Cómo se escribe.org.es

La palabra peligro
Cómo se escribe

la palabra peligro

La palabra Peligro ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
La llamada de la selva de Jack London
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece peligro.

Estadisticas de la palabra peligro

Peligro es una de las palabras más utilizadas del castellano ya que se encuentra en el Top 5000, en el puesto 1105 según la RAE.

Peligro tienen una frecuencia media de 82.22 veces en cada libro en castellano

Esta clasificación se basa en la frecuencia de aparición de la peligro en 150 obras del castellano contandose 12498 apariciones en total.

Más información sobre la palabra Peligro en internet

Peligro en la RAE.
Peligro en Word Reference.
Peligro en la wikipedia.
Sinonimos de Peligro.


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece peligro

La palabra peligro puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 864
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... -¡A regar! ¡A regar! La mujer se asustó, adivinando instantáneamente todo el peligro de tan desesperante resolución: «¡Por Dios, Batiste!. ...

En la línea 1770
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Andando lentamente por el borde del camino y huyendo del polvo como de un peligro mortal, llegó una gran visita: don Joaquín y doña Pepa, el maestro y su señora. ...

En la línea 1791
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... De ello corría peligro, pues cerca de su persona andaban muchos padres de los que le enviaban discípulos sin el lastre de los dos cuartos. ...

En la línea 2161
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y cuando, finalmente, aparecía Batiste, gritaban los pequeños de alegría, sonreía Teresa, limpiándose los ojos; salía la hija a abrazar a su pare, y hasta el perro saltaba junto a él, husmeándolo con inquietud, como si olfatease en su persona el peligro que acababa de arrostrar. ...

En la línea 219
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El recuerdo de los que esperaban al compañero muerto les daba nuevas energías. También ellos tenían sus _churumbeles_ que podían aguardar el pan eternamente si daban un mal paso: ¡adelante! ¡adelante! Y con el valor audaz que da la lucha por los hijos, los dos mochileros avanzaban al través del peligro y de la noche. ...

En la línea 251
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y con estas palabras reveladoras de una feroz alegría maternal, creía librar a su hijo de un peligro; como si después de haber aceptado el matrimonio con Dupont por su gran fortuna, le inspirase éste repugnancia. ...

En la línea 252
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pensaba con orgullo en los millones que tendrían sus hijos, y al mismo tiempo despreciaba a los que los habían amasado. Recordaba mentalmente con cierta vergüenza el origen de los Dupont, del que hablaban los más viejos de Jerez al comentar su escandalosa fortuna. El primero de la dinastía llegaba a la ciudad a principios del siglo, como un pordiosero, para entrar al servicio de otro francés que había establecido una bodega. Durante la guerra de la Independencia, el amo huía por miedo a las cóleras populares, dejando toda su fortuna confiada al compatriota, que era su servidor de confianza, y éste, en fuerza de dar gritos contra su país y vitorear a Fernando VII, conseguía que le respetasen y hacía prosperar los negocios de la bodega, que se acostumbraba a considerar como suya. Cuando, terminada la guerra, volvía el verdadero dueño, Dupont se negaba a reconocerle, alegándose a sí mismo, para tranquilidad de la conciencia, que bien había ganado la propiedad de la casa haciendo frente al peligro. Y el confiado francés, enfermo y agobiado por la traición, desaparecía para siempre. ...

En la línea 278
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --No parece sino que ustés no se han visto nunca. Hablarse sin miedo, que ya sé yo que tú buscas ser algo más que mi ahijado... ¡Lástima que andes en esa vida! Y le aconsejaba que ahorrase, ya que la suerte se le presentaba de frente. Debía guardar sus ganancias, y cuando tuviese un capitalito, ya hablarían de lo otro, de aquello que no se nombraba nunca, pero que sabían los tres. ¡Ahorrar!... Rafael sonreía ante este consejo. Tenía en el porvenir la confianza de todos los hombres de acción seguros de su energía; la generosidad derrochadora de los que conquistan el dinero desafiando a las leyes y a los hombres; la largueza desenfadada de los bandidos románticos, de los antiguos negreros, de los contrabandistas; de todos los pródigos de su vida que, acostumbrados a afrontar el peligro, consideran sin valor lo que ganan sorteando a la muerte. En los ventorrillos de la campiña, en las chozas de carboneros de la sierra, en todas partes donde se juntaban hombres para beber, él lo pagaba todo con largueza. En las tabernas de Jerez organizaba _juergas_ de estruendo, abrumando con su generosidad a los señoritos. Vivía como los lasquenetes mercenarios condenados a la muerte, que, en unas cuantas noches de orgía pantagruélica, devoraban el precio de su sangre. Tenía sed de vivir, de gozar, y cuando en medio de su existencia azarosa le acometía la duda de lo futuro, veía, cerrando los ojos, la graciosa sonrisa de María de la Luz, escuchaba su voz, que siempre le decía lo mismo cuando él se presentaba en la viña. ...

En la línea 1909
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... ¿Queréis perderme?-Ya veis que todavía hay peligro para vos, puesto que una sola palabra os hace temblar y confesáis que si oyesen esa palabra estaríais perdida. ...

En la línea 1934
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Corréis peligro en la cárcel, corréis peligro de muerte por el hecho de conocerme. ...

En la línea 1934
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Corréis peligro en la cárcel, corréis peligro de muerte por el hecho de conocerme. ...

En la línea 1983
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Bueno, note muevas de aquí; si vienen, avísales de lo que me ha pasado, que me esperen en la taberna de la Pomme du Pin; aquí habría peligro, la casa puede ser espiada. ...

En la línea 379
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Le pregunté si consideraba peligroso leer las Escrituras sin notas; replicó que, ciertamente, no había peligro alguno, pero que la gente no instruída poco provecho podía sacar de la Escritura sin el socorro de las notas, porque en su mayor parte la encontraría ininteligible. ...

En la línea 586
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Lo mejor frente al peligro es mirarlo cara a cara, y así generalmente se desvanece como las nieblas de la mañana a la luz del sol; mientras que, desanimándose, el peligro se hace de fijo mayor. ...

En la línea 586
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Lo mejor frente al peligro es mirarlo cara a cara, y así generalmente se desvanece como las nieblas de la mañana a la luz del sol; mientras que, desanimándose, el peligro se hace de fijo mayor. ...

En la línea 666
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... El cochero hizo alto delante del portal de una casona, y se apeó diciendo que por ser aún muy temprano, no se atrevía a continuar, pues si los ladrones residentes en la ciudad estaban sobre aviso, nos robarían, probablemente, y a él le matarían, pero que los moradores de aquella casa iban a salir para Lisboa un cuarto de hora más tarde, y esperándolos podíamos aprovechar su escolta de soldados y ponernos al abrigo de todo peligro. ...

En la línea 481
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Venía, pues, como se ha dicho, don Quijote contra el cauto vizcaíno, con la espada en alto, con determinación de abrirle por medio, y el vizcaíno le aguardaba ansimesmo levantada la espada y aforrado con su almohada, y todos los circunstantes estaban temerosos y colgados de lo que había de suceder de aquellos tamaños golpes con que se amenazaban; y la señora del coche y las demás criadas suyas estaban haciendo mil votos y ofrecimientos a todas las imágenes y casas de devoción de España, porque Dios librase a su escudero y a ellas de aquel tan grande peligro en que se hallaban. ...

En la línea 519
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... De lo que más le avino a don Quijote con el vizcaíno, y del peligro en que se vio con una turba de yangüeses Ya en este tiempo se había levantado Sancho Panza, algo maltratado de los mozos de los frailes, y había estado atento a la batalla de su señor don Quijote, y rogaba a Dios en su corazón fuese servido de darle vitoria y que en ella ganase alguna ínsula de donde le hiciese gobernador, como se lo había prometido. ...

En la línea 705
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -De ese parecer estoy yo -replicó el caminante-; pero una cosa, entre otras muchas, me parece muy mal de los caballeros andantes, y es que, cuando se ven en ocasión de acometer una grande y peligrosa aventura, en que se vee manifiesto peligro de perder la vida, nunca en aquel instante de acometella se acuerdan de encomendarse a Dios, como cada cristiano está obligado a hacer en peligros semejantes; antes, se encomiendan a sus damas, con tanta gana y devoción como si ellas fueran su Dios: cosa que me parece que huele algo a gentilidad. ...

En la línea 1031
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Lo que puedes hacer dél es dejarle a sus aventuras, ora se pierda o no, porque serán tantos los caballos que tendremos, después que salgamos vencedores, que aun corre peligro Rocinante no le trueque por otro. ...

En la línea 356
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Sea como fuere, aquella escena era enteramente nueva para mí; aparte de eso, tuve cierta emoción cuando creí ver presentarse indios. Sin embargo, el peligro no era muy terrible, puesto qué' mis dos acompañantes encendieron una gran hoguera, cosa que no se hace nunca cuando se teme la proximidad de los indios. Regresamos a nuestro campamento al caer la noche; y después de beber mucho mate y de fumar varios cigarros, en seguida me acosté. Soplaba con violencia un viento muy frío, lo cual no me impidió dormir mejor que nunca he dormido. ...

En la línea 717
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... nuestras lanchas. De todo lo que York había visto durante su viaje nada le había sorprendido tanto como un avestruz cerca de Maldonado; jadeando, en fuerza de su admiración, vino corriendo hacia Mr. Bynoe con el cual paseaba: «¡Oh Bynoe! ¡Oh! ¡pájaro, parece caballo!» Mucho les extrañaba a los indígenas, indudablemente, nuestra piel blanca, pero si hemos de creer los relatos de Mr. Low, el cocinero negro de un barco pescador les causó una sorpresa muchísimo mayor; se reunían tantos alrededor de aquel pobre muchacho que no consintió en adelante saltar nunca a tierra. Marchaba todo tan bien, que no dudaba yo en dar largos paseos, en compañía de algunos oficiales, por aquellas colinas y bosques circunvecinos. Sin embargo, el día 27 desaparecieron de improviso todas las mujeres y todos los niños. Tal desaparición nos produjo mayor inquietud por cuanto ni York, ni Jemmy pudieron decirnos la causa. Unos creían que la noche anterior habíamos asustado a los salvajes limpiando y descargando los fusiles; otros opinaban que todo dependía de que un salvaje viejo se había creído insultado porque un centinela le había impedido el paso; bien es verdad que el salvaje había escupido tranquilamente a la cara al centinela; demostrando por los gestos que después hizo junto a un camarada suyo, dormido, que le hubiera cortado con gusto la cabeza y se lo hubiese comido. Para evitar el peligro de una batalla que no hubiese dejado de ser fatal a tantos salvajes, pensó el capitán Fitz-Roy que lo mejor sería pasar la noche en un ansa inmediata. Matthews, con su valor sereno, tan natural en él, a pesar de que no parecía tener un carácter muy enérgico, resolvió quedarse con los fueguenses, que decían que no tenían nada que temer por sí mismos; y los dejamos en su aislamiento para pasar allí la primera noche. ...

En la línea 721
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 29 de enero.- Llegamos por la mañana al punto en que el canal del Beagle se divide en dos brazos y penetramos en el brazo septentrional; el paisaje se hace más imponente todavía que antes: las altas montañas que lo cierran por el norte constituyen el eje granítico o espina dorsal del país, y se elevan a 3.000 y 4.000 pies de altura, habiendo un pico que alcanza 6.000 pies. Un manto de nieves perpetuas de deslumbradora blancura cubre los vértices de estas montañas, y numerosas cascadas, que serpentean brillantes a través de los bosques, vienen a verterse en el canal. En muchos puntos se extienden a lo largo de la falda de las montañas magníficos ventisqueros que llegan hasta la orilla misma de las aguas. Es imposible imaginar nada más hermoso que el admirable color azul de estos ventisqueros, sobre todo por el contraste extraño que hacen con el blanco mate de la nieve que los corona. Los fragmentos que constantemente se desprenden de estos ventisqueros flotan por todas partes, y el canal con sus montañas de hielo parece, en el espacio de una milla, un mar polar en miniatura. Habíamos encallado las lanchas en la costa para comer tranquilamente; no dejábamos de admirar un cantil perpendicular de hielo situado como a media milla de nosotros, deseando ver caer algunos fragmentos. De repente se desprende una masa con un ruido terrible e inmediatamente vemos una ola enorme que se echa sobre nosotros. Lánzanse los marineros hacia las embarcaciones, que corrían inminentísimo peligro de ser hechas pedazos; uno de ellos pudo agarrarlos por delante en el momento en que la ola se precipitaba y rompía en ellos; la ola le arrastró y le hizo dar, pero sin herirle por fortuna, y aún los botes chocaron tres veces entre sí, no experimentando ninguna avería. ...

En la línea 1218
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... último nombre es muy característico, porque yo desafío a cualquiera que no lo haya oído nunca a que no lo confunda con el ladrido de un perro en el momento. mismo que al cheucan se oye a veces al guidguid a dos pasos sin poder encontrarlo y también se acerca mucho, otras, sin temer ningún peligro. alimenta lo mismo que el cheucan y en todo lo demás tiene costumbres muy semejantes. ...

En la línea 23
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... En los tiempos que corren, esa preciosa virtud hace falta para muchas cosas de la vida artística; sin ella la obra literaria corre peligro de no nacer, o de arrastrar vida miserable después de un penoso nacimiento. ...

En la línea 29
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Las personas crédulas y sencillas no ganan para sustos en los días en que se hizo moda hablar de aquel sistema, como de una rara novedad y de un peligro para el arte. ...

En la línea 30
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Luego se vio que no era peligro ni sistema, ni siquiera novedad, pues todo lo esencial del Naturalismo lo teníamos en casa desde tiempos remotos, y antiguos y modernos conocían ya la soberana ley de ajustar las ficciones del arte a la realidad de la naturaleza y del alma, representando cosas y personas, caracteres y lugares como Dios los ha hecho. ...

En la línea 64
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Doña Ana Ozores tiene horror al vacío, cosa muy lógica, pues en cada ser se cumplen las eternas leyes de Naturaleza, y este vacío que siente crecer en su alma la lleva a un estado espiritual de inmenso peligro, manifestándose en ella una lucha tenebrosa con los obstáculos que le ofrecen los hechos sociales, consumados ya, abrumadores como una ley fatal. ...

En la línea 137
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Era la única amargura, intensa en realidad, que perturbaba su vida optimista. Un año u otro, los propietario del edificio, noble familia residente en Madrid, tendrían que echarlo abajo, no sabiendo él adonde ir con todo su bagaje de manuscritos y libros. Retardaba el trágico instante, con riesgo de su propia existencia. En vano los arquitectos habían declarado el caserón próximo a derrumbarse. Don Baltasar inventaba razones para seguir en él, arrostrando el peligro de perecer sepultado bajo escombros y papeles ...

En la línea 141
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Debía ver en el Sporting Club de Montecarlo a unas amigas inglesas. Claudio y su tío podían quedarse paseando por el jardín. Estaban en su casa. Ella pensaba enviarles su automóvil una hora después. Así Borja podría enseñar al canónigo las cosas interesantes de Mónaco y Montecarlo que parecían tentarle con el atractivo de todo lo que representa peligro o misterio. ...

En la línea 175
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... La filosofía de este humanista evocaba la imagen de una carrera sin freno, entre alaridos jocundos, después de la cautividad de varios siglos en que habla vivido el pensamiento. Era el Evangelio del placer, la satisfacción de todos los apetitos, el salto alegre sobre cuantas barreras habían levantado la disciplina y la honestidad. El adulterio debía admitirse como algo natural, según Valla, siempre que fuese ordenado y discreto; la comunidad de mujeres resultaba de acuerdo con la Naturaleza. Sólo era prudente evitar el adulterio y el desorden en los deleites cuando representasen algún peligro. ...

En la línea 295
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Sólo un español podía mostrar este ardor antimahometano. Las naciones del centro de Europa ya no se acordaban de las Cruzadas. Además, éstas sólo habían sido un episodio de «ni historia mientras en España la guerra contra los musulmanes se prolongaba siete siglos. Todavía en aquellos momentos poseían los moros el floreciente reino de Granada, representando un peligro nacional. ...

En la línea 131
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... -Gentleman: queda usted autorizado para mover la cabeza, para levantarla, si es que puede, y para cambiar de postura con cierta suavidad, sin poner en peligro a la muchedumbre justamente curiosa que le rodea. En cuanto a mover los brazos o las piernas, le aconsejo una completa abstención hasta nueva orden. Ya habrá visto usted que su primer intento dio mal resultado. Le ruego que no insista. ...

En la línea 169
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El ingeniero se contuvo cuando iba a contestar. Presintió que tal vez corría el peligro de crearse un enemigo implacable, y dijo evasivamente: ...

En la línea 195
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Antes de que emprendamos la marcha a la capital, creo oportuno que tome usted un ligero refrigerio. Mi gusto hubiese sido prepararle un desayuno al estilo de nuestro país, pero no hemos tenido tiempo para ello, pues, como lo dije, su vida estaba en peligro, y nadie piensa en dar de almorzar a un muerto. Podía haber hecho traer algunas de las latas de conserva que guarda usted en su embarcación, pero esta se halla ya muy lejos. ...

En la línea 450
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Los soldados vieron como sus fusiles estallaban entre sus manos antes de disparar y como se inflamaban las cápsulas en sus cartucheras, acribillándolos de heridas mortales. Los que estaban más lejos, espantados por el fenómeno, arrojaban las armas y se despojaban de sus bolsas de municiones, viendo en el propio equipo militar un peligro de muerte. Los oficiales, impulsados por el orgullo profesional, gritaban: '¡Adelante!', pero el revolver estallaba en su diestra, llevándoles la mano y el brazo. Los artilleros abandonaban las piezas para huir, en vista de que los armones llenos de proyectiles se inflamaban sólos lo mismo que si fuesen volcanes, haciendo volar los miembros de los hombres despedazados. ...

En la línea 103
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Porque Estupiñá, al mismo tiempo que corredor, era contrabandista. Las piezas de Hamburgo de 26 hilos que pasó por el portillo de Gilimón, valiéndose de ingeniosas mañas, no son para contadas. No había otro como él para atravesar de noche ciertas calles con un bulto bajo la capa, figurándose mendigo con un niño a cuestas. Ninguno como él poseía el arte de deslizar un duro en la mano del empleado fiscal, en momentos de peligro, y se entendía con ellos tan bien para este fregado, que las principales casas acudían a él para desatar sus líos con la Hacienda. No hay medio de escribir en el Decálogo los delitos fiscales. La moral del pueblo se rebelaba, más entonces que ahora, a considerar las defraudaciones a la Hacienda como verdaderos pecados, y conforme con este criterio, Estupiñá no sentía alboroto en su conciencia cuando ponía feliz remate a una de aquellas empresas. Según él, lo que la Hacienda llama suyo no es suyo, sino de la nación, es decir, de Juan Particular, y burlar a la Hacienda es devolver a Juan Particular lo que le pertenece. Esta idea, sustentada por el pueblo con turbulenta fe, ha tenido también sus héroes y sus mártires. Plácido la profesaba con no menos entusiasmo que cualquier caballista andaluz, sólo que era de infantería, y además no quitaba la vida a nadie. Su conciencia, envuelta en horrorosas nieblas tocante a lo fiscal, manifestábase pura y luminosa en lo referente a la propiedad privada. Era hombre que antes de guardar un ochavo que no fuese suyo, se habría estado callado un mes. ...

En la línea 203
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... No quería el Delfín ser muy explícito, y contaba a grandes rasgos, suavizando asperezas y pasando como sobre ascuas por los pasajes de peligro. Pero Jacinta tenía un arte instintivo para el manejo del gancho, y sacaba siempre algo de lo que quería saber. Allí salió a relucir parte de lo que Barbarita inútilmente intentó averiguar… ¿Quién era la del huevo?… Pues una chica huérfana que vivía con su tía, la cual era huevera y pollera en la Cava de San Miguel. ¡Ah! ¡Segunda Izquierdo!… por otro nombre la Melaera, ¡qué basilisco!… ¡qué lengua!… ¡qué rapacidad!… Era viuda, y estaba liada, así se dice, con un picador. «Pero basta de digresiones. La segunda vez que entré en la casa, me la encontré sentada en uno de aquellos peldaños de granito, llorando». ...

En la línea 552
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «Señor Marqués —declaró Aparisi picado de rivalidad—, el pueblo español es un pueblo digno… que en los momentos de peligro, sabe ponerse… ». ...

En la línea 1658
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Al entrar el año de 1874, tenía Maximiliano veinticinco y no representaba aún más de veinte. Carecía de bigote, pero no de granos que le salían en diferentes puntos de la cara. A los veintitrés años tuvo una fiebre nerviosa que puso en peligro su vida; pero cuando salió de ella parecía un poco más fuerte; ya no era su respiración tan fatigosa ni sus corizas tan tenaces, y hasta los condenados raigones de sus muelas parecían más civilizados. No usaba ya el ioduro tan a pasto ni el canuto de brea, y sólo las jaquecas persistían, como esos amigos machacones cuya visita periódica causa espanto. Juan Pablo estaba entonces en el Cuartel Real, y doña Lupe dejaba a Maximiliano en libertad, porque le creía inaccesible a los vicios por razón de su pobreza física, de su natural apático y de la timidez que era el resultado de aquellas desventajas. Y además de libertad, dábale su tía algún dinero para sus placeres de mozo, segura de que no había de gastarlo sino con mucho pulso. Inclinábase el chico a economizar, y tenía una hucha de barro en la cual iba metiendo las monedas de plata y algún centén de oro que le daban sus hermanos cuando venían a Madrid. En la ropa era muy mirado, y gustaba de hacerse trajes baratos y de moda, que cuidaba como a las niñas de sus ojos. De esto le sobrevino alguna presunción, y gracias a ella su figura no parecía tan mala como era realmente. Tenía su buena capa de embozos colorados; por la noche se liaba en ella, metíase en el tranvía y se iba a dar una vuelta hasta las once, rara vez hasta las doce. Por aquel tiempo se mudó doña Lupe a Chamberí, buscando siempre casas baratas, y Maximiliano fue perdiendo poco a poco la ilusión de los alumnos de Estado Mayor. ...

En la línea 392
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Instantáneamente, a impulsos de esta feliz idea, una mano cayó sobre el príncipe; tan instantáneamente, la larga espada del desconocido estaba fuera, y el mediador cayó al suelo gracias a un sonoro golpe de, plano. Al momento gritaron docenas de voces: '¡Matad al perro, matadlo, matadla!', y la turba se cerró sobre el guerrero, que arrimó la espalda contra una pared y empezó a golpear a ciegas con su larga arma como un loco. Sus víctimas caían acá y allá, pero la chusma pasaba sobre los derribados y se abalanzaba con indeclinable furia contra el campeón. Los momentos de éste parecían contados, su desgracia cierta, cuando, de pronto, sonó una trompeta, una voz gritó: '¡Paso al mensajero del rey!', y una tropa de jinetes llegó cargando sobre la multitud, que se apartó del peligro tan rápidamente como se lo permitieron las piernas. El valiente desconocido cargó al príncipe en sus brazos y pronto estuvo alejado del peligro y de la multitud. ...

En la línea 743
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¿Escapará el niño del lado del rufián, su supuesto padre, si le es posible? ¿Volverá a Londres en busca de sus antiguos parajes? No. No lo hará, porque querrá evitar que lo atrapen de nuevo. ¿Pues entonces, que hará? No habiendo tenido amigos ni protectores en el mundo hasta que se encontró a Miles Hendon, tratará, claro, de hallarme otra vez, siempre que estos trabajos no le obliguen a acercarse a Londres y al peligro. Se encaminará a Hendon Hall. Eso es lo que hará, porque sabe que yo me propongo dirigirme a mi casa, y en ella esperará hallarme. ...

En la línea 1097
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Aprovechándose de la situación de una persona en peligro y que se hallaba a tu merced, te has apoderado de, objetos de valor superior a trece peniques y medio sin pagar más que una miseria por ellos; y eso, a los ojos de la ley, es vejación constructiva, prisión infundada de traición, fechoría en el cargo, ad hominem expurgatis in statu quo, y la pena es la muerte por manos del verdugo, sin rescate, conmutación ni beneficio de clerecía. ...

En la línea 1197
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Creo, en verdad, que así lo pensáis, caballero. No pongo en duda vuestra honradez; no hago sino preveniros. Mi esposo es señor de esta región; su poder apenas reconoce límites; la gente prospera o muere de hambre según sea su voluntad. Si no os parecieseis al hombre que decís ser, mi marido podría consentiros gozar pacíficamente de vuestro sueño; pero lo conozco bien y bien sé lo que hará. Pregonará a todos que no sois sino un loco impostor, y todos le harán coro sin vacilar. –Volvió a clavar en Miles la mirada y añadió–: Si fuerais Miles Hendon y él lo supiera, y lo supiera toda la comarca –fijaos bien en lo que digo y meditadlo bien–, estaríais en el mismo peligro, y vuestro castigo no sería menos cierto. Él os negaría y os denunciaría, y nadie osaría salir en vuestra defensa. ...

En la línea 516
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Llévame lejos, a una isla cualquiera, pero donde pueda quererte sin peligro ni ansiedades! ...

En la línea 518
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Sí, si tú quieres, iré contigo! Pero ahora te amenaza un grave peligro, tal vez se trama una traición contra ti. ...

En la línea 933
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —No lo sé, Yáñez. ¿Quieres que la relegue para toda la vida en mi isla salvaje, en medio de mis tigres que no saben más que blandir el kriss y el hacha? ¿Quieres que ofrezca a su mirada horribles espectáculos de sangre y muerte, que la ensordezca con los gritos de los combatientes y el rugir de los cañones y la exponga a un constante peligro? ¿Qué harías tú en mi caso, Yáñez? ...

En la línea 1000
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... La resaca era tan violenta dentro de aquel refugio, que el parao corría grave peligro. Era cien veces más fácil desafiar la ira de los elementos en mar abierto que en ese sitio, barrido por las olas que se amontonaban unas sobre otras. ...

En la línea 24
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Los pasajeros se quedaron espantados, pero el capitán Anderson se apresuró a tranquilizarles. En efecto, el peligro no podía ser inminente. Dividido en siete compartimientos por tabiques herméticos, el Scotia podía resistir impunemente una vía de agua. ...

En la línea 229
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Señor Aronnax, ignoro cómo es el ser formidable con que tengo que habérmelas, y no quiero poner en peligro imprudentemente a mi fragata en medio de esta oscuridad. Además, ¿cómo atacar a lo desconocido?, ¿cómo defenderse? Esperemos la luz del día y entonces los papeles cambiarán. ...

En la línea 1037
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Afortunadamente, estos voraces animales ven mal. Pasaron sin vernos, rozándonos casi con sus aletas parduscas. Gracias a eso escapamos de milagro a un peligro más grande, sin duda, que el del encuentro con un tigre en plena selva. ...

En la línea 1190
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Grande era el peligro, en efecto. Pero el Nautilus parecía deslizarse como por encanto en medio de los terribles escollos. No seguía exactamente el rumbo del Astrolabe y de la Zelée, que tan funesto fue para Dumont d'Urville, sino que, orientándose más al Norte, pasó ante la isla Murray, para luego dirigirse al Sudoeste, hacia el paso de la Cumberland. Por un momento temí que fuera a chocar con ella, pero puso rumbo al Noroeste para dirigirse, a través de una gran cantidad de islas e islotes poco conocidos, hacia la isla Tound y el canal Malo. ...

En la línea 340
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Esto fue cuanto oí aquella noche antes de que mi hermana me cogiese, cual si mi presencia fuera una ofensa para las miradas de los invitados, y me ayudase a subir la escalera con tal fuerza que parecía que yo llevara cincuenta botas y cada una de ellas corriese el peligro de tropezar contra los bordes de los escalones. Como ya he dicho, el estado especial de mi mente empezó a manifestarse antes de levantarme, al día siguiente, y duró hasta que se perdió el recuerdo del asunto y no se mencionó más que en ocasiones excepcionales. ...

En la línea 621
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Si me hubiesen dirigido más preguntas, sin duda alguna me habría hecho traición yo mismo, porque ya estaba a punto de mencionar que en el patio había un globo, y tal vez habría vacilado al decirlo, porque mis cualidades inventivas estaban indecisas entre afirmar la existencia de aquel aparato extraño o de un oso en la fábrica de cerveza. Pero ellos estaban tan ocupados en discutir las maravillas que yo ofreciera a su consideración, que eludí el peligro de seguir hablando. La discusión estaba empeñada todavía cuando Joe volvió de su trabajo para tomar una taza de té. Y mi hermana, más para expansionarse que como atención hacia él, le refirió mis pretendidas aventuras. ...

En la línea 1372
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... - ¡No hagas ruido! - le gritó el señor Trabb con la mayor severidad ,- o, de lo contrario, te voy a quitar la cabeza de un manotazo. Hágame el favor de sentarse, caballero. Éste-dijo el señor Trabb bajando una pieza de tela y extendiéndola sobre el mostrador antes de meter la mano por debajo, para mostrar el brillo - es un artículo muy bueno. Púedo recomendarlo para su objeto, caballero, porque realmente es extra superior. Pero también verá otros. Dame el número cuatro, tú - añadió dirigiéndose al muchacho y mirándole de un modo amenazador, pues temía el peligro de que aquel desvergonzado me hiciera alguna trastada con la escoba a otra demostración cualquiera de familiaridad. ...

En la línea 1523
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... - Eso en caso de que exista alguna animosidad entre uno mismo y los malhechores - dije para suavizar algo el peligro. ...

En la línea 1550
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¡Espera! ¡Escucha! Quiero decirte que tú y todos los de tu calaña, desde el primero hasta el último, sois unos vanidosos y unos charlatanes. Cuando sufrís una desgracia u os acecha un peligro, lo incubáis como incuba la gallina sus huevos, y ni siquiera en este caso os encontráis a vosotros mismos. No hay un átomo de vida personal, original, en vosotros. Es agua clara, no sangre, lo que corre por vuestras venas. Ninguno de vosotros me inspiráis confianza. Lo primero que os preocupa en todas las circunstancias es no pareceros a ningún otro ser humano. ...

En la línea 2057
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¡Ah, Rodia! ‑dijo, respondiendo a las palabras de su hijo‑. No te puedes imaginar cuánto sufrimos Dunia y yo ayer. Ahora que todo ha terminado y la felicidad ha vuelto a nosotros, puedo decirlo. Figúrate que vinimos aquí a toda prisa apenas dejamos el tren, para verte y abrazarte, y esa mujer… ¡Ah, mira, aquí está! Buenos días, Nastasia… Pues bien, Nastasia nos contó que tú estabas en cama, con alta fiebre; que acababas de marcharte, inconsciente, delirando, y que habían salido en tu busca. Ya puedes imaginarte nuestra angustia. Yo me acordé de la trágica muerte del teniente Potantchikof, un amigo de tu padre al que tú no has conocido. Huyó como tú, en un acceso de fiebre, y cayó en el pozo del patio. No se le pudo sacar hasta el día siguiente. El peligro que corrías se nos antojaba mucho mayor de lo que era en realidad. Estuvimos a punto de ir en busca de Piotr Petrovitch para pedirle ayuda… , pues estábamos solas, completamente solas ‑terminó con acento quejumbroso. ...

En la línea 2397
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¿Cómo te habrías atrevido a salir si no hubieses estado delirando? ‑exclamó Rasumikhine, perdiendo la calma a su vez‑: ¿Por qué saliste? ¿Con qué intención? ¿Y por qué lo hiciste a escondidas? Confiesa que no podías estar en tu juicio. Ahora que ha pasado el peligro, puedo hablarte francamente. ...

En la línea 2476
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑No hay de qué. Pero piense que semejante error es sólo posible en la primera categoría, es decir, en la de los hombres ordinarios, como yo les he calificado, tal vez equivocadamente. A pesar de su tendencia innata a la obediencia, muchos de ellos, llevados de un natural alocado que se encuentra incluso entre las vacas, se consideran hombres de vanguardia, destructores llamados a exponer ideas nuevas, y lo creen con toda sinceridad. Estos hombres no distinguen a los verdaderos innovadores y suelen despreciarlos, considerándolos espíritus mezquinos y atrasados. Pero me parece que no puede haber en ello ningún serio peligro, ya que nunca van muy lejos. Por lo tanto, la inquietud de usted no está justificada. A lo sumo, merecen que se les azote de vez en cuando para castigarlos por su desvío y hacerlos volver al redil. No hay necesidad de molestar a un verdugo, pues ellos mismos se aplican la sanción que merecen, ya que son personas de alta moralidad. A veces se administran el castigo unos a otros; a veces se azotan con sus propias manos. Se imponen penitencias públicas, lo que no deja de ser hermoso y edificante. Es la regla general. En una palabra, que no tiene usted por qué inquietarse. ...

En la línea 358
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Había pasado el primer peligro; pero Jean Valjean estaba sobrecogido y confuso. Mas no retrocedió. Ni aun en el momento en que se creyó perdido retrocedió. Sólo pensó en acabar cuanto antes. ...

En la línea 649
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... A lo que parece, la tarde misma en que aquel personaje hacía oscuramente su entrada en aquel pequeño pueblo de M., a la caída de una tarde de diciembre, con un morral a la espalda y un palo de espino en la mano, acababa de estallar un violento incendio en la Municipalidad. El hombre se arrojó al fuego, y salvó, con peligro de su vida, a dos niños que después resultaron ser los del capitán de gendarmería. Esto hizo que no se pensase en pedirle el pasaporte. Desde entonces se supo su nombre. Se llamaba Magdalena. ...

En la línea 721
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Muy fuerte habría de ser. Se corre el peligro de quedar aplastado… ...

En la línea 1009
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Pero es preciso saber qué pasaba en su alma. En el primer momento, el instinto de conservación alcanzó la victoria; recogió sus ideas, ahogó sus emociones; consideró la presencia de Javert conociendo la magnitud del peligro; aplazó toda resolución con la firmeza que da el espanto; confundió lo que debía hacer, y así recobró su calma, como un gladiador que recoge su escudo. ...

En la línea 78
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Su evolución (o regresión) fue rápida. Sus músculos adquirieron la dureza del hierro y se hizo insensible a todas las penalidades comunes. Desarrolló una economía interna igual que la externa. Era capaz de comer cualquier cosa, por repugnante o indigesta que fuera y, una vez ingerida, los jugos de su estómago extraían de ella hasta la última partícula nutritiva que la sangre llevaba hasta los lugares más recónditos de su cuerpo, donde se convertía en tejido orgánico más fuerte y resistente. La vista y el olfato se le aguzaron notablemente, mientras su oído se volvía tan fino que, aun estando dormido, era capaz de percibir el más leve sonido y saber si era un presagio de paz o de peligro. Aprendió a arrancarse con los dientes el hielo que se le acumulaba entre los dedos; y cuando tenía sed y el agua estaba cubierta de una gruesa capa de hielo, la rompía golpeándola con las agarrotadas patas delanteras. Su rasgo más sobresaliente era la habilidad de olisquear y prever, una noche antes, de dónde soplaría el viento. Aun cuando no hubiera siquiera una brisa en el momento en que cavaba su hoyo junto a un árbol o un terraplén, el viento que soplaba más tarde lo encontraba indefectiblemente a sotavento, cómodamente resguardado. ...

En la línea 308
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Al parecer, el rasgo más común de aquel mundo era el miedo. Observando al hombre dormido junto al fuego, con la cabeza entre las rodillas res guardada por las manos entrelazadas, Buck lo veía agitarse y despertar con frecuencia sobresaltado, lanzar una mirada temerosa a la oscuridad y entonces echar más leña a la hoguera. Si iban por la orilla de un mar, donde el hombre recogía moluscos y se los comía al momento, los dos lo hacían con la mirada alerta ante un peligro oculto, listos para correr como el viento al menor atisbo. Por el bosque avanzaban sin ruido, Buck pegado a los talones del hombre velludo, atentos y vigilantes los dos, tensas las orejas y temblorosas las aletas de la nariz, pues el oído y el olfato del hombre eran tan agudos como los de Buck. El hombre era capaz de trepar a los árboles y desplazarse con la misma rapidez que por el suelo, columpiándose de rama en rama, separadas a veces por más de tres metros, soltándose y volviéndose a agarrar, sin caer nunca ni errar jamás el asidero. En realidad parecía estar tan a sus anchas entre los árboles como en tierra, y a Buck le venían a la memoria noches de vigilia al pie de un árbol, donde, encaramado a una rama, dormía el hombre velludo. ...


El Español es una gran familia

Errores Ortográficos típicos con la palabra Peligro

Cómo se escribe peligro o peligrro?
Cómo se escribe peligro o pelijro?

Busca otras palabras en esta web

Palabras parecidas a peligro

La palabra caudal
La palabra poca
La palabra sino
La palabra convertirse
La palabra capaz
La palabra deber
La palabra mayores

Webs Amigas:

Becas de Ciclos Formativos en Aragón . Becas de Ciclos Formativos en Comunidad Foral de Navarra . Ciclos Fp de informática en Almería . - Hotel en Costa calida Juan Montiel