Cómo se escribe.org.es

La palabra gezto
Cómo se escribe

Comó se escribe gezto o gesto?

Cual es errónea Gesto o Gezto?

La palabra correcta es Gesto. Sin Embargo Gezto se trata de un error ortográfico.

El Error ortográfico detectado en el termino gezto es que hay un Intercambio de las letras s;z con respecto la palabra correcta la palabra gesto

Más información sobre la palabra Gesto en internet

Gesto en la RAE.
Gesto en Word Reference.
Gesto en la wikipedia.
Sinonimos de Gesto.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Gesto

Cómo se escribe gesto o gezto?
Cómo se escribe gesto o jesto?


la Ortografía es divertida


El Español es una gran familia

Reglas relacionadas con los errores de s;z

Las Reglas Ortográficas de la S

Se escribe s al final de las palabras llanas.
Ejemplos: telas, andamos, penas
Excepciones: alférez, cáliz, lápiz

Se escriben con s los vocablos compuestos y derivados de otros que también se escriben con esta letra.
Ejemplos: pesar / pesado, sensible / insensibilidad

Se escribe con s las terminaciones -esa, -isa que signifiquen dignidades u oficios de mujeres.
Ejemplos: princesa, poetisa

Se escriben con s los adjetivos que terminan en -aso, -eso, -oso, -uso.
Ejemplos: escaso, travieso, perezoso, difuso

Se escribe con s las terminaciones -ísimo, -ísima.
Ejemplos: altísimo, grandísima

Se escribe con s la terminación -sión cuando corresponde a una palabra que lleva esa letra, o cuando otra palabra derivada lleva -sor, -sivo, -sible,-eso.
Ejemplos: compresor, compresión, expreso, expresivo, expresión.

Se escribe s en la terminación de algunos adjetivos gentilicios singulares.
Ejemplos: inglés, portugués, francés, danés, irlandés.

Se escriben s con las sílabas iniciales des-, dis-.
Ejemplos: desinterés, discriminación.

Se escribe s en las terminaciones -esto, -esta.
Ejemplos: detesto, orquesta.

Las Reglas Ortográficas de la Z

Se escribe z y no c delante de a, o y u.

Se escriben con z las terminaciones -azo, -aza.

Ejemplos: pedazo, terraza

Se escriben con z los sustantivos derivados que terminan en las voces: -anza, -eza, -ez.

Ejemplos: esperanza, grandeza, honradez

La X y la S


Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras s;z

Algunas Frases de libros en las que aparece gesto

La palabra gesto puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 121
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La ramera, por costumbre del oficio, intentó acoger con cínica sonrisa, con el gesto escéptico del que conoce el secreto de la vida y no cree en nada, las exclamaciones de la escandalizada labradora. ...

En la línea 455
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¿Habéis visto el gesto hipócrita, el regocijado silencio con que acoge un pueblo la muerte del gobernante que le oprime?. ...

En la línea 486
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Nada se podía contra estas gentes de gesto imbécil y mirada cándida, que, rascándose el cogote, mentían con tanto aplomo. ...

En la línea 513
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... De aquí las exclamaciones de asombro y el gesto de rabia de toda la huerta cuando Pimentó, de campo en campo y barraca en barraca, fué haciendo saber que las tierras de Barret tenían ya arrendatario, un desconocido, y que él. ...

En la línea 8
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Fermín le encontraba casi igual que la última vez que le vio, antes de marchar él a Londres para perfeccionar sus estudios de inglés. Era el don Fernando que había conocido en su adolescencia; igual voz paternal y suave, la misma sonrisa bondadosa; los ojos claros y serenos, lacrimosos por la debilidad, brillando tras unas gafas ligeramente azuladas. Las privaciones del presidio habían encanecido sus cabellos rubios en las sienes y blanqueado su barba rala, pero el gesto sereno de la juventud seguía animando su rostro. ...

En la línea 16
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Al verle tras su largo cautiverio, don Fernando le estrechó la mano, sin la más leve emoción, como si se hubiesen encontrado poco antes, y le preguntó por su padre y su hermana con voz suave y gesto plácido. Era el hombre de siempre, insensible para el dolor propio, conmovido ante el sufrimiento de los demás. ...

En la línea 30
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Después, los amigos, al remontarse en su memoria hasta las conspiraciones en Cádiz, antes de la sublevación de la escuadra, habían recordado a la madre de Salvatierra... ¡Mamá! Los ojos del revolucionario se mostraron más lacrimosos y brillantes detrás de las gafas azuladas. ¡Mamá!... Su gesto, sonriente y bondadoso, se borró bajo una contracción de dolor. Era su única familia, y había muerto mientras él permanecía en el presidio. Todos estaban acostumbrados a oírle hablar con infantil sencillez de aquella buena anciana, que no tenía una palabra de reproche para sus audacias y encontraba aceptables sus prodigalidades de filántropo, que le hacían volver a casa medio desnudo si encontraba un _compañero_ falto de ropa. Era como las madres de los santos de la leyenda cristiana, cómplices sonrientes de todas las generosas locuras y disparatados desprendimientos de sus hijos. «Esperad que avise a mamá, y soy con vosotros», decía horas antes de una intentona revolucionaria, como si esta fuese su única precaución personal. Y mamá había visto sin protesta cómo en estas empresas se gastaba la modesta fortuna de la familia, y le seguía a Ceuta cuando le indultaban de la pena de muerte por la de reclusión perpetua; siempre animosa y sin permitirse el más leve reproche, comprendiendo que la vida de su hijo había de ser así forzosamente, no queriendo causarle molestias con inoportunos consejos, orgullosa, tal vez, de que su Fernando arrastrase a los hombres con la fuerza de los ideales y asombrara a los enemigos con su virtud y su desinterés. ¡Mamá!... Todo el cariño de célibe, de hombre que, subyugado por una pasión humanitaria, no había tenido ocasión de fijarse en la mujer, lo concentraba Salvatierra en su animosa vieja. ¡Y ya no vería más a mamá! ¡no encontraría aquella vejez que le rodeaba de mimos maternales como si viese en él un eterno niño!... ...

En la línea 106
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y este don Pablo, que con la fuerza industrial acumulada por sus antecesores y con la impetuosidad de su carácter era la pesadilla de un millar de hombres, hacía gala de humildad y llegaba hasta el servilismo cuando algún sacerdote secular o los frailes de las diversas órdenes establecidas en Jerez le visitaban en su escritorio. Intentaba arrodillarse al besarles la mano, no haciéndolo porque ellos se lo impedían con bondadosa sonrisa; celebraba con un gesto de satisfacción el que los visitantes le tuteasen ante los empleados, llamándole Pablito, como en los tiempos en que era su educando. ...

En la línea 80
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Des graciadamente, a medida que avanzaba, la cólera le enceguecía más y más, y en vez del discurso digno y altivo que había preparado para formular su provocación, sólo halló en la punta de su lengua una per sonalidad grosera que acompañó con un gesto furioso. ...

En la línea 179
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Y saludando a la dama con un gesto de cabeza, se abalanzó sobre su caballo, mientras el cochero de la carroza azotaba vigorosamente a su tiro. ...

En la línea 315
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Respondió con un gesto de cabeza afirmativo a la interpela ción de su amigo. ...

En la línea 356
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Pero acordándose casi al punto de la antecá mara y haciendo a D'Artagnan un gesto con la mano, como para pe dirle permiso para terminar con los otros antes de comenzar con él, llamó tres veces, aumentando la voz cada vez, de suerte que recorrió todos los tonos intermedios entre el acento imperativo y el acento irri tado:-¡Athos! ¡Porthos! ¡Aramis!Los dos mosqueteros con los que ya hemos trabado conocimiento, y que respondían a los dos últimos de estos tres nombres, dejaron en seguida los grupos de que formaban parte y avanzaron hacia el gabinete cuya puerta se cerró detrás de ellos una vez que hubieron fran-queado el umbral. ...

En la línea 1891
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Me recibió con suma afabilidad, y enterado de mi pretensión, respondió, haciéndome una cortesía seductora y con un gesto genuinamente andaluz: «Vea a mi secretario; vea a mi secretario; _él hará por usted el gusto_.» Fuí a ver al secretario, un aragonés llamado Oliban, que no era guapo, ni de elegantes maneras, ni afable. ...

En la línea 2050
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Echó en torno suyo una mirada fiera y rápida, y dejando a los dos nacionales, que se fueron cabizbajos, como perros azotados por su amo, se dirigió al joven oficial que mandaba la caballería y que tan activo se había mostrado dando gritos en favor de la Constitución; díjole unas pocas palabras con gesto amenazador, y el oficial evidentemente se sometió, pues, obedeciendo tal vez sus órdenes, resignó el mando del pelotón y se fué muy abatido; hecho esto, Quesada se apeó, y estuvo paseandose arriba y abajo delante de la _Casa de Postas_, con un aire que parecía retar a toda la humanidad. ...

En la línea 4148
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... El personaje principal era un individuo de unos treinta y cinco años, de gesto avinagrado, _alcalde_ de Finisterre, según averigüé después, y dueño de la casa en que nos encontrábamos. ...

En la línea 5174
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Lleváronme a la _jefatura_, donde está el despacho del _corregidor_, y me introdujeron en una vasta pieza, invitándome con el gesto a tomar asiento en un banco de madera. ...

En la línea 642
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Y todos sabían que aquel gesto de señalar a la puerta y tales palabras significaban: —¡Fuego graneado! Y no le quedaba hueso sano a ese otro. ...

En la línea 3515
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Cuando entraron en la cocina los señoritos, Pedro volvió a su continente habitual, al gesto displicente que usaba con las criadas y con los caseros que traían las provisiones desde la aldea, remota a veces. ...

En la línea 3517
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Volvió a su gesto desdeñoso, porque así entendía el respeto a los amos. ...

En la línea 3633
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Mesía al decir esto encogía los hombros con un gesto de desesperación humorística que a él y a sus adoratrices se les antojaba muy interesante, byroniano (si las adoratrices sabían de Byron. ...

En la línea 92
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... — Él era un misacantano, y entre los que le besaban las manos perfumadas, las puntas de los dedos, estaba una niña rubia, de abundante cabellera de seda rizada en ondas, de ojos negros, pálida, de expresión de inocente picardía mezclada con gesto de melancólico y como vergonzante pudor. ...

En la línea 541
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Estando en París a principios del otoño, hizo preguntas a muchos conocidos suyos, pertenecientes a la sociedad cosmopolita que cambia ae domicilio a cada estación del año, según las exigencias de la moda. Todos acogían sus preguntas con un gesto igual: primero de asombro; luego, de duda. ...

En la línea 1125
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Enciso, enterado de su fuga discreta, venía a despedirlo. Le estrechó la diestra silenciosamente, haciendo un gesto melancólico, lo mismo que si lo saludase en un entierro. ...

En la línea 1503
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Pasaron unos minutos de espera, y la puerta de la sala se abrió, apareciendo en ella don Michelotto. Inmediatamente su gesto les hizo adivinar la emboscada en que habían caído. Los ojos del hombrecito eran los de un dogo feroz que considera inútil ladrar para morder. Hizo un ademán al grupo de españoles que le seguía, y en un instante los tres condottieri se vieron amordazados y amarrados con cuerdas. ...

En la línea 1554
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... A pesar de que López, al cesar el baile, se alejaba de la señora de Pineda, saliendo del salón por otra puerta, Claudio no pensó en moverse. Iba a volver muy pronto: lo había adivinado en su gesto. Luego sintió inquietud, casi pavor, al ver que Rosaura venía hacia él. ...

En la línea 55
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Respondió el ingeniero con un gesto de incredulidad. ¿Cómo podían las corrientes oceánicas arrastrar una mina flotante hasta Australia?… ¿Por qué raro capricho de la suerte iban ellos a chocar con un torpedo abandonado por un corsario en la inmensidad del Pacífico?… Oyó que le hablaban; pero esta vez era un pasajero con el que solo había cambiado algunos saludos durante el viaje. ...

En la línea 123
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Montados en su máquina, que permanecía inmóvil encima de los ojos de Gillespie, a unos tres metros de altura, estos aviadores acogieron con un regocijo pueril el gesto de asombro que puso el gigante al sentir el girón que aprisionaba e inmovilizaba su brazo. Pero luego adivinaron en el prisionero una expresión de dolor. Sentía el hilo metálico hundido en su muñeca como el filo de un cuchillo, y al mismo tiempo un fuerte dolor en la articulación del hombro. Para evitar este tormento, los hombrecillos del aeroplano soltaron una cantidad de cable sutil, lo que permitió a Edwin descender su brazo hasta el suelo. ...

En la línea 188
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Un oficial de los del casquete alado corrió galantemente a proteger a las recién llegadas, con el interés que merece el sexo débil, y las tres señoritas acogieron con gesto ruboroso las atenciones del militar. ...

En la línea 209
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... La doctora le hizo ver con un gesto que estaba dispuesta a escucharle. El americano mostró con un dedo los automóviles que le rodeaban, después las maquinas aéreas inmóviles en el espacio, y finalmente las esbeltas muchachas del casquete alado, armadas con lanzas, arcos y sables. ...

En la línea 502
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Le doy a usted—dijo Aparisi, acompañando su generosidad de un gesto imperial—, la friolera de sesenta metros cúbicos de piedra sillar que tengo en la Guindalera. ...

En la línea 908
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Sentose sin ceremonia el tal, y poniendo los codos sobre la mesa, miró fijamente a su tocayo. O las miradas no expresaban nada, o la de aquel sujeto era un memorial pidiendo que se le convidara. Ido era tan caballero que le faltó tiempo para hacer la invitación, añadiendo una frase muy prudente. «Pero, tocayo, sepa que no tengo más que un duro… Con que no se corra mucho… ». Hizo el otro un gesto tranquilizador y cuando el Tartera puso el servicio, si servicio puede llamarse un par de cuchillos con mango de cuerno, servilleta sucia y salero, y pidió órdenes acerca del vino, le dijo, dice: «¿Pardillo yo?… pa chasco… Tráete de la tierra». ...

En la línea 933
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... La vanidad de Platón cayó de golpe cuando más se remontaba, y no encontrando aplicación adecuada a su personalidad, se estrelló en la conciencia de su estolidez. «Yo… para tirar de un carromato—pensó—. Después dejó caer la varonil y gallarda cabeza sobre el pecho y estuvo meditando un rato sobre el por qué de su perra suerte. Ido permaneció completamente insensible a la lisonja que le soltara su amigo, y tenía la imaginación sumergida en sombrío lago de tristezas, dudas, temores y desconfianzas. A Izquierdo le roía el pesimismo. La carga de la bebida en su estómago no tuvo poca parte en aquel desaliento horrible, durante el cual vio desfilar ante su mente los treinta años de fracasos que formaban su historia activa… Lo más singular fue que en su tristeza sentía una dulce voz silbándole en el oído: «Tú sirves para algo… no te amontones… ». Mas no se convencía, no. «Al que me dijera —pensaba—, cuál es la judía cosa pa que sirve este piazo de hombre, le querría, si es caso, más que a mi padre». Aquel desventurado era como otros muchos seres que se pasan la mayor parte de la vida fuera de su sitio, rodando, rodando, sin llegar a fijarse en la casilla que su destino les ha marcado. Algunos se mueren y no llegan nunca; Izquierdo debía llegar, a los cincuenta y un años, al puesto que la Providencia le asignara en el mundo, y que bien podríamos llamar glorioso. Un año después de lo que ahora se narra estaba ya aquel planeta errante, puedo dar fe de ello, en su sitio cósmico. Platón descubrió al fin la ley de su sino, aquello para que exclusiva y solutamente servía. Y tuvo sosiego y pan, fue útil y desempeñó un gran papel, y hasta se hizo célebre y se lo disputaban y le traían en palmitas. No hay ser humano, por despreciable que parezca, que no pueda ser eminencia en algo, y aquel buscón sin suerte, después de medio siglo de equivocaciones, ha venido a ser, por su hermosísimo talante, el gran modelo de la pintura histórica contemporánea. Hay que ver la nobleza y arrogancia de su figura cuando me lo encasquetan una armadura fina, o ropillas y balandranes de raso, y me lo ponen haciendo el duque de Gandía, al sentir la corazonada de hacerse santo, o el marqués de Bedmar ante el Consejo de Venecia, o Juan de Lanuza en el patíbulo, o el gran Alba poniéndoles las peras a cuarto a los flamencos. Lo más peregrino es que aquella caballería, toda ignorancia y rudeza, tenía un notable instinto de la postura, sentía hondamente la facha del personaje, y sabía traducirla con el gesto y la expresión de su admirable rostro. ...

En la línea 1129
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Izquierdo hizo un gesto de desprecio. ...

En la línea 211
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Apenas vieron que no corría peligro de irse a pique, los piratas irrumpieron en cubierta, las armas en la mano y contraídas de furor las facciones, dispuestos a volver a la lucha. Sandokán los contuvo con un gesto. ...

En la línea 339
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... El lord hizo un gesto de sorpresa y una profunda arruga surcó su frente. ...

En la línea 456
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Iba a volver a saltar para arrojarse sobre los cazadores, pero ya Sandokán estaba allí. Aferró firmemente el kriss, se precipitó sobre la fiera y antes de que ésta tratara de defenderse, la derribó en tierra y le apretó el cuello con tanta fuerza que ahogó sus rugidos. —¡Mírame! —dijo—. ¡Yo también soy un tigre! Grandes gritos acogieron la proeza. El pirata arrojó una mirada despectiva al oficial y se volvió hacia la joven, que permanecía muda de terror y de angustia, y le dijo con un gesto que hubiera envidiado un rey: ...

En la línea 968
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Los piratas se precipitaron hacia los cañones, pero Sandokán los detuvo con un gesto. ...

En la línea 519
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Se lo prometo, señor profesor -respondió Ned Land, con un tono poco tranquilizador-. Ni una palabra violenta saldrá de mi boca, ni un gesto brutal me traicionará, aunque el servicio de la mesa no se cumpla con la regularidad deseable. ...

En la línea 534
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Al oír tales palabras, Ned Land se incorporó súbitamente. El steward, casi estrangulado, salió, tambaleándose, a una señal de su jefe; pero era tal el imperio del comandante que ni un gesto traicionó el resentimiento de que debía estar animado ese hombre contra el canadiense. ...

En la línea 1018
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... No puedo decir cuánto tiempo permanecí así sumido en el sueño, pero me pareció observar al despertarme que el sol declinaba ya en el horizonte. El capitán Nemo se había levantado ya y estaba yo desperezando mis miembros cuando una inesperada aparicion me puso bruscamente en pie. A unos pasos, una monstruosa araña de mar, de un metro de altura, me miraba con sus extraños ojos, dispuesta a lanzarse sobre mí. Aunque mi traje de inmersión fuese suficientemente grueso para protegerme del ataque de ese animal no pude contener un gesto de horror. Conseil y el marinero del Nautilus se despertaron en ese momento. El capitán Nemo mostró el horrible crustáceo a su compañero, quien le asestó al instante un fuerte culatazo. Vi como las horribles patas del monstruo se retorcían en terribles convulsiones. ...

En la línea 1027
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... El capitán Nemo se detuvo y nos hizo un gesto de alto. Por muchos deseos que hubiera tenido de franquear aquella muralla hube de pararme. Ahí terminaban los dominios del capitán Nemo, que él no quería sobrepasar. Más allá comenzaba la porción del Globo que se había jurado no volver a pisar. ...

En la línea 79
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... A veces nos ocurre que personas a las que no conocemos nos inspiran un interés súbito cuando las vemos por primera vez, incluso antes de cruzar una palabra con ellas. Esta impresión produjo en Raskolnikof el cliente que permanecía aparte y que tenía aspecto de funcionario retirado. Algún tiempo después, cada vez que se acordaba de esta primera impresión, Raskolnikof la atribuía a una especie de presentimiento. Él no quitaba ojo al supuesto funcionario, y éste no sólo no cesaba de mirarle, sino que parecía ansioso de entablar conversación con él. A las demás personas que estaban en la taberna, sin excluir al tabernero, las miraba con un gesto de desagrado, con una especie de altivo desdén, como a personas que considerase de una esfera y de una educación demasiado inferiores para que mereciesen que él les dirigiera la palabra. ...

En la línea 84
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Se llevó la mano a la frente con un gesto de alabanza para sus prendas intelectuales. ...

En la línea 102
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Inclinó la cabeza con un gesto de desesperación. ...

En la línea 132
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¿Compadecerme? ¿Por qué me han de compadecer? ‑bramó de pronto Marmeladof, levantándose, abriendo los brazos con un gesto de exaltación, como si sólo esperase este momento‑. ¿Por qué me han de compadecer?, me preguntas. Tienes razón: no merezco que nadie me compadezca; lo que merezco es que me crucifiquen. ¡Sí, la cruz, no la compasión… ! ¡Crucifícame, juez! ¡Hazlo y, al crucificarme, ten piedad del crucificado! Yo mismo me encaminaré al suplicio, pues tengo sed de dolor y de lágrimas, no de alegría. ¿Crees acaso, comerciante, que la media botella me ha proporcionado algún placer? Sólo dolor, dolor y lágrimas he buscado en el fondo de este frasco… Sí, dolor y lágrimas… Y los he encontrado, y los he saboreado. Pero nosotros no podemos recibir la piedad sino de Aquel que ha sido piadoso con todos los hombres; de Aquel que todo lo comprende, del único, de nuestro único Juez. Él vendrá el día del Juicio y preguntará: «¿Dónde está esa joven que se ha sacrificado por una madrastra tísica y cruel y por unos niños que no son sus hermanos? ¿Dónde está esa joven que ha tenido piedad de su padre y no ha vuelto la cara con horror ante ese bebedor despreciable?» Y dirá a Sonia: «Ven. Yo te perdoné… , te perdoné… , y ahora te redimo de todos tus pecados, porque tú has amado mucho.» Sí, Él perdonará a mi Sonia, Él la perdonará, yo sé que Él la perdonará. Lo he sentido en mi corazón hace unas horas, cuando estaba en su casa… Todos seremos juzgados por Él, los buenos y los malos. Y nosotros oiremos también su verbo. Él nos dirá: «Acercaos, acercaos también vosotros, los bebedores; acercaos, débiles y desvergonzadas criaturas.» Y todos avanzaremos sin temor y nos detendremos ante Él. Y Él dirá: «¡Sois unos cerdos, lleváis el sello de la bestia y como bestias sois, pero venid conmigo también!» Entonces, los inteligentes y los austeros se volverán hacia Él y exclamarán: «Señor, ¿por qué recibes a éstos?» Y Él responderá: «Los recibo, ¡oh sabios!, los recibo, ¡oh personas sensatas!, porque ninguno de ellos se ha considerado jamás digno de este favor.» Y Él nos tenderá sus divinos brazos y nosotros nos arrojaremos en ellos, deshechos en lágrimas… , y lo comprenderemos todo, entonces lo comprenderemos todo… , y entonces todos comprenderán… También comprenderá Catalina Ivanovna… ¡Señor, venga a nos el reino! ...

En la línea 1020
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Se dejó caer nuevamente sobre el diván, y al cabo de un instante, sollozando casi, con voz apagada, me anunció que la señorita Blanche ya no se casaba con él, porque la abuela había llegado en vez del esperado telegrama y era evidente que se escapaba la herencia. Creía comunicarme algo nuevo. Yo intenté hablarle de Des Grieux. El hizo un gesto de desaliento. ...

En la línea 415
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Y fue a la chimenea, cogió los dos candelabros de plata, y se los dio. Las dos mujeres lo miraban sin hablar una palabra, sin hacer un gesto, sin dirigir una mirada que pudiese distraer al obispo. ...

En la línea 514
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Un día Tholomyès llamó aparte a los otros tres, hizo un gesto propio de un oráculo y les dijo: ...

En la línea 691
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Muchas veces, cuando el señor Magdalena pasaba por una calle, tranquilo, afectuoso, rodeado de las bendiciones de todos, un hombre de alta estatura, vestido con una levita gris oscuro, armado de un grueso bastón y con un sombrero de copa achatada en la cabeza, se volvía bruscamente a mirarlo y lo seguía con la vista hasta que desaparecía; entonces cruzaba los brazos, sacudiendo lentamente la cabeza y levantando los labios hasta la nariz, especie de gesto significativo que podía traducirse por: '¿Pero quién es ese hombre? Estoy seguro de haberlo visto en alguna parte. Lo que es a mí no me engaña'. ...

En la línea 696
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Tenía la nariz chata con dos profundas ventanas, hacia las cuales se extendían unas enormes patillas. Cuando Javert se reía, lo cual era poco frecuente y muy terrible, sus labios delgados se separaban y dejaban ver no tan sólo los dientes sino también las encías, y alrededor de su nariz se formaba un pliegue abultado y feroz como sobre el hocico de una fiera carnívora. Javert serio era un perro de presa; cuando se reía era un tigre. Por lo demás, tenía poco cráneo, mucha mandíbula; los cabellos le ocultaban la frente y le caían sobre las cejas; tenía entre los ojos un ceño central permanente, la mirada oscura, la boca fruncida y temible, y un gesto feroz de mando. ...

En la línea 185
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... -¡Qué sabrás tú de perros! -exclamó desdeñosamente su hermano-; y haz el favor de dejarme en paz. Son perezosos, te lo aseguro, y hay que darles de azotes para que rindan. Ellos son así. Pregunta a cualquiera. Pregúntaselo a uno de ésos. Mercedes dirigió a los hombres una mirada implorante; en su bonito rostro se había dibujado un gesto de indecible repugnancia ante el sufrimiento de los animales. ...

En la línea 239
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Pero, en general, el amor de Buck se expresaba en idolatría. Aunque se volvía loco de contento cuando Thornton lo tocaba o le hablaba, nunca mendigaba cariño. A diferencia de Skeet, que acostumbraba a meter el hocico bajo la mano de Thornton y moverlo con insistencia hasta recibir la caricia, o de Nig, que se acercaba en silencio y ponía la gran cabeza sobre sus rodillas, Buck se conformaba con adorarlo a distancia. Pasaba horas tumbado, alerta, atento, a los pies de Thornton, mirándole el rostro, concentrado en él, estudiándolo, fijándose con profundo interés en cada gesto, en cada movimiento o cambio de expresión. O a veces, tumbado más lejos, a un lado o detrás de Thornton, observaba su silueta y los movimientos de su cuerpo. Y con frecuencia, tal era la comunión en la que vivían, la intensidad -de su mirada hacía que John Thornton volviera la cabeza y se la devolviera sin palabras, con un brillo de amor en los ojos que encendía el corazón de Buck. ...

En la línea 278
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Thornton hizo un gesto de negación con la cabeza y se colocó al lado de Buck. ...

En la línea 72
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Una afección hepática, complicada con… Pero en aquel pueblo anticuado de León di con un facultativo de lo más moderno, un sabio -apresurose a añadir Miranda viendo el gesto aburrido del prohombre, que temía el relato de la enfermedad-. Te aseguro que Vélez de Rada es un prodigio… Materialista cerrado, eso sí… ...

En la línea 570
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Dejémonos de eso, Lucía; no quiero verla a usted con ese gesto; ¡se pone usted fea! -dijo en tono desahogado él, aludiendo por vez primera a las condiciones físicas de Lucía-. ¿Qué desea usted ahora? ¿Quiere usted que la lleve a ver alguna curiosidad de este pueblo? ¿El hospital? ¿Los fuertes? ...

En la línea 1032
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... No fue posible a los Gonzalvo proseguir a España, porque ya hacia la mitad de la ruta se sintió Pilar presa de tales congojas y sudores, con tales desvanecimientos, arcadas y soponcios, que allí creyeron todos llegado el punto de su muerte; y aún tomaron por feliz suceso el que pudiesen llegar a París, siguiendo el consejo del doctor Duhamel, que les dejó entrever la esperanza de que acaso algunos días de descanso repusiesen las fuerzas de la enferma, consintiéndole emprender la vuelta a su patria. Avinagró el gesto Miranda, que ya se creía libre de la moribunda, a quien si no cuidaba, le enfadaba ver cuidar; ensanchósele el corazón a Lucía, mal hallada con la idea de abandonar a su amiga en la antesala, como quien dice, del sepulcro; y Perico se dispuso a conocer París, seguro como estaba de que no faltarían a su hermana cuidados. Por lo que toca a Pilar misma, poseída del extraño optimismo característico de su padecimiento, mostró gran regocijo por visitar la metrópoli del lujo y elegancia, pensando en hacer allí sus comprillas de invierno, por no ser menos que las currutacas Amézagas. ...

Palabras parecidas a gesto

La palabra unos
La palabra cabeza
La palabra indecisa
La palabra labradora
La palabra moza
La palabra dentro
La palabra orgullo

Webs amigas:

Ciclos Fp de informática en Cantabria . Becas de Catalunya . Ciclos Fp de informática en Valencia . - Apartamentos Ibersol Sol De Espana en Costa dorada ,