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La palabra vecez
Cómo se escribe

Comó se escribe vecez o veces?

Cual es errónea Veces o Vecez?

La palabra correcta es Veces. Sin Embargo Vecez se trata de un error ortográfico.

El Error ortográfico detectado en el termino vecez es que hay un Intercambio de las letras s;z con respecto la palabra correcta la palabra veces

Más información sobre la palabra Veces en internet

Veces en la RAE.
Veces en Word Reference.
Veces en la wikipedia.
Sinonimos de Veces.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Veces

Cómo se escribe veces o vecez?
Cómo se escribe veces o beces?


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece veces

La palabra veces puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 10
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Era la historia de unos campos forzosamente yermos, que vi muchas veces, siendo niño, en los alrededores de Valencia, por la parte del cementerio; campos utilizados hace años como solares para la expansión urbana; el relato de una lucha entre labriegos y propietarios, que tuvo por origen un suceso trágico y abundó luego en conflictos y violencias. ...

En la línea 123
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... No, ella no era mala; había trabajado en las fábricas, había servido a una familia como doméstica; pero al fin sus hermanas le dieron el empleo, cansadas de sufrir hambre; y allí estaba, recibiendo unas veces cariño y otras bofetadas, hasta que reventase para siempre. ...

En la línea 231
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Mucho quería el labrador a su mujer, y hasta le perdonaba la tontería de haberle dado cuatro hijas y ningún hijo que le ayudase en sus tareas; no amaba menos a las cuatro muchachas, unos ángeles de Dios, que se pasaban el día cantando, cosiendo a la puerta de la barraca, y algunas veces se metían en los campos para descansar un poco a su pobre padre; pero la pasión suprema del tío Barret, el amor de sus amores, eran aquellas tierras, sobre las cuales había pasado monótona y silenciosa la historia de su familia. ...

En la línea 278
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Por algo dicen que Dios saca muchas veces el bien del mal. ...

En la línea 36
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Montenegro temía que su jefe supiera a aquellas horas dónde había pasado el domingo. Conocía las costumbres de la casa: el espionaje a que se dedicaban los empleados para ganarse el afecto de don Pablo. Varias veces notó que don Ramón, el jefe de la oficina y director de la publicidad, le miraba con cierto asombro. Debía estar enterado de la reunión; pero a éste no le tenía miedo. Conocía su pasado: su juventud, transcurrida en los bajos fondos del periodismo de Madrid, batallando contra todo lo existente, sin conquistar un mendrugo de pan para la vejez, hasta que, cansado de la lucha, acosado por el hambre, y bajo el pesimismo del fracaso y la miseria, se había refugiado en el escritorio de Dupont para redactar los anuncios originales y los pomposos catálogos que popularizaban los productos de la casa. Don Ramón, por sus anuncios y sus alardes de religiosidad, era la persona de confianza de Dupont el mayor; pero Montenegro no le temía, conociendo las creencias del pasado que aún perduraban en él. ...

En la línea 105
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Fermín le temía sin odiarle. Veía en él un enfermo, «un degenerado», capaz de los mayores extravagancias por su exaltación religiosa. Para Dupont, el amo lo era por derecho divino, como los antiguos reyes. Dios quería que existiesen pobres y ricos, y los de abajo debían obedecer a los de arriba, porque así lo ordenaba una jerarquía social de origen celeste. No era tacaño en asuntos de dinero, antes bien, se mostraba generoso en la remuneración de los servicios, aunque su largueza tenía mucho de veleidosa e intermitente, fijándose más en el aspecto simpático de las personas que en sus méritos. Algunas veces, al encontrar en la calle a obreros despedidos de sus bodegas, indignábase porque no le saludaban. «¡Tú!--decía imperiosamente;--aunque no estés en mi casa, tu deber es saludarme siempre, porque fui tu amo». ...

En la línea 109
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Montenegro recordaba la estupefacción de la gente un año antes, cuando un perro de los que guardaban por la noche las bodegas mordió a varios trabajadores. Dupont había acudido en su auxilio, temiendo que el mordisco les produjera la hidrofobia y, para evitarla, les hizo tragar en el primer momento, en forma de píldoras, una estampa de santo milagroso que guardaba su madre. Era tan estupendo aquello, que Fermín, después de haber presenciado el hecho, comenzaba a dudar, con el transcurso del tiempo, de que fuese cierto. Bien es verdad que después, el mismo don Pablo pagó con largueza el viaje a los enfermos para que fuesen curados por un médico célebre. Dupont explicaba su conducta cuando le hablaban de este suceso con una sencillez que daba espanto: «Primero, la Fe; después, la Ciencia, que algunas veces hace grandes cosas, pero es porque se lo permite Dios». ...

En la línea 111
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Dupont, luego de acompañar a su primo y a los amigos de éste por toda la bodega, decidió retirarse, como si su dignidad de amo sólo le permitiera enseñar la parte más selecta de la casa. Luis les mostraría las otras bodegas, la destilería del cognac, los talleres de embotellado: él tenía que hacer en el escritorio. Y saludando a los forasteros con un gesto de bondad altiva y señorial, que Montenegro había visto muchas veces en doña Elvira, el temible Dupont hizo un ademán a su empleado para que le siguiese. ...

En la línea 193
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... No obstante, algo había a veces, anterior a la consumación de la desgracia, que le parecía de perlas: era lo que él llamaba la noche del aguardiente. ...

En la línea 216
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Oía a veces carcajadas inoportunas, que no tomaba a mal porque nada malo revelaban, sino juegos extravagantes de nuestro misterioso organismo. ...

En la línea 228
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Cuervo, además de tener asegurado el pan de cada día, se sentía hombre de influencia; muchos personajes de provincias y algunos de la corte que tenían en Laguna residencia de verano estimaban a Cuervo en lo mucho que valía y a una recomendación suya atendían muchas veces antes que a la de un elector con docenas de votos. ...

En la línea 252
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Como no hubiera orden expresa en contrario, y a veces aunque la hubiera, Cuervo transformaba el escenario de repente como el mejor tramoyista, y a los pocos momentos nadie reconocía la habitación en que había resonado un estertor horas antes. ...

En la línea 27
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Los burgueses se armaban siempre contra los ladrones, contra los lobos, contra los lacayos, con frecuencia contra los señores y los hugonotes, algunas veces contra el rey, pero nunca contra el cardenal ni contra el Español. ...

En la línea 47
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Os he hecho aprender a manejar la espada; tenéis un jarrete de hierro, un puño de acero; batíos por cualquier motivo; batíos, tanto más cuanto que están prohibidos los duelos, y por consi guiente hay dos veces valor al batirse. ...

En la línea 54
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Más tarde, el señor de Tréville se batió contra otros en su primer viaje a Paris, cinco veces; tras la muerte del difunto rey hasta la mayoría del joven, sin contar las guerras y los asedios, siete veces; y desde esa mayoría hasta hoy, quizá cien. ...

En la línea 54
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Más tarde, el señor de Tréville se batió contra otros en su primer viaje a Paris, cinco veces; tras la muerte del difunto rey hasta la mayoría del joven, sin contar las guerras y los asedios, siete veces; y desde esa mayoría hasta hoy, quizá cien. ...

En la línea 59
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Los señores fiscales, ademas de las tequiosas tareas de su vasto ministerio, que son muy grandes y complicadas (como que es proberbio comun que ningun fiscal resiste ese despacho cinco años cumpliendo como es debido), tienen sobre sí la llamada proteccion de indios y de chinos, reducida nada menos que á tomar por sí (por privilejios que aquellos tienen) la defensa de sus personas, y aun negocios, cuando atropelladas por alguna persona creen que no se les ha de hacer justicia, que se acojen (y lo hacen facilmente) á la proteccion fiscal, y los ocupan, y no poco á veces, por nada; pero que distraen de sus importantes trabajos á los señores fiscales cuando se les antoja sin motivo, y con razon cuando le hay. ...

En la línea 66
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Las causas criminales se forman principiando una que se llama sumaria, el gobernadorcillo [9] del pueblo donde ocurre el suceso que la motiva, instruyendo las primeras dilijencias, las mas veces ó casi todas en idioma del pais, por no saber el castellano, y con cuatro mal tomadas declaraciones á los reos, si los hay, da cuenta al alcalde mayor ó correjidor. ...

En la línea 69
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... En el estado que le parece al alcalde mayor ó correjidor, provee otro auto de remision de lo actuado para un letrado de la capital, que en vista de ello lo asesore y dicte los trámites y dilijencias que procedan en justicia; con lo cual aquello ya es negocio olvidado, hasta que vuelvan las actuaciones con dictámen del asesor, y suelen á veces pasar muchos dias, y aun semanas y meses, solo para esperar oportuna ocasion de remitir la sumaria al asesor hasta que haya buque ó pasajero que pueda llevarla, y esto ya se ve que sobre la dilacion es poco seguro; mas suele quedar testimonio de todo en el juzgado. ...

En la línea 70
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Como la sumaria se forma por lo regular con muchos defectos, van y vuelven del juzgado á Manila, y de aqui á la provincia algunas veces, hasta que el asesor, el alcalde mayor ó correjidor y gobernadorcillo logran entenderse, que suele ser con mucha dificultad y trabajo, y siempre con el retraso consiguiente y proporcionado á la distancia de la provincia. ...

En la línea 145
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Dos veces reimpresa en Norteamérica aquel mismo año 43, fué traducida al alemán, al francés y al ruso; en 1911 iban publicadas de _La Biblia en España_ más de veinte ediciones inglesas. ...

En la línea 166
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... En la mañana del 26 de julio de 1881, el matrimonio se fué a Lowestoft a sus asuntos, dejando a Borrow completamente solo; mucho les rogó que no se fueran, porque se sentía morir; pero le dijeron que ya otras veces había expresado igual temor sin fundamento alguno. ...

En la línea 285
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Muchas veces, al caer la noche, compartiendo la frugal comida de un labriego de cualquiera de las dos Castillas, oíamos el lejano tiroteo de los soldados _cristinos_ o de los bandidos carlistas; con lo que comenzaba mi hombre a echar maldiciones a los dos pretendientes, sin olvidar al Santo Padre y a la diosa de Roma, _María Santísima_. ...

En la línea 382
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... La mayor parte del camino corre por escarpados cerros, a veces peligrosos para las cabalgaduras; no obstante, llegué a mi destino sin novedad. ...

En la línea 23
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Muchas veces tomé la pluma para escribille, y muchas la dejé, por no saber lo que escribiría; y, estando una suspenso, con el papel delante, la pluma en la oreja, el codo en el bufete y la mano en la mejilla, pensando lo que diría, entró a deshora un amigo mío, gracioso y bien entendido, el cual, viéndome tan imaginativo, me preguntó la causa; y, no encubriéndosela yo, le dije que pensaba en el prólogo que había de hacer a la historia de don Quijote, y que me tenía de suerte que ni quería hacerle, ni menos sacar a luz las hazañas de tan noble caballero. ...

En la línea 105
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Pero, con todo, alababa en su autor aquel acabar su libro con la promesa de aquella inacabable aventura, y muchas veces le vino deseo de tomar la pluma y dalle fin al pie de la letra, como allí se promete; y sin duda alguna lo hiciera, y aun saliera con ello, si otros mayores y continuos pensamientos no se lo estorbaran. ...

En la línea 106
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Tuvo muchas veces competencia con el cura de su lugar -que era hombre docto, graduado en Sigüenza-, sobre cuál había sido mejor caballero: Palmerín de Ingalaterra o Amadís de Gaula; mas maese Nicolás, barbero del mesmo pueblo, decía que ninguno llegaba al Caballero del Febo, y que si alguno se le podía comparar, era don Galaor, hermano de Amadís de Gaula, porque tenía muy acomodada condición para todo; que no era caballero melindroso, ni tan llorón como su hermano, y que en lo de la valentía no le iba en zaga. ...

En la línea 163
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Estando en esto, llegó acaso a la venta un castrador de puercos; y, así como llegó, sonó su silbato de cañas cuatro o cinco veces, con lo cual acabó de confirmar don Quijote que estaba en algún famoso castillo, y que le servían con música, y que el abadejo eran truchas; el pan, candeal; y las rameras, damas; y el ventero, castellano del castillo, y con esto daba por bien empleada su determinación y salida. ...

En la línea 22
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Otro día vamos a caballo a visitar el pueblo de Santo Domingo, sito casi en el centro de la isla. En medio de un llano vemos algunas acacias achaparradas; los vientos alisios, soplando continuamente en la misma dirección, han doblado de tal modo los árboles por la copa, que a veces forma ésta un ángulo recto con el tronco. La dirección de las ramas es exactamente NE ...

En la línea 28
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... costas. La dirección del viento en el instante de caer ese polvo, y el hecho de que siempre caiga durante el mes en que el harmattán eleva a inmensas alturas de la atmósfera espesas nubes de polvo, nos autorizan para afirmar que viene del África. Y, sin embargo (¡hecho muy singular!), aunque el profesor Ehrenberg conoce varias especies de infusorios peculiares del África, no encuentra ni una sola de esas especies en el polvo que le remití; por el contrario, encuentra en él dos especies que hasta ahora sólo se han descubierto en la América del Sur. Este polvo cae en tal cantidad, que todo lo ensucia a bordo y ofende a los ojos; algunas veces hasta oscurece la atmósfera, tanto, que se han perdido buques y estrellado contra la costa. Con frecuencia cae sobre barcos que navegan a varios centenares de millas de la costa de África, hasta más de 1.000 millas (1.600 kilómetros), y en puntos distantes más de 1.600 millas en dirección de norte a sur. Me ha sorprendido hallar en el polvo recogido a bordo de un barco, a 300 millas (480 kilómetros) de tierra, partículas de piedra de una milésima de pulgada cuadrada, mezcladas con materias más finas. En vista de ese hecho no cabe sorprenderse de la diseminación de los espórulos, mucho más pequeños y mucho más ligeros de las plantas criptógamas. ...

En la línea 32
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Durante mi estancia observé las costumbres de algunos animales marinos. Uno de los más comunes es una gran Aplysia. Este limaco de mar tiene unas cinco pulgadas de longitud; es de color amarillo sucio, con jaspeados purpúreos. En cada lado de la superficie inferior o del pie, este animal tiene una ancha membrana que parece representar algunas veces el papel de ventilador, y hace pasar una corriente de agua por las branquias dorsales o los pulmones. Este limaco se alimenta con las delicadas hierbas marinas que crecen entre las piedras, allí donde el agua es fangosa y poco profunda. En su estómago he hallado varias piedrecillas, como las que se encuentran a veces en la molleja de las aves. Cuando se hace cambiar de sitio a este limaco, emite un licor rojo purpúreo muy brillante, que tiñe el agua en un espacio como de un pie en derredor de él. Además de este medio de defensa, el cuerpo de dicho animal está untado con una especie de secreción ácida, que en contacto con la piel produce una sensación de quemadura parecida a la ocasionada por la Physalia o fragata. ...

En la línea 32
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Durante mi estancia observé las costumbres de algunos animales marinos. Uno de los más comunes es una gran Aplysia. Este limaco de mar tiene unas cinco pulgadas de longitud; es de color amarillo sucio, con jaspeados purpúreos. En cada lado de la superficie inferior o del pie, este animal tiene una ancha membrana que parece representar algunas veces el papel de ventilador, y hace pasar una corriente de agua por las branquias dorsales o los pulmones. Este limaco se alimenta con las delicadas hierbas marinas que crecen entre las piedras, allí donde el agua es fangosa y poco profunda. En su estómago he hallado varias piedrecillas, como las que se encuentran a veces en la molleja de las aves. Cuando se hace cambiar de sitio a este limaco, emite un licor rojo purpúreo muy brillante, que tiñe el agua en un espacio como de un pie en derredor de él. Además de este medio de defensa, el cuerpo de dicho animal está untado con una especie de secreción ácida, que en contacto con la piel produce una sensación de quemadura parecida a la ocasionada por la Physalia o fragata. ...

En la línea 16
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Así, cuando el editor de La Regenta me propuso escribir este prólogo, no esperé a que me lo dijera dos veces, creyéndome muy honrado con tal encomienda, pues no habiendo celebrado en letras de molde la primera salida de una novela que hondamente me cautivó, creía y creo deber mío celebrarla y enaltecerla como se merece, en esta tercera salida, a la que seguirán otras, sin duda, que la lleven a los extremos de la popularidad. ...

En la línea 194
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... En los pómulos, un tanto avanzados, bastante para dar energía y expresión característica al rostro, sin afearlo, había un ligero encarnado que a veces tiraba al color del alzacuello y de las medias. ...

En la línea 225
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... En Vetusta no podía saciar esta pasión; tenía que contentarse con subir algunas veces a la torre de la catedral. ...

En la línea 244
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Sin confesárselo, sentía a veces desmayos de la voluntad y de la fe en sí mismo que le daban escalofríos; pensaba en tales momentos que acaso él no sería jamás nada de aquello a que había aspirado, que tal vez el límite de su carrera sería el estado actual o un mal obispado en la vejez, todo un sarcasmo. ...

En la línea 21
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... A veces, fatigado de tanto sentir, de tanto perorar, de tanto imaginar, Juan de Dios apoyaba la cabeza sobre las manos, haciendo almohada del antepecho de su púlpito; y, con lágrimas en los ojos, se quedaba como en éxtasis, vencido por la elocuencia de sus propios pensares, enamorado de aquel mundo de pecadores, de ovejas descarriadas que él se figuraba delante de su cátedra apostólica, y a las que no sabía cómo persuadir para que, cual él, se derritiesen en caridad, en fe, en esperanza, habiendo en el cielo y en la tierra tantas razones para amar infinitamente, ser bueno, creer y esperar. ...

En la línea 22
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... — De esta precocidad sentimental y mística apenas sabía nadie; de aquel llanto de entusiasmo piadoso, que tantas veces fue rocío de la dulce infancia de Juan, nadie supo en el mundo jamás: ni su madre. ...

En la línea 24
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... La pasión mística del niño hermoso de alma y cuerpo fue convirtiéndose en cosa seria; todos la respetaron; su madre cifró en ella, más que su orgullo, su dicha futura: y sin obstáculo alguno, sin dudas propias ni vacilaciones de nadie, Juan de Dios entró en la carrera eclesiástica; del altar de su alcoba pasó al servicio del altar de veras, del altar grande con que tantas veces había soñado. ...

En la línea 60
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... — Por dificultades materiales, por incuria de los fieles, a veces por escaso celo de los clérigos, ello era que muchos morían sin todos los Sacramentos. ...

En la línea 17
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El antiguo mote de caballero Tannhauser empleado algunas veces por Rosaura parecía aumentar su vanidad de amante. Ella era Venus, y él vivía a sus pies saciado de amor, como el réprobo poeta. Aquel jardín de la Costa Azul propiedad de la argentina era comparable a la Venusberg, la legendaria Montaña de Venus, mágico lugar de voluptuosidades, de poesía carnal, que hacia estremecer de espanto a los ascetas cristianos. ...

En la línea 27
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Mas su bosquecillos de rosales en los que abundaban tanto las flores como las hojas, sus plazoletas con fuentes de cantarino gotear, sus enramadas susurrantes bajo las cuales se arrullaban palomas, y su playa de guijarros azules entre peñascos que parecían bloques de mármol en espera de un cincel, fueron testigos muchas veces de lentas conversaciones de los dos enamorados y sus silencios solo interrumpidos por el chasquido de los besos. ...

En la línea 39
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Esta confianza en la fidelidad de Rosaura acabó por hacerle sobrellevar sin celos la presencia de un hombre cuyo apellido había perturbado algunas veces la serenidad de sus amores en los primeros meses de vida común. ...

En la línea 41
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... ¡Cosa inexplicable para Borja!… Había pensado siempre con odio en este hombre, y al verlo de cerca tuvo que confesar que no le era antipático. Sólo odiaba al general-doctor cuando estaba lejos. Luego, en su presencia, le parecía absurdo que el apellido de este hombre hubiese podido agitar sus nervios. Urdaneta había venido a vivir en Cannes unas semanas, y los dos enamorados lo encontraron repetidas veces en los hoteles de Niza o en el Casino de Montecarlo. ...

En la línea 91
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... La noche había cerrado ya completamente, y Gillespie tuvo que desistir a la media hora de continuar esta marcha sin rumbo determinado. No se veía una luz ni el menor vestigio de habitación humana. Tampoco llegó a descubrir la existencia de animales bajo la maleza, en la que se hundía a veces hasta la cintura. ...

En la línea 99
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... De nuevo empezaba a adormecerse, cuando un zumbido, que parecía sofocado voluntariamente, pasó varias veces sobre su rostro. Al mismo tiempo le abanicó las mejillas cierta brisa dulce, semejante a la que levantan unas alas agitándose con suavidad. ...

En la línea 116
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Gillespie abrió y cerró su ojo repetidas veces, y al fin tuvo que convencerse de que estaba rodeado de un mundo extraordinariamente reducido en sus dimensiones. Los hombres eran de una estatura entre cuatro o cinco pulgadas. Personas, animales y vegetales, partiendo reducido tipo minúsculo, guardaban entre ellos las mismas proporciones que en el mundo de los hombres ordinarios. ...

En la línea 175
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Por algo he encontrado tantas veces en sus versos la palabra Amor con una mayúscula más grande que mi cabeza. ...

En la línea 10
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... ¿Y por qué le llamaba todo el mundo y le llama todavía casi unánimemente Juanito Santa Cruz? Esto sí que no lo sé. Hay en Madrid muchos casos de esta aplicación del diminutivo o de la fórmula familiar del nombre, aun tratándose de personas que han entrado en la madurez de la vida. Hasta hace pocos años, al autor cien veces ilustre de Pepita Jiménez, le llamaban sus amigos y los que no lo eran, Juanito Valera. En la sociedad madrileña, la más amena del mundo porque ha sabido combinar la cortesía con la confianza, hay algunos Pepes, Manolitos y Pacos que, aun después de haber conquistado la celebridad por diferentes conceptos, continúan nombrados con esta familiaridad democrática que demuestra la llaneza castiza del carácter español. El origen de esto habrá que buscarlo quizá en ternuras domésticas o en hábitos de servidumbre que trascienden sin saber cómo a la vida social. En algunas personas, puede relacionarse el diminutivo con el sino. Hay efectivamente Manueles que nacieron predestinados para ser Manolos toda su vida. Sea lo que quiera, al venturoso hijo de D. Baldomero Santa Cruz y de doña Bárbara Arnaiz le llamaban Juanito, y Juanito le dicen y le dirán quizá hasta que las canas de él y la muerte de los que le conocieron niño vayan alterando poco a poco la campechana costumbre. ...

En la línea 13
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Empezó entonces para Barbarita nueva época de sobresaltos. Si antes sus oraciones fueron pararrayos puestos sobre la cabeza de Juanito para apartar de ella el tifus y las viruelas, después intentaban librarle de otros enemigos no menos atroces. Temía los escándalos que ocasionan lances personales, las pasiones que destruyen la salud y envilecen el alma, los despilfarros, el desorden moral, físico y económico. Resolviose la insigne señora a tener carácter y a vigilar a su hijo. Hízose fiscalizadora, reparona, entrometida, y unas veces con dulzura, otras con aspereza que le costaba trabajo fingir, tomaba razón de todos los actos del joven, tundiéndole a preguntas: «¿A dónde vas con ese cuerpo?… ¿De dónde vienes ahora?… ¿Por qué entraste anoche a las tres de la mañana?… ¿En qué has gastado los mil reales que ayer te di?… A ver, ¿qué significa este perfume que se te ha pegado a la cara?… ». Daba sus descargos el delincuente como podía, fatigando su imaginación para procurarse respuestas que tuvieran visos de lógica, aunque estos fueran como fulgor de relámpago. Ponía una de cal y otra de arena, mezclando las contestaciones categóricas con los mimos y las zalamerías. Bien sabía cuál era el flanco débil del enemigo. Pero Barbarita, mujer de tanto espíritu como corazón, se las tenía muy tiesas y sabía defenderse. En algunas ocasiones era tan fuerte la acometida de cariñitos, que la mamá estaba a punto de rendirse, fatigada de su entereza disciplinaria. Pero, ¡quia!, no se rendía; y vuelta al ajuste de cuentas, y al inquirir, y al tomar acta de todos los pasos que el predilecto daba por entre los peligros sociales. En honor a la verdad, debo decir que los desvaríos de Juanito no eran ninguna cosa del otro jueves. En esto, como en todo lo malo, hemos progresado de tal modo, que las barrabasadas de aquel niño bonito hace quince años, nos parecerían hoy timideces y aun actos de ejemplaridad relativa. ...

En la línea 16
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Ya te he contado mil veces la saliva amarga que tragaba ¡ay, Dios mío!, cuando mi madre me mandaba ponerme la levita de paño negro para llevarme a tu casa. Bien te acuerdas de mi famosa levita, de lo mal que me estaba y de lo desmañado que era en tu presencia, pues no me arrancaba a decir una palabra sino cuando alguien me ayudaba. Los primeros días me inspirabas verdadero terror, y me pasaba las horas pensando cómo había de entrar y qué cosas había de decir, y discurriendo alguna triquiñuela para hacer menos ridícula mi cortedad… Dígase lo que se quiera, hija, aquella educación no era buena. Hoy no se puede criar a los hijos de esa manera. Yo ¡qué quieres que te diga!, creo que en lo esencial Juanito no ha de faltarnos. Es de casta honrada, tiene la formalidad en la masa de la sangre. Por eso estoy tranquilo, y no veo con malos ojos que se despabile, que conozca el mundo, que adquiera soltura de modales… ». ...

En la línea 51
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Muchas veces había visto la hija de Arnaiz al chico de Santa Cruz; pero nunca le pasó por las mientes que sería su marido, porque el tal, no sólo no le había dicho nunca media palabra de amores, sino que ni siquiera la miraba como miran los que pretenden ser mirados. Baldomero era juicioso, muy bien parecido, fornido y de buen color, cortísimo de genio, sosón como una calabaza, y de tan pocas palabras que se podían contar siempre que hablaba. Su timidez no decía bien con su corpulencia. Tenía un mirar leal y cariñoso, como el de un gran perro de aguas. ...

En la línea 44
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Hay veces que detiene la mano, estando dormida o vencida por la bebida; pero en cuanto tiene claro el juicio me lo compensa, con buenas palizas. ...

En la línea 77
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Danzamos y cantamos en torno al mayo en Cheapside; jugamos en la arena, cada uno cubriendo a su vecino; a veces hacemos pasteles de barro –ah, el hermoso barro, no tiene par en el mundo para divertirse–; nos revolcamos primorosamente en el señor, con perdón de Vuestra Merced. ...

En la línea 181
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¡Escuchad todos! Este hijo mío está loco, pero no es incurable. El excesivo estudio lo ha cansado, y tal vez el excesivo encierro. ¡Adiós a los libros y a los maestros!, cuidad todos de ello. Divertidle con juegos, recreadle sanamente, para que recupere la salud. –Irguióse más aún, y prosiguió enérgicamente–: Está loco, pero es mi hijo y el heredero de Inglaterra, y, ¡loco o cuerdo, reinará! Y escuchad más aún y proclamadlo: el que hable de esta su destemplanza, atenta contra la paz y el orden de estos reinos y será condenado a galeras. Dadme de beber, que me abraso. Este pesar socava mis fuerzas… Basta; llevaos la copa. Sostenedme. Así; está bien. ¿Loco, decís? Aunque fuera mil veces loco, es aún el Príncipe de Gales, y yo el rey lo confirmaré. Esta misma mañana será instalado en su dignidad de príncipe en forma cumplida. Dad al instante las órdenes oportunas, milord Hertford. ...

En la línea 216
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... A pesar de las muchas precauciones, la conversación entre los jóvenes fue a veces un tanto embarazosa. Más de una vez, en verdad, Tom se vio a punto de rendirse, y de confesarse incapaz de representar el terrible papel; pero el tacto de la princesa Isabel lo salvó, o una palabra de uno u otro de los vigilantes lores, soltada al parecer por casualidad, tuvo el mismo feliz efecto. Una vez la pequeña lady Juana se volvió hacia Tom y lo dejó sin aliento con esta pregunta: ...

En la línea 87
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –¿De otras veces? ¿Qué es eso de otras veces? ...

En la línea 87
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –¿De otras veces? ¿Qué es eso de otras veces? ...

En la línea 110
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Augusto avanzó dos casillas el peon del rey, y en vez de tararear como otras veces trozos de opera, se quedó diciéndose: «¡Eugenia, Eugenia, Eugenia, mi Eugenia, finalidad de mi vida, dulce resplandor de estrellas mellizas en la niebla, lucharemos! Aquí sí que hay lógica, en esto del ajedrez y, sin embargo, ¡qué nebuloso, qué fortuito después de todo! ¿No será la lógica también algo fortuito, algo azaroso? Y esa aparición de mi Eugenia, ¿no será algo lógico? ¿No obedecerá a un ajedrez divino?» ...

En la línea 182
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... A la piadosa mención de su madre Augusto dejó las cartas sobre la mesa, y su espíritu quedó un momento en suspenso. Muchas veces su madre, aquella dulce señora, hija del infortunio, le había dicho: « Yo no puedo vivir ya mucho, hijo mío; tu padre me está llamando. Acaso le hago a él más falta que a ti. Así que yo me vaya de este mundo y te quedes solo en él tú cásate, cásate cuanto antes. Trae a esta casa dueña y señora. Y no es que yo no tenga confianza en nuestros antiguos y fieles servidores, no. Pero trae ama a la casa. Y que sea ama de casa, hijo mío, que sea ama. Hazla dueña de tu corazón, de tu bolsa, de tu despensa, de tu cocina y de tus resoluciones. Busca una mujer de gobierno, que sepa querer… y gobernarte.» ...

En la línea 283
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Al principio creyó que soñaba, y se restregó varias veces los ojos como para despertarse. Pero pronto se convenció de que era realidad. Miró en derredor; no había nadie. ...

En la línea 289
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... El libro estaba cubierto de caracteres finos y elegantes, pero no pudo comprender palabra alguna, aun cuando se asemejaban a los de la lengua del portugués Yáñez. Cogió con delicadeza la flor y la contempló largo rato. La olió varias veces, procurando no estropearla con sus dedos que nunca tocaron otra cosa que la empuñadura de la cimitarra. Experimentó de nuevo una sensación extraña, un estremecimiento misterioso. Casi con pesar colocó la flor entre las páginas y cerró el libro. ...

En la línea 410
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Tome usted, príncipe -le dijo-. A veces una bala vale más que el kriss mejor templado. ...

En la línea 461
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Se brindó repetidas veces en honor de Sandokán y de la intrépida Perla de Labuán. ...

En la línea 47
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... »En efecto, el narval está armado de una especie de espada de marfil, de una alabarda, según la expresión de algunos naturalistas. Se trata de un diente que tiene la dureza del acero. Se han hallado algunos de estos dientes clavados en el cuerpo de las ballenas a las que el narval ataca siempre con eficacia. Otros han sido arrancados, no sin esfuerzo, de los cascos de los buques, atravesados de parte a parte, como una barrena horada un tonel. El Museo de la Facultad de Medicina de París posee una de estas defensas que mide dos metros veinticinco centímetros de longitud y cuarenta y ocho centímetros de anchura en la base. Pues bien, supóngase esa arma diez veces más fuerte, y el animal, diez veces más potente, láncesele con una velocidad de veinte millas por hora, multiplíquese su masa por su velocidad y se obtendrá un choque capaz de producir la catástrofe requerida. ...

En la línea 47
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... »En efecto, el narval está armado de una especie de espada de marfil, de una alabarda, según la expresión de algunos naturalistas. Se trata de un diente que tiene la dureza del acero. Se han hallado algunos de estos dientes clavados en el cuerpo de las ballenas a las que el narval ataca siempre con eficacia. Otros han sido arrancados, no sin esfuerzo, de los cascos de los buques, atravesados de parte a parte, como una barrena horada un tonel. El Museo de la Facultad de Medicina de París posee una de estas defensas que mide dos metros veinticinco centímetros de longitud y cuarenta y ocho centímetros de anchura en la base. Pues bien, supóngase esa arma diez veces más fuerte, y el animal, diez veces más potente, láncesele con una velocidad de veinte millas por hora, multiplíquese su masa por su velocidad y se obtendrá un choque capaz de producir la catástrofe requerida. ...

En la línea 121
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... La fragata, siguiendo por el lado de New Jersey, la admirable orilla derecha del río bordeada de hotelitos, pasó entre los fuertes, que saludaron su paso con varias salvas de sus cañones de mayor calibre. El Abraham Líncoln respondió al saludo arriando e izando por tres veces el pabellón norteamericano, cuyas treinta y nueve estrellas resplandecían en su pico de mesana. Luego modificó su marcha para tomar el canal balizado que sigue una curva por la bahía interior formada por la punta de Sandy Hook, y costeó esa lengua arenosa desde la que algunos millares de espectadores lo aclamaron una vez más. ...

En la línea 132
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Ned Land tenía unos cuarenta años de edad. Era un hombre de elevada estatura -más de seis pies ingleses y de robusta complexión. Tenía un aspecto grave y era poco comunicativo, violento a veces y muy colérico cuando se le contrariaba. Su persona llamaba la atención, y sobre todo el poder de su mirada que daba un singular acento a su fisonomía. ...

En la línea 50
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Mi hermana, la señora Joe, tenía el cabello y los ojos negros y el cutis tan rojizo, que muchas veces yo mismo me preguntaba si se lavaría con un rallador en vez de con jabón. Era alta y casi siempre llevaba un delantal basto, atado por detrás con dos cintas y provisto por delante de un peto inexpugnable, pues estaba lleno de alfileres y de agujas. Se envanecía mucho de llevar tal delantal, y ello constituía uno de los reproches que dirigía a Joe. A pesar de cuyo envanecimiento, yo no veía la razón de que lo llevara. ...

En la línea 52
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Te advierto, Pip, que la señora Joe ha salido una docena de veces en tu busca. Y ahora acaba de salir otra vez para completar la docena de fraile. ...

En la línea 60
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Seguí el consejo. Mi hermana, la señora Joe, abriendo por completo la puerta de un empujón, encontró un obstáculo tras ella, lo cual le hizo adivinar en seguida la causa, y por eso se valió de «Thickler» para realizar una investigación. Terminó arrojándome a Joe es de advertir que yo muchas veces servía de proyectil matrimonial , y el herrero, satisfecho de apoderarse de mí, fuese como fuese, me escondió en la chimenea y me protegió con su enorme pierna. ...

En la línea 72
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Mi hermana tenía un modo agresivo e invariable de cortar nuestro pan con manteca. Primero, con su mano izquierda, agarraba con fuerza el pan y lo apoyaba en su peto, por lo que algunas veces se clavaba en aquél un alfiler o una aguja que más tarde iban a parar a nuestras bocas. Luego tomaba un poco de manteca, nunca mucha, por medio de un cuchillo, y la extendía en la rebanada de pan con movimientos propios de un farmacéutico, como si hiciera un emplasto, usando ambos lados del cuchillo con la mayor destreza y arreglando y moldeando la manteca junto a la corteza. Hecho esto, daba con el cuchillo un golpe final en el extremo del emplasto y cortaba la rebanada muy gruesa, pero antes de separarla por completo del pan la partía por la mitad, dando una parte a Joe y la otra a mí. ...

En la línea 65
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Raskolnikof salió al rellano, presa de una turbación creciente. Al bajar la escalera se detuvo varias veces, dominado por repentinas emociones. Al fin, ya en la calle, exclamó: ...

En la línea 79
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... A veces nos ocurre que personas a las que no conocemos nos inspiran un interés súbito cuando las vemos por primera vez, incluso antes de cruzar una palabra con ellas. Esta impresión produjo en Raskolnikof el cliente que permanecía aparte y que tenía aspecto de funcionario retirado. Algún tiempo después, cada vez que se acordaba de esta primera impresión, Raskolnikof la atribuía a una especie de presentimiento. Él no quitaba ojo al supuesto funcionario, y éste no sólo no cesaba de mirarle, sino que parecía ansioso de entablar conversación con él. A las demás personas que estaban en la taberna, sin excluir al tabernero, las miraba con un gesto de desagrado, con una especie de altivo desdén, como a personas que considerase de una esfera y de una educación demasiado inferiores para que mereciesen que él les dirigiera la palabra. ...

En la línea 109
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Ha de saber que Daría Frantzevna, una mala mujer a la que la policía conoce perfectamente, había venido tres veces a hacerle proposiciones por medio de la dueña de la casa. ...

En la línea 144
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Sobre esta mesa, en una palmatoria de hierro, ardía el cabo de vela. Marmeladof tenía, pues, alquilada una habitación entera y no un simple rincón, pero comunicaba con otras habitaciones y era como un pasillo. La puerta que daba a las habitaciones, mejor dicho, a las jaulas, del piso de Amalia Lipevechsel, estaba entreabierta. Se oían voces y ruidos diversos. Las risas estallaban a cada momento. Sin duda, había allí gente que jugaba a las cartas y tomaba el té. A la habitación de Marmeladof llegaban a veces fragmentos de frases groseras. ...

En la línea 23
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... En la mesa, el francés se puso en evidencia por sus incorrecciones. Trataba a todo el mundo con altanería. En Moscú, por el contrario, si no recuerdo mal, procuraba pasar desapercibido. Habló mucho de hacienda y de política rusa. El general se permitió algunas veces contradecirle, aunque muy poco: lo imprescindible para dejar a salvo su prestigio. ...

En la línea 61
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Así, vamos a ver; ¿cree usted que si hubiese ignorado el estado de la pobre babulinka hubiese abierto su bolsa? ¿No ha notado usted que, durante la comida, al referirse a la abuela, la ha llamado por tres veces babulinka? ¡Qué conmovedora familiaridad! ...

En la línea 69
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Es diez veces más rico que el francés. ¿Tiene fortuna ese francés? ¿Es cosa segura? ...

En la línea 73
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —El francés es más buen mozo, pero peor persona. Además de su honradez, el inglés es diez veces más rico —dije. ...

En la línea 285
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Un antiguo carcelero de la prisión recuerda aún perfectamente a este desgraciado, cuya cadena se remachó en la extremidad del patio. Estaba sentado en el suelo como todos los demás. Parecía que no comprendía nada de su posición sino que era horrible. Pero es probable que descubriese, a través de las vagas ideas de un hombre completamente ignorante, que había en su pena algo excesivo. Mientras que a grandes martillazos remachaban detrás de él la bala de su cadena, lloraba; las lágrimas lo ahogaban, le impedían hablar, y solamente de rato en rato exclamaba: 'Yo era podador en Faverolles'. Después sollozando y alzando su mano derecha, y bajándola gradualmente siete veces, como si tocase sucesivamente siete cabezas a desigual altura, quería indicar que lo que había hecho fue para alimentar a siete criaturas. ...

En la línea 310
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Jean Valjean hablaba poco y no reía nunca. Era necesaria una emoción fuertísima para arrancarle, una o dos veces al año, esa lúgubre risa del forzado que es como el eco de una risa satánica. Parecía estar ocupado siempre en contemplar algo terrible. ...

En la línea 352
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Después, con el ademán de un hombre resuelto, se dirigió a la cama, cogió su morral, lo abrió, lo registró, sacó un objeto de hierro que puso sobre la cama, se metió los zapatos en los bolsillos, cerró el saco y se lo echó a la espalda, se puso la gorra bajando la visera sobre los ojos, buscó a tientas su palo, y fue a colocarlo en el ángulo de la ventana; después volvió a la cama y cogió resueltamente el objeto que había dejado allí. Parecía una barra de hierro corta, aguzada como un chuzo: era una lámpara de minero. A veces se empleaba a presidiarios en faenas mineras cerca de Tolón y no es, por tanto, de extrañar que Valjean tuviera en su poder dicho implemento. Con ella en la mano, y conteniendo la respiración, se dirigió al cuarto contiguo. Encontró la puerta entornada. El obispo no la había cerrado. ...

En la línea 568
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Confiar es a veces abandonar ...

En la línea 11
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Al volver en sí tuvo la vaga conciencia de que le dolía la lengua y de que estaba viajando en un vehículo que traqueteaba. El agudo y estridente silbato de la locomotora al acercarse a un cruce le reveló dónde estaba. Había viajado demasiadas veces con el juez, para no reconocer la sensación de estar en un furgón de carga. Abrió los ojos, y en ellos se reflejó la incontenible indignación de un monarca secuestrado. El hombre intentó cogerlo por el pescuezo, pero Buck fue más rápido que él. Sus mandíbulas se cerraron sobre la mano y él no las aflojó hasta que una vez más perdió el sentido. ...

En la línea 23
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Allí estuvo echado durante el resto de aquella agotadora noche rumiando su cólera y su orgullo herido. No podía entender qué significaba todo aquello. ¿Qué querían de él aquellos desconocidos? ¿Por qué lo tenían encerrado en aquella estrecha jaula? No sabía por qué, pero se sentía oprimido por una vaga sensación de inminente calamidad. Varias veces durante la noche, al oír el ruido de la puerta del cobertizo al abrirse, se puso de pie de un salto esperando ver al juez, o al menos a los muchachos. Pero una y otra vez fue el rostro mofletudo del tabernero, que se asomaba y lo miraba a la mortecina luz de una vela de sebo. Y cada vez el alegre ladrido que brotaba de la garganta de Buck se trocaba en un gruñido salvaje. ...

En la línea 33
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Y Buck era verdaderamente un demonio que lanzaba fuego por los ojos en el momento de disponerse a saltar con los pelos erizados, la boca en vuelta en espuma y un brillo enloquecido en los ojos inyectados en sangre. Directamente contra el hombre lanzó sus sesenta kilos de furia, acrecentados por la pasión contenida de dos días y dos noches. Pero ya lanzado, en el momento mismo en que sus quijadas estaban por cerrarse sobre la presa, recibió un impacto que detuvo su cuerpo y le hizo juntar los dientes con un doloroso golpe seco. Tras una voltereta en el aire, se dio con el lomo y el costado contra el suelo. Como nunca en su vida le habían golpeado con un garrote, se quedó pasmado. Soltando un gruñido que tenía más de queja que de ladrido, se puso en pie y volvió a arremeter. Y nuevamente recibió un golpe y cayó al suelo anonadado. Esta vez comprendió que había sido el garrote, pero su exaltación no admitía la cautela. Una docena de veces volvió a acometer y con igual frecuencia el garrote frustró la embestida y acabó con él en el suelo. ...

En la línea 48
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Buck vio el dinero que cambiaba de manos y no se sorprendió cuando el hombrecillo arrugado se los llevó, a él y a Curly, una afable terranova. Fue la última vez que vio al hombre del jersey rojo, así como la visión de Seattle alejándose fue la última que Curly y él tuvieron, desde la cubierta del Narwhal, de las tibias tierras meridionales. Perrault llevó a Curly y a Buck a las bodegas y los dejó a cargo de un gigante de cara morena llamado François. Perrault era francocanadiense y tenía la piel oscura, mientras que François era francocanadiense mestizo y tenía la piel dos veces más oscura. Para Buck eran hombres de una clase nueva (de los que estaba destinado a ver muchos más), y aunque no les cobró afecto, llegó honestamente a respetarlos. Aprendió rápidamente que Perrault y François eran hombres justos, serenos e imparciales al administrar justicia, y demasiado expertos en el comportamiento canino para dejarse engañar por los perros. ...

En la línea 68
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... «El alma es una cosa compleja; su unidad no existe sino con relación al individuo que se reconoce en lo que él llama su yo. Pero el dominio psíquico se compone de una multitud de pequeñas almas, cuya masa es divisible, y en la cual se manifiesta a veces cierto desorden. ...

En la línea 72
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Pero, lo repetimos: caemos aquí en un abismo de complejidad. Parece algunas veces que una amnesia parcial ocasiona en el sujeto la desaparición de todo un periodo de su existencia, y, lo que hay de más admirable es que nada, fuera de esto, indica en el paciente trastorno alguno. Así una persona instruida y bien educada, va a caer en trance para despertarse en un estado en el cual habrá cambiado de carácter sin tener recuerdo alguno de su estado precedente. No conocerá ya ni a las personas de su intimidad: hasta el carácter de su letra habrá cambiado. Será, en suma, otra persona. Una nueva crisis sobreviene y el sujeto despiértase en su primer estado, ignorando completamente el estado segundo que acaba de dejar. ...

En la línea 189
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Si esta operación se efectuase súbitamente, produciría un trastorno mental tan profundo que podría sobrevenir la ruptura de un vaso y la enajenación irremediable o la muerte; pero si paulatinamente la memoria va atando su disperso haz, sólo produce trastornos relativos… Sin embargo -había añadido-, pues que usted desea toda la verdad, le diré que, aun así, un organismo débil pocas veces sobrevive a la recuperación total de sus recuerdos. En el caso de la esposa de usted, nada quiero vaticinar. Sólo afirmaré que su juventud es la mejor garantía» ...

En la línea 190
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... No una, varias veces, con disculpable egoísmo, había yo sentido, el miedo, el pánico aquel ante la posibilidad de que «Luisa» recobrase sus potencias. ...

En la línea 5
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Puesto lo cual, cumple añadir que el discutido género francés novísimo me parece una dirección realista, pero errada y torcida en bastantes respectos. Hay realismos de realismos, y pienso que a ese le falta o más bien le sobra algo para alardear de género de buena ley y durable influjo en las letras. El gusto malsano del público ha pervertido a los escritores con oro y aplauso, y ellos toman por acierto suyo lo que no es sino bellaquería e indelicadeza de los lectores. No son las novelas naturalistas que mayor boga y venta alcanzaron, las más perfectas y reales; sino las que describen costumbres más licenciosas, cuadros más libres y cargados de color. ¿Qué mucho que los autores repitan la dosis? Yes que antes se llega a la celebridad con escándalo y talento, que con talento solo; y aun suple a veces al talento el escándalo. Zola mismo lo dice: el número de ediciones de un libro no arguye mérito, sino éxito. ...

En la línea 6
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... No censuro yo la observación paciente, minuciosa, exacta, que distingue a la moderna escuela francesa: desapruebo como yerros artísticos, la elección sistemática preferente de asuntos repugnantes o desvergonzados, la prolijidad nimia, y a veces cansada, de las descripciones, y, más que todo, un defecto en que no sé si repararon los críticos: la perenne solemnidad y tristeza, el ceño siempre torvo, la carencia de notas festivas y de gracia y soltura en el estilo y en la idea. Para mí es Zola el más hipocondriaco de los escritores habidos y por haber; un Heráclito que no gasta pañuelo, un Jeremías que así lamenta la pérdida de la nación por el golpe de Estado, como la ruina de un almacén de ultramarinos. Y siendo la novela, por excelencia, trasunto de la vida humana, conviene que en ella turnen, como en nuestro existir, lágrimas y risas, el fondo de la eterna tragicomedia del mundo. ...

En la línea 7
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Estos realistas flamantes se dejaron entre bastidores el puñal y el veneno de la escuela romántica, pero, en cambio, sacan a la escena una cara de viernes mil veces más indigesta. ...

En la línea 15
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Ni más ni menos que en los países de abanico cuyas mitológicas pinturas representan nupcias, se notaba allí que el séquito de la novia lo componían hembras, y sólo individuos del sexo fuerte formaban el del novio. Advertíase asimismo gran diferencia entre la condición social de uno y otro cortejo. La escolta de la novia, mucho más numerosa, parecía poblado hormiguero: viejas y mozas llevaban el sacramental traje de negra lana, que viene a ser como uniforme de ceremonia para la mujer de clase inferior, no exenta, sin embargo, de ribetes señoriles: que el pueblo conserva aun el privilegio de vestirse de alegres colores en las circunstancias regocijadas y festivas. Entre aquellas hormigas humanas habíalas de pocos años y buen palmito, risueñas unas y alborotadas con la boda, otras quejumbrosicas y encendidos los ojos de llorar, con la despedida. Media docena de maduras dueñas las autorizaban, sacando de entre el velo del manto la nariz, y girando a todas partes sus pupilas llenas de experiencia y malicia. Todo el racimo de amigas se apiñaba en torno de la nueva esposa, manifestando la pueril y ávida curiosidad que despierta en las multitudes el espectáculo de las situaciones supremas de la existencia. Se estaban comiendo a miradas a la que mil veces vieran, a la que ya de memoria sabían: a la novia, que con el traje de camino se les figuraba otra mujer, diversísima de la conocida hasta entonces. Contaría la heroína de la fiesta unos diez y ocho años: aparentaba menos, atendiendo al mohín infantil de su boca y al redondo contorno de sus mejillas, y más, consideradas las ya florecientes curvas de su talle, y la plenitud de robustez y vida de toda su persona. Nada de hombros altos y estrechos, nada de inverosímiles caderas como las que se ven en los grabados de figurines, que traen a la memoria la muñeca rellena de serrín y paja; sino una mujer conforme, no al tipo convencional de la moda de una época, pero al tipo eterno de la forma femenina, tal cual la quisieron natura y arte. Acaso esta superioridad física perjudicaba un tanto al efecto del caprichoso atavío de viaje de la niña: tal vez se requería un cuerpo más plano, líneas más duras en los brazos y cuello, para llevar con el conveniente desenfado el traje semimasculino, de paño marrón, y la toca de paja burda, en cuyo casco se posaba, abiertas las alas, sobre un nido de plumas, tornasolado colibrí. Notábase bien que eran nuevas para la novia tales extrañezas de ropaje, y que la ceñida y plegada falda, el casaquín que modelaba exactamente su busto le estorbaban, como suele estorbar a las doncellas en el primer baile la desnudez del escote: que hay en toda moda peregrina algo de impúdico para la mujer de modestas costumbres. Además, el molde era estrecho para encerrar la bella estatua, que amenazaba romperlo a cada instante, no precisamente con el volumen, sino más bien con la libertad y soltura de sus juveniles movimientos. No se desmentía en tan lucido ejemplar la raza del recio y fornido anciano, del padre que allí se estaba derecho, sin apartar de su hija los ojos. El viejo, alto, recto y firme, como un poste del telégrafo, y un jesuita bajo y de edad mediana, eran los únicos varones que descollaban entre el consabido hormiguero femenil. ...

En la línea 46
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Phileas Fogg había dejado su casa de Saville Row a las once y media, y después de haber colocado quinientas setenta y cinco veces el pie derecho delante del izquierdo y quinientas setenta y seis veces el izquierdo delante del derecho, llegó al Reform Club, vasto edificio levantado en Pall Mall, cuyo coste de construcción no ha bajado de tres millones. ...

En la línea 46
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Phileas Fogg había dejado su casa de Saville Row a las once y media, y después de haber colocado quinientas setenta y cinco veces el pie derecho delante del izquierdo y quinientas setenta y seis veces el izquierdo delante del derecho, llegó al Reform Club, vasto edificio levantado en Pall Mall, cuyo coste de construcción no ha bajado de tres millones. ...

En la línea 76
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Sin duda que sí- respondió Gualterio Ralph-. Opino como míster Fogg. La Tierra ha disminuido, puesto que se recorre hoy diez veces más aprisa que hace cien años. Y esto es lo que, en el caso de que nos ocupamos, hará que las pesquisas sean más rápidas. ...

En la línea 365
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Se vivía por lo tanto, bien, a bordo del 'Mongolia' entre aquella sociedad de funcionarios, con los cuales alternaban algunos jóvenes ingleses que con un millón en el bolsillo iban a fundar a lo lejos establecimientos de comercio. El 'purser', hombre de confianza de la Compañía, igual al capitán a bordo, lo hacía todo con suntuosidad, en el 'lunch' de las dos, en la comida de las cinco y media, en la cena de las ocho, las mesas crujían bajo el peso de la carne fresca y de los entremeses que suministraba la camiceria y la repostería del vapor. Las pasajeras, de las cuales había algunas, mudaban de traje dos veces al día. Había músico y hasta baile cuando el mar lo permitía. ...

Reglas relacionadas con los errores de s;z

Las Reglas Ortográficas de la S

Se escribe s al final de las palabras llanas.
Ejemplos: telas, andamos, penas
Excepciones: alférez, cáliz, lápiz

Se escriben con s los vocablos compuestos y derivados de otros que también se escriben con esta letra.
Ejemplos: pesar / pesado, sensible / insensibilidad

Se escribe con s las terminaciones -esa, -isa que signifiquen dignidades u oficios de mujeres.
Ejemplos: princesa, poetisa

Se escriben con s los adjetivos que terminan en -aso, -eso, -oso, -uso.
Ejemplos: escaso, travieso, perezoso, difuso

Se escribe con s las terminaciones -ísimo, -ísima.
Ejemplos: altísimo, grandísima

Se escribe con s la terminación -sión cuando corresponde a una palabra que lleva esa letra, o cuando otra palabra derivada lleva -sor, -sivo, -sible,-eso.
Ejemplos: compresor, compresión, expreso, expresivo, expresión.

Se escribe s en la terminación de algunos adjetivos gentilicios singulares.
Ejemplos: inglés, portugués, francés, danés, irlandés.

Se escriben s con las sílabas iniciales des-, dis-.
Ejemplos: desinterés, discriminación.

Se escribe s en las terminaciones -esto, -esta.
Ejemplos: detesto, orquesta.

Las Reglas Ortográficas de la Z

Se escribe z y no c delante de a, o y u.

Se escriben con z las terminaciones -azo, -aza.

Ejemplos: pedazo, terraza

Se escriben con z los sustantivos derivados que terminan en las voces: -anza, -eza, -ez.

Ejemplos: esperanza, grandeza, honradez

La X y la S


Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras s;z


El Español es una gran familia

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