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La palabra locura
Cómo se escribe

la palabra locura

La palabra Locura ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Niebla de Miguel De Unamuno
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
La llamada de la selva de Jack London
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece locura.

Estadisticas de la palabra locura

Locura es una de las palabras más utilizadas del castellano ya que se encuentra en el Top 5000, en el puesto 3784 según la RAE.

Locura tienen una frecuencia media de 24.6 veces en cada libro en castellano

Esta clasificación se basa en la frecuencia de aparición de la locura en 150 obras del castellano contandose 3739 apariciones en total.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Locura

Cómo se escribe locura o lokura?
Cómo se escribe locura o locurra?

Más información sobre la palabra Locura en internet

Locura en la RAE.
Locura en Word Reference.
Locura en la wikipedia.
Sinonimos de Locura.


la Ortografía es divertida


El Español es una gran familia

Algunas Frases de libros en las que aparece locura

La palabra locura puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 274
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Las consecuencias de su locura por el trabajo no se hicieron esperar. ...

En la línea 2003
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Cuando un padre de familia ha trabajado y tiene en el granero la cosecha, bien puede permitirse su poquito de locura. ...

En la línea 234
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Viudo desde muy joven, tenía sus dos hijas bajo la vigilancia de criadas jóvenes, a las que más de una vez sorprendían las pequeñas señoritas abrazadas a papá y tuteándole. La señora de Dupont indignábase al conocer estos escándalos y se llevaba las sobrinas a su casa para que no presenciasen malos ejemplos. Pero ellas, verdaderas hijas de su padre, deseaban vivir en este ambiente de libertad, y protestaban con llantos desesperados y convulsiones en el suelo, hasta que las volvían a la absoluta independencia de aquel caserón por donde pasaban el dinero y el placer como un huracán de locura. ...

En la línea 242
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Otra vez, el marqués hacía pregonar que el día de su santo daría una peseta a todo cojo que se presentase en su casa. Circulaba la noticia por todas partes y el patio del caserón llenábase de cojos de la ciudad y del campo; unos apoyados en muletas, otros arrastrándose sobre las manos como larvas humanas. Y al aparecer el marqués en un balcón, rodeado de sus amigotes, abríase la puerta de la cuadra y salía bufando con espumarajos de rabia un novillo, al que habían aguijoneado previamente los criados. Los que realmente eran cojos, corrían hacia los rincones, amontonándose, manoteando con la locura del miedo; y los fingidos soltaban las muletas, y con cómica agilidad se encaramaban por las rejas. El marqués y sus camaradas rieron como chiquillos, y Jerez pasó mucho tiempo comentando la gracia del de San Dionisio y su habitual generosidad, pues una vez vuelto el toro a la cuadra, distribuyó el dinero a manos llenas entre los lisiados, verdaderos y falsos, para que a todos les pasase el susto bebiendo algunas cañas a su salud. ...

En la línea 1495
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Fermín movió la cabeza con aire incrédulo. Salvatierra le había escrito algunos días antes, sin manifestar propósitos de volver a Jerez. Dudaba de que fuese cierto su viaje. Además, le parecía inverosímil este intento de sublevación. Sería una alarma más de las muchas inventadas por la desesperación de los hambrientos. Equivalía a una locura intentar la invasión de la ciudad estando en ella las tropas. ...

En la línea 1496
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Ya verá usted, padre, cómo si se reúnen en Caulina, quedará todo reducido a gritos y amenazas, como en las reuniones en los ranchos. Y de don Fernando, no pase usted pena. Tengo la convicción de que está en Madrid. No es tan insensato que vaya a comprometerse en una locura como esta. ...

En la línea 2054
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... La reina se había negado rotundamente al principio, luego había temido que el duque, exaspe rado, cometiese alguna locura. ...

En la línea 2062
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Por eso, seguro de sí mismo, convencido de su poder, cierto de que las leyes que rigen a los demás hombres no podían alcanzarlo, iba erecho al fin que se habíafijado, por más que ese fin fuera tan eleva do y tan deslumbrante que para cualquier otro sólo mirarlo habría sido locura. ...

En la línea 2085
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... ¡Oh! Mirad, mirad, cierro los ojos y os veo tal cual erais entonces; los abro y os veo cual sois ahora, es decir, ¡cien veces más bella aún!-¡Qué locura! -murmuró Ana de Austria, que no tenía el valor de admitirle al duque haber conservado tan bien su retrato en su c orazón-. ...

En la línea 2086
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... ¡Qué locura alimentar una pasión inútil con semejantes re cuerdos!-¿Y con qué queréis entonces que yo viva? Yo no tengo más que recuerdos. ...

En la línea 4024
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Eché pie a tierra, porque subir a caballo por tal sendero en plena obscuridad hubiese sido locura. ...

En la línea 174
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Contó el ventero a todos cuantos estaban en la venta la locura de su huésped, la vela de las armas y la armazón de caballería que esperaba. ...

En la línea 175
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Admiráronse de tan estraño género de locura y fuéronselo a mirar desde lejos, y vieron que, con sosegado ademán, unas veces se paseaba; otras, arrimado a su lanza, ponía los ojos en las armas, sin quitarlos por un buen espacio dellas. ...

En la línea 245
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Paráronse los mercaderes al son destas razones, y a ver la estraña figura del que las decía; y, por la figura y por las razones, luego echaron de ver la locura de su dueño; mas quisieron ver despacio en qué paraba aquella confesión que se les pedía, y uno dellos, que era un poco burlón y muy mucho discreto, le dijo: -Señor caballero, nosotros no conocemos quién sea esa buena señora que decís; mostrádnosla: que si ella fuere de tanta hermosura como significáis, de buena gana y sin apremio alguno confesaremos la verdad que por parte vuestra nos es pedida. ...

En la línea 259
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Donde se prosigue la narración de la desgracia de nuestro caballero Viendo, pues, que, en efeto, no podía menearse, acordó de acogerse a su ordinario remedio, que era pensar en algún paso de sus libros; y trújole su locura a la memoria aquel de Valdovinos y del marqués de Mantua, cuando Carloto le dejó herido en la montiña, historia sabida de los niños, no ignorada de los mozos, celebrada y aun creída de los viejos; y, con todo esto, no más verdadera que los milagros de Mahoma. ...

En la línea 2354
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... eía encontrar un pueblo descontento, y aseguro, por el contrario, que sería muy difícil hallar en Europa una nación tan alegre y tan dichosa. Ԭo se les critica a los misioneros como una pequeñez y una locura el haber prohibido el uso de la flauta y el baile; también les critican la estricta observancia del domingo, que en estas islas han establecido. que no he llegado a estar aquí ni siquiera tantos días como años han estado otros no me creo autorizado para dar opinión acerca de este punto. ...

En la línea 1553
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Toda la Mitología era una locura, según el santo. ...

En la línea 1602
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Y aquella fue su locura de amor religioso. ...

En la línea 2225
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —Como supongo —prosiguió doña Anuncia —que ya no te acordarás siquiera de aquella locura del monjío. ...

En la línea 4261
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —Pero, señora, si es una locura. ...

En la línea 1017
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Creo llegado el momento -dijo con voz insinuante- de mostrarle mi alma. Mientras usted vivía a cubierto de peligros, yo no me atreví a decirle lo que siento. Me dominaba la timidez de todo el que ha pasado su existencia entre libros, viendo de lejos a las personas. Pero después de la locura de usted, la situación es otra. Tal vez el conflicto con nuestro Padre de los Maestros acabe por arreglarse, pero en este momento la situación es mala. Corre usted grandes riesgos, y por lo mismo considero oportuno manifestarle lo que no me hubiera atrevido a decir en una ocasión mejor. Oigame bien, gentleman, y no se ría de mi… . Yo le quiero un poco y me intereso por su felicidad… . ¿Por qué no hablar más claramente?… Yo le amo, gentleman, y deseo pasar el resto de mi vida junto a usted, dedicándome en absoluto a su servicio. ...

En la línea 491
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... La asociación benéfica a que pertenecía no se acomodaba al ánimo emprendedor de Guillermina, pues quería ella picar más alto, intentando cosas verdaderamente difíciles y tenidas por imposibles. Sus talentos de fundadora se revelaron entonces, asustando a todo aquel señorío que no sabía salir de ciertas rutinas. Algunas amigas suyas aseguraron que estaba loca, porque demencia era pensar en la fundación de un asilo para huerfanitos, y mayor locura dotarle de recursos permanentes. Pero la infatigable iniciadora no desmayaba, y el asilo fue hecho, sosteniéndose en los tres primeros años de su difícil existencia con parte de la renta que le quedaba a Guillermina y con los donativos de sus parientes ricos. Pero de pronto la institución empezó a crecer; se hinchaba y cundía como las miserias humanas, y sus necesidades subían en proporciones aterradoras. La dama pignoró los restos de su legítima; después tuvo que venderlos. Gracias a sus parientes, no se vio en el trance fatal de tener que mandar a la calle a los asilados a que pidieran limosna para sí y para la fundadora. Y al propio tiempo repartía periódicamente cuantiosas limosnas entre la gente pobre de los distritos de la Inclusa y Hospital; vestía muchos niños, daba ropa a los viejos, medicinas a los enfermos, alimentos y socorros diversos a todos. Para no suspender estos auxilios y seguir sosteniendo el asilo era forzoso buscar nuevos recursos. ¿Dónde y cómo? Ya las amistades y parentescos estaban tan explotados, que si se tiraba un poco más de la cuerda, era fácil que se rompiera. Los más generosos empezaban a poner mala cara, y los cicateros, cuando se les iba a cobrar la cuota, decían que no estaban en casa. ...

En la línea 728
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «Pero, vamos a ver… —dijo la señorita al fin, comenzando a serenarse—. Todo eso que usted me cuenta, ¿es verdad o es locura de usted?… Porque a mí me han dicho que usted ha escrito novelas, y que por escribirlas comiendo mal, ha perdido la chaveta». ...

En la línea 2029
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Al día siguiente, después de otro altercado con su sobrino, apuntaron vagamente en su alma las ideas de transacción. Ya no cabía duda de que la pasión de Maximiliano era tenaz y profunda, y de que le prestaba energías incontrastables. Ponerse frente a ella era como ponerse delante de una ola muy hinchada en el momento de reventar. Doña Lupe reflexionó mucho todo aquel día, y como tenía un gran sentido de la realidad, empezó a reconocer el poder que ejercen sobre nuestras acciones los hechos consumados, y el escaso valor de las ideas contra ellos. Lo de Maxi sería un disparate, ella seguía creyendo que era una burrada atroz; mas era un hecho, y no había otro remedio que admitirlo como tal. Pensó entonces con admirable tino que cuando en el orden privado, lo mismo que en el público, se inicia un poderoso impulso revolucionario, lógico, motivado, que arranca de la naturaleza misma de las cosas y se fortifica en las circunstancias, es locura plantársele delante; lo práctico es sortearlo y con él dejarse ir aspirando a dirigirlo y encauzarlo. Pues a sortear y dirigir aquella revolución doméstica; que atajarla era imposible, y el que se le pusiera delante, arrollado sería sin remedio… De esta idea provino la relativa tolerancia con que habló a su sobrino en la segunda noche de confianzas, la maña con que le fue sacando noticias y pormenores de su novia, sin aparentar curiosidad, aventurándose a darle algunos consejos. Verdad que entre col y col le soltaba ciertas frescuras; pero esto era muy estudiado para que Maxi no viera el juego. «No cuentes conmigo para nada; allá te las hayas… Ya te he dicho que no quiero saber si tu novia tiene los ojos negros o amarillos. A mí no me vengas con zalamerías. Te oigo por consideración; pero no me importa. ¿Que la vaya yo a ver? ¡Estás tú fresco… !». ...

En la línea 2341
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Mauricia tenía días. Las monjas la consideraban lunática, porque si las más de las veces la sometían fácilmente a la obediencia, haciéndola trabajar, entrábale de golpe como una locura y rompía a decir y hacer los mayores desatinos. La primera vez que esto pasó, las religiosas se alarmaron; mas domada la furia sin que fuese preciso apelar a la fuerza, cuando se repetían los accesos de indisciplina y procacidad no les daban gran importancia. Era un espectáculo imponente y aun divertido el que de tiempo en tiempo, comúnmente cada quince o veinte días, daba Mauricia a todo el personal del convento. La primera vez que lo presenció Fortunata, sintió verdadero terror. ...

En la línea 245
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Me repugna poner en palabras lo que está en mi mente, siendo tú como eres tan cercano a él en la sangre, milord. Mas, solicitando tu perdón si te ofendo, ¿no te parece raro que la locura pueda cambiar tanto su porte y sus modales? Su porte y sus palabras son aún los de un principe, perodifieren en cosas insignificantes de las que acostumbraba el príncipe anteriormente. ¿No te parece extraño que la locura haya borrado de su memoria las mismas facciones de su padre, las costumbres y las observancias que se le deben por los que le rodean, y que, dejándole el latín, le haya quitado el griego y el francés? Milord, no te ofendas, pero libera mi mente de esta inquietud y recibe mi agradecimiento. No se me quita de la cabeza su afirmación de que no era el príncipe y… ...

En la línea 249
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Basta, milord. Si no faltas de nuevo, aquí o ante otros, será como si no hubieras hablado. Mas no debes albergar recelos: es el hijo de mi hermana. ¿No me son familiares desde su cuna su voz, su cara, su figura? La locura puede provocar esas cosas tan raras que tú ves en él y más aún. ¿No recuerdas cómo el viejo barón Marley, al volverse loco, olvidó su propia personalidad de sesenta años para creer que era la de otro? ¿No recuerdas que pretendía ser el hijo de María Magdalena y tener la cabeza hecha de vidrio español? A fe mía que no sufría que nadie la tocara, por temor a que una mano atolondrada pudiera romperla. Tranquiliza tus barruntos, mi buen señor. Es el mismo príncipe, lo conozco bien, y pronto será el rey. Te convendrá tener esto en mente y pensar en ello más que en lo otro. ...

En la línea 251
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¡Oh! Debe ser el príncipe. ¿Habrá alguien en el reino capaz de sostener que puede haber dos personas, no siendo de la misma sangre y nacimiento, tan extraordinariamente iguales? Y aunque así fuera, milagro más extraño sería aún que la casualidad pusiera a una de ellas en lugar de la otra. No. Es locura, locura, locura. ...

En la línea 251
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¡Oh! Debe ser el príncipe. ¿Habrá alguien en el reino capaz de sostener que puede haber dos personas, no siendo de la misma sangre y nacimiento, tan extraordinariamente iguales? Y aunque así fuera, milagro más extraño sería aún que la casualidad pusiera a una de ellas en lugar de la otra. No. Es locura, locura, locura. ...

En la línea 664
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Pues ¡no, no y no!, no puede ser. Eso del novio es una locura, don Augusto, ¡una locura! ...

En la línea 741
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Esto, esto… Ha sido una locura. ¿Me lo perdonas? ...

En la línea 1462
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Y apenas ella se fue, apoyó los codos sobre la mesa, la cabeza en las palmas de las manos, y se dijo: «¡Esto es terrible, verdaderamente terrible! ¡Me parece que sin darme cuenta de ello me voy enamorando… hasta de Liduvina! ¡Pobre Domingo! Sin duda. Ella, a pesar de sus cincuenta años, aún está de buen ver, y sobre todo bien metida en carnes, y cuando alguna vez sale de la cocina con los brazos remangados y tan redondos… ¡Vamos, que esto es una locura! ¡Y esa doble barbilla y esos pliegues que se le hacen en el cuello… ! Esto es terrible, terrible, terrible… » ...

En la línea 1575
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Y había en la voz de la pobre Rosario más miedo que otro sentimiento alguno. Sentía deseos de huir, porque ella se decía: «Cuando uno empieza a decir o hacer incongruencias no sé adónde va a parar. Este hombre sería capaz de matarme en un arrebato de locura.» ...

En la línea 72
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... El malayo se alejó rápidamente, volviendo junto a su banda, compuesta de hombres valientes hasta la locura, y que a una simple señal de Sandokán no hubieran dudado en saquear el sepulcro de Mahoma, a pesar de ser todos mahometanos. ...

En la línea 202
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Y recomenzó por ambas partes la música infernal, respondiendo tiro a tiro, bala a bala y metralla a metralla. Los tres buques parecían dispuestos a sucumbir antes que a retroceder. En los paraos, con el agua ya en las bodegas, horadados en cien sitios, la locura se apoderó de sus tripulantes; todos querían subir a la cubierta del crucero y, si no vencer, morir al menos en el campo enemigo. ...

En la línea 389
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Qué iba a hacer! —exclamó con voz ronca—. Pero, ¿será verdad que amo a esa muchacha? ¿No es esto una locura? No soy ya el pirata de Mompracem, pues me siento arrastrado por una pasión irresistible hacia esa hija de una raza que odio. ¿Olvido a mi salvaje Mompracem, a mis fieles tigrecitos, a mi buen Yáñez? ¿Olvido que los compatriotas de ella no esperan más que el momento oportuno para destruir mi poder? ¡Apaguemos este volcán que arde en mi corazón, indigno del Tigre de la Malasia! ¡Haz oír tu rugido, Tigre; destierra de tu pecho el reconocimiento que debes a estas gentes que te han curado la herida y huye de estos sitios! ¡Vuelve al mar; vuelve a ser el terrible pirata de Mompracem! ...

En la línea 443
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Tanto, que por usted me sería posible todo. La amo con ese amor que lleva a realizar milagros y delitos a la vez. Póngame a prueba; hable y le obedeceré como un esclavo. ¿Quiere que sea rey para darle un trono? ¡Lo seré! ¿Quiere que yo, que la amo hasta la locura, me vuelva a mis tierras? ¡Me iré, aunque tenga que condenar a mi corazón a un eterno martirio! ¿Quiere que me mate delante de usted? ¡Me mataré! ¡Hable, milady, hable! ...

En la línea 1191
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Ya estaba yo preguntándome si el capitán Nemo, imprudente hasta la locura, iba a meter su barco por aquel paso en el que habían encallado las dos corbetas de Dumont d'Urville, cuando, modificando por segunda vez su rumbo hacia el Oeste, se dirigió hacia la isla Gueboroar. ...

En la línea 2265
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Le comprendo, amigo mío, pero no tiene nada que reprocharse. Tratar de abandonar el Nautilus, en las condiciones en que navegaba, hubiera sido una locura. ...

En la línea 1913
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Manifestó que había encontrado al enfermo en un estado francamente satisfactorio. Según sus observaciones, la enfermedad se debía no sólo a las condiciones materiales en que su paciente había vivido durante mucho tiempo, sino a otras causas de índole moral. Se trataba, por decirlo así, del complejo resultado de diversas influencias: inquietudes, cuidados, ideas, etc. Al advertir, sin demostrarlo, que Avdotia Romanovna le escuchaba con suma atención, Zosimof se extendió sobre el tema con profunda complacencia. Pulquería Alejandrovna le preguntó, inquieta, por «ciertos síntomas de locura» y el doctor repuso, con una sonrisa llena de franqueza y serenidad que se había exagerado el sentido de sus palabras. Sin duda, el enfermo daba muestras de estar dominado por una idea fija, algo así como una monomanía. Él, Zosimof, estaba entonces enfrascado en el estudio de esta rama de la medicina. ...

En la línea 1958
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¡Seriamente… seriamente… ! Tú mismo me lo describiste como un maniático cuando me trajiste a su casa… Y ayer lo trastornamos con nuestra conversación sobre el pintor de paredes. ¡Buen tema para tratarlo con un hombre cuya locura puede haber sido provocada por este suceso… ! Si hubiese sabido exactamente lo que había pasado en la comisaría, si hubiese estado enterado del detalle de que un canalla le había herido con sus sospechas, habría evitado semejante conversación. Estos maníacos hacen un océano de una gota de agua y toman por realidades los disparates que imaginan. Ahora, gracias a lo que nos contó anoche en tu casa Zamiotof, ya comprendo muchas cosas. Sí. Conozco el caso de un hombre de cuarenta años, afectado de hipocondría, que un día no pudo soportar las travesuras cotidianas de un niño de ocho años y lo estranguló. Y ahora nos enfrentamos con un hombre reducido a la miseria y que se ve en el trance de sufrir las insolencias de un policía. Añadamos a esto la enfermedad que le minaba y el efecto de la grave sospecha. Piensa que se trata de un caso de hipocondría en último grado, de un sujeto orgulloso en extremo: ahí tenemos la base del mal… ¡Bueno, que se vaya todo al diablo! ¡Ah!, a propósito: ese Zamiotof es un gran muchacho, pero ha cometido una torpeza contando todo esto. Es un charlatán incorregible. ...

En la línea 2141
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Aquello no tuvo importancia: fue una locura pasajera… ...

En la línea 2142
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑No, no fue simplemente una locura pasajera ‑dijo Dunetchka, convencida. ...

En la línea 256
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Bien; mas al desearlo no es preciso caer en tal locura. Porque usted llega también hasta el frenesí, hasta el fatalismo. Hay ahí otra cosa, un objetivo especial. Hable ya sin rodeos. ¡Se lo exijo! ...

En la línea 763
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ¡Extraño estado de espíritu! No tengo más que veinte federicos en el bolsillo. Estoy lejos de mi patria, en país extranjero, sin colocación y sin recursos, sin esperanzas ni proyectos, ¡y no me preocupo! Si no fuese por mi amor a Paulina, me entregaría sencillamente al interés cómico del desenlace próximo y me reiría a carcajadas. Pero Paulina me turba. Se decide su suerte. Sin embargo, y lo lamento, no es solamente su suerte lo que me inquieta. Quiero penetrar sus secretos, desearía que viniese a mí y me dijese: “Te amo.” Si es así, si eso es una locura irrealizable… ¿qué desear entonces? ¿Sé, verdaderamente lo que deseo? Me hallo como perdido, me bastaría estar siempre al lado de ella, en su aureola, en su fulgor, eternamente, toda mi vida para ser feliz… ¡No sé nada más! ¿Podré acaso separarme de ella? ...

En la línea 1119
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... En torno mío decían todos que era una locura, que el rojo se había dado ya catorce veces. ...

En la línea 1185
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Así yo, sin duda, pagaba por Des Grieux y aparecía como culpable sin serlo. Verdad es que todo aquello no era más que puro delirio; y aun sabiendo que deliraba, no hice caso de su locura. ¿Es tal vez eso lo que no puede perdonarme ahora? Sabía muy bien lo que hacía cuando vino a mi habitación con la carta de Des Grieux… En suma, era consciente de sus actos. ...

En la línea 325
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Las ráfagas soplan; las espumas lo cubren. Alza la vista; ya no divisa más que la lividez de las nubes. En su agonía asiste a la inmensa demencia de la mar. La locura de las olas es su suplicio: oye mil ruidos inauditos que parecen salir de más allá de la tierra; de un sitio desconocido y horrible. ...

En la línea 100
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Una mañana, a orillas del Pelly, cuando estaban colocando los arreos, Dolly, que nunca había destacado en nada, se volvió loca de repente. El anuncio de -su estado fue un prolongado y desgarrador aullido que a los demás perros les puso los pelos de punta, tras lo cual se abalanzó directamente sobre Buck. Él nunca había visto a un perro volverse rabioso ni tenía motivos para tener miedo a la enfermedad; pero presintió el horror y huyó presa del pánico. Salió disparado en línea recta, con Dolly, que jadeaba y echaba espuma, pisándole los talones; ni ella podía darle alcance, tanto era el terror que lo poseía, ni él lograba distanciarla, tal era la locura de ella. Como una exhalación, Buck se adentró en el monte del centro de la isla, alcanzó el extremo opuesto, atravesó un cauce lleno de hielo rugoso en dirección a otra isla, llegó a una tercera, giró hacia el río principal y, en su desesperación, empezó a cruzarlo. Y todo el tiempo, aunque no la veía, la oía gruñir a sólo un cuerpo por detrás. François lo llamó desde quinientos metros de distancia y Buck volvió sobre sus pasos, siempre con un cuerpo de ventaja, jadeando penosamente y con toda su esperanza puesta en François. El guía tenía el hacha preparada en la mano y, cuando hubo pasado Buck, la descargó sobre el cráneo de la enloquecida Dolly. ...

En la línea 235
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Para sorpresa de Buck, ninguno de los dos perros tuvo celos de él. Parecían compartir la bondad y generosidad de John Thornton. A medida que Buck iba recobrando las fuerzas, le proponían toda clase de juegos absurdos, en los que el propio John Thornton tomaba parte; y así, retozando alegremente, pasó Buck su convalecencia y entró en una nueva vida. El amor, un genuino amor apasionado, lo invadió por vez primera. No lo había sentido nunca en la casa del juez Miller, allá en el soleado valle de Santa Clara. Cazaba y paseaba con los hijos del juez y mantenía con ellos una relación funcional; con los nietos, una especie de pretenciosa tutela, y con el propio juez, una digna y respetable amistad. Pero el amor hecho de fiebre y fuego, que es adoración y locura, sólo lo había sentido cuando apareció John Thornton. ...

En la línea 189
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... En efecto, un largo artículo publicado el 7 de octubre en el 'Boletín de la Sociedad de Geografía', trató la cuestión desde todos los aspectos y demostró claramente la locura de la empresa. Según este artículo, el viajero lo tenía todo en contra suya, obstáculos humanos, obstáculos naturales. Para que pudiese tener éxito el proyecto, era necesario admitir una concordancia maravillosa en las horas de llegada y de salida, concordancia que no existía ni podía existir. En Europa, donde las distancias son relativamente cortas, se puede en rigor contar con que los trenes llegarán a hora fija; pero cuando tardan tres días en atravesar la India y siete en cruzar los Estados Unidos, ¿podían fundarse sobre su exactitud los elementos de semejante problema? ¿Y los contratiempos de máquinas, los descarrilamientos, los choques, los temporales, la acumulación de nieves? ¿No parecía presentarse todo contra Phileas Fogg? ¿Acaso en los vapores no podrían encontrarse durante el invierno expuesto a los vientos o a las brumas? ¿Es quizá cosa extraña que los más rápidos andadores de las líneas transoceánicas experimenten retrasos de dos y tres días? Y bastaba con un solo retraso, con uno solo, para que la cadena de las comunicaciones sufriese una ruptura irreparable. Si Phileas Fogg faltaba, aunque tan sólo fuese por algunas horas a la salida de algún vapor, se vería obligado a esperar el siguiente, y por este solo motivo su viaje se vería irrevocablemente comprometido. ...

En la línea 635
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Había comenzado por decir para sí: '¡Qué locura!' Y ahora repetía: '¿Y porqué no? ¡Es una probabilidad, tal vez la única, y con semejantes brutos-… !' ...

En la línea 1455
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... El puente de que se trataba era colgante, y cruzaba sobre el torrente, a una milla del sitio donde se había parado el tren. Según el guardavía, muchos alambres estaban rotos, y el puente amenazaba ruina, siendo imposible arriesgarse y pasarlo. El guadavía no exageraba al afirmarlo y es preciso tener en cuenta que, con los hábitos de los americanos, cuando son ellos prudentes, sería locura no serlo. ...

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