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La palabra ojuelos
Cómo se escribe

la palabra ojuelos

La palabra Ojuelos ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece ojuelos.

Estadisticas de la palabra ojuelos

La palabra ojuelos no es muy usada pues no es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE

Errores Ortográficos típicos con la palabra Ojuelos

Cómo se escribe ojuelos o hojuelos?
Cómo se escribe ojuelos o ojueloz?
Cómo se escribe ojuelos o oguelos?

Más información sobre la palabra Ojuelos en internet

Ojuelos en la RAE.
Ojuelos en Word Reference.
Ojuelos en la wikipedia.
Sinonimos de Ojuelos.


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece ojuelos

La palabra ojuelos puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 689
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El Arcipreste clavaba los ojuelos negros y punzantes en el Magistral, confesor de Obdulia; parecía buscar su testimonio. ...

En la línea 10814
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... La aventura, ridícula y todo, la había rejuvenecido, había encendido chispas en sus ojuelos, y ¡ea! venía con afán de abrazar ella también. ...

En la línea 1831
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Le miró de un modo tan indagador, que al pobre chico se le volvieron a abatir los ánimos. Era hombre de carácter siempre que su tía no le clavase la flecha de sus ojuelos pardos y sagaces, y viose tan perdido que se apresuró a variar la conversación, preguntando a su tía cuántos años tenía doña Melitona. Estuvo la señora de Jáuregui un ratito haciendo cuentas, estirado el labio inferior, la cabeza oscilando como un péndulo y los ojos vueltos al techo, hasta que salió una cifra, de la cual Maximiliano no se hizo cargo. Volvió después doña Lupe a tomar en boca la metamorfosis de su sobrino, deslizando algunas bromitas, que a este le supieron a cuerno quemado. «Ya se ve, con esos estudios que haces ahora en casa de los amigos, te habrás vuelto un pozo de ciencia… A mí no me vengas con fábulas. Tú te pasas el día y la mitad de la noche en alguna conspiración… porque por el lado de las mujeres no temo nada, francamente. Ni a ti te gusta eso, ni puedes aunque te gustara… ». ...

En la línea 2438
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... En una de aquellas noches de Agosto le dio el diminuto roedor tanta guerra a la madrecita, que esta se levantó al amanecer con la firmísima resolución de cazarlo y hacer el más terrible de los escarmientos. Era tan insolente el tal, que después de ser día claro se paseaba por la celda muy tranquilo y miraba a Sor Marcela con sus ojuelos negros y pillines. «Verás, verás—dijo esta subiéndose con gran trabajo a la cama, porque la idea de que el ratón se acercase a uno de sus pies, aunque fuera el de palo, causábale terror—, lo que es hoy no te escapas… déjate estar, que ya te compondremos». ...

En la línea 2746
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Lo más particular era que la misma Fortunata, al correr el cerrojo con tanto cuidado, había sentido, allá en el más apartado escondrijo de su alma, un travieso anhelo de volverlo a descorrer. Podría ser ilusión suya; pero creía ver, cual si la puerta fuera de cristal, a la persona que tras esta, a su parecer, estaba… Le conocía, ¡cosa más rara!, en la manera de empujar, en la manera de rasguñar la fechadura en la manera de probar una llave que no servía. Durante un rato, señora y criada no se miraron. A la primera le temblaban las manos y le andaba por dentro del cráneo un barullo tumultuoso. La sirviente clavaba en la señora sus ojos de gato, y su irónica sonrisa podría ser lo mismo el único aspecto cómico de la escena que el más terrible y dramático. Pero de repente, sin saber cómo, criada y ama cruzaron sus miradas, y en una mirada pareció que se entendieron. Patria le decía con sus ojuelos que arañaban: «Abra usted, tonta, y déjese de remilgos». La señora decía: «¿Le parece a usted bien que abra?… ¿Cree usted que… ?». ...


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