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La palabra hijo
Cómo se escribe

la palabra hijo

La palabra Hijo ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
El cuervo de Leopoldo Alias Clarín
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
El Señor de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Niebla de Miguel De Unamuno
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
Amnesia de Amado Nervo
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece hijo.

Estadisticas de la palabra hijo

La palabra hijo es una de las palabras más comunes del idioma Español, estando en la posición 398 según la RAE.

Hijo es una palabra muy común y se encuentra en el Top 500 con una frecuencia media de 199.33 veces en cada obra en castellano

El puesto de esta palabra se basa en la frecuencia de aparición de la hijo en 150 obras del castellano contandose 30298 apariciones en total.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Hijo

Cómo se escribe hijo o higo?
Cómo se escribe hijo o ijo?

Algunas Frases de libros en las que aparece hijo

La palabra hijo puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 241
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¡Si al menos tuviera un hijo!. ...

En la línea 312
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Volvió a ser el hijo de la huerta, altivo, enérgico e intratable cuando cree que le asiste la razón. ...

En la línea 522
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Trabajaba entonces como un lobo -así lo decía él- para que en su vivienda no faltase nada; y Dios premió su laboriosidad, enviándole cada año un hijo, hermosas criaturas que parecían nacer con dientes, según la prisa que se daban en abandonar el pecho maternal para pedir pan a todas horas. ...

En la línea 560
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El hijo mayor hacía continuos viajes a Valencia con la espuerta al hombro, trayendo estiércol y escombros, que colocaba en dos montones, como columnata de honor, a la entrada de la barraca. ...

En la línea 56
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Aislado en su bodega, obligado al silencio por los largos encierros en la cámara oscura, sentía la comezón de hablar cuando se presentaba alguno del escritorio, especialmente Montenegro, que, lo mismo que él, podía tenerse por hijo de la casa. ...

En la línea 73
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --¡Voy, hijo!--gritó el viejo.--¡Cuidado con equivocarse en la medicina!... ...

En la línea 132
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --¡Mi padre!--contestó Dupont con cierta indecisión.--También era como era: hijo de una época de revueltas y un poco tibio en lo que más debe importarle al hombre: la religión... Además, Fermín, los tiempos han cambiado; aquellos republicanos de entonces eran muchos de ellos personas extraviadas, pero de excelente corazón. Yo he conocido algunos que no podían pasar sin su misa y eran unos santos varones que odiaban a los reyes, pero respetaban a los sacerdotes de Dios. ¿Tú crees, Fermín, que a mí me asusta la República? Yo soy más republicano que tú; yo soy un hombre moderno. ...

En la línea 167
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Marquesa, ya no, hijo--contestó ella con gracioso ceceo.--Ahora crío cerdos... y muchas gracias. ...

En la línea 254
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Pero faltaba lo principal: la escena, o serie de escenas, a solas con el que quedaba, con la viuda, con el hijo. ...

En la línea 39
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Hijo mío -había dicho el gentilhombre gascón en ese puro pa toisde Béam del que jamás había podido desembarazarse Enrique IV -, hijo mío, este caballo ha nacido en la casa de vuestro padre, tendrá pronto trece años, y ha permanecido aquí todo ese tiempo, lo que de be llevaros a amarlo. ...

En la línea 45
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Sois joven, debéis ser valiente por dos razones: la primera, porque sois gas cón, y la s egunda porque sois hijo mío. ...

En la línea 48
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... No tengo, hijo mío, más que quince escudos que daros, mi caballo y los consejos que acabáis de oír. ...

En la línea 58
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Con esto, el señor D'Artagnan padre ciñó a su hijo su propia espa da, lo besó tiernamente en ambas mejillas y le dio su bendición. ...

En la línea 4
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... El 5 de julio de 1803 nació en East Dereham el hijo segundo del matrimonio Borrow, Jorge Enrique, el cual, treinta y tres años más tarde, había de ser popular en Madrid con el nombre de _Don Jorgito el inglés_. ...

En la línea 75
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... «¿No le ha chocado a usted nunca—le escribía en una ocasión su amigo el danés Hasfeldt—cuánto se parece usted al buen hidalgo Don Quijote de la Mancha? A mi juicio, podría usted pasar fácilmente por hijo suyo.» W. ...

En la línea 315
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... El pobre muchacho que pereció de tan singular manera era un apuesto joven de veintisiete años, hijo único de una viuda; era el mejor marinero de a bordo, y cuantos le conocieron le querían. ...

En la línea 360
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... En aquella pequeña y sombría _quinta_, escondida entre los altos _alcornoques_, vivió antaño Juan de Castro, virrey de Goa, viejo singular que empeñó los cabellos de la barba de su difunto hijo para levantar dinero con que rehacer los muros ruinosos de una fortaleza amenazada por los salvajes indios. ...

En la línea 17
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y así, ¿qué podrá engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío, sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno, bien como quien se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación? El sosiego, el lugar apacible, la amenidad de los campos, la serenidad de los cielos, el murmurar de las fuentes, la quietud del espíritu son grande parte para que las musas más estériles se muestren fecundas y ofrezcan partos al mundo que le colmen de maravilla y de contento. ...

En la línea 18
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Acontece tener un padre un hijo feo y sin gracia alguna, y el amor que le tiene le pone una venda en los ojos para que no vea sus faltas, antes las juzga por discreciones y lindezas y las cuenta a sus amigos por agudezas y donaires. ...

En la línea 19
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Pero yo, que, aunque parezco padre, soy padrastro de Don Quijote, no quiero irme con la corriente del uso, ni suplicarte, casi con las lágrimas en los ojos, como otros hacen, lector carísimo, que perdones o disimules las faltas que en este mi hijo vieres; y ni eres su pariente ni su amigo, y tienes tu alma en tu cuerpo y tu libre albedrío como el más pintado, y estás en tu casa, donde eres señor della, como el rey de sus alcabalas, y sabes lo que comúnmente se dice: que debajo de mi manto, al rey mato. ...

En la línea 110
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Mejor estaba con Bernardo del Carpio, porque en Roncesvalles había muerto a Roldán el encantado, valiéndose de la industria de Hércules, cuando ahogó a Anteo, el hijo de la Tierra, entre los brazos. ...

En la línea 255
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Sus ojos no se apartaban un instante del horizonte, escudriñándolo con cuidado. Su imperturbable sangre fría acabó por parecerme una verdadera broma, y le pregunté por qué no nos volvíamos al fuerte. Su respuesta me intranquilizó un poco: «Volveremos, dijo, pero de modo que vayamos junto a un pantano; pondremos allí a galope a nuestros caballos y nos llevarán hasta donde puedan; después nos confiaremos a nuestras piernas; de este modo no hay peligro». Confieso que, no sintiéndome muy convencido, le apremié a caminar más deprisa. «No, me respondió, mientras ellos no aceleren el paso». Nos poníamos a galopar en cuanto una desigualdad del terreno nos ocultaba a los enemigos, pero cuando estábamos a la vista de ellos íbamos al paso. Por fin llegamos a un valle, y volviendo a la izquierda nos dirigimos rápidamente a galope tendido al pie de una colina; entonces me hizo tenerle el caballo, hizo acostarse a los perros y se adelantó arrastrándose a gatas para reconocer al pretenso enemigo. Permaneció algún tiempo en esa postura, y a la postre, riéndose a carcajadas, exclamó: «Mujeres!». Acababa de reconocer a la esposa y a la cuñada del hijo del mayor de la plaza, que iban buscando huevos de avestruz. He descrito la conducta de este hombre porque todos sus actos estaban dictados por el convencimiento de que teníamos indios al frente. Sin embargo, tan pronto como hubo descubierto su absurdo error, me dio un sin fin de buenas razones para probarme que no podían ser indios, razones que un momento antes había olvidado en absoluto. Entonces nos encaminamos sosegadamente a Punta Alta, 7 Voyage dans l'Ameiique meridionale, por M.A. D'Orbigny, part ...

En la línea 337
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... También me dieron algunos detalles acerca de un encuentro que hubo en Cholechel unas cuantas semanas antes del que acabo de hablar. Cholechel es un puesto de mucha importancia, por ser sitio de paso para los caballos; por eso se estableció allí durante algún tiempo el cuartel general de una división del ejército. Cuando las tropas llegaron por vez primera a ese lugar, encontraron allí una tribu de indios y mataron a 20 ó 30. Escapose el cacique de un modo que sorprendió a todo el mundo. Los principales indios tienen siempre a mano, para una necesidad apremiante, uno ó dos caballos escogidos. El cacique montó uno de esos caballos de reserva (un viejo caballo blanco), llevándose consigo a su hijo aún de tierna edad. El caballo no tenía silla ni brida. Para evitar las balas, el indio montó como suelen hacerlo sus compatriotas, es decir, con un brazo alrededor del cuello del animal y sólo una pierna encima de él. Suspenso así de un lado, viósele acariciar la cabeza de su caballo y hablarle. Los españoles se encarnizaron en persecución suya; el comandante cambió tres veces de cabalgadura, pero en vano. El viejo indio y su hijo consiguieron escaparse y, por consiguiente, conservar su libertad.. ...

En la línea 337
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... También me dieron algunos detalles acerca de un encuentro que hubo en Cholechel unas cuantas semanas antes del que acabo de hablar. Cholechel es un puesto de mucha importancia, por ser sitio de paso para los caballos; por eso se estableció allí durante algún tiempo el cuartel general de una división del ejército. Cuando las tropas llegaron por vez primera a ese lugar, encontraron allí una tribu de indios y mataron a 20 ó 30. Escapose el cacique de un modo que sorprendió a todo el mundo. Los principales indios tienen siempre a mano, para una necesidad apremiante, uno ó dos caballos escogidos. El cacique montó uno de esos caballos de reserva (un viejo caballo blanco), llevándose consigo a su hijo aún de tierna edad. El caballo no tenía silla ni brida. Para evitar las balas, el indio montó como suelen hacerlo sus compatriotas, es decir, con un brazo alrededor del cuello del animal y sólo una pierna encima de él. Suspenso así de un lado, viósele acariciar la cabeza de su caballo y hablarle. Los españoles se encarnizaron en persecución suya; el comandante cambió tres veces de cabalgadura, pero en vano. El viejo indio y su hijo consiguieron escaparse y, por consiguiente, conservar su libertad.. ...

En la línea 338
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ¡Qué magnífico espectáculo debió ser, qué hermoso asunto de cuadro para un pintor: el cuerpo desnudo y bronceado del viejo llevando en un, brazo a su tierno hijo, colgando, como Mazeppa, de su caballo blanco, y escapándose así de la persecución de sus enemigos! Un día vi a un soldado sacar chispas de un trozo de sílex, que al punto conocí que había formado parte de una punta de flecha. Me dijo haberlo encontrado cerca de la isla Cholechel, y que había muchos en ese sitio. Ese pedazo de cuarzo tenía entre dos y tres pulgadas de longitud; por lo tanto, la flecha aquella era doble mayor que las empleadas hoy en la Tierra de Fuego. Estaba formada por un trozo de sílex opaco, de color blanquecino; pero la punta y las aristas estaban rotas. Sabido es que ningún indio de las Pampas emplea hoy arco ni flechas, excepto (según creo) una pequeña tribu en la banda oriental. Pero esta última tribu está muy lejos de los indios de las Pampas y muy cerca, por el contrario, de las tribus que viven en los bosques y que nunca montan a caballo. ...

En la línea 91
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Otros lo harán con el método y serenidad convenientes cuando llegue la ocasión de ofrecer al ilustre hijo de Asturias la consagración solemne, oficial en cierto modo, de su extraordinario ingenio, consagración que cuanto más tardía será más justa y necesaria. ...

En la línea 294
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... A pesar de esta injusticia distributiva que don Fermín tenía debajo de sus ojos, sin que le irritara, el buen canónigo amaba el barrio de la catedral, aquel hijo predilecto de la Basílica, sobre todos. ...

En la línea 446
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Le había dicho una vez que sabía más que el Tostado, elogio que él supo apreciar en todo lo que valía, por haber leído al ilustre hijo de Ávila. ...

En la línea 1047
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... A ella la condujo a Loreto un hijo de aquel hombre; pero en el camino los halló un criado del aya. ...

En la línea 7
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... La pobre viuda, que por dignidad no podía mendigar el pan del cuerpo, recogía con noble ansia aquella cotidiana limosna de admiración y agasajo para el alma de su hijo, que entre estas flores, y otras que el jardín de la piedad le ofrecía en casa, iba creciendo lozana, sin mancha, purísima, lejos de todo mal contacto, como si fuera materia sacramental de un culto que consistiese en cuidar una azucena. ...

En la línea 104
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Fueron sus padres, que querían algo mejor (más dinero) para su hijo. ...

En la línea 180
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... — Pío II—continuó don Baltasar—, al que tú llamas algunas veces el Papa novelista, cuando hizo su entrada en Ferrara en mil cuatrocientos cincuenta y nueve, fue recibido por siete príncipes reinantes en Italia, y ni uno solo de ellos era hijo legitimo. Nadie se indignaba ante las irregularidades de los señores laicos y- eclesiásticos. La gente reía de las concupiscencias de los grandes personajes de la Iglesia, pero sin considerar un crimen su lubricidad, ya que de un extremo a otro de Italia reinaba un libertinaje tranquilo que nos es imposible concebir en los tiempos actuales. ...

En la línea 185
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Segismundo Malatesta, hábil y temible capitán, que fue en sus guerras un precursor de César Borgia, tomaba a las mujeres violentamente, matándolas si se negaban a sus deseos. Esta brutalidad de sátiro no le impedía ser poeta, hábil orfebre, gran protector de las artes y constructor de bellas iglesias que parecían templos paganos. Su lubricidad de fiera le impulsó a querer conocer, en el sentido bíblico, a su hijo Roberto, teniendo que huir este futuro heredero de sus estados para librarse de la terrible predilección paternal. ...

En la línea 196
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... — Dejemos aparte a Calixto Tercero, el primer Papa Borgia, varón de puras costumbres, al que sólo se atreven a criticar algunos por haber abierto el camino de los altos honores eclesiásticos a su sobrino, el futuro Alejandro Sexto… Yo no digo que Rodrigo de Borja, su hijo César y otros parientes fuesen santos ni modelos de virtud. Eran hombres de su época y vivieron con arreglo al ambiente de entonces. Antes que ellos naciesen ya existía la corrupción italiana dentro de la cual se desenvolvieron. Lo que a mí me Indigna es que muchos de sus contemporáneos supriman con hipocresía, el ambiente general de la época, hablando de ciertos hechos de los Borgias (indudablemente censurables) como si fuesen casos aislados, y callándose lo que hacían al mismo tiempo centenares y centenares de personajes más corrompidos que aquéllos. Todos se acuerdan de César Borgia príncipe hispanoitaliano como de un monstruo único, y nadie alude a Segismundo Malatesta y demás condottieri, feroces como osos y sin el aliciente de la elegancia en los gestos que tenia el otro. A nuestro Alejandro Sexto, uno de los papas que mejor defendieron los intereses de la Iglesia, lo hacen aparecer como un gozador vulgar o como un personaje de melodrama, envenenando a las gentes por gusto. ...

En la línea 201
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Y, sin embargo, Alejandro VI, el simpático Rodrigo de Borja, que durante su vida ejerció una especie de encantamiento sobre cuantos se aproximaban a él, hombres, y mujeres, se veía en el curso de tres siglos considerado como uno de los monstruos más excepcionales de la Historia. Los italianos enemigos del Papado caían con preferencia sobre este Pontífice porque no era de Italia. Los escritores protestantes, en su guerra con la Roma Católica, escogían para sus golpes a este Papa, que además era español, hijo del país que se desangró luchando contra la Reforma por sostener la unidad católica. ...

En la línea 397
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... ¡Las cosas que hizo Eulame en poco tiempo! Jamás se conoció en nuestra historia una actividad como la suya. El pueblo no pudo creer que fuese un hombre igual a los demás, y le tuvo por hijo de los dioses. Hasta la industria del país la modificó radicalmente en pocos meses. Implantó entre nosotros todos los progresos mecánicos que había visto en el mundo de los colosos. Nuestros ingenieros, que hasta entonces habían marchado a ciegas, moviéndose siempre dentro del mismo circulo, luego de escuchar las lecciones de Eulame vieron nuevos caminos abiertos ante sus ojos, y se lanzaron por ellos, haciendo descubrimientos con una rapidez vertiginosa, inventando casi instantáneamente lo que había costado tal vez largos años de meditación en el país de los gigantes. ...

En la línea 524
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - No es mía la culpa, gentleman. El profesor de Física tuvo esta mañana un hijo, y esto le ha hecho retrasar unas cuantas horas la entrega del cristal. ...

En la línea 772
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Si, gentleman; tiene una hija, como usted dice, o como nosotros decimos, un hijo, que pertenece a la Universidad y podría ser una de sus mejores glorias. Pero el doctor Popito, además de proporcionar al Padre de los Maestros abundantes molestias en el presente, le recuerda un pasado de sucesos muy tristes. ...

En la línea 783
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Para Momaren, la mejor de las esperanzas era que su hijo viviese como el no supo vivir: observando el celibato, que conviene a toda mujer de estudios, pensando únicamente en la gloria propia y en el porvenir de la humanidad, sin caer nunca bajo la tiranía del hombre. Un sabio que desea ser verdaderamente fuerte necesita despreciar el amor. Pero Popito ha resultado completamente distinta a las ilusiones de su padre. Debe tener un alma igual a la de aquel aventurero enamoradizo y caprichoso que abandonó al más alto de nuestros sabios para irse con una cómica. Es de las pobres mujeres que consideran necesarios para su vida el hombre y el amor. ...

En la línea 7
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Concluyó Santa Cruz la carrera de Derecho, y de añadidura la de Filosofía y Letras. Sus papás eran muy ricos y no querían que el niño fuese comerciante, ni había para qué, pues ellos tampoco lo eran ya. Apenas terminados los estudios académicos, verificose en Juanito un nuevo cambiazo, una segunda crisis de crecimiento, de esas que marcan el misterioso paso o transición de edades en el desarrollo individual. Perdió bruscamente la afición a aquellas furiosas broncas oratorias por un más o un menos en cualquier punto de Filosofía o de Historia; empezó a creer ridículos los sofocones que se había tomado por probar que en las civilizaciones de Oriente el poder de las castas sacerdotales era un poquito más ilimitado que el de los reyes, contra la opinión de Gustavito Tellería, el cual sostenía, dando puñetazos sobre la mesa, que lo era un poquitín menos. Dio también en pensar que maldito lo que le importaba que la conciencia fuera la intimidad total del ser racional consigo mismo, o bien otra cosa semejante, como quería probar, hinchándose de convicción airada, Joaquinito Pez. No tardó, pues, en aflojar la cuerda a la manía de las lecturas, hasta llegar a no leer absolutamente nada. Barbarita creía de buena fe que su hijo no leía ya porque había agotado el pozo de la ciencia. ...

En la línea 8
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Tenía Juanito entonces veinticuatro años. Le conocí un día en casa de Federico Cimarra en un almuerzo que este dio a sus amigos. Se me ha olvidado la fecha exacta; pero debió de ser esta hacia el 69, porque recuerdo que se habló mucho de Figuerola, de la capitación y del derribo de la torre de la iglesia de Santa Cruz. Era el hijo de D. Baldomero muy bien parecido y además muy simpático, de estos hombres que se recomiendan con su figura antes de cautivar con su trato, de estos que en una hora de conversación ganan más amigos que otros repartiendo favores positivos. Por lo bien que decía las cosas y la gracia de sus juicios, aparentaba saber más de lo que sabía, y en su boca las paradojas eran más bonitas que las verdades. Vestía con elegancia y tenía tan buena educación, que se le perdonaba fácilmente el hablar demasiado. Su instrucción y su ingenio agudísimo le hacían descollar sobre todos los demás mozos de la partida, y aunque a primera vista tenía cierta semejanza con Joaquinito Pez, tratándoles se echaban de ver entre ambos profundas diferencias, pues el chico de Pez, por su ligereza de carácter y la garrulería de su entendimiento, era un verdadero botarate. ...

En la línea 9
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Barbarita estaba loca con su hijo; mas era tan discreta y delicada, que no se atrevía a elogiarle delante de sus amigas, sospechando que todas las demás señoras habían de tener celos de ella. Si esta pasión de madre daba a Barbarita inefables alegrías, también era causa de zozobras y cavilaciones. Temía que Dios la castigase por su orgullo; temía que el adorado hijo enfermara de la noche a la mañana y se muriera como tantos otros de menos mérito físico y moral. Porque no había que pensar que el mérito fuera una inmunidad. Al contrario, los más brutos, los más feos y los perversos son los que se hartan de vivir, y parece que la misma muerte no quiere nada con ellos. Del tormento que estas ideas daban a su alma se defendía Barbarita con su ardiente fe religiosa. Mientras oraba, una voz interior, susurro dulcísimo como chismes traídos por el Ángel de la Guarda, le decía que su hijo no moriría antes que ella. Los cuidados que al chico prodigaba eran esmeradísimos; pero no tenía aquella buena señora las tonterías dengosas de algunas madres, que hacen de su cariño una manía insoportable para los que la presencian, y corruptora para las criaturas que son objeto de él. No trataba a su hijo con mimo. Su ternura sabía ser inteligente y revestirse a veces de severidad dulce. ...

En la línea 9
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Barbarita estaba loca con su hijo; mas era tan discreta y delicada, que no se atrevía a elogiarle delante de sus amigas, sospechando que todas las demás señoras habían de tener celos de ella. Si esta pasión de madre daba a Barbarita inefables alegrías, también era causa de zozobras y cavilaciones. Temía que Dios la castigase por su orgullo; temía que el adorado hijo enfermara de la noche a la mañana y se muriera como tantos otros de menos mérito físico y moral. Porque no había que pensar que el mérito fuera una inmunidad. Al contrario, los más brutos, los más feos y los perversos son los que se hartan de vivir, y parece que la misma muerte no quiere nada con ellos. Del tormento que estas ideas daban a su alma se defendía Barbarita con su ardiente fe religiosa. Mientras oraba, una voz interior, susurro dulcísimo como chismes traídos por el Ángel de la Guarda, le decía que su hijo no moriría antes que ella. Los cuidados que al chico prodigaba eran esmeradísimos; pero no tenía aquella buena señora las tonterías dengosas de algunas madres, que hacen de su cariño una manía insoportable para los que la presencian, y corruptora para las criaturas que son objeto de él. No trataba a su hijo con mimo. Su ternura sabía ser inteligente y revestirse a veces de severidad dulce. ...

En la línea 98
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Después de horas de constante acoso y persecución, el pequeño príncipe fue al fin abandonado por la chusma y quedó solo. Mientras había podido bramar contra el populacho, y amenazarlo regiamente, y proferir mandatos que eran materia de risa fue muy entretenido pero cuando la fatiga lo obligó finalmente al silencio, ya no les sirvió a sus atormentadores, que buscaron diversión en otra parte. Ahora miró a su alrededor, mas no pudo reconocer el lugar. Estaba en la ciudad de Londres: eso era todo lo que sabía. Se puso en marcha, a la ventura, y al poco rato las casas se estrecharon y los transeúntes fueron menos frecuentes. Bañó sus pies ensangrentados en el arroyo que corría entonces adonde hoy está la calle Farrington; descansó breves momentos, continuó su camino y pronto llegó a un gran espacio abierto con sólo unas cuantas casas dispersas y una iglesia maravillosa. Reconoció esta iglesia. Había andamios por doquier, y enjambres de obreros, porque estaba siendo sometida a elaboradas reparaciones. El príncipe se animó de inmediato, sintió que sus problemas tocaban a su fin. Se dijo: 'Es la antigua iglesia de los frailes franciscanos, que el rey mi padre quitó a los frailes y ha donado como asilo perpetuo de niños pobres y desamparados, rebautizada con el nombre de Iglesia de Cristo. De buen grado servirán al hijo de aquel que tan generoso ha sido para ellos, tanto más cuanto que ese hijo es tan pobre y tan abandonado como cualquiera que se ampare aquí hoy y siempre. ...

En la línea 181
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¡Escuchad todos! Este hijo mío está loco, pero no es incurable. El excesivo estudio lo ha cansado, y tal vez el excesivo encierro. ¡Adiós a los libros y a los maestros!, cuidad todos de ello. Divertidle con juegos, recreadle sanamente, para que recupere la salud. –Irguióse más aún, y prosiguió enérgicamente–: Está loco, pero es mi hijo y el heredero de Inglaterra, y, ¡loco o cuerdo, reinará! Y escuchad más aún y proclamadlo: el que hable de esta su destemplanza, atenta contra la paz y el orden de estos reinos y será condenado a galeras. Dadme de beber, que me abraso. Este pesar socava mis fuerzas… Basta; llevaos la copa. Sostenedme. Así; está bien. ¿Loco, decís? Aunque fuera mil veces loco, es aún el Príncipe de Gales, y yo el rey lo confirmaré. Esta misma mañana será instalado en su dignidad de príncipe en forma cumplida. Dad al instante las órdenes oportunas, milord Hertford. ...

En la línea 181
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¡Escuchad todos! Este hijo mío está loco, pero no es incurable. El excesivo estudio lo ha cansado, y tal vez el excesivo encierro. ¡Adiós a los libros y a los maestros!, cuidad todos de ello. Divertidle con juegos, recreadle sanamente, para que recupere la salud. –Irguióse más aún, y prosiguió enérgicamente–: Está loco, pero es mi hijo y el heredero de Inglaterra, y, ¡loco o cuerdo, reinará! Y escuchad más aún y proclamadlo: el que hable de esta su destemplanza, atenta contra la paz y el orden de estos reinos y será condenado a galeras. Dadme de beber, que me abraso. Este pesar socava mis fuerzas… Basta; llevaos la copa. Sostenedme. Así; está bien. ¿Loco, decís? Aunque fuera mil veces loco, es aún el Príncipe de Gales, y yo el rey lo confirmaré. Esta misma mañana será instalado en su dignidad de príncipe en forma cumplida. Dad al instante las órdenes oportunas, milord Hertford. ...

En la línea 249
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Basta, milord. Si no faltas de nuevo, aquí o ante otros, será como si no hubieras hablado. Mas no debes albergar recelos: es el hijo de mi hermana. ¿No me son familiares desde su cuna su voz, su cara, su figura? La locura puede provocar esas cosas tan raras que tú ves en él y más aún. ¿No recuerdas cómo el viejo barón Marley, al volverse loco, olvidó su propia personalidad de sesenta años para creer que era la de otro? ¿No recuerdas que pretendía ser el hijo de María Magdalena y tener la cabeza hecha de vidrio español? A fe mía que no sufría que nadie la tocara, por temor a que una mano atolondrada pudiera romperla. Tranquiliza tus barruntos, mi buen señor. Es el mismo príncipe, lo conozco bien, y pronto será el rey. Te convendrá tener esto en mente y pensar en ello más que en lo otro. ...

En la línea 182
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... A la piadosa mención de su madre Augusto dejó las cartas sobre la mesa, y su espíritu quedó un momento en suspenso. Muchas veces su madre, aquella dulce señora, hija del infortunio, le había dicho: « Yo no puedo vivir ya mucho, hijo mío; tu padre me está llamando. Acaso le hago a él más falta que a ti. Así que yo me vaya de este mundo y te quedes solo en él tú cásate, cásate cuanto antes. Trae a esta casa dueña y señora. Y no es que yo no tenga confianza en nuestros antiguos y fieles servidores, no. Pero trae ama a la casa. Y que sea ama de casa, hijo mío, que sea ama. Hazla dueña de tu corazón, de tu bolsa, de tu despensa, de tu cocina y de tus resoluciones. Busca una mujer de gobierno, que sepa querer… y gobernarte.» ...

En la línea 182
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... A la piadosa mención de su madre Augusto dejó las cartas sobre la mesa, y su espíritu quedó un momento en suspenso. Muchas veces su madre, aquella dulce señora, hija del infortunio, le había dicho: « Yo no puedo vivir ya mucho, hijo mío; tu padre me está llamando. Acaso le hago a él más falta que a ti. Así que yo me vaya de este mundo y te quedes solo en él tú cásate, cásate cuanto antes. Trae a esta casa dueña y señora. Y no es que yo no tenga confianza en nuestros antiguos y fieles servidores, no. Pero trae ama a la casa. Y que sea ama de casa, hijo mío, que sea ama. Hazla dueña de tu corazón, de tu bolsa, de tu despensa, de tu cocina y de tus resoluciones. Busca una mujer de gobierno, que sepa querer… y gobernarte.» ...

En la línea 237
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... «Es ella, sí, es ella –siguió diciéndose–, es ella, es la misma, es la que yo buscaba hace años, aun sin saberlo; es la que me buscaba. Estábamos destinados uno a otro en armonía preestablecida; somos dos mónadas complementaria una de otra. La familia es la verdadera célula social. Y yo no soy más que una molécula. ¡Qué poética es la ciencia, Dios mío! ¡Madre, madre mía, aquí tienes a tu hijo; aconséjame desde el cielo! ¡Eugenia, mi Eugenia… !» ...

En la línea 257
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... De su padre apenas se acordaba; era una sombra mítica que se le perdía en lo más lejano; era una nube sangrienta de ocaso. Sangrienta, porque siendo aún pequeñito lo vio bañado en sangre, de un vómito, y cadavérico. Y repercutía en su corazón, a tan larga distancia, aquel ¡hijo! de su madre, que desgarró la casa; aquel ¡hijo! que no se sabía si dirigido al padre moribundo o a él, a Augusto, empedernido de incomprensión ante el misterio de la muerte. ...

En la línea 1354
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Ni Lord Guillonk se atreve a hacer frente a ese hijo del infierno. ...

En la línea 1087
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... No se equivocaba Ned Land. Estábamos ante un barco cuyos obenques cortados pendían aún de sus cadenas. Su casco parecía estar en buen estado, y su naufragio debía datar de unas pocas horas. Tres trozos de mástiles, cortados a dos pies por encima del puente, indicaban que el barco había debido sacrificar su arboladura. Pero vencido de costado, había hecho agua y aún daba la banda por babor. Si triste era el espectáculo de ese casco perdido bajo el agua, más lo era aún el de su puente, en el que yacían algunos cadáveres, amarrados con cuerdas. Conté cuatro -cuatro hombres, uno de los cuales se mantenía en pie, al timón -y luego una mujer, medio asomada a la toldilla con un niño en sus brazos. Era una mujer joven, y a la luz del foco del Nautilus pude ver sus rasgos aún no descompuestos por el agua. En un supremo esfuerzo había elevado por encima de su cabeza a su hijo, pobre ser cuyos brazos trataban de aferrarse al cuello de la madre. Espantosa era la actitud de los cuatro marineros, retorcidos en sus movimientos convulsivos que denunciaban un último esfuerzo por arrancarse a las cuerdas que les ligaban al barco. Sólo, más sereno, con el semblante grave, sus grises cabellos pegados a la frente, y la mano crispada sobre la rueda del timón, el timonel parecía conducir aún su barco naufragado a través de las profundidades del océano. ...

En la línea 1961
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Pero de gran utilidad para el mundo entero -dijo el capitán Nemo-. Los antiguos comprendieron la utilidad para su tráfico comercial de establecer una comunicación entre el mar Rojo y el Mediterráneo, pero no pensaron en abrir un canal directo y tomaron el Nilo como intermediario. Muy probablemente, el canal que unía al Nilo con el mar Rojo fue comenzado bajo Sesostris, de creer a la tradición. Lo que es seguro es que, seiscientos quince años antes de Jesucristo, Necos emprendió las obras de un canal alimentado por las aguas del Nilo, a través de la llanura de Egipto que mira a Arabia. Se recorría el canal en cuatro días, y su anchura era suficiente para dejar paso a dos trirremes. Fue continuado por Darío, hijo de Hystaspo, y acabado probablemente por Ptolomeo II. Estrabón lo vio empleado en la navegación. Pero la escasa pendiente entre su punto de partida, cerca de Bubastis, y el mar Rojo lo hacía apto para la navegación tan sólo durante algunos meses al año. El canal sirvió al comercio hasta el siglo de los Antoninos. Abandonado, se cubrió de arena hasta que el califa Omar ordenó su restablecimiento. Fue definitivamente cegado en el año 761 ó 762 por el califa Almanzor, para impedir que le llegaran por él víveres a Mohamed ben Abdallah, que se había sublevado contra él. Durante su expedición a Egipto el general Bonaparte encontró vestigios del canal en el desierto de Suez, donde, sorprendido por la marea, estuvo a punto de perecer unas horas antes de llegar a Hadjaroth, el lugar mismo en que Moisés había acampado tres mil trescientos años antes que él. ...

En la línea 700
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — ¿Es su hijo? ...

En la línea 701
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Verá usted - dijo Joe meditabundo, no porque hubiese necesidad de meditar tal respuesta, sino porque era costumbre en la taberna que se fingiera reflexionar profundamente todo cuanto se discutía -. No, no es mi hijo. No lo es. ...

En la línea 1278
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... —Muy bien. Mejor será que lo haga en su propia casa. Se preparará el viaje para usted, y ante todo podrá usted ver al hijo del señor Pocket, que está en Londres. ¿Cuándo irá usted a Londres? ...

En la línea 1511
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Entonces mi tutor me llevó a su propio despacho, y mientras tomaba el lunch en pie, comiéndose unos sandwichs que había en una caja y bebiendo algunos tragos de jerez de un frasco de bolsillo (y parecía estar muy irritado con el sandwich mientras se lo comía), me informó de las disposiciones que había tomado con respecto a mí. Debía dirigirme a la Posada de Barnard, a las habitaciones del señor Pocket, hijo, en donde permanecería hasta el lunes; en dicho día tendría que ir con aquel joven a casa de su padre, a fin de hacer una visita y para ver si me gustaba. También me comunicó que mi pensión sería… - en realidad, era muy generosa -. Luego sacó de un cajón, para entregármelas, algunas tarjetas de ciertos industriales con quienes debería tratar lo referente a mis trajes y otras cosas que pudiera necesitar razonablemente. - Observará usted que tiene crédito, señor Pip - dijo mi tutor, cuyo frasco de jerez olía como si fuese una pipa llena, cuando, con la mayor prisa, se bebió unos tragos -, pero de esta manera podré comprobar sus gastos y advertirle en caso de que se exceda. Desde luego, cometerá usted alguna falta, pero en eso no tengo culpa alguna. ...

En la línea 234
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Procuraré vivir cerca de vosotros, pues aún tengo que decirte lo más agradable, Rodia. Precisamente por serlo lo he dejado para el final de la carta. Has de saber, querido hijo, que seguramente nos volveremos a reunir los tres muy pronto, y podremos abrazarnos tras una separación de tres años. Está completamente decidido que Dunia y yo nos traslademos a Petersburgo. No puedo decirte la fecha exacta de nuestra salida, pero puedo asegurarte que está muy próxima: tal vez no tardemos más de ocho días en partir. Todo depende de Piotr Petrovitch, que nos avisará cuando tenga casa. Por ciertas razones, desea que la boda se celebre cuanto antes, lo más tarde antes de la cuaresma de la Asunción. ...

En la línea 248
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »A mamá le pareció un poco seco, y la pobre mujer, en su ingenuidad, se apresuró a decírselo a Dunia. Y Dunia, naturalmente, se enfadó y respondió con cierta brusquedad. Es lógico. ¿Cómo no perder la calma ante estas ingenuidades cuando la cosa está perfectamente clara y ya no es posible retroceder? ¿Y por qué me dirá: quiere a Dunia, Rodia, porque ella te quiere a ti más que a su propia vida? ¿No será que la tortura secretamente el remordimiento por haber sacrificado su hija a su hijo? 'Tú eres toda nuestra vida, toda nuestra esperanza para el porvenir.' ¡Oh mamá… !» ...

En la línea 254
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Es evidente que en este caso sólo se trata de Rodion Romanovitch Raskolnikof: él ocupa el primer plano. ¿Cómo proporcionarle la felicidad, permitirle continuar los estudios universitarios, asociarlo con un hombre bien situado, asegurar su porvenir? Andando el tiempo, tal vez llegue a ser un hombre rico, respetado, cubierto de honores, e incluso puede terminar su vida en plena celebridad… ¿Qué dice la madre? ¿Qué ha de decir? Se trata de Rodia, del incomparable Rodia, del primogénito. ¿Cómo no ha de sacrificar al hijo mayor la hija, aunque esta hija sea una Dunia? ¡Oh adorados e injustos seres! Aceptarían sin duda incluso la suerte de Sonetchka, Sonetchka Marmeladova, la eterna Sonetchka, que durará tanto como el mundo. Pero ¿habéis medido bien la magnitud del sacrificio? ¿Sabéis lo que significa? ¿No es demasiado duro para vosotras? ¿Es útil? ¿Es razonable? Has de saber, Dunetchka, que la suerte de Sonia no es más terrible que la vida al lado del señor Lujine. Mamá ha dicho que no es éste un matrimonio de amor. ¿Y qué ocurrirá si, además de no haber amor, tampoco hay estimación, pues, por el contrario, ya existe la antipatía, el horror, el desprecio? ¿Qué me dices a esto… ? Habrá que conservar la 'limpieza'. Sí, eso es. ¿Comprendéis lo que esta limpieza significa? ¿Sabéis que para Lujine esta limpieza no difiere en nada de la de Sonetchka? E incluso es peor, pues, bien mirado, en tu caso, Dunetchka, hay cierta esperanza de comodidades, de cosas superfluas, cierta compensación, en fin, mientras que en el caso de Sonetchka se trata simplemente de no morirse de hambre. Esta 'limpieza' cuesta cara, Dunetchka, muy cara. ¿Y qué sucederá si el sacrificio es superior a tus fuerzas, si te arrepientes de lo que has hecho? Entonces todo serán lágrimas derramadas en secreto, maldiciones y una amargura infinita, porque, en fin de cuentas, tú no eres una Marfa Petrovna. ¿Y qué será de mamá entonces? Ten presente que ya se siente inquieta y atormentada. ¿Qué será cuando vea las cosas con toda claridad? ¿Y yo? ¿Qué será de mí? Porque, en realidad, no habéis pensado en mí. ¿Por qué? Yo no quiero vuestro sacrificio, Dunetchka; no lo quiero, mamá. Esta boda no se llevará a cabo mientras yo viva. ¡No, no lo consentiré!» ...

En la línea 973
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¿Y usted quién es? ‑le preguntó rudamente Rasumikhine‑. Yo me llamo Vrasumivkine y no Rasumikhine, como me llama todo el mundo. Soy estudiante, hijo de gentilhombre, y este señor es amigo mío. Ahora diga quién es usted. ...

En la línea 210
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —La capacidad alemana de enriquecerse. Estoy aquí desde hace poco tiempo y, sin embargo, las observaciones que he tenido tiempo de hacer sublevan mi naturaleza tártara. ¡Vaya qué virtudes! Ayer recorrí unos diez kilómetros por las cercanías. Pues bien, es exactamente lo mismo que en los libros de moral, que en esos pequeños libros alemanes ilustrados; todas las casas tienen aquí su papá, su Vater, extraordinariamente virtuoso y honrado. De una honradez tal que uno no se atreve a dirigirse a ellos. Por la noche toda la familia lee obras instructivas. En torno de la casita se oye soplar el viento sobre los olmos y los castaños. El sol poniente dora el tejado donde se posa la cigüeña, espectáculo sumamente poético y conmovedor. Recuerdo que mi difunto padre nos leía por la noche, a mi madre y a mi, libros semejantes, también bajo los tilos de nuestro jardín… Puedo juzgar con conocimiento de causa. Pues bien, aquí cada familia se halla en la servidumbre, ciegamente sometida al Vater. Cuando el Vater ha reunido cierta suma, manifiesta la intención de transmitir a su hijo mayor su oficio o sus tierras. Con esa intención se le niega la dote a una hija que se condena al celibato. El hijo menor se ve obligado a buscar un empleo o a trabajar a destajo y sus ganancias van a engrosar el capital paterno. Sí, esto se practica aquí, estoy bien informado. Todo ello no tiene otro móvil que la honradez, una honradez llevada al último extremo, y el hijo menor se imagina que es por honradez por lo que se le explota. ¿No es esto un ideal, cuando la misma víctima se regocija de ser llevado al sacrificio? ¿Y después?, me preguntaréis. El hijo mayor no es más feliz. Tiene en alguna parte una Amalchen, la elegida de su corazón, pero no puede casarse con ella por hacerle falta una determinada suma de dinero. Ellos también esperan por no faltar a la virtud y van al sacrificio sonriendo. Las mejillas de Amalchen se ajan, la pobre muchacha se marchita. Finalmente, al cabo de veinte años, la fortuna se ha aumentado, los florines han sido honrada y virtuosamente adquiridos. Entonces el Vater bendice la unión de su hijo mayor de cuarenta años con Amalchen, joven muchacha de treinta y cinco años, con el pecho hundido y la nariz colorada… Con esta ocasión vierte lágrimas, predica la moral y exhala acaso el último suspiro. El hijo mayor se convierte a su vez en un virtuoso Vater y vuelta a empezar. Dentro de cincuenta o sesenta años el nieto del primer Vater realizará ya un gran capital y lo transmitirá a su hijo; éste al suyo y después de cinco o seis generaciones, aparece, en fin, el barón de Rothschild en persona, Hope y Compañía o sabe Dios quién… ¿No es ciertamente un espectáculo grandioso? He aquí el coronamiento de uno o dos siglos de trabajo, de perseverancia, de honradez, he aquí a dónde lleva la firmeza de carácter, la economía, la cigüeña sobre el tejado. ¿Qué más podéis pedir? Ya más alto que esto no hay nada, y esos ejemplos de virtud juzgan al mundo entero lanzando el anatema contra aquellos que no los siguen. Pues bien, prefiero más divertirme a la rusa o enriquecerme en la ruleta. No deseo ser Hope y Compañía… al cabo de cinco generaciones. ...

En la línea 210
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —La capacidad alemana de enriquecerse. Estoy aquí desde hace poco tiempo y, sin embargo, las observaciones que he tenido tiempo de hacer sublevan mi naturaleza tártara. ¡Vaya qué virtudes! Ayer recorrí unos diez kilómetros por las cercanías. Pues bien, es exactamente lo mismo que en los libros de moral, que en esos pequeños libros alemanes ilustrados; todas las casas tienen aquí su papá, su Vater, extraordinariamente virtuoso y honrado. De una honradez tal que uno no se atreve a dirigirse a ellos. Por la noche toda la familia lee obras instructivas. En torno de la casita se oye soplar el viento sobre los olmos y los castaños. El sol poniente dora el tejado donde se posa la cigüeña, espectáculo sumamente poético y conmovedor. Recuerdo que mi difunto padre nos leía por la noche, a mi madre y a mi, libros semejantes, también bajo los tilos de nuestro jardín… Puedo juzgar con conocimiento de causa. Pues bien, aquí cada familia se halla en la servidumbre, ciegamente sometida al Vater. Cuando el Vater ha reunido cierta suma, manifiesta la intención de transmitir a su hijo mayor su oficio o sus tierras. Con esa intención se le niega la dote a una hija que se condena al celibato. El hijo menor se ve obligado a buscar un empleo o a trabajar a destajo y sus ganancias van a engrosar el capital paterno. Sí, esto se practica aquí, estoy bien informado. Todo ello no tiene otro móvil que la honradez, una honradez llevada al último extremo, y el hijo menor se imagina que es por honradez por lo que se le explota. ¿No es esto un ideal, cuando la misma víctima se regocija de ser llevado al sacrificio? ¿Y después?, me preguntaréis. El hijo mayor no es más feliz. Tiene en alguna parte una Amalchen, la elegida de su corazón, pero no puede casarse con ella por hacerle falta una determinada suma de dinero. Ellos también esperan por no faltar a la virtud y van al sacrificio sonriendo. Las mejillas de Amalchen se ajan, la pobre muchacha se marchita. Finalmente, al cabo de veinte años, la fortuna se ha aumentado, los florines han sido honrada y virtuosamente adquiridos. Entonces el Vater bendice la unión de su hijo mayor de cuarenta años con Amalchen, joven muchacha de treinta y cinco años, con el pecho hundido y la nariz colorada… Con esta ocasión vierte lágrimas, predica la moral y exhala acaso el último suspiro. El hijo mayor se convierte a su vez en un virtuoso Vater y vuelta a empezar. Dentro de cincuenta o sesenta años el nieto del primer Vater realizará ya un gran capital y lo transmitirá a su hijo; éste al suyo y después de cinco o seis generaciones, aparece, en fin, el barón de Rothschild en persona, Hope y Compañía o sabe Dios quién… ¿No es ciertamente un espectáculo grandioso? He aquí el coronamiento de uno o dos siglos de trabajo, de perseverancia, de honradez, he aquí a dónde lleva la firmeza de carácter, la economía, la cigüeña sobre el tejado. ¿Qué más podéis pedir? Ya más alto que esto no hay nada, y esos ejemplos de virtud juzgan al mundo entero lanzando el anatema contra aquellos que no los siguen. Pues bien, prefiero más divertirme a la rusa o enriquecerme en la ruleta. No deseo ser Hope y Compañía… al cabo de cinco generaciones. ...

En la línea 210
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —La capacidad alemana de enriquecerse. Estoy aquí desde hace poco tiempo y, sin embargo, las observaciones que he tenido tiempo de hacer sublevan mi naturaleza tártara. ¡Vaya qué virtudes! Ayer recorrí unos diez kilómetros por las cercanías. Pues bien, es exactamente lo mismo que en los libros de moral, que en esos pequeños libros alemanes ilustrados; todas las casas tienen aquí su papá, su Vater, extraordinariamente virtuoso y honrado. De una honradez tal que uno no se atreve a dirigirse a ellos. Por la noche toda la familia lee obras instructivas. En torno de la casita se oye soplar el viento sobre los olmos y los castaños. El sol poniente dora el tejado donde se posa la cigüeña, espectáculo sumamente poético y conmovedor. Recuerdo que mi difunto padre nos leía por la noche, a mi madre y a mi, libros semejantes, también bajo los tilos de nuestro jardín… Puedo juzgar con conocimiento de causa. Pues bien, aquí cada familia se halla en la servidumbre, ciegamente sometida al Vater. Cuando el Vater ha reunido cierta suma, manifiesta la intención de transmitir a su hijo mayor su oficio o sus tierras. Con esa intención se le niega la dote a una hija que se condena al celibato. El hijo menor se ve obligado a buscar un empleo o a trabajar a destajo y sus ganancias van a engrosar el capital paterno. Sí, esto se practica aquí, estoy bien informado. Todo ello no tiene otro móvil que la honradez, una honradez llevada al último extremo, y el hijo menor se imagina que es por honradez por lo que se le explota. ¿No es esto un ideal, cuando la misma víctima se regocija de ser llevado al sacrificio? ¿Y después?, me preguntaréis. El hijo mayor no es más feliz. Tiene en alguna parte una Amalchen, la elegida de su corazón, pero no puede casarse con ella por hacerle falta una determinada suma de dinero. Ellos también esperan por no faltar a la virtud y van al sacrificio sonriendo. Las mejillas de Amalchen se ajan, la pobre muchacha se marchita. Finalmente, al cabo de veinte años, la fortuna se ha aumentado, los florines han sido honrada y virtuosamente adquiridos. Entonces el Vater bendice la unión de su hijo mayor de cuarenta años con Amalchen, joven muchacha de treinta y cinco años, con el pecho hundido y la nariz colorada… Con esta ocasión vierte lágrimas, predica la moral y exhala acaso el último suspiro. El hijo mayor se convierte a su vez en un virtuoso Vater y vuelta a empezar. Dentro de cincuenta o sesenta años el nieto del primer Vater realizará ya un gran capital y lo transmitirá a su hijo; éste al suyo y después de cinco o seis generaciones, aparece, en fin, el barón de Rothschild en persona, Hope y Compañía o sabe Dios quién… ¿No es ciertamente un espectáculo grandioso? He aquí el coronamiento de uno o dos siglos de trabajo, de perseverancia, de honradez, he aquí a dónde lleva la firmeza de carácter, la economía, la cigüeña sobre el tejado. ¿Qué más podéis pedir? Ya más alto que esto no hay nada, y esos ejemplos de virtud juzgan al mundo entero lanzando el anatema contra aquellos que no los siguen. Pues bien, prefiero más divertirme a la rusa o enriquecerme en la ruleta. No deseo ser Hope y Compañía… al cabo de cinco generaciones. ...

En la línea 210
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —La capacidad alemana de enriquecerse. Estoy aquí desde hace poco tiempo y, sin embargo, las observaciones que he tenido tiempo de hacer sublevan mi naturaleza tártara. ¡Vaya qué virtudes! Ayer recorrí unos diez kilómetros por las cercanías. Pues bien, es exactamente lo mismo que en los libros de moral, que en esos pequeños libros alemanes ilustrados; todas las casas tienen aquí su papá, su Vater, extraordinariamente virtuoso y honrado. De una honradez tal que uno no se atreve a dirigirse a ellos. Por la noche toda la familia lee obras instructivas. En torno de la casita se oye soplar el viento sobre los olmos y los castaños. El sol poniente dora el tejado donde se posa la cigüeña, espectáculo sumamente poético y conmovedor. Recuerdo que mi difunto padre nos leía por la noche, a mi madre y a mi, libros semejantes, también bajo los tilos de nuestro jardín… Puedo juzgar con conocimiento de causa. Pues bien, aquí cada familia se halla en la servidumbre, ciegamente sometida al Vater. Cuando el Vater ha reunido cierta suma, manifiesta la intención de transmitir a su hijo mayor su oficio o sus tierras. Con esa intención se le niega la dote a una hija que se condena al celibato. El hijo menor se ve obligado a buscar un empleo o a trabajar a destajo y sus ganancias van a engrosar el capital paterno. Sí, esto se practica aquí, estoy bien informado. Todo ello no tiene otro móvil que la honradez, una honradez llevada al último extremo, y el hijo menor se imagina que es por honradez por lo que se le explota. ¿No es esto un ideal, cuando la misma víctima se regocija de ser llevado al sacrificio? ¿Y después?, me preguntaréis. El hijo mayor no es más feliz. Tiene en alguna parte una Amalchen, la elegida de su corazón, pero no puede casarse con ella por hacerle falta una determinada suma de dinero. Ellos también esperan por no faltar a la virtud y van al sacrificio sonriendo. Las mejillas de Amalchen se ajan, la pobre muchacha se marchita. Finalmente, al cabo de veinte años, la fortuna se ha aumentado, los florines han sido honrada y virtuosamente adquiridos. Entonces el Vater bendice la unión de su hijo mayor de cuarenta años con Amalchen, joven muchacha de treinta y cinco años, con el pecho hundido y la nariz colorada… Con esta ocasión vierte lágrimas, predica la moral y exhala acaso el último suspiro. El hijo mayor se convierte a su vez en un virtuoso Vater y vuelta a empezar. Dentro de cincuenta o sesenta años el nieto del primer Vater realizará ya un gran capital y lo transmitirá a su hijo; éste al suyo y después de cinco o seis generaciones, aparece, en fin, el barón de Rothschild en persona, Hope y Compañía o sabe Dios quién… ¿No es ciertamente un espectáculo grandioso? He aquí el coronamiento de uno o dos siglos de trabajo, de perseverancia, de honradez, he aquí a dónde lleva la firmeza de carácter, la economía, la cigüeña sobre el tejado. ¿Qué más podéis pedir? Ya más alto que esto no hay nada, y esos ejemplos de virtud juzgan al mundo entero lanzando el anatema contra aquellos que no los siguen. Pues bien, prefiero más divertirme a la rusa o enriquecerme en la ruleta. No deseo ser Hope y Compañía… al cabo de cinco generaciones. ...

En la línea 73
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Un día oyó relatar una causa célebre que se estaba instruyendo, y que muy pronto debía sentenciarse. Un infeliz, por amor a una mujer y al hijo que de ella tenía, falto de todo recurso, había acuñado moneda falsa. En aquella época se castigaba este delito con la pena de muerte. La mujer fue apresada al poner en circulación la primera moneda falsa fabricada por el hombre. El obispo escuchó en silencio. Cuando concluyó el relato, preguntó: ...

En la línea 692
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Este personaje adusto y amenazante era de esos que por rápidamente que se les mire, llaman la atención del observador. Se dice que en toda manada de lobos hay un perro, al que la loba mata, porque si lo deja vivir al crecer devoraría a los demás cachorros. Dad un rostro humano a este perro hijo de loba y tendréis el retrato de aquel hombre. ...

En la línea 695
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Javert había nacido en una prisión, hijo de una mujer que leía el futuro en las cartas, cuyo marido estaba también encarcelado. Al crecer pensó que se hallaba fuera de la sociedad y sin esperanzas de entrar en ella nunca. Advirtió que la sociedad mantiene irremisiblemente fuera de sí dos clases de hombres: los que la atacan y los que la guardan; no tenía elección sino entre una de estas dos clases; al mismo tiempo sentía dentro de sí un cierto fondo de rigidez, de respeto a las reglas y de probidad, complicado con un inexplicable odio hacia esa raza de gitanos de que descendía. Entró, pues, en la policía y prosperó. A los cuarenta años era inspector. ...

En la línea 23
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... La maternidad suele transformar a la mujer más casquivana. Se han visto casos de conmovedoras metamorfosis. (¿Quieres santificar a una mujer? -dice Nietzsche- Hazla un hijo). ...

En la línea 243
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... «En cualquier accidente que te acaezca, no digas nunca: “He perdido tal o cual objeto”; di más bien: “Lo he devuelto”. ¿Acaba de morir tu hijo?: “Fue devuelto”. ¿Ha muerto tu mujer?: “Fue devuelta”. “Me han despojado de mi herencia”, dices. Pues bien; tu herencia también ha sido devuelta. “Pero el que me ha despojado es un mal hombre”. ¿Y qué te importan las manos por las cuales tu heredad vuelve a Aquél de quien tú la tenías y que la reclama? Mientras que te la confía, mírala como bien de otro y ten cuidado de ella como los viajeros tienen cuidado de la fonda en que se alojan» ...

En la línea 703
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Cual si a aquella voz vibrante se despertase la memoria del desdichado hijo, volvió pies atrás, fue derecho a Lucía, y sin pronunciar palabra cogiole las dos manos, y las prensó entre las suyas, con enérgico y mudo apretón. Así se estuvieron breves segundos sin acertar a decirse una frase de despedida. Lucía quiso hablar; pero parecíale que un dogal muy suave, de seda, se ceñía a su garganta, estrangulándola cada vez más. De improviso la soltó Artegui; ella respiró, adosándose a la pared, aturdida… Cuando miró en torno, no estaba en la habitación sino Gonzalvo, que leía entre dientes el telegrama, olvidado por su dueño sobre la mesa. ...

En la línea 820
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Añaden que, eso sí, es un hijo como pocos… a su madre la trae en palmas. Ella cuentan que es una señora muy fina, de la aristocracia francesa… muy delicaducha de salud, y aun creo que allá en sus juventudes… ...

En la línea 993
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Pocos días antes del fijado para la vuelta de Perico, recibió Pilar una carta suya, que entregó a Lucía, a fin de que se la leyese. Anunciaba su llegada próxima, refiriendo a la vez algunos pormenores de su elegante vida en el castillo de Ceyssat, y entre varias noticias daba la de la muerte de la madre de Ignacio Artegui, que Anatole le había contado, creyendo que le interesaría por tratarse de un compatriota. Añadía que su hijo la había llevado a enterrar a Bretaña, al mismo castillote de Hotidan, en que, trascurriera su niñez. Miranda estaba delante cuando se leyó, este párrafo, y hubo de notar la ojeada rápida que se cruzó entre Pilar y Lucía, y la palidez repentina de su mujer. Salió Lucía aquella tarde, y se fue a San Luis, donde pasaría como media hora. Volvió al chalet, y entró en su dormitorio, donde tenía recado de escribir; escribió una carta, y guardándosela en el pecho bajó las escaleras a brincos, y tomó a buen paso hacia la calle principal. Anochecía; encendíanse los primeros faroles, y se esparcían por el arroyo los pilluelos, niños de coro de la civilización, voceando los periódicos recién llegados de Paris. Lucía fue derecha al rojo reverbero del estanco, y acercándose a la caja de madera que hacía de buzón, echó en ella la epístola. Al punto mismo, sintió, como una tenaza que le oprimía el brazo y se volvió. Miranda estaba allí. ...

En la línea 1029
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... «Padre querido: ¡bendita sea su boca! no parece sino que tiene usted don de profecía, según acertó al pronosticarme consuelo. Estoy loca de alegría, y no sé lo que escribo casi. Sepa usted que me hallo en cinta, según dice el señor Duhamel, que es un sabio, y no puede equivocarse en esto. Lo que yo tomé por enfermedades, eran las molestias del estado… Sí; ahora lo comprendo muy bien; ¡pero qué tonta soy! ¿Cómo no lo conocí antes? Parece que una cosa tan grande, debía adivinarla sin que nadie me lo advirtiese. ¡Un hijo! ¡Pero qué gusto, Padre Urtazu! Desde mañana empezaré con la canastilla, no vaya el angelito a nacer como Jesús, sin paños en qué envolverse… Estoy poniendo tonterías, y lloriqueo, pero no como el otro día… hoy es de placer. ...

En la línea 1393
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Y entonces refirió, apasionando su relación con los raudales de su voz y la violencia de sus ademanes, la historia del mormonismo, desde los tiempos bíblicos: 'Cómo en Israel, un profeta mormón, de la tribu de José, publicó los anales de la nueva religión y los legó a su hijo mormón; cómo, muchos siglos más tarde, una traducción de ese precioso libro, escrito en caracteres egipcios, fue hecha por José Smith junior, colono del estado de Vermont, que se reveló como profeta místico en 1825; cómo, por último, le apareció un mensajero celeste, en una selva luminosa, y le entregó los anales del Señor'. ...

En la línea 1517
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -¡Sólo de vos depende ensayarlo, hijo de John Bull!- replicó el grosero personaje. ...


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