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La palabra kura
Cómo se escribe

Comó se escribe kura o cura?

Cual es errónea Cura o Kura?

La palabra correcta es Cura. Sin Embargo Kura se trata de un error ortográfico.

El Error ortográfico detectado en el termino kura es que hay un Intercambio de las letras k;c con respecto la palabra correcta la palabra cura


la Ortografía es divertida


El Español es una gran familia

Reglas relacionadas con los errores de k;c

Las Reglas Ortográficas de la K

Regla 1.- K La letra K es muy escasa en castellano y solo aparece dos tipos de palabras, en los vocablos con prefijo de kilo-

Ejemplos: kilómetro kilogramo kilotón kilohertzio ...

Regla 2.- K La otra fuente de palabras que usan k son los prestamos linguisticos de otros idiomas como

por ejemplo en káiser kárate kurdo

Regla 3.- K En general el sonido K (de queso o camino) se transcribe con c ante las vocales 'a', 'o', 'u' y con qu ante 'e' o 'i'

carne coche cuello queso quince


Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras k;c

Algunas Frases de libros en las que aparece cura

La palabra cura puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1189
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Yo la quería mucho, señó; si deseaba argo bueno era pa partirlo con ella. Mejor aún: pa dárselo too. Y ella, la palomita sin jiel, la rosita de Abril, ¡tan buena siempre conmigo! ¡protegiéndome, como si fuese mi virgensita!... Cuando mi mare se enfadaba porque jasía yo una de las mías, ya estaba Mari-Crú defendiendo a su pobresito José María... ¡Ay, mi prima! ¡Mi santita dulce! ¡Mi sol moreno, con aquellos ojasos que paesían hogueras! ¿Qué no hubiese hecho por ella este pobresito gitano?... Oiga su mersé, señó. Yo he tenío una novia; es desir, yo he tenío muchas, pero ésta era una gachí que no era de nuestra casta; una calé sin familia y con casita propia en Jerez. Una gran proporción, señó, y a más, chalaíta por mí, según ella desía, por el aquel con que yo la cantaba cositas durses. Y cuando ya andábamos en el papeleo pa casarnos, yo le dije: «Gachí, la casa será para la pobresita de mi mare y mi prima Mari-Crú. Ya que tanto han trabajao, hasiendo vida de perras en las gañanías, que vivan bien y a su gusto una temporadilla. Tú y yo somos chavales, somos juertes y podemos dormí en el corral». Y la gachí no quiso y me echó a la caye; y yo no lo sentí, porque me quedaba con mi mare y mi primo, y valen más ellos ¡ay! que toas las jembras del mundo... He tenío las novias a osenas, he estao a punto de casame, me gustan las mositas... pero quiero a Mari-Crú como no quedré en jamás a denguna mujer... ¿Cómo explicar esto a su mersé, que sabe tanto? Yo quiero a la pobresita que va ahí alante, de una manera que no sé cómo decir... ¡vamos! como quiere el cura a la Mae de Dios cuando le ice la misa. Me gustaba mirar sus ojosos y oír su vosesita de oro; pero, ¿tocarle un pelo de la ropa? enjamás se me ocurrió. Era mi virgensita, y como las que están en las iglesias, sólo tenía pa mí la cabesa; la cabesa bonita jecha por los mismos ángeles... ...

En la línea 345
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... ¡Tome una copiquina! —grita Sabades (cada cura se llama como su parroquia). ...

En la línea 1239
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Entonces Athossonreía con aquella encantadora sonrisa melancó lica que tan bien sentaba a su noble figura, y Porthos bebía jurando que Aramis no sería nunca más que un cura de aldea. ...

En la línea 1274
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Encuanto a D'Artagnan, que no conocía aún a nadie en la capital, no halló más que un desayuno de chocolate en casa de un cura de su región, y una cena en casa de un corneta de los guardias. ...

En la línea 1275
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Llevó su ejército a casa del cura, a quien devoraron sus provisiones de dos meses, y a casa del corneta, que hizo maravillas; pero, como decía Plan chet, sólo se come una vez, aunque se coma mucho. ...

En la línea 4034
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... En cuanto a D'Artagnan, como en el fondo era un muchacho lleno de prudencia, en lugar de volver a su casa, se fue a cenar con aquel cura gascón que, en los momentos de penuria de los cuatro amigos, les había dado un desayuno de chocolate. ...

En la línea 231
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... XVII.—Córdoba.—Los moros de Berbería.—Los ingleses.—Un cura viejo.—El breviario romano.—El palomar.—El Santo Oficio.—Judaísmo.—Los palomares profanados.—Propuesta del posadero. ...

En la línea 302
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... CAPÍTULO PRIMERO ¡Hombre al agua!—El Tajo.—Las lenguas extranjeras.—La gesticulación.—Calles de Lisboa.—El acueducto.—La Biblia tolerada en Portugal.—Cintra.—Don Sebastián.—Juan de Castro.—Conversación con un cura.—Colhares.—Mafra.—El palacio.—El maestro de escuela.—Los portugueses.—Su ignorancia de las Escrituras.—Los curas rurales.—El Alemtejo. ...

En la línea 371
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Sospecho que las últimas palabras del digno cura encubrían una sátira; fuí, sin embargo, bastante jesuíta para aparentar que las recibía como un fino cumplido, y, quitándome el sombrero, me despedí haciéndole infinidad de reverencias. ...

En la línea 1066
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... «Entonces—dijo—tenía usted razón al suponer que soy más vieja; tengo más años que su madre de usted y que la madre de su madre; hace más de cien años era yo una chicuela, y jugaba con otras de mi edad por esos campos.» «En tal caso—respondí—se acordará usted, sin duda, del terremoto.» «Sí—contestó—; si de algo me acuerdo, es de eso; cuando ocurrió, estaba yo en la iglesia de Elvas oyendo misa, y el cura se cayó al suelo, y dejó también caer la Hostia de las manos. ...

En la línea 272
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Llegada, pues, la hora que le pareció, entró en el pueblo, y en la casa de don Quijote, la cual halló toda alborotada; y estaban en ella el cura y el barbero del lugar, que eran grandes amigos de don Quijote, que estaba diciéndoles su ama a voces: -¿Qué le parece a vuestra merced, señor licenciado Pero Pérez -que así se llamaba el cura-, de la desgracia de mi señor? Tres días ha que no parecen él, ni el rocín, ni la adarga, ni la lanza ni las armas. ...

En la línea 272
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Llegada, pues, la hora que le pareció, entró en el pueblo, y en la casa de don Quijote, la cual halló toda alborotada; y estaban en ella el cura y el barbero del lugar, que eran grandes amigos de don Quijote, que estaba diciéndoles su ama a voces: -¿Qué le parece a vuestra merced, señor licenciado Pero Pérez -que así se llamaba el cura-, de la desgracia de mi señor? Tres días ha que no parecen él, ni el rocín, ni la adarga, ni la lanza ni las armas. ...

En la línea 277
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Esto digo yo también -dijo el cura-, y a fee que no se pase el día de mañana sin que dellos no se haga acto público y sean condenados al fuego, porque no den ocasión a quien los leyere de hacer lo que mi buen amigo debe de haber hecho. ...

En la línea 286
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Hízose así, y el cura se informó muy a la larga del labrador del modo que había hallado a don Quijote. ...

En la línea 1327
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... biéndose cansado mucho uno de nuestros caballos, resuelvo detenerme en la misión de Cudico, con tanto más motivo, cuanto traigo una carta para el cura que allí reside ...

En la línea 1332
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Me dice el cura que a los indios cristianos no les gusta mucho ir a misa, pero que no dejan de tener bastante respeto a la religión ...

En la línea 1344
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Pasé una tarde muy agradable hablando con el cura; es un excelente sujeto, muy hospitalario; viene de Santiago y ha logrado rodearse de ciertas comodidades. recibido alguna educación y lo que más le molesta es la falta de sociedad que aquí hay. ...

En la línea 1070
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Vino un cura y se encerró con Ana en la alcoba de la niña y le preguntó unas cosas que ella no sabía lo que eran. ...

En la línea 1074
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... No supo contestar al cura y este declaró al aya que no servía la niña para el caso todavía, porque por ignorancia o por malicia, ocultaba sus pecadillos. ...

En la línea 3879
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Era indispensable escoger con cuidado el confesor, cuando se trataba de ponerse en cura; pero, una vez escogido, era preciso considerarle como lo que era en efecto, padre espiritual, y hablando fuera de todo sentido religioso, como hermano mayor del alma, con quien las penas se desahogan y los anhelos se comunican, y las esperanzas se afirman y las dudas se desvanecen. ...

En la línea 4683
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —Poco a poco, señor canónigo, yo no soy barullero, ni miento, ni soy obscurantista, ni admito ancas de nadie y menos de un cura. ...

En la línea 63
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Criáronle con regalo y exquisitos cuidados, pero sin mimo. D. Baldomero no tenía carácter para poner un freno a su estrepitoso cariño paternal, ni para meterse en severidades de educación y formar al chico como le formaron a él. Si su mujer lo permitiera, habría llevado Santa Cruz su indulgencia hasta consentir que el niño hiciera en todo su real gana. ¿En qué consistía que habiendo sido él educado tan rígidamente por D. Baldomero I, era todo blanduras con su hijo? ¡Efectos de la evolución educativa, paralela de la evolución política! Santa Cruz tenía muy presentes las ferocidades disciplinarias de su padre, los castigos que le imponía, y las privaciones que le había hecho sufrir. Todas las noches del año le obligaba a rezar el rosario con los dependientes de la casa; hasta que cumplió los veinticinco nunca fue a paseo solo, sino en corporación con los susodichos dependientes; el teatro no lo cataba sino el día de Pascua, y le hacían un trajecito nuevo cada año, el cual no se ponía más que los domingos. Teníanle trabajando en el escritorio o en el almacén desde las nueve de la mañana a las ocho de la noche, y había de servir para todo, lo mismo para mover un fardo que para escribir cartas. Al anochecer, solía su padre echarle los tiempos por encender el velón de cuatro mecheros antes de que las tinieblas fueran completamente dueñas del local. En lo tocante a juegos, no conoció nunca más que el mus, y sus bolsillos no supieron lo que era un cuarto hasta mucho después del tiempo en que empezó a afeitarse. Todo fue rigor, trabajo, sordidez. Pero lo más particular era que creyendo D. Baldomero que tal sistema había sido eficacísimo para formarle a él, lo tenía por deplorable tratándose de su hijo. Esto no era una falta de lógica, sino la consagración práctica de la idea madre de aquellos tiempos, el progreso. ¿Qué sería del mundo sin progreso?, pensaba Santa Cruz, y al pensarlo sentía ganas de dejar al chico entregado a sus propios instintos. Había oído muchas veces a los economistas que iban de tertulia a casa de Cantero, la célebre frase laissez aller, laissez passer… El gordo Arnaiz y su amigo Pastor, el economista, sostenían que todos los grandes problemas se resuelven por sí mismos, y D. Pedro Mata opinaba del propio modo, aplicando a la sociedad y a la política el sistema de la medicina expectante. La naturaleza se cura sola; no hay más que dejarla. Las fuerzas reparatrices lo hacen todo, ayudadas del aire. El hombre se educa sólo en virtud de las suscepciones constantes que determina en su espíritu la conciencia, ayudada del ambiente social. D. Baldomero no lo decía así; pero sus vagas ideas sobre el asunto se condensaban en una expresión de moda y muy socorrida: «el mundo marcha». ...

En la línea 79
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Aquella gran mujer, Isabel Cordero de Arnaiz, dotada de todas las agudezas del traficante y de todas las triquiñuelas económicas del ama de gobierno, fue agraciada además por el Cielo con una fecundidad prodigiosa. En 1845, cuando nació Juanito, ya había tenido ella cinco, y siguió pariendo con la puntualidad de los vegetales que dan fruto cada año. Sobre aquellos cinco hay que apuntar doce más en la cuenta; total, diez y siete partos, que recordaba asociándolos a fechas célebres del reinado de Isabel II. «Mi primer hijo—decía—nació cuando vino la tropa carlista hasta las tapias de Madrid. Mi Jacinta nació cuando se casó la Reina, con pocos días de diferencia. Mi Isabelita vino al mundo el día mismo en que el cura Merino le pegó la puñalada a Su Majestad, y tuve a Rupertito el día de San Juan del 58, el mismo día que se inauguró la traída de aguas». ...

En la línea 471
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Otra embajada: «Señora, señora, esta ya no se alcanza; pero pronto va a salir la del sobrino del señor cura, que es otro padre Fuguilla por lo pronto que la despacha. Ya recibió Pla los quesitos aquellos… no recuerdo cómo se llaman». ...

En la línea 1354
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Por más que el gran Rossini sostenga que aquel día oyó la misa con devoción, yo no lo creo. Es más; se puede asegurar que ni cuando el sacerdote alzaba en sus dedos al Dios sacramentado, estuvo Plácido tan edificante como otras veces, ni los golpes de pecho que se dio retumbaban tanto como otros días en la caja del tórax. El pensamiento se le escapaba hacia la liviandad de las compras, y la misa le pareció larga, tan larga, que se hubiera atrevido a decir al cura, en confianza, que se menease más. Por fin salieron la señora y su amigo. Él se esforzaba en dar a lo que era gusto las apariencias del cumplimiento de un deber penoso. Se afanaba por todo, exagerando las dificultades. «Se me figura—dijo con el mismo tono que debe emplear Bismarck para decir al emperador Guillermo que desconfía de la Rusia—, que los pavos de la escalerilla no están todo lo bien cebados que debíamos suponer. Al salir hoy de casa les he tomado el peso uno por uno, y francamente, mi parecer es que se los compremos a González. Los capones de este son muy ricos… También les tomé el peso. En fin, usted lo verá». ...

En la línea 603
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Como Tom tenía bastante ingenio para comprender que era un muchacho que le podría ser útil, animó a Humphrey a que siguiera hablando, y el chico no se hizo de mucho rogar, pues estaba encantado creyendo que ayudaba a la 'cura' de Tom, porque siempre, tan pronto como había tratado de recórdar la perturbada mente los diferentes pormenores de su experiencia y aventuras en la real sala de escuela y en los demás sitios del palacio, observaba que Su Majestad 'recordaba' las circunstancias con toda claridad. Al cabo de una hora, Tom se halló en posesión de muy valiosa información sobre personajes y asuntos de la corte y así resolvió abrevarse a diario en aquella fuente. A este fin daría orden de que admitieran a Humphrey a su regia presencia cada vez que llegara, siempre que la Majestad de Inglaterra no estuviera ocupada con otras gentes. ...

En la línea 776
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Siguieron hablando, y en el curso de la conversación apareció que 'Juan Hobbs' no era ni con mucho nuevo recluta, sino que en tiempos pasados se había adiestrado en la cuadrilla. Refirióles su última hazaña, y cuando dijo que 'por accidente' había matado a un hombre, expresaron todos su aprobación, y al añadir el bellaco que el hombre era cura, fue aplaudido por todos y con todos tuvo que beber. Conocidos antiguos le saludaban con alegría y los novatos se sentían orgullosos de estrecharle la mano. Preguntáronle por qué había permanecido apartado tantos meses, y él respondió ...

En la línea 33
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Vi cómo el introductor se deshacía en reverencias. Repetí entonces mi petición y él me reiteró —mucho más secamente esta vez—que debía aguardar. Pasado un momento, un recién llegado, austríaco al parecer, fue igualmente conducido, sin hacerlo esperar, al primer piso. Muy molesto me dirigí al cura y le declaré, perentoriamente, que puesto que Monseñor recibía, podía perfectamente ocuparse de mi asunto. El cura retrocedió, asombrado. ¿Cómo un insignificante ruso osaba ponerse al nivel de los visitantes de Monseñor? De la manera más insolente del mundo, como si estuviese muy satisfecho de poderme humillar, me miró de cabeza a pies y exclamó: —¿Cree usted, pues, que Monseñor va a dejar su café para recibirle? ...

En la línea 33
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Vi cómo el introductor se deshacía en reverencias. Repetí entonces mi petición y él me reiteró —mucho más secamente esta vez—que debía aguardar. Pasado un momento, un recién llegado, austríaco al parecer, fue igualmente conducido, sin hacerlo esperar, al primer piso. Muy molesto me dirigí al cura y le declaré, perentoriamente, que puesto que Monseñor recibía, podía perfectamente ocuparse de mi asunto. El cura retrocedió, asombrado. ¿Cómo un insignificante ruso osaba ponerse al nivel de los visitantes de Monseñor? De la manera más insolente del mundo, como si estuviese muy satisfecho de poderme humillar, me miró de cabeza a pies y exclamó: —¿Cree usted, pues, que Monseñor va a dejar su café para recibirle? ...

En la línea 35
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —¡Cómo! ¡En el preciso momento que está hablando con un Cardenal! —exclamó el cura, retrocediendo asustado hacia la puerta y extendiendo los brazos como para hacerme comprender que estaba dispuesto a morir antes de dejarme pasar. ...

En la línea 37
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... El cura, con mirada llena de odio, me arrancó el pasaporte de las manos y se lo llevó. Al poco rato estaba visado. ¿Quieren ustedes verlo? ...

En la línea 6
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Hacia la época de la coronación de Napoleón, un asunto de su parroquia lo llevó a París; y entre otras personas poderosas cuyo amparo fue a solicitar en favor de sus feligreses, visitó al cardenal Fesch. Un día en que el Emperador fue también a visitarlo, el digno cura que esperaba en la antesala se halló al paso de Su Majestad Imperial. Napoleón, notando la curiosidad con que aquel anciano lo miraba, se volvió, y dijo bruscamente: ...

En la línea 9
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Esa misma noche el Emperador pidió al cardenal el nombre de aquel cura y algún tiempo después el señor Myriel quedó sorprendido al saber que había sido nombrado obispo de D. ...

En la línea 227
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - ¡Un sacerdote! -dijo el hombre-. ¡Oh, un buen sacerdote! Entonces ¿no me pedís dinero? Sois el cura, ¿no es esto? ¿El cura de esta iglesia? ...

En la línea 227
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - ¡Un sacerdote! -dijo el hombre-. ¡Oh, un buen sacerdote! Entonces ¿no me pedís dinero? Sois el cura, ¿no es esto? ¿El cura de esta iglesia? ...

En la línea 762
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... A un tiempo comenzaron Pilar y Miranda la temporada termal, si bien con método tan distinto como lo requería la diferencia de sus males. Miranda hubo de beber las aguas hirvientes y enérgicas de la Reja-Grande, sometiéndose a la vez a un complicado sistema de afusiones locales, baños y duchas, mientras la anémica absorbía a pequeñas dosis la picante linfa, gaseosa y ferruginosa del manantial de las Señoras. Estableciose desde entonces una lucha perenne entre Pilar y los que la acompañaban. Eran necesarios esfuerzos heroicos para contenerla e impedir que hiciese la vida de las bañistas del gran tono, que ocupaban el día entero en lucir trajes y divertirse. Desde este punto de vista, fue funesta a Pilar la presencia en Vichy de seis u ocho españolas conocidas que aún aprovechaban allí el fin de la estación. Era pasado ya lo mejor y más brillante de ésta; las corridas, el tiro de pichón, las grandes excursiones en calesas y ómnibus al Borbonés, comenzadas en Agosto, concluían en los primeros días de Septiembre. Pero quedaban aún los conciertos en el Parque, el gran paseo por la avenida pavimentada de asfalto, las fiestas nocturnas en el Casino, el teatro, que, próximo a cerrarse, se veía más concurrido cada vez. Pilar se moría por reunirse a la docena de compatriotas de distinción que revoloteaban en el efímero torbellino de los placeres termales. El médico de consulta a quien se habían dirigido en Vichy, al par que recomendaba las distracciones a Miranda, prohibía severamente a la anémica todo género de excitación, encargándole mucho que procurase aprovechar el carácter semi rural de la villa para hacer vida de campo en lo posible, acostándose con las gallinas y madrugando con el sol. Exigía este régimen mucha constancia y, sobre todo, una persona que, continuamente al lado de la rebelde enferma, no descuidase ni un segundo el obligarla a seguir las prescripciones del facultativo. Ni Miranda ni Perico servían para el caso. Miranda cubría las formas sociales exhortando a Pilar a «cuidarse» y «no hacer tonterías», todo ello dicho con el calor ficticio que muestran los egoístas cuando se trata de la salud ajena. Perico se enojaba de ver a su hermana echando en saco roto las advertencias del doctor, cosa que podía alargar la cura, y por ende la estancia en Vichy, pero no era capaz de vigilarla y de atender a que cumpliese las órdenes recibidas. Decíale a veces: ...

En la línea 1142
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Ni sé cómo llegué al cuarto… tenía miedo, mucho miedo de encontrar con alguien… con el ama Engracia… pero yo decía: adelante: Sardiola asegura que se marcha hoy… y si se marcha… tú también te irás a León… y ya, en toda la vida, y en la eternidad, Lucía, como no le veas en el cielo, no sé yo dónde le verás… Cuando uno piensa cosas así tiene un valor… yo temblaba, temblaba como un azogado: puede que haya roto algo en el cuartito chico… lo sentiría… y también sentiré que afeen mi conducta el Padre Urtazu y el Padre Arrigoitia… la afearán, sí que la afearán… yo les diré que sólo quería verle un minuto… como le daba la luz en la cara, le vi muy bien: está tan descolorido… ¡siempre descolorido! También Pilar lo está… y yo… y todos… y el mundo, sí, el mundo se ha puesto de un color, que… antes era rosa y azul celeste… pero ahora… bueno, pues como quería verle, entré… El comedor es grande. El ama Engracia lavaba la vajilla… Bien que corrí. Casualidad fue acertar con su cuarto. Es un cuarto muy bonito. Tiene el retrato de su madre: ¡pobre señora! Duhamel es un gran médico, pero hay males que sólo se curan, digo yo… en el hoyo. Allí todo se cura. Qué bien se debe estar allí… y aquí también. Se está muy bien… dan ganas de dormir, porque… ...

Errores Ortográficos típicos con la palabra Cura

Cómo se escribe cura o kura?
Cómo se escribe cura o curra?
Cómo se escribe cura o sura?

Más información sobre la palabra Cura en internet

Cura en la RAE.
Cura en Word Reference.
Cura en la wikipedia.
Sinonimos de Cura.

Palabras parecidas a cura

La palabra alante
La palabra mositas
La palabra jembras
La palabra caye
La palabra ojasos
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