Cual es errónea Interior o Interriorr?
La palabra correcta es Interior. Sin Embargo Interriorr se trata de un error ortográfico.
La falta ortográfica detectada en la palabra interriorr es que se ha eliminado o se ha añadido la letra r a la palabra interior

la Ortografía es divertida
Algunas Frases de libros en las que aparece interior
La palabra interior puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 67
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La vida, que con la luz inundaba la vega, iba penetrando en el interior de barracas y alquerías. ...
En la línea 94
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Sonaba en el interior de las barracas el arrastre de la escoba, el chocar de la loza, todos los ruidos de la limpieza matinal. ...
En la línea 185
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Parecía que del casuco abandonado fuesen a salir fantasmas en cuanto cerrase la noche; que de su interior iban a partir gritos de personas asesinadas; que toda aquella maleza era un sudario ocultando debajo de él centenares de cadáveres. ...
En la línea 290
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y el pobre hombre, que consideraba el no pagar como la mayor de las deshonras, volvía a sus faenas cada vez más débil, más extenuado, sintiendo en su interior el lento desplome de su energía, convencido de que no podía prolongar esta lucha, pero indignado ante la posibilidad tan sólo de abandonar un palmo de las tierras de sus ascendientes. ...
En la línea 162
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Fermín siguió una de las amplias aceras limitadas por dos filas de naranjos agrios. Los principales casinos de la ciudad, los mejores cafés, abrían sus ventanales de vidrios sobre la calle. Montenegro lanzó una mirada al interior del _Círculo Caballista_. Era la sociedad más famosa de Jerez, el centro de reunión de la gente rica, el refugio de la juventud que había nacido poseedora de cortijos y bodegas. Por las tardes, la respetable asamblea discutía sus aficiones: caballos, mujeres y perros de caza. La conversación no tenía otros temas. Escasos periódicos en las mesas, y en lo más oscuro de la secretaría un armario con libros de lomos dorados y chillones cuyas vidrieras no se abrían nunca. Salvatierra llamaba a esta sociedad de ricos el «Ateneo Marroquí». ...
En la línea 163
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... A los pocos pasos, Montenegro vio venir hacia él una mujer que, con su paso vivo, su gesto arrogante y el incitador meneo de su cuerpo, parecía alborotar la calle. Los hombres detenían el paso para verla y la seguían con los ojos; las mujeres volvían la cabeza con un desdén afectado, y después que pasaba cuchicheaban señalándola con un dedo. En los balcones, las jóvenes gritaban hacia el interior de la casa, y salían otras apresuradamente, interesadas por el llamamiento. ...
En la línea 934
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Bajó del pescante de un salto la gentil _Marquesita_, y poco a poco fueron disgregándose del amontonamiento de carne que llenaba el interior todos los del séquito. El señorito abandonó las riendas a _Zarandilla_, después de hacerle varias recomendaciones para que cuidase bien el ganado. ...
En la línea 1009
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Luis, entusiasmado por la admiración de las dos muchachas sentadas junto a él, quiso mostrarse en toda su grandeza heroica, y repentinamente arrojó una copa a la cara del _Chivo_, que estaba enfrente. La fiera del presidio contrajo su carátula feroz e hizo un movimiento para incorporarse, llevándose una mano al bolsillo interior de la chaqueta. ...
En la línea 1815
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... ¡Ah, señor hipó crita, os he cogido haciendo teología!Apenas fueron dados los tres golpes cuando la ventana interior se abrió y una luz apareció a través de los vidrios del postigo. ...
En la línea 1822
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Tenía razón: al cabo de unos segundos, dos golpes secos resona ron en el interior. ...
En la línea 1831
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... ¿Qué diablos podía, pues, significar aquel pañuelo?Situado donde estaba, D'Artagnan no podía ver el rostro de Ara mis, y decimos de Aramis porque el joven no tenía ninguna duda de que era su amigo quien dialogaba desde el interior con la dama del exterior; la curiosidad pudo en él más que la prudencia y aprovechan do lapreocupación en que la vista del pañuelo parecía s umir a los dos personajes que hemos puesto en escena, salió de su escondite, y rau do como una centella, pero ahogando el ruido de sus pasos, fue a pe garse a una esquina del muro, desde el que su mirada podía hundirseperfectamente en el interior de la habitación de Aramis. ...
En la línea 1831
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... ¿Qué diablos podía, pues, significar aquel pañuelo?Situado donde estaba, D'Artagnan no podía ver el rostro de Ara mis, y decimos de Aramis porque el joven no tenía ninguna duda de que era su amigo quien dialogaba desde el interior con la dama del exterior; la curiosidad pudo en él más que la prudencia y aprovechan do lapreocupación en que la vista del pañuelo parecía s umir a los dos personajes que hemos puesto en escena, salió de su escondite, y rau do como una centella, pero ahogando el ruido de sus pasos, fue a pe garse a una esquina del muro, desde el que su mirada podía hundirseperfectamente en el interior de la habitación de Aramis. ...
En la línea 80
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Desde el momento en que son nombrados alcaldes mayores ó correjidores, compran su barco para el comercio interior ó del cabotaje, y algunos aun para el esterior, que cargan con efectos de pronta salida en las provincias á que son destinados: se ocupan desde luego en facilitar su espendio y recojer los productos de los pueblos que mandan, para proporcionar ocupacion á su buque, y conducir á Manila cargamentos, y ésta, como se ha dicho, es su principal atencion y su primer cuidado. ...
En la línea 194
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Esto vivificaria el comercio interior, facilitaria el pago del tributo, y fomentaria las demas contribuciones indirectas establecidas. ...
En la línea 289
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... El peso español es la moneda universal del comercio entre todas las naciones del Asia, y como el jiro esterior atrae asi constantemente la circulacion, los gobiernos de todas las colonias de aquella parte del mundo se han visto obligados á crear una moneda colonial, que por su valor intrínseco no pudiese ser estraida, y que entreteniéndose en el comercio interior de las provincias, alimentase y multiplicase los cambios. ...
En la línea 291
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Esta situacion, sin embargo, es precaria y mucho, porque si por algun accidente político de guerra ó de variacion de comercio en las respectivas naciones europeas, ó bien por escasez en las cosechas de Filipinas, llegasen á cesar ó disminuirse las importaciones estranjeras de moneda á Manila, precisada esta plaza á hacer frecuentes remesas de ella á la China y á la India para socorrerse de artículos necesarios á su consumo, vendria con el tiempo á agotar todo su numerario, y arruinar no solo su comercio esterior, sino aun el interior, por las graves dificultades que allí ofrece el establecimiento de un crédito público. ...
En la línea 512
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... El interior corresponde al exterior, y no hay en él nada interesante para el curioso, excepto las cocinas, magníficas en verdad, y tan grandes, que puede condimentarse en ellas al mismo tiempo comida suficiente para todos los habitantes del Alemtejo. ...
En la línea 944
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Poco antes de llegar a la puerta de entrada, observé a mano derecha una cripta vaciada en la vertiente del monte; tres columnas sostenían la techumbre, pero había cedido un poco hacia el fondo, de suerte que la luz penetraba en el interior por una hendidura abierta en lo alto. ...
En la línea 968
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... En el interior, capaz para tres o cuatro hombres, crecía un espino pequeño. ...
En la línea 1061
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Acosado por el frío, me refugié gustoso en una cocina interior, alumbrada tan sólo, una vez cerrada la puerta, por el resplandor del fuego que ardía débilmente en el fogón. ...
En la línea 30
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... En cuanto se entra en el puerto, se advierte en el cerrillo de arena que da frente al mar, una banda blanca, horizontal, que se extiende a una distancia de varias millas a lo largo de la costa, y que está situada a una altura de unos 45 pies (13 metros) sobre el nivel del mar. Examinando más de cerca esa capa blanca, se ve que consiste en materias calcáreas que contienen numerosas conchas, la mayoría de las cuales aún existen en la costa vecina. Esa capa descansa sobre antiguas rocas volcánicas y a su vez ha quedado cubierta por otra de basalto fundido que debió de precipitarse en el mar, cuando aquella capa blanca que contiene conchas descansaba en el fondo del agua. Es muy interesante advertir las modificaciones producidas en la quebradiza masa por el calor de las lavas que la cubrieron: parte de esa masa se transformó en creta cristalina, y otra parte en una piedra manchada compacta. Allí donde las escorias de la superficie inferior de la corriente de lava tocaron a la cal, esta última se ha convertido en grupos de fibras admirablemente radiadas, que se asemejan a la aragonita. Las capas de lava se elevan en mesetas sucesivas ligeramente inclinadas hacia el interior, de donde salieron en un principio los diluvios de piedra en fusión. Creo que desde los tiempos históricos no se ha manifestado en San-lago ningún signo de actividad volcánica. Hasta es raro que pueda descubrirse la forma de cráter en la cima de las numerosas colinas formadas por cenizas rojas; sin embargo, pueden distinguirse en la costa las capas de lava más recientes. ...
En la línea 47
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... La más pequeña roca de los mares tropicales sirve de sostén a innumerables clases de plantas marinas, a increíbles cantidades de seres en parte vegetales, en parte animales; encuéntrase también rodeada de gran número de peces. Nuestros marinos, en los barcos de pesca, tenían que luchar constantemente con los tiburones para saber a 3 Mr. Horner y Sir David Brewster describieron (Philosophical Transactions, 1836, pág. 65), una extraña «sustancia artificial parecida al nácar». Esta sustancia se deposita en láminas morenas, tenues, transparentes, admirablemente pulimentadas, con particulares propiedades ópticas, en el interior de un vaso con agua, dentro del cual se hace girar con rapidez un tejido untado primero de liga y después de cal. Esta sustancia es mucho más blanda, más transparente y contiene más materias animales que las incrustaciones naturales de la Ascensión; pero esa es otra prueba de la facilidad con que el carbonato de cal y las materias animales se combinan para formar una sustancia sólida que se parece al nácar. ...
En la línea 50
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... BAHIA o SAN SALVADOR, BRASIL. 29 de febrero.¡Qué delicioso día! Pero la palabra delicioso es harto débil para expresar los sentimientos de un naturalista que por vez primera vaga por un bosque brasileño. Llénanme de admiración la elegancia de las hierbas, la novedad de las plantas parásitas, la hermosura de las flores, el verde deslumbrante del follaje; pero, por encima de todo, el vigor y esplendor general de la vegetación. Extraña mezcla de rumores y de silencio reina en todas las partes cubiertas de bosque. Los insectos hacen tal ruido, que puede oírseles desde el barco, anclado a varios centenares de metros de la costa; sin embargo, en el interior de la selva parece imperar universal silencio. Todo el que ame a la Historia Natural siente en un día como este un placer y un júbilo más intensos que puede prometerse experimentar de nuevo. ...
En la línea 52
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... En todas partes donde aparece roca viva por toda la costa del Brasil, en una longitud a lo menos de dos mil millas (3.200 kilómetros), y ciertamente a grandísima distancia en el interior de la tierra firme, esa roca pertenece a la formación granítica. El hecho de que esta inmensa superficie está compuesta de materiales que la mayoría de los geólogos creen que cristalizaron cuando estaban calientes y bajo una gran presión, da margen a muchas reflexiones curiosas. ¿Se produjo este efecto debajo de las aguas de un océano profundo? ¿Se extendían sobre esta primera formación otras capas superiores, que luego han desaparecido? ¿Es posible creer que un agente, sea cual fuere y por enérgico que se le suponga, haya sido capaz de poner al descubierto el granito en una superficie de tantos miles de leguas cuadradas, si no se admite al mismo tiempo que ese agente está obrando desde tiempos remotísimos. ...
En la línea 549
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... En la parte interior la obscuridad era absoluta. ...
En la línea 991
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... La niña que saltaba del lecho a obscuras era más enérgica que esta Anita de ahora, tenía una fuerza interior pasmosa para resistir sin humillarse las exigencias y las injusticias de las personas frías, secas y caprichosas que la criaban. ...
En la línea 1684
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... No bastaba la fuerza de sufrir en silencio, ni el refugiarse en la vida interior; necesitaba del mundo, un asilo. ...
En la línea 4782
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Conocía el interior de todas las casas importantes y de todas las almas que podían servirle para algo. ...
En la línea 137
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... En cuanto la palabra interior pronunció tales nombres, la conciencia, se puso a dar terribles gritos, y también dictó sentencia con palabras terminantes, tan groseras e inexactas como los nombres aquellos. ...
En la línea 492
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Su interior lo había remozado hábilmente, pues el diplomático honorario mostraba cierto talento natural como ornamentista. De sus viajes por España había traído altares enteros. Las paredes desaparecían bajo tapices, columnas y frontones de madera tallada, con oros pálidos; gruesos angelotes policromos; santos cadavéricos; arquetas taraceadas de nácar sobre mesillas de diversos mármoles; bargueños de construcción moderna, con pistoletazos de perdigones o dé sal que imitaban la perforación de la carcoma; sillones fraileros de cordobán y clavos enormes; cuadros representando sanguinolentos martirios, paisajes versallescos o mitológicas desnudeces. Las Vírgenes sobre fondo de oro o los Cristos moribundos alternaban con Venus desnudas. Por algo Enciso pretendía ser un cardenal del Renacimiento reencarnado al otro lado del Atlántico. ...
En la línea 577
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... No eran menos inmorales la pintura y la escultura. Se permitían los artistas los más audaces atrevimientos dentro de las iglesias, retratando a los contemporáneos en las imágenes santas. Segismundo Malatesta levantaba un templo en Rímini a la gloria de su amante, la bella Isotta, que no sabía leer y escribir—cosa rara en aquella época, por ser las mujeres muy letradas y artistas—, y en el interior ...
En la línea 1042
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Extinguida esta protesta interior contra la viuda de Gamboa, volvió Borja a considerar las proposiciones de don Arístides con el mismo respeto que cuando vivía sometido a su tutela. ¿Por qué no casarse?… Alguna, vez tendría que imitar el ejemplo de los demás, y mejor era Estela que cualquiera otra de las mujeres que podían salirle al camino. Aquellas embozadas promesas de honores alcanzados por el hecho de ser yerno de Bustamante no le emocionaban. Sólo tenía en cuenta el dulce carácter de ella, o, mejor dicho, su ausencia de verdadero carácter, lo que le haría plegarse en todo a las costumbres y las ideas de su esposo. ...
En la línea 1108
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Reconoció el mismo Borja en su interior dicho estado anormal. Efectivamente, sentíase algo ebrio; pero estaba seguro de que en completa abstinencia habría dicho lo mismo. ...
En la línea 63
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Así era. La proa había desaparecido enteramente; las olas barrían ya la mitad de la cubierta; el interior del paquebote callaba ahora con un silencio mortal. Las máquinas estaban inundadas. Un humo denso y frio, de hoguera apagada, salía por sus chimeneas. ...
En la línea 114
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Al extenderse esta visión única casi a ras del suelo, fue tal la sorpresa experimentada por el, que volvió por segunda vez a juntar sus párpados. Debía estar durmiendo aun. Lo que acababa de ver era una prueba de que se hallaba sumido todavía en el mundo incoherente de los ensueños. Dejó transcurrir algún tiempo para resucitar en su interior las facultades que son necesarias en la vida real. Después de convencerse de que no dormía, de que se hallaba verdaderamente despierto, volvió a abrir sus párpados lentamente, y se estremeció con la más grande de las sorpresas viendo que persistía el mismo espectáculo. ...
En la línea 126
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Una de las naves aéreas detuvo su vuelo para bajar en graciosa espiral, hasta inmovilizarse sobre el pecho del coloso. Asomaron entre sus alas rígidas los cuatro tripulantes, que reían y saltaban con un regocijo semejante al de las colegialas en las horas de asueto… . Al mismo tiempo otros monstruos de actividad terrestre se deslizaron por el suelo, cerca del cuerpo de Gillespie. Eran a modo de juguetes mecánicos como los que había usado el siendo niño: leones, tigres, lagartos y aves de aspecto fatídico, con vistosos colores y ojos abultados. En el interior de estos automóviles iban sentadas otras personas diminutas, iguales a las que navegaban por el aire. ...
En la línea 153
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Las palabras del sabio le fueron revelando todo lo ocurrido en esta tierra extraordinaria desde el atardecer del día anterior. Los escasos habitantes de la costa le habían visto aproximarse, poco antes de la puesta del sol, en su bote, más enorme que los mayores navíos del país. La alarma había sido dada al interior, llegando la noticia a los pocos minutos hasta la misma capital de la República. Los miembros del Consejo Ejecutivo habían acordado rápidamente la manera de recibir al visitante inoportuno, haciéndole prisionero para suprimirlo a las pocas horas. Los aparatos voladores del ejército salían a su encuentro una vez cerrada la noche. El Hombre-Montaña pudo vagar a lo largo de la costa sin tropezarse con ningún habitante, porque todos los ribereños se habían metido tierra adentro por orden superior. ...
En la línea 422
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Los de Santa Cruz vivían en su casa propia de la calle de Pontejos, dando frente a la plazuela del mismo nombre; finca comprada al difunto Aparisi, uno de los socios de la Compañía de Filipinas. Ocupaban los dueños el principal, que era inmenso, con doce balcones a la calle y mucha comodidad interior. No lo cambiara Barbarita por ninguno de los modernos hoteles, donde todo se vuelve escaleras y están además abiertos a los cuatro vientos. Allí tenía número sobrado de habitaciones, todas en un solo andar desde el salón a la cocina. Ni trocara tampoco su barrio, aquel riñón de Madrid en que había nacido, por ninguno de los caseríos flamantes que gozan fama de más ventilados y alegres. Por más que dijeran, el barrio de Salamanca es campo… Tan apegada era la buena señora al terruño de su arrabal nativo, que para ella no vivía en Madrid quien no oyera por las mañanas el ruido cóncavo de las cubas de los aguadores en la fuente de Pontejos; quien no sintiera por mañana y tarde la batahola que arman los coches correos; quien no recibiera a todas horas el hálito tenderil de la calle de Postas, y no escuchara por Navidad los zambombazos y panderetazos de la plazuela de Santa Cruz; quien no oyera las campanadas del reloj de la Casa de Correos tan claras como si estuvieran dentro de la casa; quien no viera pasar a los cobradores del Banco cargados de dinero y a los carteros salir en procesión. Barbarita se había acostumbrado a los ruidos de la vecindad, cual si fueran amigos, y no podía vivir sin ellos. ...
En la línea 424
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... El comedor era interior, con tres ventanas al patio, su gran mesa y aparadores de nogal llenos de finísima loza de China, la consabida sillería de cuero claveteado, y en las paredes papel imitando roble, listones claveteados también, y los bodegones al óleo, no malos, con la invariable raja de sandía, el conejo muerto y unas ruedas de merluza que de tan bien pintadas parecía que olían mal. Asimismo era interior el despacho de D. Baldomero. ...
En la línea 424
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... El comedor era interior, con tres ventanas al patio, su gran mesa y aparadores de nogal llenos de finísima loza de China, la consabida sillería de cuero claveteado, y en las paredes papel imitando roble, listones claveteados también, y los bodegones al óleo, no malos, con la invariable raja de sandía, el conejo muerto y unas ruedas de merluza que de tan bien pintadas parecía que olían mal. Asimismo era interior el despacho de D. Baldomero. ...
En la línea 585
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Y para todo tenía el ingenioso culpable palabras bonitas: «La luna de miel perpetua es un contrasentido, es… hasta ridícula. El entusiasmo es un estado infantil impropio de personas normales. El marido piensa en sus negocios, la mujer en las cosas de su casa, y uno y otro se tratan más como amigos que como amantes. Hasta las palomas, hija mía, hasta las palomas cuando pasan de cierta edad, se hacen cariños así… de una manera sesuda». Jacinta se reía con esto; pero no admitía tales componendas. Lo más gracioso era que él se las echaba de hombre ocupado. ¡Valiente truhán! ¡Si no tenía absolutamente nada que hacer más que pasear y divertirse… ! Su padre había trabajado toda la vida como un negro para asegurar la holgazanería dichosa del príncipe de la casa… En fin, fuese lo que fuese, Jacinta se proponía no abandonar jamás su actitud de humildad y discreción. Creía firmemente que Juan no daría nunca escándalos, y no habiendo escándalo, las cosas irían pasando así. No hay existencia sin gusanillo, un parásito interior que la roe y a sus expensas vive, y ella tenía dos: los apartamientos de su marido y el desconsuelo de no ser madre. Llevaría ambas penas con paciencia, con tal que no saltara algo más fuerte. ...
En la línea 263
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Nadie sonrió; todos se quedaron absolutamente perplejos y se miraron unos a otros con gran aflicción, pidiéndose consejo. ¡Mirad!, esto era un atolladero, y no había nada en la historia inglesa que dijera cómo salir de él. No se hallaba presente el maestro de ceremonias; no había nadie que se sintiera seguro para aventurarse en aquel inexplorado mar ni para arriesgarse a intentar resolver este solemne problema. ¡Cielos! No había rascador hereditario. Entretanto, las lagrimas habían desbordado su dique y empezaron a rodar por las mejillas de Tom. La comezón en su nariz pedía alivio con más urgencia que nunca. Finalmente, la natuealeza derribó las barreras de la etiqueta: Tom elevó en su interior una plegaria de perdón por si obraba mal, y trajo consuelo a los afligidos corazones de sus cortesanos rascándose la nariz por sí mismo. ...
En la línea 393
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Volvamos al interior del Ayuntamiento. De pronto, por encima de la alegre algazara de la fiesta, se dejó oír el repique de un clarín. Al instante se hizo el silencio; luego se alzó una sola voz –la del mensajero del palacio—, el cual empezó a correr una proclama, toda la multitud en pie, atenta. Las últimas palabras, solemnemente pronunciadas, fueron: ...
En la línea 447
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Este golpe sacudió a Hendon de arriba abajo. Dijo en su interior: 'La locura de este pobre niño está a la altura de los tiempos. Ha cambiado con el gran cambio que ha sobrevenido en el reino, y ahora se imagina ser el rey. Bueno; le seguiremos el humor, ya que no hay otro camino; no vaya a ser que me mande a la Torre. ...
En la línea 616
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... La mayor parte de aquel día fue un día a pájaros, como él decía en su interior, en trabajos pertenecientes a su real oficio. Aun las dos horas dedicadas a ciertos pasatiempos y recreos regios, fueron para él más bien una carga que otra cosa, pues había sobra de restricciones y de ceremoniosas observancias. No obstante, pasó una hora, en privado, con el 'niño-azotes', la cual consideró como una ganancia cierta, puesto que en ella obtuvo diversión, y a la vez, informes útiles. ...
En la línea 1468
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Convencido S. Paparrigópulos de que en última instancia todo es forma, forma más o menos interior, el universo mismo un caleidoscopio de formas enchufadas las unas en las otras y de que por la forma viven cuantas grandes obras salvan los siglos, trabajaba con el esmero de los maravillosos artífices del Renacimiento el lenguaje que había de revestir a sus futuros trabajos. ...
En la línea 1958
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –¿Por dentro?, ¿por dentro de quién?, ¿de ti?, ¿de mí? Nosotros no tenemos dentro. Cuando no dirían que aquí no pasa nada es cuando pudiesen verse por dentro de sí mismos, de ellos, de los que leen. El alma de un personaje de drama, de novela o de nivola no tiene más interior que el que le da… ...
En la línea 2044
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Dejemos esas bufonadas que me ofenden y me hieren en lo más vivo. Yo, sea por mí mismo, según creo, sea porque usted me lo ha dado, según supone usted, tengo mi carácter, mi modo de ser, mi lógica interior, y esta lógica me pide que me suicide… ...
En la línea 664
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Toman dos bambúes partidos por mitad; en la superficie convexa de uno de ellos se hace un corte, y luego con el otro bambú se frota la parte interior, primero lentamente y después con mayor rapidez. El polvillo que se desprende se inflama y cae sobre un poco de yesca de fibras que se tiene preparada. La operación es fácil y rápida. ...
En la línea 959
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Y el huracán seguía aumentando en intensidad. Se alzaban montañas de agua que, con rugidos espantosos, abrían profundos abismos que parecían tener por fondo las arenas del interior del océano. El viento bramaba agolpando las nubes, dentro de las cuales retumbaba el trueno incesantemente. ...
En la línea 1360
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Sandokán y Yáñez se echaron atrás todo lo que pudieron y se dejaron caer entre las cenizas y los carbones. Se abrió la portezuela y un rayo de luz se proyectó en el interior, pero no era capaz de alumbrar toda la estufa. Un soldado introdujo la cabeza y volvió a sacarla estornudando. ...
En la línea 2094
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Eso espero, amor mío! -contestó el pirata. Doscientos indígenas habían llegado del interior de la isla y ocupaban los puntos que les señalaran los piratas, quienes ya se encontraban en sus puestos detrás de los cañones. ...
En la línea 33
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... A mi llegada a Nueva York, el problema estaba más candente que nunca. La hipótesis del islote flotante, del escollo inaprehensible, sostenida por algunas personas poco competentes, había quedado abandonada ya. Porque, en efecto, ¿cómo hubiera podido un escollo desplazarse con tan prodigiosa rapidez sin una máquina en su interior? Esa rapidez en sus desplazamientos es lo que hizo asimismo rechazar la existencia de un casco flotante, del enorme resto de un naufragio. ...
En la línea 110
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... El acondicionamiento interior de la fragata respondía a sus cualidades náuticas. Me satisfizo mucho mi camarote, situado a popa y contiguo al cuarto de los oficiales. ...
En la línea 121
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... La fragata, siguiendo por el lado de New Jersey, la admirable orilla derecha del río bordeada de hotelitos, pasó entre los fuertes, que saludaron su paso con varias salvas de sus cañones de mayor calibre. El Abraham Líncoln respondió al saludo arriando e izando por tres veces el pabellón norteamericano, cuyas treinta y nueve estrellas resplandecían en su pico de mesana. Luego modificó su marcha para tomar el canal balizado que sigue una curva por la bahía interior formada por la punta de Sandy Hook, y costeó esa lengua arenosa desde la que algunos millares de espectadores lo aclamaron una vez más. ...
En la línea 143
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Se equivoca, señor profesor. Pase aún que el vulgo crea en cometas extraordinarios que atraviesan el espacio o en la existencia de monstruos antediluvianos que habitan el interior del globo, pero ni el astrónomo ni el geólogo admitirán tales quimeras. Lo mismo ocurre con el ballenero. He perseguido a muchos cetáceos, he arponeado un buen número de ellos, he matado a muchos, pero por potentes y bien armados que estuviesen, ni sus colas ni sus defensas hubieran podido abrir las planchas metálicas de un vapor. ...
En la línea 317
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... No habíamos andado mucho cuando, ante nosotros, resonaron tres cañonazos con tanta violencia que me produjeron la impresión de que se rompía algo en el interior de mis oídos. ...
En la línea 418
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... En efecto, el choque de sus herraduras de hierro sobre el duro camino era casi musical mientras se aproximaba a la casa a un trote más vivo que de costumbre. Sacamos una silla para que la señora Joe se apease cómodamente, removimos el fuego a fin de que la ventana de nuestra casa se le apareciese con alegre aspecto y examinamos en un momento la cocina procurando que nada estuviese fuera de su sitio acostumbrado. En cuanto hubimos terminado estos preparativos, salimos al exterior abrigados y tapados hasta los ojos. Pronto echó pie a tierra la señora Joe y también el tío Pumblechook, que se apresuró a cubrir a la yegua con una manta, de modo que pocos instantes después estuvimos todos en el interior de la cocina, llevando con nosotros tal cantidad de aire frío que parecía suficiente para contrarrestar todo el calor del fuego. ...
En la línea 860
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Cuando hube recorrido el jardín y el invernadero, en el que no había otra cosa que una parra podrida y caída al suelo y algunas botellas, me encontré en el mismo triste rincón que divisara a través de la ventana. Sin dudar por un momento de que la casa estaba desocupada, miré al interior, a través de otra ventana, y, con la mayor sorpresa, me vi cambiando una mirada de asombro con un joven caballero, muy pálido, con los párpados enrojecidos y los cabellos muy claros. ...
En la línea 1068
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Mi hermana había estado oyendo en silencio, en el patio, pues era muy curiosa y una espía incorregible, e inmediatamente miró al interior de la fragua a través de una de las ventanas. ...
En la línea 149
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Marmeladof no entró en el piso: se arrodilló ante el umbral y empujó a Raskolnikof hacia el interior. Catalina Ivanovna se detuvo distraídamente al ver ante ella a aquel desconocido y, volviendo momentáneamente a la realidad, parecía preguntarse: ¿Qué hace aquí este hombre? Pero sin duda se imaginó en seguida que iba a atravesar la habitación para dirigirse a otra. Entonces fue a cerrar la puerta de entrada y lanzó un grito al ver a su marido arrodillado en el umbral. ...
En la línea 159
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... El joven, sin decir nada, se apresuró a marcharse. La puerta interior acababa de abrirse e iban asomando caras cínicas y burlonas, bajo el gorro encasquetado y con el cigarrillo o la pipa en la boca. Unos vestían batas caseras; otros, ropas de verano ligeras hasta la indecencia. Algunos llevaban las cartas en la mano. Se echaron a reír de buena gana al oír decir a Marmeladof que los tirones de pelo eran para él una delicia. Algunos entraron en la habitación. Al fin se oyó una voz silbante, de mal agüero. Era Amalia Ivanovna Lipevechsel en persona, que se abrió paso entre los curiosos, para restablecer el orden a su manera y apremiar por centésima vez a la desdichada mujer, brutalmente y con palabras injuriosas, a dejar la habitación al mismo día siguiente. ...
En la línea 327
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Un febril temblor nervioso se había apoderado de él. Se estremecía. Tenía frío a pesar de que el calor era insoportable. Cediendo a una especie de necesidad interior y casi inconsciente, hizo un gran esfuerzo para fijar su atención en las diversas cosas que veía, con objeto de librarse de sus pensamientos; pero el empeño fue vano: a cada momento volvía a caer en su delirio. Estaba absorto unos instantes, se estremecía, levantaba la cabeza, paseaba la mirada a su alrededor y ya no se acordaba de lo que estaba pensando hacía unos segundos. Ni siquiera reconocía las calles que iba recorriendo. Así atravesó toda la isla Vasilievski, llegó ante el Pequeño Neva, pasó el puente y desembocó en las islas menores. ...
En la línea 442
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Desde este momento, el tema de la charla fue Lisbeth. El estudiante hablaba de ella con un placer especial y sin dejar de reír. El oficial, que le escuchaba atentamente, le rogó que le enviara a Lisbeth para comprarle alguna ropa interior que necesitaba. ...
En la línea 292
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... El interior de la desesperación ...
En la línea 295
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Jean era, como hemos dicho, un ignorante; pero no era un imbécil. La luz natural brillaba en su interior; y la desgracia, que tiene también su claridad, aumentó la poca que había en aquel espíritu. Bajo la influencia del látigo, de la cadena, del calabozo, del trabajo bajo el ardiente sol del presidio, en el lecho de tablas, el presidiario se encerró en su conciencia, y reflexionó. ...
En la línea 430
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... No podía saber si estaba conmovido o humillado. Sentía por momentos un estremecimiento extraño, y lo combatía, oponiéndole el endurecimiento de sus últimos veinte años. Esta situación lo cansaba. Veía con inquietud que se debilitaba en su interior la horrible calma que le había hecho adquirir la injusticia de su desgracia. Y se preguntaba con qué la reemplazaría. En algún instante hubiera preferido estar preso con los gendarmes, y que todo hubiera pasado de otra manera; de seguro entonces no tendría tanta intranquilidad. Todo el día lo persiguieron pensamientos imposibles de expresar. ...
En la línea 496
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Mientras lloraba se encendía poco a poco una luz en su cerebro, una luz extraordinaria, una luz maravillosa y terrible a la vez. Su vida pasada, su primera falta, su larga expiación, su embrutecimiento exterior, su endurecimiento interior, su libertad halagada con tantos planes de venganza, las escenas en casa del obispo, la última acción que había cometido, aquel robo de cuarenta sueldos a un niño, crimen tanto más culpable, tanto más monstruoso cuanto que lo ejecutó después del perdón del obispo; todo esto se le presentó claramente; pero con una claridad que no había conocido hasta entonces. ...
En la línea 27
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Cuatro hombres transportaron con cautela el cajón en un carromato hasta el interior de un pequeño patio trasero rodeado por un muro. Un tipo fornido; con un jersey rojo de cuello desbocado, salió a firmar el recibo del conductor. Aquel hombre, presintió Buck, era el siguiente torturador. Y se lanzó salvajemente contra las tablas. El hombre sonrió con crueldad y trajo un hacha y un garrote. ...
En la línea 79
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Y no sólo aprendía por la experiencia, sino que en él revivían instintos hacía tiempo desaparecidos. Se despojó de la domesticidad de generaciones. Vagos recuerdos ancestrales de los orígenes de la raza, de la época en que las manadas de perros salvajes deambulaban por los bosques primitivos y devoraban sus presas según les daban caza. No le costó aprender a pelear causando un corte profundo con un súbito mordisco de lobo. Así lo habían hecho sus olvidados antepasados. Fueron ellos los que aceleraron en su interior el despertar de hábitos ancestrales, y los viejos ardides que habían impreso en la herencia genética de la raza se convirtieron en los suyos. Los incorporó sin esfuerzo ni asombro, como si hubieran sido suyos desde siempre. Y cuando en las noches frías y serenas apuntaba con el hocico a una estrella y aullaba como un lobo, eran sus antepasados, muertos y convertidos en polvo, los que lo hacían desde los siglos pasados y a través de él. Y las cadencias con que Buck manifestaba su sufrimiento eran las suyas, como suyo era el significado que para ellos tenían la quietud, el frío y la oscuridad de la noche. Como demostración de que la vida es un juego de marionetas, el canto ancestral lo invadió por entero y Buck recobró su ser original; y todo porque en el norte los hombres habían encontrado un metal amarillo, y porque Manuel era un ayudante de jardinero cuyo salario no cubría las necesidades de su mujer ni las de los varios y pequeños duplicados de sí mismo. ...
En la línea 84
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Buck cavó su nido bajo la protección de la roca. Tan cómodo y tibio estaba que lo abandonó de mala gana cuando François se puso a distribuir el pescado que previamente había descongelado en el fuego. Y cuando consumió su ración y volvió a su refugio se encontró con que estaba ocupado. Un gruñido de advertencia le dijo que el intruso era Spitz. Hasta entonces, Buck había evitado los problemas con su enemigo, pero aquello era demasiado. La bestia que había en su interior rugió. Se abalanzó sobre Spitz con una furia que sorprendió a ambos, y especialmente a Spitz, ya que su experiencia con Buck le había metido en la cabeza que su contrincante era un perro excepcionalmente tímido, que sólo conseguía hacerse respetar gracias a su gran peso y tamaño. ...
En la línea 157
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Pero de todos, el que más sufría era Dave. Algo le había ocurrido. Se volvió más sombrío e irritable y, en cuanto se montaba el campamento, se preparaba el refugio y allí le daba de comer su conductor. Una vez desenganchado y en su hoyo, no volvía a ponerse en pie hasta la hora de ocupar su puesto a la mañana siguiente. A veces, cuando durante la marcha recibía una sacudida provocada por un súbito frenazo del trineo, o cuando tiraba más fuerte al arrancar, soltaba un aullido de dolor. El conductor lo examinaba pero no le encontraba nada. Los demás conductores acabaron interesados en el caso. Lo comentaban a la hora de comer o mientras fumaban la última pipa antes de irse a dormir, y una noche decidieron examinar el perro todos juntos. Lo llevaron junto al fuego y palparon y exploraron su cuerpo hasta arrancarle reiterados quejidos de dolor. Algo andaba mal en su interior, pero no pudieron localizar ningún hueso roto ni averiguar nada. ...
En la línea 332
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Una aplastante seguridad interior me decía que Blanca se había desvanecido para siempre, y como esta seguridad era intolerable, traté de combatirla, de aniquilarla con toda mi filosofía. ...
En la línea 334
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... No; porque acaso lo mejor de esa alma, era una zona ignorada de conciencia, era el ángel verdadero que hasta el más vil de los hombres lleva aprisionado en su interior, era el huésped divino que en nosotros habita, el sublime desterrado que a veces sacude gimiendo, en el fondo más íntimo de nuestro yo, sus pesadas cadenas. ...
En la línea 228
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Al cual no dejó de parecer extraña y desusada cosa -así que, cesando de contemplar las tinieblas, convirtió la vista al interior del departamento- el que aquella mujer, que tan a su sabor dormía, se hubiese metido allí en vez de irse a un reservado de señoras. Y a esta reflexión siguió una idea, que le hizo fruncir el ceño y contrajo sus labios con una sonrisa desdeñosa. No obstante, la segunda mirada que fijó en Lucía le inspiró distintos y más caritativos pensamientos. La luz del reverbero, cuya cortina azul descorrió para mejor examinar a la durmiente, la hería de lleno; pero según el balanceo del tren, oscilaba, y tan pronto, retirándose, la dejaba en sombra, como la hacía surgir, radiante, de la obscuridad. Naturalmente se concentraba la luz en los puntos más salientes y claros de su rostro y cuerpo. La frente, blanca como un jazmín, los rosados pómulos, la redonda barbilla, los labios entreabiertos que daban paso al hálito suave, dejando ver los nacarinos dientes, brillaban al tocarlos la fuerte y cruda claridad; la cabeza la sostenía con un brazo, al modo de las bacantes antiguas, y su mano resaltaba entre las obscuridades del cabello, mientras la otra pendía, en el abandono del sueño, descalza de guante también, luciendo en el dedo meñique la alianza, y un poco hinchadas las venas, porque la postura agolpaba allí la sangre. Cada vez que el cuerpo de Lucía entraba en la zona luminosa, despedían áureo destello los botones de cincelado metal, encendiéndose sobre el paño marrón del levitín, y se entreveía, a trechos de la revuelta falda, orlada de menudo volante a pliegues, algo del encaje de las enaguas, y el primoroso zapato de bronceada piel, con curvo tacón. Desprendíase de toda la persona de aquella niña dormida aroma inexplicable de pureza y frescura, un tufo de honradez que trascendía a leguas. No era la aventurera audaz, no la mariposuela de vuelo bajo que anda buscando una bujía donde quemarse las alas; y el viajero, diciéndose esto a sí mismo, se asombraba de tan confiado sueño, de aquella criatura que descansaba tranquila, sola, expuesta a un galanteo brutal, a todo género de desagradables lances; y se acordaba de una estampa que había visto en magnífica edición de fábulas ilustradas, y que representaba a la Fortuna despertando al niño imprevisor aletargado al borde del pozo. Ocurriósele de pronto una hipótesis: acaso la viajera fuese una miss inglesa o norteamericana, provista de rodrigón y paje con llevar en el bolsillo un revólver de acero de seis tiros. Pero aunque era Lucía fresca y mujerona como una Niobe, tipo muy común entre las señoritas yankees, mostraba tan patente en ciertos pormenores el origen español, que hubo de decirse a sí mismo el que la consideraba: «no tiene pizca de traza de extranjera.» Mirola aun buen rato, como buscando en su aspecto la solución del enigma; hasta que al fin, encogiéndose levemente de hombros, como el que exclamase: «¿Qué me importa a mí, en resumen?», tomó de su maletín un libro y probó a leer; pero se lo impidió el fulgor vacilante que a cada vaivén del coche jugaba a embrollar los caracteres sobre la blanca página. Se arrimó nuevamente entonces el viajero a los helados cristales, y se quedó así, inmóvil, meditabundo. ...
En la línea 229
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... El tren seguía su marcha retemblando, acelerándose y cuneando a veces, deteniéndose un minuto solo en las estaciones, cuyo nombre cantaba la voz gutural y melancólica de los empleados. Después de cada parada volvía, como si hubiese descansado, y con mayores bríos, a manera de corcel que siente el acicate, a devorar el camino. La diferencia de temperatura del exterior al interior del coche, empañaba con un velo de tul gris la superficie del vidrio; y el viajero, cansado quizá de fundirlo con su hálito, se dedicó nuevamente a considerara la dormida, y cediendo a involuntario sentimiento, que a él mismo le parecía ridículo, a medida que transcurrían las horas perezosas de la noche, iba impacientándole más y más, hasta casi sacarle de quicio, la regalada placidez de aquel sueño insolente, y deseaba, a pesar suyo, que la viajera se despertara, siquiera fuese tan sólo por oír algo que orientase su curiosidad. Quizá con tanta impaciencia andaba mezclada buena parte de envidia. ¡Qué apetecible y deleitoso sueño; qué calma bienhechora! Era el suelto descanso de la mocedad, de la doncellez cándida, de la conciencia serena, del temperamento rico y feliz, de la salud. Lejos de descomponerse, de adquirir ese hundimiento cadavérico, esa contracción de las comisuras labiales, esa especie de trastorno general que deja asomar al rostro, no cuidadoso ya de ajustar sus músculos a una expresión artificiosa, los roedores cuidados de la vigilia, brillaba en las facciones de Lucía la paz, que tanto cautiva y enamora en el semblante de los niños dormidos. Con todo, un punto suspiró quedito, estremeciéndose. El frío de la noche penetraba, aun cerrados los cristales, a través de las rendijas. Levantose el viajero, y sin mirar que en la rejilla había un envoltorio de mantas, abrió su propio maletín y sacó un chal escocés, peludo, de finísima lana, que delicadamente extendió sobre los pies y muslos de la dormida. Volviose ésta un poco sin despertar, y su cabeza quedó envuelta en sombra. ...
En la línea 384
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Lucía se abanicaba con un periódico dispuesto por Artegui en forma de concha, y leves gotitas transparentes de sudor salpicaban su rosada nuca, sus sienes y su barbilla: de cuando en cuando las embebía con el pañuelo: los mechones del cabello, lacios, se pegaban a su frente. Desabrochose el cuello almidonado, se quitó la corbata, que la estrangulaba, y se recostó, dando indicios de gran desmadejamiento, en la esquina. A fin de refrescar un poco el interior, corrió Artegui las cortinillas todas ante los bajos vidrios, y una luz vaga y misteriosa, azulada, un sereno ambiente, formaban allí, algo de gruta submarina, añadiendo a la ilusión el ruido del tren, no muy distinto del mugir del Océano. Insensible al cálido día, Artegui levantaba la cortina un poco, se asomaba, miraba el país, los robledales, la sierra, los valles profundos. Una vez acertó a ver pintoresca romería. Fue rápido y fugaz el cuadro, pero no tanto que no distinguiese a la gente siguiendo el sendero angosto, escapulario al cuello, a pie o en carretas de bueyes, cubiertos con boina roja o azul los hombres, las mujeres tocadas con pañolitos blancos. Parecía el desfile la bajada de los pastores en un Nacimiento; el sol claro, alumbrando plenamente las figuras, les daba la crudeza de tonos de muñecos de barro pintado. Artegui llamó a Lucía, que alzando la cortina a su vez, echó el cuerpo fuera, hasta que una revuelta del camino y la rapidez del tren borraron el cuadro. ...
En la línea 916
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Era el Casino para Perico y Miranda, como para todos los ociosos de la colonia, casa y hogar durante la temporada termal. En conjunto el gran edificio se asemejaba a un concierto de voces que convidasen a la existencia rápida y fácil de nuestro siglo. El espacioso peristilo, la fachada principal con su vasta azotea, su jardinete reservado, donde vegetan en graciosas canastillas exóticas plantas, y sus ricos y caprichosos adornos renacientes de blanquísima sillería; las altas columnas de bruñido pórfido que el interior sustentan; las muelles butacas y los anchos divanes; los cupidillos traviesos (símbolo artístico de efímeros amores que suelen vivir el espacio de una quincena de aguas) que corren por la cornisa del gran salón de baile, o revolotean en el azul de los anchos recuadros del teatro; el oro prodigado en toques hábiles, como puntos de luz, o en luengos listones, como rayos de sol; las grandes ventanas de límpidos cristales, todo, en suma, ayudaba a la fantasía a representarse un templo ateniense, corregido y aumentado con los beneficios y goces de la civilización actual. Quien mirase el Casino por su fachada sur, podía ver desde luego el numen que allí recibía culto y sacrificios: la Ninfa de las aguas, inclinando la urna con graciosa actitud, mientras salen a sus pies de entre un cañaveral dos amorcillos, y uno de ellos, alzando una valva, recoge la sacra linfa que de la urna copiosamente fluye. Sacerdotes y flamines del templo de la Ninfa son los mozos del Casino, que a la menor señal, a un movimiento de labios, acuden tácitos y prontos con lo que se desea: cigarros, periódicos, papel, refrescos, hasta las aguas, que traen a escape, en un tanque vuelto boca abajo sobre un plato, a fin de que no pierdan su preciosa temperatura ni sus gases. ...
En la línea 607
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... En el fondo, entre las masas de árboles, se alzaba confusamente el templo de Pillaji; pero, con gran despecho de parte del guía, los guardias del rajá, alumbrados por antorchas fuliginosas, vigilaban la puerta, paseándose sable en mano. Podía suponerse que en el interior los sacerdotes estarían velando también. ...
En la línea 639
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... En efecto, las puertas de la pagoda se abrieron. Una luz más viva se escapó del interior. Mister Fogg y sir Francis Cromarty pudieron percibir la víctima vivamente alumbrada, que dos sacerdotes sacaban fuera. Hasta les pareció que, sacudiendo el entorpecimiento de la embriaguez por un supremo instinto de conservación, la desgraciada intentaba escaparse de entre sus verdugos. El corazón de sir Francis Cromarty palpitó, y por un movimiento convulsivo, asiendo la mano de Phileas Fogg, sintió que esta mano llevaba una navaja abierta. ...
En la línea 1364
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... El vagón ocupado por Phileas Fogg era una especie de ómnibus largo, que descansaba sobre dos juegos de cuatro ruedas cada uno, cuya movilidad permite salvar las curvas de pequeño radio. En el interior no había compartimentos, sino dos filas de asientos dispuestos a cada lado, perpendicularmente al eje, y entre los cuales estaba reservado un paso que conducía a los gabinetes de tocador y otros, con que cada vagón va provisto. En toda la longitud del tren, los coches comunicaban entre sí por unos puentecillos, y los viajeros podían circular de uno a otro extremo del convoy, que ponía a su disposición vagones cafés. No faltaban mas que vagonesteatros, pero algún día los habrá. ...
En la línea 1401
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Pero, durante esta conferencia, el tren había marchado con rapidez, y a cosa de mediodía tocaba en la punta Noroeste del Gran Lago Salado. De aquí podía abrazarse, en un vasto perímetro, el aspecto de ese mar interior que lleva también el nombre de Mar Muerto, y en el cual desagua un Jordán de América. Lago admirable, rodeado de bellas peñas agrestes, con anchas capas incrustadas de sal blanca, soberbia sábana blanca de agua, que antiguamente cubría un espacio más considerable; pero, con el tiempo, sus orillas, elevándose poco a poco, han reducido su superficie, aumentando su profundidad. ...

El Español es una gran familia
Mira que burrada ortográfica hemos encontrado con la letra r
Reglas relacionadas con los errores de r
Las Reglas Ortográficas de la R y la RR
Entre vocales, se escribe r cuando su sonido es suave, y rr, cuando es fuerte aunque sea una palabra derivada o compuesta que en su forma simple lleve r inicial. Por ejemplo: ligeras, horrores, antirreglamentario.
En castellano no es posible usar más de dos r
Errores Ortográficos típicos con la palabra Interior
Cómo se escribe interior o hinterior?
Cómo se escribe interior o interriorr?
Más información sobre la palabra Interior en internet
Interior en la RAE.
Interior en Word Reference.
Interior en la wikipedia.
Sinonimos de Interior.
Palabras parecidas a interior
La palabra mismo
La palabra iban
La palabra sonaba
La palabra acequias
La palabra nacido
La palabra sobre
La palabra trabajo
Webs amigas:
VPO en Granada . Guia Plaza de España . Ciclos Fp de informática en Fuerteventura . - Tenerife Apartamentos Checkin Atlantida