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La palabra defender
Cómo se escribe

la palabra defender

La palabra Defender ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
El cuervo de Leopoldo Alias Clarín
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece defender.

Estadisticas de la palabra defender

Defender es una de las palabras más utilizadas del castellano ya que se encuentra en el Top 5000, en el puesto 2600 según la RAE.

Defender tienen una frecuencia media de 36.72 veces en cada libro en castellano

Esta clasificación se basa en la frecuencia de aparición de la defender en 150 obras del castellano contandose 5581 apariciones en total.

Más información sobre la palabra Defender en internet

Defender en la RAE.
Defender en Word Reference.
Defender en la wikipedia.
Sinonimos de Defender.


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece defender

La palabra defender puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 859
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¿No estaba dispuesto a defender a los suyos de los mayores peligros? ¿No tenía el deber de mantenerlos?. ...

En la línea 595
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Juanón, impulsado por la cólera, poníase de pie. _¡La Mano Negra!_ ¿Qué era aquello? Él había sufrido persecuciones por creerle afiliado a ella, y aún no sabía ciertamente en qué consistía. Meses enteros había estado en la cárcel con otros desgraciados. Le sacaban por la noche del encierro, para golpearle, en la oscura soledad del campo. Las preguntas de los hombres con uniforme iban acompañadas de culatazos que hacían crujir sus huesos, de palizas locas que se exacerbaban ante sus negativas. Aún guardaba en el cuerpo las cicatrices de estos obsequios de los ricos de Jerez. Podían haberle muerto sin que él contestase a gusto de sus atormentadores. Sabía de sociedades para defender la vida de los jornaleros y resistirse a los abusos de los amos; él formaba parte de ellas; pero de _La Mano Negra_, de la terrorífica asociación con sus puñales y sus venganzas, no sabía una palabra. ...

En la línea 1088
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El día anterior había reñido definitivamente con su prima. Estaba harto de sus caprichos y sus escándalos. Ahora sería hombre serio, para no dar disgustos a Pablo, que era como su padre. Pensaba dedicarse a la política; ser diputado. Otros de la tierra lo eran, sin otro mérito que una fortuna y un nacimiento iguales a los suyos. Además, contaba con el apoyo de los Padres de la Compañía, sus antiguos maestros, que no dejarían de felicitarse al verle en el hotel de su primo hecho un hombre serio, ocupándose en defender los sagrados intereses sociales. ...

En la línea 1284
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Cantaba María de la Luz, cantaba el señorito, y hasta el cejijunto _Chivo_, obedeciendo a su patrón, soltaba el chorro de su voz fiera, entonando broncos recuerdos a la reja de la _carse_ y a las _puñalás_ caballerescas por defender a la madre o a la mujer amada. ...

En la línea 41
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Y mi único interés moral es que viva el periódico, porque si usted me lo mata, ya no puedo defender nada, incluso el estómago. ...

En la línea 4516
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Resolvió, pues, defender bravamente la puerta; y como, traicionado por la dueña del albergue, no podía decir que Aramis estaba ausente, trato de probar al recién llegado quesería el colmo de la indiscreción molestar a su amo durante la piadosa conferencia que había entablado desde la mañana y que, a decir de Bazin, no podía terminar antes de la noche. ...

En la línea 7092
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Bien, bien -dijo el cardenal-, no os quiero; pero como com prenderéis bastante tiene uno con defender a sus amigos y recompen sarlos, no debe nada a sus enemigos, y sin embargo os daré un conse jo: manteneos alerta, señor D'Artagnan, porque en el momento en que yo haya retirado mi mano de vos, no compraría vuestra vida por un óbolo. ...

En la línea 7525
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Habéis hecho bien en defender el honor de una muj er, y como es al albergue del Colombier-Rouge a donde yo voy, sabré si me habéis dicho la verdad. ...

En la línea 8659
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... »Enrique IV, al asediar Paris, hacía arrojar por encima de las mu rallas pan y víveres; el cardenal hizo arrojar pequeños billetes en los que manifestaba a los rochelleses cuán injusta, egoísta y bárbara era la conducta de sus jefes; estos jefes tenían trigo en abundancia, y no lo compartían; adoptaban la máxima, porque también ellos tenían máximas, de que poco importaba que las mujeres, los niños y los viejos muriesen, con tal que los hombres que debían defender sus murallas siguiesen fuertes y con buena salud. ...

En la línea 246
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Si os la mostrara -replicó don Quijote-, ¿qué hiciérades vosotros en confesar una verdad tan notoria? La importancia está en que sin verla lo habéis de creer, confesar, afirmar, jurar y defender; donde no, conmigo sois en batalla, gente descomunal y soberbia. ...

En la línea 447
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Bien es verdad que, en lo que tocare a defender mi persona, no tendré mucha cuenta con esas leyes, pues las divinas y humanas permiten que cada uno se defienda de quien quisiere agraviarle. ...

En la línea 587
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Para cuya seguridad, andando más los tiempos y creciendo más la malicia, se instituyó la orden de los caballeros andantes, para defender las doncellas, amparar las viudas y socorrer a los huérfanos y a los menesterosos. ...

En la línea 837
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Por lo cual, Sancho Panza, conviene que estés advertido en esto que ahora te diré, porque importa mucho a la salud de entrambos; y es que, cuando veas que semejante canalla nos hace algún agravio, no aguardes a que yo ponga mano al espada para ellos, porque no lo haré en ninguna manera, sino pon tú mano a tu espada y castígalos muy a tu sabor; que si en su ayuda y defensa acudieren caballeros, yo te sabré defender y ofendellos con todo mi poder; que ya habrás visto por mil señales y experiencias hasta adónde se estiende el valor de este mi fuerte brazo. ...

En la línea 1288
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... s destrozamos horrorosamente las manos, trepando por estas rocas, lo que no me impide reírme del pucho cuidado que nuestro guía pone en defender su pantan, creyendo sin duda que el traje es más delicado que la piel. planta citada tiene un fruto muy parecido a la alcachofa, que encierra muchos granos pulposos, muy estimados aquí por su sabor azucarado y agradable. el puerto de Low vi que emplean ese fruto para hacer chichi o sidra; pues, como decía Humboldt, en casi todo el mundo encuentra el hombre medio de preparar bebidas con los vegetales ...

En la línea 2854
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Su propósito era agradar a don Álvaro, por causas que él conocía; y aunque el presidente del Casino fingiera defender al canónigo, a Foja le constaba que no le quería bien ni mucho menos. ...

En la línea 11197
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Arma poderosa para combatirla fue la ardiente caridad con que la Regenta se consagró a defender y consolar a De Pas cuando sus enemigos desataron contra él los huracanes de la injuria, que Ana creía de todo en todo calumniosa. ...

En la línea 11926
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Se trataba de defender en hermosos versos del siglo diez y siete a una señora que un su hermano quería descubrir y matar, y don Víctor juraba en quintillas que antes le harían a él tajadas que consentir, siendo como era caballero, atrocidad semejante. ...

En la línea 12709
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Ya no pensaba en su locura, pensaba en defender su secreto. ...

En la línea 1400
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Toda Italia se convenció de que la Iglesia tenía por primera vez un gran capitán propio, capaz de defender sus tierras actuales y recobrar las perdidas. Movíanse Alejandro y Cesar por una ambición de familia, «pero no resultaba menos cierto—como dijo Maquiavelo—que, después de fallecidos Alejandro y el duque de Valentino, la Santa Sede iba a heredar todas sus conquistas. ...

En la línea 1753
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Don Michelotto y otros amigos estaban ausentes, por haberlos enviado a las Romanas a que gobernasen sus principales fortalezas; mas algunos partidarios fieles que permanecían junto a él, especialmente el belicoso obispo Bonafede, bastaban para defender la antigua Mole Adriana, tenida por inexpuignable luego de las obras hechas en ella por Alejandro VI. ...

En la línea 1781
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Gonzalo de Mirafuente obligó al Pontífice a darle una suma enorme como reembolso de los gastos que, según él, había hecho para defender la plaza desde que César no pudo socorrerlo. ...

En la línea 1901
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —¡Miealet Corella!… ¡Qué tipo!… Efectivamente, nada he leído sobre el final de su vida terrible. César salió de Italia sin poder verlo. Don Miguelito, luego de defender como perro rabioso los dominios de su amigo y señor, cayó prisionero de los florentinos con otros partidarios de César, y el nuevo Papa Julio Segundo consiguió que se lo enviasen a Roma, encerrándolo en el castillo de Sant' Angelo. ...

En la línea 1310
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - La promesa de una orden del gobierno es falsa, gentleman -añadió Flimnap-. Ningún señor del Consejo Ejecutivo osará firmarla. Yo, por el deseo de defender a usted, ando ahora mezclado en las cosas de la política y me honro con la amistad del elocuente Gurdilo. El gobierno sabe que el tribuno se interesa por el Hombre-Montaña, y como teme a su palabra vengadora, se cuidará bien de autorizar tal crimen. ...

En la línea 1401
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Ahora las máquinas voladoras que iban llegando al palacio del gobierno procedían de los más diversos extremos de la República. En casi todas las provincias acababan de sublevarse los hombres. En unas habían vencido, en otras habían fracasado, porque las autoridades supieron guardar y defender a tiempo los depósitos de armamento antiguo. ...

En la línea 595
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Porque Juan era la inconsecuencia misma. En los tiempos de Prim, manifestose entusiasta por la candidatura del duque de Montpensier. «Es el hombre que conviene, desengañaos, un hombre que lleva al dedillo las cuentas de su casa, un modelo de padre de familia». Vino D. Amadeo, y el Delfín se hizo tan republicano que daba miedo oírle. «La Monarquía es imposible; hay que convencerse de ello. Dicen que el país no está preparado para la República; pues que lo preparen. Es como si se pretendiera que un hombre supiera nadar sin decidirse a entrar en el agua. No hay más remedio que pasar algún mal trago… La desgracia enseña… y si no, vean esa Francia, esa prosperidad, esa inteligencia, ese patriotismo… esa manera de pagar los cinco mil millones… ». Pues señor, vino el 11 de Febrero y al principio le pareció a Juan que todo iba a qué quieres boca. «Es admirable. La Europa está atónita. Digan lo que quieran, el pueblo español tiene un gran sentido». Pero a los dos meses, las ideas pesimistas habían ganado ya por completo su ánimo. «Esto es una pillería, esto es una vergüenza. Cada país tiene el Gobierno que merece, y aquí no puede gobernar más que un hombre que esté siempre con una estaca en la mano». Por gradaciones lentas, Juanito llegó a defender con calor la idea alfonsina. «Por Dios, hijo—decía D. Baldomero con inocencia—, si eso no puede ser» y sacaba a relucir los jamases de Prim. Poníase Barbarita de parte del desterrado príncipe, y como el sentimiento tiene tanta parte en la suerte de los pueblos, todas las mujeres apoyaban al príncipe y le defendían con argumentos sacados del corazón. Jacinta dejaba muy atrás a las más entusiastas por D. Alfonso. «¡Es un niño!»… Y no daba más razón. ...

En la línea 704
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «Yo haré justicia, se lo juro a usted… Espero cogerlos in fraganti otra vez, in fraganti, Sr. D. Juan. Entonces aparecerán los dos cadáveres atravesados por una sola espada… Esta es la venganza, esta es la ley… por una sola espada… Y me quedaré tan fresco, como si tal cosa. Y podré salir por ahí mostrando mis manos manchadas con la sangre de los adúlteros y decir a gritos: 'Aprended de mí, maridos, a defender vuestro honor. Ved estas manos justicieras, vedlas y besadlas… '. Y vendrán todos… toditos a besarme las manos. Y será un besamanos, porque hay tantos, tantísimos… ». ...

En la línea 896
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Pasó la noche en grandísima intranquilidad. Temía que su mujer descubriese con ojo perspicaz el matute que él encerraba en su cintura. La maldita parecía que olía la plata. Por eso estaba tan azorado y no se daba por seguro en ninguna posición, creyendo que al través de la ropa se le iba a ver la moneda. Durante la cena estuvieron todos muy alegres; tiempo hacía que no habían cenado tan bien. Pero al acostarse volvió Ido a ser atormentado por sus temores, y no tuvo más remedio que estar toda la noche hecho un ovillo, con las manos cruzadas en la cintura, porque si en una de las revueltas que ambos daban sobre los accidentados jergones la mano de su mujer llegaba a tocar el duro, se lo quitaba, tan fijo como tres y dos son cinco. Durmió, pues, tan mal que en realidad dormía con un ojo y velaba con el otro, atento siempre a defender su contrabando. Lo peor fue que viéndole su mujer tan retortijado y hecho todo una ese, creyó que tenía el dolor espasmódico que le solía dar; y como el mejor remedio para eso eran las friegas, Nicanora le propuso dárselas, y al oír tal proposición, tembláronle a Ido las carnes, viéndose descubierto y perdido. «Ahora sí que la hemos hecho buena» pensó. Pero su talento le sugirió la respuesta, y dijo que no tenía ni pizca de dolor, sino frío, y sin más explicaciones se volvió contra la pared, pegándose a ella como un engrudo, y haciéndose el dormido. Llegó por fin el día y con él la calma al corazón de Ido, quien se acicaló y se lavó casi toda la cara, poniéndose la corbata encarnada con cierta presunción. ...

En la línea 1437
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Jacinta, anonadada, quería defender su tema a todo trance. «Juanín es tu hijo, no me lo niegues» replicó llorando. ...

En la línea 910
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Sin embargo, deja aquí fuerza suficiente para defender nuestro refugio. ...

En la línea 916
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Llamó a Giro Batol y lo mostró a las bandas que se quedaban para defender la isla. ...

En la línea 2456
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑La inexactitud consiste en que yo no dije, como usted ha entendido, que los hombres extraordinarios están autorizados a cometer toda clase de actos criminales. Sin duda, un artículo que sostuviera semejante tesis no se habría podido publicar. Lo que yo insinué fue tan sólo que el hombre extraordinario tiene el derecho… , no el derecho legal, naturalmente, sino el derecho moral… , de permitir a su conciencia franquear ciertos obstáculos en el caso de que así lo exija la realización de sus ideas, tal vez beneficiosas para toda la humanidad… Dice usted que esta parte de mi artículo adolece de falta de claridad. Se la voy a explicar lo mejor que pueda. Me parece que es esto lo que usted desea, ¿no? Bien, vamos a ello. En mi opinión, si los descubrimientos de Kepler y Newton, por una circunstancia o por otra, no hubieran podido llegar a la humanidad sino mediante el sacrificio de una, o cien, o más vidas humanas que fueran un obstáculo para ello, Newton habría tenido el derecho, e incluso el deber, de sacrificar esas vidas, a fin de facilitar la difusión de sus descubrimientos por todo el mundo. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que Newton tuviera derecho a asesinar a quien se le antojara o a cometer toda clase de robos. En el resto de mi artículo, si la memoria no me engaña, expongo la idea de que todos los legisladores y guías de la humanidad, empezando por los más antiguos y terminando por Licurgo, Solón, Mahoma, Napoleón, etcétera; todos, hasta los más recientes, han sido criminales, ya que al promulgar nuevas leyes violaban las antiguas, que habían sido observadas fielmente por la sociedad y transmitidas de generación en generación, y también porque esos hombres no retrocedieron ante los derramamientos de sangre (de sangre inocente y a veces heroicamente derramada para defender las antiguas leyes), por poca que fuese la utilidad que obtuvieran de ello. ...

En la línea 2458
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Ya ven ustedes que no he dicho nada nuevo. Estas ideas se han comentado mil veces de palabra y por escrito. En cuanto a mi división de la humanidad en seres ordinarios y extraordinarios, admito que es un tanto arbitraria; pero no me obstino en defender la precisión de las cifras que doy. Me limito a creer que el fondo de mi pensamiento es justo. Mi opinión es que los hombres pueden dividirse, en general y de acuerdo con el orden de la misma naturaleza, en dos categorías: una inferior, la de los individuos ordinarios, es decir, el rebaño cuya única misión es reproducir seres semejantes a ellos, y otra superior, la de los verdaderos hombres, que se complacen en dejar oír en su medio 'palabras nuevas. Naturalmente, las subdivisiones son infinitas, pero los rasgos característicos de las dos categorías son, a mi entender, bastante precisos. La primera categoría se compone de hombres conservadores, prudentes, que viven en la obediencia, porque esta obediencia los encanta. Y a mí me parece que están obligados a obedecer, pues éste es su papel en la vida y ellos no ven nada humillante en desempeñarlo. En la segunda categoría, todos faltan a las leyes, o, por lo menos, todos tienden a violarlas por todos sus medios. ...

En la línea 3011
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Sonia hablaba con acento desgarrador. Una profunda agitación la dominaba. Gemía, se retorcía las manos. Sus pálidas mejillas se habían teñido de rojo y sus ojos expresaban un profundo sufrimiento. Era evidente que Raskolnikof acababa de tocar un punto sensible en su corazón. Sonia experimentaba una ardiente necesidad de explicar ciertas cosas, de defender a su madrastra. De súbito, su semblante expresó una compasión «insaciable», por decirlo así. ...

En la línea 4425
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Hay que convenir en que es usted una muchacha valiente. Yo esperaba, le doy mi palabra, que pidiera usted al señor Rasumikhine que la acompañase. Pero él no estaba con usted, ni rondaba por los alrededores, cuando nos hemos encontrado: me he fijado bien. Ha sido una verdadera demostración de valor. Ha querido defender por sí sola a Rodion Romanovitch… Por lo demás, todo en usted es divino. En cuanto a su hermano, ¿qué puedo decirle? Usted le acaba de ver. ¿Qué le ha parecido su actitud? ...

En la línea 810
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... En el casino aguardaban ya a la abuela, y le tenían reservado el mismo sitio de antes, al lado del croupier. No me cabe duda de que aquellos croupiers —aquellas gentes indignas, que tienen el aspecto de funcionarios a los que no interesa si la banca gana o pierde— no son en el fondo tan indiferentes a las pérdidas de la banca como aparentan. Obran así para atraer a los jugadores y defender, del mejor modo posible, los intereses de la administración, lo que les vale primas y gratificaciones. Por lo menos, a la abuela la miraban ya como a su víctima. ...

En la línea 1347
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... El inspector sonrió y no respondió. Pero, como se ve, mister Fogg pertenecía a esa raza de ingleses que, si no toleran el duelo en su país, se baten en el extranjero cuando se trata de defender su honra. ...


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