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La palabra tirrando
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Comó se escribe tirrando o tirando?

Cual es errónea Tirando o Tirrando?

La palabra correcta es Tirando. Sin Embargo Tirrando se trata de un error ortográfico.

La falta ortográfica detectada en la palabra tirrando es que se ha eliminado o se ha añadido la letra r a la palabra tirando

Más información sobre la palabra Tirando en internet

Tirando en la RAE.
Tirando en Word Reference.
Tirando en la wikipedia.
Sinonimos de Tirando.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Tirando

Cómo se escribe tirando o tirrando?

Reglas relacionadas con los errores de r

Las Reglas Ortográficas de la R y la RR

Entre vocales, se escribe r cuando su sonido es suave, y rr, cuando es fuerte aunque sea una palabra derivada o compuesta que en su forma simple lleve r inicial. Por ejemplo: ligeras, horrores, antirreglamentario.

En castellano no es posible usar más de dos r


Mira que burrada ortográfica hemos encontrado con la letra r


El Español es una gran familia

Algunas Frases de libros en las que aparece tirando

La palabra tirando puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 275
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El rocín del tío Barret, un animal sufrido que le seguía en todos sus desesperados esfuerzos, cansado de trabajar de día y de noche, de ir tirando del carro al mercado de Valencia con carga de hortalizas y a continuación, sin tiempo para respirar ni desudarse, verse enganchado al arado, tomó partido de morir, antes que permitirse el menor intento de rebelión contra su pobre amo. ...

En la línea 327
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Salieron corriendo su mujer, enferma, y las cuatro hijas, gritando como locas, y se abrazaron a él, intentando arrancarle la escopeta, tirando del cañón con ambas manos. ...

En la línea 414
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Barret sintió que toda su sangre le subía de golpe a la cabeza, que reaparecía su borrachera, y se incorporó, tirando de la hoz. ...

En la línea 666
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Llegaban unos tirando de sus caballejos con el serón cargado de estiércol, contentos de la colecta hecha en las calles; otros, en sus carros vacíos procurando enternecer a los guardias municipales para que los dejasen permanecer allí; y mientras los viejos conversaban con las mujeres, los jóvenes se metían en el cafetín cercano para matar el tiempo ante la copa de aguardiente, mascullando su cigarro de diez céntimos. ...

En la línea 637
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El encontronazo fue terrible: el hombre vaciló, tirando de su manta en la que había hecho presa uno de los mastines. Pero, de repente, cesaron éstos de rugir, de revolverse en torno de él buscando sitio para hincar sus colmillos, y se colocaron a su lado escoltándolo y acogiendo con ronquidos de satisfacción el roce de sus manos. ...

En la línea 921
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Salvatierra y su discípulo, refugiándose en la cuneta, vieron pasar cuatro briosos caballos con borlajes saltones y chillonas ristras de cascabeles tirando de un coche lleno de gente. Cantaban, gritaban, palmoteaban, llenando el camino con su alegría loca, esparciendo el escándalo de la _juerga_ sobre las llanuras muertas que aun parecían más tristes a la luz de la luna. ...

En la línea 1384
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Dos mozos comenzaron a insultarse, tirando cada uno del brazo de la misma muchacha. El vino hacía brillar sus ojos con fuego homicida, y acabaron por dirigirse a la casa de los lagares en busca de las podaderas, cortos y pesados machetes que mataban de un golpe. ...

En la línea 1721
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pero los hermanos eran duros de oreja, y seguían tirando. De pronto se inició en la turba el pavor de la fuga. Corrieron todos cuesta abajo, cobardes y valientes, empujándose unos a otros, atropellándose, como si les azotasen las espaldas aquellos disparos que seguían conmoviendo la plaza desierta. ...

En la línea 4672
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Me hubiera muerto de hambre a no ser porque de vez en cuando arrancaba una o dos mazorcas de algún maizal; también cogía tal cual racimo de las _parras_ y moras de zarza; de este modo fuí tirando hasta llegar a las _bellotas_; allí encontré un cabrito perdido, lo maté y me comí un pedazo, crudo y todo, porque el hambre era mucha; me sentó muy mal, y estuve dos días postrado en un _barranco_, medio muerto, incapaz de valerme; fué una gran suerte que no me devorasen los lobos. ...

En la línea 6446
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Llegaron, pues, y, tirando el hermano una china a una reja, al momento bajó una criada, que los estaba esperando, y les abrió la puerta, y ellos se entraron, dejando a todos admirados, así de su gentileza y hermosura como del deseo que tenían de ver mundo, de noche y sin salir del lugar; pero todo lo atribuyeron a su poca edad. ...

En la línea 7726
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Abrazó Sanchica a su padre, y preguntóle si traía algo, que le estaba esperando como el agua de mayo; y, asiéndole de un lado del cinto, y su mujer de la mano, tirando su hija al rucio, se fueron a su casa, dejando a don Quijote en la suya, en poder de su sobrina y de su ama, y en compañía del cura y del bachiller. ...

En la línea 1023
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... bita este animal las comarcas más diversas; lo mismo se le encuentra en los bosques ecuatoriales y en los desiertos de la Patagonia que bajo las latitudes (53 y 540) frías y húmedas de la Tierra del Fuego. observado huellas suyas en la cordillera de Chile central en una altitud de más de 10.000 pies. la provincia de la Plata se alimenta el puma, en primer término, de ciervos, avestruces, de liebres (viscachas) y otros pequeños cuadrúpedos, rara vez ataca a los bueyes y caballos, y con menos frecuencia al hombre. Chile, por el contrario, destruye muchos potros y terneros, quizá por la escasez de los cuadrúpedos menores; y he sabido que durante mi estancia habían matado a dos hombres y a una mujer. asegura que el puma mata siempre su presa saltándole a los hombros y tirando hacia sí con una de sus garras de la cabeza de la víctima hasta que se rompe o disloca la columna vertebral; y en Patagonia he visto esqueletos de guanacos con el cuello dislocado en esa forma. ...

En la línea 2584
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... tos acantilados están compuestos de gres blancuzco en capas horizontales; es tan perpendicular la muralla que, en muchos puntos, colocándose en el borde y tirando una piedra se la ve dar en los árboles del abismo que hay a nuestros pies. tan seguida esta muralla que si se quiere llegar al pie de la catarata que el riachuelo forma, hay que dar un rodeo de 16 millas ...

En la línea 16517
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El otro no era probable que le hiriese a él tirando a veinte pasos; tendría que ser por una casualidad. ...

En la línea 16760
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... podrá ir tirando. ...

En la línea 192
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Encontró, sin embargo, algunas excepciones, que sirvieron para desorientarlo en sus juicios. Vio verdaderos hombres, cuyo aspecto vigoroso no se prestaba a equívocos, y que, sin embargo, marchaban sin el embarazo de las faldas. Estos hombres iban casi desnudos, al aire su fuerte musculatura, y sin mas vestimenta que un corto calzoncillo. Todos ellos mostraban la pasividad resignada, la fuerza brutal y sin iniciativa de las bestias de labor. Algunos acababan de desengancharse de pesadas carretas, de las cuales habían venido tirando hasta el lindero del bosque, y se limpiaban el sudoroso cuerpo. Otros lavaban y secaban los grandes aparatos que habían servido para la narcotización y el registro del gigante. ...

En la línea 204
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Un grupo de aquellos hombres bestiales y semidesnudos, fuerzas ciegas y sometidas como los constructores de las Pirámides faraónicas, avanzó por la pradera tirando de un enorme cilindro vertical. Era una bomba rematada por un largo pistón. Esta bomba la acababan de limpiar los vigorosos siervos, pues había servido durante la noche para inyectar al gigante su dosis de narcótico. Poco después empezaron a salir de la selva rebaños de vacas bien cuidadas, gordas y lustrosas. Parecían enormes junto a los hombrecillos que las guiaban, pero no tenían en realidad para Gillespie mayor tamaño que una rata vieja. A los pocos momentos eran centenares; al final llenaron la mayor parte de la pradera, siendo más de mil. ...

En la línea 496
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Como todo buque tiene la misma arma agresiva, un combate naval es a modo de una lucha de pulpos en los abismos marítimos, entrelazando la maraña de sus patas metálicas, tirando el uno del otro, hasta que el más hábil o el más forzudo consigue paralizar al adversario. Además, los navíos están armados con unos aparatos que hacen oficio de tijeras para cortar los cables metálicos del enemigo. Adivino sus nuevas preguntas, gentleman. Quiere usted saber para que sirve nuestra flota, y yo le diré que para lo mismo que sirve nuestro ejército. La juventud entusiasta, que no gusta de los uniformes de las tropas terrestres y desea viajes y aventuras, entra a prestar sus servicios en las tres escuadras de nuestra Federación o en la flota aérea. ...

En la línea 1144
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Adivinando otra vez la hostilidad que le rodeaba, Gillespie quiso retroceder hacia su vivienda, pero un leve abejorreo sonó en torno a su cabeza. Al levantar los ojos, pudo ver las sombras fugaces que proyectaba en su evolución circular toda una escuadrilla de máquinas voladoras. Sintió un agudo latigazo en una muñeca y luego otro igual en la muñeca opuesta. A continuación, una especie de lombriz metálica, fría y cortante, se arrolló a su cuello. Los aviones arrojaban sus cables metálicos animados por una vida eléctrica, y estos iban reptando sobre su cuerpo, enroscándose a todas las partes salientes en las que podían hacer presa sus anillos. En un instante se sintió prisionero e inmovilizado por este manojo de serpientes atmosféricas. Sintió que su cólera le daba una fuerza sobrehumana, y quiso retroceder para meterse en la Galería, tirando de sus adversarios aéreos. ...

En la línea 493
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... »El día aquel fue día de pruebas para mí. Era un viernes de Dolores, y las siete espadas, señores míos, estaban clavadas aquí… Me pasaban como unos rayos por la frente. Una idea era lo que yo necesitaba, y más que una idea, valor, sí, valor para lanzarme… De repente noté que aquel valor tan deseado entraba en mí, pero un valor tremendo, como el de los soldados cuando se arrojan sobre los cañones enemigos… Trinqué la mantilla y me eché a la calle. Ya estaba decidida, y no crean, alegre como unas Pascuas, porque sabía lo que tenía que hacer. Hasta entonces yo había pedido a los amigos; desde aquel momento pediría a todo bicho viviente, iría de puerta en puerta con la mano así… Del primer tirón me planté en casa de una duquesa extranjera, a quien no había visto en mi vida. Recibiome con cierto recelo; me tomó por una trapisondista; pero a mí, ¿qué me importaba? Diome la limosna y, en seguida, para alentarme y apurar el cáliz de una vez, estuve dos días sin parar subiendo escaleras y tirando de las campanillas. Una familia me recomendaba a otra, y no quiero decir a ustedes las humillaciones, los portazos y los desaires que recibí. Pero el dichoso maná iba cayendo a gotitas a gotitas… Al poco tiempo vi que el negocio iba mejor de lo que yo esperaba. Algunos me recibían casi con palio; pero la mayor parte se quedaban fríos, mascullando excusas y buscando pretextos para no darme un céntimo. 'Ya ve usted, hay tantas atenciones… no se cobra… el Gobierno se lo lleva todo con las contribuciones… '. Yo les tranquilizaba. 'Un perro chico, un perro chico es lo que me hace falta'. Y aquí me daban el perro, allá el duro, en otra parte el billetito de cinco o de diez… o nada. Pero yo tan campante. ¡Ah!, señores, este oficio tiene muchas quiebras. Un día subí a un cuarto segundo, que me había recomendado no sé quién. La tal recomendación fue una broma estúpida. Pues señor, llamo, entro, y me salen tres o cuatro tarascas… ¡Ay, Dios mío, eran mujeres de mala vida!… Yo, que veo aquello… lo primero que me ocurrió fue echar a correr. 'Pero no—me dije—, no me voy. Veremos si les saco algo'. Hija, me llenaron de injurias, y una de ellas se fue hacia dentro y volvió con una escoba para pegarme. ¿Qué creen ustedes que hice? ¿Acobardarme? Quia. Me metí más adentro y les dije cuatro frescas… pero bien dichas… ¡bonito genio tengo yo… ! ¡Pues creerán ustedes que les saqué dinero! Pásmense, pásmense… la más desvergonzada, la que me salió con la escoba fue a los dos días a mi casa a llevarme un napoleón. ...

En la línea 3183
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Lo que yo dijo y sostengo—manifestó una de las samaritanas, tirando por la calle de enmedio—, es que este D. Juan Pablo está guillado. ...

En la línea 3287
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Poco a poco—dijo la esposa prontamente—, que para mí sigue siendo turbio. Me parece que en todo lo que has dicho hay demasiada composición. No me fío yo, no me fío, porque para fabricar estos arcos triunfales de frases y entrar por ellos dándote mucho tono, te pintas tú solo. Lo cierto es que le has puesto la casa, la has visitado y te has divertido en grande con ella. ¡Vaya una conciencia la tuya, vaya una manera de pagarle su fidelidad, tirando por el suelo la que me debes a mí!… ¿Qué moral es esta? No escamotees la verdad. Esa mujer es una bribona, y tú serías un simple si no fueras también un solemnísimo pillo. ...

En la línea 3539
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Eso no tiene vuelta de hoja, compañera. O a casa con su marido, o a la calle con Juan, Pedro y Diego, a ver si sale algún primo con quien ir tirando. De este camino malo parten varios senderos, y no todos concluyen en el hospital y en la abyección. De modo que piénselo usted. Por más que se devane los sesos, no podrá salir de este dilema. ...

En la línea 2801
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Pude examinar de cerca y a mis anchas a tan curiosos animales, pues nuestra presencia no les inquietó en lo más mínimo. Su piel era espesa y rugosa, de un tono cobrizo tirando a rojo; su pelaje, corto y ralo. Algunas tenían una longitud de cuatro metros. Más tranquilas y menos temerosas que sus congéneres del Norte, no confiaban a centinelas escogidos la misión de vigilar las inmediaciones de su campamento. ...

En la línea 3332
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Pero deberían ver -repuse -que están tirando contra hombres. ...

En la línea 144
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Pike, que tiraba inmediatamente detrás de Buck y que jamás había tirado del trineo más que lo estrictamente indispensable, fue inmediata y reiteradamente sacudido por flojear; y antes de acabar la jornada estaba tirando más de lo que jamás había tirado en su vida. La primera noche de campamento, Joe, el resentido, recibió el rotundo castigo que Spitz nunca había conseguido aplicarle. Buck simplemente lo aplastó gracias a su peso superior y lo redujo hasta que el otro dejó de morder y se puso a gemir pidiendo tregua. ...

En la línea 197
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Se procedió, pues, a la inexorable eliminación de lo superfluo. Mercedes lloró cuando descargaron las bolsas con su ropa y fueron tirando una prenda tras otra. Lloraba en general y lloraba en particular por cada artículo descartado. Sentada con las manos aferradas a las rodillas, se mecía con desconsuelo adelante y atrás. Prometió que no se movería un solo centímetro ni por una docena de Charles. Apeló a todos y a todo, y finalmente se enjugó las lágrimas y se puso a tirar incluso artículos de vestir que eran absolutamente necesarios. Y en su afán de tirar, cuando acabó con las suyas la emprendió como un torbellino con las pertenencias de los hombres. ...

En la línea 262
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Aquel invierno en Dawson, Buck llevó a cabo otra hazaña, no tan heroica quizá, pero que hizo ascender muchas muescas su nombre en el tótem de la fama, en Alaska. Fue una proeza especialmente satisfactoria para los tres hombres, que carecían de equipo y les permitió realizar el viaje al este virgen, donde aún no habían aparecido los mineros. Surgió de una conversación en la barra del Eldorado Saloon, donde los hombres alardeaban de las cualidades de sus perros. Por sus antecedentes, Buck era el objetivo de aquellos hombres, y Thornton tuvo que defenderlo. Había transcurrido media hora cuando un hombre afirmó que su perro era capaz de arrancar un trineo con doscientos kilos y seguir tirando de él; otro se jactó de que el suyo lo arrancaba con doscientos cincuenta; y un tercero con trescientos kilos. ...

En la línea 481
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Y tirando repentinamente del brazo a Artegui para que se detuviese: ...


la Ortografía es divertida

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