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La palabra necezitaba
Cómo se escribe

Comó se escribe necezitaba o necesitaba?

Cual es errónea Necesitaba o Necezitaba?

La palabra correcta es Necesitaba. Sin Embargo Necezitaba se trata de un error ortográfico.

El Error ortográfico detectado en el termino necezitaba es que hay un Intercambio de las letras s;z con respecto la palabra correcta la palabra necesitaba

Más información sobre la palabra Necesitaba en internet

Necesitaba en la RAE.
Necesitaba en Word Reference.
Necesitaba en la wikipedia.
Sinonimos de Necesitaba.


la Ortografía es divertida


El Español es una gran familia


Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras s;z

Reglas relacionadas con los errores de s;z

Las Reglas Ortográficas de la S

Se escribe s al final de las palabras llanas.
Ejemplos: telas, andamos, penas
Excepciones: alférez, cáliz, lápiz

Se escriben con s los vocablos compuestos y derivados de otros que también se escriben con esta letra.
Ejemplos: pesar / pesado, sensible / insensibilidad

Se escribe con s las terminaciones -esa, -isa que signifiquen dignidades u oficios de mujeres.
Ejemplos: princesa, poetisa

Se escriben con s los adjetivos que terminan en -aso, -eso, -oso, -uso.
Ejemplos: escaso, travieso, perezoso, difuso

Se escribe con s las terminaciones -ísimo, -ísima.
Ejemplos: altísimo, grandísima

Se escribe con s la terminación -sión cuando corresponde a una palabra que lleva esa letra, o cuando otra palabra derivada lleva -sor, -sivo, -sible,-eso.
Ejemplos: compresor, compresión, expreso, expresivo, expresión.

Se escribe s en la terminación de algunos adjetivos gentilicios singulares.
Ejemplos: inglés, portugués, francés, danés, irlandés.

Se escriben s con las sílabas iniciales des-, dis-.
Ejemplos: desinterés, discriminación.

Se escribe s en las terminaciones -esto, -esta.
Ejemplos: detesto, orquesta.

Las Reglas Ortográficas de la Z

Se escribe z y no c delante de a, o y u.

Se escriben con z las terminaciones -azo, -aza.

Ejemplos: pedazo, terraza

Se escriben con z los sustantivos derivados que terminan en las voces: -anza, -eza, -ez.

Ejemplos: esperanza, grandeza, honradez

La X y la S

Algunas Frases de libros en las que aparece necesitaba

La palabra necesitaba puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 816
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Ahogábase entre las tapias; necesitaba ver su campo, como los que necesitan contemplar su desgracia para anegarse en la voluptuosidad del dolor. ...

En la línea 2147
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¿Para qué necesitaba un hombre jueces ni Guardia Civil, teniendo buen ojo y una escopeta en su barraca? Las cosas de los hombres deben resolverlas los hombres mismos. ...

En la línea 648
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --¿Y el cabayo? ¿dónde lo has dejao? Rafael explicó su viaje. El caballo estaba en el ventorro de la Corneja, a dos pasos de allí; una cabaña al borde de la carretera. Bien necesitaba descansar, pues había venido al galope desde el cortijo. ...

En la línea 722
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Iban llegando los otros carruajes, con ruidoso cascabeleo y polvoriento patear de las bestias en la cuesta de Marchamalo. La explanada se llenaba de gente. Formaban la comitiva de Dupont todos sus parientes y empleados. Hasta su primo Luis, que tenía cara de sueño, había abandonado al amanecer la respetable compañía de sus amigotes, para asistir a la fiesta y agradar con esto a don Pablo, cuya protección necesitaba en aquellos días. ...

En la línea 965
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El _Chivo_ se dignó explicarse. Él no quería _fartar_ a las señoras presentes; quería decir que la juerga, para que marchase bien, necesitaba más mujerío. ...

En la línea 1250
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Dupont, enardecido por el general asentimiento, seguía hablando, pero ahora en tono grave. La gente baja, lo que necesitaba antes del jornal, era el consuelo de la religión. Sin religión se vive rabiando, víctima de toda clase de infelicidades, y este era el caso de los trabajadores de Jerez. No creían en nada, no iban a misa, se burlaban de los curas, sólo pensaban en la revolución social con degollinas y fusilamientos de burgueses y jesuitas; no tenían la esperanza de la vida eterna, consuelo y compensación de las miserias de aquí abajo, que son insignificantes, pues sólo duran unas cuantas docenas de años, y como resultado lógico de tanta impiedad, encontraban su pobreza más dura, con nuevos tonos sombríos. ...

En la línea 211
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Pero el placer no necesitaba de nadie para tener conciencia de sí misma, a su modo, y así era más feliz. ...

En la línea 2504
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Athos, que nada había dicho hasta entonces por miedo a que D'Artagnan, inquieto a su vez no hubiera tenido el tiempo que necesitaba, Athos declaró a partir de ese momento que se llamaba Athos y no D'Ar tagan . ...

En la línea 3715
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Al instante el huésped le hizo seña de que le siguiese, salió con él por una puerta que daba al patio, lo condujo a la cuadra donde lo esperaba un caballo completamente ensillado, y le preguntó si necesitaba alguna otra cosa. ...

En la línea 4961
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -¡Yo, nada de eso! Estoy totalmente borracho eso es todo, y ja más hombre alguno ha tenido tanto como se necesitaba para ello. ...

En la línea 5280
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... D'Artagnan sólo necesitaba una razón para rendirse. ...

En la línea 2474
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... No quise acceder a su petición, aunque necesitaba un criado; le hice, pues, volver a Córdoba, donde, según supe más tarde, murió repentinamente a la semana de haber llegado. ...

En la línea 2539
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Acaso hubiera estado años enteros buscando un criado de esa índole sin encontrarlo; pero la suerte me deparó uno cuando cabalmente lo necesitaba, sin tener que molestarme en hacer pesquisas laboriosas. ...

En la línea 2717
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Aunque necesitaba hacer viajes frecuentes a Salamanca, no tenía mula, y se valía de un jumento que le dejaba el molinero del pueblo. ...

En la línea 3630
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Me preguntó muchas cosas en gallego, y cuando le dije todo lo que necesitaba saber sacó una baraja de naipes y fué poniéndolos en la mesa de un modo particular; me dijo, al fin, que el tesoro está en la iglesia de San Roque, cosa cierta, seguramente, pues he ido a la iglesia y corresponde con toda exactitud a las señas que me dió el compañero muerto en el hospital. ...

En la línea 1124
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Petra corrió a la cocina sin esperar órdenes; ya sabía lo que se necesitaba, tila y azahar. ...

En la línea 1324
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Aquello del republicanismo no necesitaba comentarios. ...

En la línea 1331
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Amaba la literatura con ardor y era, por entonces, todo lo romántico que se necesitaba para conspirar con progresistas. ...

En la línea 1371
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El aya aseguraba que Anita necesitaba aquel palo seco junto a sí y estar atada a él fuertemente. ...

En la línea 140
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Muy interesante don Baltasar!… Tenía para ella el doble atractivo de conocerlo a través de los relatos de Claudio y de pertenecer a la Iglesia, pues la bella señora mezclaba con una vida de incesantes diversiones, verdaderamente pagana, una adhesión inquebrantable al catolicismo. Su alma siempre movediza necesitaba una continua renovación de sensaciones, y anunció de pronto el deseo de marcharse. ...

En la línea 286
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Encargó Calixto III a Pedro Barbo y otros cardenales influyentes al afianzamiento de la paz en los estados pontificios, ajustando una tregua de varios meses entre las familias rivales. El necesitaba su tiempo y su actividad para la organización de la guerra contra los turcos. ...

En la línea 331
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... — El único defecto que le echan en cara a Calixto Tercero fue un exagerado amor a su familia. Reconozco que estos Borjas se querían y protegían con un cariño casi feroz, semejante a la fraternidad de los individuos de una tribu rodeada de enemigos. Pero ¿qué Pontífice de aquella época y de otras no protegió a sus parientes, y puso en sus sobrinos un afecto de padre?… Además, el viejo catalán, como le llamaban sus enemigos, era extranjero para los romanos, y necesitaba gente adicta, unida a él por intereses de familia o por la solidaridad que agrupa a los compatriotas. ...

En la línea 429
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... ¡Haberse embarcado en esta pasión ardorosa e incierta cuando la vida le ofrecía tantos amores fáciles y gratamente desiguales, pudiendo verse adorada lo mismo que el' ídolo cruel e injusto que nunca ve disminuir los fanáticos prosternados a sus pies!… Conocía los peligros que hace arrostrar una primera juventud a las mujeres que se fían de ella, una juventud siempre agitada por el deseo del más allá. Venus recién surgida de la espuma de las ondas sólo representaba para un amante de veinte años el día actual, el triunfo del momento. En esa edad crédula se espera siempre, y la esperanza va acompañada de ingratitud. «Mañana aún se presentará algo mejor», piensa la petulancia juvenil. Sólo el amante en plena madurez sabe el valor del hoy , y lo aprovecha, agradeciendo su fortuna presente. «Guardemos lo que me da mi buena suerte y procuremos no perderlo.» Este era el amor sumiso y agradecido que necesitaba ella. ...

En la línea 402
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Esta misión consistía en llevar a todas las naciones próximas pobladas por seres de nuestra especie los beneficios de la civilización implantada por él. Además, como disponía de una fuerza superior, necesitaba usarla, lo mismo que el atleta, incapaz de vivir tranquilamente sin dar golpes contra algo para ejercitar sus músculos. ...

En la línea 1012
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Gillespie no necesitaba oír al profesor para darse cuenta de la gravedad de su acto. Pero renacía su cólera al acordarse de los pinchazos de aquellos pigmeos, y creía sentir aún el dolor en sus piernas. ¿Por qué no lo habían dejado dormir en paz?… ...

En la línea 1013
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Sin embargo, los gestos desesperados del profesor sirvieron para hacerle pensar que estaba a merced de aquella humanidad pigmea, despreciable para el, pero sin la cual no podía alimentarse ni atender a otros cuidados que necesitaba su persona. ...

En la línea 1024
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Yo no le exijo que me responda inmediatamente. Confieso que esta manifestación de mis sentimientos es un poco violenta y que usted no la esperaba. A no ser por el peligro que le amenaza, me hubiese abstenido de hablarle de esto en mucho tiempo. Pero, en fin, lo que yo debía decir ya está dicho. Reflexione usted, consulte su corazón; esperaré su respuesta. Lo que necesitaba hacerle saber cuanto antes es que no soy para usted un simple traductor y que ansío participar de su suerte, correr sus mismos peligros, si es que la situación se empeora. ...

En la línea 59
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... El idilio se acentuaba cada día, hasta el punto de que la madre de Barbarita, disimulando su satisfacción, decía a esta: «Pero, hija, vais a dejar tamañitos a los Amantes de Teruel». Los esposos salían a paseo juntos todas las tardes. Jamás se ha visto a D. Baldomero II en un teatro sin tener al lado a su mujer. Cada día, cada mes y cada año, eran más tórtolos, y se querían y estimaban más. Muchos años después de casados, parecía que estaban en la luna de miel. El marido ha mirado siempre a su mujer como una criatura sagrada, y Barbarita ha visto siempre en su esposo el hombre más completo y digno de ser amado que en el mundo existe. Cómo se compenetraron ambos caracteres, cómo se formó la conjunción inaudita de aquellas dos almas, sería muy largo de contar. El señor y la señora de Santa Cruz, que aún viven y ojalá vivieran mil años, son el matrimonio más feliz y más admirable del presente siglo. Debieran estos nombres escribirse con letras de oro en los antipáticos salones de la Vicaría, para eterna ejemplaridad de las generaciones futuras, y debiera ordenarse que los sacerdotes, al leer la epístola de San Pablo, incluyeran algún parrafito, en latín o castellano, referente a estos excelsos casados. Doña Asunción Trujillo, que falleció en 1841 en un día triste de Madrid, el día en que fusilaron al general León, salió de este mundo con el atrevido pensamiento de que para alcanzar la bienaventuranza no necesitaba alegar más título que el de autora de aquel cristiano casamiento. Y que no le disputara esta gloria Juana Trujillo, madre de Baldomero, la cual había muerto el año anterior, porque Asunción probaría ante todas las cancillerías celestiales que a ella se le había ocurrido la sublime idea antes que a su prima. ...

En la línea 81
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... He dicho que eran nueve. Falta consignar que de estas nueve cifras, siete correspondían al sexo femenino. ¡Vaya una plaga que le había caído al bueno de Gumersindo! ¿Qué hacer con siete chiquillas? Para guardarlas cuando fueran mujeres, se necesitaba un cuerpo de ejército. ¿Y cómo casarlas bien a todas? ¿De dónde iban a salir siete maridos buenos? Gumersindo, siempre que de esto se le hablaba, echábalo a broma, confiando en la buena mano que tenía su mujer para todo. «Verán—decía—, cómo saca ella de debajo de las piedras siete yernos de primera». Pero la fecunda esposa no las tenía todas consigo. Siempre que pensaba en el porvenir de sus hijas se ponía triste; y sentía como remordimientos de haber dado a su marido una familia que era un problema económico. Cuando hablaba de esto con su cuñada Barbarita, lamentábase de parir hembras como de una responsabilidad. Durante su campaña prolífica, desde el 38 al 60, acontecía que a los cuatro o cinco meses de haber dado a luz, ya estaba otra vez en cinta. Barbarita no se tomaba el trabajo de preguntárselo, y lo daba por hecho. «Ahora—le decía—, vas a tener un muchacho». Y la otra, enojada, echando pestes contra su fecundidad, respondía: «Varón o hembra, estos regalos debieran ser para ti. A ti debiera Dios darte un canario de alcoba todos los años». ...

En la línea 132
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Cuando Estupiñá le vio entrar sintió tanta alegría, que a punto estuvo de ponerse bueno instantáneamente por la sola virtud del contento. No estaba el hablador en la cama sino en un sillón, porque el lecho le hastiaba, y la mitad inferior de su cuerpo no se veía porque estaba liado como las momias, y envuelto en mantas y trapos diferentes. Cubría su cabeza, orejas inclusive, el gorro negro de punto que usaba dentro de la iglesia. Más que los dolores reumáticos molestaba al enfermo el no tener con quién hablar, pues la mujer que le servía, una tal doña Brígida, patrona o ama de llaves, era muy displicente y de pocas palabras. No poseía Estupiñá ningún libro, pues no necesitaba de ellos para instruirse. Su biblioteca era la sociedad y sus textos las palabras calentitas de los vivos. Su ciencia era su fe religiosa, y ni para rezar necesitaba breviarios ni florilogios, pues todas las oraciones las sabía de memoria. Lo impreso era para él música, garabatos que no sirven de nada. Uno de los hombres que menos admiraba Plácido era Guttenberg. Pero el aburrimiento de su enfermedad le hizo desear la compañía de alguno de estos habladores mudos que llamamos libros. Busca por aquí, busca por allá, y no se encontraba cosa impresa. Por fin, en polvoriento arcón halló doña Brígida un mamotreto perteneciente a un exclaustrado que moró en la misma casa allá por el año 40. Abriolo Estupiñá con respeto, ¿y qué era? El tomo undécimo del Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Lugo. Apechugó, pues, con aquello, pues no había otra cosa. Y se lo atizó todo, de cabo a rabo, sin omitir letra, articulando correctamente las sílabas en voz baja a estilo de rezo. Ningún tropiezo le detenía en su lectura, pues cuando le salía al encuentro un latín largo y oscuro, le metía el diente sin vacilar. Las pastorales, sinodales, bulas y demás entretenidas cosas que el libro traía, fueron el único remedio de su soledad triste, y lo mejor del caso es que llegó a tomar el gusto a manjar tan desabrido, y algunos párrafos se los echaba al coleto dos veces, masticando las palabras con una sonrisa, que a cualquier observador mal enterado le habría hecho creer que el tomazo era de Paul de Kock. ...

En la línea 132
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Cuando Estupiñá le vio entrar sintió tanta alegría, que a punto estuvo de ponerse bueno instantáneamente por la sola virtud del contento. No estaba el hablador en la cama sino en un sillón, porque el lecho le hastiaba, y la mitad inferior de su cuerpo no se veía porque estaba liado como las momias, y envuelto en mantas y trapos diferentes. Cubría su cabeza, orejas inclusive, el gorro negro de punto que usaba dentro de la iglesia. Más que los dolores reumáticos molestaba al enfermo el no tener con quién hablar, pues la mujer que le servía, una tal doña Brígida, patrona o ama de llaves, era muy displicente y de pocas palabras. No poseía Estupiñá ningún libro, pues no necesitaba de ellos para instruirse. Su biblioteca era la sociedad y sus textos las palabras calentitas de los vivos. Su ciencia era su fe religiosa, y ni para rezar necesitaba breviarios ni florilogios, pues todas las oraciones las sabía de memoria. Lo impreso era para él música, garabatos que no sirven de nada. Uno de los hombres que menos admiraba Plácido era Guttenberg. Pero el aburrimiento de su enfermedad le hizo desear la compañía de alguno de estos habladores mudos que llamamos libros. Busca por aquí, busca por allá, y no se encontraba cosa impresa. Por fin, en polvoriento arcón halló doña Brígida un mamotreto perteneciente a un exclaustrado que moró en la misma casa allá por el año 40. Abriolo Estupiñá con respeto, ¿y qué era? El tomo undécimo del Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Lugo. Apechugó, pues, con aquello, pues no había otra cosa. Y se lo atizó todo, de cabo a rabo, sin omitir letra, articulando correctamente las sílabas en voz baja a estilo de rezo. Ningún tropiezo le detenía en su lectura, pues cuando le salía al encuentro un latín largo y oscuro, le metía el diente sin vacilar. Las pastorales, sinodales, bulas y demás entretenidas cosas que el libro traía, fueron el único remedio de su soledad triste, y lo mejor del caso es que llegó a tomar el gusto a manjar tan desabrido, y algunos párrafos se los echaba al coleto dos veces, masticando las palabras con una sonrisa, que a cualquier observador mal enterado le habría hecho creer que el tomazo era de Paul de Kock. ...

En la línea 950
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Duerme; duerme profundamente –dijo–. Y el ceño desapareció de su frente, cediendo a una expresión de satisfacción malvada. El rostro del dormido niño se iluminaba con una sonrisa. El ermitaño refunfuñó: –Su corazón es felíz–. Y se alejó. Furtivamente empezó a dar vueltas, buscando algo por todas partes, deteniéndose a veces a escuchar, y a veces volteando a su alrededor para echar una mirada rápida a la cama, y hablando sin cesar entre dientes. Por fin encontró, lo que necesitaba: un enorme cuchillo mohoso y una piedra de afilar. Se acuclilló junto al fuego y empezó a afilar el cuchillo suavemente sin dejar de musitar, refunfuñar y rezongar… ...

En la línea 1476
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Para el mejor logro de sus empresas, una vez nutrido del sustancioso meollo de nuestra literatura nacional, se había bañado en las extranjeras, y como esto se le hacía penoso, pues era torpe para lenguas extranjeras y su aprendizaje exige tiempo que para más altos estudios necesitaba, recurrió a un notable expediente, aprendido de su ilustre maestro. Y era que leía las principales obras de crítica a historia literaria que en el extranjero se publicaran, siempre que las hallase en trances, y una vez que había cogido la opinión media de los críticos más reputados, respecto a este o aquel autor, hojeábalo en un periquete para cumplir con su conciencia y quedar libre para rehacer juicios ajenos sin mengua de su escrupulosa integridad de crítico. ...

En la línea 378
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Sí - me contestó -. Yo mismo. La hice en un momento, y tan de prisa como cuando se quita de un golpe la herradura vieja de un caballo. Y he de confesarte que me sorprendió que se me hubiese ocurrido y apenas podía creer que fuese cosa mía. Según te decía, Pip, tenía la intención de hacer grabar estas palabras en su tumba, pero como eso cuesta mucho dinero, no pude realizar mi intento. Además, todo lo que hubiera podido ahorrar lo necesitaba mi madre. La pobre tenía muy mala salud y estaba muy quebrantada. No tardó mucho, la pobrecilla, en seguir a mi padre, y muy pronto pudo gozar del descanso. ...

En la línea 480
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Sí - replicó -, pero significa más de lo que dice. Cuando se lo dieron, querían dar a entender que quien poseyera esta casa no necesitaba ya nada más. Estoy persuadida de que en aquellos tiempos sus propietarios debían de contentarse fácilmente. Pero no te entretengas, muchacho. ...

En la línea 1168
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Estoy contenta de una cosa — dijo Biddy —, y es de que hayas creído deber hacerme estas confidencias, Pip. Y también estoy contenta de otra cosa, y es de que puedes tener la seguridad de que guardaré este secreto y de que continuaré siendo digna de tus confidencias. Si tu primera maestra — ¡pobrecilla!, ¡tanto como necesitaba aprender ella misma! — lo fuese aún en la actualidad, cree saber cuál sería la lección que te haría estudiar. Pero sería difícil de aprender, y como ya has aventajado a tu profesora, resultaría ahora completamente inútil. — Y dando un leve suspiro por mí, Biddy se puso en pie y con voz que cambió de un modo agradable dijo —: ¿Vamos a pasear un poco más, o nos iremos a casa? ...

En la línea 1325
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Todo el día había brillado el sol sobre el tejado de mi sotabanco, y por eso estaba caluroso. Cuando abrí la ventana y me quedé mirando al exterior vi a Joe mientras, lentamente, salía a la oscuridad desde la puerta que había en la planta baja y daba algunas vueltas al aire libre; luego vi pasar a Biddy para entregarle la pipa y encendérsela. Él no solía fumar tan tarde, y esto me indicó que, por una u otra razón, necesitaba algún consuelo. ...

En la línea 1098
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Ni una mancha, ni un boquete; aunque usados, están nuevos. El chaleco hace juego con el pantalón, como exige la moda. Bien mirado, debemos felicitarnos de que estas prendas no sean nuevas, pues así son más suaves, más flexibles… Ahora otra cosa, amigo Rodia. A mi juicio, para abrirse paso en el mundo hay que observar las exigencias de las estaciones. Si uno no pide espárragos en invierno, ahorra unos cuantos rublos. Y lo mismo pasa con la ropa. Estamos en pleno verano: por eso he comprado prendas estivales. Cuando llegue el otoño necesitarás ropa de más abrigo. Por lo tanto, habrás de dejar ésta, que, por otra parte, estará hecha jirones… Bueno, adivina lo que han costado estas prendas. ¿Cuánto te parece? ¡Dos rublos y veinticinco kopeks! Además, no lo olvides, en las mismas condiciones que la gorra: el año próximo te lo cambiarán gratuitamente. El trapero Fediaev no vende de otro modo. Dice que el que va a comprarle una vez no ha de volver jamás, pues lo que compra le dura toda la vida… Ahora vamos con las botas. ¿Qué te parecen? Ya se ve que están usadas, pero durarán todavía lo menos dos meses. Están confeccionadas en el extranjero. Un secretario de la Embajada de Inglaterra se deshizo de ellas la semana pasada en el mercado. Sólo las había llevado seis días, pero necesitaba dinero. He dado por ellas un rublo y medio. No son caras, ¿verdad? ...

En la línea 2792
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Hubo un momento de silencio. Lujine sacó con toda lentitud un pañuelo de batista perfumado y se sonó con aire de hombre amable pero herido en su dignidad y decidido a pedir explicaciones. Apenas había entrado en el vestíbulo, le había acometido la idea de no quitarse el gabán y retirarse, para castigar severamente a las dos damas y hacerles comprender la gravedad del acto que habían cometido. Pero no se había atrevido a tanto. Por otra parte, le gustaban las situaciones claras y deseaba despejar la siguiente incógnita: Pulqueria Alejandrovna y su hija debían de tener algún motivo para haber desatendido tan abiertamente su prohibición, y este motivo era lo primero que él necesitaba conocer. Después tendría tiempo de aplicar el castigo adecuado. ...

En la línea 2918
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¿Por qué han de regresar ustedes al pueblo? ‑exclamó el estudiante, dejándose llevar de buen grado del entusiasmo que se había apoderado de él‑. ¿Qué harán ustedes en ese villorrio? Deben ustedes permanecer aquí todos juntos, pues son indispensables el uno al otro, no me lo negarán. Por lo menos, deben quedarse aquí una temporada. En lo que a mí concierne, acéptenme como amigo y como socio y les aseguro que montaremos un negocio excelente. Escúchenme: voy a exponerles mi proyecto con todo detalle. Es una idea que se me ha ocurrido esta mañana, cuando nada había sucedido todavía. Se trata de lo siguiente: yo tengo un tío (que ya les presentaré y que es un viejo tan simpático como respetable) que tiene un capital de mil rublos y vive de una pensión que le basta para cubrir sus necesidades. Desde hace dos años no cesa de insistir en que yo acepte sus mil rublos como préstamo con el seis por ciento de interés. Esto es un truco: lo que él desea es ayudarme. El año pasado yo no necesitaba dinero, pero este año voy a aceptar el préstamo. A estos mil rublos añaden ustedes mil de los suyos, y ya tenemos para empezar. Bueno, ya somos socios. ¿Qué hacemos ahora? ...

En la línea 2959
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... No es fácil describir lo que ocurrió aquella noche en la habitación de Pulqueria Alejandrovna cuando regresó Rasumikhine; los esfuerzos del joven para calmar a las dos damas, las promesas que les hizo. Les dijo que Rodia estaba enfermo, que necesitaba reposo; les aseguró que volverían a verle y que él iría a visitarlas todos los días; que Rodia sufría mucho y no convenía irritarle; que él, Rasumikhine, llamaría a un gran médico, al mejor de todos; que se celebraría una consulta… En fin, que, a partir de aquella noche, Rasumikhine fue para ellas un hijo y un hermano. ...

En la línea 1255
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Et les cent mille francs qui nous restent, tu les mangeras avec moi, mon outchitel. Me llamaba así siempre. No creo que exista otro espíritu más interesado, más ávido, más codicioso que el de la señorita Blanche en ninguna criatura humana. Pero esto con respecto a su dinero. En lo tocante a aquellos cien mil francos, me explicó sin ambages que los necesitaba para instalarse en París. ...

En la línea 801
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Fantina ya no tenía cama y le quedaba un pingajo al que llamaba cobertor, un colchón en el suelo y una silla sin asiento. Había perdido el pudor; después perdió la coquetería y últimamente hasta el aseo. A medida que se rompían los talones iba metiendo las medias dentro de los zapatos. Pasaba las noches llorando y pensando; tenía los ojos muy brillantes, y sentía un dolor fijo en la espalda. Tosía mucho; pasaba diecisiete horas diarias cosiendo, pero un contratista del trabajo de las cárceles que obligaba a trabajar más barato a las presas, hizo de pronto bajar los precios, con lo cual se redujo el jomal de las trabajadoras libres a nueve sueldos. Por ese entonces Thenardier le escribió diciendo que la había esperado mucho tiempo con demasiada bondad; que necesitaba cien francos inmediatamente; que si no se los enviaba, echaría a la calle a la pequeña Cosette. ...

En la línea 1086
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... El Padre Arrigoitia y el médico Duhamel, de acuerdo con Miranda, y facultados telegráficamente por la desconsolada familia Gonzalvo, proporcionaron a la muerta cuanto necesitaba ya: mortaja y ataúd. Pilar, vestida de hábito del Carmen, fue extendida en la caja sobre su mismo lecho; encendieron luces, y dejáronla, a la española, en la cámara mortuoria, no acatando la costumbre francesa de convertir en capilla ardiente el portal, exponiendo allí el cadáver para que todo el que pase lo rocíe con una rama de boj que flota en una caldereta de agua bendita. Depósito, exequias y entierro, debían verificarse el día siguiente. ...

En la línea 1093
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Bien rezarían el jesuita y la amiga cosa de una hora; pero al cabo de ese tiempo se levantó el Padre, manifestando que para volver a velarla, necesitaba ir a su casa y despachar algunos urgentes asuntos que le reclamaban. Miró a Lucía, y viéndola descolorida y los ojos hinchados, le dijo bondadosamente: ...

En la línea 768
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Fix, en su rincón, experimentaba una satisfacción indecible. Phileas Fogg, detenido ocho días en Calcuta, era más de lo que necesitaba para dar tiempo a que el mandamiento llegase. ...

En la línea 1700
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... En cuanto a los vapores Imman, uno de los cuales, el 'City of Paris', se daba a la mar al día siguiente, no debía pensarse en ellos, porque, estando dedicados al transporte de emigrantes, son de máquinas débiles, navegan lo mismo a vela que a vapor, y su velocidad es mediana. Empleaban en la travesía de Nueva York a Inglaterra más tiempo del que necesitaba mister Fogg para ganar su apuesta. ...

En la línea 1831
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Sin embargo, a las diez de la noche, el buque no se encontraba aún más que enfrente de Queenstown. ¡Faltaban veinticuatro horas para el plazo, y era precisamente el tiempo que se necesitaba para llegar a Liverpool, aun marchando a todo vapor, el cual iba a faltar también! ...

Errores Ortográficos típicos con la palabra Necesitaba

Cómo se escribe necesitaba o nececitaba?
Cómo se escribe necesitaba o necezitaba?
Cómo se escribe necesitaba o necesitava?

Palabras parecidas a necesitaba

La palabra furioso
La palabra coro
La palabra excitado
La palabra arroz
La palabra llorando
La palabra acabaron
La palabra narices

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