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La palabra alargaba
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la palabra alargaba

La palabra Alargaba ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece alargaba.

Estadisticas de la palabra alargaba

La palabra alargaba no es muy usada pues no es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE

Errores Ortográficos típicos con la palabra Alargaba

Cómo se escribe alargaba o halargaba?
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Cómo se escribe alargaba o alargava?
Cómo se escribe alargaba o alarjaba?


El Español es una gran familia

Algunas Frases de libros en las que aparece alargaba

La palabra alargaba puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 6735
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Vio también que se dilataba y alargaba por otra concavidad espaciosa; viendo lo cual, volvió a salir adonde estaba el jumento, y con una piedra comenzó a desmoronar la tierra del agujero, de modo que en poco espacio hizo lugar donde con facilidad pudiese entrar el asno, como lo hizo; y, cogiéndole del cabestro, comenzó a caminar por aquella gruta adelante, por ver si hallaba alguna salida por otra parte. ...

En la línea 7633
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Llegó la noche, esperada de don Quijote con la mayor ansia del mundo, pareciéndole que las ruedas del carro de Apolo se habían quebrado, y que el día se alargaba más de lo acostumbrado, bien así como acontece a los enamorados, que jamás ajustan la cuenta de sus deseos. ...

En la línea 12381
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Todo esto pasó por el cerebro de la Regenta mientras Mesía, sin ocultar la emoción que le ponía pálido, se inclinaba con gracia, y alargaba tímidamente una mano. ...

En la línea 3135
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... No pararon aquí las cosas. Rubín, lleno de despecho, resobaba sus libritos de a treinta céntimos para buscar armas contra la Iglesia. Apenas las esgrimía, Pedernero le reventaba. Su argumentación era la maza de Fraga. El Pater no cabía en sí de gozo y bailaba en el asiento; Quevedo alargaba el hocico, y hasta se atrevía a decir mu, repitiendo las admirables razones de su amigo. Los demás tertulios se envalentonaban adhiriéndose algunos al bando de Pedernero, otros al de Rubín, no por convicción, sino por divertirse y aumentar la jarana. Además de los tres curas, eran parroquianos de aquella mesa las siguientes personas: un agente de Bolsa riquísimo que, con el Pater, llevaba diez años de concurrir todas las noches a aquel mismo sitio, un bajo de ópera retirado, un funcionario de poco sueldo y el dueño de un acreditado molino de chocolate. Los curas y estos cuatro señores formaban la partida más fraternal que puede imaginarse. Llevando cada cual un bocado sabroso al festín de la murmuración pasaban dulcemente las horas, amigos allí, distantes unos de otros en el comercio de la vida ordinaria. ...

En la línea 3701
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Las nueve serían de la siguiente, cuando entró en el establecimiento de la Plaza de Antón Martín, que lleno de gente estaba, con una atmósfera espesa y sofocante que se podía mascar, y un ensordecedor ruido de colmena; bulla y ambiente que soportan sin molestia los madrileños, como los herreros el calor y el estrépito de una fragua. Desembozándose, avanzó el anciano por la tortuosa calle que dejaran libre las mesas del centro, y miraba a un lado y otro buscando a su amigo. Ya tropezaba con un mozo encargado de servicio, ya su capa se llevaba la toquilla de una cursi; aquí se le interponía el brazo del vendedor de Correspondencias que alargaba ejemplares a los parroquianos, y allá le hacían barricada dos individuos gordos que salían o cuatro flacos que entraban. Por fin, distinguió a Juan Pablo en el rincón inmediato a la escalera de caracol por donde se sube al billar. Acompañábanle en la misma mesa dos personas: una mujer bastante bonita, aunque estropeada, y un joven en quien al pronto reconoció D. Evaristo a Maximiliano. Los dos hermanos sostenían conversación muy animada. La indivudua eran el amor de Juan Pablo, una tal Refugio, personaje de historia, aunque no histórico, de cara graciosa y picante, con un diente de menos en la encía superior. Feijoo no la había visto nunca, ni el filósofo de café acostumbraba a presentarse en público en compañía de aquella Aspasia, por cuya razón quedose Rubín un tanto cortado al ver a su amigo. ...

En la línea 4017
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Viendo Fortunata que Mauricia se dormía profundamente, salió a la sala. No había nadie. Acercose a la ventana, mirando a la calle por entre los cristales, y allí estuvo un largo rato con la atención vagabunda y el pensamiento adormilado, cuando un rumor en el pasillo la sacó de su abstracción. Al volverse, se quedó atónita, viendo a Jacinta que, detenida en la puerta, alargaba la cabeza para ver quién estaba allí. Traía de la mano una niña, vestida a la moda, pero con sencillez y sin pizca de afectación de elegancia. Avanzó hacia Fortunata; interrogándola con aquella sonrisa angelical que vista una vez no se podía olvidar. Sentía la de Rubín una gran turbación, mezcla increíble de cortedad de genio y de temor ante la superioridad, y se puso muy colorada, después como la cera. Debió Jacinta preguntarle algo; sin duda la otra no acertó a responderle. La señora de Santa Cruz se acercó a la puerta que comunicaba con la otra sala. Entonces Fortunata, que se hallaba detrás, dijo: «Se ha quedado dormida». ...

En la línea 5295
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... El gatito que se había subido en el hombro del señor, estaba muy preocupado con la trompetilla. Ignoraba sin duda lo que era aquello, y quería saberlo a todo trance, porque alargaba la pata como para hacer un reconocimiento de tan misterioso objeto. La curiosidad del animalito interrumpía la audición, que era ya bastante penosa. Feijoo tomó la inscripción diciendo: ¿Pero qué ocurre?… ¿doña Lupe… ?, ji ji ji… Todavía sostendrá que yo le hice el amor. No hay quien se lo quite de la cabeza. Y todo porque me solía parar en la esquina de la calle de Tintoreros, esperando a la mujer de Inza, ji ji ji… el de la tienda de mantas. ...


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Más información sobre la palabra Alargaba en internet

Alargaba en la RAE.
Alargaba en Word Reference.
Alargaba en la wikipedia.
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