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La palabra elevar
Cómo se escribe

la palabra elevar

La palabra Elevar ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece elevar.

Estadisticas de la palabra elevar

Elevar es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 6064 según la RAE.

Elevar aparece de media 14.52 veces en cada libro en castellano.

Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la elevar en las obras de referencia de la RAE contandose 2207 apariciones .

Errores Ortográficos típicos con la palabra Elevar

Cómo se escribe elevar o helevar?
Cómo se escribe elevar o elevarr?
Cómo se escribe elevar o elebar?

Más información sobre la palabra Elevar en internet

Elevar en la RAE.
Elevar en Word Reference.
Elevar en la wikipedia.
Sinonimos de Elevar.


El Español es una gran familia

Algunas Frases de libros en las que aparece elevar

La palabra elevar puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 5075
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Doña Paula creía que endiosarse valía tanto como elevar el pensamiento a las regiones celestes. ...

En la línea 9565
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Ana a veces, no pudiendo elevar su atención a las cosas invisibles, a la contemplación piadosa, procuraba preparar este viaje místico pensando en el Magistral. ...

En la línea 9669
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Mucho de intrigas, mucho de politiquilla, mucho de intereses materiales mal entendidos; y nada de filosofía, nada de elevar el pensamiento a las regiones de lo ideal. ...

En la línea 748
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —Rodrigo de Borja se preocupó en todo momento de mantener la pureza del dogma y ensanchar los dominios de la Iglesia. Esta no perdió nada durante su Pontificado; al contrario, aumentó enormemente su poder temporal. Era sobrio en la mesa, apenas bebía vino, nunca se mostró jugador, como Scarampo, los Piarlos y otros cardenales. Su pecado fue gustarle las mujeres de un modo Irresistible, hasta en su más extrema ancianidad, sin incurrir nunca en el vicio griego, como muchos de sus compañeros de cardenalato… Podía haber ocultado fácilmente sus hijos, por ser Ilegítimos, llamándolos sobrinos, a imitación de otros pontífices: pero este español era incapaz de tapujos as hipocresía» en sus afectos. Amaba a sus retoños con un apasionamiento extremado de meridional; fue un 'padrazo, preocupándose sin recato de engrandecerlos. Una lujuria de toro bravo, siempre fecunda, y un ambicioso deseo de elevar a su prole fueron los dos grandes defectos de este varón, indiscutiblemente superior, por la firmeza de su carácter, por su coraje reposado y sereno y por sus talentos de gobernante, a todos sus contemporáneos. ...

En la línea 806
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —Por desgracia—siguió diciendo don Manuel—, un exagerado amor a los suyos, el deseo de elevar la Casa de los Borgias a un poderío permanente, dominó sus pensamientos y designios. En el fondo era lo mismo que había intentado Calixto Tercero al proteger a su sobrino Pedro Luis; pero Alejandro Sexto ponía en sus deseos mayor vehemencia, y, además, sus herederos no eran sobrinos, sino hijos. Apenas se vio Papa recompensó a sus cardenales electores dándoles todo lo prometido, y en el mismo consistorio otorgó a su hijo César (de quince años entonces) el arzobispado de Valencia, creado por el Pontífice anterior a instancias suyas, una de las mitras más ricas de la Cristiandad, rentando al año dieciséis mil ducados de oro. A la vez nombró cardenal a su sobrino Juan de Borja, que era ya arzobispo de Monreale. ...

En la línea 3145
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Decidieron por fin establecerse en el Siglo de la calle Mayor, donde se encontraron bastantes personas conocidas. Rubín necesitaba algunos días para la aclimatación en nuevo local. Al principio cambiaba frecuentemente de mesa, bien porque el sitio era expuesto a las corrientes de aire, bien por ciertas vecindades un poco molestas. Una de las primeras noches, cuando aún no habían llegado los amigos, Rubín estaba solo en la mesa, y ponía su atención en dos grupos inmediatos a él. En ambos era vivo y animado el diálogo. En el de la derecha decían: «Hoy he hecho yo unas cincuenta arrobas a veinticinco reales. Pero está la plaza perdida. Los paletos van aprendiendo mucho. Hoy han dicho que no traen más escarola si no se la ponemos a diez». En el grupo de la izquierda, compuesto de tres individuos, oyó Rubín lo siguiente: «Te aseguro que yo admito la metempsícosis, según la entendían los egipcios y los caldeos». Comprendió Rubín que los de la derecha eran asentadores de víveres y los de la izquierda filósofos de café. En el del Siglo había una gran reunión de espiritistas, a la que concurría por aquella fecha Federico Ruiz. Viole Rubín, y se acercó a la tertulia, teniendo el gusto de discutir con los individuos más entusiastas de aquella secta. Entendía Juan Pablo que esto de ir corriéndola de mundo en mundo después que uno se muere es muy aceptable; pero lo del periespíritu no lo tragaba, ni la guasa de que vengan Sócrates y Cervantes a ponerse de cháchara con nosotros cuando nos place. Vamos; esto es para bobos. Uno de los más chiflados de la escuela se esforzaba en convencer a Rubín, tomando ese tonillo de unción y ese amaneramiento de cuello torcido y ojos bajos en que cae todo propagandista de doctrina religiosa, cualquiera que sea. Feijoo aparentaba creer, por darles cuerda y oírles desatinar. A aquel círculo iba Federico Ruiz siempre con prisa y con el tiempo tasado, porque a tal hora tenía que asistir a una junta para tratar de la erección del monumento a Jovellanos; después a otra para ocuparse del banquete que se había de dar a los pescadores de provincias que vendrían al Congreso de piscicultura. Hombre más atareado no se vio jamás en nuestro país, y como tenía tantas cosas en el caletre, para no olvidar muchas de ellas se veía obligado a apuntárselas con lápiz en los puños de la camisa. Cuando no tenía que ir a la Sociedad Económica a defender su voto particular como individuo de la comisión informadora de reformas sociales, iba al Fomento de las Ciencias a dar su conferencia sobre la utilidad de elevar a estudio serio el arte de la panificación. Entre col y col, Ruiz pasaba un rato con sus amigos los espiritistas, y les alentaba a organizarse, a establecerse, a alquilar un local, y sobre todo a fundar un órgano en la prensa. Nada adelantarían sin órgano. ...

En la línea 1101
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Luego, para elevar esas murallas se ha necesitado… ...

En la línea 1403
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Pero en el momento en que menos me lo esperaba, puse la mano sobre una maravilla o, por mejor decir, sobre una deformidad natural muy difícil de hallar. Acababa Conseil de dar un golpe de draga y de elevar su aparato cargado de diversas conchas bastante ordinarias, cuando, de repente, me vio hundir el brazo en la red, retirar de ella una concha, y lanzar un grito de conquiliólogo, es decir, el grito más estridente que pueda producir la garganta humana. ...

En la línea 1844
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Pero no podíamos detenernos. Había que seguir al capitán, que parecía dirigirse por senderos tan sólo por él conocidos. El suelo ascendía sensiblemente y a veces al elevar el brazo lo sacaba por encima de la superficie del agua. Luego, el nivel del banco descendió de nuevo caprichosamente. A menudo debíamos contornear altas rocas de formas piramidales. En sus oscuras anfractuosidades, grandes crustáceos, apostados sobre sus altas patas como máquinas de guerra, nos miraban con sus ojos fijos, y bajo nuestros pies reptaban diversas clases de nereidos alargando desmesuradamente sus antenas y sus cirros tentaculares. ...

En la línea 2254
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Existen allí dos corrientes, una superior, reconocida desde hace tiempo, que lleva las aguas del océano a la cuenca mediterránea, y otra más profunda, una contracorriente cuya existencia ha sido demostrada por el razonamiento. En efecto, la suma de las aguas del Mediterráneo, incesantemente acrecentada por las del Atlántico y por los ríos que en él se sumen, tendría que elevar cada año el nivel de este mar, pues su evaporación es insuficiente para restablecer el equilibrio. Del hecho de que así no ocurra se ha inferido naturalmente la existencia de esa corriente inferior que por el estrecho de Gibraltar vierte en el Atlántico ese excedente de agua. ...


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