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La palabra contra
Cómo se escribe

la palabra contra

La palabra Contra ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
Memoria De Las Islas Filipinas. de Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
El Señor de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Niebla de Miguel De Unamuno
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
La llamada de la selva de Jack London
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece contra.

Estadisticas de la palabra contra

La palabra contra es una de las palabras más comunes del idioma Español, estando en la posición 105 según la RAE.

Contra es una palabra muy común y se encuentra en el Top 500 con una frecuencia media de 660.55 veces en cada obra en castellano

El puesto de esta palabra se basa en la frecuencia de aparición de la contra en 150 obras del castellano contandose 100403 apariciones en total.


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece contra

La palabra contra puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 79
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Levantábase a las tres, cargaba con los cestones de verduras cogidas por Toni al cerrar la noche anterior entre reniegos y votos contra una pícara vida en la que tanto hay que trabajar, y a tientas por los senderos, guiándose en la oscuridad como buena hija de la huerta, marchaba a Valencia, mientras su marido, aquel buen mozo que tan caro le costaba, seguía roncando dentro del caliente estudi, bien arrebujado en las mantas del camón matrimonial. ...

En la línea 147
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¿Qué vida le daba Pimentó? ¿Siempre tan borracho y huyendo del trabajo? Ella se lo había buscado, casándose contra los consejos de todo el mundo. ...

En la línea 232
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Hacía muchos años, muchos -en los tiempos que el tío Tomba, un anciano casi ciego que guardaba el pobre rebaño de un carnicero de Alboraya, iba por el mundo, en la partida del Fraile, disparando trabucazos contra franceses-, y estas tierras fueron de los religiosos de San Miguel de los Reyes, unos buenos señores, gordos, lustrosos, dicharacheros, que no mostraban gran prisa en el cobro de los arrendamientos, dándose por satisfechos con que por la tarde, al pasar por la barraca, los recibiera la abuela, que era entonces una real moza, obsequiándolos con hondas jícaras de chocolate y las primicias de los frutales. ...

En la línea 245
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Fué este empeño una lucha sorda, desesperada, tenaz, contra las necesidades de la vida y contra su propia debilidad. ...

En la línea 36
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Montenegro temía que su jefe supiera a aquellas horas dónde había pasado el domingo. Conocía las costumbres de la casa: el espionaje a que se dedicaban los empleados para ganarse el afecto de don Pablo. Varias veces notó que don Ramón, el jefe de la oficina y director de la publicidad, le miraba con cierto asombro. Debía estar enterado de la reunión; pero a éste no le tenía miedo. Conocía su pasado: su juventud, transcurrida en los bajos fondos del periodismo de Madrid, batallando contra todo lo existente, sin conquistar un mendrugo de pan para la vejez, hasta que, cansado de la lucha, acosado por el hambre, y bajo el pesimismo del fracaso y la miseria, se había refugiado en el escritorio de Dupont para redactar los anuncios originales y los pomposos catálogos que popularizaban los productos de la casa. Don Ramón, por sus anuncios y sus alardes de religiosidad, era la persona de confianza de Dupont el mayor; pero Montenegro no le temía, conociendo las creencias del pasado que aún perduraban en él. ...

En la línea 60
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Montenegro conocía las manías del viejo. No le presentaba una nota de embarque que no prorrumpiese en maldiciones contra la decadencia de los vinos de Jerez. ...

En la línea 137
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Y no creas, Fermín, que yo soy de los que me asusto por lo que ese Salvatierra y sus amigos llaman reivindicaciones sociales. Ya sabes que no riño por cuestiones de dinero. ¿Que piden los trabajadores unos céntimos más de jornal o un nuevo rato de descanso para echar otro cigarro? Pues si puedo, lo doy, ya que gracias al Señor, que tanto me protege, lo que menos me falta es dinero. Yo no soy como esos otros amos que viviendo en perpetuo ahogo regatean el sudor del pobre. ¡Caridad, mucha caridad! Que se vea que el cristianismo sirve de arreglo para todo... Pero lo que me revuelve la sangre es que se pretenda que todos seamos iguales, como si no existiesen jerarquías hasta en el cielo; que se hable de Justicia al pedir algo, como si favoreciendo yo a un pobre no hiciese más que lo que debo y mi sacrificio no significase una buena acción. Y, sobre todo, esa infernal manía de ir contra Dios, de quitar al pobre sus sentimientos religiosos, de hacer responsable a la Iglesia de todo lo malo que ocurre, y que no es más que obra del maldito liberalismo... ...

En la línea 138
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Don Pablo se indignaba al recordar la impiedad de la gente rebelde. En esto no transigía. Salvatierra y cuantos fuesen contra la religión le encontrarían enfrente. En su casa, todo menos eso. Aún temblaba de cólera recordando cómo despidió, dos semanas antes, a un tonelero, un mentecato adulterado por la lectura, al que había sorprendido haciendo alarde de incredulidad ante sus compañeros. ...

En la línea 27
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Los burgueses se armaban siempre contra los ladrones, contra los lobos, contra los lacayos, con frecuencia contra los señores y los hugonotes, algunas veces contra el rey, pero nunca contra el cardenal ni contra el Español. ...

En la línea 27
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Los burgueses se armaban siempre contra los ladrones, contra los lobos, contra los lacayos, con frecuencia contra los señores y los hugonotes, algunas veces contra el rey, pero nunca contra el cardenal ni contra el Español. ...

En la línea 27
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Los burgueses se armaban siempre contra los ladrones, contra los lobos, contra los lacayos, con frecuencia contra los señores y los hugonotes, algunas veces contra el rey, pero nunca contra el cardenal ni contra el Español. ...

En la línea 27
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Los burgueses se armaban siempre contra los ladrones, contra los lobos, contra los lacayos, con frecuencia contra los señores y los hugonotes, algunas veces contra el rey, pero nunca contra el cardenal ni contra el Español. ...

En la línea 139
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... a Que asi este gobierno militar, como el de las Islas Marianas, el de Zamboanga, y el de las Islas Batanes, deben ser para recompensar los servicios de los beneméritos militares que hayan servido en las Islas lo menos diez años, y con las demas calidades oportunas que se estimen, debiendo ser provistos por el gobierno, á propuesta del capitan jeneral de Filipinas cuando vaquen, pues deben ser empleos vitalicios, á menos que, dando causa y justificándose, mereciesen ser separados despues de juzgados; en cuyo caso, ademas de la privacion de empleo, sueldo y honores, sufririan las penas que hubiese lugar en derecho, y segun la gravedad de la causa porque se procediese contra ellos, juzgándolos segun las leyes. ...

En la línea 172
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Una prueba de esta verdad es el cúmulo de espedientes que siempre hay en el tribunal mayor de cuentas sobre procedimientos contra alcaldes mayores y correjidores, unos fallidos, y otros con grandes rezagos por lo que han administrado, y todos estos deudores al erario. ...

En la línea 176
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Pero es de advertir que no habiendo regla sin escepcion, nadie que haya sido alcalde ó correjidor en las provincias de Filipinas puede formar queja, porque nada se dice en particular contra los buenos alcaldes ó correjidores; los ha habido, los hay y los habrá muy buenos y laboriosos; pero tambien por el contrario los hubo y habrá malísimos, porque los hombres no son siempre unos, y tales cuales deberian ser para sí y sus semejantes: mas dejemos esta materia, de que ya se ha tratado y se ha vuelto á tocar aqui, porque los alcaldes y correjidores recaudan y administran parte de la hacienda nacional, y pasemos á tratar de los empleados, contribuciones y rentas. ...

En la línea 193
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... La causa principal que ha hecho casi necesaria é indispensable esa conmutacion, y que directamente obra desde luego en perjuicio del indio, y algo contra el tesoro público, es la falta de una moneda colonial y peculiar solo de Filipinas, como la tienen todas las demas posesiones europeas del Asia, de cuya necesidad, asi como de las ventajas de todas clases que traeria, se hablará en párrafo separado, segun merece. ...

En la línea 188
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Aunque movido por un fanatismo antipático, en favor de Borrow hablan su osadía personal, la consideración de que luchaba contra un poder omnímodo, irresponsable, y la de que, formalmente, pugnaba por un mínimo de hospitalidad y de libertad, sin las que los hombres en sociedad son como fieras; y eso está siempre bien, hágase como se haga. ...

En la línea 261
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Aunque ya no servía para blandir la espada con buen éxito contra los luteranos, podía ser útil para algo. ...

En la línea 359
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Aquel palacio gris presenció la reunión de las últimas Cortes celebradas por el rey-niño Sebastián antes de partir para su romántica expedición contra los moros, que tan bien supieron vengar en Alcazarquivir el agravio hecho a su fe y a su país. ...

En la línea 438
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... La corriente estaba en contra nuestra, pero el viento nos era favorable; emprendimos una carrera vertiginosa, y vi que nuestra única probabilidad de salvación estaba en doblar rápidamente el saliente de la margen del Tajo, donde comienza la ensenada o bahía en que se halla Aldea Gallega, porque entonces ya no tendríamos que luchar con las olas del río, encrespadas por el viento contrario. ...

En la línea 83
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y si la vuesa linda Dulcinea desaguisado contra vos comete, ni a vuesas cuitas muestra buen talante, en tal desmán, vueso conorte sea que Sancho Panza fue mal alcagüete, necio él, dura ella, y vos no amante. ...

En la línea 250
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Pero vosotros pagaréis la grande blasfemia que habéis dicho contra tamaña beldad como es la de mi señora. ...

En la línea 251
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y, en diciendo esto, arremetió con la lanza baja contra el que lo había dicho, con tanta furia y enojo que, si la buena suerte no hiciera que en la mitad del camino tropezara y cayera Rocinante, lo pasara mal el atrevido mercader. ...

En la línea 424
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... ¿No le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino molinos de viento, y no lo podía ignorar sino quien llevase otros tales en la cabeza? -Calla, amigo Sancho -respondió don Quijote-, que las cosas de la guerra, más que otras, están sujetas a continua mudanza; cuanto más, que yo pienso, y es así verdad, que aquel sabio Frestón que me robó el aposento y los libros ha vuelto estos gigantes en molinos por quitarme la gloria de su vencimiento: tal es la enemistad que me tiene; mas, al cabo al cabo, han de poder poco sus malas artes contra la bondad de mi espada. ...

En la línea 83
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Creyóse, me figuro, que estaba encolerizado y que iba a pegarle, pues inmediatamente bajó las manos y entornó los ojos, echándome una mirada temerosa. Nunca olvidaré los sentimientos de sorpresa, disgusto y vergüenza que se apoderaron de mí al ver a ese hombre asustado con la idea de parar un golpe que creía dirigido contra su cara. ...

En la línea 92
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Visité por vez primera el bosque donde se encuentran estas Planarias, en compañía de un anciano sacerdote portugués, que me llevó consigo de caza. Esta cacería consiste en azuzar a los perros dentro del bosque y esperar con paciencia para disparar contra todo animal que se presente. El hijo de un arrendador vecino, excelente muestra de un joven brasileño salvaje, nos acompañaba. Este joven llevaba pantalón y camisa andrajosos; iba con cabeza descubierta, armado con un fusil viejo y un cuchillo. ...

En la línea 95
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Ocupábame a menudo en estudiar las nubes que viniendo del mar iban a estrellarse, digámoslo así, contra la parte más alta del Corcovado. Como casi todas las montañas, cuando quedan así ocultas en parte por las nubes, el Corcovado parece elevarse a una altura mucho mayor de la que tiene en realidad, o sea de 2.300 pies (690 metros). Mister Daniell, en sus ensayos meteorológicos, ha hecho observar que una nube aparece algunas veces fija en la cima de una montaña, mientras el viento sigue soplando. El mismo fenómeno se presentaba aquí bajo un aspecto un poco diferente. En efecto, veíase la nube encorvarse y pasar con rapidez por encima de la cúspide, sin que la parte fija en la falda de la montaña pareciese aumentar ni disminuir. Poníase el sol, y una suave brisa del sur que iba a dar contra el lado meridional de la roca, volvía a levantarse para ir a confundirse con la corriente superior de aire frío conforme se condensaban los vapores; pero a medida que las nubes ligeras habían pasado sobre la cima y se encontraban sometidas a la influencia de la atmósfera más cálida y septentrional, inmediatamente se disolvían. ...

En la línea 95
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Ocupábame a menudo en estudiar las nubes que viniendo del mar iban a estrellarse, digámoslo así, contra la parte más alta del Corcovado. Como casi todas las montañas, cuando quedan así ocultas en parte por las nubes, el Corcovado parece elevarse a una altura mucho mayor de la que tiene en realidad, o sea de 2.300 pies (690 metros). Mister Daniell, en sus ensayos meteorológicos, ha hecho observar que una nube aparece algunas veces fija en la cima de una montaña, mientras el viento sigue soplando. El mismo fenómeno se presentaba aquí bajo un aspecto un poco diferente. En efecto, veíase la nube encorvarse y pasar con rapidez por encima de la cúspide, sin que la parte fija en la falda de la montaña pareciese aumentar ni disminuir. Poníase el sol, y una suave brisa del sur que iba a dar contra el lado meridional de la roca, volvía a levantarse para ir a confundirse con la corriente superior de aire frío conforme se condensaban los vapores; pero a medida que las nubes ligeras habían pasado sobre la cima y se encontraban sometidas a la influencia de la atmósfera más cálida y septentrional, inmediatamente se disolvían. ...

En la línea 498
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Aquella coraza estaba apretada contra algún armazón (no podía ser menos) que figuraba formas de una mujer exageradamente dotada por la naturaleza de los atributos de su sexo. ...

En la línea 607
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Díganme, si no, ¿de dónde se sacan que puede ser buena crianza el coger a una señorita por la cintura y apretarla contra el pecho? Creía que se bailaba en los salones la polka íntima que él, años atrás, había visto bailar en Madrid, con ocasión de cierto viaje curioso. ...

En la línea 977
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Después, casi siempre, había tenido grandes contrariedades en la vida, pero ya despreciaba su memoria; una porción de necios se habían conjurado contra ella; todo aquello le repugnaba recordarlo; pero su pena de niña, la injusticia de acostarla sin sueño, sin cuentos, sin caricias, sin luz, la sublevaba todavía y le inspiraba una dulcísima lástima de sí misma. ...

En la línea 979
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Nunca habían oprimido su cabeza de niña contra un seno blando y caliente; y ella, la chiquilla, buscaba algo parecido donde quiera. ...

En la línea 79
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Al pisotear a los sentidos rebeldes, al encadenarlos con crueldad refinada, les guardaba rencor inextinguible por la traición que le hacían; la venganza del castigo no le apagaba la ira contra la carne. ...

En la línea 152
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Más irritada cada vez la conciencia de la justicia en él, se revolvía contra aquella torpeza para entenderla. ...

En la línea 256
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Juan de Dios comprendió que se trataba de cristianas verdaderas, y se puso a administrar el último sacramento sin preparativos contra la aprensión y el miedo; nada tenía que ver aquello con la muerte, sino con la vida eterna. ...

En la línea 275
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Mientras se afanaba, el rostro contra la tierra, secando la losa, sus lágrimas corrían y caían, mezclándose con el óleo derramado. ...

En la línea 56
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Las mayores contrariedades sufridas por Borja en su vida actual procedían de aquel mundo algo híbrido, pero siempre elegante, que se reunía durante el invierno en la Costa Azul. Se había agregado a él contra su voluntad, arrastrado por las costumbres y aficiones de Rosaura, dejándose presentar a personas que no le interesaban, pero con las cuales debía mantener conversación en loa tes danzantes, en los salones del Sporting Club de Montecarlo, en las fiestas de caridad, en los conciertos clásicos. ...

En la línea 176
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Otro humanista todavía más escéptico, Becadelli, el autor de El hermafrodita, se unía a Valla, defendiendo ambos el deleite sensual como soberano bien, y declarando la virginidad voluntaria como un vicio del cristianismo, un crimen contra la benigna Naturaleza. Presentaban los amores de los dioses paganos como regla de vida. Todos los seres del Olimpo, exceptuando a. Minerva, habían conocido el ayuntamiento carnal, y Júpiter, en cuanto dependió de él, no pudo consentir jamás cerca de su persona ninguna virginidad. ...

En la línea 181
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Los miembros del clero vivían en concubinaje público, y cuando no tenían una mujer o varias al lado de ellos, sus costumbres resultaban aún más abominables. Los Manfredis, en Paenza; los Malatestas, en Rímini; los Baglionis, en Perusa; los Pandolfos Petrucis, en Siena; los Sforzas, en Milán; los Estes, en Ferrara; los Aragonés, en Nápoles, y otras familias reinantes menos poderosas, exhibían, sin rubor alguno, sus vicios y sus incestos, y nadie protestaba contra tal desvergüenza, a excepción del austero Savonarola. ...

En la línea 193
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El fervor exagerado por la antigüedad añadía a esta depravación de las costumbres italianas los amores contra natura, designados por todos con el nombre de vicio griego. Muchos humanistas hacían gala en público del más aborrecible defecto del paganismo, y grandes personajes de la época participaban en secreto de sus aficiones. Unos se dedicaban exclusivamente, por fanatismo clásico, al amor homosexual ; los más eran ambidextros, practicando a un mismo tiempo los dos comercios camales. ...

En la línea 26
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Un día, Gillespie, con un esfuerzo supremo de su voluntad y más conmovido que cuando avanzaba en Francia contra las trincheras alemanas, visitó a la majestuosa viuda para manifestarle que Margaret y el se amaban y que solicitaba su mano. ...

En la línea 34
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Miss Haynes era una buena hija y no se declararía nunca en rebelión contra su madre. Pero como en sus afectos solo podía mandar ella, juró a Edwin que le esperaría un año, dos, tres, todos los que fuesen necesarios, hasta que el encontrase una situación verdaderamente lucrativa o un medio indiscutible de hacer fortuna. Con esto era seguro que la madre cejaría en su resistencia. ...

En la línea 48
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Pero esta lectura, empezada contra su voluntad, fue interrumpida violentamente. ...

En la línea 92
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Quiso volver atrás, convencido de la inutilidad de su exploración. Prefería pasar la noche en el bote, por ofrecerle mayores comodidades para su sueno que esta tierra desconocida. Pero al poco tiempo de marchar en varias direcciones se dio cuenta de que estaba completamente desorientado. Aquel mar tranquilo como una laguna, sin rompientes y sin olas, no podía guiarle con el ruido de sus aguas al chocar contra la orilla. ...

En la línea 18
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Mira, mujer, para que los jóvenes adquieran energía contra el vicio, es preciso que lo conozcan, que lo caten, sí, hija, que lo caten. No hay peor situación para un hombre que pasarse la mitad de la vida rabiando por probarlo y no pudiendo conseguirlo, ya por timidez, ya por esclavitud. No hay muchos casos como yo, bien lo sabes; ni de estos tipos que jamás, ni antes ni después de casados, tuvieron trapicheos, entran muchos en libra. Cada cual en su época. Juanito, en la suya, no puede ser mejor de lo que es, y si te empeñas en hacer de él un anacronismo o una rareza, un non como su padre, puede que lo eches a perder. ...

En la línea 29
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... La casa del gordo Arnaiz era relativamente moderna. Se había hecho pañero porque tuvo que quedarse con las existencias de Albert, para indemnizarse de un préstamo que le hiciera en 1843. Trabajaba exclusivamente en género extranjero; pero cuando Santa Cruz hizo su traspaso a los Chicos, también Arnaiz se inclinaba a hacer lo mismo, porque estaba ya muy rico, muy obeso, bastante viejo y no quería trabajar. Daba y tomaba letras sobre Londres y representaba a dos Compañías de seguros. Con esto tenía lo bastante para no aburrirse. Era hombre que cuando se ponía a toser hacía temblar el edificio donde estaba; excelente persona, librecambista rabioso, anglómano y solterón. Entre las casas de Santa Cruz y Arnaiz no hubo nunca rivalidades; antes bien, se ayudaban cuanto podían. El gordo y D. Baldomero tratáronse siempre como hermanos en la vida social y como compañeros queridísimos en la comercial, salvo alguna discusión demasiado agria sobre temas arancelarios, porque Arnaiz había hecho la gracia de leer a Bastiat y concurría a los meetings de la Bolsa, no precisamente para oír y callar, sino para echar discursos que casi siempre acababan en sofocante tos. Trinaba contra todo arancel que no significara un simple recurso fiscal, mientras que D. Baldomero, que en todo era templado, pretendía que se conciliasen los intereses del comercio con los de la industria española. «Si esos catalanes no fabrican más que adefesios —decía Arnaiz entre tos y tos—, y reparten dividendos de sesenta por ciento a los accionistas… ». ...

En la línea 73
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Adivinaba el fenómeno comercial, sin acertar a darle nombre, y en vez de echar maldiciones contra los ingleses, como hacía su marido, se dio a discurrir el mejor remedio. ¿Qué corrientes seguirían? La más marcada era la de las novedades, la de la influencia de la fabricación francesa y belga, en virtud de aquella ley de los grises del Norte, invadiendo, conquistando y anulando nuestro ser colorista y romancesco. El vestir se anticipaba al pensar y cuando aún los versos no habían sido desterrados por la prosa, ya la lana había hecho trizas a la seda. ...

En la línea 81
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... He dicho que eran nueve. Falta consignar que de estas nueve cifras, siete correspondían al sexo femenino. ¡Vaya una plaga que le había caído al bueno de Gumersindo! ¿Qué hacer con siete chiquillas? Para guardarlas cuando fueran mujeres, se necesitaba un cuerpo de ejército. ¿Y cómo casarlas bien a todas? ¿De dónde iban a salir siete maridos buenos? Gumersindo, siempre que de esto se le hablaba, echábalo a broma, confiando en la buena mano que tenía su mujer para todo. «Verán—decía—, cómo saca ella de debajo de las piedras siete yernos de primera». Pero la fecunda esposa no las tenía todas consigo. Siempre que pensaba en el porvenir de sus hijas se ponía triste; y sentía como remordimientos de haber dado a su marido una familia que era un problema económico. Cuando hablaba de esto con su cuñada Barbarita, lamentábase de parir hembras como de una responsabilidad. Durante su campaña prolífica, desde el 38 al 60, acontecía que a los cuatro o cinco meses de haber dado a luz, ya estaba otra vez en cinta. Barbarita no se tomaba el trabajo de preguntárselo, y lo daba por hecho. «Ahora—le decía—, vas a tener un muchacho». Y la otra, enojada, echando pestes contra su fecundidad, respondía: «Varón o hembra, estos regalos debieran ser para ti. A ti debiera Dios darte un canario de alcoba todos los años». ...

En la línea 27
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Todo en su mente abrió paso al instante a un deseo, el de acercarse al príncipe y echarle una mirada larga y devoradora. Antes de darse cuenta ya estaba con la cara pegada a las barras de la verja. Al momento, uno de los soldados lo arrancó violentamente de allí y lo mandó dando vueltas contra la muchedumbre de campesinos boquiabiertos y de londinenses ociosas. El soldado dijo: ...

En la línea 98
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Después de horas de constante acoso y persecución, el pequeño príncipe fue al fin abandonado por la chusma y quedó solo. Mientras había podido bramar contra el populacho, y amenazarlo regiamente, y proferir mandatos que eran materia de risa fue muy entretenido pero cuando la fatiga lo obligó finalmente al silencio, ya no les sirvió a sus atormentadores, que buscaron diversión en otra parte. Ahora miró a su alrededor, mas no pudo reconocer el lugar. Estaba en la ciudad de Londres: eso era todo lo que sabía. Se puso en marcha, a la ventura, y al poco rato las casas se estrecharon y los transeúntes fueron menos frecuentes. Bañó sus pies ensangrentados en el arroyo que corría entonces adonde hoy está la calle Farrington; descansó breves momentos, continuó su camino y pronto llegó a un gran espacio abierto con sólo unas cuantas casas dispersas y una iglesia maravillosa. Reconoció esta iglesia. Había andamios por doquier, y enjambres de obreros, porque estaba siendo sometida a elaboradas reparaciones. El príncipe se animó de inmediato, sintió que sus problemas tocaban a su fin. Se dijo: 'Es la antigua iglesia de los frailes franciscanos, que el rey mi padre quitó a los frailes y ha donado como asilo perpetuo de niños pobres y desamparados, rebautizada con el nombre de Iglesia de Cristo. De buen grado servirán al hijo de aquel que tan generoso ha sido para ellos, tanto más cuanto que ese hijo es tan pobre y tan abandonado como cualquiera que se ampare aquí hoy y siempre. ...

En la línea 153
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Con ayuda ajena se puso. Tom en pie y se acercó humilde y tembloroso a la Majestad de Inglaterra. El rey, cogió entre sus manos el rostro asustado y lo contempló un rato, con ahínco y amorosamente, como buscando en él algún agradable signo de que le volvía la razón; después estrechó la rizada cabeza contra su pecho y la acarició tiernamente. Por fin dijo: ...

En la línea 181
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¡Escuchad todos! Este hijo mío está loco, pero no es incurable. El excesivo estudio lo ha cansado, y tal vez el excesivo encierro. ¡Adiós a los libros y a los maestros!, cuidad todos de ello. Divertidle con juegos, recreadle sanamente, para que recupere la salud. –Irguióse más aún, y prosiguió enérgicamente–: Está loco, pero es mi hijo y el heredero de Inglaterra, y, ¡loco o cuerdo, reinará! Y escuchad más aún y proclamadlo: el que hable de esta su destemplanza, atenta contra la paz y el orden de estos reinos y será condenado a galeras. Dadme de beber, que me abraso. Este pesar socava mis fuerzas… Basta; llevaos la copa. Sostenedme. Así; está bien. ¿Loco, decís? Aunque fuera mil veces loco, es aún el Príncipe de Gales, y yo el rey lo confirmaré. Esta misma mañana será instalado en su dignidad de príncipe en forma cumplida. Dad al instante las órdenes oportunas, milord Hertford. ...

En la línea 730
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Esa mujer, Rosario, no me quiere… no me quiere… no me quiere… Pero ella me ha enseñado que hay otras mujeres, por ella he sabido que hay otras mujeres… y alguna podrá quererme… ¿Me querrás tú, Rosario, dime, me querrás tú? –y la apretaba como loco contra su pecho. ...

En la línea 1180
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Abalanzóse Augusto a la chica, que se había ya puesto en pie, la cogió, la apretó contra su pecho, juntó sus labios secos a los labios de ella y así, sin besarla, se estuvo un rato apretando boca a boca mientras sacudía su cabeza. Y luego soltándola: ¡anda, vete! ...

En la línea 1194
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Sí, de ella. Yo no sé qué ha podido ocurrirle con el novio, pero no quiere oír hablar de él, está contra él furiosa, y el otro día, al volver a casa, se encerró en su cuarto y se negó a cenar. Tenía los ojos encendidos de haber llorado, pero con esas lágrimas que escaldan, ¿sabe usted?, las de rabia… ...

En la línea 1289
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Y le echó el brazo al cuello, la atrajo a sí y la apretó contra su seno. Y ella tranquilamente se quitó el sombrero. ...

En la línea 32
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Pues que se atrevan a levantar un dedo contra mi isla de Mompracem! ¡Que prueben a desafiar a los piratas en su propia madriguera! El Tigre los destruirá y beberá su sangre. Dime, ¿qué dicen de mí? ...

En la línea 36
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Es verdad, pero ¿de quién ha sido la culpa? ¿Es que los hombres de raza blanca han sido menos inexorables conmigo? ¿No me destronaron con el pretexto de que me hacía poderoso y temible? ¿No asesinaron a mi madre, a mis hermanos y a mis hermanas? ¿Qué daño les había causado yo? ¡Los blancos no tenían queja alguna contra mí! ¡Ahora los odio, sean españoles, holandeses, ingleses o portugueses, tus compatriotas, y me vengaré de ellos de un modo terrible! Así lo juré sobre los cadáveres de mi familia y mantendré mi juramento. Sí, he sido despiadado con mis enemigos. Sin embargo, alguna voz se levantará para decir que también he sido generoso. ...

En la línea 37
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —No una, sino cientos; con los débiles has sido quizás demasiado generoso —dijo Yáñez—. Lo dirán las mujeres que han caído en tu poder y a quienes, a riesgo de que echaran a pique tu barco, llevaste a los puertos de los hombres blancos. Lo dirán las débiles tribus que defendiste contra los fuertes; los pobres marineros náufragos a quienes salvaste de las olas y colmaste de regalos, y miles de otros que no olvidarán nunca tus beneficios, Sandokán. Pero, ¿qué quieres decir con todo esto? ...

En la línea 47
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Sí, pero nuevos enemigos se arrojarán contra ti. Caerán muchos leones ingleses, pero también morirá el Tigre. ...

En la línea 55
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Pero como suele ocurrir, bastó que se hubiera tomado la decisión de perseguir al monstruo para que éste no reapareciera más. Nadie volvió a oír hablar de él durante dos meses. Ningún barco se lo encontró en su derrotero. Se hubiera dicho que el unicornio conocía la conspiración que se estaba tramando contra él ¡Se había hablado tanto de él y hasta por el cable transatlántico! Los bromistas pretendían que el astuto monstruo había interceptado al paso algún telegrama a él referido y que obraba en consecuencia. ...

En la línea 109
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... El Abraham Lincoln había sido muy acertadamente elegido y equipado para su nuevo cometido. Era una fragata muy rápida, provista de aparatos de caldeamiento que permitían elevar a siete atmósferas la presión del vapor. Con tal presión, el Abraham Lincoln podía alcanzar una velocidad media de dieciocho millas y tres décimas por hora, velocidad considerable, pero insuficiente, sin embargo, para luchar contra el gigantesco cetáceo. ...

En la línea 169
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Como usted dice, Ned. Piense ahora en los desastres que puede producir una masa semejante lanzada con la velocidad de un expreso contra el casco de un buque. ...

En la línea 193
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... No sabía yo qué responder a tal argumentación. Era evidente que íbamos a ciegas. Pero ¿cómo podríamos proceder de otro modo? Cierto que nuestras probabilidades eran muy limitadas. Pese a todo, nadie a bordo dudaba todavía del éxito, y no había un marinero dispuesto a apostar contra la próxima aparición del narval. ...

En la línea 81
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Mientras tanto, mi hermana, que se había encolerizado ya, se dirigió a Joe y, agarrándole por las dos patillas, le golpeó la cabeza contra la pared varias veces, en tanto que yo, sentado en un rincón, miraba muy asustado. ...

En la línea 90
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... La conciencia es una cosa espantosa cuando acusa a un hombre; pero cuando se trata de un muchacho y, además de la pesadumbre secreta de la culpa, hay otro peso secreto a lo largo de la pernera del pantalón, es, según puedo atestiguar, un gran castigo. El conocimiento pecaminoso de que iba a robar a la señora Joe - desde luego, jamás pensé en que iba a robar a Joe, porque nunca creía que le perteneciese nada de lo que había en la casa -, unido a la necesidad de sostener con una mano el pan con manteca mientras estaba sentado o cuando me mandaban que fuera a uno a otro lado de la cocina a ejecutar una pequeña orden, me quitaba la tranquilidad. Luego, cuando los vientos del marjal hicieron resplandecer el fuego, creí oír fuera de la casa la voz del hombre con el hierro en la pierna que me hiciera jurar el secreto, declarando que no podía ni quería morirse de hambre hasta la mañana, sino que deseaba comer en seguida. También pensaba, a veces, que aquel joven a quien con tanta dificultad contuvo su compañero para que no se arrojara contra mí, tal vez cedería a una impaciencia de su propia constitución o se equivocaría de hora, creyéndose ya con derecho a mi corazón y a mi hígado aquella misma noche, en vez de esperar a la mañana siguiente. Y si alguna vez el terror ha hecho erizar a alguien el cabello, esta persona debía de ser yo aquella noche. Pero tal vez nunca se erizó el cabello de nadie. ...

En la línea 121
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Más espesa fue la niebla todavía cuando salí de los marjales, hasta el punto de que, en vez de acercarme corriendo a alguna cosa, parecía que ésta echara a correr hacia mí. Ello era muy desagradable para una mente pecadora. Las puertas, las represas y las orillas se arrojaban violentamente contra mí a través de la niebla, como si quisieran exclamar con la mayor claridad: «¡Un muchacho que ha robado un pastel de cerdo! ¡Detenedle!» Las reses se me aparecían repentinamente, mirándome con asombrados ojos, y por el vapor que exhalaban sus narices parecían exclamar: «¡Eh, ladronzuelo!» Un buey negro con una mancha blanca en el cuello, que a mi temerosa conciencia le pareció que tenía cierto aspecto clerical, me miró con tanta obstinación en sus ojos y movió su maciza cabeza de un modo tan acusador cuando yo lo rodeaba, que no pude menos que murmurar: «No he tenido más remedio, señor. No lo he robado para mí.» Entonces él dobló la cabeza, resopló despidiendo una columna de humo por la nariz y se desvaneció dando una coz con las patas traseras y agitando el rabo. ...

En la línea 178
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Por eso nos sirvió nuestras rebanadas de pan como si fuésemos dos mil hombres de tropa en una marcha forzada, en vez de un hombre y un chiquillo en la casa; y tomamos algunos tragos de leche y de agua, aunque con muy mala cara, de un jarrito que había en el aparador. Mientras tanto, la señora Joe puso cortinas limpias y blancas, clavó un volante de flores en la chimenea para reemplazar el viejo y quitó las fundas de todos los objetos de la sala, que jamás estaban descubiertos a excepción de aquel día, pues se pasaban el año ocultos en sus forros, los cuales no se limitaban a las sillas, sino que se extendían a los demás objetos, que solían estar cubiertos de papel de plata, incluso los cuatro perritos de lanas blancos que había sobre la chimenea, todos con la nariz negra y una cesta de flores en la boca, formando parejas. La señora Joe era un ama de casa muy limpia, pero tenía el arte exquisito de hacer su limpieza más desagradable y más incómoda que la misma suciedad. La limpieza es lo que está más cerca de la divinidad, y mucha gente hace lo mismo con respecto a su religión. Como mi hermana tenia mucho trabajo, se hacía representar para ir a la iglesia, es decir, que en su lugar íbamos Joe y yo. En su traje de trabajo, Joe tenía completo aspecto de herrero, pero en el traje del día de fiesta parecía más bien un espantajo en traje de ceremonias. Nada de lo que entonces llevaba le caía bien o parecía pertenecerle, y todo le rozaba y le molestaba en gran manera. En aquel día de fiesta salió de su habitación cuando ya repicaban alegremente las campanas, pero su aspecto era el de un desgraciado penitente en traje dominguero. En cuanto a mí, creo que mi hermana tenía la idea general de que yo era un joven criminal, a quien un policía comadrón cogió el día de mi nacimiento para entregarme a ella, a fin de que me castigasen de acuerdo con la ultrajada majestad de la ley. Siempre me trataron como si yo hubiese porfiado para nacer a pesar de los dictados de la razón, de la religión y de la moralidad y contra los argumentos que me hubieran presentado, para disuadirme, mis mejores amigos. E, incluso, cuando me llevaron al sastre para que me hiciese un traje nuevo, sin duda recibió orden de hacerlo de acuerdo con el modelo de algún reformatorio y, desde luego, de manera que no me permitiese el libre uso de mis miembros. ...

En la línea 155
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Al fin su frente fue a dar contra el entarimado. La niña que dormía en el suelo se despertó y rompió a llorar. El niño, de pie en su rincón, no pudo soportar la escena: de nuevo empezó a temblar, a gritar, y se arrojó en brazos de su hermana, convulso y aterrado. La niña mayor temblaba como una hoja. ...

En la línea 216
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Desde que se supo todo esto, fuimos el tema preferido por los murmuradores de la ciudad, y la cosa duró un mes entero. No nos atrevíamos ni siquiera a ir a cumplir con nuestros deberes religiosos, pues nuestra presencia era acogida con cuchicheos, miradas desdeñosas e incluso comentarios en voz alta. Nuestros amigos se apartaron de nosotras, nadie nos saludaba, e incluso sé de buena tinta que un grupo de empleadillos proyectaba contra nosotras la mayor afrenta: embadurnar con brea la puerta de nuestra casa. Por cierto que el casero nos había exigido que la desalojáramos. ...

En la línea 235
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »¡Qué feliz seré cuando pueda estrecharte contra mi corazón! Dunia está loca de alegría ante la idea de volver a verte. Me ha dicho (en broma, claro es) que esto habría sido motivo suficiente para decidirla a casarse con Piotr Petrovitch. Es un ángel. ...

En la línea 262
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Dirigió una rápida mirada en torno de él como si buscase algo. Experimentaba la necesidad de sentarse. Su vista erraba en busca de un banco. Estaba en aquel momento en el bulevar K***, y el banco se ofreció a sus ojos, a unos cien pasos de distancia. Aceleró el paso cuanto le fue posible, pero por el camino le ocurrió una pequeña aventura que absorbió su atención durante unos minutos. Estaba mirando el banco desde lejos, cuando advirtió que a unos veinte pasos delante de él había una mujer a la que empezó por no prestar más atención que a todas las demás cosas que había visto hasta aquel momento en su camino. ¡Cuántas veces entraba en su casa sin acordarse ni siquiera de las calles que había recorrido! Incluso se había acostumbrado a ir por la calle sin ver nada. Pero en aquella mujer había algo extraño que sorprendía desde el primer momento, y poco a poco se fue captando la atención de Raskolnikof. Al principio, esto ocurrió contra su voluntad e incluso le puso de mal humor, pero en seguida la impresión que le había dominado empezó a cobrar una fuerza creciente. De súbito le acometió el deseo de descubrir lo que hacia tan extraña a aquella mujer. ...

En la línea 42
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Los franceses mismos incluso me dejaron relatar que hace unos dos años vi un individuo contra el cual, en 1812, había disparado un soldado francés por el simple placer de descargar su fusil. Era entonces aquel individuo un muchacho de diez años, cuya familia no había tenido tiempo de abandonar Moscú. ...

En la línea 210
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —La capacidad alemana de enriquecerse. Estoy aquí desde hace poco tiempo y, sin embargo, las observaciones que he tenido tiempo de hacer sublevan mi naturaleza tártara. ¡Vaya qué virtudes! Ayer recorrí unos diez kilómetros por las cercanías. Pues bien, es exactamente lo mismo que en los libros de moral, que en esos pequeños libros alemanes ilustrados; todas las casas tienen aquí su papá, su Vater, extraordinariamente virtuoso y honrado. De una honradez tal que uno no se atreve a dirigirse a ellos. Por la noche toda la familia lee obras instructivas. En torno de la casita se oye soplar el viento sobre los olmos y los castaños. El sol poniente dora el tejado donde se posa la cigüeña, espectáculo sumamente poético y conmovedor. Recuerdo que mi difunto padre nos leía por la noche, a mi madre y a mi, libros semejantes, también bajo los tilos de nuestro jardín… Puedo juzgar con conocimiento de causa. Pues bien, aquí cada familia se halla en la servidumbre, ciegamente sometida al Vater. Cuando el Vater ha reunido cierta suma, manifiesta la intención de transmitir a su hijo mayor su oficio o sus tierras. Con esa intención se le niega la dote a una hija que se condena al celibato. El hijo menor se ve obligado a buscar un empleo o a trabajar a destajo y sus ganancias van a engrosar el capital paterno. Sí, esto se practica aquí, estoy bien informado. Todo ello no tiene otro móvil que la honradez, una honradez llevada al último extremo, y el hijo menor se imagina que es por honradez por lo que se le explota. ¿No es esto un ideal, cuando la misma víctima se regocija de ser llevado al sacrificio? ¿Y después?, me preguntaréis. El hijo mayor no es más feliz. Tiene en alguna parte una Amalchen, la elegida de su corazón, pero no puede casarse con ella por hacerle falta una determinada suma de dinero. Ellos también esperan por no faltar a la virtud y van al sacrificio sonriendo. Las mejillas de Amalchen se ajan, la pobre muchacha se marchita. Finalmente, al cabo de veinte años, la fortuna se ha aumentado, los florines han sido honrada y virtuosamente adquiridos. Entonces el Vater bendice la unión de su hijo mayor de cuarenta años con Amalchen, joven muchacha de treinta y cinco años, con el pecho hundido y la nariz colorada… Con esta ocasión vierte lágrimas, predica la moral y exhala acaso el último suspiro. El hijo mayor se convierte a su vez en un virtuoso Vater y vuelta a empezar. Dentro de cincuenta o sesenta años el nieto del primer Vater realizará ya un gran capital y lo transmitirá a su hijo; éste al suyo y después de cinco o seis generaciones, aparece, en fin, el barón de Rothschild en persona, Hope y Compañía o sabe Dios quién… ¿No es ciertamente un espectáculo grandioso? He aquí el coronamiento de uno o dos siglos de trabajo, de perseverancia, de honradez, he aquí a dónde lleva la firmeza de carácter, la economía, la cigüeña sobre el tejado. ¿Qué más podéis pedir? Ya más alto que esto no hay nada, y esos ejemplos de virtud juzgan al mundo entero lanzando el anatema contra aquellos que no los siguen. Pues bien, prefiero más divertirme a la rusa o enriquecerme en la ruleta. No deseo ser Hope y Compañía… al cabo de cinco generaciones. ...

En la línea 461
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Basta —dije, levantándome—. Ahora veo que la señorita Paulina se halla también enterada de lo que se refiere a la señorita Blanche, pero no pudiendo romper con su francés consiente en pasearse con esa persona. Esto me parece tan claro como la luz del día. Esté seguro de que ninguna otra influencia ha podido obligarla a acompañar a la señorita Blanche y a suplicarme por carta que no haga nada respecto al barón. ¡Y sin embargo, es ella quien me lanzó contra el barón! ¡Procure comprender este enredo! ...

En la línea 643
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Aunque haya sillas dispuestas alrededor de la mesa, pocos de los puntos las aprovechaban, sobre todo cuando hay mucho público, porque una persona en pie ocupa mucho menos sitio y puede operar más cómodamente. Las gentes de la segunda y tercera filas se apretujan contra los de la primera, esperan su turno y vigilan una ocasión para instalarse ante la mesa. Pero, en su impaciencia, algunos avanzan la mano para colocar sus apuestas. Hasta los más alejados de la mesa procuran jugar por encima de las cabezas de los demás, y ocurre que, debido a ello, cada cinco o diez minutos se originan dudas acerca de quiénes han hecho las posturas. ...

En la línea 251
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Sí -replicó el obispo-, salís de un lugar de tristeza. Pero sabed que hay más alegría en el cielo por las lágrimas de un pecador arrepentido, que por la blanca vestidura de cien justos. Si salís de ese lugar de dolores con pensamientos de odio y de cólera contra los hombres, seréis digno de lástima; pero si salís con pensamientos de caridad, de dulzura y de paz, valdréis más que todos nosotros. ...

En la línea 297
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Después se preguntó si era el único que había obrado mal en tal fatal historia; si no era una cosa grave que él, trabajador, careciese de trabajo; que él, laborioso, careciese de pan; si, después de cometida y confesada la falta, el castigo no había sido feroz y extremado; si no había más abuso por parte de la ley en la pena que por parte del culpado en la culpa; si el recargo de la pena no era el olvido del delito, y no producía por resultado el cambio completo de la situación, reemplazando la falta del delincuente con el exceso de la represión, transformando al culpado en víctima, y al deudor en acreedor, poniendo definitivamente el derecho de parte del mismo que lo había violado; si esta pena, complicada por recargos sucesivos por las tentativas de evasión, no concluía por ser una especie de atentado del fuerte contra el débil, un crimen de la sociedad contra el individuo; un crimen que empezaba todos los días; un crimen que se cometía continuamente por espacio de diecinueve años. ...

En la línea 297
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Después se preguntó si era el único que había obrado mal en tal fatal historia; si no era una cosa grave que él, trabajador, careciese de trabajo; que él, laborioso, careciese de pan; si, después de cometida y confesada la falta, el castigo no había sido feroz y extremado; si no había más abuso por parte de la ley en la pena que por parte del culpado en la culpa; si el recargo de la pena no era el olvido del delito, y no producía por resultado el cambio completo de la situación, reemplazando la falta del delincuente con el exceso de la represión, transformando al culpado en víctima, y al deudor en acreedor, poniendo definitivamente el derecho de parte del mismo que lo había violado; si esta pena, complicada por recargos sucesivos por las tentativas de evasión, no concluía por ser una especie de atentado del fuerte contra el débil, un crimen de la sociedad contra el individuo; un crimen que empezaba todos los días; un crimen que se cometía continuamente por espacio de diecinueve años. ...

En la línea 429
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Lo turbaba una multitud de sensaciones nuevas. Sentía cólera, y no sabía contra quién. ...

En la línea 27
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Cuatro hombres transportaron con cautela el cajón en un carromato hasta el interior de un pequeño patio trasero rodeado por un muro. Un tipo fornido; con un jersey rojo de cuello desbocado, salió a firmar el recibo del conductor. Aquel hombre, presintió Buck, era el siguiente torturador. Y se lanzó salvajemente contra las tablas. El hombre sonrió con crueldad y trajo un hacha y un garrote. ...

En la línea 33
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Y Buck era verdaderamente un demonio que lanzaba fuego por los ojos en el momento de disponerse a saltar con los pelos erizados, la boca en vuelta en espuma y un brillo enloquecido en los ojos inyectados en sangre. Directamente contra el hombre lanzó sus sesenta kilos de furia, acrecentados por la pasión contenida de dos días y dos noches. Pero ya lanzado, en el momento mismo en que sus quijadas estaban por cerrarse sobre la presa, recibió un impacto que detuvo su cuerpo y le hizo juntar los dientes con un doloroso golpe seco. Tras una voltereta en el aire, se dio con el lomo y el costado contra el suelo. Como nunca en su vida le habían golpeado con un garrote, se quedó pasmado. Soltando un gruñido que tenía más de queja que de ladrido, se puso en pie y volvió a arremeter. Y nuevamente recibió un golpe y cayó al suelo anonadado. Esta vez comprendió que había sido el garrote, pero su exaltación no admitía la cautela. Una docena de veces volvió a acometer y con igual frecuencia el garrote frustró la embestida y acabó con él en el suelo. ...

En la línea 33
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Y Buck era verdaderamente un demonio que lanzaba fuego por los ojos en el momento de disponerse a saltar con los pelos erizados, la boca en vuelta en espuma y un brillo enloquecido en los ojos inyectados en sangre. Directamente contra el hombre lanzó sus sesenta kilos de furia, acrecentados por la pasión contenida de dos días y dos noches. Pero ya lanzado, en el momento mismo en que sus quijadas estaban por cerrarse sobre la presa, recibió un impacto que detuvo su cuerpo y le hizo juntar los dientes con un doloroso golpe seco. Tras una voltereta en el aire, se dio con el lomo y el costado contra el suelo. Como nunca en su vida le habían golpeado con un garrote, se quedó pasmado. Soltando un gruñido que tenía más de queja que de ladrido, se puso en pie y volvió a arremeter. Y nuevamente recibió un golpe y cayó al suelo anonadado. Esta vez comprendió que había sido el garrote, pero su exaltación no admitía la cautela. Una docena de veces volvió a acometer y con igual frecuencia el garrote frustró la embestida y acabó con él en el suelo. ...

En la línea 34
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Después de un golpe especialmente feroz, sus patas vacilaron y quedó demasiado aturdido para atacar. Se tambaleó sin fuerzas, con sangre manándole de la nariz, la boca y las orejas, con el hermoso pelaje salpicado y con manchas de saliva ensangrentada. Entonces el hombre avanzó y deliberadamente le asestó un espantoso golpe en el hocico. Todo el dolor que había soportado Buck no fue nada en comparación con la intensa agonía de éste. Con un rugido de ferocidad casi leonina, volvió a lanzarse contra el hombre. Pero el hombre, pasándose el garrote de la derecha a la izquierda, cogió diestramente a Buck por debajo del maxilar inferior, dando al mismo tiempo un tirón hacia abajo y hacia atrás. Buck describió un círculo completo en el aire, para después golpear el suelo con la cabeza y el pecho. ...

En la línea 474
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Artegui, sonriendo, la sostuvo mejor en el brazo, y diéronse a andar por Bayona tan cordiales como si en toda su vida otra cosa hubiesen hecho. La noche era digna del día: en el cielo de aterciopelado azul centelleaban claras y vivas las estrellas; el gas de las innumerables tiendas con que Bayona explota la vanidad de los españoles pudientes y trashumantes, ponía a las obscuras manzanas de casas un collar de luz, y en los escaparates se lucían, con todos los tonos de la escala cromática, telas ricas, porcelanas y bronces caprichosos, opulentas joyas. Caminaba la pareja silenciosa, a paso igual y rítmico, midiendo Artegui su andar largo y varonil por el paso más corto de Lucía. En las calles la gente circulaba de prisa, animada, como el que va a algo que le interesa: no con esa lentitud de los españoles que se pasean por tomar el aire y matar el tiempo. Ante los cafés, las mesas al aire libre tenían mucho parroquiano, porque la templada atmósfera lo consentía; y bajo la claridad fuerte de los reverberos bullían los mozos sirviendo cerveza, café o bavaresa de chocolate, y el humo de los cigarros, y el crujir de los periódicos que desdoblaban, y las conversaciones, y el sonido seco de las fichas del dominó dando contra el mármol, llenaban de vida aquel trozo de acera. De pronto Artegui, al volver una esquina, se metió en una tienda no muy ancha, cuyo escaparate ocupaban casi por entero dos luengos peinadores salpicados de cascadas de encaje y lazos de cinta azul el uno, rosa el otro. Dentro, era una exhibición de cuantos objetos componen el tocado íntimo del niño y la mujer. Las camisas presentaban coquetonamente el adornado escote, ocultando la lisa falda; los pantalones estiraban, simétricas y unidas, una y otra pierna; las chambras tendían los brazos, las batas inclinaban el cuerpo con graciosa laxitud. ...

En la línea 620
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Artegui no contestó palabra: mas una voz grave y poderosa, retumbando en los cielos, se unió de pronto al extraño dúo. Era el trueno, que estallaba a lo lejos, solemne y terrible. Lucía exhaló un gemido de pavor, cayendo con la faz contra la hierba. Desgarráronse las nubes, y anchas gotas de agua cayeron, sonando como goterones de plomo líquido en la crujiente seda de las frondas de mimbre. Bajose rápidamente Artegui, y tomando con nervioso vigor a Lucía en sus brazos, dio a correr sin mirar por dónde, saltando zanjas, atravesando barbechos, pisando apios y coles, hasta llegar, azotado por la lluvia, perseguido por el trueno que se acercaba, a la carretera. El cochero renegaba del mal tiempo enérgicamente cuando Artegui depositó a Lucía casi exánime en el asiento, subiendo a toda prisa el hule, para guarecerla algo. Las jacas, espantadas, salieron sin aguardar la caricia de la fusta, y, aguzadas las orejas y ensanchando las fosas nasales, arrancaron hacia Bayona. ...

En la línea 732
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -¡Pch! no -silbó Perico, que a diferencia de su hermana, no era maldiciente, sino cuando se irritaba contra alguno-. Ese Artegui tiene sangre de horchata, de horchata, y estoy segurísimo de que ni esto, ni esto le ha dicho. (Y chasqueó la uña del pulgar contra uno de sus paletos,) ...

En la línea 732
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -¡Pch! no -silbó Perico, que a diferencia de su hermana, no era maldiciente, sino cuando se irritaba contra alguno-. Ese Artegui tiene sangre de horchata, de horchata, y estoy segurísimo de que ni esto, ni esto le ha dicho. (Y chasqueó la uña del pulgar contra uno de sus paletos,) ...

En la línea 66
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Como es fácil presumirlo, este suceso estaba a la orden del día en Londres y en toda Inglaterra. Se discutía y se tomaba parte en pro y en contra de las probabilidades de éxito en la policía metropolitana. Nadie extrañará, pues, que los miembros del Reform Club tratasen la misma cuestión, con tanto más motivo cuanto que se hallaba entre ellos uno de los subgobernadores del banco. ...

En la línea 124
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Un buen inglés no se chancea nunca cuando se trata de una cosa tan formal como una apuesta- respondió Phileas Fogg-. Apuesto veinte mil libras contra quien quiera a que yo doy la vuelta al mundo en ochenta días, o menos, sean mil novecientas veinte horas, o ciento quince mil doscientos minutos. ¿aceptáis? ...

En la línea 185
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Esta cuestión de la vuelta al mundo se comentó, se discutió, se examinó con la misma pasión y el mismo ardor que si se hubiese tratado de otro negocio del 'Alabama'. Unos se hicieron partidarios de Phileas Fogg; otros - que pronto formaron una considerable mayoría- se pronunciaron en contra de él. Realizar esta vuelta al mundo de otra suerte que en teoría o sobre el papel, en este minimum de tiempo, con los actuales medios de comunicación, era no solamente imposible: era insensato. ...

En la línea 186
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... El 'Times', el 'Standard', el 'Evening Star', el 'Morning Chronicle' y veinte periódicos más de los de mayor circulación se declararon contra el señor Fogg. únicamente el 'Daily Telegraph' lo defendió hasta cierto punto. Phileas Fogg fue tratado como maniático y loco, y a sus colegas del Reform Club se les criticó por haber aceptado esta apuesta, que acusaba debilidad en las facultades mentales de su autor. ...


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