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La palabra tiempo
Cómo se escribe

la palabra tiempo

La palabra Tiempo ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
El cuervo de Leopoldo Alias Clarín
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
Memoria De Las Islas Filipinas. de Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
El Señor de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Niebla de Miguel De Unamuno
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
La llamada de la selva de Jack London
Amnesia de Amado Nervo
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece tiempo.

Estadisticas de la palabra tiempo

La palabra tiempo es una de las palabras más comunes del idioma Español, estando en la posición 70 según la RAE.

Tiempo es una palabra muy común y se encuentra en el Top 500 con una frecuencia media de 861.16 veces en cada obra en castellano

El puesto de esta palabra se basa en la frecuencia de aparición de la tiempo en 150 obras del castellano contandose 130896 apariciones en total.


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece tiempo

La palabra tiempo puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 275
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El rocín del tío Barret, un animal sufrido que le seguía en todos sus desesperados esfuerzos, cansado de trabajar de día y de noche, de ir tirando del carro al mercado de Valencia con carga de hortalizas y a continuación, sin tiempo para respirar ni desudarse, verse enganchado al arado, tomó partido de morir, antes que permitirse el menor intento de rebelión contra su pobre amo. ...

En la línea 340
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y al mismo tiempo los negros pajarracos escribían papeles y más papeles en la barraca de Barret, revolviendo, impasibles, los muebles y las ropas, inventariando hasta el corral y el establo, mientras la esposa y las hijas gemían desesperadamente, y la multitud, agolpada a la puerta, seguía con terror todos los detalles del embargo, intentando consolar a las pobres mujeres, prorrumpiendo, a la sordina, en maldiciones contra el judío don Salvador y aquellos tíos que se prestaban a obedecer a semejante perro. ...

En la línea 467
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Las hijas, una tras otra, fueron abandonando a las familias que las habían recogido, trasladándose a Valencia para ganarse el pan como criadas, y la pobre vieja, cansada de molestar con sus enfermedades, marchó al hospital, muriendo al poco tiempo. ...

En la línea 534
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Algo oyó él de lo que había sucedido en la barraca, de las causas que obligaban a los dueños a conservar improductivas tan hermosas tierras; pero ¡iba ya transcurrido tanto tiempo!. ...

En la línea 45
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Montenegro siguió adelante. Las bodegas de Dupont formaban un escalonamiento de edificios. De unos a otros extendíanse las explanadas, y en ellas alineaban los arrumbadores las filas de toneles para que los caldease el sol. Era el vino barato, el Jerez ordinario, que para envejecerse rápidamente era expuesto al calor solar. Fermín recordaba la suma de tiempo y trabajo necesarios para producir un buen Jerez. Diez años eran precisos para criar el famoso vino: diez fermentaciones fuertes se necesitaban para que se formase, con el perfume selvático y el ligero sabor de avellana que ningún otro vino podía copiar. Pero las necesidades de la concurrencia mercantil, el deseo de producir barato, aunque fuese malo, obligaba a apresurar el envejecimiento del vino, poniéndolo al sol para acelerar su evaporación. ...

En la línea 61
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Tú no has alcanzado la buena época, Ferminillo--continuó;--por esto tomas las cosas con tanta pachorra. Tú eres de los modernos, de los que creen que las cosas marchan bien porque vendemos mucho cognac como cualquier casa de esos países extranjeros, cuyas viñas sólo producen porquería, sin que Dios les conceda la menor cosa que se parezca al Jerez... Dime, tú que has corrido mundo, ¿dónde has visto nuestra uva de _Palomino_, ni la de _Vidueño_, ni el _Mantuo de Pila_, ni el _Cañocaso_, ni el _Perruno_, ni el _Pedro Ximénez_?... ¡Qué has de ver! Eso sólo se cría en esta tierra: es un regalo de Dios...; y, con tanta riqueza, fabricamos cognac o vinos de imitación porque el Jerez, el verdadero Jerez ya no está de moda, según dicen esos señores del extranjero! Aquí se acaban las bodegas. Esto son licorerías, boticas, cualquier cosa, menos lo que fueron en otro tiempo y ¡vamos!, que me dan ganas de echar a volar para no volver, cuando os presentáis con esos papelillos, pidiéndome que haga otra falsificación. ...

En la línea 109
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Montenegro recordaba la estupefacción de la gente un año antes, cuando un perro de los que guardaban por la noche las bodegas mordió a varios trabajadores. Dupont había acudido en su auxilio, temiendo que el mordisco les produjera la hidrofobia y, para evitarla, les hizo tragar en el primer momento, en forma de píldoras, una estampa de santo milagroso que guardaba su madre. Era tan estupendo aquello, que Fermín, después de haber presenciado el hecho, comenzaba a dudar, con el transcurso del tiempo, de que fuese cierto. Bien es verdad que después, el mismo don Pablo pagó con largueza el viaje a los enfermos para que fuesen curados por un médico célebre. Dupont explicaba su conducta cuando le hablaban de este suceso con una sencillez que daba espanto: «Primero, la Fe; después, la Ciencia, que algunas veces hace grandes cosas, pero es porque se lo permite Dios». ...

En la línea 149
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y el jinete paró su caballo de un tirón que le hizo tocar con las ancas el suelo, al mismo tiempo que levantaba las patas delanteras. ...

En la línea 10
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Durante mucho tiempo, tiempo inmemorial, los lagunenses o paludenses, como se empeña en llamarlos el médico higienista y pedante don Torcuato Resma, han venido negando, pero negando en absoluto, que su querida ciudad fuese insalubre. ...

En la línea 108
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Porque es de notar, siquiera sea de paso, que aunque Cuervo había estudiado en el Seminario hasta el segundo año de Filosofía, y no había sido mal estudiante, desde el punto y hora en que se decidió a ahorcar los hábitos, se propuso olvidar la traducción y el orden (frase suya), y lo consiguió a poco tiempo. ...

En la línea 233
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Ayudaba a olvidar; era un colaborador del tiempo. ...

En la línea 234
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Como el tiempo por sí no es nada, como es sólo la forma de los sucesos, un hilo, Cuervo era para el olvido de eficacia más inmediata, pues presentaba de una vez, como un acumulador, la fuerza olvidadiza que los años van destilando gota a gota. ...

En la línea 39
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Hijo mío -había dicho el gentilhombre gascón en ese puro pa toisde Béam del que jamás había podido desembarazarse Enrique IV -, hijo mío, este caballo ha nacido en la casa de vuestro padre, tendrá pronto trece años, y ha permanecido aquí todo ese tiempo, lo que de be llevaros a amarlo. ...

En la línea 50
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Sacad provecho de todo, y vivid felizmente y por mucho tiempo. ...

En la línea 75
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Aquellas calzas y aquel jubón, aunque nuevos, parecían arrugados como vesti-dos de viaje largo tiempo encerrados en un baúl. ...

En la línea 83
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... El gentilhombre volvió lentamente los ojos de la montura al caba llero, como si hubiera necesitado cierto tiempo para comprender que era a él a quien se dirigían tan extraños reproches; luego, cuando no pudo albergar ya ninguna duda, su ceño se frunció ligeramente y tras una larga pausa, con un acento de ironía y de insolencia imposible de describir, respondió a D'Artagnan:-Yo no os hablo, señor. ...

En la línea 18
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Animado yo, y deseoso porque fines tan interesantes se realicen, me he determinado á formar esta pequeña memoria, con el doble objeto de dar alguna noticia del estado que tenian las Filipinas á mi salida de ellas, y presentando algunos de los muchos obstáculos que se oponen al desarrollo de su prosperidad y riqueza, y los medios que pudieran emplearse para destruirlos, escitar los mayores talentos de otros, que con mas tiempo para ocuparse de esta importante materia, puedan mas minuciosamente y con mas precision, estender sus observaciones sobre el asunto, para influir en el ánimo del ilustrado Gobierno que hoy rije los destinos de la patria, y proporcionar por este medio las útiles reformas que el estado de las provincias de Filipinas reclama, para avanzar en su prosperidad y engrandecimiento. ...

En la línea 32
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Sin embargo del buen concepto de la audiencia de Manila (digan lo que quieran sus antagonistas), yo tengo por muy conveniente la disposicion de la ley de Indias en cuanto á la amobilidad y promocion á tiempo dado de sus ministros, en justa escala que deberia establecerse, fundándome en las mismas causas de la ley, y sin necesidad de buscar otras, que algunas se hallan muy al alcance de todos; esto es, que no solo es muy útil premiar á sus majistrados, sino tambien desarraigarlos de las amistades y estrechas relaciones que cobran en aquellos paises donde residen largo tiempo. ...

En la línea 32
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Sin embargo del buen concepto de la audiencia de Manila (digan lo que quieran sus antagonistas), yo tengo por muy conveniente la disposicion de la ley de Indias en cuanto á la amobilidad y promocion á tiempo dado de sus ministros, en justa escala que deberia establecerse, fundándome en las mismas causas de la ley, y sin necesidad de buscar otras, que algunas se hallan muy al alcance de todos; esto es, que no solo es muy útil premiar á sus majistrados, sino tambien desarraigarlos de las amistades y estrechas relaciones que cobran en aquellos paises donde residen largo tiempo. ...

En la línea 36
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... La audiencia de Manila ha procurado en todo tiempo con mas ó menos eficacia el dar mayor impulso á la administracion de justicia en las Islas de su vasto territorio; mas los efectos nunca han correspondido á sus buenos deseos, porque hay obstáculos naturales que su autoridad no puede vencer. ...

En la línea 52
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Probablemente, Borrow vivió todo ese tiempo sin ocupación fija; viajó un poco, y escribió por gusto y por encargo. ...

En la línea 244
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... España ocupó siempre un lugar considerable en mis ensueños infantiles, y las cosas españolas me interesaban por modo especial, sin presentir que, andando el tiempo, me vería llamado a participar, si bien modestamente, en el drama descomunal de su vida; aquel interés me indujo, en edad temprana, a aprender su noble idioma y a conocer su literatura (apenas digna del idioma), su historia y tradiciones; de modo que al entrar por vez primera en España me sentí más en mi casa que lo que sin esas circunstancias me hubiese sentido. ...

En la línea 263
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Dejó de ser el verdugo y se convirtió en el banquero de Roma; y los pobres españoles, que siempre estiman como un privilegio pagar cuentas ajenas, miraron durante mucho tiempo como una gran ventura que les permitieran saciar la rapaz avidez de Roma, que durante el siglo pasado sacó, probablemente, de España más dinero que de todo el resto de la cristiandad. ...

En la línea 311
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Dada la voz de alarma, hubo una gran confusión, y lo menos pasaron dos minutos antes de que el barco se parase; en ese tiempo el marinero se quedó muy lejos a popa; sin embargo, yo no le perdí de vista y observé que luchaba valientemente con las olas. ...

En la línea 7
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Por la cual, por os hacer bien y merced, os damos licencia y facultad para que vos, o la persona que vuestro poder hubiere, y no otra alguna, podáis imprimir el dicho libro, intitulado El ingenioso hidalgo de la Mancha, que desuso se hace mención, en todos estos nuestros reinos de Castilla, por tiempo y espacio de diez años, que corran y se cuenten desde el dicho día de la data desta nuestra cédula; so pena que la persona o personas que, sin tener vuestro poder, lo imprimiere o vendiere, o hiciere imprimir o vender, por el mesmo caso pierda la impresión que hiciere, con los moldes y aparejos della; y más, incurra en pena de cincuenta mil maravedís cada vez que lo contrario hiciere. ...

En la línea 9
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Con tanto que todas las veces que hubiéredes de hacer imprimir el dicho libro, durante el tiempo de los dichos diez años, le traigáis al nuestro Consejo, juntamente con el original que en él fue visto, que va rubricado cada plana y firmado al fin dél de Juan Gallo de Andrada, nuestro Escribano de Cámara, de los que en él residen, para saber si la dicha impresión está conforme el original; o traigáis fe en pública forma de cómo por corretor nombrado por nuestro mandado, se vio y corrigió la dicha impresión por el original, y se imprimió conforme a él, y quedan impresas las erratas por él apuntadas, para cada un libro de los que así fueren impresos, para que se tase el precio que por cada volume hubiéredes de haber. ...

En la línea 29
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Oyendo lo cual mi amigo, dándose una palmada en la frente y disparando en una carga de risa, me dijo: -Por Dios, hermano, que agora me acabo de desengañar de un engaño en que he estado todo el mucho tiempo que ha que os conozco, en el cual siempre os he tenido por discreto y prudente en todas vuestras aciones. ...

En la línea 56
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Con silencio grande estuve escuchando lo que mi amigo me decía, y de tal manera se imprimieron en mí sus razones que, sin ponerlas en disputa, las aprobé por buenas y de ellas mismas quise hacer este prólogo; en el cual verás, lector suave, la discreción de mi amigo, la buena ventura mía en hallar en tiempo tan necesitado tal consejero, y el alivio tuyo en hallar tan sincera y tan sin revueltas la historia del famoso don Quijote de la Mancha, de quien hay opinión, por todos los habitadores del distrito del campo de Montiel, que fue el más casto enamorado y el más valiente caballero que de muchos años a esta parte se vio en aquellos contornos. ...

En la línea 9
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Por otra parte, en el curso de esta obra tendré el gusto de indicar la ayuda que me han prestado otros varios naturalistas distinguidos. Pero, permítaseme dar aquí sinceras gracias al profesor Henslow, pues él fue quien, cuando estudiaba yo en la Universidad de Cambridge, me hizo aficionarme a la historia natural; él quien, durante mi ausencia, tuvo a bien encargarse de las colecciones que de tiempo en tiempo remitía yo a Inglaterra; por último, él quien con sus cartas dirigió mis investigaciones, y quien, en una palabra, ha sido siempre para mí el amigo más afectuoso. ...

En la línea 27
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Una mañana, con un tiempo clarísimo, los contornos de las montañas lejanas se destacan del modo más preciso sobre una banda de nubes de un color azul oscuro. A juzgar por las apariencias y los casos análogos en Inglaterra, supuse que el aire estaría saturado de humedad Nada de eso: el higrómetro indicaba una diferencia de 29,6 entre la temperatura del aire y el punto en que se condensó el rocío, diferencia que resultaba ser casi el doble de la que observé en los días anteriores.. Continuos relámpagos acompañaban a esa extraordinaria sequedad de la atmósfera. ¿No es muy notable encontrarse con una tan perfecta transparencia del aire unida a ese estado del tiempo? La atmósfera suele estar brumosa; esa niebla proviene de la caída de un polvo impalpable que estropea algo nuestros instrumentos astronómicos. La víspera de llegar a PortoPraya, recogí un paquetito de ese polvillo pardo, que la tela metálica de la veleta puesta en el tope del palo mayor parecía haber tamizado al paso. Mr. Lyell me ha dado también cuatro paquetes de polvo caído sobre un buque, a algunos centenares de millas al norte de estas islas. El profesor Ehrenberg2 ha visto que ese polvo está en gran parte formado por infusorios cubiertos de caparazones silíceos y por tejidos silíceos de plantas. En cinco paquetitos que le remití, ha reconocido la presencia de sesenta y siete formas orgánicas diferentes. Todos los infusorios, excepto dos especies marinas, viven en agua dulce. Según mis noticias, se ha comprobado la caída de polvos idénticos en quince buques diferentes que navegaban por el Atlántico a grandísimas distancias de las 2 Aprovecho esta ocasión para dar las gracias a este ilustre naturalista por la atención que ha tenido dignándose examinar un gran número de mis especimenes. En junio de 1845 dirigí a la Sociedad de Geología una Memoria completa acerca de la caída de ese polvo. ...

En la línea 27
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Una mañana, con un tiempo clarísimo, los contornos de las montañas lejanas se destacan del modo más preciso sobre una banda de nubes de un color azul oscuro. A juzgar por las apariencias y los casos análogos en Inglaterra, supuse que el aire estaría saturado de humedad Nada de eso: el higrómetro indicaba una diferencia de 29,6 entre la temperatura del aire y el punto en que se condensó el rocío, diferencia que resultaba ser casi el doble de la que observé en los días anteriores.. Continuos relámpagos acompañaban a esa extraordinaria sequedad de la atmósfera. ¿No es muy notable encontrarse con una tan perfecta transparencia del aire unida a ese estado del tiempo? La atmósfera suele estar brumosa; esa niebla proviene de la caída de un polvo impalpable que estropea algo nuestros instrumentos astronómicos. La víspera de llegar a PortoPraya, recogí un paquetito de ese polvillo pardo, que la tela metálica de la veleta puesta en el tope del palo mayor parecía haber tamizado al paso. Mr. Lyell me ha dado también cuatro paquetes de polvo caído sobre un buque, a algunos centenares de millas al norte de estas islas. El profesor Ehrenberg2 ha visto que ese polvo está en gran parte formado por infusorios cubiertos de caparazones silíceos y por tejidos silíceos de plantas. En cinco paquetitos que le remití, ha reconocido la presencia de sesenta y siete formas orgánicas diferentes. Todos los infusorios, excepto dos especies marinas, viven en agua dulce. Según mis noticias, se ha comprobado la caída de polvos idénticos en quince buques diferentes que navegaban por el Atlántico a grandísimas distancias de las 2 Aprovecho esta ocasión para dar las gracias a este ilustre naturalista por la atención que ha tenido dignándose examinar un gran número de mis especimenes. En junio de 1845 dirigí a la Sociedad de Geología una Memoria completa acerca de la caída de ese polvo. ...

En la línea 33
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Un Octopus o pulpo, me interesó también mucho, y pasé largas horas estudiando sus costumbres. Aunque abundan en los charcos que deja la marea al retirarse, estos animales no son fáciles de coger. Por medio de sus largos tentáculos o brazos y de sus ventosas o chupadores, consiguen meterse dentro de grietas muy estrechas; y, una vez allí, necesita emplearse mucha fuerza para hacer que salga. Otras veces se lanzan con la rapidez de una flecha, llevando la cola adelante, de un lado a otro del charco, y al mismo tiempo coloran el agua, difundiendo en torno suyo una especie de tinta de color castaño oscuro. Estos animales tienen también la facultad de cambiar de Color para ocultarse a la vista. Parecen variar los matices de su cuerpo según la naturaleza del terreno sobre el cual pasan: cuando están en un sitio donde es poco profunda el agua, suelen presentar un color de púrpura parduzco; pero cuando se les coloca encima de la tierra o en un sitio donde es poco profunda el agua, ese tinte oscuro desaparece y lo reemplaza un color verde amarillento. Si se examina más atentamente el color de estos animales, se ve que son grises y tienen manchas numerosas de un color amarillo fuerte; algunas de esas manchas varían de intensidad, otras aparecen y desaparecen de continuo. Estas modificaciones de color se efectúan de tal modo, que parece como si se vieran pasar constantemente sobre el cuerpo del animal nubes de colores que varían del rojo jacinto al rojo castaño. Toda parte de su cuerpo sometida a un ligero choque galvánico se pone negra; puede producirse un efecto análogo aunque menos marcado arañándoles la piel con una aguja. Estas nubes o llamaradas de color, como pudieran llamarse, dícese que son producidas por la dilatación y la contracción sucesivas de unas vesículas muy pequeñas que contienen fluidos diversamente coloridos. ...

En la línea 24
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Seamos pues pacientes, sufridos, tenaces en la esperanza, benévolos con nuestro tiempo y con la sociedad en que vivimos, persuadidos de que uno y otra no son tan malos como vulgarmente se cree y se dice, y de que no mejorarán por virtud de nuestras declamaciones, sino por inesperados impulsos que nazcan de su propio seno. ...

En la línea 45
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Y al propio tiempo, ¡qué feliz aleación de las bromas y las veras, fundidas juntas en el crisol de una lengua que no tiene semejante en la expresión equívoca ni en la gravedad socarrona! Hermosa es la verdad siempre; pero en el arte seduce y enamora más cuando entre sus distintas vestiduras poéticas escoge y usa con desenfado la de la gracia, que es sin duda la que mejor cortan españolas tijeras, la que tiene por riquísima tela nuestra lengua incomparable, y por costura y acomodamiento la prosa de los maestros del siglo de oro. ...

En la línea 78
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Fermín es fuerte, y al mismo tiempo meloso; la teología que atesora en su espíritu acaba por resolvérsele en reservas mundanas y en transacciones con la realidad física y social. ...

En la línea 88
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Escribo tan sólo un juicio formado en los días de la primera salida de la hermosa novela, y lo que intenté decir entonces, tributando al compañero y amigo el debido homenaje, lo digo ahora, seguro de que en esta manifestación tardía el tiempo avalora y aquilata mi sinceridad. ...

En la línea 159
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Pasó tiempo, y ya nadie supo de la tentación, si lo era, en que Juan de Dios vivía. ...

En la línea 175
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¡Cuántas noches, al mismo tiempo, estarían ella y él pidiendo a Dios lo mismo: que volviera aquel hombre por quien se moría Rosario! — ¡Sí, se decía Juan, que vuelva; yo no sé lo que será para mí verle junto a ella, pero de todo corazón le pido a Dios que vuelva. ...

En la línea 4
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... No vivía, se deslizaba con suavidad por un declive dulce, sin altibajos ni sacudidas. El día presente era tan bello como el anterior, y sin duda, resultaría igual al próximo mañana. Sólo al recordarle la fecha de los diarios otra fecha idéntica guardada en su memoria, hizo un cálculo del tiempo transcurrido durante esta dulce inercia, únicamente comparable a las de los seres que en los cuentos árabes quedan inmóviles, dentro de ciudades encantadas, paralizadas por un conjuro mágico ...

En la línea 9
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Viajaron los primeros meses, yendo a donde van las gentes de la sociedad en que había vivido hasta entonces Rosaura, y procurando al mismo tiempo aislarse de ellas. Aprovecharon el ferrocarril para huir de aquel huerto que tanto recordaban después. Querían un escenario menos rústico para su amor. Esperaron en Barcelona a que el chófer hubiese recompuesto el automóvil en un taller de Castellón. ...

En la línea 32
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Al poco tiempo, este conformismo del joven empezó a resquebrajarse con los pequeños accidentes diarios de una vida agitada. ...

En la línea 62
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... En realidad, era su obligación de seguir a Rosaura lo que le condenaba para siempre a figurar en dicho mundo, frívolo, murmurador, y, al mismo tiempo, exageradamente tolerante hasta el amoralismo. ...

En la línea 31
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Tenía además cierta confianza en el porvenir y consideraba oportuno dejar pasar el tiempo. Su madre tal vez cediese al ver que transcurrían los años sin que ella amase a otro hombre. Edwin podía estar seguro de su fidelidad. Mientras tanto, la fortuna tal vez se fijase de pronto en Gillespie, como se había fijado en mister Haynes. Acostumbrada a ver en los salones de su casa a muchos hombres que habían empezado su carrera siendo pobres y ahora eran millonarios, se imaginó que esta era inevitablemente la historia de todos los humanos y que a Edwin le llegaría su turno. ...

En la línea 46
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Las Aventuras de Gulliver, -murmuró el ingeniero-. El gracioso libro de Swift … ¡Cuanto tiempo hace que no he leído esto!… ¡Que feliz era yo en los años que podía interesarme tal lectura!… ...

En la línea 51
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Sonó una explosión inmensa, ensordecedora, y después se hizo un profundo silencio en la dulce serenidad de la tarde, como si el infinito del mar y el horizonte hubiesen absorbido hasta la última vibración del atronador desgarramiento. Pero el silencio fue corto. A continuación, todo el buque pareció cubrirse de aullidos de dolor, de gritos de sorpresa, de carreras de gentes enloquecidas por el pánico, de órdenes enérgicas. Por las dos chimeneas del paquebote se escaparon torrentes mugidores de humo negro, al mismo tiempo que debajo de la cubierta empezaba un jadeo ruidoso, igual al estertor de un gigante moribundo. ...

En la línea 86
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Media hora después, al volver a hundir el remo, creyó tocar una roca; pero siguió avanzando mucho tiempo, sin que la quilla del bote rozase ningún obstáculo. Empezaba a ocultarse el sol cuando llegó cerca de tierra, y fue siguiendo su contorno a unos cincuenta metros de distancia. Iba en busca de una bahía pequeña o de la desembocadura de un riachuelo para poder desembarcar, conservando su bote. ...

En la línea 5
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Cuando el niño estudiaba los últimos años de su carrera, verificose en él uno de esos cambiazos críticos que tan comunes son en la edad juvenil. De travieso y alborotado volviose tan juiciosillo, que al mismo Zalamero daba quince y raya. Entrole la comezón de cumplir religiosamente sus deberes escolásticos y aun de instruirse por su cuenta con lecturas sin tasa y con ejercicios de controversia y palique declamatorio entre amiguitos. No sólo iba a clase puntualísimo y cargado de apuntes, sino que se ponía en la grada primera para mirar al profesor con cara de aprovechamiento, sin quitarle ojo, cual si fuera una novia, y aprobar con cabezadas la explicación, como diciendo: «yo también me sé eso y algo más». Al concluir la clase, era de los que le cortan el paso al catedrático para consultarle un punto oscuro del texto o que les resuelva una duda. Con estas dudas declaran los tales su furibunda aplicación. Fuera de la Universidad, la fiebre de la ciencia le traía muy desasosegado. Por aquellos días no era todavía costumbre que fuesen al Ateneo los sabios de pecho que están mamando la leche del conocimiento. Juanito se reunía con otros cachorros en la casa del chico de Tellería (Gustavito) y allí armaban grandes peloteras. Los temas más sutiles de Filosofía de la Historia y del Derecho, de Metafísica y de otras ciencias especulativas (pues aún no estaban de moda los estudios experimentales, ni el transformismo, ni Darwin, ni Haeckel eran para ellos, lo que para otros el trompo o la cometa. ¡Qué gran progreso en los entretenimientos de la niñez! ¡Cuando uno piensa que aquellos mismos nenes, si hubieran vivido en edades remotas, se habrían pasado el tiempo mamándose el dedo, o haciendo y diciendo toda suerte de boberías… ! ...

En la línea 14
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Presentose en aquellos días al simpático joven la coyuntura de hacer su primer viaje a París, adonde iban Villalonga y Federico Ruiz comisionados por el Gobierno, el uno a comprar máquinas de agricultura, el otro a adquirir aparatos de astronomía. A D. Baldomero le pareció muy bien el viaje del chico, para que viese mundo; y Barbarita no se opuso, aunque le mortificaba mucho la idea de que su hijo correría en la capital de Francia temporales más recios que los de Madrid. A la pena de no verle uníase el temor de que le sorbieran aquellos gabachos y gabachas, tan diestros en desplumar al forastero y en maleficiar a los jóvenes más juiciosos. Bien se sabía ella que allá hilaban muy fino en esto de explotar las debilidades humanas, y que Madrid era, comparado en esta materia con París de Francia, un lugar de abstinencia y mortificación. Tan triste se puso un día pensando en estas cosas y tan al vivo se le representaban la próxima perdición de su querido hijo y las redes en que inexperto caía, que salió de su casa resuelta a implorar la misericordia divina del modo más solemne, conforme a sus grandes medios de fortuna. Primero se le ocurrió encargar muchas misas al cura de San Ginés, y no pareciéndole esto bastante, discurrió mandar poner de Manifiesto la Divina Majestad todo el tiempo que el niño estuviese en París. Ya dentro de la Iglesia, pensó que lo del Manifiesto era un lujo desmedido y por lo mismo quizá irreverente. No, guardaría el recurso gordo para los casos graves de enfermedad o peligro de muerte. Pero en lo de las misas sí que no se volvió atrás, y encargó la mar de ellas, repartiendo además aquella semana más limosnas que de costumbre. ...

En la línea 31
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Solía no probar nada, ni el otro tampoco, quedándose cada cual con su opinión; pero con estas sabrosas peloteras pasaban el tiempo. También había entre estos dos respetables sujetos parentesco de afinidad, porque doña Bárbara, esposa de Santa Cruz, era prima del gordo, hija de Bonifacio Arnaiz, comerciante en pañolería de la China. Y escudriñando los troncos de estos linajes matritenses, sería fácil encontrar que los Arnaiz y los Santa Cruz tenían en sus diferentes ramas una savia común, la savia de los Trujillos. «Todos somos unos—dijo alguna vez el gordo en las expansiones de su humor festivo, inclinado a las sinceridades democráticas—, tú por tu madre y yo por mi abuela, somos Trujillos netos, de patente; descendemos de aquel Matías Trujillo que tuvo albardería en la calle de Toledo allá por los tiempos del motín de capas y sombreros. No lo invento yo; lo canta una escritura de juros que tengo en mi casa. Por eso le he dicho ayer a nuestro pariente Ramón Trujillo… ya sabéis que me le han hecho conde… le he dicho que adopte por escudo un frontil y una jáquima con un letrero que diga: Pertenecí a Babieca… ». ...

En la línea 34
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Creció Bárbara en una atmósfera saturada de olor de sándalo, y las fragancias orientales, juntamente con los vivos colores de la pañolería chinesca, dieron acento poderoso a las impresiones de su niñez. Como se recuerda a las personas más queridas de la familia, así vivieron y viven siempre con dulce memoria en la mente de Barbarita los dos maniquís de tamaño natural vestidos de mandarín que había en la tienda y en los cuales sus ojos aprendieron a ver. La primera cosa que excitó la atención naciente de la niña, cuando estaba en brazos de su niñera, fueron estos dos pasmarotes de semblante lelo y desabrido, y sus magníficos trajes morados. También había por allí una persona a quien la niña miraba mucho, y que la miraba a ella con ojos dulces y cuajados de candoroso chino. Era el retrato de Ayún, de cuerpo entero y tamaño natural, dibujado y pintado con dureza, pero con gran expresión. Mal conocido es en España el nombre de este peregrino artista, aunque sus obras han estado y están a la vista de todo el mundo, y nos son familiares como si fueran obra nuestra. Es el ingenio bordador de los pañuelos de Manila, el inventor del tipo de rameado más vistoso y elegante, el poeta fecundísimo de esos madrigales de crespón compuestos con flores y rimados con pájaros. A este ilustre chino deben las españolas el hermosísimo y característico chal que tanto favorece su belleza, el mantón de Manila, al mismo tiempo señoril y popular, pues lo han llevado en sus hombros la gran señora y la gitana. Envolverse en él es como vestirse con un cuadro. La industria moderna no inventará nada que iguale a la ingenua poesía del mantón, salpicado de flores, flexible, pegadizo y mate, con aquel fleco que tiene algo de los enredos del sueño y aquella brillantez de color que iluminaba las muchedumbres en los tiempos en que su uso era general. Esta prenda hermosa se va desterrando, y sólo el pueblo la conserva con admirable instinto. Lo saca de las arcas en las grandes épocas de la vida, en los bautizos y en las bodas, como se da al viento un himno de alegría en el cual hay una estrofa para la patria. El mantón sería una prenda vulgar si tuviera la ciencia del diseño; no lo es por conservar el carácter de las artes primitivas y populares; es como la leyenda, como los cuentos de la infancia, candoroso y rico de color, fácilmente comprensible y refractario a los cambios de la moda. ...

En la línea 13
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... No. La vida de Tom transcurría bastante bien, especialmente en verano. Mendigaba sólo lo necesario para salvarse, pues las leyes contra la mendicidad eran estrictas, y graves las penas, y reservaba buena parte de su tiempo para escuchar los encantadores viejos cuentos y leyendas del buen padre Andrés acerca de gigantes y hadas, enanos, y genios, y castillos encantados y magníficos reyes y príncipes. Llenósele la cabeza de todas estas cosas maravillosas, y más de una noche, cuando yacía en la oscuridad, sobre su mezquina y hedionda paja, cansado, hambriento y dolorido de una paliza, daba rienda suelta a la imaginación y pronto olvidaba sus penas y dolores, representándose deliciosamente la espléndida vida de un mimado príncipe en un palacio real. Con el tiempo un deseo vino a cautivarlo día y noche: ver a un príncipe de verdad, con sus propios ojos. Una vez les habló de ello a sus camaradas de Offal Court; pero se burlaron y escarnecieron tan despiadamente, que después de aquello guardó, gustosamente para sí su sueño. ...

En la línea 13
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... No. La vida de Tom transcurría bastante bien, especialmente en verano. Mendigaba sólo lo necesario para salvarse, pues las leyes contra la mendicidad eran estrictas, y graves las penas, y reservaba buena parte de su tiempo para escuchar los encantadores viejos cuentos y leyendas del buen padre Andrés acerca de gigantes y hadas, enanos, y genios, y castillos encantados y magníficos reyes y príncipes. Llenósele la cabeza de todas estas cosas maravillosas, y más de una noche, cuando yacía en la oscuridad, sobre su mezquina y hedionda paja, cansado, hambriento y dolorido de una paliza, daba rienda suelta a la imaginación y pronto olvidaba sus penas y dolores, representándose deliciosamente la espléndida vida de un mimado príncipe en un palacio real. Con el tiempo un deseo vino a cautivarlo día y noche: ver a un príncipe de verdad, con sus propios ojos. Una vez les habló de ello a sus camaradas de Offal Court; pero se burlaron y escarnecieron tan despiadamente, que después de aquello guardó, gustosamente para sí su sueño. ...

En la línea 16
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Poco a poco, las lecturas y los sueños de Tom sobre la vida principesca le produjeron un efecto tan fuerte que empezó a hacer el príncipe, inconscientemente. Su discurso y sus modales se volvieron singularmente ceremoniosos y cortesanos, para gran admiración y diversión de sus íntimos. Pero la influencia de Tom entre aquellos muchachos empezó a crecer, ahora, de día en día, y con el tiempo vino a ser mirado por ellos con una especie de temor reverente, como a un ser superior. ¡Parecía saber tanto, y sabía hacer y decir tantas cosas maravillosas, y además era tan profundo y tan sabio! ...

En la línea 130
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Al cabo de media hora se le ocurrió de pronto que el príncipe llevaba mucho tiempo ausente, y al instante comenzó a sentirse solo. Pronto se dio a escuchar anheloso y cesó de entretenerse con las preciosas cosas que lo rodeaban. Se incomodó, luego se sintió desazonado e inquieto. Si apareciera alguien y lo sorprendiera con las ropas del príncipe, sin que éste se hallara presenté para dar explicaciones, ¿no lo ahorcarían primero, para averiguar después lo ocurrido? Había oído decir que los grandes eran muy estrictos con las cosas pequeñas. Sus temores fueron creciendo más y más; al fin abrió temblando la puerta de la antecámara, resuelto a huir en busca del príncipe, y, con él, de protección y libertad. Seis magníficos caballeros de servicio y dos jóvenes pajes de elevada condición, vestidos como mariposas, se pusieron en pie al punto y le hicieran grandes reverencias. El niño retrocedió velozmente y cerró la puerta diciéndose: ...

En la línea 54
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... «¡Mi Eugenia, sí, la mía –iba diciéndose–, esta que me estoy forjando a solas, y no la otra, no la de carne y hueso, no la que vi cruzar por la puerta de mi casa, aparición fortuita, no la de la portera! ¿Aparición fortuita? ¿Y qué aparición no lo es? ¿Cuál es la lógica de las apariciones? La de la sucesión de estas figuras que forman las nubes de humo del cigarro. ¡El azar! El azar es el íntimo ritmo del mundo, el azar es el alma de la poesía. ¡Ah, mi azarosa Eugenia! Esta mi vida mansa, rutinaria, humilde, es una oda pindárica tejida con las mil pequeñeces de lo cotidiano. ¡Lo cotidiano! ¡El pan nuestro de cada día, dánosle hoy! Dame, Señor, las mil menudencias de cada día. Los hombres no sucumbimos a las grandes penas ni a las grandes alegrías, y es porque esas penas y esas alegrías vienen embozadas en una inmensa niebla de pequeños incidentes. y la vida es esto, la niebla. La vida es una nebulosa. Ahora surge de ella Eugenia. ¿Y quién es Eugenia? Ah, caigo en la cuenta de que hace tiempo la andaba buscando. Y mientras yo la buscaba ella me ha salido al paso. ¿No es esto acaso encontrar algo? Cuando uno descubre una aparición que buscaba, ¿no es que la aparición, compadecida de su busca, se le viene al encuentro? ¿No salió la América a buscar a Colón? ¿No ha venido Eugenia a buscarme a mí? ¡Eugenia! ¡Eugenia! ¡Eugenia!» ...

En la línea 99
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Con trabajo se separó de allí Augusto, pues la conversación nebulosa, cotidiana, de Margarita la portera empezaba a agradarle. ¿No era acaso un modo de matar el tiempo? ...

En la línea 211
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Y ya en la cama siguió diciéndose: «Pues el caso es que he estado aburriéndome sin saberlo, y dos mortales años… desde que murió mi santa madre… Sí, sí, hay un aburrimiento inconsciente. Casi todos los hombres nos aburrimos inconscientemente. El aburrimiento es el fondo de la vida, y el aburrimiento es el que ha inventado los juegos, las distracciones, las novelas y el amor. La niebla de la vida rezuma un dulce aburrimiento, licor agridulce. Todos estos sucesos cotidianos, insignificantes; todas estas dulces conversaciones con que matamos el tiempo y alargamos la vida, ¿qué son sino dulcísimo aburrirse? ¡Oh, Eugenia, mi Eugenia, flor de mi aburrimiento vital e inconsciente, asísteme en mis sueños, sueña en mí y conmigo!» ...

En la línea 229
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –¿Qué tal tiempo hace, Domingo? ...

En la línea 89
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Los dos barcos con los cuales iba a emprender el Tigre su audaz expedición, no eran dos paraos corrientes. Sandokán y Yáñez, que en cosas de mar no tenían competidor en toda la Malasia, habían modificado sus veleros para hacer frente con ventaja a las naves enemigas. Conservaron las inmensas velas, pero dieron mayores dimensiones y formas más esbeltas a los cascos, al propio tiempo que reforzaron sólidamente las proas. Además eliminaron uno de los dos timones para facilitar el abordaje. ...

En la línea 210
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Aprovechando la inacción del enemigo, los piratas se alejaron a toda prisa y se refugiaron en el riachuelo. Ya era tiempo, pues el pobre barco hacía agua por todas partes y se hundía lentamente. Gemía como un moribundo. Sandokán lo embarrancó en un banco de arena. ...

En la línea 257
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Nadó durante algún tiempo; se detenía de cuando en cuando para poder respirar y se fue sacando la ropa que le dificultaba los movimientos. Sentía que se le acababan las fuerzas. Se le contraían los músculos, la respiración se le hacía más difícil y, para colmo de su desgracia, la herida continuaba sangrando y le producía agudísimos dolores al contacto con el agua salada. ...

En la línea 260
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Ya era tiempo! —murmuró Sandokán—. ¡Ya se me agotaban las fuerzas! ...

En la línea 41
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Hube de avenirme a ello. No pudiendo ya callar por más tiempo, hablé. Analicé la cuestión desde todos los puntos de vista, políticamente y científicamente. Del muy denso artículo que publiqué en el número del 30 de abril, doy a continuación un extracto. ...

En la línea 51
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Las calurosas polémicas suscitadas por mi artículo le dieron una gran repercusión. Mis tesis congregaron un buen número de partidarios, lo que se explica por el hecho de que la solución que proponía dejaba libre curso a la imaginación. El espíritu humano es muy proclive a las grandiosas concepciones de seres sobrenaturales. Y el mar es precisamente su mejor vehículo, el único medio en el que pueden producirse y desarrollarse esos gigantes, ante los cuales los mayores de los animales terrestres, elefantes o rinocerontes, no son más que unos enanos. Las masas líquidas transportan las mayores especies conocidas de los mamíferos, y quizá ocultan moluscos de tamaños incomparables y crustáceos terroríficos, como podrían ser langostas de cien metros o cangrejos de doscientas toneladas. ¿Por qué no? Antiguamente, los animales terrestres, contemporáneos de las épocas geológicas, los cuadrúpedos, los cuadrumanos, los reptiles, los pájaros, alcanzaban unas proporciones gigantescas. El Creador los había lanzado a un molde colosal que el tiempo ha ido reduciendo poco a poco. ¿Por qué el mar, en sus ignoradas profundidades, no habría podido conservar esas grandes muestras de la vida de otra edad, puesto que no cambia nunca, al contrario que el núcleo terrestre sometido a un cambio incesante? ¿Por qué no podría conservar el mar en su seno las últimas variedades de aquellas especies titánicas, cuyos años son siglos y los siglos milenios? ...

En la línea 52
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Pero me estoy dejando llevar a fantasmagorías que no me es posible ya sustentar. ¡Basta ya de estas quimeras que el tiempo ha transformado para mí en realidades terribles! Lo repito, la opinión quedó fijada en lo que concierne a la naturaleza del fenómeno y el público admitió sin más discusión la existencia de un ser prodigioso que no tenía nada en común con las fabulosas serpientes de mar. ...

En la línea 136
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Describo ahora a este audaz compañero tal como lo conozco actualmente. Somos ahora viejos amigos, unidos por la inalterable amistad que nace y se cimenta en las pruebas difíciles. ¡Ah, mi buen Ned! Sólo pido vivir aún cien años más para poder recordarte más tiempo. ...

En la línea 48
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Mi hermana, la señora Joe Gargery, tenía veinte años más que yo y había logrado gran reputación consigo misma y con los vecinos por haberme criado «a mano». Como en aquel tiempo tenía que averiguar yo solo el significado de esta expresión, y por otra parte me constaba que ella tenía una mano dura y pesada, así como la costumbre de dejarla caer sobre su marido y sobre mí, supuse que tanto Joe Gargery como yo habíamos sido criados «a mano». ...

En la línea 51
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... La forja de Joe estaba inmediata a nuestra casa, que era de madera, así como la mayoría de las viviendas de aquella región en aquel tiempo. Cuando iba a casa desde el cementerio, la forja estaba cerrada, y Joe, sentado y solo en la cocina. Como él y yo éramos compañeros de sufrimientos y nos hacíamos las confidencias propias de nuestro caso, Joe se dispuso a hacerme una en el momento en que levanté el picaporte de la puerta y me asomé, viéndole frente a ella y junto al rincón de la chimenea. ...

En la línea 63
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — ¿En el cementerio? - repitió mi hermana -. ¡Como si no te hubiera avisado, desde hace mucho tiempo, de que no vayas allí a pasar el rato! ¿Sabes quién te ha criado as mano»? ...

En la línea 115
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Desde aquel tiempo, que ya ahora es muy lejano, he pensado muchas veces que pocas personas se han dado cuenta de la reserva de los muchachos que viven atemorizados. Poco importa que el terror no esté justificado, porque, a pesar de todo, es terror. Yo estaba lleno del miedo hacia aquel joven desconocido que deseaba devorar mi corazón y mi hígado. Tenía pánico mortal de mi interlocutor, el que llevaba un hierro en la pierna; lo tenía de mí mismo por verme obligado a cumplir una promesa que me arrancaron por temor; y no tenía esperanza de librarme de mi todopoderosa hermana, que me castigaba continuamente, aumentando mi miedo el pensamiento de lo que podría haber hecho en caso necesario y a impulsos de mi secreto terror. ...

En la línea 15
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Lo sabía ‑murmuró en su turbación‑, lo presentía. Nada hay peor que esto. Una nadería, una insignificancia, puede malograr todo el negocio. Sí, este sombrero llama la atención; es tan ridículo, que atrae las miradas. El que va vestido con estos pingajos necesita una gorra, por vieja que sea; no esta cosa tan horrible. Nadie lleva un sombrero como éste. Se me distingue a una versta a la redonda. Te recordarán. Esto es lo importante: se acordarán de él, andando el tiempo, y será una pista… Lo cierto es que hay que llamar la atención lo menos posible. Los pequeños detalles… Ahí está el quid. Eso es lo que acaba por perderle a uno… ...

En la línea 21
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... «Ya que este alemán se muda -se dijo el joven‑, en este rellano no habrá durante algún tiempo más inquilino que la vieja. Esto está más que bien.» ...

En la línea 79
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... A veces nos ocurre que personas a las que no conocemos nos inspiran un interés súbito cuando las vemos por primera vez, incluso antes de cruzar una palabra con ellas. Esta impresión produjo en Raskolnikof el cliente que permanecía aparte y que tenía aspecto de funcionario retirado. Algún tiempo después, cada vez que se acordaba de esta primera impresión, Raskolnikof la atribuía a una especie de presentimiento. Él no quitaba ojo al supuesto funcionario, y éste no sólo no cesaba de mirarle, sino que parecía ansioso de entablar conversación con él. A las demás personas que estaban en la taberna, sin excluir al tabernero, las miraba con un gesto de desagrado, con una especie de altivo desdén, como a personas que considerase de una esfera y de una educación demasiado inferiores para que mereciesen que él les dirigiera la palabra. ...

En la línea 80
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Era un hombre que había rebasado los cincuenta, robusto y de talla media. Sus escasos y grises cabellos coronaban un rostro de un amarillo verdoso, hinchado por el alcohol. Entre sus abultados párpados fulguraban dos ojillos encarnizados pero llenos de vivacidad. Lo que más asombraba de aquella fisonomía era la vehemencia que expresaba ‑y acaso también cierta finura y un resplandor de inteligencia‑, pero por su mirada pasaban relámpagos de locura. Llevaba un viejo y desgarrado frac, del que sólo quedaba un botón, que mantenía abrochado, sin duda con el deseo de guardar las formas. Un chaleco de nanquín dejaba ver un plastrón ajado y lleno de manchas. No llevaba barba, esa barba característica del funcionario, pero no se había afeitado hacía tiempo, y una capa de pelo recio y azulado invadía su mentón y sus carrillos. Sus ademanes tenían una gravedad burocrática, pero parecía profundamente agitado. Con los codos apoyados en la grasienta mesa, introducía los dedos en su cabello, lo despeinaba y se oprimía la cabeza con ambas manos, dando visibles muestras de angustia. Al fin miró a Raskolnikof directamente y dijo, en voz alta y firme: ...

En la línea 24
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Yo estaba de mal humor. No hay ni que decir que, antes de la mitad de la comida, me había formulado ya la eterna pregunta: “¿Porqué andaré ligado a este general y por qué no le habré abandonado desde hace largo tiempo?” ...

En la línea 42
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Los franceses mismos incluso me dejaron relatar que hace unos dos años vi un individuo contra el cual, en 1812, había disparado un soldado francés por el simple placer de descargar su fusil. Era entonces aquel individuo un muchacho de diez años, cuya familia no había tenido tiempo de abandonar Moscú. ...

En la línea 82
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Iba a levantarse. Su voz sonaba irritada. Desde hacía tiempo nuestras entrevistas terminaban siempre en exasperación, en animosidad; sí, ésa es la palabra: animosidad. ...

En la línea 94
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... No tenía tiempo para reflexionar el porqué ni en qué plazo era preciso ganar ni qué nuevas fantasías estarían germinando en aquella cabecita que constantemente calculaba. Además, durante aquellos quince días era evidente que habían ocurrido una multitud de nuevos hechos, de los que no me había dado todavía cuenta. Era menester averiguarlo, aclararlo todo lo más pronto posible. Pero, por lo pronto, no era cuestión de eso… Yo debía ir a jugar y ganar a la ruleta. ...

En la línea 27
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - En tiempo de epidemia, este año hemos tenido el tifus, se juntan tantos enfermos; más de ciento, que no sabemos qué hacer. ...

En la línea 54
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Durante todo el tiempo que ocupó el obispado de D., monseñor Myriel no cambió en nada este presupuesto, que fue aceptado con absoluta sumisión por la señorita Baptistina. Para aquella santa mujer, monseñor Myriel era a la vez su hermano y su obispo; lo amaba y lo veneraba con toda su sencillez. ...

En la línea 55
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Al cabo de algún tiempo afluyeron las ofrendas de dinero. Los que tenían y los que no tenían llamaban a la puerta de monseñor Myriel, los unos yendo a buscar la limosna que los otros acababan de depositar. En menos de un año el obispo llegó a ser el tesorero de todos los beneficios, y el cajero de todas las estrecheces. Grandes sumas pasaban por sus manos pero nada hacía que cambiara o modificase su género de vida, ni que añadiera lo más ínfimo de lo superfluo a lo que le era puramente necesario. ...

En la línea 79
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Hacía durar sus sotanas mucho tiempo, y como no quería que nadie lo notase, nunca se presentaba en público sino con su traje de obispo, lo cual en verano le molestaba un poco. ...

En la línea 32
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... -Ahora, demonio de ojos enrojecidos -dijo, una vez abierta una brecha que permitía el pasaje del cuerpo de Buck. Al mismo tiempo, dejó caer el hacha y se cambió el garrote a la mano derecha. ...

En la línea 34
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Después de un golpe especialmente feroz, sus patas vacilaron y quedó demasiado aturdido para atacar. Se tambaleó sin fuerzas, con sangre manándole de la nariz, la boca y las orejas, con el hermoso pelaje salpicado y con manchas de saliva ensangrentada. Entonces el hombre avanzó y deliberadamente le asestó un espantoso golpe en el hocico. Todo el dolor que había soportado Buck no fue nada en comparación con la intensa agonía de éste. Con un rugido de ferocidad casi leonina, volvió a lanzarse contra el hombre. Pero el hombre, pasándose el garrote de la derecha a la izquierda, cogió diestramente a Buck por debajo del maxilar inferior, dando al mismo tiempo un tirón hacia abajo y hacia atrás. Buck describió un círculo completo en el aire, para después golpear el suelo con la cabeza y el pecho. ...

En la línea 57
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Aquello fue tan repentino e inesperado que desconcertó a Buck. Vio a Spitz sacando la lengua escarlata tal como hacía al reírse, y vio a François, que, blandiendo un hacha, saltaba hacia el centro del círculo. Tres hombres armados de garrotes le ayudaron a dispersarlos. No les llevó mucho tiempo. A los dos minutos de la caída de Curly, los últimos asaltantes fueron ahuyentados a garrotazos. Pero ella yacía mustia y sin vida sobre la nieve ensangrentada y pisoteada, hecha literalmente pedazos, y de pie junto a ella el mestizo profería terribles maldiciones. La escena se repitió a menudo como una pesadilla en los sueños de Buck. De modo que así eran las cosas. Nada de juego limpio. Una vez en el suelo, había llegado tu fin. Pues ya se las arreglaría él para no caer nunca. Spitz volvió a reír y sacó la lengua, y desde aquel momento Buck le profesó un odio amargo e implacable. ...

En la línea 61
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Al anochecer, Perrault apareció con otro perro, un viejo husky largo, enjuto y adusto, con el rostro plagado de cicatrices y un solo ojo cuyos destellos proclamaban un coraje que infundía respeto. Se llamaba Sol-leks, que significa «el iracundo». Al igual que Dave, no pedía nada, no daba nada, no esperaba nada; y cuando con lentitud y parsimonia se encaró al resto del grupo, hasta Spitz lo dejó en paz. Tenía una peculiaridad que Buck tuvo la mala suerte de descubrir. No toleraba que se le acercasen por el lado del ojo ciego. Buck cometió sin querer esa ofensa, y sólo se enteró de su indiscreción cuando Sol-leks giró bruscamente y le rajó un hombro hasta el hueso. A partir de entonces, Buck evitó acercarse a él por el flanco del ojo ciego y durante todo el tiempo que estuvieron juntos no volvió a tener problemas. La única ambición de Sol-leks, igual que la de Dave, era que lo dejaran en paz; aunque (según Buck habría de saber más adelante) cada uno de ellos tenía otra, incluso más vital. ...

En la línea 41
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... No creía que fuese hacedero en mucho tiempo -en años- que Luisa recobrase la memoria de su pasada existencia, pero en cambio era posible reeducarla para la vida, como a una niña. Cabía enseñarla nociones simples, darla lecciones de cosas, sin fatigar su cerebro; seguir con ella en el campo, en un sitio sano y apartado, un procedimiento análogo al de los Kindergartens. ...

En la línea 64
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Algún tiempo después, la infeliz quedó sorda y muda, no pudiendo oír ni aun los ruidos más fuertes y hablando por señas con toda facilidad. Pronto se reveló en ella una quinta personalidad. Cierto día empezó a hablar de nuevo, diciendo que solamente tenía tres días de edad; afirmaba también que el fuego era negro, y lo que es más notable, todas las palabras que pronunciaba las decía al revés, esto es, empezando por la última letra, sin equivocarse nunca. Pasado algún tiempo, su inteligencia pareció entrar en un periodo de normalidad, pero hubo que enseñarla a leer y escribir. Negaba haber visto jamás al doctor Wilson, y en ocasiones perdía por completo el uso de sus manos. ...

En la línea 64
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Algún tiempo después, la infeliz quedó sorda y muda, no pudiendo oír ni aun los ruidos más fuertes y hablando por señas con toda facilidad. Pronto se reveló en ella una quinta personalidad. Cierto día empezó a hablar de nuevo, diciendo que solamente tenía tres días de edad; afirmaba también que el fuego era negro, y lo que es más notable, todas las palabras que pronunciaba las decía al revés, esto es, empezando por la última letra, sin equivocarse nunca. Pasado algún tiempo, su inteligencia pareció entrar en un periodo de normalidad, pero hubo que enseñarla a leer y escribir. Negaba haber visto jamás al doctor Wilson, y en ocasiones perdía por completo el uso de sus manos. ...

En la línea 76
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... A pesar de todas las apariencias de una posesión, se puede ver en estos fenómenos la alternabilidad de una personalidad que en cada uno de sus papeles no abraza más que un periodo de tiempo vivido por el sujeto. Por ejemplo, Félida II, no conoce sino aquello que le ha sobrevenido a partir de una fecha determinada. No trataremos de explicar esta apariencia de vida alterna: sólo queremos señalarla. ...

En la línea 19
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -No se aflija usted, señor… Yo haré por volver pronto… Cuídese usted mucho, por Dios… atienda usted al asma… Vaya usted de tiempo en tiempo a ver al señor de Rada… Si tiene usted algo, un telegrama volando… ¿Palabra de honor? ...

En la línea 27
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Padre Urtazu -dijo la desposada llegándose al que su negra faja declaraba por jesuita, y, asiéndole la mano, sobre la cual cayeron a un tiempo sus labios y dos lágrimas, claras como agua-, pida usted a Dios por mí… ...

En la línea 36
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Ya oscilaba la férrea culebra cuando él penetró en el departamento, cerrando la portezuela tras de sí. El compasado balance fue acelerándose, y el tren completo cruzó ante las gentes de la despedida, dejándoles en los ojos confusos torbellino de líneas, de colores, de números, la visión rápida de las cabezas asomadas a todas las ventanillas. Algún tiempo se distinguió la cara de Lucía, sofocada y bañada en llanto, y su pañuelo que se agitaba, y oyose su voz diciendo: Adiós, papá… , padre Urtazu, adiós, adiós… Rosario… Carmen… , abur… Al fin se perdió todo en la distancia, la escamosa sierpe del tren revelose a lo lejos por una mancha obscura, luego por desmadejado penacho de turbio vapor, que presto se disipó también en el ambiente. Más allá del andén, extrañamente silencioso ya, resplandecía el cielo claro, de acerado azul; se extendían monótonas las interminables campiñas; los rieles señalaban como arrugas en la árida faz de la tierra. Un gran silencio pesaba sobre la estación. Quedáronse inmóviles los acompañantes, como sobrecogidos por el aturdimiento de la ausencia. Fueron los amigos del novio los primeros en moverse y hablar. Se despidieron del padre con rápidos apretones de mano y frases triviales de sociedad, un tanto descuidadas en la forma, como dirigidas de superior a inferior; tras de lo cual, el pelotón entero tomó el camino de la ciudad, reanudando la broma y algazara. ...

En la línea 46
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -No me aflija usted más, Padre. Harto tendré con no ver a Lucía en qué sé yo qué tiempo. Sólo me faltaba que también salga mal la cosa, y que pase ella penas… ...

En la línea 59
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... El que daba esta respuesta, no era otro que Phileas Fogg, cuya cabeza descollaba entonces entre aquel mar de papel amontonado a su alrededor. Al mismo tiempo, Phileas Fogg saludó a sus compañeros, que le devolvieron la cortesía. ...

En la línea 62
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Pero conviene hacer observar aquí- y esto da más fácil explicación al hecho- que el Banco de Inglaterra parece que se desvive por demostrar al público la alta idea que tiene de su dignidad. Ni hay guardianes, ni ordenanzas, ni redes de alambre. El oro, la plata, los billetes, están expuestos libremente, y, por decirlo así, a disposición del primero que llegue. En efecto, sería indigno sospechar en lo mínimo acerca de la caballerosidad de cualquier transeúnte. Tanto es así, que hasta se llega a referir el siguiente hecho por uno de los más notables observadores de las costumbres inglesas: En una de las salas del Banco en que se encontraba un día, tuvo curiosidad por ver de cerca una barra de oro de siete a ocho libras de peso que se encontraba expuesta en la mesa del cajero; para satisfacer aquel deseo, tomó la barra, la examinó, se la dio a su vecino, éste a otro, y así, pasando de mano en mano, la barra llegó hasta el final de un pasillo obscuro, tardando media hora en volver a su sitio primitivo, sin que durante este tiempo el cliero hubiera levantado siquiera la cabeza. ...

En la línea 93
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -¡Sí, ochenta días! -exclamó Andrés Stuart, quien por inadvertencia cortó una carta mayor-. Pero eso sin tener en cuenta el mal tiempo, los vientos contrarios, los naufragios, los descarrilamientos, etc. ...

En la línea 185
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Esta cuestión de la vuelta al mundo se comentó, se discutió, se examinó con la misma pasión y el mismo ardor que si se hubiese tratado de otro negocio del 'Alabama'. Unos se hicieron partidarios de Phileas Fogg; otros - que pronto formaron una considerable mayoría- se pronunciaron en contra de él. Realizar esta vuelta al mundo de otra suerte que en teoría o sobre el papel, en este minimum de tiempo, con los actuales medios de comunicación, era no solamente imposible: era insensato. ...


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