cabeza. El nuevo aperador reía a solas las fanfarronadas de su amo, más atento a recomendarle la dureza y que «metiese en cintura» a los holgazanes que trabajaban sus campos, que a enterarse de las operaciones agrícolas, echando la culpa de las malas cosechas a los gañanes, una canalla que no quería trabajar y deseaba que los amos se convirtiesen en criados, como si el mundo pudiera volverse del revés. ...

En la línea 579
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El _Maestrico_ seguía afirmando sus convicciones con una fe, que iluminaba sus ojos cándidos. ¡Ay! ¡Si los pobres supieran lo que saben los ricos!... Estos son fuertes y gobiernan, porque la sabiduría está a su servicio. Todos los descubrimientos e invenciones de la ciencia caen en sus manos, son para ellos, llegando apenas los residuos a los de abajo. Si alguien salía de la masa miserable, elevándose por su capacidad, en vez de permanecer fiel a su origen, prestando apoyo a los hermanos, desertaba de su puesto, volviendo las espaldas a cien generaciones de abuelos esclavos, aplastados por la injusticia, y vendía su cuerpo y su inteligencia a los verdugos, mendigando un puesto entre ellos. La ignorancia era la peor servidumbre, el más atroz martirio de los pobres. Pero la instrucción aislada e individual resultaba inútil: sólo servía para formar desertores, tránsfugas, que se apresuraban a alinearse con el enemigo. Debían instruirse todos al mismo tiempo: adquirir la gran masa el conocimiento de su fuerza, apropiarse de golpe las grandes conquistas de la razón humana. ...

En la línea 644
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El mozo salió de la plazoleta, y volviendo la esquina del edificio viejo, anduvo por el callejón que quedaba entre la casa y una fila de compactas chumberas. Se detuvo junto a una reja, y al tocar ligeramente con los nudillos en sus maderas, se abrieron éstas, destacándose sobre el fondo oscuro de la habitación el arrogante busto de María de la Luz. ...

En la línea 480
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... No pudo impe dirse por tanto sonreír con satisfacción visible, pero aquella sonrisa se borró muy pronto, volviendo por sí mismo a la aventura de Meung. ...

En la línea 591
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Muy bien, a la una -respondió D'Artagnan volviendo la esqui na de la calle. ...

En la línea 625
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Aramis lanzó a D'Artagnan una de esas miradas que hacen com prender a un hombre que acaba de ganarse un enemigo mortal; lue go, volviendo a tomar su tono dulzarrón, dijo:-Os equivocáis, señores, este pañuelo no es mío, y no sé por qué el señor ha tenido la fantasía de devolvérmelo a mí en vez de a uno de vosotros, y prueba de lo que digo es que aquí está el mío, en mi bolsillo. ...

En la línea 2099
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Creisteis huir de mí volviendo a París, creisteis que no osaría abandonar el tesoro que mi amo me había en cargado vigilar. ...

En la línea 2411
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Pero, volviendo a cosas más importantes, dígame: ¿de qué delitos conocía la Santa Casa de Córdoba? —Supongo que sabrá usted cuáles eran los asuntos propios de la función del Santo Oficio; por tanto, no necesito decirle que los delitos en que entendíamos eran los de brujería, judaísmo y ciertos descarríos carnales. ...

En la línea 5225
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Se abrió la verja, y, volviendo a la derecha, seguimos por otro corredor, donde había mucha gente paseándose: presos políticos, según supe más tarde. ...

En la línea 5548
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... —Y yo celebro mucho oírle—dije yo, volviendo a sentarme—. ...

En la línea 6938
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Pero volviendo la vista a España, percibimos un fuego magnífico, que al parecer envolvía la vertiente y la cima de una de las montañas más altas al Norte de Tarifa. ...

En la línea 498
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Con esta imaginación, le di priesa que leyese el principio, y, haciéndolo ansí, volviendo de improviso el arábigo en castellano, dijo que decía: Historia de don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo. ...

En la línea 996
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Las voces que el mísero manteado daba fueron tantas, que llegaron a los oídos de su amo; el cual, determinándose a escuchar atentamente, creyó que alguna nueva aventura le venía, hasta que claramente conoció que el que gritaba era su escudero; y, volviendo las riendas, con un penado galope llegó a la venta, y, hallándola cerrada, la rodeó por ver si hallaba por donde entrar; pero no hubo llegado a las paredes del corral, que no eran muy altas, cuando vio el mal juego que se le hacía a su escudero. ...

En la línea 1444
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Las demás guardas quedaron atónitas y suspensas del no esperado acontecimiento; pero, volviendo sobre sí, pusieron mano a sus espadas los de a caballo, y los de a pie a sus dardos, y arremetieron a don Quijote, que con mucho sosiego los aguardaba; y, sin duda, lo pasara mal si los galeotes, viendo la ocasión que se les ofrecía de alcanzar libertad, no la procuraran, procurando romper la cadena donde venían ensartados. ...

En la línea 1563
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Pero, volviendo al Roto, prosiguió diciendo: -Esta prevención que hago es porque querría pasar brevemente por el cuento de mis desgracias; que el traerlas a la memoria no me sirve de otra cosa que añadir otras de nuevo, y, mientras menos me preguntáredes, más presto acabaré yo de decillas, puesto que no dejaré por contar cosa alguna que sea de importancia para no satisfacer del todo a vuestro deseo. ...

En la línea 148
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Cuando no se emplea el lazo, se arrolla y se lleva atado a la parte de atrás de la silla. Hay dos especies de bolas: las más sencillas, que se emplean para cazar avestruces, consisten en dos piedras redondas, cubiertas de cuero y reunidas por una tenue cuerda trenzada, como de unos ocho pies de longitud; la otra especie sólo difiere de ésta en que consta de tres pelotas reunidas por una cuerda a un centro común. El gaucho tiene en la mano la más pequeña de las tres y hace girar las otras dos en derredor de la cabeza; luego de hacer puntería las arroja, y las bolas van a través del aire girando sobre sí mismas como balas de cañón enramadas. En cuanto las bolas dan contra cualquier objeto, se enroscan cruzándose en derredor de él y se anudan con fuerza. El grueso y el peso de las bolas varían según el fin que se propone lograr con ellas: hechas de piedra y del tamaño de una manzana, hieren con tanta fuerza, que a veces rompen las patas del caballo a las cuales se arrollan; se hacen de madera, del tamaño de un nabo, para apoderarse de los animales sin herirlos. A veces son de hierro las bolas, y entonces llegan a mucha mayor distancia. La dificultad principal para servirse del lazo o de las bolas consiste en ser tan buen jinete, que, yendo a galope o volviendo grupas de pronto, se pueda hacerlos girar con bastante igualdad en derredor de la cabeza para poder apuntar; a pie se aprendería muy pronto a manejarlos. Divertíame cierta vez en galopar y hacer girar las bola en derredor de mi cabeza, cuando la bola libre chocó accidentalmente con un arbustillo; cesando entonces de pronto el movimiento de revolución, cayó al suelo la bola, rebotó enseguida y fue a enroscarse a una de las patas traseras de mi caballo; escapóseme la otra bola y quedó cogida mi cabalgadura. Afortunadamente era un caballo viejo y experto, pues de otro modo se hubiera puesto a cocear hasta caer de lado. Los gauchos se desternillaron de risa gritando que hasta entonces habían visto coger a toda clase de animales, pero que nunca habían visto a un hombre cogerse él mismo. ...

En la línea 255
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Sus ojos no se apartaban un instante del horizonte, escudriñándolo con cuidado. Su imperturbable sangre fría acabó por parecerme una verdadera broma, y le pregunté por qué no nos volvíamos al fuerte. Su respuesta me intranquilizó un poco: «Volveremos, dijo, pero de modo que vayamos junto a un pantano; pondremos allí a galope a nuestros caballos y nos llevarán hasta donde puedan; después nos confiaremos a nuestras piernas; de este modo no hay peligro». Confieso que, no sintiéndome muy convencido, le apremié a caminar más deprisa. «No, me respondió, mientras ellos no aceleren el paso». Nos poníamos a galopar en cuanto una desigualdad del terreno nos ocultaba a los enemigos, pero cuando estábamos a la vista de ellos íbamos al paso. Por fin llegamos a un valle, y volviendo a la izquierda nos dirigimos rápidamente a galope tendido al pie de una colina; entonces me hizo tenerle el caballo, hizo acostarse a los perros y se adelantó arrastrándose a gatas para reconocer al pretenso enemigo. Permaneció algún tiempo en esa postura, y a la postre, riéndose a carcajadas, exclamó: «Mujeres!». Acababa de reconocer a la esposa y a la cuñada del hijo del mayor de la plaza, que iban buscando huevos de avestruz. He descrito la conducta de este hombre porque todos sus actos estaban dictados por el convencimiento de que teníamos indios al frente. Sin embargo, tan pronto como hubo descubierto su absurdo error, me dio un sin fin de buenas razones para probarme que no podían ser indios, razones que un momento antes había olvidado en absoluto. Entonces nos encaminamos sosegadamente a Punta Alta, 7 Voyage dans l'Ameiique meridionale, por M.A. D'Orbigny, part ...

En la línea 683
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Los habitantes se alimentan en primer término de moluscos, por lo que siempre están cambiando de residencia; pero volviendo con determinados intervalos a habitar los mismo puntos, como lo prueban las masas de conchas secas, que forman a veces montones de muchas toneladas de peso. Estos montones se distinguen a gran distancia por el color verde claro de ciertas plantas de que invariablemente se cubren. Puedo citar entre estas plantas el apio silvestre y la coclearia, dos vegetales muy útiles, pero cuyas cualidades no han descubierto aún los indígenas. ...

En la línea 4399
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Petra salió, volviendo con árnica que no quiso aplicarse la Regenta; después vino con tila, recogió los restos de los cachivaches y los puso sobre mesas y armarios como si fueran reliquias santas. ...

En la línea 5050
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —¿Qué tiene? —preguntó el Magistral, volviendo la espalda. ...

En la línea 7698
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Y volviendo la cabeza hacia el interior obscuro y silencioso de la casa escuchó también con atención profunda. ...

En la línea 7989
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... No pudiendo dar a su amigo los golpecitos en el hombro, con que solía saludarle, los aplicó a las ancas del caballo, que se dignó a mirar volviendo un poco la cabeza al humilde infante. ...

En la línea 402
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Sus conversaciones con el panegirista de los Borgias habían hecho despertar igualmente en su memoria cierto número de personajes olvidados, volviendo a adquirir plasticidad de carne humana los que eran hasta poco antes indecisos fantasmas. ...

En la línea 473
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —Te conozco y te veo ya volviendo a mi después de la triste experiencia. Vas a sentirte asqueado por la ordinariez de esas personas que ahora buscas; te hará falta la verdadera libertad que es la de nuestro mundo, tolerante y feliz. Tal vez lamentarás Igualmente la ausencia de mi cuerpo y de mi voz, y yo entonces me vengaré cual si fueses un mendigo importuno al que se repele por su tenacidad. Si te vas, que sea para siempre. No vuelvas, porque entonces me mostraré cruel. ...

En la línea 849
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Gustaba especialmente de los estudios literarios, escribía versos, y en dicha Universidad le sorprendió la noticia de que su padre era Papa, no volviendo a Roma hasta el año siguiente (1493). ...

En la línea 1160
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Todos los hijos del Pontífice se juntaron en Roma. Lucrecia había abandonado a su marido, volviendo al lado de su padre. Se quejaba de que Juan Sforza no la servía como era su deber. Además, en el curso de la gran tormenta arrostrada por Rodrigo de Borja, este yerno procedía de un modo alevoso, manteniéndose en secreta relación con sus enemigos. ...

En la línea 1139
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Se convenció el profesor de que sería inútil su insistencia. Además, la negativa del gigante parecía quebrantar su propia credulidad. ¿Si pretenderían engañarle a el también los enviados oficiales?… Los buscó fuera de la Galería, volviendo con uno de ellos, que mostraba un rostro sombrío, vacilando mucho antes de contestar a sus preguntas. ...

En la línea 1632
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Cerró lentamente la tapa, volviendo con una presión de sus dedos a hacer penetrar las tachuelas en sus antiguos orificios. ...

En la línea 1684
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Pasó la noche sin dormir, saltando de su lecho para pasear por el puente y volviendo a meterse en el camarote con un deseo siempre incumplido de lograr un poco de sueño. ...

En la línea 577
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Mi tocaya—dijo Villalonga—, se está volviendo muy anticonstitucional. ...

En la línea 932
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Don José no le contestó. Estaba doblado por la cintura, porque el digerir las dos enormes chuletas que se había atizado, no se presentaba como un problema de fácil solución. Izquierdo no reparó que a su amigo le temblaba horriblemente el párpado, y que las carúnculas del cuello y los berrugones de la cara, inyectados y turgentes, parecían próximos a reventar. Tampoco se fijó en la inquietud de D. José, que se movía en el asiento como si este tuviese espinas; y volviendo a lamentarse de su destino, se dejó decir: «Porque no hacen solutamente estimación de los verídicos hombres del mérito. Tanto mequetrefe colocao, y a nosotros, tocayo, a estos dos hombres de calidá nadie les ensalza. A cuenta de ellos se lo pierden; porque usted, ¡hostia!, sería un lince para la Destrución pública, y yo… yo». ...

En la línea 1372
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... ¡Excelente y alegre cena la de aquella noche en casa de los opulentos señores de Santa Cruz! Realmente no era cena sino comida retrasada, pues no gustaba la familia de trasnochar, y por tanto, caía dentro de la jurisdicción de la vigilia más rigurosa. Los pavos y capones eran para los días siguientes, y aquella noche cuanto se sirvió en la mesa pertenecía a los reinos de Neptuno. Sólo se sirvió carne a Juan, que estaba ya mejor y pudo ir a la mesa. Fue verdadero festín de cardenales, con desmedida abundancia de peces, mariscos y de cuanto cría la mar, todo tan por lo fino y tan bien aderezado y servido que era una gloria. Veinticinco personas había en la mesa, siendo de notar que el conjunto de los convidados ofrecía perfecto muestrario de todas las clases sociales. La enredadera de que antes hablé había llevado allí sus vástagos más diversos. Estaba el marqués de Casa-Muñoz, de la aristocracia monetaria, y un Álvarez de Toledo, hermano del duque de Gravelinas, de la aristocracia antigua, casado con un Trujillo. Resultaba no sé qué irónica armonía de la conjunción aquella de los dos nobles, oriundo el uno del gran Alba, y el otro sucesor de D. Pascual Muñoz, dignísimo ferretero de la calle de Tintoreros. Por otro lado nos encontramos con Samaniego, que era casi un hortera, muy cerca de Ruiz-Ochoa, o sea la alta banca. Villalonga representaba el Parlamento, Aparisi el Municipio, Joaquín Pez el Foro, y Federico Ruiz representaba muchas cosas a la vez: la Prensa, las Letras, la Filosofía, la Crítica musical, el Cuerpo de Bomberos, las Sociedades Económicas, la Arqueología y los Abonos químicos. Y Estupiñá, con su levita nueva de paño fino, ¿qué representaba? El comercio antiguo, sin duda, las tradiciones de la calle de Postas, el contrabando, quizás la religión de nuestros mayores, por ser hombre tan sinceramente piadoso. D. Manuel Moreno Isla no fue aquella noche; pero sí Arnaiz el gordo, y Gumersindo Arnaiz, con sus tres pollas, Barbarita II, Andrea e Isabel; mas a sus tres hermanas eclipsaba Jacinta, que estaba guapísima, con un vestido muy sencillo de rayas negras y blancas sobre fondo encarnado. También Barbarita tenía buen ver. Desde su asiento al extremo de la mesa, Estupiñá la flechaba con sus miradas, siempre que corrían de boca en boca elogios de aquellos platos tan ricos y de la variedad inaudita de pescados. El gran Rossini, cuando no miraba a su ídolo, charlaba sin tregua y en voz baja con sus vecinos, volviendo inquietamente a un lado y otro su perfil de cotorra. ...

En la línea 1574
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Pues anoche… estuve en el Suizo hasta las diez. Después me fui un rato al Real, y al salir ocurriome pasar por Praga a ver si estaba allí Joaquín Pez, a quien tenía que decir una cosa. Entro y lo primero que me veo es una pareja… en las mesas de la derecha… Quedeme mirando como un bobo… Eran un señor y una mujer vestida con una elegancia… ¿cómo te diré?, con una elegancia improvisada. «Yo conozco esa cara», fue lo primero que se me ocurrió. Y al instante caí… «¡Pero si es esa condenada de Fortunata!». Por mucho que yo te diga, no puedes formarte idea de la metamorfosis… Tendrías que verla por tus propios ojos. Está de rechupete. De fijo que ha estado en París, porque sin pasar por allí no se hacen ciertas transformaciones. Púseme todo lo cerca posible, esperando oírla hablar. «¿Cómo hablará?» me decía yo. Porque el talle y el corsé, cuando hay dentro calidad, los arreglan los modistos fácilmente; pero lo que es el lenguaje… Chico, habías de verla y te quedarías lelo, como yo. Dirías que su elegancia es de lance y que no tiene aire de señora… Convenido; no tiene aire de señora; ni falta… pero eso no quita que tenga un aire seductor, capaz de… Vamos, que si la ves, tiras piedras. Te acordarás de aquel cuerpo sin igual, de aquel busto estatuario, de esos que se dan en el pueblo y mueren en la oscuridad cuando la civilización no los busca y los presenta. Cuántas veces lo dijimos: «¡Si este busto supiera explotarse… !». Pues ¡hala!, ya lo tienes en perfecta explotación. ¿Te acuerdas de lo que sostenías?… «El pueblo es la cantera. De él salen las grandes ideas y las grandes bellezas. Viene luego la inteligencia, el arte, la mano de obra, saca el bloque, lo talla»… Pues chico, ahí la tienes bien labrada… ¡Qué líneas tan primorosas!… Por supuesto, hablando, de fijo que mete la pata. Yo me acercaba con disimulo. Comprendí que me había conocido y que mis miradas la cohibían… ¡Pobrecilla! Lo elegante no le quitaba lo ordinario, aquel no sé qué de pueblo, cierta timidez que se combina no sé cómo con el descaro, la conciencia de valer muy poco, pero muy poco, moral e intelectualmente, unida a la seguridad de esclavizar… ¡ah, bribonas!, a los que valemos más que ellas… digo, no me atrevo a afirmar que valgamos más, como no sea por la forma… En resumidas cuentas, chico, está que ahuma. Yo pensaba en la cantidad de agua que había precedido a la transformación. Pero ¡ah!, las mujeres aprenden esto muy pronto. Son el mismo demonio para asimilarse todo lo que es del reino de la toilette. En cambio, yo apostaría que no ha aprendido a leer… Son así; luego dicen que si las pervertimos. Pues volviendo a lo mismo, la metamorfosis es completa. Agua, figurines, la fácil costumbre de emperejilarse; después seda, terciopelo, el sombrerito… ...

En la línea 2224
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Sí, pero volviendo a la vida. ...

En la línea 286
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Con el corazón palpitante, a pesar de ir montado en Joe, miré alrededor para observar si divisaba alguna señal de la presencia de los penados. Nada pude ver ni oír. El señor Wopsle me había alarmado varias veces con su respiración agitada, pero ahora ya sabía distinguir los sonidos y podía disociarlos del objeto de nuestra persecución. Me sobresalté mucho cuando tuve la ilusión de que seguía oyendo la lima, pero resultó no ser otra cosa que el cencerro de una oveja. Ésta cesó de pastar y nos miró con timidez. Y sus compañeras, volviendo a un lado la cabeza para evitar el viento y la cellisca, nos miraron irritadas, como si fuésemos responsables de esas molestias. Pero a excepción de esas cosas y de la incierta luz del crepúsculo en cada uno de los tallos de la hierba, nada interrumpía la inerte tranquilidad de los marjales. ...

En la línea 1088
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Bueno, bueno — exclamó moviendo los dedos con impaciencia —. Ven de vez en cuando. Ven el día de tu cumpleaños. ¡Hola!—exclamó de pronto, volviéndose y volviendo también la silla hacia mí —. Seguramente buscas a Estella, ¿verdad? ...

En la línea 1255
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Pues recuerde usted que un perro ladrador es bueno, pero mejor aún es el que muerde y no ladra. ¿Lo recordará usted? — repitió el señor Jaggers cerrando los ojos e inclinando la cabeza hacia Joe, como si le excusara por algo —. Ahora, volviendo a este muchacho, he de comunicarles a ustedes que tiene un espléndido porvenir. ...

En la línea 1361
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... - Tanto si me censuras como si me das tu aprobación - contestó la pobre Biddy -, puedes estar seguro de que siempre haré cuanto esté en mi mano. Y cualquiera que sea la opinión que te lleves de mí, eso no causará ninguna díferencia en mi recuerdo de ti. Sin embargo, un caballero no debe ser injusto - añadió Biddy volviendo la cabeza. ...

En la línea 551
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Pero ¿cómo demonio has atado esto? ¡Vaya un enredo! ‑exclamó la vieja, volviendo un poco la cabeza hacia Raskolnikof. ...

En la línea 846
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Apenas podía sostener la pluma hace un momento, cuando escribía su declaración ‑observó el secretario, volviendo a sentarse y empezando de nuevo a hojear papeles. ...

En la línea 1029
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Es necesario que Pachenka nos envíe hoy mismo la frambuesa en dulce para prepararle un jarabe ‑dijo Rasumikhine volviendo a la mesa y reanudando su interrumpido almuerzo. ...

En la línea 1043
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Sí ‑respondió Raskolnikof entre dientes y volviendo la cabeza, pues había comprendido que era más prudente dar la impresión de que aceptaba el diálogo. ...

En la línea 296
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... A su vez la consideraba Artegui como aquel que, volviendo de países nevados y desiertos, mira a un vallecillo alegre que por casualidad encuentra en el camino. Jamás había visto reunidas en nadie tanta juventud, robustez y frescura. A pesar de la noche pasada en ferrocarril, estaba el rostro de Lucía más lozano que unas hierbas de San Juan, y sus cabellos revueltos y a trechos aplastados, le prestaban cierto aspecto de ninfa que sale del baño, destocada y húmeda. Reíansele los ojos, las facciones todas, y el sol, indiscreto cronista de los cutis marchitos, jugaba sin temor entre el dorado imperceptible vello que tapizaba las mejillas de la niña, tiñéndolas con tonos calientes de rancio mármol. ...

En la línea 705
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Guardó otra vez el lindo reloj esqueleto con cifras grabadas en ambos cristales, y volviendo los ojuelos a Lucía, añadió: ...

En la línea 756
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Váyase usted al demonio -contestó en castizo castellano Miranda, volviendo las espaldas a su interlocutora, y olvidando, como solía, sus postizas finuras de salón ante la herida de su amor propio. ...

En la línea 1019
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Pues volviendo a mi relato, fui a echar la carta al correo, y Miranda me siguió y me cogió del brazo y me llenó de denuestos, injuriándome mucho, y lo que sentí más, insultando a mi padre. ¡Pobre padre de mi alma! ¡qué culpa tiene él de lo que haga yo! Que no sepa nada, Padre Urtazu, por amor de Dios. Yo me indigné de tal modo, que contesté con altivez, y me encerré en mi cuarto. Estoy como aquel a quien se le ha caído una casa encima. ...

En la línea 413
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... He aquí, en suma, el trazado del 'Great Indian Peninsular Railway'. Partiendo de Bombay atraviesa Salcette, salta al continente enfrente de Tannab, cruza la sierra de los Ghats Occidentales, corre al Noroeste hasta Burhampur, surca el territorio casi independiente de Buidelkund, se eleva hasta Allahabad, se inclina al Este, encuentra al Ganges en Benarés, se desvía ligeramente, y volviendo al Sureste por Burdiván y la ciudad francesa de Chandemagor, va a formar cabeza de línea en Calcuta. ...


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Más información sobre la palabra Volviendo en internet

Volviendo en la RAE.
Volviendo en Word Reference.
Volviendo en la wikipedia.
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