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La palabra estudiaba
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la palabra estudiaba

La palabra Estudiaba ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece estudiaba.

Estadisticas de la palabra estudiaba

Estudiaba es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 13661 según la RAE.

Estudiaba aparece de media 5.15 veces en cada libro en castellano.

Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la estudiaba en las obras de referencia de la RAE contandose 783 apariciones .

Errores Ortográficos típicos con la palabra Estudiaba

Cómo se escribe estudiaba o hestudiaba?
Cómo se escribe estudiaba o eztudiaba?
Cómo se escribe estudiaba o estudiava?

Algunas Frases de libros en las que aparece estudiaba

La palabra estudiaba puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 2731
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... este total hay que agregar dos árboles: uno, que no estaba en flor cuando yo lo estudiaba, y otro que no he visto ...

En la línea 4636
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Por la mañana estudiaba filosofía y teología, leía las revistas científicas de los jesuitas, y escribía sus sermones y otros trabajos literarios. ...

En la línea 5624
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Leía con deleite los Caracteres de La Bruyère; de los libros de Balmes sólo admiraba El Criterio y —¡quien se lo hubiera dicho al señor Carraspique! —en las novelas, prohibidas tal vez, de autores contemporáneos, estudiaba costumbres, temperamentos, buscaba observaciones, comparando su experiencia con la ajena. ...

En la línea 7391
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Había que adelantar tiempo y Fermín lo adelantó; estudiaba por cuatro y trabajaba en los quehaceres domésticos de la Rectoral; cuidaba la huerta además y así ganaba comida y enseñanza. ...

En la línea 7397
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Detrás de unas tablas, que dejaban pasar las blasfemias y el ruido del dinero, estudiaba en las noches de invierno interminables el hijo del cura, como le llamaban cínicamente los obreros, delante de su madre, no en presencia de Fermín, que había probado a muchos que el estudio no le había debilitado los brazos. ...

En la línea 214
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Claudio sonrió distraídamente. Fingía escuchar con atención a su tío, mientras su pensamiento se iba alejando de él. ¿Qué podían importarle los Borgias?… Tal vez le hubiesen interesado un año antes, cuando estudiaba las andanzas novelescas de don Pedro de Luna; pero ahora vivía en otro mundo y eran distintas sus aficiones e Ideas. ...

En la línea 1653
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... El muchacho estudiaba y quería cumplir con su deber; pero no podía ir más allá de sus alcances. Doña Lupe le ayudaba a estudiar las lecciones, animábale en sus desfallecimientos, y cuando le veía apurado y temeroso por la proximidad de los exámenes, se ponía la mantilla y se iba a hablar con los profesores. Tales cosas les decía, que el chico pasaba, aunque con malas notas. Como no estuviese enfermo, asistía puntualmente a clase, y era de los que traían mayor trajín de notas, apuntes y cuadernos. Entraba en el aula cargado con aquel fardo, y no perdía sílaba de lo que el profesor decía. ...

En la línea 1804
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Fortunata no tenía criada. Decía que ella se bastaba y se sobraba para todos los quehaceres de casa tan reducida. Muchas tardes, mientras estaba en la cocina, Maximiliano estudiaba sus lecciones, tendido en el sofá de la sala. Si no fuera porque el espectro de la hucha se le solía aparecer de vez en cuando anunciándole el acabamiento del dinero extraído de ella, ¡cuán feliz habría sido el pobre chico! A pesar de esto, la dicha le embargaba. Entrábale una embriaguez de amor que le hacía ver todas las cosas teñidas de optimismo. No había dificultades, no había peligros ni tropiezos. El dinero ya vendría de alguna parte. Fortunata era buena, y bien claros estaban ya sus propósitos de decencia. Todo iba a pedir de boca, y lo que faltaba era concluir la carrera y… Al llegar aquí, un pensamiento que desde el principio de aquellos amores tenía muy guardadito, porque no quería manifestarlo sino en sazón oportuna, se le vino a los labios. No pudo retener más tiempo aquel secreto que se le salía con empuje, y si no lo decía reventaba, sí, reventaba; porque aquel pensamiento era todo su amor, todo su espíritu, la expresión de todo lo nuevo y sublime que en él había, y no se puede encerrar cosa tan grande en la estrechez de la discreción. Entró la pecadora en la sala, que hacía también las veces de comedor, a poner la mesa, operación en extremo sencilla y que quedaba hecha en cinco minutos. Maximiliano se abalanzó a su querida con aquella especie de vértigo de respeto que le entraba en ocasiones, y besándole castamente un brazo que medio desnudo traía, cogiéndole después la mano basta y estrechándola contra su corazón, le dijo: ...

En la línea 1877
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Poco después almorzaba Fortunata, y Maximiliano estudiaba, cambiando de vez en cuando algunas palabras. Toda aquella tarde dominaron en el espíritu de la joven las ideas optimistas, porque él se dejó decir algo de su herencia, de tierras e hipotecas en Molina de Aragón, asegurando que sus viñas podían darle tanto más cuanto. Por la noche avisaron para que les trajeran café, y vino el mozo de la Paz con él. Olmedo y Feliciana entraron de tertulia. Estaban de monos y apenas se hablaban, señal inequívoca de pelotera doméstica. Y es que si los estados más sólidos se quebrantan cuando la hacienda no marcha con perfecta regularidad, aquella casa, hogar, familia o lo que fuera, no podía menos de resentirse de las anomalías de un presupuesto cuyo carácter permanente era el déficit. Feliciana tenía ya pignorado lo mejorcito de su ropa, y Olmedo había perdido el crédito de una manera absoluta. Por la falta de crédito se pierden las repúblicas lo mismo que las monarquías. Y no se hacía ya ilusiones el bueno de Olmedo acerca de la catástrofe próxima. Sus amigos, que le conocían bien, descubrían en él menos entereza para desempeñar el papel de libertino, y a menudo se le clareaba la buena índole al través de la máscara. A Maximiliano le contaron que habían sorprendido a Olmedo en el Retiro estudiando a hurtadillas. Cuando le vieron sus amigos, escondió los libros entre el follaje, porque le sabía mal que le descubrieran aquella flaqueza. Daba mucha importancia a la consecuencia en los actos humanos, y tenía por deshonra el soltar de improviso la casaca e insignias de perdulario. ¿Qué diría la gente, qué los amigos, qué los mocosos, más jóvenes que él, que le tomaban por modelo? Hallábase en la situación de uno de esos chiquillos que para darse aires de hombres encienden un cigarro muy fuerte y se lo empiezan a fumar y se marean con él; pero tratan de dominar las náuseas para que no se diga que se han emborrachado. Olmedo no podía aguantar más la horrible desazón, el asco y el vértigo que sentía; pero continuaba con el cigarro en la boca haciendo que tiraba de él, pero sin chupar cosa mayor. ...

En la línea 4616
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... La determinación de no salir a paseo puso a la señorita de mal talante, porque no podía hablar con su novio, que a aquella hora estaba clavado en la esquina de la calle de los Tres Peces, esperando a que saliese la familia para incorporarse. Era un chico de mérito, que estudiaba el último año de no sé qué carrera, y escribía artículos de crítica (gratis) en diferentes periódicos. A pesar de sus notables prendas, doña Casta no le veía con buenos ojos, porque la crítica, francamente, como oficio para mantener una familia, no le parecía de lo más lucrativo. Pero Olimpia estaba muy apasionada; leía todos los artículos de su novio, que este le llevaba recortados de los periódicos y pegados en cuartillas, y con esta lectura se iba ilustrando considerablemente. Todo aquel fárrago de sentencias estéticas lo guardaba con las cartas y los mechones de pelo. Doña Casta no permitía aún al apreciable joven entrar en la casa. ...

En la línea 756
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Sí, estudiaba. ...

En la línea 2447
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Recuerdo que estudiaba en él el estado anímico del criminal mientras cometía el crimen. ...

En la línea 3857
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Tienes razón otra vez, Sonia. Todo lo que te he dicho es absurdo, pura charlatanería… La verdad es que, como sabes, mi madre está falta de recursos y que mi hermana, que por fortuna es una mujer instruida, se ha visto obligada a ir de un sitio a otro como institutriz. Todas sus esperanzas estaban concentradas en mí. Yo estudiaba, pero, por falta de medios, hube de abandonar la universidad. Aun suponiendo que hubiera podido seguir estudiando, en el mejor de los casos habría podido obtener dentro de diez o doce años un puesto como profesor de instituto o una plaza de funcionario con un sueldo anual de mil rublos ‑parecía estar recitando una lección aprendida de memoria‑, pero entonces las inquietudes y las privaciones habrían acabado ya con la salud de mi madre. Para mi hermana, las cosas habrían podido ir todavía peor… ¿Y para qué verse privado de todo, dejar a la propia madre en la necesidad, presenciar el deshonor de una hermana? ¿Para qué todo esto? ¿Para enterrar a los míos y fundar una nueva familia destinada igualmente a perecer de hambre… ? En fin, todo esto me decidió a apoderarme del dinero de la vieja para poder seguir adelante, para terminar mis estudios sin estar a expensas de mi madre. En una palabra, decidí emplear un método radical para empezar una nueva vida y ser independiente… Esto es todo. Naturalmente, hice mal en matar a la vieja… , ¡pero basta ya! ...


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Más información sobre la palabra Estudiaba en internet

Estudiaba en la RAE.
Estudiaba en Word Reference.
Estudiaba en la wikipedia.
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