Cómo se escribe.org.es

La palabra madre
Cómo se escribe

la palabra madre

La palabra Madre ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
Memoria De Las Islas Filipinas. de Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
El Señor de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Niebla de Miguel De Unamuno
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
La llamada de la selva de Jack London
Amnesia de Amado Nervo
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece madre.

Estadisticas de la palabra madre

La palabra madre es una de las palabras más comunes del idioma Español, estando en la posición 255 según la RAE.

Madre es una palabra muy común y se encuentra en el Top 500 con una frecuencia media de 287.48 veces en cada obra en castellano

El puesto de esta palabra se basa en la frecuencia de aparición de la madre en 150 obras del castellano contandose 43697 apariciones en total.

Más información sobre la palabra Madre en internet

Madre en la RAE.
Madre en Word Reference.
Madre en la wikipedia.
Sinonimos de Madre.


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece madre

La palabra madre puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 17
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Tuve que acompañarle a la taberna para saludar a su madre y ver la pequeña habitación que me había servido de refugio. ...

En la línea 124
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Era natural: donde no hay padre y madre, la familia termina así. ...

En la línea 131
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Ya sabían en la huerta que el pobre padre había muerto en el presidio de Ceuta hacía dos años; Y en cuanto a la madre, la infeliz vieja había acabado de padecer en una cama del hospital. ...

En la línea 607
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La puerta, nueva y pintada de azul, parecía madre de todas las ventanillas, que asomaban por los huecos de las paredes sus cuadradas caras del mismo color. ...

En la línea 107
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¡Jesús y su Santa Madre, por encima de todas las combinaciones comerciales! Ellos velaban por los intereses de la casa y él, que no era más que un simple pecador, limitábase a recibir sus inspiraciones. A ellos se debía la buena suerte de los primeros Dupont, y don Pablo se desvivía por remediar con su fervor la tibieza religiosa de sus ascendientes. Los celestiales protectores eran los que le habían sugerido la idea de establecer la destilería del cognac, dando nuevos alientos a la casa; ellos también los que hacían que la marca Dupont, con la ayuda de los anuncios, se esparciese por toda España sin miedo a rivalidades, favor inmenso que todos los años agradecía dedicando una parte de las ganancias al auxilio de las nuevas órdenes religiosas establecidas en Jerez o ayudando a su madre, la noble doña Elvira, que siempre tenía capillas por restaurar o un manto costoso en confección para alguna Virgen. ...

En la línea 109
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Montenegro recordaba la estupefacción de la gente un año antes, cuando un perro de los que guardaban por la noche las bodegas mordió a varios trabajadores. Dupont había acudido en su auxilio, temiendo que el mordisco les produjera la hidrofobia y, para evitarla, les hizo tragar en el primer momento, en forma de píldoras, una estampa de santo milagroso que guardaba su madre. Era tan estupendo aquello, que Fermín, después de haber presenciado el hecho, comenzaba a dudar, con el transcurso del tiempo, de que fuese cierto. Bien es verdad que después, el mismo don Pablo pagó con largueza el viaje a los enfermos para que fuesen curados por un médico célebre. Dupont explicaba su conducta cuando le hablaban de este suceso con una sencillez que daba espanto: «Primero, la Fe; después, la Ciencia, que algunas veces hace grandes cosas, pero es porque se lo permite Dios». ...

En la línea 116
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y con repentino entusiasmo, olvidando su enojo, comenzó a explicar con una delectación de artista la ceremonia del día anterior en la iglesia de los que él, por antonomasia, llamaba los Padres. Primer domingo del mes: fiesta extraordinaria. El templo lleno: los oficinistas y trabajadores de la casa Dupont hermanos estaban con sus familias; casi todos (¿eh, Fermín?), casi todos: muy pocos faltaban. Había pronunciado el sermón el padre Urizábal, un gran orador, un sabio que hizo llorar a todos; (¿eh, Montenegro?) ¡a todos!... menos a los que no estaban. Y después, había llegado el acto más conmovedor. Él, como un caudillo, acercándose a la sagrada mesa rodeado de su madre, su esposa, sus dos hermanos, que habían venido de Londres; el Estado Mayor de la casa: y después todos los que comían el pan de los Dupont, con sus familias, mientras arriba, en el coro, sonaba el armónium con melodías dulcísimas. ...

En la línea 174
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --¡Lástima de muchacha!--se dijo.--Con su cabeza de chorlito, es la más buena de la familia. ¡Y don Pablo que se muestra tan orgulloso de la nobleza de su madre!... Esta y su hermana son de las que nos consuelan haciendo acabar en punta los linajes orgullosos... ...

En la línea 59
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Al salir de la habitación paterna, el joven encontró a su madre, que lo esperaba con la famosa receta cuyo empleo los consejos que acaba mos de referir debían hacer bastante frecuente. ...

En la línea 60
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Los adioses fueron por este lado más largos y tiernos de lo que habían sido por el otro, no porque el señor D'Artagnan no amara a su hijo, que era su único vás tago, sino porque el señor D'Artagnan era hombre, y hubiera conside rado indigno de un hombre dejarse llevar por la emoción, mientras que la señora D'Artagnan era mujer y, además, madre. ...

En la línea 193
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Al día siguiente, a las cinco de la mañana, D'Artagnan se levantó, bajó él mismo a la cocina, pidió, además de otros ingredientes cuya lista no ha llegado hasta nosotros, vino, aceite, romero, y, con la receta de su madre en la mano, se preparó un bálsamo con el que ungió sus numerosas heridas, renovando él mismo sus vendas y no queriendo admitir la ayuda de ningún médico. ...

En la línea 233
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Tan pronto como hubo gastado su último denario, D'Artagnan tomó posesión de sualojamiento, pasó el resto de la jornada cosien do su jubón y sus calzas de pasamanería, que su madre había descosido de un jubón casi nuevo del señor D'Artagnan padre, y que le había dado a escondidas; luego fue al paseo de la Ferraille , para mandar poner una hoja a su espada; luego volvió al Louvre para informarse del primer mosquetero que encontró de la ubicación del palacio del señor de Tréville que estaba situado en la calle del Vieux-Colombier, es decir, precisamente en las cercanías del cuarto apalabrado por D'Ar tagnan, circunstancia que le pareció de feliz augurio para el éxito de su viaje. ...

En la línea 340
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Tiempo y sobrado es ya de que se piense en su felicidad, de que se remuevan los obstáculos que á ella se oponen, y con pruebas nada dudosas ni equívocas se patentice y haga ver á aquellos habitantes, nuestros hermanos, que deseamos su prosperidad tanto como la nuestra; ó mejor dicho, que reputamos su bien estar como nuestro, y que á su acrisolada lealtad, no desmentida hasta hoy, corresponde la madre patria ocupándose en mejorar su suerte y condicion; como indefectiblemente sucederá por la ley especial que se les dará, sin perjuicio de que sus justas reclamaciones sean oidas y atendidas, para cerciorarles de que la madre patria anhela y trabaja tanto cuanto puede encarecer, para asegurar la felicidad de sus provincias en Filipinas. ...

En la línea 615
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Te conjuro, además, Señor, por aquellas tres benditas cruces, por aquellos tres benditos cálices, por aquellos tres benditos sacerdotes, por aquellas tres hostias consagradas, que me des aquella dulce compañía que diste a la Virgen María desde las puertas de Belén a los portales de Jerusalem, para que pueda yo ir y venir alegre y gustoso con Jesucristo, el Hijo de la Virgen María, madre, y, sin embargo, siempre virgen.» La posadera y su hija llevaban pendientes del cuello otros escapularios con amuletos semejantes, para librarse, según decían, de todo maleficio. ...

En la línea 823
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Llenos de amabilidad y cortesía recibieron al compatriota hereje y aunque el adelanto de su propia religión era para ellos un objeto de primordial importancia, no tardé en observar que, con una inconsecuencia bastante divertida, conservaban en grado portentoso algunos prejuicios nacionales casi extinguidos ya en la madre patria, y movidos por ellos llegaban a censurar y desdorar a sus mismos correligionarios. ...

En la línea 1066
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... «Entonces—dijo—tenía usted razón al suponer que soy más vieja; tengo más años que su madre de usted y que la madre de su madre; hace más de cien años era yo una chicuela, y jugaba con otras de mi edad por esos campos.» «En tal caso—respondí—se acordará usted, sin duda, del terremoto.» «Sí—contestó—; si de algo me acuerdo, es de eso; cuando ocurrió, estaba yo en la iglesia de Elvas oyendo misa, y el cura se cayó al suelo, y dejó también caer la Hostia de las manos. ...

En la línea 1066
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... «Entonces—dijo—tenía usted razón al suponer que soy más vieja; tengo más años que su madre de usted y que la madre de su madre; hace más de cien años era yo una chicuela, y jugaba con otras de mi edad por esos campos.» «En tal caso—respondí—se acordará usted, sin duda, del terremoto.» «Sí—contestó—; si de algo me acuerdo, es de eso; cuando ocurrió, estaba yo en la iglesia de Elvas oyendo misa, y el cura se cayó al suelo, y dejó también caer la Hostia de las manos. ...

En la línea 509
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y ansí me parece a mí, pues, cuando pudiera y debiera estender la pluma en las alabanzas de tan buen caballero, parece que de industria las pasa en silencio: cosa mal hecha y peor pensada, habiendo y debiendo ser los historiadores puntuales, verdaderos y no nada apasionados, y que ni el interés ni el miedo, el rancor ni la afición, no les hagan torcer del camino de la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir. ...

En la línea 579
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia; aún no se había atrevido la pesada reja del corvo arado a abrir ni visitar las entrañas piadosas de nuestra primera madre, que ella, sin ser forzada, ofrecía, por todas las partes de su fértil y espacioso seno, lo que pudiese hartar, sustentar y deleitar a los hijos que entonces la poseían. ...

En la línea 645
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -«Digo, pues, señor mío de mi alma -dijo el cabrero-, que en nuestra aldea hubo un labrador aún más rico que el padre de Grisóstomo, el cual se llamaba Guillermo, y al cual dio Dios, amén de las muchas y grandes riquezas, una hija, de cuyo parto murió su madre, que fue la más honrada mujer que hubo en todos estos contornos. ...

En la línea 648
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Creció la niña con tanta belleza, que nos hacía acordar de la de su madre, que la tuvo muy grande; y, con todo esto, se juzgaba que le había de pasar la de la hija. ...

En la línea 232
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Permanecemos dos días en el Colorado; no tengo nada que hacer, pues todo el país circundante no es sino un pantano inundado por el río en verano (diciembre), cuando se funden las nieves en las cordilleras. Mi principal diversión consiste en observar a las familias indias que acuden a comprar diferentes géneros de poca monta en el rancho que nos sirve de habitación. Suponíase que el general Rosas tenía unos 600 aliados indios. La raza es grande y hermosa. Más adelante encontré esa misma raza en los indígenas de la Tierra de Fuego, pero allí el frío, la carencia de alimentos y la falta absoluta de civilización la han hecho feísima. Algunos autores, al indicar las razas primitivas de la especie humana, han dividido a estos indios en dos clases, pero, con toda certeza, esto es un error. Puede realmente decirse que algunas mujeres jóvenes, o chinas, son bellas. Tienen los cabellos ásperos, aunque negros y brillantes, llevándolos en dos trenzas que les cuelgan hasta la cintura. Su tez es cargada de color y tienen muy vivos los ojos; las piernas, los pies y los brazos son pequeños y de forma elegante; engalánanse los tobillos y a veces la cintura con anchos brazaletes de baratijas de vidrio azul. Nada hay más interesante que algunos de esos grupos de familia. A menudo venían a nuestro rancho una madre y dos hijas montadas en el mismo caballo. Cabalgan como los hombres, pero con las rodillas mucho más altas. Esta costumbre quizá proceda de que al viajar suelen ir montadas en los caballos que llevan los bagajes. Las mujeres deben cargar y descargar los caballos, armar las tiendas para la noche: en una palabra, verdaderas esclavas, como las mujeres de todos los salvajes, han de hacerse en todo lo más útiles posible. Los hombres se baten, cazan, cuidan de los caballos y fabrican artículos de sillería. Una de sus principales oraciones consiste en golpear dos piedras una contra otra, hasta redondearlas para hacer bolas con ellas. Con auxilio de esta arma importante, el indio se apodera de la caza y hasta de su caballo que va en libertad por la llanura. Cuando se bate trata en primer término de derribar el caballo de 5 Aprovecho esta ocasión para manifestar mi profundo agradecimiento por la bondad con que el gobierno de Buenos Aires puso a mi disposición pasaportes para todos los puntos del país, atendiendo a mi calidad de naturalista agregado al Beagle. ...

En la línea 500
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Durante mi residencia en esa estancia estudié con cuidado los perros de pastor del país, y este estudio me interesó mucho3. Encuéntrase a menudo, a la distancia de una o dos millas de todo hombre o de toda casa, un gran rebaño de carneros guardado por uno o dos perros. ¿Cómo puede establecerse una amistad más firme? Esto era motivo de asombro para mí. El modo de educarlos consiste en separar al cachorro de su madre y acostumbrarle a la sociedad de sus futuros compañeros. Se le lleva una oveja para hacerle mamar tres o cuatro veces diarias; se le hace acostarse en una cama guarnecida de pieles de carnero; se le separa en absoluto de los demás perros. Aparte de eso, se le suele castrar cuando aún es joven; de suerte que cuando se hace grande, ya no puede tener gustos comunes con los de su especie. Por lo tanto, no le queda deseo ninguno de abandonar el rebaño; y así como el perro ordinario se apresura a defender a su amo, el hombre, de la misma manera éste defiende a los carneros. Es muy divertido, al acercarse a éstos, observar con qué furor se pone a ladrar el perro y cómo van a ponerse los carneros detrás de él, cual si fuese el macho más viejo del rebaño. También se enseña con mucha facilidad a un perro a traer el rebaño al aprisco a una hora determinada de la noche. Estos perros no tienen más que un defecto durante su juventud, y es el de jugar demasiado frecuentemente con los carneros, pues en sus juegos hacen galopar de una forma terrible a sus pobres súbditos. ...

En la línea 525
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Por supuesto, al hablar de estos países, debe recordarse siempre cómo los trató España, su desnaturalizada madre patria. En último término, tal vez merezcan más alabanzas por lo que han hecho, que vituperios por no haber progresado más deprisa. ...

En la línea 646
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Poco hay que decir respecto a la zoología de estas islas. Ya he descrito el buitre o Polyborus. Hay, además, halcones, búhos y algunos pajarillos terrestres; gran número de aves acuáticas, que si hemos de creer los relatos de los antiguos navegantes, eran antes mucho más numerosas todavía. Observaba yo un día un cuervo marino que gozaba con un pez que había cogido. Ocho veces sucesivas dejó escapar su presa sumergiéndose enseguida tras el desgraciado pez, y aunque estuviera el agua muy profunda volvía con él a la superficie. En el Jardín Zoológico he visto una nutria tratar a un pez de la misma manera, es decir, como los gatos juegan con los ratones, únicos ejemplos que conozco de tan refinada crueldad en la madre naturaleza. Otro día me coloqué entre un pájaro bobo (Attenodites termesa) y el agua, y me divertí mucho observando sus costumbres. Era un pájaro muy bravo y se batía conmigo para rechazarme; hasta que logró alcanzar el mar. Tenía que darle fuertes golpes para detenerlo: cuando avanzaba un paso no era posible hacerlo retroceder y tomaba un aspecto muy resuelto, curiosísimo de ver; movía la cabeza de derecha a izquierda, de la manera más extraña y como si no pudiera ver más que por la base y parte anterior de los ojos llámase de ordinario este pájaro, pájaro-burro, porque acostumbra cuando está a orillas del mar a echar la cabeza hacia atrás y prorrumpe en unos gritos que se parecen hasta confundirse a los rebuznos de un asno: al contrario, cuando está en el mar y no se le hostiga, lanza una nota profunda, solemne, que con frecuencia se oye por las noches. ...

En la línea 967
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Se acordó de que no había conocido a su madre. ...

En la línea 969
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Ni madre ni hijos. ...

En la línea 978
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Como aquel a quien, antes de descansar en su lecho el tiempo que necesita, obligan a levantarse, siente sensación extraña que podría llamarse nostalgia de blandura y del calor de su sueño, así, con parecida sensación, había Ana sentido toda su vida nostalgia del regazo de su madre. ...

En la línea 988
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Y así se dormía ella también, figurándose que era la almohada el seno de su madre soñada y que realmente oía aquellas canciones que sonaban dentro de su cerebro. ...

En la línea 15
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Hincado de rodillas delante de su altar, sentado sobre los talones, Juan, artista y místico a la vez, amaba su obra, el tabernáculo minúsculo con todos sus santos de plomo, sus resplandores de talco, sus misterios de muselina y crespón, restos de antiguas glorias de su madre cuando brillaba en el mundo, digna esposa de un bizarro militar; y amaba a Dios, el Padre de sus padres, del mundo entero, y en este amor de su misticismo infantil también adoraba, sin saberlo, su propia obra, las imágenes de inenarrable inocencia, frescas, lozanas, de la religiosidad naciente, confiada, feliz, soñadora. ...

En la línea 22
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... — De esta precocidad sentimental y mística apenas sabía nadie; de aquel llanto de entusiasmo piadoso, que tantas veces fue rocío de la dulce infancia de Juan, nadie supo en el mundo jamás: ni su madre. ...

En la línea 24
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... La pasión mística del niño hermoso de alma y cuerpo fue convirtiéndose en cosa seria; todos la respetaron; su madre cifró en ella, más que su orgullo, su dicha futura: y sin obstáculo alguno, sin dudas propias ni vacilaciones de nadie, Juan de Dios entró en la carrera eclesiástica; del altar de su alcoba pasó al servicio del altar de veras, del altar grande con que tantas veces había soñado. ...

En la línea 31
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... A pesar de su carrera brillante, excepcional, Juan de Dios, con humilde entereza, hizo comprender a su madre y a sus maestros y padrinos que con él no había que contar para convertirle en una lumbrera, para hacerle famoso y elevarle a las altas dignidades de la Iglesia. ...

En la línea 207
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... — ¡Ese Víctor Hugo!… Tú lo admiras devotamente, pero reconocerás que su Lucrecia Borgia es una mala acción. No sólo recogió cuantas falsedades dijeron los enemigos de los Borgias; además fue añadiendo por su cuenta muchas otras. En su drama tiene Lucrecia un hijo legítimo, Gennaro, que nadie conoció, pues lo inventa el poeta de cabeza a pies, y este hijo mata a su madre. Tú sabes que a la pobre señora sólo la mató Dios, pues falleció de parto siendo princesa reinante de Ferrara, después de tener varios hijos. Usaba cilicio, vivía devotamente, fue la admiración de sus contemporáneos y jamás le atribuyó nadie envenenamiento alguno, ni los más encarnizados enemigos de su familia. ...

En la línea 237
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Alfonso de Borja había nacido el último día del ano en que estalló el Gran Cisma, o sea en 1378. Una tradición lo acompañaba desde la cuna, dándole gran fe en sus destinos. Su madre le había contado que, en los primeros años de su vida, el gran taumaturgo y predicador que fue luego San Vicente Ferrer profetizó, al verlo, su ascensión al más alto puesto de la Iglesia. ...

En la línea 238
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... — Debo añadir—dijo Figueras—que el futuro santo hizo otras muchas predicciones semejantes. Nada le costaba alegrar de este modo a una pobre madre. ...

En la línea 335
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... — Todos los historiadores durante tres siglos han venido equivocándose al suponer que el caballero que casó con Isabel de Borja se apellidaba Llansol, y, por tanto. Rodrigo de Borja, el futuro Alejandro Sexto, debía llamarse en realidad Llansol de primer apellido. Y como no hay argumento que no se haya usado para ennegrecer la figura de Alejandro Sexto, le acusaron de renegar del apellido de su padre Llansol, anteponiendo el de su madre para ser Borja… Todo falso, sin fundamento alguno, como la mayoría de las calumniosas historias que se atribuyen a esta familia. Los Llansols (tú sabes lo que significa esta palabra en valenciano; sábana o sudario) fueron caballeros de guerra que también bajaron de Aragón con el rey don Jaime a la conquista de Valencia. Cierto Llansol casó, efectivamente, con otra de las hermanas de Calixto Tercero, y uno de sus hijos, Llanaol y Borja, llegó a cardenal, confundiéndole los historiadores con Alejandro Sexto. Este se llamó en realidad Rodrigo de Borja y de Borja, por ser del mismo apellido su padre y su madre. ...

En la línea 17
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Miss Haynes, que había hecho el viaje malhumorada y nerviosa, sonreía ahora como si viese revolotear escuadrillas de ángeles por encima de los naranjos californianos. En cambio, la madre recobró su gesto inquisitorial, acogiendo con helada cortesía las grandes demostraciones de afecto del ingeniero. ...

En la línea 25
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Miss Margaret se mostraba triste cuando de tarde en tarde conseguía hablar con Edwin, lejos de la agresividad de su madre y de la animadversión de todas las familias amigas, igualmente hostiles a el. ...

En la línea 30
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Margaret le amaba; pero el amor de una señorita de buena familia y excelente educación, acostumbrada a las comodidades que proporciona una gran fortuna, debe tener sus límites forzosamente. No iba ella a abandonar a su madre y a reñir con todas las familias amigas para casarse con un novio pobre, dedicado por completo a su amor e ignorante del camino que debía seguir en el presente momento. Estas resoluciones desesperadas solo se ven en las novelas. ...

En la línea 31
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Tenía además cierta confianza en el porvenir y consideraba oportuno dejar pasar el tiempo. Su madre tal vez cediese al ver que transcurrían los años sin que ella amase a otro hombre. Edwin podía estar seguro de su fidelidad. Mientras tanto, la fortuna tal vez se fijase de pronto en Gillespie, como se había fijado en mister Haynes. Acostumbrada a ver en los salones de su casa a muchos hombres que habían empezado su carrera siendo pobres y ahora eran millonarios, se imaginó que esta era inevitablemente la historia de todos los humanos y que a Edwin le llegaría su turno. ...

En la línea 15
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Cuando comunicaba sus temores a D. Baldomero, este se echaba a reír y le decía: «El chico es de buena índole. Déjale que se divierta y que la corra. Los jóvenes del día necesitan despabilarse y ver mucho mundo. No son estos tiempos como los míos, en que no la corría ningún chico del comercio, y nos tenían a todos metidos en un puño hasta que nos casaban. ¡Qué costumbres aquellas tan diferentes de las de ahora! La civilización, hija, es mucho cuento. ¿Qué padre le daría hoy un par de bofetadas a un hijo de veinte años por haberse puesto las botas nuevas en día de trabajo? ¿Ni cómo te atreverías hoy a proponerle a un mocetón de estos que rece el rosario con la familia? Hoy los jóvenes disfrutan de una libertad y de una iniciativa para divertirse que no gozaban los de antaño. Y no creas, no creas que por esto son peores. Y si me apuras, te diré que conviene que los chicos no sean tan encogidos como los de entonces. Me acuerdo de cuando yo era pollo. ¡Dios mío, qué soso era! Ya tenía veinticinco años, y no sabía decir a una mujer o señora sino que usted lo pase bien, y de ahí no me sacaba nadie. Como que me había pasado en la tienda y en el almacén toda la niñez y lo mejor de mi juventud. Mi padre era una fiera; no me perdonaba nada. Así me crié, así salí yo, con unas ideas de rectitud y unos hábitos de trabajo, que ya ya… Por eso bendigo hoy los coscorrones que fueron mis verdaderos maestros. Pero en lo referente a sociedad, yo era un salvaje. Como mis padres no me permitían más compañía que la de otros muchachones tan ñoños como yo, no sabía ninguna suerte de travesuras, ni había visto a una mujer más que por el forro, ni entendía de ningún juego, ni podía hablar de nada que fuera mundano y corriente. Los domingos, mi mamá tenía que ponerme la corbata y encasquetarme el sombrero, porque todas las prendas del día de fiesta parecían querer escapárseme del cuerpo. Tú bien te acuerdas. Anda, que también te has reído de mí. Cuando mis padres me hablaron… así, a boca de jarro, de que me iba a casar contigo, ¡me corrió un frío por todo el espinazo… ! Todavía me acuerdo del miedo que te tenía. Nuestros padres nos dieron esto amasado y cocido. Nos casaron como se casa a los gatos, y punto concluido. Salió bien; pero hay tantos casos en que esta manera de hacer familias sale malditamente… ¡Qué risa! Lo que me daba más miedo cuando mi madre me habló de casarme, fue el compromiso en que estaba de hablar contigo… No tenía más remedio que decirte algo… ¡Caramba, qué sudores pasé! 'Pero yo ¿qué le voy a decir, si lo único que sé es que usted lo pase bien, y en saliendo de ahí soy hombre perdido… ?'. ...

En la línea 16
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Ya te he contado mil veces la saliva amarga que tragaba ¡ay, Dios mío!, cuando mi madre me mandaba ponerme la levita de paño negro para llevarme a tu casa. Bien te acuerdas de mi famosa levita, de lo mal que me estaba y de lo desmañado que era en tu presencia, pues no me arrancaba a decir una palabra sino cuando alguien me ayudaba. Los primeros días me inspirabas verdadero terror, y me pasaba las horas pensando cómo había de entrar y qué cosas había de decir, y discurriendo alguna triquiñuela para hacer menos ridícula mi cortedad… Dígase lo que se quiera, hija, aquella educación no era buena. Hoy no se puede criar a los hijos de esa manera. Yo ¡qué quieres que te diga!, creo que en lo esencial Juanito no ha de faltarnos. Es de casta honrada, tiene la formalidad en la masa de la sangre. Por eso estoy tranquilo, y no veo con malos ojos que se despabile, que conozca el mundo, que adquiera soltura de modales… ». ...

En la línea 31
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Solía no probar nada, ni el otro tampoco, quedándose cada cual con su opinión; pero con estas sabrosas peloteras pasaban el tiempo. También había entre estos dos respetables sujetos parentesco de afinidad, porque doña Bárbara, esposa de Santa Cruz, era prima del gordo, hija de Bonifacio Arnaiz, comerciante en pañolería de la China. Y escudriñando los troncos de estos linajes matritenses, sería fácil encontrar que los Arnaiz y los Santa Cruz tenían en sus diferentes ramas una savia común, la savia de los Trujillos. «Todos somos unos—dijo alguna vez el gordo en las expansiones de su humor festivo, inclinado a las sinceridades democráticas—, tú por tu madre y yo por mi abuela, somos Trujillos netos, de patente; descendemos de aquel Matías Trujillo que tuvo albardería en la calle de Toledo allá por los tiempos del motín de capas y sombreros. No lo invento yo; lo canta una escritura de juros que tengo en mi casa. Por eso le he dicho ayer a nuestro pariente Ramón Trujillo… ya sabéis que me le han hecho conde… le he dicho que adopte por escudo un frontil y una jáquima con un letrero que diga: Pertenecí a Babieca… ». ...

En la línea 45
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Ya había completado la hija de Arnaiz su educación (que era harto sencilla en aquellos tiempos y consistía en leer sin acento, escribir sin ortografía, contar haciendo trompetitas con la boca, y bordar con punto de marca el dechado), cuando perdió a su padre. Ocupaciones serias vinieron entonces a robustecer su espíritu y a redondear su carácter. Su madre y hermano, ayudados del gordo Arnaiz, emprendieron el inventario de la casa, en la cual había algún desorden. Sobre las existencias de pañolería no se hallaron datos ciertos en los libros de la tienda, y al contarlas apareció más de lo que se creía. En el sótano estaban, muertos de risa, varios fardos de cajas que aún no habían sido abiertos. Además de esto, las casas importadoras de Cádiz, Cuesta y Rubio, anunciaban dos remesas considerables que estaban ya en camino. No había más remedio que cargar con todo aquel exceso de género, lo que realmente era una contrariedad comercial en tiempos en que parecía iniciarse la generalización de los abrigos confeccionados, notándose además en la clase popular tendencias a vestirse como la clase media. La decadencia del mantón de Manila empezaba a iniciarse, porque si los pañuelos llamados de talle, que eran los más baratos, se vendían bien en Madrid (mayormente el día de San Lorenzo, para la ...

En la línea 11
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Bet y Nan, gemelas, tenían quince años. Eran niñas de buen corazón, sucias, harapientas y de profunda ignorancia. Su madre era como ellas. Mas el padre y la abuela eran un par de demonios. Se emborrachaban siempre que podían, luego se peleaban entre sí o con cualquiera que se les pusiera delante; maldecían y juraban siempre, ebrios o sobrios. John Canty era ladrón, y su madre pordiosera. Hicieron pordioseros a los niños, mas no lograron hacerlos ladrones. Entre la desgraciada ralea pero sin formar parte de ella que habitaba la casa, había un buen sacerdote viejo, a quien el rey había deudo sin casa ni hogar con sólo una pensión de unas cuantas monedas de cobre, que acostumbraba llamar a los niños y enseñarles secretamente el buen camino. El padre Andrés también enseñó a Tom un poco de latín, y a leer y escribir; y habría hecho otro tanto con las niñas, pero éstas temían las burlas de sus amigas, que no habrían sufrido en ellas una educación tan especial. ...

En la línea 11
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Bet y Nan, gemelas, tenían quince años. Eran niñas de buen corazón, sucias, harapientas y de profunda ignorancia. Su madre era como ellas. Mas el padre y la abuela eran un par de demonios. Se emborrachaban siempre que podían, luego se peleaban entre sí o con cualquiera que se les pusiera delante; maldecían y juraban siempre, ebrios o sobrios. John Canty era ladrón, y su madre pordiosera. Hicieron pordioseros a los niños, mas no lograron hacerlos ladrones. Entre la desgraciada ralea pero sin formar parte de ella que habitaba la casa, había un buen sacerdote viejo, a quien el rey había deudo sin casa ni hogar con sólo una pensión de unas cuantas monedas de cobre, que acostumbraba llamar a los niños y enseñarles secretamente el buen camino. El padre Andrés también enseñó a Tom un poco de latín, y a leer y escribir; y habría hecho otro tanto con las niñas, pero éstas temían las burlas de sus amigas, que no habrían sufrido en ellas una educación tan especial. ...

En la línea 12
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Todo Offal Court era una colmena igual que la casa de Canty. Las borracheras, las riñas y los alborotos eran lo normal cada noche, y casi toda la noche. Los descalabros eran tan comunes como el hambre en aquel lugar. Sin embargo, el pequeño Tom no era infeliz. Lo pasaba bastante mal, pero no lo sabía. Le pasaba enteramente lo mismo que todos los muchachos de Offal Court, y por consiguiente suponía que aquella vida era la verdadera y cómoda. Cuando por las noches volvía a casa con las manos vacías, sabía que su padre lo maldeciría y golpearía primero, y que cuando el hubiera terminado, la detestable abuela lo haría de nuevo, mejorado; y que entrada la noche, su famélica madre se deslizaría furtivamente hasta él con cualquier miserable mendrugo de corteza que hubiera podido guardarle, quedándose ella misma con hambre, a despecho de que frecuentemente era sorprendida en aquella especie de traición y golpeada por su marido. ...

En la línea 52
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Tal vez los padres sean parecidos. El mío no tiene dulce temperamento. Golpea con mano pesada pero conmigo se refrena. A decir verdad, no siempre me perdona su lengua. ¿Cómo te trata tu madre? ...

En la línea 182
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... A la piadosa mención de su madre Augusto dejó las cartas sobre la mesa, y su espíritu quedó un momento en suspenso. Muchas veces su madre, aquella dulce señora, hija del infortunio, le había dicho: « Yo no puedo vivir ya mucho, hijo mío; tu padre me está llamando. Acaso le hago a él más falta que a ti. Así que yo me vaya de este mundo y te quedes solo en él tú cásate, cásate cuanto antes. Trae a esta casa dueña y señora. Y no es que yo no tenga confianza en nuestros antiguos y fieles servidores, no. Pero trae ama a la casa. Y que sea ama de casa, hijo mío, que sea ama. Hazla dueña de tu corazón, de tu bolsa, de tu despensa, de tu cocina y de tus resoluciones. Busca una mujer de gobierno, que sepa querer… y gobernarte.» ...

En la línea 182
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... A la piadosa mención de su madre Augusto dejó las cartas sobre la mesa, y su espíritu quedó un momento en suspenso. Muchas veces su madre, aquella dulce señora, hija del infortunio, le había dicho: « Yo no puedo vivir ya mucho, hijo mío; tu padre me está llamando. Acaso le hago a él más falta que a ti. Así que yo me vaya de este mundo y te quedes solo en él tú cásate, cásate cuanto antes. Trae a esta casa dueña y señora. Y no es que yo no tenga confianza en nuestros antiguos y fieles servidores, no. Pero trae ama a la casa. Y que sea ama de casa, hijo mío, que sea ama. Hazla dueña de tu corazón, de tu bolsa, de tu despensa, de tu cocina y de tus resoluciones. Busca una mujer de gobierno, que sepa querer… y gobernarte.» ...

En la línea 201
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Vamos, habla, Liduvina… ¡por la memoria de mi madre!… ...

En la línea 237
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... «Es ella, sí, es ella –siguió diciéndose–, es ella, es la misma, es la que yo buscaba hace años, aun sin saberlo; es la que me buscaba. Estábamos destinados uno a otro en armonía preestablecida; somos dos mónadas complementaria una de otra. La familia es la verdadera célula social. Y yo no soy más que una molécula. ¡Qué poética es la ciencia, Dios mío! ¡Madre, madre mía, aquí tienes a tu hijo; aconséjame desde el cielo! ¡Eugenia, mi Eugenia… !» ...

En la línea 355
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Lady Mariana Guillonk había nacido bajo el hermoso cielo de Italia, en las orillas del golfo de Nápoles, de madre italiana y padre inglés. ...

En la línea 361
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Lady Mariana había adquirido una fiereza y una energía sin igual. Obligada ahora a vivir en tan extraño lugar, se dedicó a completar su propia educación. Poseía una voluntad muy firme y poco a poco fue modificando la feroz rudeza adquirida en su contacto con la gente de mar. Se convirtió en una apasionada cultivadora de la música, de las flores, de las bellas artes, gracias a las enseñanzas de una antigua amiga de su madre, muerta más tarde bajo la inclemencia del clima tropical. ...

En la línea 510
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Mariana —exclamó el pirata cayendo a sus pies con los brazos extendidos hacia ella—, no me rechaces, no te asustes! Fue la fatalidad la que me convirtió en pirata. Los hombres de tu raza no tuvieron piedad conmigo, que no les había hecho mal alguno. Me arrojaron al fango desde las gradas de un trono, me quitaron mi reino, asesinaron a mi madre, a mis hermanos, a mis hermanas. Me empujaron a los mares. No soy pirata por robar, sino que lo soy como justiciero, soy el vengador de mi familia y de mis súbditos, nada más. Si quieres, recházame, y me alejaré para siempre de estos lugares para no causarte miedo nunca más. ...

En la línea 565
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Te lo juro por la memoria de mi madre. ...

En la línea 2781
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Desde allí y hasta los límites de la vista en torno nuestro las tierras y los témpanos estaban invadidos por los mamíferos. Involuntariamente, busqué con la mirada al viejo Proteo, al mitológico pastor que guardaba los inmensos rebaños de Neptuno. Eran sobre todo focas. Formaban grupos, machos y hembras; el padre vigilaba a la familia, la madre amamantaba a sus crías; algunos jóvenes, ya fuertes, se emancipaban a algunos pasos. Cuando estos mamíferos se desplazaban lo hacían a saltitos por la contracción de sus cuerpos, ayudándose torpemente con sus imperfectas aletas que, en la vaca marina, su congénere, forma un verdadero antebrazo. En el agua, su elemento por excelencia, estos animales de espina dorsal móvil, de pelvis estrecha, de pelo raso y tupido, de pies palmeados, nadan admirablemente. ...

En la línea 3191
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Lo que me había desgarrado el corazón, en medio de aquella lucha, fue el grito de desesperación del desgraciado, ese pobre francés que olvidando su lenguaje de convención había recuperado la lengua de su país y de su madre en su llamamiento supremo. Tenía yo, pues, un compatriota entre la tripulación del Nautilus, asociada en cuerpo y alma al capitán Nemo, que como éste huía del contacto con los hombres. ¿Sería el único que representara a Francia en esa misteriosa asociación, evidentemente compuesta de individuos de nacionalidades diversas? Éste era otro de los insolubles problemas que me planteaba sin cesar. ...

En la línea 3356
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Yo soy el derecho, yo soy la justicia -me dijo-. Yo soy el oprimido y ése es el opresor. Es por él por lo que ha perecido todo lo que he amado y venerado: patria, esposa, hijos, padre y madre. Todo lo que yo odio está ahí. ¡Cállese! ...

En la línea 2
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Digo que Pirrip era el apellido de mi familia fundándome en la autoridad de la losa sepulcral de mi padre y de la de mi hermana, la señora Joe Gargery, que se casó con un herrero. Como yo nunca conocí a mi padre ni a mi madre, ni jamás vi un retrato de ninguno de los dos, porque aquellos tiempos eran muy anteriores a los de la fotografía, mis primeras suposiciones acerca de cómo serían mis padres se derivaban, de un modo muy poco razonable, del aspecto de su losa sepulcral. La forma de las letras esculpidas en la de mi padre me hacía imaginar que fue un hombre cuadrado, macizo, moreno y con el cabello negro y rizado. A juzgar por el carácter y el aspecto de la inscripción «También Georgiana, esposa del anterior» deduje la infantil conclusión de que mi madre fue pecosa y enfermiza. A cinco pequeñas piedras de forma romboidal, cada una de ellas de un pie y medio de largo, dispuestas en simétrica fila al lado de la tumba de mis padres y consagradas a la memoria de cinco hermanitos míos que abandonaron demasiado pronto el deseo de vivir en esta lucha universal, a estas piedras debo una creencia, que conservaba religiosamente, de que todos nacieron con las manos en los bolsillos de sus pantalones y que no las sacaron mientras existieron. ...

En la línea 18
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Oye -me preguntó el hombre-. ¿Dónde está tu madre? ...

En la línea 21
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Aquí, señor -expliqué tímidamente-. «También Georgiana.» Ésta es mi madre. ...

En la línea 22
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — ¡Oh! -dijo volviendo a mi lado-. ¿Y tu padre está con tu madre? ...

En la línea 148
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... El hijo menor, una niña de seis años, dormía sentada en el suelo, con el cuerpo torcido y la cabeza apoyada en el sofá. Su hermanito, que tenía un año más que ella, lloraba en un rincón y los sollozos sacudían todo su cuerpo. Seguramente su madre le acababa de pegar. La mayor, una niña de nueve años, alta y delgada como una cerilla, llevaba una camisa llena de agujeros y, sobre los desnudos hombros, una capa de paño, que sin duda le venía bien dos años atrás, pero que ahora apenas le llegaba a las rodillas. Estaba al lado de su hermanito y le rodeaba el cuello con su descarnado brazo. Al mismo tiempo, seguía a su madre con una mirada temerosa de sus oscuros y grandes ojos, que parecían aún mayores en su pequeña y enjuta carita. ...

En la línea 204
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Un minuto después tenía la carta en la mano. Como había supuesto, era de su madre, pues procedía del distrito de R***. Estaba pálido. Hacía mucho tiempo que no había recibido ninguna carta; pero la emoción que agitaba su corazón en aquel momento obedecía a otra causa. ...

En la línea 206
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... La carta temblaba en sus manos. No quería abrirla en presencia de la sirvienta; deseaba quedarse solo para leerla. Cuando Nastasia salió, el joven se llevó el sobre a sus labios y lo besó. Después estuvo unos momentos contemplando la dirección y observando la caligrafía, aquella escritura fina y un poco inclinada que tan familiar y querida le era; la letra de su madre, a la que él mismo había enseñado a leer y escribir hacía tiempo. Retrasaba el momento de abrirla: parecía experimentar cierto temor. Al fin rasgó el sobre. La carta era larga. La letra, apretada, ocupaba dos grandes hojas de papel por los dos lados. ...

En la línea 245
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... La carta de su madre le había trastornado, pero Raskolnikof no había vacilado un instante, ni siquiera durante la lectura, sobre el punto principal. Acerca de esta cuestión, ya había tomado una decisión irrevocable: «Ese matrimonio no se llevará a cabo mientras yo viva. ¡Al diablo ese señor Lujine!» ...

En la línea 84
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Usted mismo sabe perfectamente quién es la señorita Blanche. Ningún hecho nuevo ha ocurrido desde que usted se fue. La señorita Blanche será seguramente generala —desde luego en el caso de que el rumor de la muerte de la “abuela” se confirme—, pues la señorita Blanche, lo mismo que su madre y su primo el marqués… conocen nuestra ruina. ...

En la línea 151
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Aquí, entre nosotros, dicen que es una francesa distinguida, a la que acompaña su madre, una dama muy rica. Se sabe también que es una prima lejana de nuestro marqués. Parece ser que antes de mi viaje a París el francés y la señorita Blanche habían tenido relaciones mucho más ceremoniosas, vivían en un plan más reservado. Ahora su amistad y su parentesco se manifiestan de una manera más atrevida, más íntima. Quizá nuestros asuntos les parecen en tan mal estado que juzgan inútil hacer cumplidos y disimular. Noté anteayer que Mr. Astley hablaba con la señorita Blanche y su madre como si las conociera. Me parece también que el francés se había entrevistado con anterioridad con Mr. Astley. ...

En la línea 151
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Aquí, entre nosotros, dicen que es una francesa distinguida, a la que acompaña su madre, una dama muy rica. Se sabe también que es una prima lejana de nuestro marqués. Parece ser que antes de mi viaje a París el francés y la señorita Blanche habían tenido relaciones mucho más ceremoniosas, vivían en un plan más reservado. Ahora su amistad y su parentesco se manifiestan de una manera más atrevida, más íntima. Quizá nuestros asuntos les parecen en tan mal estado que juzgan inútil hacer cumplidos y disimular. Noté anteayer que Mr. Astley hablaba con la señorita Blanche y su madre como si las conociera. Me parece también que el francés se había entrevistado con anterioridad con Mr. Astley. ...

En la línea 160
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... A propósito, una noticia inesperada. María Philippovna regresa a Rusia. La señorita Blanche me parece desprovista de instrucción; es una mujer de cortos alcances. Creo que en su vida no han faltado aventuras. Para decirlo todo, es muy posible que el marqués no sea pariente suyo y su madre pudiera muy bien ser una madre fingida. Pero está comprobado que en Berlín, que fue donde los encontramos, su madre y ella tenían buenas amistades. En lo que se refiere al marqués, aunque dudo en estos momentos que tenga tal título, el hecho es que pertenece a la buena sociedad, tanto entre nosotros como, por ejemplo, en Moscú o en Alemania. Esto es indudable. Me pregunto lo que es en Francia. ...

En la línea 303
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Los hombres no lo habían tocado más que para maltratarle. Todo contacto con ellos había sido una herida. Nunca, desde su infancia, exceptuando a su madre y a su hermana, nunca había encontrado una voz amiga, una mirada benévola. Así, de padecimiento en padecimiento, llegó a la convicción de que la vida es una guerra, y que en esta guerra él era el vencido. Y no teniendo más arma que el odio, resolvió aguzarlo en el presidio, y llevarlo consigo a su salida. ...

En la línea 508
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Fantina era uno de esos seres que brotan del fondo del pueblo. Había nacido en M. ¿Quiénes eran sus padres? Nadie había conocido a su padre ni a su madre. Se llamaba Fantina. ¿Y por qué se llamaba Fantina? Cuando nació se vivía la época del Directorio. ...

En la línea 557
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... '¡Oh, amadas nuestras! Sabed que tenemos padres; padres, vosotras no entenderéis muy bien qué es eso. Así se llaman el padre y la madre en el Código Civil. Ahora bien, estos padres lloran; estos ancianos nos reclaman; estos buenos hombres y estas buenas mujeres nos llaman hijos pródigos, desean nuestro regreso y nos ofrecen matar corderos en nuestro honor. Somos virtuosos y les obedecemos. A la hora en que leáis esto, cinco fogosos caballos nos llevarán hacia nuestros papás y nuestras mamás. Nos escapamos. La diligencia nos salva del borde del abismo; el abismo sois vosotras, nuestras bellas amantes. Volvemos a entrar, a toda carrera, en la sociedad, en el deber, y en el orden. Es importante para la patria que seamos, como todo el mundo, prefectos, padres de familia, guardas campestres o consejeros de Estado. Veneradnos. Nosotros nos sacrificamos. Lloradnos rápidamente, y reemplazadnos más rápidamente. Si esta carta os produce pena, rompedla. Adiós. Durante dos años os hemos hecho dichosas. No nos guardéis rencor. ...

En la línea 570
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Una madre encuentra a otra madre ...

En la línea 60
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Por la tarde, Perrault, a quien le urgía ponerse en camino con el correo, regresó con dos perros más. Billie y Joe, así les llamaba, eran hermanos y esquimales auténticos. Aunque hijos de la misma madre, eran como el día y la noche. El único defecto de Billie era su carácter sumamente acomodaticio, mientras que Joe era el extremo opuesto, malhumorado e introspectivo, siempre gruñón y con la mirada atravesada. Buck los recibió de buen talante, Dave no les hizo el menor caso, mientras que Spitz se puso a provocar primero a uno y después al otro. Billie meneó la cola intentando aplacarlo, salió corriendo cuando vio que su intento era vano y emitió un gruñido (todavía apaciguador) cuando los afilados dientes de Spitz le dejaron una marca en el costado. En cambio, Joe, por muchas vueltas que diera Spitz, giraba en redondo sobre las patas traseras y le hacía frente: los pelos erizados, las orejas echadas hacia atrás, la boca contorsionada enseñando los dientes, lo esquivaba con el incesante movimiento de su quijada y un brillo diabólico en los ojos. Era la encarnación misma del terror beligerante. Tan terrible era su aspecto que Spitz no tuvo más remedio que renunciar a someterlo; y se desquitó corriendo tras el inofensivo Billie hasta los confines del campamento. ...

En la línea 206
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Charles y Hal discutían cada vez que Mercedes les daba la oportunidad. Cada cual creía firmemente que realizaba una parte del trabajo mayor de la que le correspondía y ninguno de los dos dejaba de proclamarlo a la menor ocasión. Ella tomaba partido unas veces por su marido y otras por su hermano. El resultado era una dura e interminable riña familiar. A partir de una disputa sobre cuál de los dos había de cortar la leña para el fuego (un desacuerdo que concernía únicamente a Charles y Hal), acababa involucrando al resto de la familia, padres, madres, tíos, primos, personas que se hallaban a centenares de kilómetros de distancia y, algunas de ellas, incluso muertas. Que las opiniones de Hal sobre arte o sobre la clase de comedias que escribía el hermano de su madre tuvieran algo que ver con la leña que había que cortar, supera el límite de lo comprensible; sin embargo, tan posible era que la discusión tomara ese rumbo como que derivase hacia los prejuicios políticos de Charles. Y que la lengua viperina de la hermana de Charles tuviera algo que ver con la forma de hacer una hoguera en el Yukón sólo resultaba obvio para Mercedes, quien vertía numerosas opiniones sobre el asunto, y de paso sobre algunos rasgos desagradablemente peculiares de la familia de su esposo. Entre tanto, el fuego se quedaba sin encender, el campamento a medio montar y los perros sin comer. ...

En la línea 320
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... La sed de sangre se hizo en él más fuerte que nunca. Era un depredador, un animal de presa, que se alimentaba de seres vivientes; que solo, sin ayuda, gracias a su fuerza y su destreza, sobrevivía triunfante en un entorno hostil en el que únicamente lo hacían los fuertes. Todo aquello insufló en su ser un gran orgullo, que se extendió como por contagio a su figura. Se hacía patente en todos sus movimientos, era visible en el juego de cada uno de sus músculos, se expresaba elocuentemente en su porte y tornaba incluso más soberbio su espléndido pelaje. De no ser por algunos pelos marrones aislados en el hocico y sobre los ojos, y por el plastrón de pelo blanco que le bajaba por el pecho, habrían podido tomarlo por un lobo gigantesco, más grande. que el más grande de su raza. De su padre el san bernardo había heredado el tamaño y el peso, pero había sido su madre, la pastora escocesa, quien había moldeado esos atributos. El hocico era el largo hocico de un lobo, aunque era más grande que el de cualquier lobo; y su cabeza, bastante ancha, era una cabeza de lobo a escala colosal. Su astucia era la del lobo, una astucia salvaje; su inteligencia, la inteligencia del pastor escocés y el san bernardo; y esta conjunción, añadida a la experiencia adquirida en la más feroz de las escuelas, lo convertían en una criatura tan formidable como las que habitaban la selva. Animal carnívoro cuya dieta consistía sólo en carne, se hallaba en la flor de la vida, en el período culminante de su existencia, y destilaba vigor y virilidad. Cuando Thornton le acariciaba el lomo, el paso de la mano era seguido por un crujiente chasquido, al descargar cada pelo, con el contacto, su magnetismo estático. Cada parte de su mente y de su cuerpo, cada fibra de su tejido nervioso funcionaba con exquisita precisión; y entre todas las partes existía un equilibrio y un ajuste perfecto. A las imágenes, sonidos y situaciones que requerían acción respondía él a la velocidad del relámpago. Por más ágilmente que se moviese un perro esquimal para defenderse o atacar, él podía hacerlo dos veces más rápido. Veía el movimiento o percibía el sonido y respondía en menos tiempo del que otro perro empleaba en percatarse de lo visto u oído. Él percibía, decidía y actuaba en el mismo instante. En rigor, las tres instancias eran consecutivas, pero los intervalos de tiempo entre ellas eran tan infinitesimales que las hacían parecer simultáneas. Sus músculos estaban rebosantes de energía y entraban en acción de modo fulminante, como muelles de acero. La vida fluía a través de él en espléndido torrente, gozoso y desenfrenado, y daba la impresión de que de puro éxtasis acabaría desbordándose y desparramándose con generosidad sobre el mundo. ...

En la línea 313
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Volvimos a nuestro rinconcito campestre, a nuestra quinta llena de árboles y flores, y en el momento en que el ama ponía a Carmen (que tendía los brazos a su madre) en el regazo de Blanca, «la otra» se manifestó repentinamente con irrupción patética, trágica… ...

En la línea 370
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... La miro, como la he mirado siempre, sin cesar, desde que su madre se alejó, y advierto con infinita complacencia lo que ya por lo demás me sé de sobra; que en todo, en su carácter, en sus modales, en su placidez, en su aspecto dulce, bondadoso y sencillo, ha heredado a Blanca. ...

En la línea 57
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Creció la niña como lozano arbusto nacido en fértil tierra: dijérase que se concentraba en el cuerpo de la hija la vida toda que por su causa hubo de perder la madre. Venció la crisis de la infancia y pubertad sin ninguno de esos padecimientos anónimos que empalidecen las mejillas y apagan el rayo visual de las criaturas. Equilibráronse en su rico organismo nervios y sangre, y resultó un temperamento de los que ya van escaseando en nuestras sociedades empobrecidas. ...

En la línea 102
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Fue su padre arrogante mozo, y su madre una morena agraciada; ¿por qué ha de ser fea la chica? Ni hay quince años feos. Estará por desbastar, eso sí; pero entre tú y una modista… cuestión de un mes. Mucho más aptas son las mujeres para civilizarse y pulirse que los hombres.. Enséñales el instinto de agradar lo que cien maestros no pudieran. ...

En la línea 332
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Sí, señor… y huérfana de madre desde que era así -explicó Lucía bajando la extendida mano y colocándola a la altura de sus rodillas-. ¡Qué! ¡si aún mamaba cuando se murió mi madre! Y mire usted, esa fue la única desgracia que yo tuve; porque por lo demás, personas habrá felices, pero más de lo que yo lo fui… ...

En la línea 332
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Sí, señor… y huérfana de madre desde que era así -explicó Lucía bajando la extendida mano y colocándola a la altura de sus rodillas-. ¡Qué! ¡si aún mamaba cuando se murió mi madre! Y mire usted, esa fue la única desgracia que yo tuve; porque por lo demás, personas habrá felices, pero más de lo que yo lo fui… ...


El Español es una gran familia

Errores Ortográficos típicos con la palabra Madre

Cómo se escribe madre o madrre?

Busca otras palabras en esta web

Palabras parecidas a madre

La palabra casa
La palabra joven
La palabra entre
La palabra puerto
La palabra meses
La palabra guerra
La palabra tres

Webs Amigas:

Ciclos Fp de Administración y Finanzas en Lugo . VPO en Las Palmas . VPO en Islas Baleares . - Hotel Ipanema beach