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La palabra saberrlo
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Comó se escribe saberrlo o saberlo?

Cual es errónea Saberlo o Saberrlo?

La palabra correcta es Saberlo. Sin Embargo Saberrlo se trata de un error ortográfico.

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Errores Ortográficos típicos con la palabra Saberlo

Cómo se escribe saberlo o saberrlo?
Cómo se escribe saberlo o zaberlo?
Cómo se escribe saberlo o saverlo?


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Reglas relacionadas con los errores de r

Las Reglas Ortográficas de la R y la RR

Entre vocales, se escribe r cuando su sonido es suave, y rr, cuando es fuerte aunque sea una palabra derivada o compuesta que en su forma simple lleve r inicial. Por ejemplo: ligeras, horrores, antirreglamentario.

En castellano no es posible usar más de dos r


Mira que burrada ortográfica hemos encontrado con la letra r

Algunas Frases de libros en las que aparece saberlo

La palabra saberlo puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1196
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Necesitaba saberlo, le dolía la angustia de la duda, y deteniendo su paso, miraba suplicante a Salvatierra con sus ojos orientales, que brillaban en la penumbra con reflejos de nácar. ...

En la línea 1534
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --¿Y qué es ello? Habla: creo que un hermano debe saberlo. ...

En la línea 1718
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... No tardaron en saberlo. De una reja baja partió una llama fugaz, una línea roja disolviéndose en humo. Un trallazo enorme y seco conmovió la plaza. Después, otro y otro, hasta nueve, que a la gente, inmóvil por la sorpresa, le parecieron infinitos en número. Era la guardia, que hacía fuego antes de que ellos se pusieran delante de los fusiles. ...

En la línea 5077
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -¿Puedo saberlo? -preguntó D'Artagnan. ...

En la línea 7036
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Sé eso, porque mi obligación consiste en saberlo todo. ...

En la línea 7655
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -No sé lo que queréis decir -replicó el cardenal-, y no quiero siquiera saberlo; pero tengo el deseo de seros agradable y no veo ningún inconveniente en daros lo que pedís respecto a una criatura tan ínfima; tanto más, como vos me decís, cuanto que ese pequeño D'Ar tagnan es un libertino, un duelista y un traidor. ...

En la línea 7774
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Y bien -dijo Athos-, ¿no oyes al señor de Busigny que te hace el honor de dirigirte la palabra? Cuenta lo que ha pasado esta noche, que estos señores desean saberlo. ...

En la línea 1646
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... —Ya que habla usted de eso—dije yo—, ¿y si su acento me descubriese también quién es usted? —No puede ser—replicó mi compañero—; usted no sabe nada de mí, ni puede saberlo. ...

En la línea 2401
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... —Me sorprende y me alegra el saberlo—repuse yo—. ...

En la línea 5552
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... —¿Hay probabilidades de convencer al Gobierno para que consienta su circulación? —¿Cómo voy a saberlo?—y el arzobispo se me quedó mirando a la cara. ...

En la línea 7002
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Insensato, aprende esa lección del moro, que enseña a su hijo, apenas empieza a hablar, los pasajes más importantes del libro de su ley, y se tiene por sabio o necio según está o no versado en tal libro; mientras que tú, esclavo ciego, no sabes lo que el libro de tu ley contiene, ni deseas saberlo; pero ¿acaso no te han de juzgar por tu ley propia? Traficante en ídolos, aprende del moro a ser consecuente: dice que será juzgado según su ley, y, por tanto, estima y sabe de memoria todo el libro de su ley. ...

En la línea 2587
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Pague el traidor con la vida lo que intentó con tan lascivo deseo: sepa el mundo, si acaso llegare a saberlo, de que Camila no sólo guardó la lealtad a su esposo, sino que le dio venganza del que se atrevió a ofendelle. ...

En la línea 3498
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Todos se abrazaron y quedaron de darse noticia de sus sucesos, diciendo don Fernando al cura dónde había de escribirle para avisarle en lo que paraba don Quijote, asegurándole que no habría cosa que más gusto le diese que saberlo; y que él, asimesmo, le avisaría de todo aquello que él viese que podría darle gusto, así de su casamiento como del bautismo de Zoraida, y suceso de don Luis, y vuelta de Luscinda a su casa. ...

En la línea 5613
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Así es la verdad -dijo la duquesa-; pero dígame agora, Sancho, qué es esto que dice de la cueva de Montesinos, que gustaría saberlo. ...

En la línea 7676
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Pero, dígame vuestra merced, por cortesía, su nombre, porque me parece que me ha de importar saberlo más de lo que buenamente podré decir. ...

En la línea 2336
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... n saberlo, impulsé a mis acompañantes a violar una de sus leyes; llevaba para mi uso un frasco de aguardiente y tanto les animé a que lo bebiesen, que no pudieron negarse; pero en cuanto hubieron tomado el primer sorbo se pusieron un dedo sobre los labios pronunciando la palabra: «Misioneros» ...

En la línea 742
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¿Cómo habían venido sin avisar? Don Cayetano debía de saberlo. ...

En la línea 1001
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Cuando era niña, pero ya confesaba, siempre que el libro de examen decía pase la memoria por los lugares que ha recorrido, se acordaba sin querer de la barca de Trébol, de aquel gran pecado que había cometido, sin saberlo ella, la noche que pasó dentro de la barca con aquel Germán, su amigo. ...

En la línea 1583
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... No importaba, el clérigo tenía razón y eso bastaba; decía grandes verdades sin saberlo. ...

En la línea 4101
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Es aquella una hora de cita que, sin saberlo ellos mismos, se dan los vetustenses para satisfacer la necesidad de verse y codearse, y oír ruido humano. ...

En la línea 201
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Juan, sin saberlo, se embelesaba contemplando aquella claridad. ...

En la línea 99
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —Deben de saberlo todo… ¿Qué me importa? ...

En la línea 476
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —No hagas caso de lo que he dicho. ¿Cómo podría yo repelerte si volvieses a mí?… ¡Qué estúpida amenaza! ¿Por qué darnos todas estas tristezas a causa de un simple capricho tuyo?… Sigue aquí y verás cuán pronto vuelves a encontrar dichosa la vida que llevas. Todo es efecto del paso de ese don Baltasar, excelente persona, que te ha perturbado sin saberlo. Déjate vivir. Sé egoísta; con ello a nadie causas daños, y a mí me haces feliz. El mundo será lo mismo que tú te preocupes de él o que lo olvides; ...

En la línea 490
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Se retrato Enciso sin saberlo; al decir una vez a Borja que era capaz de ceder cuanto poseía en América y Europa: sus campos de caté, su refinería de azúcar, el palacio comprado en Roma, tal vez hasta su mujer y sus hijas, a cambio de haber sido cardenal en los siglos xv ó xvi, su época favorita. ...

En la línea 1760
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Su Pontificado resultaba grande politicamente, porque el hijo de 'Alejandro VI había preparado sin saberlo dicha grandeza, ensanchando con su espada los Estados de la Iglesia. Lo mismo podía decirse en lo referente a las artes. Miguel Ángel, el primer artista de su tiempo, empezó a trabajar en Roma como protegido de César. ...

En la línea 1370
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Vio que eran dos hombrecillos sobre los que había puesto su pie sin saberlo. Milagrosamente se habían librado de morir aplastados al incrustarse entre la arena y el arco del zapato. ...

En la línea 65
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Mientras estudió la segunda enseñanza en el colegio de Masarnau, donde estaba a media pensión, su mamá le repasaba las lecciones todas las noches, se las metía en el cerebro a puñados y a empujones, como se mete la lana en un cojín. Ved por dónde aquella señora se convirtió en sibila, intérprete de toda la ciencia humana, pues le descifraba al niño los puntos oscuros que en los libros había, y aclaraba todas sus dudas, allá como Dios le daba a entender. Para manifestar hasta dónde llegaba la sabiduría enciclopédica de doña Bárbara, estimulada por el amor materno, baste decir que también le traducía los temas de latín, aunque en su vida había ella sabido palotada de esta lengua. Verdad que era traducción libre, mejor dicho, liberal, casi demagógica. Pero Fedro y Cicerón no se hubieran incomodado si estuvieran oyendo por encima del hombro de la maestra, la cual sacaba inmenso partido de lo poco que el discípulo sabía. También le cultivaba la memoria, descargándosela de fárrago inútil, y le hacía ver claros los problemas de aritmética elemental, valiéndose de garbanzos o judías, pues de otro modo no andaba ella muy a gusto por aquellos derroteros. Para la Historia Natural, solía la maestra llamar en su auxilio al león del Retiro, y únicamente en la Química se quedaban los dos parados, mirándose el uno al otro, concluyendo ella por meterle en la memoria las fórmulas, después de observar que estas cosas no las entienden más que los boticarios, y que todo se reduce a si se pone más o menos cantidad de agua del pozo. Total: que cuando Juan se hizo bachiller en Artes, Barbarita declaraba riendo que con estos teje-manejes se había vuelto, sin saberlo, una doña Beatriz Galindo para latines y una catedrática universal. ...

En la línea 306
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —¡Qué poco amable es este señor!—dijo abrazándole—. Bueno, guarda el secretito, hombre, y dispensa. Ten cuidado no te roben esa preciosidad. Eso, eso es, o somos reservados o no. Yo me quedo lo mismo que estaba. No creas que tengo gran interés en saberlo. ¿Qué me meto yo en el bolsillo con saber un nombre más? ...

En la línea 517
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Había que oírla cuando volvió a aquella su primera visita a los barrios del Sur. «¡Qué desigualdades!—decía, desflorando sin saberlo el problema social—. Unos tanto y otros tan poco. Falta equilibrio y el mundo parece que se cae. Todo se arreglaría si los que tienen mucho dieran lo que les sobra a los que no poseen nada. ¿Pero qué cosa sobra?… Vaya usted a saber». Guillermina aseguraba que se necesita mucha fe para no acobardarse ante los espectáculos que la miseria ofrece. «Porque se encuentran almas buenas, sí—decía—; pero también mucha ingratitud. La falta de educación es para el pobre una desventaja mayor que la pobreza. Luego la propia miseria les ataca el corazón a muchos y se lo corrompe. A mí me han insultado; me han arrojado puñados de estiércol y tronchos de berza; me han llamado tía bruja… ». ...

En la línea 1183
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Toda esta algazara llegaba a la alcoba de Juan, que se entretenía oyendo contar a su mujer y a su criado lo que pasaba, y singularmente el milagro del premio de Estupiñá. Lo que se rió con esto no hay para qué decirlo. La prisión en que tan a disgusto estaba volvíale pronto a su mal humor y poniéndose muy regañón decía a su mujer: «Eso, eso, déjame solo otra vez para ir a divertirte con la bullanga de esos idiotas. ¡La lotería!, ¡qué atraso tan grande! Es de las cosas que debieran suprimirse; mata el ahorro; es la Providencia de las haraganes. Con la lotería no puede haber prosperidad pública… ¿Qué?, te marchas otra vez. ¡Bonita manera de cuidar a un enfermo! Y vamos a ver, ¿qué demonios tienes tú que hacer por esas calles toda la mañana? A ver, explícame, quiero saberlo; porque es ya lo de todos los días». ...

En la línea 237
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... «Es ella, sí, es ella –siguió diciéndose–, es ella, es la misma, es la que yo buscaba hace años, aun sin saberlo; es la que me buscaba. Estábamos destinados uno a otro en armonía preestablecida; somos dos mónadas complementaria una de otra. La familia es la verdadera célula social. Y yo no soy más que una molécula. ¡Qué poética es la ciencia, Dios mío! ¡Madre, madre mía, aquí tienes a tu hijo; aconséjame desde el cielo! ¡Eugenia, mi Eugenia… !» ...

En la línea 376
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... » Muchas veces se me ha ocurrido pensar, Orfeo, que yo no soy, a iba por la calle antojándoseme que los demás no me veían. Y otras veces he fantaseado que no me veían como me veía yo, y que mientras yo me creía ir formalmente, con toda compostura, estaba, sin saberlo, haciendo el payaso, y los demás riéndose y burlándose de mí. ¿No te ha ocurrido alguna vez a ti esto, Orfeo? Aunque no, porque tú eres joven todavía y no tienes experiencia de la vida. Y además eres perro. ...

En la línea 569
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –No; verás, verás si logro explicártelo. Tú estabas enamorado, sin saberlo por supuesto, de la mujer, del abstracto, no de esta ni de aquella; al ver a Eugenia, ese abstracto se concretó y la mujer se hizo una mujer y te enamoraste de ella, y ahora vas de ella, sin dejarla, a casi todas las mujeres, y te enamoras de la colectividad, del género. Has pasado, pues, de lo abstracto a lo concreto y de lo concreto a lo genérico, de la mujer a una mujer y de una mujer a las mujeres. ...

En la línea 968
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –No sé, ni me importa saberlo. Pero le digo a usted, tía, que todavía no ha nacido el hombre que me pueda comprar a mí. ¿A mí?, ¿a mí?, ¿comprarme a mí? ...

En la línea 413
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... La súbita iluminación de la cabina me permitió examinar sus menores detalles. No había más mobiliario que la mesa y cinco banquetas. La puerta invisible debía estar herméticamente cerrada. No llegaba a nosotros el menor ruido. Todo parecía muerto en el interior del barco. ¿Se movía, se mantenía en la superficie o estaba sumergido en las profundidades del océano? No podía saberlo. Pero la iluminación de la cabina debía tener alguna razón, y ello me hizo esperar que no tardarían en manifestarse los hombres de la tripulación. Cuando se olvida a los cautivos no se ilumina su calabozo. ...

En la línea 750
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Estoy impaciente por saberlo. ...

En la línea 1846
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... ¿Por qué razón nuestro incomprensible guía nos llevaba al fondo de aquella cripta submarina? Pronto iba a saberlo. ...

En la línea 2377
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... ¿Dónde estaba? ¿Dónde estaba? Quería saberlo a toda costa, quería hablar, quería arrancarme la esfera de cobre que aprisionaba mi cabeza. ...

En la línea 337
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... No recuerdo haber sentido ninguna benevolencia hacia la señora Joe cuando desapareció mi temor de ser descubierto. Pero yo quería a Joe, tal vez por ninguna razón mejor, en aquellos días, que porque aquel pobre muchacho me permitía quererle, y con respecto a él no se consoló tan fácilmente mi conciencia. Comprendía muy bien, y en especial cuando vi que empezaba a buscar su lima, que había debido revelarle la verdad entera. Sin embargo, no lo hice, temeroso de que, si se lo explicaba todo, tal vez tendría de mí una opinión peor de la que merecía. Y el miedo de no gozar ya de la confianza de Joe, así como de la posibilidad de sentarme por la noche en el rincón de la chimenea mirando pesaroso a mi compañero y amigo, perdido ya para siempre, fue bastante para sujetarme la lengua. Erróneamente me dije que si Joe lo supiera, jamás podría verle junto al fuego acariciándose la patilla, sin figurarme que estaba meditando acerca de ello. También creí que, de saberlo, cuando Joe mirase por casualidad la carne del día anterior o el pudding que le habían servido, se acordaría de mi robo, preguntándose si yo había hecho ya alguna visita a la despensa. Díjeme también que, si se lo descubría, cuando en nuestra vida doméstica observase que la cerveza era floja o fuerte, sospecharía tal vez que se le hubiese mezclado alquitrán, y eso me haría ruborizar hasta la raíz de los cabellos. En una palabra, fui demasiado cobarde para hacer lo bueno, como también para llevar a cabo lo malo. En aquel tiempo, yo no había tratado a nadie todavía y no imitaba a ninguno de los habitantes del mundo que proceden de este modo. Y como si hubiese sido un genio en bruto, descubrí la conducta que me convenía seguir. ...

En la línea 784
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — ¡Cállate! - exclamó moviendo impaciente los dedos, según tenía por costumbre -. No quiero saberlo. ¿Estás dispuesto a jugar? ...

En la línea 901
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Cuando empezamos a acostumbrarnos más uno a otro, la señorita Havisham hablaba más conmigo y me dirigía preguntas acerca de lo que había aprendido y lo que me proponía ser. Le dije que me figuraba sería puesto de aprendiz con Joe; además, insistí en que no sabía nada y que me gustaría saberlo todo, con la esperanza de que pudiera ofrecerme su ayuda para alcanzar tan deseado fin. Pero no hizo nada de eso, sino que, por el contrario, pareció que prefería fuese un ignorante. Ni siquiera me dio algún dinero u otra cosa más que mi comida diaria, y tampoco se estipuló que yo debiera ser pagado por mis servicios. ...

En la línea 1314
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Imposible decir el trabajo que le costó a Biddy tratar de dar a mi hermana alguna idea de lo sucedido. Según creo, tales esfuerzos fracasaron por completo. La enferma se echó a reír y meneó la cabeza muchas veces, y hasta, imitando a Biddy, repitió las palabras «Pip» y «riqueza». Pero dudo de que comprendiese siquiera lo que decía, lo cual da a entender que no tenía ninguna confianza en la claridad de su mente. Nunca lo habría creído de no haberme ocurrido, pero el caso es que mientras Joe y Biddy recobraban su habitual alegría, yo me ponía cada vez más triste. Desde luego, no porque estuviera disgustado de mi fortuna; pero es posible que, aun sin saberlo, hubiese estado disgustado conmigo mismo. Sea lo que fuere, estaba sentado con el codo apoyado en la rodilla y la cara sobre la mano, mirando al fuego mientras mis dos compañeros seguían hablando de mi marcha, de lo que harían sin mí y de todo lo referente al cambio. Y cada vez que sorprendía a uno de ellos mirándome, cosa que no hacían con tanto agrado (y me miraban con frecuencia, especialmente Biddy), me sentía ofendido igual que si expresasen alguna desconfianza en mí. Aunque bien sabe Dios que no lo dieron a entender con palabras ni con signos. En tales ocasiones, yo me levantaba y me iba a mirar a la puerta, porque la de nuestra cocina daba al exterior de la casa y permanecía abierta durante las noches de verano para ventilar la habitación. Las estrellas hacia las cuales yo levantaba mis ojos me parecían pobres y humildes por el hecho de que brillasen sobre los rústicos objetos entre los cuales había pasado mi vida. ...

En la línea 2809
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Sobre este punto, nada se puede afirmar. Lo digo porque poseo informes exactos. No niego que los malos tratos de ese hombre hayan podido acelerar en cierto modo el curso normal de las cosas. En cuanto a su conducta y, en general, en cuanto a su índole moral, estoy de acuerdo con usted. Ignoro si ahora es rico y qué herencia habrá recibido de Marfa Petrovna, pero no tardaré en saberlo. Lo indudable es que, al vivir aquí, en Petersburgo, reanudará su antiguo género de vida, por pocos recursos que tenga para ello. Es un hombre depravado y lleno de vicios. Tengo fundados motivos para creer que Marfa Petrovna, que tuvo la desgracia de enamorarse de él, además de pagarle todas sus deudas, le prestó hace ocho años un extraordinario servicio de otra índole. A fuerza de gestiones y sacrificios, esa mujer consiguió ahogar en su origen un asunto criminal que bien podría haber terminado con la deportación del señor Svidrigailof a Siberia. Se trata de un asesinato tan monstruoso, que raya en lo increíble. ...

En la línea 606
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Debes haber injuriado al barón, sin saberlo, pues por lo que me cuentas no veo que haya para tanto… ...

En la línea 615
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —¿Por qué no? Los hombres son como gallos y riñen por nada. Pero vosotros sois todos gallinas, a lo que veo, incapaces de defender el honor de vuestra patria. ¡Vamos, llevadme! Potapytch, arréglate para mover el sillón. Dos bastarán. Diles que se me lleve a hombros solamente por la escalera y que por la calle iré en coche. Págales por adelantado, así serán más respetuosos. Permanecerás siempre cerca de mí, y tú, Alexei Ivanovitch, enséñame a ese barón en el paseo, que vea al menos qué clase de tipo es… Y ahora, dime: ¿Dónde se encuentra esa famosa ruleta? Quiero saberlo. ...

En la línea 752
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -¡Pagados! -repitió Miranda, en cuya pupila mortecina y térrea se encendió breve chispa-. ¡Pagados! ¿Y con qué derecho, señora? Quisiera saberlo. ...

En la línea 910
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Por Dios -suplicó apurada Lucía-, que a nadie se lo indiques… Yo me muero por saberlo, pero si se entera… alguien… Miranda, o así… ...

En la línea 279
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Ya estoy harto de saberlo -respondió Fix-. El criado me parece menos impenetrable que el amo. Además, es francés y no podrá contenerse de hablar. Hasta luego, señor cónsul. ...

En la línea 391
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -A fe mía, señor Fix, que yo nada sé, os lo declaro, ni daría media corona por saberlo. ...

En la línea 671
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Entretanto, el tren iba a dejar la estación de Aliahabad. El parsi estaba esperando. Mister Fogg le pagó lo convenido, sin darle un penique de más. Esto asombró algo a Picaporte, que sabía todo lo que debía su amo a la adhesión del guía. El parsi había en efecto arriesgado voluntariamente la vida en el lance de Pillaji, y si más tarde los indios llegasen a saberlo, con dificultad se libraría de su venganza. ...

En la línea 737
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Vais a saberlo- respondió el juez. ...


la Ortografía es divertida

Más información sobre la palabra Saberlo en internet

Saberlo en la RAE.
Saberlo en Word Reference.
Saberlo en la wikipedia.
Sinonimos de Saberlo.

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