Cómo se escribe.org.es

La palabra joven
Cómo se escribe

la palabra joven

La palabra Joven ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
El cuervo de Leopoldo Alias Clarín
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
Blancanieves de Jacob y Wilhelm Grimm
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
El Señor de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Niebla de Miguel De Unamuno
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
La llamada de la selva de Jack London
Amnesia de Amado Nervo
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece joven.

Estadisticas de la palabra joven

La palabra joven es una de las palabras más comunes del idioma Español, estando en la posición 469 según la RAE.

Joven es una palabra muy común y se encuentra en el Top 500 con una frecuencia media de 177.79 veces en cada obra en castellano

El puesto de esta palabra se basa en la frecuencia de aparición de la joven en 150 obras del castellano contandose 27024 apariciones en total.

Algunas Frases de libros en las que aparece joven

La palabra joven puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 16
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Una tarde, después de hablar a los marineros y cargadores del puerto, cuando, terminado mi discurso, tuve que responder a los apretones de manos y los saludos de miles de oyentes, reconocí entre éstos al joven que me escondió en su casa. ...

En la línea 282
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Barret, animado por la posesión de un nuevo rocín joven y brioso, volvió con más ahinco a su trabajo, a matarse sobre aquellos terruños, que parecían crecer según disminuían sus fuerzas, envolviéndolo como un sudario rojo. ...

En la línea 962
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Le habló, preguntándole de dónde venía, y el joven sólo supo contestar vagamente con su habitual timidez: D'ahí. ...

En la línea 980
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Ella habló de su miedo, de los sustos que durante el invierno pasaba en el camino; y Tonet, halagado por el servicio que prestaba a la joven, despegó los labios, al fin, para decirle que la acompañaría con frecuencia. ...

En la línea 4
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Era lunes, y el joven empleado llegaba al escritorio con una hora de retraso. Sus compañeros apenas levantaron la vista de los papeles cuando él entró, como si temieran hacerse cómplices con un gesto, con una palabra, de esta falta inaudita de puntualidad. Fermín miró con inquietud el vasto salón del escritorio y se fijó después en un despacho contiguo, donde en medio de la soledad alzábase majestuoso un _bureau_ de lustrosa madera americana. «El amo» no había llegado aún. Y el joven, más tranquilo ya, sentose ante su mesa y comenzó a clasificar los papeles, ordenando el trabajo del día. ...

En la línea 11
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Su presencia entre los rebeldes fue el único delito. Le prendieron, y al interrogarle el juez militar, se negó a jurar por Dios. La sospecha de complicidad en la huelga y su irreligiosidad inaudita bastaron para enviarle a presidio. Fue una injusticia que el miedo social se permitió con un ser peligroso. El juez le abofeteó durante un interrogatorio, y Salvatierra, que de joven se había batido en las insurrecciones del período revolucionario, limitose, con una serenidad evangélica, a pedir que pusieran en observación al violento juez, pues debía sufrir una enfermedad mental. ...

En la línea 33
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y las últimas palabras de Salvatierra, de negación para lo existente, de guerra a la propiedad y a Dios, tapujo de todas las iniquidades del mundo, zumbaban aún en los oídos de Fermín Montenegro, cuando a la mañana siguiente ocupó su puesto en la casa Dupont. La diferencia radical entre el ambiente casi monástico del escritorio, con sus empleados silenciosos, encorvados junto a las imágenes de los santos, y aquel grupo que rodeaba a Salvatierra de veteranos de la revolución romántica y jóvenes combatientes de la conquista del pan, turbaba al joven Montenegro. ...

En la línea 37
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Más de media hora pasó el joven examinando sus papeles, sin dejar de mirar, de vez en cuando, al vecino despacho, que seguía desierto. Como si quisiera retardar el momento de ver a su jefe, buscó un pretexto para salir del escritorio y cogió una carta de Inglaterra. ...

En la línea 261
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... » «¡Qué tristeza! ¡Quedar tan joven en el mundo sin compañero que ayude a llevar la carga de la vida!» «Pero el tiempo es largo. ...

En la línea 34
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Cara larga y atezada; el pómulo d e las mejillas saliente, signo de astucia; los músculos maxilares enormente desarrollados, índice in falible por el que se reconocía al gascón, incluso sin boina, y nuestro joven llevaba una boina adornada con una especie de pluma; los ojos abiertos a inte ligentes; la nariz ganchuda, pero finamente diseñada; de masiado grande para ser unadolescente, demasiado pequeña para ser un hombre hecho, un ojo poco acostumbrado le habría tomado por un hijo de aparcero de viaje, de no ser por su larga espada que, pren dida de un tahalí de piel, golpeaba las pantorrillas de su propietario cuando estaba de pie, y el pelo erizado de su montura cuando estaba a caballo. ...

En la línea 35
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Porque nuestro joven tenía montura, y esa montura era tan notable que fue notada: era una jaca del Béam, de doce á catorce años, de pelaje amarillo, sin crines en la cola, mas no sin gabarros en las patas, y que, caminando con la cabeza más abajo de las rodillas, lo cual vol vía inútil la aplicación de la martingala, hacía pese a todo sus ocho le guas diarias. ...

En la línea 37
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Y esa sensación había sido tanto más penosa para el joven D'Artagnan (así se llamaba el don Quijote de este nuevo Rocinante) cuanto q ue no se le ocultaba el lado ridículo que le prestaba, por buen caballe ro que fuese, semejante montura; también él había lanzado un fuerte suspiro al aceptar el regalo que le había hecho el señor D'Artagnan pa dre. ...

En la línea 45
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Sois joven, debéis ser valiente por dos razones: la primera, porque sois gas cón, y la s egunda porque sois hijo mío. ...

En la línea 315
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... El pobre muchacho que pereció de tan singular manera era un apuesto joven de veintisiete años, hijo único de una viuda; era el mejor marinero de a bordo, y cuantos le conocieron le querían. ...

En la línea 476
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Díjome que el agresor era joven y de fuerza extraordinaria, con inmensos bigotes y patillas, armado con una _espingarda_ o mosquete. ...

En la línea 628
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Díjome que un joven, ardiente constitucionalista, se la había dado unos meses antes, con muchas instancias para que la leyese, ponderándosela como uno de los mejores libros del mundo. ...

En la línea 781
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Con perdón de usted, joven, creo que el Señor no permitirá que triunfe tan fácilmente el poder de las tinieblas. ...

En la línea 92
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Visité por vez primera el bosque donde se encuentran estas Planarias, en compañía de un anciano sacerdote portugués, que me llevó consigo de caza. Esta cacería consiste en azuzar a los perros dentro del bosque y esperar con paciencia para disparar contra todo animal que se presente. El hijo de un arrendador vecino, excelente muestra de un joven brasileño salvaje, nos acompañaba. Este joven llevaba pantalón y camisa andrajosos; iba con cabeza descubierta, armado con un fusil viejo y un cuchillo. ...

En la línea 139
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Pasamos la primera noche en una casita de campo aislada. Noto allí bien pronto que poseo dos o tres objetos (y sobre todo una brújula de bolsillo) que producen el más extraordinario asombro. En todas las casas me piden que enseñe la brújula e indique en un mapa la dirección de diferentes ciudades. Produce la más intensa admiración el que yo, un extranjero, pueda indicar el camino (porque camino y dirección son dos voces sinónimas en este país llano), para dirigirse a tal o cual punto donde jamás estuve. En una casa, una mujer joven y enferma en cama, hace que me rueguen ir a enseñarla la famosa brújula. Si grande es su sorpresa, aún es mayor la mía al ver tanta ignorancia entre gentes dueñas de miles de cabezas de ganado y de estancias de grandísima extensión. Sólo puede explicarse esta ignorancia por la escasez de visitas de forasteros en este remoto rincón. Me preguntan si es la tierra o el sol quien se mueve, si en el norte hace más calor o más frío, dónde está España y otra multitud de cosas por el estilo. Casi todos los habitantes tienen una vaga idea de que Inglaterra, Londres y América del Norte son tres nombres diferentes de un mismo lugar; los más instruidos saben que Londres y la América del Norte son países separados, aunque muy cerca uno de otro, y que Inglaterra ¡es una gran ciudad que está en Londres! Llevaba conmigo algunas cerillas químicas, y las encendía con los dientes. No tenía límites el asombro, a la vista de un hombre que producía fuego con los dientes; así es que acostumbraba a reunirse toda la familia para presenciar ese espectáculo. Un día me ofrecieron un peso por una sola cerilla. En el pueblecillo de Las Minas me vieron jabonarme, lo cual dio margen a comentarios sin cuento; uno de los principales negociantes me interrogó con cuidado acerca de esta práctica tan singular; preguntóme también por qué a bordo llevábamos barba, pues había oído decir a nuestro guía que entonces gastábamos barba. ...

En la línea 320
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... En Montevideo, de donde acabábamos de salir, en los veintitrés días comprendidos entre el 26 de julio y el 19 de agosto, la temperatura media, deducida de 276 observaciones, elevóse a 14,60 centígrados; la temperatura media del día más cálido fue de 18,6° y la del día frío fue de 7,7°-. El punto más bajo donde descendió el termómetro fue de 5,30 y subió a veces en el día hasta el de 20,5°- a 21,1°-. Sin embargo, a pesar de esta elevada temperatura, casi todos los escarabajos, varios géneros de arañas, los limacos, los moluscos terrestres, los sapos y los lagartos estaban escondidos todos ellos debajo de las piedras y soñolientos. Por el contrario, acabamos de ver que en Bahía Blanca, que sólo está 4° de latitud más al sur, y donde, por consiguiente, es muy pequeña la diferencia de clima, esa misma temperatura con un calor extremo algo menor, basta para despertar a los seres animados, de todos los órdenes. Esto prueba cómo el estímulo necesario para hacer salir a los animales del estado de sueño engendrado por la invernada, se rige admirablemente por el clima ordinario del país y no por el calor absoluto. Sabido es que entre los trópicos la soñolencia de verano de los animales está determinada, no por la temperatura, sino por los momentos de sequía. Al pronto quedé muy sorprendido al observar junto a Río de Janeiro, que numerosos moluscos e insectos, bien desarrollados, que debieron de haber estado sumidos en letargo, poblaban en pocos días las menores depresiones que habían estado llenas de agua. Humboldt ha referido un extraño accidente: una choza construida en un lugar donde un cocodrilo joven estaba enterrado en barro endurecido. Y añade: «los indios encuentran a menudo enormes boas, que llaman ellos ují (serpiente de agua), sumidas en un estado letárgico; para reanimarlas, es menester irritarlas o mojarlas». ...

En la línea 324
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... mayores maravillas que he visto en todos mis viajes; pues, si se arranca este árbol, mientras es joven y se le quitan las hojas y la corteza, cuando está seco se transforma en una piedra dura muy parecida al coral blanco; así, ese gusano puede transformarse dos veces en sustancias muy diferentes. Hemos recolectado y traído un gran número de ellos». ...

En la línea 140
del libro Blancanieves
del afamado autor Jacob y Wilhelm Grimm
... Pero no encontró reposo hasta no ver a la joven reina. ...

En la línea 260
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Cuando era su ambición de joven la que chisporroteaba en su alma, don Fermín encontraba estrecho el recinto de Vetusta; él que había predicado en Roma, que había olfateado y gustado el incienso de la alabanza en muy altas regiones por breve tiempo, se creía postergado en la catedral vetustense. ...

En la línea 263
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Si de joven había soñado cosas mucho más altas, su dominio presente parecía la tierra prometida a las cavilaciones de la niñez, llena de tardes solitarias y melancólicas en las praderas de los puertos. ...

En la línea 365
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Arrodillada junto a una de las celosías vio una joven pálida con hábito del Carmen. ...

En la línea 407
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Las muchachas de Vetusta eran incapaces de comprenderle, así como él se confesaba a solas que no se atrevería jamás a acercarse a una joven para decirle cosa mayor en materia de amores. ...

En la línea 98
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Era un joven muy rico, muy fatuo, mimado por la fortuna y por sus padres. ...

En la línea 115
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... La historia de aquella joven llegó a sus oídos, a poco que quiso escuchar, por boca de los mismos amigos suyos, sacerdotes y todo. ...

En la línea 161
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... De tarde en tarde, por casualidad siempre, pensaba él, los ojos de la niña enferma, asomada a su balcón de la rinconada, se encontraban con la mirada furtiva, de relámpago, del joven místico, mirada en que había la misma expresión tierna, amorosa de los ojos del niño que algún día todos acariciaban en la calle, en el templo. ...

En la línea 187
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Algunas voces de lástima humillante con que los vecinos apuntaban la idea de que Rosario se quedaba sin novio, enferma y pobre, más valía, según Juan, que no llegasen a oídos de la joven. ...

En la línea 25
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Claudio estaba instalado aparentemente en un hotel próximo a la propiedad de la señora de Pineda. Casi todo el día y una gran parte de la noche los pasaba el joven en el jardín de Rosaura o en su casa; pero de todos modos, su domicilio oficial en el hotel, como decía Borja, era una discreta concesión a los respetos sociales. Las gentes amigas de ella cerraban los ojos, admitiendo con aparente buena fe que el español no era más que un visitante de la rica viuda, existiendo entre ambos la simpatía originada por la comunidad de idioma y de origen étnico. ...

En la línea 32
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Al poco tiempo, este conformismo del joven empezó a resquebrajarse con los pequeños accidentes diarios de una vida agitada. ...

En la línea 50
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Agobiado por deudas crecientes y en la obligación de hacer economías—lo que era para él signo de indiscutible decadencia—, manteníase indeciso, no sabiendo qué nuevo rumbo seguir. Hombre experto en amores, no intentó recobrar a la millonaria argentina. ¡ Historia terminada!… No iba a retroceder Rosaura hacia él teniendo a este joven supeditado completamente a su voluntad, dulce en palabras y actos. Además, conocía el valor de la juventud para las mujeres procedentes de América, mundo en extremo joven, que siente aún fervores de tribu primitiva ante las existencias primaverales. ...

En la línea 50
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Agobiado por deudas crecientes y en la obligación de hacer economías—lo que era para él signo de indiscutible decadencia—, manteníase indeciso, no sabiendo qué nuevo rumbo seguir. Hombre experto en amores, no intentó recobrar a la millonaria argentina. ¡ Historia terminada!… No iba a retroceder Rosaura hacia él teniendo a este joven supeditado completamente a su voluntad, dulce en palabras y actos. Además, conocía el valor de la juventud para las mujeres procedentes de América, mundo en extremo joven, que siente aún fervores de tribu primitiva ante las existencias primaverales. ...

En la línea 18
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Ha sido para mí una agradable sorpresa -dijo el joven-. Yo no sabía que estaban ustedes aquí… ...

En la línea 33
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... La entrevista resultó grata para el joven, porque le dio la seguridad de que Margaret le amaba siempre; mas no por eso sacó de ella un resultado positivo. ...

En la línea 43
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Varias familias de Nueva Zelanda tomaron pasaje para ir a Sidney o a Melbourne. El joven americano evitaba toda amistad con los compañeros de viaje. Prefería la melancolía de sus recuerdos, entregándose a ellos ya que no le era posible el placer de la lectura. Durante la larga travesía había leído todos los volúmenes que llevaba con el y los de la biblioteca del buque, que por cierto no eran nuevos ni abundantes. ...

En la línea 79
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El joven olvidó pronto esta felonía. Necesitaba trabajar para salir de su angustiosa situación. Durante algunas horas remó y remó, siguiendo el rumbo que le aconsejaba su instinto. ...

En la línea 13
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Empezó entonces para Barbarita nueva época de sobresaltos. Si antes sus oraciones fueron pararrayos puestos sobre la cabeza de Juanito para apartar de ella el tifus y las viruelas, después intentaban librarle de otros enemigos no menos atroces. Temía los escándalos que ocasionan lances personales, las pasiones que destruyen la salud y envilecen el alma, los despilfarros, el desorden moral, físico y económico. Resolviose la insigne señora a tener carácter y a vigilar a su hijo. Hízose fiscalizadora, reparona, entrometida, y unas veces con dulzura, otras con aspereza que le costaba trabajo fingir, tomaba razón de todos los actos del joven, tundiéndole a preguntas: «¿A dónde vas con ese cuerpo?… ¿De dónde vienes ahora?… ¿Por qué entraste anoche a las tres de la mañana?… ¿En qué has gastado los mil reales que ayer te di?… A ver, ¿qué significa este perfume que se te ha pegado a la cara?… ». Daba sus descargos el delincuente como podía, fatigando su imaginación para procurarse respuestas que tuvieran visos de lógica, aunque estos fueran como fulgor de relámpago. Ponía una de cal y otra de arena, mezclando las contestaciones categóricas con los mimos y las zalamerías. Bien sabía cuál era el flanco débil del enemigo. Pero Barbarita, mujer de tanto espíritu como corazón, se las tenía muy tiesas y sabía defenderse. En algunas ocasiones era tan fuerte la acometida de cariñitos, que la mamá estaba a punto de rendirse, fatigada de su entereza disciplinaria. Pero, ¡quia!, no se rendía; y vuelta al ajuste de cuentas, y al inquirir, y al tomar acta de todos los pasos que el predilecto daba por entre los peligros sociales. En honor a la verdad, debo decir que los desvaríos de Juanito no eran ninguna cosa del otro jueves. En esto, como en todo lo malo, hemos progresado de tal modo, que las barrabasadas de aquel niño bonito hace quince años, nos parecerían hoy timideces y aun actos de ejemplaridad relativa. ...

En la línea 14
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Presentose en aquellos días al simpático joven la coyuntura de hacer su primer viaje a París, adonde iban Villalonga y Federico Ruiz comisionados por el Gobierno, el uno a comprar máquinas de agricultura, el otro a adquirir aparatos de astronomía. A D. Baldomero le pareció muy bien el viaje del chico, para que viese mundo; y Barbarita no se opuso, aunque le mortificaba mucho la idea de que su hijo correría en la capital de Francia temporales más recios que los de Madrid. A la pena de no verle uníase el temor de que le sorbieran aquellos gabachos y gabachas, tan diestros en desplumar al forastero y en maleficiar a los jóvenes más juiciosos. Bien se sabía ella que allá hilaban muy fino en esto de explotar las debilidades humanas, y que Madrid era, comparado en esta materia con París de Francia, un lugar de abstinencia y mortificación. Tan triste se puso un día pensando en estas cosas y tan al vivo se le representaban la próxima perdición de su querido hijo y las redes en que inexperto caía, que salió de su casa resuelta a implorar la misericordia divina del modo más solemne, conforme a sus grandes medios de fortuna. Primero se le ocurrió encargar muchas misas al cura de San Ginés, y no pareciéndole esto bastante, discurrió mandar poner de Manifiesto la Divina Majestad todo el tiempo que el niño estuviese en París. Ya dentro de la Iglesia, pensó que lo del Manifiesto era un lujo desmedido y por lo mismo quizá irreverente. No, guardaría el recurso gordo para los casos graves de enfermedad o peligro de muerte. Pero en lo de las misas sí que no se volvió atrás, y encargó la mar de ellas, repartiendo además aquella semana más limosnas que de costumbre. ...

En la línea 55
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... También pensaba Barbarita, oyendo a su novio, que la procesión iba por dentro y que el pobre chico, a pesar de ser tan grandullón, no tenía alma para sacarla fuera. «¿Me querrá?» se preguntaba la novia. Pronto hubo de sospechar que si Baldomerito no le hablaba de amor explícitamente, era por pura cortedad y por no saber cómo arrancarse; pero que estaba enamorado hasta las gachas, reduciéndose a declararlo con delicadezas, complacencias y puntualidades muy expresivas. Sin duda el amor más sublime es el más discreto, y las bocas más elocuentes aquellas en que no puede entrar ni una mosca. Mas no se tranquilizaba la joven razonando así, y el sobresalto y la incertidumbre no la dejaban vivir. «¡Si también le estaré yo queriendo sin saberlo!» pensaba. ¡Oh!, no; interrogándose y respondiéndose con toda lealtad, resultaba que no le quería absolutamente nada. Verdad que tampoco le aborrecía, y algo íbamos ganando. ...

En la línea 61
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Les conocí en 1870. D. Baldomero tenía ya sesenta años, Barbarita cincuenta y dos. Él era un señor de muy buena presencia, el pelo entrecano, todo afeitado, colorado, fresco, más joven que muchos hombres de cuarenta, con toda la dentadura completa y sana, ágil y bien dispuesto, sereno y festivo, la mirada dulce, siempre la mirada aquella de perrazo de Terranova. Su esposa pareciome, para decirlo de una vez, una mujer guapísima, casi estoy por decir monísima. Su cara tenía la frescura de las rosas cogidas, pero no ajadas todavía, y no usaba más afeite que el agua clara. Conservaba una dentadura ideal y un cuerpo que, aun sin corsé, daba quince y raya a muchas fantasmonas exprimidas que andan por ahí. Su cabello se había puesto ya enteramente blanco, lo cual la favorecía más que cuando lo tenía entrecano. Parecía pelo empolvado a estilo Pompadour, y como lo tenía tan rizoso y tan bien partido sobre la frente, muchos sostenían que ni allí había canas ni Cristo que lo fundó. Si Barbarita presumiera, habría podido recortar muy bien los cincuenta y dos años plantándose en los treinta y ocho, sin que nadie le sacara la cuenta, porque la fisonomía y la expresión eran de juventud y gracia, iluminadas por una sonrisa que era la pura miel… Pues si hubiera querido presumir con malicia, ¡digo… !, a no ser lo que era, una matrona respetabilísima con toda la sal de Dios en su corazón, habría visto acudir los hombres como acuden las moscas a una de esas frutas que, por lo muy maduras, principian a arrugarse, y les chorrea por la corteza todo el azúcar. ...

En la línea 109
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Esto lo disfrutaron mucho, según lo testificaron las risas. El joven que había hablado el primero gritó a sus compañeros: ...

En la línea 134
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Cerróse la puerta y una encantadora joven ricamente vestida se llegó a él corriendo, pero se detuvo de súbita y dijo con aflicción: ...

En la línea 157
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Ruego a Tu Gracia que me crea. No he dicho sino la verdad, muy venerable señor, porque soy el más humilde de tus súbditos, pues nací mendigo y estoy aquí por una triste desgracia y por accidente, aunque en ello no llevo culpa. ¡Soy muy joven para morir y tú puedes salvarme con una palabrita! ¡Oh!, ¡dila, señor! ...

En la línea 1195
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –He venido a preveniros, caballero. Acaso no es posible disuadir de su engaño a los locos, pero sin duda se les puede persuadir a que eviten peligros. Creo que ese sueño vuestro tiene para vos la apariencia de una verdad in artificio, y no es por tanto criminal… Pero no insistáis, porque es peligroso. Y añadíó con impresionante voz– y mirando de lleno al rostro de Miles–: Es tanto más peligroso cuanto que os parecéis mucho al que habría sido nuestro difunto joven, si hubiera vivido. ...

En la línea 355
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Él viene tras de ti y es un mozo joven, no feo, apuesto, bien educado, fino, y sobre todo rico, chica, sobre todo rico. ...

En la línea 376
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... » Muchas veces se me ha ocurrido pensar, Orfeo, que yo no soy, a iba por la calle antojándoseme que los demás no me veían. Y otras veces he fantaseado que no me veían como me veía yo, y que mientras yo me creía ir formalmente, con toda compostura, estaba, sin saberlo, haciendo el payaso, y los demás riéndose y burlándose de mí. ¿No te ha ocurrido alguna vez a ti esto, Orfeo? Aunque no, porque tú eres joven todavía y no tienes experiencia de la vida. Y además eres perro. ...

En la línea 488
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Al día siguiente de esto hablaba Eugenia en el reducido cuchitril de una portería con un joven, mientras la portera había salido discretamente a tomar el fresco a la puerta de la casa. ...

En la línea 668
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Pero, señora, reflexione, fíjese… no se puede, no se debe violentar así la voluntad de una joven como Eugenia… Se trata de su felicidad, y no debemos todos preocuparnos sino de ella, y hasta sacrifcarnos para que la consiga… ...

En la línea 327
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¿Qué le halla de extraño a mi nombre? —le preguntó sonriendo la joven-. ¡Cualquiera diría que le ha sorprendido! ...

En la línea 341
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —No lo escuché en Shaja —contestó Sandokán, que por poco se traiciona—, sino en las Romades, en cuyas playas desembarqué hace días. Allí me hablaron de una joven de incomparable belleza, que montaba como una amazona y que cazaba fieras; que por las tardes fascinaba a los pescadores con su canto, más dulce que el murmullo de los arroyos. ¡Ah, milady, también yo quise oír esa voz algún día! ...

En la línea 346
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡De eso estoy convencido! —exclamó Sandokán—. Y cuando salga de esta casa para volver a mi lejana tierra, diré a mis compatriotas que una joven de rostro blanco ha conmovido el corazón de un hombre que creía tenerlo invulnerable. ...

En la línea 367
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Cuando ella cantaba las dulces canciones de su país natal, él no era ya más el pirata sanguinario. Conteniendo la respiración, bañado en sudor, escuchaba como en un ensueño, y al morir la nota final de la mandolina, permanecía con los ojos fijos en la joven, olvidado de Mompracem, de sus tigrecitos, y de sus batallas. ...

En la línea 3288
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... El 23 de julio, cuando el Great Eastern se hallaba tan sólo a ochocientos kilómetros de Terranova, se le telegrafió desde Irlanda la noticia del armisticio concertado por Prusia y Australia, tras lo de Sadowa. El día 27 avistaba entre la bruma el puerto de Heart’s Content. La empresa había culminado felizmente, y en su primer despacho, la joven América dirigía a la vieja Europa estas sensatas palabras tan raramente comprendidas: «Gloria a Dios en los cielos y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad». ...

En la línea 3382
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Me volví hacia el capitán Nemo. Aquel terrible justiciero, verdadero arcángel del odio, continuaba mirando. Cuando todo hubo terminado, el capitán Nemo se dirigió a la puerta de su camarote, la abrió y entró, seguido por mi mirada. En la pared del fondo, debajo de los retratos de sus héroes, vi el de una mujer joven y los de dos niños pequeños. El capitán Nemo los miró durante algunos instantes, les tendió los brazos, y, arrodillándose, prorrumpió en sollozos. ...

En la línea 37
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Mañana por la mañana, temprano, me traerás esa lima y víveres. Me lo entregarás todo a mí, junto a la vieja Batería que se ve allá. Harás eso y no te atreverás a decir una palabra ni a hacer la menor señal que dé a entender que has visto a una persona como yo o parecida a mí; si lo haces así, te permitiré seguir viviendo. Si no haces lo que te mando o hablas con alguien de lo que ha ocurrido aquí, por poco que sea, te aseguro que te arrancaré el corazón y el hígado, los asaré y me los comeré. He de advertirte que no estoy solo, como tal vez te has figurado. Hay un joven oculto conmigo, en comparación con el cual yo soy un ángel. Este joven está oyendo ahora lo que te digo, y tiene un modo secreto y peculiar de apoderarse de los muchachos y de arrancarles el corazón y el hígado. Es en vano que un muchacho trate de esconderse o de rehuir a ese joven. Por mucho que cierre su puerta y se meta en la cama o se tape la cabeza, creyéndose que está seguro y cómodo, el joven en cuestión se introduce suavemente en la casa, se acerca a él y lo destroza en un abrir y cerrar de ojos. En estos momentos, y con grandes dificultades, estoy conteniendo a ese joven para que no te haga daño. Créeme que me cuesta mucho evitar que te destroce. Y ahora, ¿qué dices? ...

En la línea 37
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Mañana por la mañana, temprano, me traerás esa lima y víveres. Me lo entregarás todo a mí, junto a la vieja Batería que se ve allá. Harás eso y no te atreverás a decir una palabra ni a hacer la menor señal que dé a entender que has visto a una persona como yo o parecida a mí; si lo haces así, te permitiré seguir viviendo. Si no haces lo que te mando o hablas con alguien de lo que ha ocurrido aquí, por poco que sea, te aseguro que te arrancaré el corazón y el hígado, los asaré y me los comeré. He de advertirte que no estoy solo, como tal vez te has figurado. Hay un joven oculto conmigo, en comparación con el cual yo soy un ángel. Este joven está oyendo ahora lo que te digo, y tiene un modo secreto y peculiar de apoderarse de los muchachos y de arrancarles el corazón y el hígado. Es en vano que un muchacho trate de esconderse o de rehuir a ese joven. Por mucho que cierre su puerta y se meta en la cama o se tape la cabeza, creyéndose que está seguro y cómodo, el joven en cuestión se introduce suavemente en la casa, se acerca a él y lo destroza en un abrir y cerrar de ojos. En estos momentos, y con grandes dificultades, estoy conteniendo a ese joven para que no te haga daño. Créeme que me cuesta mucho evitar que te destroce. Y ahora, ¿qué dices? ...

En la línea 37
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Mañana por la mañana, temprano, me traerás esa lima y víveres. Me lo entregarás todo a mí, junto a la vieja Batería que se ve allá. Harás eso y no te atreverás a decir una palabra ni a hacer la menor señal que dé a entender que has visto a una persona como yo o parecida a mí; si lo haces así, te permitiré seguir viviendo. Si no haces lo que te mando o hablas con alguien de lo que ha ocurrido aquí, por poco que sea, te aseguro que te arrancaré el corazón y el hígado, los asaré y me los comeré. He de advertirte que no estoy solo, como tal vez te has figurado. Hay un joven oculto conmigo, en comparación con el cual yo soy un ángel. Este joven está oyendo ahora lo que te digo, y tiene un modo secreto y peculiar de apoderarse de los muchachos y de arrancarles el corazón y el hígado. Es en vano que un muchacho trate de esconderse o de rehuir a ese joven. Por mucho que cierre su puerta y se meta en la cama o se tape la cabeza, creyéndose que está seguro y cómodo, el joven en cuestión se introduce suavemente en la casa, se acerca a él y lo destroza en un abrir y cerrar de ojos. En estos momentos, y con grandes dificultades, estoy conteniendo a ese joven para que no te haga daño. Créeme que me cuesta mucho evitar que te destroce. Y ahora, ¿qué dices? ...

En la línea 37
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Mañana por la mañana, temprano, me traerás esa lima y víveres. Me lo entregarás todo a mí, junto a la vieja Batería que se ve allá. Harás eso y no te atreverás a decir una palabra ni a hacer la menor señal que dé a entender que has visto a una persona como yo o parecida a mí; si lo haces así, te permitiré seguir viviendo. Si no haces lo que te mando o hablas con alguien de lo que ha ocurrido aquí, por poco que sea, te aseguro que te arrancaré el corazón y el hígado, los asaré y me los comeré. He de advertirte que no estoy solo, como tal vez te has figurado. Hay un joven oculto conmigo, en comparación con el cual yo soy un ángel. Este joven está oyendo ahora lo que te digo, y tiene un modo secreto y peculiar de apoderarse de los muchachos y de arrancarles el corazón y el hígado. Es en vano que un muchacho trate de esconderse o de rehuir a ese joven. Por mucho que cierre su puerta y se meta en la cama o se tape la cabeza, creyéndose que está seguro y cómodo, el joven en cuestión se introduce suavemente en la casa, se acerca a él y lo destroza en un abrir y cerrar de ojos. En estos momentos, y con grandes dificultades, estoy conteniendo a ese joven para que no te haga daño. Créeme que me cuesta mucho evitar que te destroce. Y ahora, ¿qué dices? ...

En la línea 3
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Su cuartucho se hallaba bajo el tejado de un gran edificio de cinco pisos y, más que una habitación, parecía una alacena. En cuanto a la patrona, que le había alquilado el cuarto con servicio y pensión, ocupaba un departamento del piso de abajo; de modo que nuestro joven, cada vez que salía, se veía obligado a pasar por delante de la puerta de la cocina, que daba a la escalera y estaba casi siempre abierta de par en par. En esos momentos experimentaba invariablemente una sensación ingrata de vago temor, que le humillaba y daba a su semblante una expresión sombría. Debía una cantidad considerable a la patrona y por eso temía encontrarse con ella. No es que fuera un cobarde ni un hombre abatido por la vida. Por el contrario, se hallaba desde hacía algún tiempo en un estado de irritación, de tensión incesante, que rayaba en la hipocondría. Se había habituado a vivir tan encerrado en sí mismo, tan aislado, que no sólo temía encontrarse con su patrona, sino que rehuía toda relación con sus semejantes. La pobreza le abrumaba. Sin embargo, últimamente esta miseria había dejado de ser para él un sufrimiento. El joven había renunciado a todas sus ocupaciones diarias, a todo trabajo. ...

En la línea 3
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Su cuartucho se hallaba bajo el tejado de un gran edificio de cinco pisos y, más que una habitación, parecía una alacena. En cuanto a la patrona, que le había alquilado el cuarto con servicio y pensión, ocupaba un departamento del piso de abajo; de modo que nuestro joven, cada vez que salía, se veía obligado a pasar por delante de la puerta de la cocina, que daba a la escalera y estaba casi siempre abierta de par en par. En esos momentos experimentaba invariablemente una sensación ingrata de vago temor, que le humillaba y daba a su semblante una expresión sombría. Debía una cantidad considerable a la patrona y por eso temía encontrarse con ella. No es que fuera un cobarde ni un hombre abatido por la vida. Por el contrario, se hallaba desde hacía algún tiempo en un estado de irritación, de tensión incesante, que rayaba en la hipocondría. Se había habituado a vivir tan encerrado en sí mismo, tan aislado, que no sólo temía encontrarse con su patrona, sino que rehuía toda relación con sus semejantes. La pobreza le abrumaba. Sin embargo, últimamente esta miseria había dejado de ser para él un sufrimiento. El joven había renunciado a todas sus ocupaciones diarias, a todo trabajo. ...

En la línea 7
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... El calor era sofocante. El aire irrespirable, la multitud, la visión de los andamios, de la cal, de los ladrillos esparcidos por todas partes, y ese hedor especial tan conocido por los petersburgueses que no disponen de medios para alquilar una casa en el campo, todo esto aumentaba la tensión de los nervios, ya bastante excitados, del joven. El insoportable olor de las tabernas, abundantísimas en aquel barrio, y los borrachos que a cada paso se tropezaban a pesar de ser día de trabajo, completaban el lastimoso y horrible cuadro. Una expresión de amargo disgusto pasó por las finas facciones del joven. Era, dicho sea de paso, extraordinariamente bien parecido, de una talla que rebasaba la media, delgado y bien formado. Tenía el cabello negro y unos magníficos ojos oscuros. Pronto cayó en un profundo desvarío, o, mejor, en una especie de embotamiento, y prosiguió su camino sin ver o, más exactamente, sin querer ver nada de lo que le rodeaba. ...

En la línea 7
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... El calor era sofocante. El aire irrespirable, la multitud, la visión de los andamios, de la cal, de los ladrillos esparcidos por todas partes, y ese hedor especial tan conocido por los petersburgueses que no disponen de medios para alquilar una casa en el campo, todo esto aumentaba la tensión de los nervios, ya bastante excitados, del joven. El insoportable olor de las tabernas, abundantísimas en aquel barrio, y los borrachos que a cada paso se tropezaban a pesar de ser día de trabajo, completaban el lastimoso y horrible cuadro. Una expresión de amargo disgusto pasó por las finas facciones del joven. Era, dicho sea de paso, extraordinariamente bien parecido, de una talla que rebasaba la media, delgado y bien formado. Tenía el cabello negro y unos magníficos ojos oscuros. Pronto cayó en un profundo desvarío, o, mejor, en una especie de embotamiento, y prosiguió su camino sin ver o, más exactamente, sin querer ver nada de lo que le rodeaba. ...

En la línea 648
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... La abuela, al principio, estuvo mirando a los puntos. Me hacia en voz baja breves preguntas: “¿Quién es ése? ¿Y aquél? …” Se interesó especialmente por un joven que, al extremo de la mesa, jugaba fuerte y habla ganado, según se decía, cuarenta mil francos que tenía amontonados ante él en oro y billetes. ...

En la línea 649
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Estaba pálido, sus ojos chispeaban, sus manos temblaban. Hacía posturas sin contar, tomando el dinero a puñados. Sin embargo, no cesaba de ganar y de aumentar de oro y billetes el montón. Las ujieres se agrupaban, solícitos, en torno suyo, separaban las sillas, hacían sitio para que estuviese cómodo, para que no le apretasen… todo esto con vistas a recibir una buena propina. Con la alegría de la ganancia, algunos jugadores repartían propinas sin mirar lo que daban. Cerca de aquel joven se hallaba un polaco que se estremecía y murmuraba, sin cesar, con tono obsequioso, prodigando sin duda consejos y esforzándose en dirigir el juego, naturalmente esperando una propina. Pero no se fijaba en él, apostaba de cualquier modo y seguía recogiendo. Había perdido evidentemente el juicio. Es un caso corriente en las salas de juego. ...

En la línea 651
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Dile que pare de jugar, que se meta cuanto antes el dinero en el bolsillo y que se vaya. ¡Lo va a perder todo! —decía, inquieta, con emoción—. ¿Dónde está Potapytch? Envíale a Potapytch. Díselo, díselo—decía empujándome—. ¡Salga! ¡Márchese! —gritóle ella misma al joven. ...

En la línea 655
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Allí, a la izquierda, en la otra mitad de la mesa, entre los jugadores, había una joven dama acompañada de un enano. Ignoro si este enano era su pariente o si le llevaba para llamar la atención. Había visto a esa dama todos los días en el casino, a la una de la tarde. Ya la conocían allí e inmediatamente le acercaban una silla. Sacaba un puñado de oro de su bolso, algunos billetes de mil francos, y empezaba a jugar despacito, anotando los números con un lápiz, tratando de averiguar el sistema según el cual se agrupan las suertes. Arriesgaba importantes posturas, y cuando había ganado mil, dos mil, y algunas veces tres mil francos… se retiraba inmediatamente. ...

En la línea 566
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Pero una hora después, cuando estuvo ya sola en su cuarto, lloró. Era, ya lo hemos dicho, su primer amor. Se había entregado a Tholomyès como a un marido, y la pobre joven tenía una hija. ...

En la línea 576
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... En cuanto a la madre, su aspecto era pobre y triste. Llevaba la vestimenta de una obrera que quiere volver a ser aldeana. Era joven; acaso hermosa, pero con aquella ropa no lo parecía. Sus rubios cabellos escapaban por debajo de una fea cofia de beguina amarrada al mentón; calzaba gruesos zapatones. Aquella mujer no se reía; sus ojos parecían secos desde hacía mucho tiempo. Estaba pálida, se veía cansada y tosía bastante; tenía las manos ásperas y salpicadas de manchas rojizas, el índice endurecido y agrietado por la aguja. Era Fantina. ...

En la línea 583
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Era la señora Thenardier una mujer colorada y robusta; aún era joven, pues apenas contaba treinta años. Si aquella mujer en vez de estar sentada hubiese estado de pie, acaso su alta estatura y su aspecto de coloso de circo ambulante habrían asustado a cualquiera. ...

En la línea 763
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Mis treinta y cinco francos me ha costado, pero lo sé todo. He visto a la criatura. Esta mujer era la señora Victurnien, guardiana de la virtud de todo el mundo. De joven se casó con un monje escapado del claustro, que se pasó de los Bernardinos a los Jacobinos. Tenía ahora cincuenta años; era fea, de voz temblorosa, seca, ruda, brusca, casi venenosa. ...

En la línea 169
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Los propios conductores- esperaban confiados un prolongado respiro. Habían hecho dos mil kilómetros con dos días de asueto, y razonablemente y en justicia se merecían un intervalo de descanso. Pero eran tantos los hombres que habían acudido a Klondike y tan numerosas las novias, esposas y demás familiares que no lo habían hecho, que la congestión postal estaba adquiriendo enormes proporciones; y además estaban los despachos oficiales. Nuevas tandas de perros de la bahía de Hudson habrían de reemplazar a los que ya no valían para el camino. Había que desprenderse de estos últimos y, puesto que un perro poco significa frente a un puñado de dólares, el caso era venderlos. Pasaron tres días, en el transcurso de los cuales Buck y sus compañeros descubrieron cuán cansados y debilitados estaban. Después, en la mañana del cuarto día, llegaron de los Estados Unidos dos hombres, que los compraron con arneses incluidos, por cuatro cuartos. Se llamaban Hal y Charles. Charles era de mediana edad, más bien moreno, tenía la mirada miope y acuosa y un mostacho que se retorcía con furia hacia arriba como para compensar la aparente blandura del labio que ocultaba. Hal era un joven de diecinueve o veinte años, con un gran revólver Colt y un cuchillo de caza sujetos al cuerpo por un cinturón provisto de cartuchos. Este cinturón era el elemento más llamativo de su persona. Proclamaba su inmadurez, una absoluta e inefable inmadurez. Los dos hombres estaban manifiestamente fuera de lugar, y el porqué de que semejantes individuos se hubieran aventurado a viajar al norte es parte de un misterio que escapa al entendimiento. ...

En la línea 325
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Al llegar el otoño se presentaban con mayor abundancia los alces, que se desplazaban lentamente para recibir al invierno en los valles bajos, donde era menos riguroso. Buck ya había derribado a algún ejemplar muy joven extraviado de la manada; pero tenía grandes deseos de enfrentarse a una presa mayor y más temible, y un día tropezó con una en la divisoria de aguas junto a las fuentes del riachuelo. Una manada de veinte alces había atravesado la región de los bosques y las múltiples corrientes de agua, y en ella destacaba un gran macho. Estaba en un estado de furia salvaje, y su metro ochenta de altura lo convertían en un enemigo tan formidable como había querido Buck. El macho sacudía sus enormes astas en forma de pala con catorce ramas puntiagudas que abarcaban dos metros de un extremo al otro. Al ver a Buck, sus ojillos se encendieron con un brillo de malignidad y resentimiento, al tiempo que bramaba de furor. ...

En la línea 337
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Los yeehat estaban bailando en torno a los restos de la choza de ramas cuando oyeron el espantoso rugido y vieron venírseles encima a un animal como nunca habían visto otro igual. Era Buck, furioso ciclón viviente, que se lanzaba contra ellos poseído de frenesí destructivo. Saltó sobre el que más destacaba (era el jefe de los yeehat) y le hizo un amplio desgarrón en la garganta, hasta que la yugular destrozada se convirtió en una fuente de sangre. No se entretuvo en acosar a la víctima, sino que prosiguió mordiendo indiscriminadamente, y al siguiente brinco le desgarró la garganta a un segundo hombre. No había forma de detenerlo. Metido entre ellos, mordía, rasgaba, destrozaba, en un aterrador movimiento continuo que desafiaba las flechas que le arrojaban. De hecho, tan increíblemente rápidos eran sus movimientos y tan amontonados estaban los indios, que eran ellos los que se herían con las flechas unos a otros. Y un cazador joven que lanzó un venablo a Buck en pleno salto, se lo clavó a otro cazador con tanta fuerza, que se le quedó clavado en la espalda. Entonces el pánico se apoderó de los yeehat que escaparon despavoridos al bosque proclamando en la huida el advenimiento del Espíritu del Mal. ...

En la línea 62
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... El doctor Wilson ha tomado numerosos datos sobre los caracteres de cada una de estas personalidades. Unas veces, la joven aparecía como una muchacha asustadiza y tímida hasta la exageración; huía de sus propios padres, ocultándose el rostro cuando se acercaba cualquiera. Un día tocó una arruga en una tela y empezó a gritar diciendo que era una serpiente. En ocasiones su terror llegaba al punto de comunicar a su cuerpo una rigidez cadavérica. Esto es lo que el doctor Wilson llama la primera personalidad de la enferma. ...

En la línea 63
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... En otros periodos de su extraña vida, la joven ha quedado imposibilitada para andar; pero entonces parecía algo más inteligente, y ponía a las personas y a las cosas nombres extraños, enteramente a su capricho. Se denominaba a sí misma “una cosa”, decía no tener boca y llamaba blanco al color negro y rojo al verde. Un día que el doctor la pidió que anduviese, replicó: “¿Anda?, ¿qué es eso?, ¿qué significa anda?”. Su tercera personalidad era idéntica a la de una niña que empieza leer y escribir; en este estado la agradaban mucho las tormentas, y siendo de ordinario muy pacífica, en ocasiones mordía sus propias ropas, diciendo que un “hombre malo se había apoderado de ella. ...

En la línea 100
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -¡Bah… es tan joven! En presentándote tú… con tu buen trato, y tu práctica en tales lides… ...

En la línea 636
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Tengo -prosiguió Artegui- dos temperamentos, y suelo obedecerles irreflexivamente, como un niño. Por lo regular, soy como era mi padre, muy firme de voluntad, muy reservado y dueño de sí mismo; pero a veces domina en mí el temperamento materno. Mi pobre madre padeció siendo muy joven, allá en su castillote de Bretaña, ataques de nervios, melancolías y trastornos que nunca ha logrado curar del todo, si bien se aliviaron algo después de mi nacimiento. Ella soltó parte del mal, y yo le recogí; ¡qué mucho que en ocasiones obre y hable, no como hombre, sino como niño o mujer! ...

En la línea 638
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Yendo con usted -prosiguió él-, con una criatura joven y leal, que ama la vida y siente, y cree, ¿quién me metía a mí a hablar de nada triste, ni exponer desvaríos abstrusos, convirtiendo el paseo en cátedra? ¡Ridiculez igual! soy un majadero. Lucia -añadió con naturalidad y sin la menor expresión de amargura-, usted dispensa mi falta de tino, ¿no es cierto? ...

En la línea 761
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Aunque Lucía, y sobre todo Pilar, se sentían un tanto fatigadas del largo trayecto en ferrocarril, no dejaron de entusiasmarse con la belleza de la morada que les deparaba el destino. El balcón, sobre todo, les parecía delicioso para hacer labor y para leer. Acordábase Pilar de cuantas acuarelas, países de abanico y estampas sentimentales había visto, que representasen el ya trivial asunto de una joven cuya cabeza asoma por entre un marco de follaje. Lucía, a su vez, comparaba su casa de León, antigua, maciza, y lóbrega, con aquella vivienda, donde todo era flamante y gentil, desde los encerados relucientes pisos hasta las cortinas de cretona azul rameadas de campanillas rosa. Al otro día de la llegada, cuando Lucía saltó del lecho, fue su primer cuidado salir al balcón, de allí al jardín, recogiéndose la bata con unos alfileres para no mojarla en el húmedo piso. Halló a las rosas acabaditas de salir del baño de rocío, tersas, muy ufanas, adornadas cada cual con su collar de perlas o de diamantes. Fue oliéndolas una por una, pasándoles los dedos por las hojas sin atreverse a cortarlas; dábale mucha lástima pensar cómo se quedaría la mata, huérfana de su flor. A aquella hora apenas olían las rosas: era más bien un aroma general de humedad y frescura, que se elevaba del césped de las plantas, y del conjunto de árboles vecinos. Haylos en Vichy por todas partes; a la tarde, cuando Lucía y Pilar recorrieron las calles de la villa termal para informarse de su traza, lanzaron exclamaciones de contento al dar a cada instante con una sombra, una alameda, un parque. Pilar opinaba que Vichy tenía aspecto elegante; Lucía, menos entendida en elegancias y modas, gustaba sencillamente de tanto verdor, de tanta Naturaleza, que reposaba sus ojos, moviéndola a veces a imaginar que, a despecho de sus calles concurridas, de sus tiendas brillantes, era Vichy una aldea, dispuesta a propósito para contentar sus exigencias secretas e íntimas de soledad. Aldea formada de palacios, adornada con todo el refinamiento de comodidad y lujo inteligente que caracteriza a nuestro siglo; pero al fin aldea. ...

En la línea 450
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Sir Francis Cromarty, alto, rubio, de cincuenta años de edad, que se había distinguido mucho en la guerra de los cipayos, hubiera verdaderamente merecido a calificación de indígena. Desde su joven edad habitaba en India y no había ido sino muy raras veces a su país natal. Era hombre instruido, que de buena gana hubiera dado informes sobre los usos, historia y organización del país indio, si Phileas Fogg hubiese sido hombre capaz de pedirlos. Pero este caballero no pedía nada. No viajaba, sino que estaba escribendo una circunferencia. Era un cuerpo grave recorriendo una órbita alrededor del globo terrestre, según las leyes de la mecánica racional. En aquel momento rectificaba para sus adentros el cálculo de las horas empleadas desde su salida de Londres, y se hubiera dado un restregón de manos, a no ser enemigo de movimientos inútiles. ...

En la línea 516
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Arreglado el negocio, ya no faltaba más que guía, lo cual fue más fácil. Un joven parsi, de rostro inteligente, ofreció sus servicios. Mister Fogg aceptó y le prometió una gruesa remuneración, lo cual no podía menos de contribuir a redoblar su inteligencia. ...

En la línea 553
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Esta mujer era joven y blanca como una europea. Su cabeza, su cuello, sus hombros, sus orejas, sus brazos, sus manos, sus pulgares, estaban sobrecargados de joyas, collares, brazaletes, pendientes y sortijas. Una túnica recamada de oro y recubierta de una muselina ligera dibujaba los contornos de su talle. ...

En la línea 554
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Detrás de esta joven -contraste violento a la vista- unos guardias, armados de sables desnudos que llevaban en el cinto y largas pistolas adamasquinadas, conducían un cadáver sobre un palanquín. ...


El Español es una gran familia


la Ortografía es divertida

Más información sobre la palabra Joven en internet

Joven en la RAE.
Joven en Word Reference.
Joven en la wikipedia.
Sinonimos de Joven.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Joven

Cómo se escribe joven o joben?
Cómo se escribe joven o goven?

Busca otras palabras en esta web

Palabras parecidas a joven

La palabra puerto
La palabra meses
La palabra guerra
La palabra tres
La palabra todos
La palabra embarco
La palabra suceso

Webs Amigas:

Ciclos formativos en Cuenca . Ciclos Fp de informática en Jaén . Ciclos formativos en Ibiza . - Hotel Sorrabona en Costa de barcelona-maresme