La palabra Desaparecieron ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece desaparecieron.
Estadisticas de la palabra desaparecieron
Desaparecieron es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 11599 según la RAE.
Desaparecieron aparece de media 6.41 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la desaparecieron en las obras de referencia de la RAE contandose 975 apariciones .
Errores Ortográficos típicos con la palabra Desaparecieron
Cómo se escribe desaparecieron o desaparrecierron?
Cómo se escribe desaparecieron o dezaparecieron?
Cómo se escribe desaparecieron o desaparezieron?

la Ortografía es divertida

El Español es una gran familia
Algunas Frases de libros en las que aparece desaparecieron
La palabra desaparecieron puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 606
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Las grietas desaparecieron, y, terminado el enlucido de las paredes, la mujer y la hija las enjalbegaron de un blanco deslumbrante. ...
En la línea 7108
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... No estará de más hacer notar que de allí a una semana todas las langostas desaparecieron, nadie sabía cómo, y sólo quedaron unas pocas rezagadas. ...
En la línea 717
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... nuestras lanchas. De todo lo que York había visto durante su viaje nada le había sorprendido tanto como un avestruz cerca de Maldonado; jadeando, en fuerza de su admiración, vino corriendo hacia Mr. Bynoe con el cual paseaba: «¡Oh Bynoe! ¡Oh! ¡pájaro, parece caballo!» Mucho les extrañaba a los indígenas, indudablemente, nuestra piel blanca, pero si hemos de creer los relatos de Mr. Low, el cocinero negro de un barco pescador les causó una sorpresa muchísimo mayor; se reunían tantos alrededor de aquel pobre muchacho que no consintió en adelante saltar nunca a tierra. Marchaba todo tan bien, que no dudaba yo en dar largos paseos, en compañía de algunos oficiales, por aquellas colinas y bosques circunvecinos. Sin embargo, el día 27 desaparecieron de improviso todas las mujeres y todos los niños. Tal desaparición nos produjo mayor inquietud por cuanto ni York, ni Jemmy pudieron decirnos la causa. Unos creían que la noche anterior habíamos asustado a los salvajes limpiando y descargando los fusiles; otros opinaban que todo dependía de que un salvaje viejo se había creído insultado porque un centinela le había impedido el paso; bien es verdad que el salvaje había escupido tranquilamente a la cara al centinela; demostrando por los gestos que después hizo junto a un camarada suyo, dormido, que le hubiera cortado con gusto la cabeza y se lo hubiese comido. Para evitar el peligro de una batalla que no hubiese dejado de ser fatal a tantos salvajes, pensó el capitán Fitz-Roy que lo mejor sería pasar la noche en un ansa inmediata. Matthews, con su valor sereno, tan natural en él, a pesar de que no parecía tener un carácter muy enérgico, resolvió quedarse con los fueguenses, que decían que no tenían nada que temer por sí mismos; y los dejamos en su aislamiento para pasar allí la primera noche. ...
En la línea 761
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Los dos hijos anteriores del cardenal Borja desaparecieron antes de su Papado. Jerónima moría joven, y sin historia. Su verdadero primogénito, Pedro Luis (igual nombre que su tío, el favorito de Calixto III), después de una brillante y rápida juventud se extinguía igualmente. El cardenal lo había enviado a España para que hiciese la guerra contra los moros a las órdenes de Fernando el Católico, distinguiéndose en varios combates como soldado ardoroso. Su padre compraba para él un ducado, el de Gandía, consiguiendo, además, que se esposase con doña María Enríquez, hija de un tío del rey don Fernando. El joven tuvo que volverse a Roma en 1488 donde enfermó gravemente, muriendo poco después, y el ducado de Gandía pasó al primer hijo de la Vannoza, el llamado Juan, destinado por su padre a ser hombre de guerra. ...
En la línea 716
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Vio con enormes dimensiones la cara de mistress Augusta Haynes, rematada por su honorífico gorro, y que le sonreía protectoramente, como nunca le había sonreído la verdadera en el lejano país de su nacimiento. Poco a poco fue ladeando la cabeza, y desaparecieron de su redondel de vidrio el Padre de los Maestros, el orador y los grupos universitarios. Como si pretendiese cambiar de postura en su asiento, volvió la cabeza más a la derecha, quedando bajo su radio visual el extremo de la plataforma donde estaban los dos amantes. ...
En la línea 902
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Cuando todos desaparecieron, Ra-Ra volvió a examinar la parte alta y sinuosa del palacio universitario, donde estaban las habitaciones de los doctores jóvenes. Los más de ellos se habían ido a la peregrinación patriótica, y así se explicaba que las terrazas y las galerías permaneciesen silenciosas, sin el ordinario rumor de peleas dialécticas. ...
En la línea 4679
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Salió a despedirles a la puerta de la botica, se puso muy tieso, y estirándose todo lo posible sobre la base de sus zapatillas, les siguió con la vista hasta que desaparecieron en lo alto de la calle. ...
En la línea 5461
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Cuando los amantes desaparecieron de su vista, Rubín penetró en su casa. Lo más particular fue que la idea de su mujer se borró de su mente durante aquel suceso, o quizás personificaba en Aurora la totalidad de las deslealtades y traiciones femeninas. A solas en su cuarto, fue acometido de una duda horrible. «Pero esto que me desvela ahora—se decía revolviéndose en el lecho—, ¿es verdad, o lo he soñado yo? Sé que entré, sé que caí en la cama, sé que dormí, y ahora me encuentro con esta impresión espantosa en mi cerebro. ¿Es verdad que les he visto, al infame y a ella, o lo he soñado? Que yo he tenido un sopor breve y profundo, es indudable… Pues ya voy creyendo que ha sido sueño… Sí; sueño ha sido… Aurora es honrada. Vaya con las cosas que sueña uno… ¡Pero no, Dios, si lo vi, si lo estoy viendo todavía, y si tengo estampadas aquí las dos figuras… ! Esto es para volverse loco… ¡y sería lástima, ahora que estoy tan cuerdo… !». ...
En la línea 6119
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Porque yo veo ahora todos los conflictos, todos los problemas de mi vida con una claridad que no puede provenir más que de la razón… Y para que conste, yo juro ante Dios y los hombres que perdono con todo mi corazón a esa desventurada a quien quise más que a mi vida, y que me hizo tanto daño; yo la perdono, y aparto de mí toda idea rencorosa, y limpio mi espíritu de toda maleza, y no quiero tener ningún pensamiento que no sea encaminado al bien y a la virtud… El mundo acabó para mí. He sido un mártir y un loco. Que mi locura, de la que con la ayuda de Dios he sanado, se me cuente como martirio, pues mis extravíos, ¿qué han sido más que la expresión exterior de las horribles agonías de mi alma? Y para que no quede a nadie ni el menor escrúpulo respecto a mi estado de perfecta cordura, declaro que quiero a mi mujer lo mismo que el día en que la conocí; adoro en ella lo ideal, lo eterno, y la veo, no como era, sino tal y como yo la soñaba y la veía en mi alma; la veo adornada de los atributos más hermosos de la divinidad, reflejándose en ella como en un espejo; la adoro, porque no tendríamos medio de sentir el amor de Dios, si Dios no nos lo diera a conocer figurando que sus atributos se transmiten a un ser de nuestra raza. Ahora que no vive, la contemplo libre de las transformaciones que el mundo y el contacto del mal le imprimían; ahora no temo la infidelidad, que es un rozamiento con las fuerzas de la Naturaleza que pasan junto a nosotros; ahora no temo las traiciones, que son proyección de sombra por cuerpos opacos que se acercan; ahora todo es libertad, luz; desaparecieron las asquerosidades de la realidad, y vivo con mi ídolo en mi idea, y nos adoramos con pureza y santidad sublimes en el tálamo incorruptible de mi pensamiento. ...
En la línea 514
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –En aquel momento se confundieron entre la gente y desaparecieron, y no vi mas porque me llamó el amo, que estaba furioso porque se le había olvidado la carne encargada por el escribano; aunque yo tomo a todos los santos por testigos de que el reñirme por el olvido fuera como llevar a juicio un niño antes de nacer, por pecados come… ...
En la línea 2499
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Al rasar las paredes de las rocas perdidas bajo las aguas pude ver aún algunas conchas, serpulas, espios vivos y algunos especímenes de asterias. Pero pronto estos últimos representantes de la vida animal desaparecieron, y, por debajo de las tres leguas, el Nautilus sobrepasó los límites de la existencia submarina, como lo hace un globo que se eleva en el aire por encima de las zonas respirables. Habíamos alcanzado una profundidad de dieciséis mil metros -cuatro leguas-, y los flancos del Nautilus soportaban entonces una presión de mil seiscientas atmósferas, es decir, de mil seiscientos kilogramos por cada centímetro cuadrado de su superficie. ...
En la línea 3053
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Cuando las últimas cumbres de las Malvinas desaparecieron en el horizonte, el Nautilus se sumergió a unos veinte o veinticinco metros de profundidad y continuó bordeando la costa americana. ...
En la línea 3185
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Un cuarto de hora había durado el combate. Vencidos, mutilados, mortalmente heridos, los monstruos desaparecieron bajo el agua. ...
En la línea 652
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Un instante después, los cuatro desaparecieron por la selva, llevándolos el elefante con trote rápido. Pero entonces, los gritos, los clamores y una bala que atravesó el sombrero de Phileas Fogg les anunció que el ardid estaba descubierto. ...
Más información sobre la palabra Desaparecieron en internet
Desaparecieron en la RAE.
Desaparecieron en Word Reference.
Desaparecieron en la wikipedia.
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