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La palabra obrero
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la palabra obrero

La palabra Obrero ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece obrero.

Estadisticas de la palabra obrero

Obrero es una de las palabras más utilizadas del castellano ya que se encuentra en el Top 5000, en el puesto 4133 según la RAE.

Obrero tienen una frecuencia media de 0.22 veces en cada libro en castellano

Esta clasificación se basa en la frecuencia de aparición de la obrero en 150 obras del castellano contandose 34 apariciones en total.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Obrero

Cómo se escribe obrero o hobrero?
Cómo se escribe obrero o obrrerro?
Cómo se escribe obrero o ovrero?

Más información sobre la palabra Obrero en internet

Obrero en la RAE.
Obrero en Word Reference.
Obrero en la wikipedia.
Sinonimos de Obrero.


la Ortografía es divertida


El Español es una gran familia

Algunas Frases de libros en las que aparece obrero

La palabra obrero puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 914
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... En las noches de invierno, la gran muchedumbre de la miseria pululaba en las calles de las ciudades, sin pan y sin techo, como si estuviese en un desierto. Los niños lloraban de frío, ocultando las manos bajo los sobacos; las mujeres de voz aguardentosa se encogían como fieras en el quicio de una puerta, para pasar la noche; los vagabundos sin pan, miraban los balcones iluminados de los palacios o seguían el desfile de las gentes felices que, envueltas en pieles, en el fondo de sus carruajes, salían de las fiestas de la riqueza. Y una voz, tal vez la misma, repetía en sus oídos, que zumbaban de debilidad: «No esperéis nada. ¡Cristo ha muerto!» El obrero sin trabajo, al volver a su frío tugurio, donde le aguardaban los ojos interrogantes de la hembra enflaquecida, dejábase caer en el suelo como una bestia fatigada, después de su carrera de todo un día para aplacar el hambre de los suyos. «¡Pan, pan!» le decían los pequeñuelos esperando encontrarlo bajo la blusa raída. Y el padre oía la misma voz, como un lamento que borraba toda esperanza: «¡Cristo ha muerto!» Y el jornalero del campo que, mal alimentado con bazofia, sudaba bajo el sol, sintiendo la proximidad de la asfixia, al detenerse un instante para respirar en esta atmósfera de horno, se decía que era mentira la fraternidad de los hombres predicada por Jesús, y falso aquel dios que no había hecho ningún milagro, dejando los males del mundo lo mismo que los encontró al llegar a él... Y el trabajador vestido con un uniforme, obligado a matar en nombre de cosas que no conoce a otros hombres que ningún daño le han hecho, al permanecer horas y horas en un foso, rodeado de los horrores de la guerra moderna, peleando con un enemigo invisible por la distancia, viendo caer destrozados miles de semejantes bajo la granizada de acero y el estallido de las negras esferas, también pensaba con estremecimientos de disimulado terror: «¡Cristo ha muerto, Cristo ha muerto!» Sí; bien muerto estaba. Su vida no había servido para aliviar uno solo de los males que afligen a los humanos. En cambio, había causado a los pobres un daño incalculable predicándoles la humildad, infiltrando en sus espíritus la sumisión, la creencia del premio en un mundo mejor. El envilecimiento de la limosna y la esperanza de justicia ultraterrena habían conservado a los infelices en su miseria por miles de años. Los que viven a la sombra de la injusticia, por mucho que adorasen al Crucificado, no le agradecerían bastante sus oficios de guardián durante diecinueve siglos. ...

En la línea 1253
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Aquí--continuaba con solemnidad--no hay afición al trabajo ni espíritu de ahorro. Vean ustedes el obrero de otros países: trabaja más que el de esta tierra y guarda un capitalito para la vejez. ¡Pero aquí!... aquí el bracero, de joven, no piensa más que en coger descuidada a alguna muchacha detrás de un pajar o en la gañanía durante el sueño; y de viejo, apenas tiene reunidos algunos céntimos, los emplea en vino y se emborracha. ...

En la línea 4001
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El obrero pronto se hace taciturno, pronto pierde la alegría expansiva, sin causa. ...

En la línea 1063
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... El maestro se negó a seguir tratando el asunto hasta que el obrero estuviese de mejor humor. Orlick se dirigió a la fragua, sacó una barra candente, me amenazó con ella como si quisiera atravesarme el cuerpo y hasta la paseó en torno de mi cabeza; luego la dejó sobre el yunque y empezó a martillearla con la misma saña que si me golpease a mí y las chispas fuesen gotas de mi sangre. Finalmente, cuando estuvo acalorado y el hierro frío, se apoyó nuevamente en su martillo y dijo: ...

En la línea 1073
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Tiene usted una lengua muy larga, tía Gargery — gruñó el obrero—. Y si hemos de hablar de bribones, no podemos dejar de tenerla a usted en cuenta. ...

En la línea 1076
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... —Si fuese usted mi mujer—gruñó el obrero entre dientes—, ya vería lo que le hacía. Le pondría debajo de la bomba y le daría una buena ducha. ...

En la línea 1079
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Aquí mi hermana, después de un ataque de gritos y de golpearse el pecho y las rodillas con las manos, se quitó el gorro y se despeinó, lo cual era indicio de que se disponía a dejarse dominar por la furia. Y como ya lo había logrado, se dirigió hacia la puerta, que yo, por fortuna, acababa de cerrar. El pobre y desgraciado Joe, después de haber ordenado en vano al obrero que dejara en paz a su mujer, no tuvo más remedio que preguntarle por qué había insultado a su esposa y luego si era hombre para sostener sus palabras. El viejo Orlick comprendió que la situación le obligaba a arrostrar las consecuencias de sus palabras y, por consiguiente, se dispuso a defenderse; de modo que, sin tomarse siquiera el trabajo de quitarse los delantales, se lanzaron uno contra otro como dos gigantes. Pero si alguien de la vecindad era capaz de resistir largo rato a Joe, debo confesar que a ese alguien no lo conocía yo. Orlick, como si no hubiera sido más que el joven caballero pálido, se vio en seguida entre el polvo del carbón y sin mucha prisa por levantarse. Entonces Joe abrió la puerta, cogió a mi hermana, que se había desmayado al pie de la ventana (aunque, según imagino, no sin haber presenciado la pelea), la metió en la casa y la acostó, tratando de hacerle recobrar el conocimiento, pero ella no hizo más que luchar y resistirse y agarrar con fuerza el cabello de Joe. Reinaron una tranquilidad y un silencio singulares después de los alaridos; y más tarde, con la vaga sensación que siempre he relacionado con este silencio, es decir, como si fuese domingo y alguien hubiese muerto, subía la escalera para vestirme. ...

En la línea 3425
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Su cólera aumentó, y se dijo que no debió haber confiado a su compañero de hospedaje el resultado de su entrevista de la noche anterior. Era la segunda torpeza que su irritación y la necesidad de expansionarse le habían llevado a cometer. Para colmo de desdichas, el infortunio le persiguió durante toda la mañana. En el Senado tuvo un fracaso al debatirse su asunto. Un último incidente colmó su mal humor. El propietario del departamento que había alquilado con miras a su próximo matrimonio, departamento que había hecho reparar a costa suya, se negó en redondo a rescindir el contrato. Este hombre era extranjero, un obrero alemán enriquecido, y reclamaba el pago de los alquileres estipulados en el contrato de arrendamiento, a pesar de que Piotr Petrovitch le devolvía la vivienda tan remozada que parecía nueva. Además, el mueblista pretendía quedarse hasta el último rublo de la cantidad anticipada por unos muebles que Piotr Petrovitch no había recibido todavía. ...

En la línea 647
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Era forastero en la comarca. Nada se sabía de su origen. Se decía que había llegado al pueblo con muy poco dinero; algunos centenares de francos a lo más, y que entonces tenía el lenguaje y el aspecto de un obrero. ...

En la línea 666
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Tenía los cabellos grises, la mirada seria, la piel bronceada de un obrero y el rostro pensativo de un filósofo. Usaba una larga levita abotonada hasta el cuello y un sombrero de ala ancha. Vivía solo. Hablaba con poca gente. A medida que su fortuna crecía, parecía que aprovechaba su tiempo libre para cultivar su espíritu. Se notaba que su modo de hablar se había ido haciendo más fino, más escogido, más suave. ...

En la línea 706
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Fauchelevent era uno de los escasos enemigos que tenía el señor Magdalena en aquella época. Cuando éste llegó al lugar, Fauchelevent tenía un comercio que empezaba a decaer. Vio a aquel simple obrero que se enriquecía, mientras que él, amo, se arruinaba; y de aquí que se llenara de envidia, y que hiciera siempre cuanto estuvo en su mano para perjudicar a Magdalena. Llegó su ruina; no le quedó más que un carro y un caballo, pues no tenía familia; entonces se hizo carretero para poder vivir. ...

En la línea 1283
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Había muerto hacía poco un obrero en la enfermería, que no dejaba más que su chaqueta. ...

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